02. ¿Apuesta por mí?


Tristeza y felicidad son las emociones que sentía Charlie a cada paso que daba fuera del campus de la Universidad Central.

—Se acabó. —Susurró para sí misma.

Sostuvo con fuerza las mangas de su maleta al caminar. Sus compañeros estaban igual que ella, no se podían creer que todo por lo que alguna vez lucharon llegó a su fin. Cuando inició su primer semestre estaba en un grupo de cuarenta personas, en dos semanas solo dieciocho de esas cuarenta se iban a graduar.

Cuando Charlie llegó a la entrada del campus vio a Tony recostado en su auto. Él, al verla, le regaló una sonrisa radiante y extendió los brazos a sus costados. Con una sonrisa igual a la suya Charlie corrió los pocos metros que los separaban y se lanzó a sus brazos. Sin dejar de sostenerla Tony comenzó a dar vueltas.

A Charlie no le importó que su vestido levantado mostrara su ropa interior, estaba demasiado feliz como para poner en su lugar a los chicos que empezaron a silbar de forma coqueta en su dirección.

—Felicidades, muñeca —dijo sobre su oído y plantó un beso en los labios de la castaña cuando la dejó en el suelo nuevamente.

—Gracias.

Charlie acomodó su vestido y Tony les sacó el dedo del medio a los inoportunos estudiantes que halagaban el trasero y bragas de su novia. Ella comenzó a reír y subió al copiloto. Cuando Tony se encontró en el asiento del conductor, estiró una mano a los asientos traseros para sacar una caja blanca con un moño rojo.

—Te compré un regalo.

—Por favor, dime que es el libro que llevo pidiendo desde hace meses.

—No.

Colocó la caja sobre las piernas de su novia y con emoción ella prosiguió a levantar la tapa, dejando caer a sus pies papeles que cubrían las prendas. Los dedos de Charlie acariciaron material de encaje antes de sacar del todo un conjunto de lencería color negro, muy atrevido para su gusto.

—Este regalo no es para mí —lo miró con una sonrisa burlona—, esto es para ti.

—Sí que lo es —mordió su labio inferior—. Quiero que lo uses esta noche, te llevaré a cenar a Hortensias, tu restaurante favorito.

—Ese es tu restaurante favorito —le recordó.

—Te gusta la comida de allí, ¿no?

—Es buena —se encogió de hombros.

—Entonces no hay discusión, pasaré por ti a las ocho. Muero por oír de ti misma el desastre que ocasionaste anoche en la fiesta de compromiso de Zach y Jazmín. Tus primos metiches no saben contar buenos chismes.

Tony arrancó el auto en dirección a Heart's, la tienda departamental donde trabaja Charlie. Ella bajó la mirada a su reloj de mano notando que su turno empieza en veinte minutos. Eso le da tiempo de ponerse el uniforme y comer algo rápido en la cafetería de empleados.

Tony estacionó afuera del centro comercial, por la entrada trasera de Heart's.

—Te veo en la noche, muñeca —Tony le guiñó el ojo. Charlie le dió un rápido beso en los labios antes de salir del auto con la caja blanca en sus manos.

—Nos vemos, pórtate bien.

—Siempre —dijo él antes de que ella cerrara la puerta.

Charlie llevaba saliendo con Tony un año y cinco meses.

Se conocieron en la universidad cuando por accidente ella tiró sobre su cabeza una malteada de chocolate. Esa mañana estaba caminando tranquilamente por las mesas en el área verde buscando un lugar para poder comer y él estaba estudiando junto a un par de chicos, pero en su torpe andar se tropezó con la maleta de Tony.

Aún recuerda su mirada sorprendida y la risa histérica que soltó al verlo todo lleno de malteada «¿Te parece gracioso? ¡Mira cómo me dejaste!» «Lo siento mucho» «Te perdono si me regalas tu número y me dices tu nombre» Charlie accedió sonriente movida más que nada por la vergüenza que le estaba haciendo pasar al desconocido. «Charlotte Lawrence, pero puedes decirme Charlie» «Mi nombre es Antony Randall, pero puedes decirme Tony».

Charlie entró al lugar y marcó su llegada de inmediato.

—Uh, Charlie, que bueno que llegas, estaba a punto de llamarte.

Rápidamente se giró a su jefe de turno.

—¿Qué ocurre, señor Bruce?

—Una cliente muy importante acaba de llegar y no tengo a nadie disponible para atenderla —explicó—. Su nombre es Quinn Vance y es la jefa de recursos humanos de la compañía Daniels Empire.

Charlie tragó el nudo en su garganta.

'Si el señor Bruce me va a pedir que la atienda me orinaré...' pensó, asustada.

—Vas a atenderla.

Abrió la boca para protestar, pero no logró formular algo en el momento.

—Pero...

—Ve a cambiarte, Charlie. La señorita Vance espera paciente en la sala de compras.

❁❁❁

Ajustó su camisa de trabajo tratando de que se viera lo más presentable posible.

