Cap Piloto

A Nico le gustaba el dinero.

Por lo tanto, la vida se empeñaba en negárselo, como todas aquellas cosas que él añoraba. A estas alturas, estaba tan escaso de fondos, que ni siquiera las polillas deseaban visitar los confines de su billetera y para su desgracia, la situación sólo empeoraba con el pasar de los días. Al principio, la falta de dinero le había parecido graciosa, ahora, no importaba cuánto humor negro tratara de utilizar para subirse el ánimo, ya no podía engañarse:

Las cosas, empezaban a verse muy mal.

Habían pasado dos meses, desde la última vez que discutió con su padre y perdió cualquier rastro de apoyo económico. Las facturas se estaban acumulando sobre la mesa, la alacena y el refrigerador competían por saber cuál de los dos estaba más hambriento, y las cuotas de la casa hipotecada lo atormentaban por las noches. Por más que intentaba conseguir un trabajo de medio tiempo, no lo conseguía. "Queremos gente, con experiencia" todos repetían lo mismo, y Nico, con la universidad apenas comenzando, aún no tenía experiencia ni para fritarse unos huevos.

Sus dos compañeros de vivienda estaban tan endeudados como él; y ya no existía lugar alguno del cual, cualquiera de ellos, pudiera obtener dinero. Para rematar el ciclo de mala suerte, la universidad les había dado, a los tres, un ultimátum de exactamente dos semanas, para pagar las cuotas atrasadas antes de que acabase el mes, o estarían fuera, expulsados, repudiados, por siempre y para siempre.

Nico tenía pronunciadas ojeras bajo sus ojos; no había comido en todo el día y al llegar a casa no tenía más posibilidades de ganar la lotería de las que tenía cuando salió en la mañana. Al cerrar la puerta, se encontró de inmediato con Jason, quien estaba en la mesa, con la cabeza entre sus brazos y el peso del mundo sobre sus hombros. Hizo la pregunta, a pesar de que ya sabía la respuesta:

— ¿Conseguiste empleo?

Jason se encogió al oír su voz, pareció dejar salir un largo suspiro y luego levantó la cabeza lentamente hacia él. Sus anteojos estaban desacomodados sobre el puente de su nariz y Nico tuvo el impulso de llegar hasta él, para acomodarlos con sus dedos. Dejando salir un bufido que denotaba pesadumbre, Jason contestó:

—No. Pero hoy llegaron dos facturas más, y nos cortaron la luz.

Y... por eso estaba tan oscuro. Por supuesto.

Cruzó la sala, y avanzó hasta el comedor donde tomó asiento al lado de su amigo. La casa le pertenecía a la madre de Jason, quien no había mostrado su rostro en más de tres años, pero que, su amigo sabía, seguía con vida en algún lugar de los Ángeles, viviendo a expensas del novio de turno. No era una mansión, pero poseía tres habitaciones; un ático, un baño compartido, un sótano y una sala—comedor—cocina. La mayor parte de los muebles, estaban pegados al piso, y era esa la única razón por la que no habían sido vendidos aún.

Jason tampoco tenía una buena relación con su padre, por lo que pedirle ayuda no era una opción. Percy y Nico se habían mudado hacía poco más de un año, y durante unos cuantos meses habían conseguido subsistir mediante sus ahorros. En ese entonces, aún tenían la patética y vaga esperanza de pagar, entre los tres, todos los gastos. No obstante, la vida se había encargado amablemente de enseñarles que conseguir un empleo no era tan fácil como lo te lo pintaban las películas de Hollywood.

Ya era invierno, y todos sus recursos se habían acabado. Ya habían vendido la camioneta, y la tabla de surf de Percy que era inútil en la ciudad. Lo único de valor que aún les quedaba, era el Xbox de Nico, y ninguno de los tres quería deshacerse de él, aunque empezaban a quedarse sin opciones. Sería eso, o morirse de hambre. En cuanto a Percy, su familia vivía en la costa, y no poseían mucho dinero. El chico se había negado rotundamente a recibir ayuda cuando viajó hasta la ciudad para estudiar. Ahora, se negaba incluso con más efusividad, a regresar con el rabo entre las patas porque las cosas no habían marchado como él esperaba que lo hicieran.

—Vamos a perder la casa— comentó Jason, sacando a Nico de sus propias cavilaciones— ¿Ves esto?— le mostró el documento que había estado mirando—. Es el aviso de remate.

—¿Cuánto tiempo tenemos?— preguntó Nico.

—Ninguno— devolvió Jason— Se nos ha acabado. A menos que obtengamos dinero en dos semanas, nos van a echar a la calle.

—Así que nos van a sacar a patadas de la casa, de la universidad y en el caso de Percy, hasta de la ciudad— Nico resumió con ironía—. Será una linda navidad, ¿eh?

Jason se limitó a asentir con la cabeza, lentamente, como quien ya se ha dado por vencido. Entonces, la puerta se abrió, Percy entró con el rostro casi azul, los brazos descubiertos y con aspecto de estar muriéndose de frío. No era que Nico se fijara mucho en lo que vestía o no el pelinegro, pero afuera estaba a punto de nevar y no creía que su amigo fuera tan idiota como para salir sin abrigo. Fue Jason quien preguntó:

—¿Y el resto de tu ropa?—le hizo notar a Nico que no estaba ausente únicamente el abrigo, sino también los zapatos y las medias. Tampoco había guantes, o bufanda.

—Un vagabundo me asaltó al salir de la entrevista— Percy cerró la puerta y se encogió de hombros, en tanto temblaba de frío como una gelatina— Como no tengo dinero, ni celular, ni nada de valor... Bueno... ¡Adiós, Converse!

