7. Luciérnagas
Recomendamos releer el cap anterior antes de leer este :3
Disfruten.
¡Feliz San Valentín!
Will no supo si fue él quien hizo el primer movimiento o no, era probable que sí. Solo sabía que en un momento había estado aterrado por un posible demonio de múltiples ojos a punto de devorarlos en aquella maldita casa embrujada a la que él había tenido la maravillosa idea de llevar a Nico, y al segundo siguiente, estaba detrás de él, con su cuerpo protegiéndolo, una mano entrelazada con la suya y el otro brazo echado hacia atrás, semi abrazandolo y obligándolo a permanecer cerca de su espalda. Mientras que, Will miraba por encima del hombro de Nico, sosteniéndose de su sensual abdomen
El grito de la niña cuando la bestia le saltó encima, no había hecho otra cosa más que reflejar el miedo que Will estaba sintiendo, y sí, podían llamarlo cobarde si querían, pero si él tuviera que elegir entre ser el valiente y atractivo héroe de la situación, o el tonto que huye y es el único sobreviviente que cuenta la historia, preferiría mil veces salir corriendo con Nico en brazos, así tuviera que dar una patada en la cara a la niña para que el demonio se entretuviera comiéndosela a ella y no a ellos.
De acuerdo, estaba exagerando, posiblemente no haría eso... Tal vez.
Era todo, había llegado al final de su vida. Escuchó que Nico le dijo algo como "quédate detrás de mí". Por un momento todo fue descontrol total, el padre de la niña la levantó en el aire para salvarle la vida de la espantosa bestia que ahora estaba frente a ellos y resultaba ser... resultaba ser...
¿Era una zarigüeya?
Sí, así se llamaba, Will lo sabía porque lo habían estudiado en clase, cuando se adentraron en la temática de venenos y antídotos. Un mamífero marsupial que tenía demasiados hijos colgando en todo su cuerpo como para poder siquiera caminar bien. Todos esos ojos, que en la oscuridad habían parecido aterradores, no pertenecían a ella, sino a sus crías. Era una mamá luchona, buscando alimento, y Will estaba aferrándose a Nico como si un oso estuviera a punto de atacarlos.
—¡Les dije que solo era un pobre animalito — dijo la guía, sonriendo— debió haberse colado por la puerta trasera en la noche. No se preocupen, ella misma encontrará la salida, no se acerquen, dejémosla por aquí.
Poco a poco todos empezaron a soltar risitas de incomodidad por el susto experimentado. El padre de la niña tuvo que sacarla de la casa para que dejara de llorar y la guía, soltando comentarios innecesarios para molestar a los más nerviosos, fue caminando en medio de todos ellos hasta que se calmó la situación.
—Creo que...— inició Nico, dándole un apretón en la mano— ya me puedes soltar.
Will hubiera deseado alejarse de él de inmediato y soltar una risilla como la de todos los demás para luego decir algo como: "Jojojo que susto nos dio ese animalillo, ¿eh?" Pero lo cierto era que todavía tenía los remanentes del miedo enfriándole las venas, y todo su cuerpo estaba tan entumido que casi lo escuchó crujir al soltarse.
—¿Estás bien?— Nico le preguntó, con el rastro de la burla en los labios, cuando al fin consiguió apartarse.
—Sí, estoy bien— contestó Will, al tiempo que se quitaba una pelusilla inexistente de la camiseta— Me... sorprendí, nada más— levantó la vista y fingió indiferencia al tiempo que le decía a Nico—: al igual que tú.
—No veo cómo pueda ser una casa maldita si no te asustas en ella— contestó Nico, fingiendo el mismo nivel de indiferencia que Will, pero sus ojos brillaban, como si este fuera el mejor puto día de su vida, solo porque había estado a punto de morirse de miedo. También había un esbozo de sonrisa sobre sus labios, que terminó por devolver el calor al cuerpo de Will. Aún así, seguía hablando con monotonía—: Sería una estafa si no te asustaras. ¡Excelente servicio! Diez de diez.
La guía los llevó a recorrer todas las zonas de la casa, mientras les explicaba la historia de la familia Davis. De cómo el hijo mayor había empezado a comportarse cada vez más extraño, hasta el punto de pintar pentagramas en las paredes de su habitación. La leyenda decía que todas las bombillas de ese cuarto en específico, estallaban tan pronto como se encendían, por lo cual habían venido cientos de electricistas a revisarlo, pero ninguno había conseguido corregir la falla eléctrica.
—Cool —había susurrado Nico, a su lado, con lo cual ahora Will estaba sonriendo como estúpido.
Luego habían bajado al sótano, dónde Carlton, el hijo mayor, había mantenido en cautivero a sus dos hermanos y a la abuelita, quien, al final resultó ser la única sobreviviente de la masacre. Carlton había organizado una especie de culto satánico en la cual había desangrado por completo a Georgie, el hermano más pequeño, hasta dejarlo tan escuálido como a una pasa. Luego, asesinó a Betty, la hermana del medio, al meter las agujas de tejer de la abuela en sus ojos.
La abuelita había presenciado todo, ahí, atada, sin poder hacer nada. Mientras, la sangre de la sala, el primer escenario que les había mostrado, pertenecía a los dos padres, quienes habían muerto de dos balazos en la cabeza. Veronica Johnson, solo consiguió sobrevivir, porque sufrió un infarto por la impresión que había confundido a Carlton, haciéndole creer que también había muerto.
Luego de una hora de recorrido, la guía les contó que Carlton Davis había sido arrestado y juzgado como a un adulto. Vivió en la prisión del condado por el resto de sus días, hasta que, a los treinta y dos, murió en una pelea con otro preso, más grande y más peligroso que él. La justicia divina siendo, como siempre, más eficiente que la humana, aunque también, más lenta.
—Gracias por venir, espero que se hayan divertido— comenzó a despedirse la mujer con una sonrisa en los labios, al tiempo que les entregaba unas cajitas de recuerdo a cada uno de los presentes, como si no acabara de contarles una tragedia. La cajita, simplemente decía: Mansión Davis, y dentro venía llena de dulces "escalofriantes". Dos ojos de azúcar, una lengua de gomita, un tarrito con forma de crayón relleno de líquido rojo sangre, galletas de calaveras y un par de cositas más por el estilo.