Entró a la sala de ventas y su vista cayó en la joven rubia de corto cabello leyendo una revista de catálogos de Heart's. Quinn llevaba un vestido blanco y tacones de punta color crema luciendo muy estilizada y elegante.

Charlie reparó en su anillo de casada y el muy notorio bulto en su estómago revelando un embarazo. Puso su mejor sonrisa al caminar hasta ella.

—Señorita Vance —llamó su atención y unos ojos celestes se elevaron—, disculpe la demora, la tienda está en un poco de caos, espero lo entienda.

Ella cerró la revista y la dejó a su costado.

—No te preocupes por eso, estoy consciente de que la inoportuna soy yo —se puso de pie y le extendió la mano—. Quinn Vance —dijo—, aunque ya pareces saber eso... —sonrió, nerviosa.

Charlie tomó su mano y la apretó con suavidad.

—Charlotte Lawrence, pero puede decirme Charlie si desea.

—Un gusto, Charlie —llevó una mano a su hinchado estómago e hizo una mueca de dolor.

—¿Está bien, señorita Vance? —preguntó, preocupada, y se acercó un poco más.

—¡Ah! —se quejó con una sonrisa—. Sí, estoy bien. Parece que mi pequeño karateca se despertó y está pateando muy duro.

La castaña suspiró aliviada y se apartó de ella para darle más espacio personal.

—¿Quieres sentirlo, Charlie?

Su propuesta la tomó por sorpresa.

Los ojos celestes de Quinn miraron con atención a Charlie mientras esta asentía.

—Aquí —le guió la mano sobre el lado derecho de su estómago y las pequeñas patadas golpearon de inmediato.

Charlie estaba fascinada por cómo el estómago se movía.

—Es... magnífico.

La miró con admiración. Ella sabe que lo que hacen las madres es hermoso, crecer y darle vida a otro ser es un acto muy maravilloso y poco apreciado. Apartó su mano y miró a la rubia de mejillas rojas sonreírle.

—Gracias por dejarme sentir las patadas de su pequeño karateka.

—Bueno —Quinn recogió su bolso del sillón y lo acomodó en su hombro—, hablemos de negocios. Estoy aquí porque Daniels Empire cuenta con más de cuatrocientos empleados que deben recibir por lo menos un pequeño regalo este 14 de febrero.

—¿Quiere regalos específicos o solo una gran cantidad para damas y caballeros?

—Gran cantidad —dijo y metió una mano en su bolso sacando una página de papel doblada a la mitad. Charlie abrió la página dónde se indica la cantidad de personas por sexo en la empresa. 232 mujeres y 214 hombres—. Necesito también mucha decoración para traer el espíritu de amor y amistad a cada piso del edificio. El año pasado la chica que dejé a cargo de las decoraciones gastó más dinero del presupuestado y los arreglos daban ganas de vomitar. Este año yo haré todo.

—Entiendo. Entonces regalos y decoraciones.

Charlie pensaba que la situación terminaría peor, que la señorita Vance era una amargada y autoritaria mujer de negocios que la intimidaría con su presencia, pero en su lugar se topó una joven embarazada de sonrisa amable con gran sentido de la moda y lo que parece ser un fuerte espíritu de liderazgo.

Pasaron la siguiente media hora caminando por los pasillos de perfumería seleccionando fragancias para hombres y damas.

—Cuéntame un poco de ti, Charlie —pidió mientras caminaban una al lado de la otra. Ambas empujando un carrito de compras—. ¿Este es tu trabajo de tiempo completo?

—Quizás ahora lo sea —respondió honesta—. Hoy fue mi último día de universidad y trabajar aquí era solo medio tiempo.

—Oh, felicitaciones. ¿De qué te vas a graduar?

—Recursos humanos.

Quinn subió sus cejas.

—Hermanas de oficio.

—Supongo —la miró de reojo y entonces la curiosidad por saber de ella apareció—. Señorita Vance...

—Quinn —la interrumpió—, puedes decirme Quinn. Debemos ser cercanas en edad, ¿verdad?

—No lo sé —Charlie subió los hombros—. ¿Veintitrés?

—Veintinueve —le guiñó el ojo.

—Señori... Quinn. ¿Cómo hizo para llegar a dónde está? No quiero sonar imprudente, pero se ve tan joven y es la jefa de recursos humanos de una de las empresas más importantes del país. Honestamente veo en usted todo lo que yo aspiro ser un día.

—No fue fácil —dijo y se detuvo en mitad del pasillo para mirarla. Charlie hizo lo mismo—. No te mentiré, cuando me gradué de la universidad tenía esta loca idea en mente de que si aplicaba para cada maldita empresa en busca de personal alguna me aceptaría, pero no fue así, me pedían experiencia profesional y no la tenía. Pasé casi un año sin empleo en el área del que me gradué y entonces un día... Un ángel llamado Kevin Daniels vio potencial en mí y me contrató como prácticamente de asistente por tres meses y ¿qué te puedo decir? El resto es historia.