—Tu no tienes unas Converse— dijo Nico afilando su tono, teniendo una idea ya de su respuesta.

—Lo sé, eran las tuyas— confirmó Percy, formando una mueca— Lo siento.

Percy caminó con rigidez y se sentó frente a ambos mientras soltaba un quejido de pena, lo cual le hizo saber a los otros dos, que él tampoco había tenido suerte en la búsqueda de empleo. Aun así, y quizá porque ya tenía el mismo complejo de hacer preguntas dañinas para su salud mental, que tenía Nico, Jason no pudo evitar que sus labios se abrieran una vez más.

—¿Tuviste suerte?— consultó con tacto.

—Si por suerte te refieres a que estuve a punto de ser desnudado, entonces sí.

—Me refiero a antes del asalto— devolvió Jason.

—Igual— contestó Percy— ¡Esa mujer no quería un camarero! ¡Quería un prostituto que le hiciera un streaptease! Ni siquiera intentó ser discreta, fue justo al grano. Me dijo: "Siempre te veo caminar por aquí, es una lástima que tengas tantos problemas de dinero", y se ajustó el escote para que se viera más de sus...

—Percy... — Jason lo reprendió— La versión resumida, ¿quieres?

—Me dijo que si me acostaba con ella, me iba a dar dinero— concluyó Jackson, con una mueca asqueada. Nico negó con la cabeza, sin poder creérselo y completamente ofendido. Jason soltó un bufido, apretó las muelas y se cruzó de brazos.

Aunque, pensándolo bien, tampoco sorprendía tanto a Nico aquella oferta descarada. Las mujeres solían comportarse de maneras muy extrañas alrededor de Percy y Jason, todo el tiempo, como si ambos sujetos masculinos expulsaran potentes feromonas que las volvían locas de lujuria. Había visto, y oído cosas más alocadas, como por ejemplo, una chica entrando a la casa para robarse unos bóxers de Percy, y camisetas de Jason el semestre pasado. La única razón por la que ambos no tenían parejas, era porque a las chicas les gustaban los coches y restaurantes caros.

— ¿Cómo reaccionó cuando te negaste?— preguntó el rubio después de unos segundos de silencio.

Percy lo miró, recargó el cuerpo sobre la mesa y balanceó las cejas.

— ¿Quién dice que me negué?— dijo en tono seductor.

—Mis Converse aún serían mías si no lo hubieras hecho— Nico intervino, rodando los ojos. Percy se echó para atrás de nuevo, gruñendo.

—Quizá debí haber aceptado— dijo al fin— Es decir, no era tan malo, ¿cierto? Obtendría sexo gratis y además me pagaría por ello. ¡No he tenido una cita en seis meses! Ni siquiera recuerdo la última vez que tuve más de tres dólares entre las manos, con eso no podría salir con una chica ni a la esquina.

— ¿Entonces, por qué no lo aceptaste? — Jason inquirió.

— ¡Porque esa mujer tiene como ochenta años! —Percy exclamó escandalizado.

— ¿Qué esperabas? ¿Alguien de tu edad?— Nico bufó— Las chicas de nuestra edad no necesitan pagar por sexo. Menos las que son bonitas. Los hombres siempre les llueven gratis.

—Es una lástima— Percy puso un puchero sobre sus labios—. Porque ese sería nuestro pase de oro fuera de la pobreza.

Lo dijo con la intención de hacer un chiste, pero no resultó gracioso para ninguno de ellos. Ensimismados cada uno dentro de sus pensamientos, volvieron a permanecer en silencio, mientras Jason jugaba con el vapor blanco que mostraba su propio aliento y Percy seguía frotándose los brazos con insistencia.

Nico los miraba de vez en cuando desde el rabillo del ojo. Realmente quería tener buenas noticias, o decir cualquier estupidez para quitar el desasosiego de sus rostros, pero Nico no era bueno consolando, ni mucho menos para decir cosas ridículas sólo para hacer sonreír, así que, lo único que cortó el silencio en la habitación, fue el fuerte viento invernal que creaba escalofriantes silbidos cuando entraba por los orificios de las persianas.

Al final, Nico soltó un bufido exasperado. Tenía un límite en la línea de cuánta lástima podía darse a sí mismo, y ya lo había rebasado con creces.

— Me voy a dormir — anunció cansado—. Puede que se me ocurra algo entre sueños. Pero quedarnos sentados aquí, mirándonos el uno al otro con pena, no cambiará la situación.

—Bueno, al menos nos hace sentir mejor — dijo Percy, y Nico le miró, con un: ¿De verdad?, implícito en su ceja levantada—. Olvídalo. Oigan, por qué estamos a... — estornudó, su cuerpo moviéndose hacia adelante por la fuerza — ¡Oh, genial!

—Será mejor que te abrigues — Jason le dijo de inmediato, mirándolo con preocupación — Lo último que necesitamos ahora, es que consigas una carísima pulmonía.

"¿Pulmonía? Siquiera podríamos pagar las medicinas de un ligero resfriado", quiso decir Nico con pesimismo, pero se lo guardó para sí mismo para no estresar a Percy más de lo que ya estaba. Además, decirlo en voz alta podría tentar al universo, y ya habían tenido bastante de este para una vida.

—Iba a preguntar, ¿por qué estamos a oscuras? — Percy inquirió, sorbiéndose la nariz a la vez. Nico contestó:

—Nos cortaron la luz.

Percy soltó una risotada en el acto. Incluso echó un poco la barbilla hacia atrás, dejándose llevar en estruendosas carcajadas. Ninguno de los dos tuvo la fuerza para regañarlo, ambos sabían, que Percy lo hacía para no llorar. Era un mecanismo de defensa al igual que el sarcasmo, y esa era una de las razones por las que se llevaban bien.