Nico de inmediato abrió la lengua de gomita y comenzó a jugar con ella, colocándola en sus labios y fingiendo que era su lengua. Lo había hecho por inercia, como si por un segundo hubiese olvidado que era Will quien se encontraba junto a él y no sus dos amigos inseparables. Intentó decir algo, la lengua falsa le dificultó el trabajo, y luego estalló en una carcajada similar a la que había soltado ese mismo día en la mañana cuando Will le había obsequiado el yo—yo chino.
"Cuarenta dólares del tour, y cuatro con cuarenta y cinco del yo—yo"— venía pensando Will mientras caminaba— "Ese es el verdadero precio de la felicidad. Wow..."
—Te dije que te iba a gustar este lugar— dijo, en voz alta mirando a Nico entrar al auto, con una sonrisa en los labios y media lengua falsa ya comida—. Me alegra haber acertado.
—Admito que no fue una completa pérdida de tiempo venir hasta aquí— contestó Nico, aún manteniendo el tono de desdén—. Aunque casi te desmayas del miedo con la zarigüeya— ahora sí se animó a soltar una carcajada.
—No fue miedo, fue sorpresa, ya te lo dije— Will fingió aires de superioridad, pero se rindió rápido y comenzó a reír con él— Gracias por tu heróico acto de salvarme de todos modos, mi ex habría salido corriendo por la ventana, dejándome abandonado a mi suerte.
Nico encendió el auto, al mismo tiempo que sus ojos estaban ocupados en el camino para ponerse en marcha, contestó con tranquilidad:
—¿Quién es tu ex?— con el resto de la lengua de gomita aún en la boca, tenía que hablar entre dientes, pero lo hacía con despreocupación absoluta. Will nunca antes lo había visto tan cómodo junto a alguien— ¿Es de la universidad?
—No— contestó Will, encogiéndose de hombros—. Un idiota en Texas, que jamás quiso salir del clóset y el verano pasado se casó con Petronila Locuaz.
—No se llama así realmente, ¿verdad?— Nico casi se atragantó, intentando sofocar la carcajada que el nombre extraño le había provocado.
—Uy, ojalá— contestó Will, y esta vez Nico tuvo que quitar una mano del volante para retirar la gomita de su boca y burlarse libremente de la esposa de su ex. Will no lo pudo evitar, y rio con él, hasta que sus pulmones se quedaron sin aire.
De regreso a la autopista, Will se la pasó mirando los altos árboles frondosos del campo, en un completo pero agradable silencio, que lo hacía sentirse tan íntimo a Nico como si estuvieran hablando cara a cara. Se sentía satisfecho, y no solo tenía que ver con las galletitas en forma de calaverita que se estaba comiendo, sino también, con el éxito que había resultado ser la visita a la casa embrujada, como cita excepcional, para alguien que en su corazón, superaba con creces aquella descripción.
Will se estaba preguntando si sería buena idea probar uno de los "dulces" en forma de ojo, cuando de pronto, notó que el Mustang empezaba a desacelerar, para finalmente, quedarse quieto a mitad del camino, con el motor aún en marcha.
Desconcertado, viró su rostro hacia Nico, lo halló escudriñando a través del lado de su ventanilla, con sus profundos ojos oscuros ligeramente entrecerrados para tratar de ver algo a la distancia. Will siguió la línea de su mirada. Al costado de la calle, delante de ellos, se abría un claro rodeado de árboles; una laguna repleta de plantas acuáticas apenas reponiéndose del invierno, y cerca del borde, imponiéndose de forma majestuosa, una enorme estatua de vaca de unos cinco metros de altura completamente de acero.
—¿Por qué está esa vaca en medio de la nada? —Demandó saber Nico, frunciendo el ceño con tanta seriedad, y su expresión denotando incredulidad, que casi le provocó a Will una carcajada.
—No lo sé —susurró con deliberada solemnidad, como si contemplasen el encallar de un OVNI en lugar de una figura hecha por humanos procrastinadores—. ¿Por qué no vas y le preguntas?
Will no esperó que Nico le hiciera caso. De repente, él estaba girando el volante y se adentraba al pequeño claro sin preocuparse por las irregularidades de la tierra que podrían atascar las ruedas. Condujo hasta llegar al borde de la laguna, allí, detuvo el motor, y Will lo contempló absorto, salir del coche y caminar hacia su punto de interés, sin dirigirle la palabra o cerrar la puerta del conductor. El interior del Mustang quedó iluminado mediante la consola de luces del techo, y las del tablero.
Por un instante, se quedó mirando al frente, el cielo era un manto color azul marino con los últimos trazos ultravioletas en el horizonte, mientras se ocultaba el sol. Empezaba a oscurecer, pero aún podía identificar las líneas de los árboles, el suelo irregular, y la figura hiperactiva moviéndose alrededor de la estatua en búsqueda de algo. Will dejó sus dulces de ojos sobre el tablero, y salió del coche para volver a estar junto a su cita.
De cerca, la vaca hecha de acero platino, era aún más impresionante. Tenía el tamaño de un camión y era bastante realista. Un poco más pequeña, y podría pasar por una vaca real vista desde lejos pasando rápidamente por la autopista. Will observó que, excluyendo los parches de oxidación que empezaban a extenderse en sus patas y partes de su espalda, el césped a su alrededor estaba bien cortado, por lo que parecía que alguien lo mantenía bien cuidado. Había una sola farola colocada cerca de la cabeza de la vaca, apagada y sucia. Observó que Nico estaba parado bajo ella, su rostro inclinado hacia abajo, parecía estar leyendo algo.
Se paró a su lado. El pelo azabache le refulgía tenuemente mediante la luz viciada del foco cual alquitrán encendido, mientras sus pestañas creaban líneas de sombras sobre sus pálidas mejillas, alargadas y finas como las patas de una araña; ocultando casi el par de ojos oscuros que parecían consumir toda la luz de su alrededor. Will tenía los suyos fijos en él, atraídos instintivamente por la belleza sobrenatural que irradiaba, como una imagen monocromática estropeada por el único punto de color que eran sus labios, de un bonito tono rosáceo como los últimos lenguetazos de color en el cielo semioscuro.
