3. Tarea displicente

Desde la primera vez que lo vio, Will siempre había fantaseado con treparse en él, pero no pensó que, cuando finalmente lo consiguiera, se sentiría tan avergonzado y culpable.

El Mustang Blanco era tan bonito por dentro como por fuera. Un clásico de pies a cabeza, cuyo motor rugía fervientemente con voz saludable. Sus asientos de cuero color camello eran cómodos. Tenía instalado un radio moderno que, era claro, no correspondía con el año de creación del auto, pero que estaba tan bien posicionado que no se mostraba extraño. Y un muñequito con cabeza de resorte, de Jason Momoa, balanceándose sobre la guantera.

A través del parabrisas, se podía observar la grande y alargada nariz del Mustang, y Will sentía que se había convertido en el personaje principal de alguna película coetánea de Vaselina. Si se ponía a fantasear, incluso podría imaginarse que irían a un Autocine a ver una película romántica y eso lo llevó a pensar si sería buena idea ir a uno de esos de día, de tarde o de noche. Por un momento, también se preguntó cómo sería estar dentro de ese auto, a plena luz del día, en su modalidad descapotable.

Luego, de forma repentina e imparable como el fogonazo de un flash, la vergüenza por lo acontecido en la cena, lo consiguió dominar de nuevo y se abochornó hasta ponerse colorado. ¡Ah, por qué tenía que ponerse tan torpe cuando estaba nervioso! No, no era por nervioso, era justamente por estar fantaseando sobre realidades alternas en las cuales Nico resultaba ser el chico más romántico y cursi del mundo, pero solo con él... Exclusivamente con él.

—Ya deja de torturarte con eso, no fue para tanto— Nico, que conducía el vehículo con la mano derecha, mientras el codo izquierdo estaba recostado en la ventana del coche, en la posición más sexy del planeta, lo estaba mirando por el espejo retrovisor— No es el fin del mundo.

Sus palabras, y sobre todo con Nico viéndose tan sensual, no hicieron otra cosa que avergonzarlo más. Solo quería estrellar su cabeza contra la guantera, aunque Jason Momoa sufriera todas las consecuencias, y acabar de una vez con su estúpida existencia. ¿Para qué había comprado a Nico por una noche? Si ni siquiera podía estar junto a él media hora antes de cometer un error tan estúpido y trágico como el que había cometido.

Cerró los ojos, sin contestarle a di Angelo, y recordó segundo a segundo lo que había sucedido en la cena, solo para torturarse más. ¡Se lo merecía, por imbécil!

Y es que no era justo.

Cuando al fin había conseguido que Nico no lo mirase con expresión de superioridad, como si él fuese una cucaracha (de madagascar) y el italiano una de las chicas de American Next Top Model, cuando todo al fin parecía que iba a empezar a marchar bien... ¡Incluso Nico pareció sonreír por un momento, luego de que Will se comiera el primer caracol! ¿Por qué había tenido que arruinarlo?

El sabor del caracol no le gustó, quizá era porque él mismo se estaba acomplejando demasiado formando un prejuicio de "asco" con respecto a aquel platillo tan poco común, o tal vez realmente sabía horrible; pero lo cierto era que el segundo, el tercero y el cuarto, no mejoraron en lo más mínimo. Will se veía dominado por las nauseas cada vez que acercaba uno de esos pequeños bichillos bañados en mantequilla a su boca.

Sin embargo, como Will era un muchacho optimista, alegre y lleno de vida y esperanzas, decidió que había un modo en el cual podía pasarse los caracoles sin vomitar en el proceso: ¡Empezó a imaginarse que eran unos muy románticos y afrodisiacos mejillones! No había mucha diferencia, ¿verdad?

Pero, la simple idea de tener a su disposición bocadillos afrodisiacos le causó una diminuta risilla nerviosa en medio de la conversación con Nico... ¡La conversación que estaba empezando a resultar más animosa con Nico! ¡La conversación que tenía un mínimo rastro de sonrisa por parte de Nico!

El caos sucedió rápidamente: Will soltó una diminuta risita, Nico levantó una ceja preguntando tácitamente "qué", en sus palabras, había resultado gracioso, así que él se puso tres veces más nervioso que antes... ¡¿Qué demonios iba a decirle?! ¿Que estaba pensando en comida afrodisíaca?