— ¡Oh, qué agradable noticia! — Pronunció en tono cantarín. — Y eso significa que no tendremos calefacción, ¿no? —era una pregunta retórica — Claro. Moriremos de frío. Bueno, excluyendo a Nico, porque tiene el corazón tan frío como un témpano. Capaz de rechazar hasta los corazones más dulces del mundo...

—Supéralo, Jackson. — Nico rodó los ojos — Ya pasó un año.

— Jamás. — Devolvió siseante, y luego miró a Jason, con aire galante y tono ronroneante — Hombre, ¿qué dices? ¿Hay espacio para tu bro hoy en tu cama?, ya sabes, para darnos calor.

Nico escuchó a Jason reír tontamente, antes de contestar:

—Para ti, siempre — entonces, pareció recordar algo —. Solo que, el techo de mi habitación tiene goteras, por lo que un lado del colchón está completamente mojado. No será cómodo— soltó un suspiro cansino—. Tendrá que ser en tu cama, bro.

— Imposible— Percy dejó caer sus hombros con aplomo — Una de las persianas de mi habitación está podrida, y ha empezado a caerse a trozos... No podremos dormir con el viento entrando por el hoyo— soltó un quejido—. ¿Qué otra opción tenemos?

Jason no contestó, en vez de eso, giró lentamente hacia Nico, con sus ojos azules brillando en la penumbra. Al principio, el italiano no comprendió el motivo de la sonrisa socarrona en su dirección, pero un segundo después, entendió. Nico empezó a negar, trataba de decirle que no hablara antes de que Percy llegara a la misma idea, lamentablemente, la conexión de mejores amigos que ambos tenían, era más fuerte de lo que Nico podía imaginar.

—Ohhh... — Percy canturreó, demasiado emocionado — ¿Quién tiene una cama familiar, sin goteras ni ventanas rotas en su cuarto?

Percy y Jason iniciaron a golpear la mesa, como tambores. Nico soltó una risotada y luego se calló abruptamente, regalándole a Percy, la mirada más mortífera que era capaz de mostrar.

—No. — Sentenció, mirando a ambos decidido— Lloren, pataleen, o supliquen cuanto quieran, ¡no me importa si mueren de hipotermia en medio de la noche! —Vociferó, cuando vio que Percy iba a decir algo — ¡Pero no compartiremos mi cama! Tengo límites, ¿okay? Puedo cederles mi almuerzo, cederles dinero, ¡incluso mi ropa! Pero mi privacidad. ¡Jamás!

— ¡Por favor, hombre! — Percy comenzó, poniendo su típica carita tierna de foca bebé, mientras juntaba sus manos en pos de súplica — ¡Ya hacía un montón de frío con la calefacción de mierda funcionando! ¡No aguantarás esta noche sin ella! Ni tú, ni yo, ni Jason, ¡es por un bien común!

— ¡Y compartiremos mantas! — Jason colaboró, y Nico lo miró como si lo hubiese traicionado— ¡No me mires así! Él tiene razón, y extraño dormir sin despertarme en medio de la noche tiritando de frío —entonces bajó su voz, adoptando un tono confidencial—. Nadie se enterará, Nico. Será como una pijamada, una pijamada entre hombres.

Nico cerró los ojos, frotándose las sienes con fuerza.

— Díganme que solo están tratando de tomarme el pelo.

— ¡Oh por favor! —Percy explotó, levantándose de su silla para después, plantar sus manos contra la mesa— ¿Una cama? ¿Dos chicos guapos acurrucados a cada lado tuyo? ¿No es como un sueño hecho realidad para ti?

Lo era, pero no iba a admitirlo.

— ¡No! ¡Es una pesadilla!

—¡Prometo no babear sobre ti, Nico! ¡Y pondré una almohada de seguridad entre tu trasero y mi entrepierna!

¡Esto era el colmo! Nico no quería renunciar a su privacidad, esta y su Xbox eran lo único que le quedaban, ¿y luego qué?, ¿qué más le arrebataría la pobreza mañana? Una sensación parecida a la ansiedad, mezclada con enojo lo atacó de pronto, a la vez que se levantaba de su asiento de golpe. El frío pasó a segundo plano, estaba ardiendo en furia. Pero no con Percy, sino con la situación patética en la que se encontraba atrapado.

— ¡NO! — Nico caminó hasta su habitación, pisando fuerte en el trayecto, con las manos tapando sus orejas en un gesto bastante infantil, pero que funcionaba para no oír a Percy — ¡No! ¡No!

— ¡Niega tanto como quieras, Nico! Pero a las dos de la madrugada, cuando sientas que tu sangre se congela en tus venas... ¡Nos necesitarás y llamarás por nosotros! —aseguró, apuntando a Nico con su dedo. — ¡Entonces, nos acurrucaremos y te gustará!

—¡Moriré de frío antes que dormir con ustedes! — Exclamó, agarrando la puerta de su habitación con fuerza — ¡Nos vemos en el infierno! ¡Buenas noches! — y con esas dulces palabras, Nico cerró la puerta de su habitación con un portazo, haciendo caer yeso del marco al mismo tiempo. Soltó un suspiro de angustia.

Podía oír el bajo murmullo de sus amigos hablando aún desde la cocina, sobre lo egoísta que era seguramente, a través de la puerta. Se alejó de ella, decidido a ignorarlos. Tal vez unos meses atrás, un año atrás, le hubiera gustado y habría aceptado. ¿Hoy? Era una idea absolutamente descabellada, y le aterraba la idea de Percy o Jason durmiendo en la misma cama. ¡Ni siquiera había compartido cama con su propia hermana en la vida! ¡No quería una primera vez!