—Según se lee aquí —comenzó Nico, sacando a Will abruptamente de su ensoñación, para prestarle atención— esta vaca salvó a una niña de ser violada por un hombre en el interior del bosque. El padre de la niña, que era un talentoso herrero, hizo esta figura para rendirle homenaje a "Bessi", la salvadora del pueblo.
Will sintió que sus labios formaban una cálida sonrisa conmovida, miró hacia abajo, y leyó también las palabras grabadas sobre una pequeña placa de hierro cerca de las pezuñas de la vaca. Volvió a alzar la mirada, y dejó escapar un pequeño suspiro de felicidad.
—Bien hecho, compañera —murmuró, alzando una mano para darle una caricia—. Espero que tus cuernos se hayan clavado bien profundo entre sus testículos.
Una carcajada desencajada provino de Nico en respuesta, un sonido que denotaba cierto tinte malévolo, pero que para sus oídos, se oían como una maravillosa tonada que llenaba todo el interior de Will de calidez, entusiasmo, y amor, aún más amor del que ya sentía. Con cada risa, cada sonrisa, o una simple mirada de su parte; él no sabía hasta cuándo resistiría, pero se sentía cada vez más cerca de estallar, y temía con el alma, que Nico fuera testigo de ello. ¿Qué diría cuando lo supiera...?
No. Detente.
Debía contener sus sentimientos por más tiempo, aún era muy pronto. Aquel conocimiento lo mataba por dentro, pero a la vez, lo inundaba de alivio. Estaba aterrorizado, y expectante de cuando sucediera, por saber cómo se lo tomaría, pero lo retrasaba lo más que podía, porque de esta forma, al menos podía permitirse cerrar los ojos, y fingir que eran una pareja, imaginarse que se tomaban de la mano...
Sintió unos dedos rozando los suyos, y su corazón dio un patatús, Nico tomó su mano y entrelazó sus dedos de un suave movimiento. La víscera cardiovascular de Will Solace se detuvo. Murió. Ahora era un zombie, y lo único que lo mantenía de pie y con el cerebro aún en un extraño funcionamiento, era Nico di Angelo. Él controlaba el zombie que era ahora, su cuerpo acataba las órdenes de sus silenciosos labios, y lo hizo girar lentamente para que quedaran frente a frente.
—Bien hecho, Solace —dijo, articulando las palabras con una suavidad devastadora—. Te has lucido. Creo que eres mejor que yo incluso, en hacer citas.
A Will le faltaba el aire, o Nico parecía aspirar todo el oxígeno de alrededor para dejarlo completamente desestabilizado. Él no lo sabía.
—No fui el que colocó esta vaca...
Nico acortó la distancia, su rostro se inclinó y lo besó profundamente, sus labios fríos le refrescaron la mente, pero la lengua ardiente, volvió a inundar sus venas de fuego, y se sintió flotar, como un globo aerostático impulsado por voraces llamas desde su interior. Subía y subía, hasta casi tocar el cielo, y su brazo izquierdo se aferró a él por inercia, rodeando su cintura, como la única cosa que lo mantenía cerca del suelo y no lo hacía estallar en millones de fragmentos como un foco sobrecalentado.
Nico llevó la mano que tenía libre detrás del cuello de Will, lo acarició, y sus dedos se introdujeron dentro de sus rizos creando piel de gallina en él; su otra mano seguía sosteniendo la suya, es más, colocó aún más presión entre sus dedos como si quisiera fundir la piel, la carne y los huesos hasta convertirlos en uno solo. Apretó sus labios sobre los de Nico, acarició su lengua con dulzura y un toque feroz apenas contenido. Sentía que estaba temblando, cada terminación nerviosa a punto de sufrir un cortocircuito.
Antes de que eso sucediera, Nico detuvo el beso, pero no se apartó de su rostro, mantuvo la distancia, y sus miradas se mantuvieron entrelazadas por un buen rato, hasta que la noche por fin cayó sobre ambos, y el sonido de los grillos y los silbidos de las ranas se oyeron proviniendo de la laguna.
—Gracias —susurró Nico, y en el tumulto de emociones que parecían a punto de romper su tan ejercitada expresión inescrutable, algo le dijo a Will, que su agradecimiento consistía en más allá que la cita de hoy.
Él asintió, como atontado, y luego de un último beso, ambos se encaminaron de vuelta hacia el Mustang: Nico fue el primero en subirse, su puerta se cerró al tiempo que Will volvía a sentarse en el asiento pasajero, con una sensación distante, ensimismada, como si acabara de despertar de un sueño lúcido para descubrir, enviando una mirada de soslayo a Nico, que se había introducido en otra, donde la persona que amaba se encontraba tan cerca que si estiraba la mano podría tocarlo.
Nico miraba algo a través de la ventanilla de su lado de nuevo, su mirada y su sonrisa eran suaves sobre su rostro. Impulsaron a Will a inclinarse hacia él sin pensarlo, colocando una mano sobre su muslo, accidentalmente más arriba de lo que pretendía. Percibió el cuerpo de Nico tensarse, y su mirada cayó sobre él, Will fingió no darse cuenta, mantuvo la mirada fija hacia afuera y sintió un chispazo de asombro y emoción infantil, al atisbar las pequeñas luciérnagas que empezaban a elevarse de los rincones del suelo y las piedras. Volando con suavidad, como pequeñas virutas de oro que dejaban estelas detrás de sí.
Se extendieron por todo el lugar, rodeando el Mustang, las patas metálicas de la vaca; el lago brillaba como un espejo reflejando diminutos puntos amarillos en su superficie. Will estaba mudo de asombro, sus labios boquiabiertos se movían con palabras que no tenían sonido. Pensó en decir algo, formuló la primera oración en su cabeza, pero todo vago intento fue destruido abruptamente, cuando sintió los labios de Nico descender sobre su cuello, para dejar un cálido y minúsculo beso que lo impactó como una descarga eléctrica que recorrió cada hueso de su espina dorsal en forma de temblor.
