00. Prólogo


Los gritos de las personas estallaron por todo el lugar cuando la mesa se volteó.

Charlie pateó con la punta de sus tacones los pedazos de vidrios. No ha quedado ningún vaso o plato de cristal intacto. La mirada de todos está sobre ella.

El centro de mesa, un enorme jarrón lleno de agua con preciosas orquídeas blancas, fue lo único que no se rompió ante el impacto. Cuando Charlie lo notó se inclinó para recogerlo y terminó estrellándolo contra el suelo haciendo así que el agua y los vidrios salpiquen a todos los que se encontraban cerca, incluyéndose a ella misma.

—¡Soy la única que tiene el valor de decir que esto es una completa locura y no me sentaré a formar parte de este circo!

Su madre apartó la mirada y frotó el puente de su nariz en un intento de no perder los estribos tal y como su hija los había perdido. Lo que Vivian menos deseaba era que la noche terminara con ambas siendo el centro de atención en una celebración que ciertamente no incluía a su hija siendo la causante de un estrago tan grande.

Charlie buscó a Zach con la mirada. El rubio se encontraba perplejo, pero sus mejillas iban tomando un color rojo por el enojo.

—¡Lárgate de aquí, Charlotte! —Zach señaló las puertas dobles al final del salón—. Espero que estés contenta, pedazo de loca. ¡Siempre arruinas todo!

Charlie ladeó una sonrisa de pura satisfacción y se acercó a la mesa donde Zach se encontraba. Se inclinó ligeramente y tomó una de las botellas abiertas de vino. Bebió de ella y entrecerró los ojos sin dejar de mirar a Zach.

—Sí, demasiado contenta —susurró entre dientes. Intentó mostrarse segura ya que por dentro su corazón era un torbellino de emociones.

Charlie se alejó con todo y botella de vino en mano a la salida del salón.

Zach volteó para mirar a Jazmín a su lado que tenía la mirada perdida; la vergüenza en su sistema no se compararía a nada que alguna vez haya experimentado antes. El diamante en su dedo anular izquierdo brillaba bajo las luces blancas y las lágrimas comenzaban a descender por sus mejillas. Jazmín no lo notó, pero sus padres estaban mirándola con desaprobación desde la mesa donde se hallaban.

Vivian se puso de pie ante el silencio abrumador que había consumido el lugar y tomó su bolso del respaldo de la silla.

—Mataré a esa chica.

El vidrio crujía bajo sus zapatos al alejarse del desastre y las miradas acusadoras de todos los presentes.



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