"¡Jamás voy a compartir cama con esos idiotas!" — pensó Nico, tirándose sobre su cama con un gruñido.

Cinco horas más tarde estaba compartiendo cama con esos idiotas. Percy babeaba sobre su hombro izquierdo, utilizándolo de almohada y oso de peluche a la vez, mientras que Jason murmuraba en sueños a su lado derecho, insistiendo de vez en cuando en entrecruzar sus piernas con las de Nico. El italiano miraba hacia el techo, con sus manos sobre su estómago como un difunto, ya harto de intentar apartarlos, e incapaz de cerrar sus ojos para poder descansar.

El asunto fue que, a pesar de que Nico era muy obstinado con sus decisiones, resultó que el frío de New York, era muy distinto al frío de Italia.

Tenía que encontrar la forma de ganar dinero, rápido. Necesitaba su intimidad de vuelta, era el último de sus tesoros y no pensaba renunciar a eso tan pronto. Nico sabía, que debía pensar de forma diferente, debía... empezar a cambiar sus pensamientos, de forma más drástica y frívola. ¿Drogas? No eran fáciles de conseguir. ¿Vender su ropa? El invierno lo impedía. ¿Su Xbox? Nah. Realmente no quería deshacerse de eso, era lo último de valor cuantitativo en su haber. Lo último del viejo Nico.

El italiano había estado rumiando en eso, y de pronto, uno de los brazos musculosos de Percy, decidió rodear el pecho de Nico, para acercarlo más a él como si de un peluche de felpa se tratase. Se sintió arrastrar hasta su costado, luego tenía la mano de Percy, bajando hasta la cinturilla de sus pantalones de chándal. Sin embargo, para fortuna o su desgracia, no descendió más, sus dedos se quedaron quietos mientras sentía el aliento de su amigo en su mejilla.

Sus piernas estaban atrapadas con las de Percy ahora, y cuando intentó apartarse, se encontró con Jason apegándose más a él, y frotando su rostro contra su antebrazo. Nico contuvo el aliento, sentía absolutamente todo, hasta lo que no debía. Y le estaba causando conflictos en sus pensamientos. Nico miró de reojo hacia Jason, luego hacia Percy, y se detuvo en èl, para seguir observando sus pectorales. Percy se veía tan sexy durmiendo. Si Nico fuera un poco más estúpido, estaría fantaseando con él ahora mismo. O tal vez, ya lo hacía, ¿qué tal si lo tocaba sólo un...?

Entonces, uno de los dos se tiró un gas nocivo de sus nalgas, y todo pensamiento lascivo acabó. ¡Al diablo!

¡Tenía que conseguir dinero, ya!

Al medio día siguiente, los tres estaban en el comedor de la universidad, sentados en una mesa, mirando hacia la nada, en absoluto silencio. Percy le había pedido prestados unos cuantos dólares a Connor Stoll, le dio diez, advirtiéndole que ya no podía prestarle más, y eso les había alcanzado para comprar tres diminutos refrescos que sabían a agua con sardina y una bolsa de cheetos. ¿Que estaban jodidamente caros? Sí, bienvenidos a los comedores universitarios. Sobraron apenas dos dólares, que Percy estaba atesorando como si el papel de los billetes fuera de oro puro.

Les habría alcanzado para algo más si salían del campus y visitaban el restaurante de mala fama, pero buena comida barata, que se encontraba a cinco cuadras. Sin embargo, tenían una cuenta muy grande con el viejo Carl, que tenían que pagar. Era el único ser de alma pura que había querido darles crédito... Diez dólares no pagarían ni un tercio de todo lo que le debían.

Esa misma mañana, al entrar por las puertas de la recepción, el rector los había acorralado para recordarles que debían pagar las cuotas antes de acabar el semestre o no solo no serían bienvenidos para la siguiente apertura, sino que además les impondría un proceso de cobro.

—Ya se me acabaron los amigos— dijo Percy después de un rato—. No conozco a nadie a quien no le deba. Ya no tengo ni un solo lugar de donde sacar dinero. Esto, chicos— señaló la bolsa de cheetos— Es nuestro último alimento. Es todo, se acabó.

—¿Y si le pides dinero a tu hermana?— preguntó Jason, poniendo una mano sobre el hombro de Percy para consolarlo, pero mirando a Nico directamente a los ojos.

—Está internada en un Campus Católico en España— bufó Nico, haciendo una mueca— Además Hazel ya tiene suficientes problemas asegurándose de que mi padre no descubra al novio chino canadiense, como para mortificarse con los nuestros. Creo que está tan en bancarrota como nosotros, de lo contrario ya se habría fugado con él. ¿Y tu hermana?

—A duras penas puede pagarse sus cosas— contestó Jason— No tiene dinero para nosotros... Ya lo intenté.

Silencio de nuevo. Conforme más negativas tenían, más se les iba cerrando la fuente de ideas. Percy se mordió el labio, inseguro, sus ojos moviéndose sobre sus dos amigos, cabizbajos. Inició:

—Chicos, y si... — titubeó, Nico alzó la mirada, y se sorprendió de encontrarlo ligeramente sonrojado — Recuerdan a la vieja de ochenta... Bueno, tal vez exagere un poco, creo que tenía cincuenta... ehh, y siii... ¡No, olvídenlo!

— ¿Qué? — Nico exigió al instante, hambriento de cualquier posibilidad— Ya no nos queda más tiempo para ser recatados, Percy. Dilo. ¿Vas aceptar su petición?