Se quedó muy quieto, el mundo brillante del exterior quedó olvidado en la parte más lejana de su mente, ahora, todo su sistema nervioso estaba ocupado derritiéndose de placer por aquel pequeño roce.
Por curiosidad, Will movió su cuello, y en el intervalo de segundos que se dio cuenta de que fue un error, ya era muy tarde para poder alejarse. Se había topado con la penetrante mirada de Nico a centímetros de su rostro; oscura, cálida, suave como terciopelo. Fue como ser encadenado por voluntad propia. No supo quien eliminó la distancia, pero de pronto, sus labios colisionaron como imanes, y el aliento se quedó atorado entre ambos mientras se acercaban más el uno al otro, como si no fuera suficiente con solo besarse, debían sentirse con las manos, los dedos, las uñas, hasta la lengua; se buscaron y se lanzaron con los ojos cerrados en completa confianza.
Una de sus manos estaba sosteniendo su mejilla, la otra que había estado muy cerca de su entrepierna, se apartó, pero fue para meterla dentro de su abrigo; encontró la piel de Nico con los dedos, y luego estiró la palma abierta hasta rozar el borde de una de sus costillas. Un suave ronroneo salió de los labios de Nico con el gesto, le hizo casi perder la cabeza y aumentó la intensidad del beso como si intentara de esa forma, hacerle entender todo lo que sentía y quería de él, de la persona que inexplicablemente amaba con tanto fervor y desesperación, que era casi doloroso.
Intentó apartarse, recordarse los motivos por lo que no podía dejarse llevar de nuevo por la lujuria. Pero Nico se incorporó repentinamente de su asiento, y mediante un grácil movimiento, logró sentarse sobre los muslos de Will en el lado del copiloto, haciendo callar cualquier protesta de su mente como un botón de mute. Nico se llevó la mano hacia atrás, y se apartó los mechones crespos que le caían sobre los ojos, dejando expuesto su semblante elegante y simétrico. Se lo quedó mirando hechizado, la luz del techo iluminaba su marcados pómulos, creando sombras bajo sus remilgados labios y cuello; perfiló a Nico como un dibujo a lápiz con escala de gris y negro. Y Will pensó, con el corazón acelerado, que jamás había parecido más de otra galaxia, como de otro universo, de donde los seres más inhumanamente hermosos provenían.
Lo tocó para convencerse de que era real, asegurarse de que no era una ilusión su cercanía, como las estrellas parecían accesibles con solo levantar la mano, pero se encontraban a miles de años luz, millones, absolutamente fuera del alcance de los mortales.
Sus manos acariciaron sus muslos por encima de su pantalón, subieron por sus caderas, ahuecaron su cintura, y rodearon su espalda para estrecharlo más contra sí. Había una chispa de desafío en los ojos de Nico mientras se agachaba para volver a besarlo, también identificó la resolución en ellos, como si se hubiera puesto como meta, cumplir esta noche un objetivo que Will ignoraba.
—Ya deberíamos irnos, ¿no crees? —pronunció Will con una tímida vocecita, mientras sentía todo el cuerpo de nico ponerse rígido de golpe, suspendido a medio camino de volver a juntar sus labios. Sintió su garganta seca, y las siguientes palabras le rasparon como lija—. Se hace tarde, y es peligroso este lugar, en medio de la nada.
Él no miraba a Nico al hablar, pero vio por el rabillo del ojo, como un músculo de su mandíbula saltaba.
—¿Y qué? —parecía que se le dificultaba la respiración, su cuerpo aún no se relajaba—. Es un buen lugar para quedarnos, no hay nadie aquí.
—Por eso, ¡vámonos antes de que aparezca Pennywise y nos mate! —intentó bromear, pero la risa no le salió y Nico no mostró ni la sombra de una sonrisa.
Will volvió a alzar la mirada, con precaución. La cálida respiración de Nico se mezclaba con la suya.
Él probó con acercarse para besarlo de nuevo.
Will desvió su rostro.
Nico finalmente llegó a su límite.
—No te entiendo —declaró, tan molesto por el rechazo que parecía al borde de una rabieta—. ¿Cuál es tu juego? Tres citas... Pagas más que cualquier otro cliente, y aún así no tomas el paquete completo. ¿Te calienta rechazarme? ¿Es eso? ¿Lo haces para humillarme nada más? ¿O qué?
Will estaba estupefacto.
—¿Qué? —sentía que el mundo se le venía abajo, viendo la frustración en la expresión de Nico, de pronto, lo único que quería era sacar esa mirada de sus ojos—. No... No, no se trata de eso... Yo... Es que...
—¿Qué? —le espetó Nico, cerrando sus manos en puños—. ¡No quieres coger conmigo!
No era una pregunta, era una afirmación.
—Claro que quiero —rebatió Will, elevando la voz, alarmado. Después se dio cuenta de lo que acababa de decir—. Es solo que... —Pero no podía decirle la verdad, sería su perdición—. Es que siento que me estoy aprovechando de ti... Tú no quieres realmente estar conmigo.
Nico parpadeó varias veces, contemplándolo sin decir palabra alguna. Después de un instante, dejó salir un suspiro exasperado. Will continuó, soltando las palabras a borbotones, aprovechando que podía hacerlo antes de volver a encerrarse como un cofre.
—No te gusto, no te resulto atractivo y... Yo... Yo no puedo compartir.... Eso... Con alguien que no me desea.
—Yo elijo qué clientes aceptar y qué clientes rechazar, Will —profirió Nico, serio—. Sí no creyera que puedo coger contigo no estaría aquí. Y no pensaría que puedo coger contigo si no me resultases atractivo.
"Pero eso no es suficiente para mí".
De repente, sintió como un tipo de desesperación lo embargaba. Deseaba tanto poder dejarse llevar y ser feliz, acceder aquí y ahora mismo a lo que había conseguido con dinero. Pero eso no dejaba de parecerle sucio. Injusto para él. Will quería tanto que las cosas fueran de otra manera, para que Nico no pensara mal de él. ¿Por qué insistía tanto en esto? Quería besarlo y desnudarlo. Quería salir del coche y huir.
