07. Atrapadas


Para Charlie meterse en problemas siempre ha sido fácil.

Nunca lo ha entendido, pero aquella frase que su novio suele decir de vez en cuando «Si existe Charlie, existen problemas» es de hecho, lo primero que le dijo Vivian al chico cuando Charlie los presentó.

Estar enojada tampoco ayudaba mucho a su racha de mala suerte.

—Te vas a caer —advirtió Roberto.

—Eso sería bueno, ¿verdad? Si tengo un accidente laboral la empresa me da días libres con todo pago —respondió Charlie sin voltear a verlo.

Ambos se encuentran solos en la bodega. Charlie está en la cima de una escalera metálica tratando de alcanzar una caja con tarjetas de San Valentín ya que en la tienda quedaban muy pocas y debe rellenar los estantes.

—Si te mueres no recibirás nada —insistió Roberto—, ya baja de allí, Charlie.

Ella rodó los ojos y con la caja en una mano procedió a bajar en silencio.

Una vez en el suelo, se giró y observó a su compañero de turno.

—¿Qué te pasa?

Charlie le entregó la caja.

—Tengo uno de esos días en los que quiero ir a un acantilado para gritar sobre lo injusta que es la vida, Roberto.

—Buena suerte con eso —Roberto rió—. Lo más parecido que encontrarás a un acantilado a esta hora y en este lugar es la azotea del edificio.

El chico salió de la bodega y Charlie elevó su mano izquierda para ver la hora en su reloj. Su turno termina en diez minutos y la sugerencia de su compañero no le pareció tan desquiciada.

La bodega tiene una escalera que da a la azotea así que empujó la puerta de metal y a paso decidido comenzó a subir hasta llegar a la puerta que da al techo del edificio.

El frío de la noche acarició su rostro mientras más se acercaba al borde del techo. Observó las luces de los edificios frente a ella.

Llevó sus manos al barandal y sin pensarlo dos veces gritó a todo pulmón.

—Cool, pero deberías gritar más fuerte —dijo una voz de repente.

Charlie se asustó y trató de buscar a la dueña de la voz con la poca claridad, pero no fue hasta que la chica se acercó a ella que la vio más de cerca.

—Eres Stella, ¿verdad? —Charlie ladeó la cabeza.

Hace poco Heart's contrató nuevo personal y Stella era de esos recién llegados.

La chica de corto cabello negro lleno de mechones rojos y rosados asintió y dejó salir de su boca humo.

—¿Y tú eres?

—Charlie.

—¿Fumas? —Stella le extendió su cigarrillo a medio consumir, pero Charlie negó.

—¿Por qué me dijiste que debería gritar más fuerte?

Stella se llevó el cigarrillo a los labios y con su cabeza señaló la puerta de la azotea.

—Nos dejaste atrapadas aquí, Charlie.

—¡¿Qué?! —Charlie corrió hasta la puerta e intentó abrirla, pero no pudo.

—Por eso le puse el palo de madera para que no cerrara del todo, pero lo empujaste lejos cuando cruzaste —explicó Stella.

Charlie se giró a verla, asustada.

—¡¿Por qué estás tan tranquila?! Estamos atrapadas en la azotea, moriremos de frío en este lugar.

—He estado en peores situaciones —confesó Stella.

—Dios mío, hoy sí que no ha sido mi día —Charlie llevó las manos a su cabeza y se alejó de la puerta para ir nuevamente al barandal.

—¿Tienes tu celular contigo? —preguntó Stella al acercarse.

—Mi celular se rompió cuando estuve esta tarde trepada en un árbol y se me resbaló de las manos.

—Pues yo tengo mi celular conmigo, pero no tengo saldo y el WiFi de la tienda no llega hasta acá arriba —Stella sacó el aparato de su bolsillo.

Charlie tomó el celular de la chica.

—Bueno, eso solo nos deja una opción.

—¿Cuál?

—Llamar al 911.

Stella rió por lo bajo y dio otra calada a su cigarrillo.

—Tú sí que sabes cómo mantener entretenida una noche aburrida.

—No, Stella, no llames entretenida a la mala suerte que siempre me persigue.

—¿Tuviste un mal día?

Charlie no dijo nada. Solo llevó el celular a su oído y alivio la recorrió completa cuando escuchó la voz de una mujer del otro lado de la línea.

—911, ¿cuál es su emergencia?

❁❁❁

Después de pasar otra de sus muchas vergüenzas en su trabajo, Charlie y Stella fueron liberadas gracias a que un grupo de bomberos tuvo que ir a romper la puerta para que ambas chicas salieran.

El señor Bruce no vió lo cómico de la situación, por lo menos no tanto como Roberto o los demás compañeros del turno, pero eso ya era lo de menos, el día de mañana Charlie entregaría su carta de renuncia así que en parte vió aquel último acto de mala suerte como su despedida de Heart's.

—¿Tony? ¡¿Ya estás aquí?!

Charlie entró al departamento de Tony y arrojó su bolso al suelo. Todo estaba oscuro.

No recibió respuesta alguna, lo que significaba que su novio no había llegado. Encendió las luces y vio que todavía había varias maletas y bolsas que debían ser desempacadas.

Pidió comida a domicilio, puso su disco favorito y empezó a limpiar.

Ella sabe mejor que nadie que la amabilidad de Tony no es algo muy estable, así que es mejor tener todo ordenado a que estalle y tenga otro de sus episodios.

Cuando es medianoche el departamento reluce de lo limpio y Charlie está sentada en una de las sillas altas de la isla de la cocina comiendo la pizza que había pedido horas atrás. También está leyendo con atención el contrato de trabajo que Quinn le envió al correo y no había visto hasta que encendió su laptop.

—¡Ya llegué! Muñeca, ¿dónde estás?

—¡En la cocina! —respondió ella.

—Wow, este lugar está impecable —le dió un beso sonoro a la mejilla y rodeó la isla para quedar frente a ella—, pero que tenemos aquí...

—Oh... Solo los saqué por unos momentos, no haré un hábito de ellos.

Rápidamente se quitó sus gafas y los dejó a un costado de la laptop.

—Bien, porque nos los necesitas, no me gusta que bloqueen tus hermosos ojos y hacen que tu rostro se vea muy cuadrado —besó su frente.

Ella sonrió muy a su pesar.

—Tienes razón no sé en qué pensaba.

—Tranquila, ¿tienes hambre? Te he traído comida panameña, es de ese restaurante cerca de mi trabajo.

—¿Hablas del restaurante que te sugerí hace semanas y no quisiste entrar porque decías que no se veía elegante? —se burló.

—Muy bien, señorita que recuerda todo —la señaló—. Lo admito, debí escucharte, mi compañera compró el almuerzo allí y estuvo delicioso, así que aquí lo tienes —le pasó la bolsa.

—Ya cené pizza, pero gracias.

Tony dejó salir un suspiro.

—Me voy a duchar y gracias por limpiar, de verdad que este lugar te quedó impecable.

—Es mi manera de darte las gracias por socorrerme luego de que mi madre malvada me echara de casa.

—Debiste mudarte conmigo desde hace mucho entonces —bromeó y le guiñó el ojo antes de apartarse y dejarla sola.

Charlie observó sus gafas por unos segundos y bajó la pantalla de la laptop. Decidió que ya mañana podrá leer el contrato mejor, cuando sea de día y los ojos no le duelan tanto.


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