Percy soltó un quejido, apartando la mirada avergonzado, para fijarla en un punto insignificante a la distancia. Nico siguió escrutándolo, y observó esos ojos verde mar, ponerse fieros y tormentosos cuando tomó la decisión.

—Como sea — escupió al final, alzó las manos al aire y luego las dejó caer sobre la mesa con fuerza —. Es solo sexo, ¿no? No era fea... Tenía bonitos pechos, y podría hacerlo de perrito para no verle la cara... — Percy miró a Nico, luego a Jason, como esperando que uno de los dos fuera a detenerlo.

Como buen amigo, Nico sabía que debió hacerlo cambiar de opinión, pero ya no quedaban opciones. Y Jason pensaba lo mismo, porque también permaneció callado. Las esperanzas de Percy porque alguno de los dos saltara para salvar sus decorosos y bastante fuera de práctica órganos sexuales, expiraba conforme cada segundo avanzaba.

Percy perdió ligeramente el valor y se dejó hundir en la silla. Ya había tomado una decisión, al menos creía haber tomado una decisión. Sería fácil, más que eso, era la única opción. No había otra forma de conseguir dinero suficiente para pagar la universidad, la hipoteca y la comida que los mantendría con vida, en menos de dos semanas.

Su esperanza se fue al caño lentamente... Incluso acostándose con la vieja... ¡El dinero no iba a alcanzarles para las tres cosas a la vez!

—No sería suficiente, ¿verdad?— dijo en voz alta, y sonó más como un gruñido que como cualquier otra cosa.

—Creo que no— contestó Jason, le dió un golpecito de apoyo en la espalda, y agregó: —Pero habría sido un inicio, Perce. Tu idea y sacrificio significan mucho para nosotros.

—Aunque terminen no teniendo absolutamente ninguna relevancia— devolvió Percy— Pero lo haría por ti, bro. ¡Que se te grabe bien en la mente! ¿Okay?

—Y yo también me prostituiria por ti, bro— dijo Jason, frotándole la espalda fraternalmente— Hasta iría a dar la cara para pedir un arreglo de pago con respecto a la hipoteca, para obtener más tiempo de plazo... Si tuviéramos realmente dinero para pagar a cuotas...

—Y yo sé que lo conseguirías, bro— dijo Percy— Con esa cara noble, consigues que todo el mundo confíe en ti.

—Bro...

—Bro...

Sin embargo, mientras ellos dos perdían el tiempo en consolarse mutuamente, las llamas del infierno se habían encendido en la mente de Nico, en forma de una idea. Había sacado su teléfono celular, y con la premura que solo la desesperación absoluta podría generar, se puso a buscar información. Los resultados, en un inicio, no habían sido del todo satisfactorios, pero, después de que Jason pusiera sobre la mesa la opción de pedir más plazo...

¿Era este el billete de la lotería con los números ganadores?

Levantó la mirada y se dedicó a observar a Jason y a Percy. No era una sorpresa para él, notar que ambos eran jodidamente guapos. Eso ya lo sabía, sí, pero, ¿cuánto pagaría alguien por ellos? No podía creer que realmente estuviese poniendole un precio a las cabezas, o mejor dicho, las entrepiernas, de cada uno de ellos. Aún así, eso parecía estar haciendo. No podían ser pretenciosos, sin embargo... Tal vez... ¿Cincuenta? ¿Treinta? Aunque fueran diez dólares, ya sería un progreso.

Miró a su alrededor, haciendo un rápido estudio del mercado. Nico no era tan desgraciado como para enviar a Percy a tener sexo por dinero con una vieja arrugada que no pagaría lo suficiente, y en cambio sí lo dejaría traumatizado de por vida. Pero las mujeres de la Universidad... Las estudiantes. Era diciembre, se aproximaba la navidad y la mayor parte de las personas tenían dinero de sobra en estas fechas para comprar regalos o gastarlo en dulces o en... ¡En lo que se les diera la gana! ¡Eran fiestas y en las fiestas se gasta dinero!

¿Cuántas veces había visto a varias de esas féminas mostrando sus escotes o contorsionando sus cuerpos de modo que se notaran más sus curvas, solo porque Jason o Percy estaban cerca? ¿Y cuántas veces los había escuchado a ellos dos quejarse por no poder coger a gusto con las chicas que les gustaban, simplemente porque no tenían dinero para llevarlas a una cita?

Nico poseía en sus manos las herramientas para solucionar una problemática no únicamente suya, sino también de sus amigos, y de toda la población femenina del estudiantado. ¡Lo había tenido siempre frente a sus narices! Pero... ¿Sería como utilizar a sus amigos para salir adelante él, no? Bueno... No, necesariamente, ¡Alguien tenía que mantener en pie el negocio! Jason y Percy no tendrían cara para cobrar a una chica por sexo. Ellos no serían tan osados como para poner un costo elevado... ¡Ni siquiera sabrían cuánto cobrar!

Devolvió su atención hacia sus amigos y los miró con los ojos brillantes de emoción ante una posible solución caída del cielo (o salida del infierno, la verdad no estaba muy seguro).

—¿Lo dicen en serio?— preguntó con voz temblorosa por la emoción— ¿Realmente tendrían sexo por dinero?

Percy lo miró con expresión mitad asqueada mitad pesimista. Jason, por otro lado, parecía estar simplemente deprimido. Cuando notaron que Nico hablaba con verdadera intriga, ambos se pusieron serios y al final fue Percy quien contestó:

—Pues no lo sé... — dijo — Pero lo intentaría al menos... Si tan solo no fuera tan vieja...

—No tiene que serlo— Nico sonrió de medio lado— Solo necesito que me digan que sí. Simplemente su aprobación, y nuestros problemas financieros se irán a la basura.