—Jamás te he rechazado —continuó Nico, al ver que no decía nada—. Tú, en cambio, no haces más que cerrarme la puerta en la cara una y otra vez, como si fuera un puto perro de la calle.
Las manos de Nico aterrizaron sobre su cuello, empezaron a descender por sus hombros y antebrazos.
—No... No es... —a Will se le hacía difícil pensar con él encima toqueteando sus brazos—. No es que te rechace, solo... Solo pospongo...
—¿Pospones lo inevitable? —Terminó Nico por él, con un deje de mofa—. Sí tú me deseas... entonces...
—No se trata sobre si yo te deseo o no —lo interrumpió Will—. Podré ser un imbécil que paga por salir contigo, pero no voy a obligarte a hacer algo que no quieres.
—Eres un maldito millonario imbécil —resumió Nico—. Pero no un violador.
—Exacto —asintió Will. Luego se dio cuenta que se había insultado así mismo— creo...
—Bien... Me estás obligando a hacer esto —exclamó, poniendo una mirada decidida de nuevo en el rostro— ¡Así que siéntete culpable!
Acto seguido, la boca de Nico se lanzó a su cuello como un vampiro, empezó a lamer y a succionar la piel alrededor de su pulso desbocado, y envió una corriente de excitación a su miembro, que a estas alturas ya estaba más parado que un globo con helio. Will intentó resistirse, pero las repentinas palabras de Nico lo detuvieron, y se quedó quieto para escuchar.
—Yo jamás le diría algo como esto a otra persona, ¿entiendes? Pero si es el único modo en que cooperarás... —se acercó a su oído—. Te deseo... —a Will se le puso la piel de gallina— ¿has visto tu rostro? ¿Tu cuerpo? Me gustas, de pies a cabeza... También me gusta tu forma de besar —lo besó profundamente a modo de ejemplo, luego volvió a su oído—. Ya me has rechazado cuatro veces... Me estás volviendo loco.
Will solo podía contar tres rechazos: la primera, segunda y tercera cita. Le entró la curiosidad, pero no era momento para preguntar cuál era la cuarta. Las demás palabras, que habían sonado honestas y firmes, se repetían dentro de su cabeza, y estaban debilitando su convicción.
—¿Me estás diciendo esto para cumplir con tu trabajo? —preguntó Will finalmente, alzando la barbilla, con gesto endeble— ¿o lo dices de verdad?
Nico lo miró directamente a los ojos, colocó una mano sobre su pecho, la otra la bajó en medio de de sus entrepiernas, donde sus miembros hacían contacto a través de la bragueta.
—Lo digo para cumplir con mi trabajo— aseveró— y porque es la verdad.
Y entonces, Nico jaló la palanca que hacía que el asiento se inclinara completamente hacia atrás. Su estómago se llenó de vértigo con el brusco movimiento, y de improviso, se encontró totalmente acostado, con Nico tendido encima de él, como un manto de carne y hueso extremadamente cálido y sexy. No había escapatoria esta vez, mientras él iniciaba con dejar un reguero de besos sobre su barbilla, mandíbula y cuello. Su cuerpo se rindió ante sus delicadas atenciones, y finalmente, Will perdió la batalla de la resistencia.
Buscó su boca moviendo su cuello desesperadamente, Nico se lo permitió con el amago de una sonrisa traviesa y victoriosa sobre sus labios; con todo su cuerpo temblando como el de Will, pero por una razón diferente. Enredó sus dedos entre los mechones negros de Nico, su rostro se inclinó a un lado, y profundizó el beso con largas sesiones de roces con lengua. Lo mordió. Lamió el labio superior que era endemoniadamente tentador, y luego, sin ser consciente de ello, sus manos habían abandonado su pelo para poder agarrar el dobladillo de su abrigo, y sacárselo de encima con jalones torpes y ansiosos.
Cuando lo logró, Will arrojó la prenda lejos de ellos con fuerza, como si pensara que Nico iba a arrebatársela de las manos para ponérsela de vuelta. Pero éste ni siquiera miró donde había caído su ropa, de hecho, imitó su gesto, y le quitó la suya de la parte superior de su cuerpo, dejándolo desnudo en igualdad con él. Will se tomó unos segundos para contemplarlo antes de volver a besarlo, le gustaba la forma y el volumen de los delgados pero firmes músculos de Nico, se veían suaves como satén, pero cuando sus manos acariciaron la extensión de su pálido tórax, comprobó que era sólido como hierro, y cálido como recién calentado por el fuego que provenía desde su interior.
Lo abrazó, su espalda reposaba cómodamente sobre el asiento, mientras una de sus piernas se elevaba para rodear la cadera de Nico y acercarlo aún más a él. Sintió sus dedos frotar los puntos sensibles de su pecho, Will empezó a soltar cortos sonidos de placer que le ruborizaban las mejillas de bochorno, pero nada podía hacer para contenerlas, ya que cuando lo intentaba, poco rato después volvía a perder el control bajo las caricias de Nico. Sus propias manos se deleitaron de los músculos de su espalda, pasando las uñas por sus omóplatos, hasta llegar a la cinturilla de sus pantalones, allí, introdujo una mano, y apretó con regocijo, el voluptuoso trasero de Nico.
No supo en qué momento había ocurrido, o quien lo comenzó, pero de pronto Will se dio cuenta de que ambos estaban balanceando sus caderas contra el otro, rozándose a través de la tela con una dolorosa y exquisita presión. Nico estaba jadeando sobre él, de vez en cuando lo besaba en los labios vorazmente, otras veces besaba sus pezones con reverencia, luego Will veía como sus oscuros ojos miraban con cierto anhelo e impotencia hacia su vientre y bragueta. Adivinó que quería encargarse de "eso", pero que por culpa del espacio no podía hacerlo.
—Debería... —inició, y le sorprendió lo ronco de su voz— aquí...