¡Porque no había nada menos afrodisiaco que hablar sobre afrodisiacos!

Will había levantado su copa para hacer tiempo antes de contestar, o simplemente para fingir que no había entendido la pregunta tácita, pero el maldito vino lo traicionó y decidió abandonar el cristal antes de que este tocase sus labios. El resultado: Dejó caer una gran cantidad de vino sobre su propio pantalón.

Se levantó de inmediato, intentando evitar un caos mayor, pero, tuvo el efecto contrario. Debido al movimiento brusco de su cuerpo, la botella se cayó, sobre la mesa, golpeando el plato de Nico y haciendo saltar tres caracoles hacia él. Uno se estrelló directamente contra su pecho, manchando la camisa elegante que lo hacía ver tan guapo. Los otros dos, fueron a dar a su entrepierna, y de inmediato la mantequilla hizo un desastre aceitoso posiblemente irreparable en su pantalón.

Will abrió los ojos y se concentró en el camino. Iba a morirse de la vergüenza si continuaba pensando en esa escena caóticamente traumática una y otra vez. Lo peor era que ni siquiera podía explicarle lo sucedido a Nico sin hacerle notar lo imbécil que era. ¿Que resultaba peor, que pensara que era un idiota? ¿O que lo confirmara?

—Te dije que no te tortures— Habían llegado a un semáforo en rojo y Nico trató de llamar nuevamente su atención—. Pudo ser peor, podrías haberte tropezado con un mesero, y que la langosta que traía en su bandeja saliera volando hasta caer sobre mí. Entonces me intentaría arrancar la nariz con sus tenazas y ahora tendría una herida grave en el rostro... Habrías acabado con mi negocio, entonces. Nadie pagaría por salir con un chico sin nariz.

Will no pudo evitarlo, empezó a reír tímidamente. Eso sí hubiese sido mucho peor, por supuesto. Aunque dudaba que en el restaurante francés en el que fue su cita, hubiesen langostas vivas siendo transportadas por los meseros en medio de la clientela. Como fuera, sabía que Nico solo lo estaba diciendo para hacerlo sentir mejor... Y nunca pensó que di Angelo fuera capaz de darle consuelo a nadie.

"Es porque le estás pagando para hacerte sentir bien, Will" —le dijo su conciencia y quiso, nuevamente, darse un golpe por la cabeza para dejar de pensar en cosas que no eran buenas para su salud mental.

—¿Ya casi llegamos?— preguntó en voz alta, intentando cambiar de tema. Nico estaba conduciéndolos hasta la casa en la que él, y sus dos amigos Percy y Jason, vivían.

—De hecho... — Nico empezó a disminuir la velocidad, al tiempo que giraba el volante, para estacionar—. Ya estamos aquí.

Will intentó tragar saliva para relajarse, pero descubrió que su garganta estaba completamente seca. Un millón de mariposas empezaron a convertirse en Gremlins del mal, dentro de su estómago, y parecían estar masticando sus vísceras, rascando las paredes internas de sus órganos digestivos, en busca de una salida a través de su ombligo. Jamás había estado tan nervioso como ahora, que estaba tan cerca de acostarse con el chico del cual estaba enamorado.

Miró a Nico, y enviándole una sonrisa nerviosa, apuntó hacia el muñequito.

—Linda figurilla de Momoa, ¿es tuya? — pero en realidad, lo que Will hacía era sólo ganar tiempo para tratar de serenarse.

—Es de los tres—contestó; luego inclinó la cabeza, añadiendo—: de Percy, mejor dicho. Lo ha puesto allí porque se supone que ahuyenta los malos augurios. Pero, creo que no funciona porque... de otro modo no hubiese podido subir al coche. Yo, siendo un imán para los malos augurios— finalizó Nico, regalándole una sonrisa irónica para luego salir por la puerta.

Will se bajó del Mustang para caminar detrás de Nico. La casa estaba casi por completo oscura por fuera, así que era difícil avanzar sin tropezarse ya que estaba bastante adentrada la noche. Will podía ver el vaho de su propia respiración nerviosa, cada vez que exhalaba. Las demás casas a su alrededor, estaban silenciosas pero iluminadas por uno o dos faroles. Miró hacia el frente.

Iba a acostarse con Nico... ¡Iba a acostarse con Nico!