—¿Qué quieres decir?— preguntó Jason— ¿A caso conoces una red de tráfico de blancos? ¿Eh, tú, proxeneta?

—Cómo me calientas cuando usas tu lenguaje legal, bro— dijo Percy, burlándose de él.

—¿Qué tal si les digo que pueden acostarse con cualquier chica de este lugar?— dice Nico, con su mejor tono de diablo convencedor — No solo completamente gratis, sino que además obtendremos dinero a cambio.

—Ehm...— Percy mira a Jason con desconfianza.

—No creo que... — Jason mira a Percy.

—Puedo hacerlo posible— devuelve Nico.

—Bien— Jason rueda los ojos— Ponnos en venta, si quieres. Pero Nico, si ninguna chica ha querido estar con nosotros de gratis... ¿Qué te hace pensar que pagarán por ello?

—Ese Jason, no es tu problema, sino mío— contestó Nico—. Ahora déjenmelo todo a mí. Les diré cuando sea su turno de actuar.

Y se levantó de la mesa, dejando el jugo de agua sabor sardina y los nachos completamente en el olvido. Si tenía suerte, las posibilidades estarían sonriéndole en adelante, si no, de todos modos prefería morir de hambre y no intoxicado con aquel líquido putrefacto.

Antes de salir, por completo, del comedor, se inclinó en una de las mesas, en las que una chica, particularmente atractiva, que Nico sabía, estudiaba gastronomía, estaba sentada juzgando la comida que tenía frente a ella, sin darse cuenta de que estaba siendo una malagradecida y aquellos alimentos que ella tanto despreciaba, podrían ser un manjar para Nico y sus amigos.

— ¡Hey, Calipso!— le dijo, casi en un susurro al oído. La chica se impresionó por un momento, pero al reconocer a Nico, simplemente prestó atención. Ellos nunca en la vida se habían hablado el uno al otro, pero di Angelo sabía que ella conocía a todo el mundo dentro de la universidad, más que eso, ella conocía todo negocio, lícito o ilícito, que pasara en los alrededores de los campus.

—Nico di Angelo— contestó la chica, en voz tan baja que ni siquiera llamó la atención de sus amigas que chismorreaban sobre intrascendencias de la vida. Nico simplemente las miró ahora como posibles clientes— ¿A qué debo el honor?

—Jason Grace y Percy Jackson— dijo el italiano entonces— Cuarenta dólares la cita con cada uno, y cincuenta más si quieren que termine en la cama. Se paga por adelantado. Para negociar, deben buscarme a mí.

—¿Noventa el paquete completo?— pregunta entonces, como si estuvieran hablando sobre la venta de cupcakes— ¿O haces algún rebajo si se adquieren ambas cosas?

—No hay rebajos— contestó Nico— Pero puedo ser generoso si se convierten en clientela frecuente. Te veo luego.

—Hey, espera— Calipso lo detiene, sosteniéndolo por el brazo— Sé por qué me lo dices, realmente no esperas que yo consuma tu producto final, ¿cierto? Pero sabes que se lo comentaré a todo el mundo... ¿Cuánto me darás de comisión?

Nico gruñó... Debió haber sabido que no iba librarse sin costos de por medio. Aún así, no iba a perder dinero tan fácil.

—Tu comisión el primer mes, será únicamente la satisfacción de saber que estás arraigando lazos con tus amigas féminas, porque... seamos sinceros, Calipso— la miró directamente a los ojos— Todas tus amigas quieren coger con mis amigos... Harán lo que sea, por aquella persona que les explique cómo pueden conseguirlo.

—De acuerdo— Calipso no se hizo de rogar— Pero será un diez por ciento por cada cliente final que mencione mi nombre frente a ti, a partir del segundo mes.

—Hecho— Nico dio un leve apretón a la mano que la chica ofrecía. ¡Qué satisfactorio era entrar en el mundo de los negocios, al fin!

**

Las personas dicen: La belleza física no es la que cuenta, sino, la belleza de tu interior.

Falso.

Con el negocio de las "citas" algo consolidado, Nico supo que aquellas viles palabras, probablemente las había dicho algún feo para consolarse en la soledad de su virginidad. Ser guapo no lo era todo en la vida, tal vez era cierto, pero para Jason, y Percy, lo era. Ser atractivo se había convertido en el pilar que los mantendría a flote económicamente, por lo que Nico adivinó rápidamente, que aquello, debía ser explotado y garantizado; como si fuese un gigante protegiendo a sus gansos con huevos de oro.

¿De qué otro modo, entonces, habrían pagado las facturas más urgentes, como la de la electricidad, o dado aquel mínimo adelanto de las cuotas de la universidad que consiguieron evitar que los enviaran a freír espárragos? Aún tenían cuotas pendientes, pero les permitirían matricular un semestre más, siempre y cuando pagaran un pequeño monto, de la gran deuda que tenían, semana a semana. ¿Y cómo pagarían esas cuotas semanales?

Definitivamente, no con la belleza interior que predicó aquel idiota.

Sin embargo, aún había algo más peligroso de lo cual no podían deshacerse y que pesaba sobre sus hombros como una montaña, y eso era: La hipoteca. El remate. Nico recordaba haber ido al banco, el cuarto día que juntó el dinero suficiente, que se supone era el necesario para detener el embargo. Percy y Jason, habían tenido más de veinte citas de una hora, en tiempo récord, pero no había clientes quejándose, así que... Todo parecía ir bien. No obstante, se encontró con una agradable sorpresa ese día: El banco duplicó los números, a causa del iva, a causa del retraso, a causa de los idiotas banquistas que en realidad querían la casa por razones de su conveniencia.