Will bajó una mano dentro del espacio entre el asiento y la puerta, luego de una tanteada a ciegas, encontró la rosca que buscaba y la giró entre sus dedos; el asiento se deslizó hacia atrás con una sacudida, sorprendiendo un poco a Nico. Un instante después, una lenta y perversa sonrisa se formó sobre los labios del italiano, lo miró burlonamente, al tiempo que empezaba a ponerse de rodillas delante de sus piernas.
Will se apoyó sobre sus brazos para poder verlo, la anticipación quemaba bajo su piel como si fuera a arder en cualquier momento.
—¿No que no querías? —dijo Nico, subiendo la palma de sus manos desde sus rodillas hasta su vientre.
Él abrió inútilmente los labios para poder defenderse, pero el aliento se le atoró en la garganta, en el segundo en que Nico se inclinó, para poder pasar su lengua por toda la piel de su vientre en forma vertical. Will jadeó, su cabeza le pudo haber explotado ahí mismo, si no lo hizo, fue por algún milagro angelical que le susurraba que esta era su recompensa por todas las veces que había dado de comer a los ancianitos sin techo de la calle, a los niños, los perros y los gatitos. Nico no se detuvo allí, siguió lamiendo mientras sus manos empezaban a bajar sus pantalones, junto con sus bóxers, dejándolos hasta sus tobillos.
Vio a Nico observar su erección con una mirada hambrienta, no lo estaba tocando, pero la lujuria que irradiaba en sus ojos hacía que Will se sintiera tan excitado como si ya Nico lo hubiera metido entero en su boca. Debería sentir miedo, puesto que era más que obvio que estaba frente a un depredador, sin embargo, Will ansiaba ser devorado vivo.
Nico rebuscó por algo en su bolsillo. Sacó un paquetito azul metálico y lo abrió con los dientes. Le puso el condón a Will mediante un experto y rápido movimiento, y luego acercó su rostro lentamente hacia su miembro. Recargando ambos brazos sobre las rodillas de Will, solo para estar más cómodo, sostuvo con las manos su torso para mantenerlo en su lugar. Al final, inclinó su cabeza, y levantó la mirada para observar la reacción de Will cuando entraran en contacto.
Lo besó, por encima del material sintético, sí, pero... una descarga eléctrica se extendió por todo su cuerpo, de modo que tuvo que dejar caer la cabeza hacia atrás. Era posible que un gruñido se hubiese escapado de su garganta, no lo sabía porque era difícil, incluso para él, reconocer el modo en que su cuerpo reaccionaba. Escuchó a Nico emitir una débil risita triunfal, justo antes de que una calidez nunca antes conocida para él, lo rodeara por completo.
Levantó la cabeza otra vez, porque necesitaba mirar, pero se arrepintió casi de inmediato; la visión de estar dentro de la boca de di Angelo fue demasiado para él. Sus tersos y finos labios rodeaban la extensión de su pene, su lengua jugueteaba al dar vueltas alrededor de él. Lo introdujo hasta que Will pudo sentir que chocaba contra su garganta, y después lo sacó de nuevo, lento, por completo, haciendo un sonido como si destapara una botella al liberarlo.
—Ah... —el gemido de Will hizo sonreír a Nico, de nuevo con confianza. Se incorporó un momento, cuerpo arriba, solo para dejarle un beso rápido en los labios, y luego bajar lentamente besuqueando todo su cuerpo, hasta llegar otra vez a la zona caliente e introducirlo más allá de sus labios.
Esta vez, no lo metió tan profundo, pero ejerció más presión al ahuecar sus mejillas. A continuación, una de sus manos se aferró al cuerpo de su miembro, al mismo tiempo sosteniendo el condón en su lugar, como presionándolo; la otra sostuvo sus testiculos, casi con ternura, para empezar a mover ambas al mismo ritmo con el cual subía y bajaba su boca para satisfacerlo. Will tuvo que tensar sus muslos para evitar morir de placer.
Masajeó sus testículos suavemente, luego sacó el miembro de Will de sus labios y bajó hasta ellos para introducir uno a su boca, succionar y repetir con el otro. Todo eso mientras lo masturbaba con la mano libre. Will ya se sentía al borde del abismo antes de que volviera a comerse su pene, como si fuera el mayor manjar en el mundo. Golpeó su garganta de nuevo y luego lo sacó. Sintió como la lengua del italiano se deslizaba a lo largo de toda su extensión. Sabía que su punta ya estaba goteando, que no duraría mucho más en llenar la pequeña bolsita superior del preservativo, pero no quería siquiera pensar en decirle a Nico que fuera más despacio. ¡Todo se sentía tan bien!
Vio a Nico lamer la punta y luego presionar la lengua contra el sitio donde estaba el agujero de su uretra, haciéndolo esbozar una maldición a causa del placer y cerrar los ojos. Lo siguiente que supo, lo estaba engullendo por completo.
Antes de darse cuenta, Will ya había introducido sus dedos entre las hebras negras del cabello de Nico y empezó a sostener su cabeza al tiempo que movía la cadera al ritmo que le parecía más satisfactorio. Nico gruñó, pero no parecía una queja, por el contrario, parecía una aprobación. Era como un: "¡Sí, haz eso!"
Su respiración se aceleró, empezaron a salir, ya no gruñidos, sino gemidos de su boca. Nico lo tenía sujetado tan fuerte de la cintura que la excitación mutua era evidente. Will cerró las manos en puños, su cuerpo entero se tensó e, inevitablemente, la liberación lo dominó en forma de un orgasmo tan potente que no pudo siquiera pensar en avisarle a Nico.
Se perdió en la nube rosa del placer por un par de minutos necesarios para recuperar el aliento. Sintió como Nico le quitaba el condón y estaba a punto de agradecerle por ser tan atento, cuando lo sintió escalar de vuelta por su cuerpo, toqueteándolo suavemente, hasta que sintió sus labios apoderándose de su boca, con un resquicio del sabor del látex, y el esbozo de una sonrisa que Will no pudo hacer otra cosa más que abrirse para él.
Si Nico quería besarlo, que lo hiciera. Si quería follárselo, bienvenido fuera. Si quería asesinarlo y cortarlo en pedacitos, serían los pedacitos más felices y satisfechos de todo el mundo.