—¿Kevin Daniels? —abrió la boca, sorprendida—. ¿Daniels? ¿El mismo Kevin Daniels, dueño de Daniels Empire?

Quinn carcajeó, era una risa baja y muy graciosa.

—Sí, Charlie. Ese mismo. Kevin llegó muy temprano por la mañana al restaurante donde yo trabajaba de mesera. Fue el primer cliente ese día. Al reconocerlo le expresé mi admiración y lo mucho que aspiraba a trabajar en una compañía como esa. Me regaló una sonrisa y me pidió desayunar con él para que le conversara de mis ambiciones.

—Suena como un hombre encantador —admitió.

—Oh, cariño, encantador le queda poco. Kevin Daniels es todo lo que puedes imaginarte de un buen hombre.

Charlie comenzó a recordar que había visto una que otra conferencia de prensa de Kevin Daniels cuando hace alguna obra de caridad ya que siempre lo pasaban por el noticiero matutino del campus. Sin embargo, cae en cuenta de que nunca le ha puesto atención y está segura de que si se lo topa en la calle no lo reconocería en absoluto.

—¿Cuánto tiempo lleva casada con él?

Quinn ríe con mucha fuerza.

—¿Yo? Yo no estoy casada con Kevin. ¡Qué cosas dices, Charlie! Si mi esposo te oye de seguro me metes en problemas.

—Lo siento tanto —negó, apenada—. Por la forma en la que hablas de él... Creí que... Uh —hizo una mueca—, lo siento, Quinn.

—No te preocupes.

Reanudaron su camino.

—¿Piensas buscar empleo en tu área de estudio?

—Ese es el plan.

Quinn señaló con el dedo índice una caja de perfume de dama, así que Charlie tomó veinte de las mismas y las dejó en el carrito que llevaba.

—Quizás esto suene extraño y bastante precipitado, pero en Daniels Empire estamos buscando personas para asistir a nuestros jefes de oficinas. Estamos en temporada alta, los negocios y trabajos se disparan por los aires y el tiempo se nos va de las manos a casi todos.

—¿Los jefes de oficina no tienen secretarias? —preguntó asumiendo ese hecho.

—Entre más ayuda posible, mejor.

—Bueno, la verdad suena muy interesante y una oportunidad así no aparece todos los días. Pero, aunque ya terminé la carrera, aún no tengo mi título, mi graduación es en dos semanas, señorita Quinn.

—Eso no es ningún problema —hizo un gesto desdeñoso con las manos—. Déjame revisar mi agenda electrónica. —Revisó un par de cosas y la miró con una sonrisa—. Mañana tengo casi todo el día ocupado, pero hay un pequeño espacio de una hora de diez a once de la mañana. ¿Te gustaría una entrevista?

'Necesito que alguien me pellizque, esto no debe ser real...' Pensó Charlie con emoción.

—Claro, no pierdo nada con ir.

—¡Perfecto! —susurró y guardó la tablet nuevamente dentro de su bolso—. Me agradas, Charlie.

—Usted...

—Tú —la corrigió—. Por favor, puedes tratarme sin tanta formalidad, sé que seré mamá muy pronto, pero no me siento como una señora todavía.

—Es la costumbre.

—Bueno, cámbiala, por lo menos conmigo. Me haces sentir vieja.

—Está bien. ¿Te puedo hacer una pregunta?

—Claro.

—¿Por qué me ofreces esta oportunidad? Somos completamente extrañas. No es que me moleste, solo me sorprende un poco. Las personas no van por la vida ofreciendo empleos como si de agua gratis se tratase.

—Te diré el secreto del éxito de Kevin Daniels. Él ve potencial en las personas, aún cuando nadie, ni siquiera la misma persona confíe. Kevin apuesta movido por sus instintos y crea una posible inversión.

—¿Apuestas por mí? —preguntó con una media sonrisa—. ¿Aunque no me conozcas?

—Una persona agradecida de verdad nunca morderá la mano que lo ayuda.

—Adivinaré, ¿esa una de las tantas lecciones del mega magnate y hombre de negocios llamado Kevin Daniels?

—Lo es —sonrió—, hablando de él, ¿debería llevarle algo de aquí? —preguntó cuando ya tenían todo lo que vino a buscar.

—Depende. ¿Es un mal jefe o un buen jefe? —bromeó—. Porque si es un mal jefe le puedes regalar un portapapeles y grapas para su oficina y si ha sido un buen jefe un arreglo de frutas sería bonito.

Quinn sonrió.

—Es un buen jefe.

—Entonces... Un arreglo de frutas.

—Me parece bien, más tarde coordino con mi secretaria. Gracias por la ayuda, Charlie.

Ambas miraron como los carritos de compras estaban llenos hasta casi reventar con regalos y decoración.

—Gracias por elegir Heart's. Esperamos verla pronto.


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