¡Debían conseguir el doble de lo acordado o terminarían en la calle!, ¡otra vez!

Nico empezó a investigar, nuevamente, desde ese día se pasó horas y horas buscando en Internet mejores formas de ganar dinero de forma lícita. Leyó las opiniones de economistas, investigó en libros financieros, pero a pesar de su desesperación, todavía no era tan idiota para creerse los anuncios del tipo: "¡Gana un millón de dólares sentado en tu propia casa! Clic aquí".

Entonces, al quinto día, Nico identificó otra problemática: ¡Estaba gastando demasiado en paquetes de Internet! ¡Qué idiota! Al no tener Wi—Fi, se había olvidado que gastar en saldo, día, tras día, tras día, ¡contaba como derroche! Al día siguiente, Nico volvió a las viejas andadas antes de que aparecieran las computadoras: Investigación en la biblioteca de la universidad. ¿Nico di Angelo leyendo un libro?, sus amigos estaban impresionados.

Así que eso ocurría, todos los días, religiosamente Nico acudía a la biblioteca a "estudiar". Y a veces se pasaba tantas horas metido en un libro, que los guardias de seguridad venían a sacarlo. Al final, al séptimo día, sentado en una mesa con la ventana abierta a un lado, Nico decidió que el siguiente paso era invertir en lo que los generaba mejor dinero: Belleza.

— ¿Cuál sería la diferencia? —Percy preguntó aquel día, en el cual él y Jason, en sus horas libres, habían venido a acompañar a Nico en la biblioteca. — Dijiste que ya nos veíamos guapos...

—Lo son. Son muy guapos, de otro modo no hubiesen tenido tanta demanda. — Nico contestó profesionalmente, sin alzar sus ojos de una revista de belleza. Internamente, no se podía creer lo bajo que había caído. — Incluso con el aspecto de vagabundo que ambos comparten, a las damas les gusta. Así que, imagina, ¿cuánta más atención robarían si adquieren una apariencia más... lucrativa— no entendieron en primera instancia— Me refiero a que estén a la moda.

—Pero estar a la moda cuesta mucho dinero — Jason dijo, jugando con las hojas de un libro de economía.

—Lo sé— Nico soltó un suspiro agotado, y se frotó un ojo con el puño de su mano. Si seguía así, pronto estaría usando anteojos—. Pero es nuestra mejor inversión. Nuestra única opción rentable. No hay tiempo para crear "un negocio exitoso en siete días".

—De acuerdo —Percy suspiró agotado—. Si crees que es lo mejor. Hagámoslo. Tú mandas —luego miró hacia Jason—. Por cierto, bro, ¿crees que los condones del hospital son seguros? No me emociona tanto tener un mini Percy por ahora.

Nico observó que Jason estaba a punto de contestarle a Percy, sin embargo, sus labios jamás emitieron sonido alguno; su atención se desvió hacia alguien que había llegado. Nico volteó su rostro hacia su costado. No se sorprendió al encontrar a una chica universitaria, luciendo un vestido floreado, de pie, a su lado, pero lo que si lo descolocó un poco, fueron sus siguientes palabras:

—Hola, Nico — se sentó de forma sensual sobre la mesa delante de él, tan cerca, que Nico tuvo que retroceder para no tener sus pechos totalmente sobre de su cara — Me preguntaba, ¿cuánto me cobrarías por tenerte a ti?

Al instante, sintió un pisotón por parte de Percy debajo de la mesa. Nico lo miró brevemente, sus dos amigos estaban asintiendo efusivamente para que aceptara, a sabiendas de los gustos del italiano. Nico contuvo una carcajada, y devolvió sus oscuros ojos, sobre la hermosa chica que quería comprarlo. Casi sintió lástima por ella. Casi.

—Lo lamento, cariño —le respondió, observando cómo el rostro de la chica decaía a medida que hablaba— Pero yo, soy exclusivo, me reservo para clientes de un sector muy específico llamado "masculino", y aún así soy tremendamente caro, no podrías pagarme

— ¡Qué malo! — le dijo decepcionada, y luego ella se fue, con los puños apretados tratando de contener un berrinche.

Nico fingió no enterarse de las miradas indignadas por parte de Percy y Jason, y siguió leyendo sobre los mejores pasos para tener un cutis perfecto. ¿Qué esperaban? Ellos tenían un límite: no coger con viejas. Su límite era este: no coger con mujeres. Corrección: no coger con nadie en lo absoluto. Sí, sabía lo que le había dicho a la chica de hace un rato, pero aquello "exclusivo" simplemente se lo había inventado para no arruinar la reputación del negocio.

Él no esperaba, que aquella chica, iría con el chisme hasta que todo el campus, estuviera enterado del nuevo y exclusivo producto del mercado.

Al día siguiente, Percy, Jason y Nico se encontraban en la misma mesa de siempre en la biblioteca. Aquel día, Nico tenía un libro de economía avanzada entre sus manos, mientras sus dos amigos, tenían historietas de DC. Habían estado hablando sobre depilación láser, cuando de pronto, un hombre joven se sentó junto a Percy, en el asiento vacío que tenía a su lado. Lo saludó cortésmente, luego a Jason, pero a Nico solamente le dio una ojeada un tanto incómoda.

—Hola amigo, quería preguntarte... Sobre si aquel rumor de Nico es verdad — preguntó, como si Nico no existiera delante de él, lo cual, fue muy ofensivo para el italiano, tanto, que olvidó como hablar en primer lugar.

Sin embargo, Percy, siempre había sido un tipo de respuestas rápidas, alguien de reflejos veloces que de vez en cuando tomaban a Nico por sorpresa. Así que Percy lo manejó de forma eficiente, primero formó una sonrisa arrogante sobre sus labios, cual magnate negociando una venta multimillonaria, mientras colocaba una expresión de suficiencia.