Se acariciaron y se besaron por un largo rato más, ambos era un manojo de cuerpo sudorosos y resbaladizos, y en algún momento, Will notó vagamente que una de las rodillas de Nico se deslizaba y chocaba contra la dureza de la guantera varias veces, sin embargo, no mostró ningún atisbo de dolor, tal vez porque estaba más concentrado en el placer de su mano dentro de su ropa interior.
Cuando ya no existía parte que no había sido besada o lamida, al menos las que estaban al alcance en el pequeño espacio del asiento del coche, Nico empezó a bajar su cremallera, y Will supo lo que se avecinaba, y cómo sucedería. No le entró ninguna duda, ni un deseo de reclamo o miedo. Después de todo, cuando él se imaginaba acostarse con Nico, nunca había tenido ninguna preferencia en mente, simplemente soñaba con fundirse con él, unir sus cuerpos, de cualquier forma que le permitiera.
Ayudó a Nico a bajar su pantalón, se quedó a la altura de sus muslos, dejando al desnudo solo lo necesario. El resultado fue erótico. Will no pudo evitar contemplarlo, era proporcionado como el resto de su cuerpo; estaba erecto y desde su orificio brillaba el líquido preseminal. Volvió a alzar la mirada. Nico bullía de un entusiasmo casi palpable mientras extraía otro sobrecito de condón de su bolsillo. Lo abrió, y luego de colocárselo de forma eficiente, como el primero, utilizó el lubricante que había quedado en el empaque, para poder abrir a Will, y prepararlo.
Nico lo besó mientras lo hacía, e incluso cuando acabó, y su miembro sustituyó a sus dedos, siguió besando sus labios hasta que el jadeo que se escapó de su garganta lo obligó a detenerse. Will soltó un largo gemido mientras lo sentía entrar, abriéndose paso mediante una sola estocada; provocó que llevara la cabeza hacia atrás, dejando expuesto su cuello, el cual, Nico degustó con su boca, y le hizo temblar mientras pasaba la lengua por debajo de la línea de su mandíbula.
Nico retrocedió un poco, luego volvió a embestir con fuerza. Will gimió alto, drogado de placer.
—Por fin —lo oyó murmurar contra su cuello, y entonces, ejecutó el ritmo para enloquecerlos.
"Sí, por fin", pensó Will, repitiendo las palabras de Nico una y otra vez en su mente. Seguidamente, se dedicó a sentir.
Tibias exhalaciones salían de los labios de Will en todo momento, llenando el interior del coche junto con los dulces sonidos de Nico, y el sillón quejándose debajo de ellos. El rechinar del cuero contra la piel de Will, era erótico. Las estocadas eran continuas y certeras, no había suavidad alguna, mirándolo a los ojos más oscuros que el universo, le pareció que Nico se estaba moviendo tratando de saciar un instinto carnal a causa de años de abstinencia. Él recibió cada embestida con el mismo anhelo, con las piernas abiertas y los tobillos rodeando su trasero.
Después de un rato, colocó la suela de los zapatos contra el salpicadero, y hallando soporte mediante este, empezó a mover sus propias caderas, para encontrar las de Nico a medio camino. Éste, con el acto, golpeó su frente contra el cabezal del sillón, y luego lo mordió para silenciar un gemido que se le escapaba de la garganta. Envalentonado, Will aumentó el ritmo de sus empujes, y encontrando el hombro de Nico al alcance, lo besó, y saboreó la sal de su piel con su lengua hasta que dejó la piel rosácea y sensible. Eventualmente, cerró los ojos, y todo su cuerpo empezó a temblar como un planeta a punto de explotar.
Will sabía que el auto estaba balanceándose visiblemente desde afuera por los empujes de las salvajes penetraciones de Nico, no obstante, no había lugar en su mente para preocuparse porque alguien los descubriera.
Él abrió los ojos lentamente, y miró a través de la niebla de placer que iba alcanzando su pico más alto. La mayor parte de los vidrios del Mustang estaban empañados, pero aún así, Will pudo identificar las pequeñas siluetas que sobrevolaban alrededor de ellos como virutas de oro. Se trataba de las luciérnagas, algunas habían aterrizado sobre la ventana y el parabrisas, y por un momento, parecieron estrellas brillando y titilando incandescentes sobre el oscuro manto del cielo.
Y más allá, por encima de los árboles, divisó también a las verdaderas; guiñándole como si le estuvieran felicitando por haber superado finalmente la estratosfera, y ahora, un nuevo universo lleno de bellas maravillas se presentaba para él.
Will volvió a cerrar los ojos, dejándose llevar por el clímax, pero incluso en el interior de sus párpados, fue capaz de ver los astros, asteroides, luceros y cometas que formaban parte del cosmos.
Resultaba impresionante que fuera más difícil ponerse de vuelta la ropa en un auto, que quitársela en primer lugar. O tal vez era incómodo porque mientras se la quitaban no estaba pensando, pero al ponérsela de vuelta ya había empezado a carcomérselo la culpa. Finalmente lo había hecho, había caído en la tentación y ya no había vuelta atrás.
Se ajustó la camiseta, se acomodó el cabello a como pudo, se abrochó el pantalón, pero sus manos le temblaban. Su cuerpo entero se sentía tan satisfecho que podría estar riendo como un maniático justo en ese momento, pero, al mismo tiempo, una roca se había asentado en su estómago. Una roca muy, muy pesada, llamada: "lo arruinaste".
Miró su rostro sonrojado por la reciente acción en el espejo retrovisor y se dio cuenta de que era inutil intentar fingir que no había ocurrido nada, porque su ser entero era la imagen viva de un joven en la plenitud de su vida, recién cogido, con marcas de dientes en el cuello y la mejilla, con rastros de saliva en cada parte de su piel que había sido besada, con los labios tan hinchados y rojos que cualquier chica amantes de los labiales envidiaría.
Se quería matar.
Hasta que Nico, quien había estado arreglándose, al igual que él, encendió nuevamente el vehículo y los puso en movimiento. Por un momento Will creyó que la cabeza le iba a explotar a causa del silencio, pero, al momento siguiente sintió como la mano derecha de Nico tomaba la suya y entrelazaba los dedos con los suyos.
Will se quedó estático. No pudo evitarlo, su cuerpo entero dejó de funcionar. Apenas y era consciente de su propia respiración funcionando automáticamente y de su corazón ardiendo que se había saltado un par de palpitaciones.
Nico levantó la mano que sostenía, como si se diera cuenta de que Will no se encontraba bien. Sus ojos azules vieron casi en cámara lenta, como él llevaba el dorso de su mano hasta sus labios, depositaba un beso casto ahí, la bajaba de nuevo, sin soltarla, cambiaba la marcha del vehículo, y luego volvía a recargar ambas manos— la ajena y la propia— sobre la pierna de Will. Y se quedó así, dirigiendo el volante únicamente con la izquierda.
—No estuvo tan mal, ¿o sí? — preguntó Nico, rompiendo al fin el silencio. Por un momento Will creyó que también estaba intentando bromear para aligerar el ambiente. Sí, definitivamente era eso, porque de otro modo, cómo podría atreverse a describir el mejor sexo salvaje que Will había tenido en toda su existencia, como "no tan mal".
Pero Nico estaba muy serio, como si en serio estuviese preocupado por ello, como si realmente tuviera dudas al respecto.
—¿No fue similar a lo que estás acostumbrado? — preguntó Will, entonces, con un deje de esperanza dentro de su pecho que dolía. ¿Había sido el mejor sexo que Nico había tenido también? ¿Le había gustado tanto como a él? ¿Al menos le había gustado un poquito?
Evidentemente le había gustado un poquito, de lo contrario no se habría...
—Creo que... fue nuevo para ambos —contestó Nico a su pregunta, y luego—: ¿No?
Will asintió. Esta vez, fue él quien levantó ambas manos, imitando el gesto de Nico, y depositó un beso sobre el dorso de su mano. Observó atentamente la reacción del italiano y, si no lo conociera tan bien, habría dicho que vio un ligero rastro de sonrojo en sus mejillas.
Ese suave color sobre una piel tan tersa y pálida, valía más de todo lo que Will había pagado, lo sabía por el modo en que sentía que su corazón ya no estaba en su pecho, sino que, de algún modo, se había salido de ahí, quedándose enganchado en algún lugar del cuerpo de Nico. Quizá Nico se lo había metido en el bolsillo accidentalmente. ¿Ahora, cómo podría Will recuperarlo? ¿Sobre todo cuando no quería pedírselo de vuelta?
Condujeron la mayor parte del camino hacia la ciudad en silencio, interrumpido de vez en cuando por alguna conversación sobre nimiedades que se le ocurrían a uno o al otro. Aún así, con la mano de Nico aferrada a la suya, ya no se sentía incómodo, ni desamparado, sino únicamente satisfecho y embobadamente enamorado.
En algún punto del trayecto, Will se dejó dominar por el cansancio e, inclinándose hacia un lado, reposó su cabeza sobre el hombro derecho de Nico, este se lo permitió sin poner ningún obstáculo. Will cerró los ojos, y por un rato se sintió tan en paz que podría haberse quedado dormido, pero no lo hizo, porque quería disfrutar cada segundo a su lado. Puesto que, sabía, que pronto acabaría el cuento de hadas.
Pronto, Will tendría que bajarse del Mustang, y entonces la cita habría terminado. Y cuando terminara, todo acabaría. Porque Will sabía que, incluso si contrataba otra cita, ya no podría evitar acostarse con él. Había cruzado la única línea que había deseado desesperadamente no tocar. Tener el cuerpo de Nico, era equivalente a renunciar a su corazón. Ahora Will ni siquiera era el cliente que Nico no había podido llevarse a la cama, era simplemente uno más del montón.
Un maldito millonario imbécil más.
Nico detuvo el vehículo frente al lugar en el cual lo había dejado la última vez. Lo recordaba a la perfección, al parecer. Pero la casa de Will quedaba al menos tres calles más allá. Aún así, y por mucho que lo quisiera, Will no tuvo el coraje para pedirle que lo llevara hasta el verdadero lugar, incluso cuando eso significaba perder unos cuantos valiosos minutos de su compañía.
—Bueno... Creo que es todo, ¿verdad? — preguntó Nico, aunque había una especie de brillo en su mirada. Como si estuviera retando a Will a pedir por más.
Will ya no tenía un corazón que pudiese ansiarlo. De pronto, el hecho de que el día hubiese resultado perfecto de principio a fin, lo abrumó y lo entristeció peor que nunca.
—Sí — contestó — Gracias por traerme hasta aquí — se separó de él lentamente, sus dedos engarrotados entre los de él opusieron resistencia por un instante—Me divertí mucho.
Se refería a la casa de los sustos, no al resto.
—Yo igual — contestó Nico con voz ronca, posiblemente haciendo referencia a "el resto". Will lo observó acercarse, hasta apoderarse de sus labios, como si le pertenecieran. Como si fueran suyos, y Will se los entregó, porque simplemente no tenía fuerza para luchar por algo que ya no le pertenecía.
Todo su cuerpo era ahora de Nico di Angelo. Ja... ¿No era Will quien había querido comprar a Nico?, ¿cómo, entonces, resultaba ser el Italiano el propietario de todo ahora?
Nico le mordió el labio inferior antes de separarse, y luego inclinó ligeramente la cabeza hacia un lado, esperando a que Will se bajara, observándolo mientras lo hacía. Se veía tranquilo, casi sonriente. ¿Se daba cuenta de que se había dejado el corazón de Will en el bolsillo? ¿Pensaría devolverlo algún día?
—Nos vemos en clase — se despidió Nico.
—Nos vemos —contestó Will, al mismo tiempo que decidía no volver a acercarse a él, por voluntad propia, nunca más.
—Justo como en El Cuervo—se dijo a sí mismo mientras observaba al Mustang alejarse— Nunca más. —soltó un suspiro — Apuesto a que es de tus favoritos, ¿no, Nico?
Hola hola chicos!
Esperamos que les haya gustado el capítulo, los queremos muchísimo y queríamos darles un regalo de San Valentín :3
Déjennos muchos comentarios!
Muak Muak
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