—Sí, pero, ya sabes... — alzó una ceja fugazmente en su dirección — Nico tiene una polla aristocrática entre las piernas, cobra muy caro. Tú no podrías pagarlo.

— ¿Cuánto?

Percy le dio un número random al azar, pero con suficientes ceros para provocar, al hombre, una expresión estupefacta en el rostro. Después de eso, él se largó sin decir otra palabra, y entonces, Percy y Jason se encontraron riendo como idiotas cuando estuvo lo suficientemente lejos para que no los oyera. Sin embargo, a Nico no le daba tanta gracia, es más, estaba enojado.

—Demonios, Perce —Jason lo nombró, entre risas —¿Tenías que darle un monto tan grande?, ¿has visto su cara? Creo que casi se desmaya...

—No lo sé, bro — Percy le responde — Me deje llevar por el papel, ¿ok?

Ellos siguieron riéndose un buen rato, hasta que la anciana de la biblioteca los regañó desde su puesto, y Nico se cansó de verlos tan relajados mientras a él le daba migraña a causa de tanta lectura, en todos los santos días, por el bien de los tres. Maldición, Nico estaba a punto de mandarlos al diablo cuando justo en ese momento, el joven anterior volvió a aparecer delante de Percy Jackson, y esta vez, con un montón de efectivo en las manos.

—Ten — Dijo, poniendo los billetes en medio de la mesa — Aquí está el dinero.

Percy y Jason nunca fueron del todo buenos para ocultar sus caras de sorpresa, (como lo hacía Nico ahora) y en ese momento, eran el vivo retrato de lo que significa estar anonadados. Sus ojos estaban desorbitados en sus cuencas, mirando todo ese papel verde con valor delante de ellos, e indecisos sobre incluso qué hacer a continuación. Pero el hombre sí sabía que hacer o decir, su rostro se giró hacia el de Nico, y dispuso:

—Te quiero el viernes en la noche.

Al italiano no le gustó el tono de superioridad que usó en él. No le gustó su expresión fanfarrona, y mucho menos, su actitud dominante. Nico miró los billetes sobre la mesa otra vez, y luego devolvió una mirada penetrante sobre los verdes del hombre.

—Eso solo paga, por un lunes al mediodía —Le dijo, alzando su barbilla con soberbia. Nico no contó, que el tipo volvería a responder confiado.

— Bien, de acuerdo, hecho. Te traeré más dinero en los próximos días.

Nico contuvo a último momento, el quedarse boquiabierto delante de él. Lo vio alejarse después de eso, tenía una espalda ancha y caderas estrechas. No era del todo feo, aún así, la indignación de ser comprado como mero objeto, todavía sabía cómo ácido en su boca. Luego recordó que así es como debían sentirse Percy y Jason, la mayoría de las veces.

—¿Lo harás? —Jason preguntó en un susurro, y mirando a Nico con cuidado.

Nico no respondió, se limitó a esconderse detrás de su libro mientras meditaba un poco. Dejando de lado su orgullo, el italiano sabía cuál era la decisión correcta aunque le doliera en el alma admitirlo. Viendo el dinero que aún reposaba sobre la mesa desde la comisura de sus ojos, Nico supo que allí había suficiente para pagar la prima de un nuevo préstamo con un usurero; y consecuentemente, pagar la hipoteca del banco antes de que ocurriese el remate.

Luego tendrían una nueva deuda con el usurero por supuesto, quien además estaría exigiéndoles más y nuevos intereses, con cada cuota que vayan a pagar, convirtiéndose esto, en un negocio largo y estresante por venir. Estarían haciendo de prostitutos, mucho más tiempo de lo planeado. Sin embargo... tendrían un techo, una cama, y una casa asegurada por tiempo indefinido.

—Mira el lado bueno —Percy se aventuró a decir con optimismo — Ya no tendríamos que vender tu Xbox.

—Sí, sí, —Nico hizo un gesto vago con la mano— como sea, sexo, dinero, ¡genial!

Nico soltó un largo suspiro cansino, y acto seguido, se levantó de su silla con pesadez, Jason y Percy lo siguieron con la mirada, mientras caminaba, lentamente, arrastrando sus pies con cada paso, en dirección al montón de estanterías que la biblioteca poseía. A Nico le gustaba tanto el dinero, era una burla por parte de la vida, que lo empujara a hacer esto a cambio de conseguirlo. Jamás pensó que terminaría así, ¿y cuan exclusivo podría permanecer en este negocio? No lo conseguiría durante mucho tiempo, estaba seguro. Ahora bien... Nico pensó, estudiando cada estantería con aburrimiento:

¿Dónde está la sección para prevención de enfermedades de transmisión sexual?

—FELIZ SISNIVERSARIO CHICOS!!!!— dice Amer.

—Nueva historia como celebración y yo sé que les va a encantar a aquellos que pueden dejar sus escrúpulos a un lado como nosotras. — continua Kinn.

—¿Les vamos a decir que esta historia ya la habíamos planeado publicar antes con...?

—Todo eso nunca pasó, caballeros— contesta Kinn, imitando a la babosa de Monsters Inc.— Además la trama nos pertenecía a nosotras, y ahora está mejorada mil veces.

—Sip... Definitivamente ahora quedó mejor— dice Amer, dando el tema por sanjado— ¡Esperamos que lo disfruten, chicos! Dejen sus votos, dejen sus comentarios pervertidos, y lo más importante... ¡Recomienden la historia! JA... Sí se atreven...

—Nos leemos pronto, muak muak.

—Bye, putitos.


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