Will estaba muy lejos de ser vírgen, pero aún así, no tenía la más mínima idea de cómo transcurrirían las cosas una vez que estuvieran encerrados en la habitación del italiano. ¿Iba a estar arriba, iba a estar abajo? ¿Sería rápido y alocado, o lento y romántico? Lo único de lo que tenía certeza absoluta, era de que no quería echarlo a perder....

¿Y si se corría demasiado pronto y desperdiciaba su dinero invertido?

¡Ahhhh! No iba a superar esta noche cuerdo.

Nico metió la llave dentro de la cerradura de la puerta, y luego, con deliberada parsimonia, la abrió, dejando salir un extraño haz de luz tambaleante que poco a poco se ensanchaba a medida que Nico empujaba cada vez más la puerta, hasta que finalmente, se colocó debajo del umbral y con un gesto elegante de la mano, lo invitó a entrar con el rostro tan inexpresivo y rígido como una estatua.

Will se quedó mirando unos segundos de más esa mano: de dedos largos y uñas rosadas; hasta que se forzó a salir de su estupor y dar los primeros pasos al frente, para encontrarse, como en sus más alocados sueños, de pie en la sala/comedor de Nico di Angelo. Estudió su entorno, resultó algo difícil puesto que las zonas donde no habían colocado velas, estaban sumidas en la semi oscuridad, aún así, alcanzó a ver un sofá largo, una tele de la edad de su abuela, y una mesa alargada con tres sillas de plástico a su alrededor. La cocina era aún más pequeña, como su armario, y había una heladera con la manija rota que alguna vez fue blanca, y ahora tenía manchas de óxido en los costados.

Will recordó a Nico diciéndole que vivía con Percy y Jason, sin embargo, no había señales de ninguno de los dos. Tal vez habían salido, tal vez estaban escondidos, Will no tuvo mucho tiempo para pensar acerca de eso, porque Nico, aún detrás de él, dijo:

—Por aquí — señalando hacia el pasillo de la izquierda, para después, iniciar a caminar sin mirar si lo seguía, porque claro, él lo haría como si de un imán se tratase.

Y entonces, mientras caminaba, Will empezó a oír su corazón, como si se hubiera mudado a la abertura de su antitrago para golpear incesantemente las paredes de sus orejas. Retumbaba, fuerte y claro, cual tambor furioso en medio de su apogeo: "Bum, Bum, Bum", como si estuviera acompañando la batucada brasileña de un carnaval: "Bum, Bum, Bum". Luego empezó a sentir sus manos sudorosas, su cabeza caliente, la parte baja de su cuerpo también caliente; tal vez no se iba a convertir en un tambor, sino en una tetera y pronto le saldría humo por las orejas.

No sabía cómo es que estaba caminando, no sentía las piernas, sus ojos estaban fijos sobre la pálida piel de la nuca de Nico, hasta que, se detuvieron, justo delante de una puerta que debía pertenecer a su habitación. Nico agarró el picaporte, Will observó, de pronto muy consciente de cada mínimo gesto de Nico, y la abrió, derramando otro pálido haz de luz sobre el suelo y sobre ellos.

—Después de ti— le dijo Nico, y él, incapaz de formular ni una palabra, solo asintió.

Entró en la habitación, y entonces, le pareció que había ingresado a otro universo, o a una nave espacial, incluso sintió que se le taponaban los oídos como si hubiera experimentado un cambio en la presión, (aunque claro, sabía que eso se debía a que la sangre había empezado a subir violentamente hasta su cabeza y no porque hubiera entrado en otra dimensión).

Miró escuetamente a su alrededor, aplazando a toda costa, mirar hacia el peligroso mueble frente a él. Hacia la derecha, Will atisbó una pequeña cómoda puesta contra la pared, una silla de plástico con ropa bien doblada sobre ella y zapatillas para correr a un lado; hacia la izquierda, una pequeña mesa con cuadernos de medicina y una hilera de tres velas ya con cera derretida que iba juntándose en un respectivo platito de porcelana. ¿En las paredes? Nada. Ni un solo cartel de algo que podría darle un indicio de los gustos de Nico.

Hasta que finalmente, Will no tuvo otra opción más que mirar al frente, hacia la cama matrimonial que lo saludaba como un mueble de tortura que lo había estado esperando todo este tiempo. Y entonces, Will escuchó la puerta cerrarse detrás de él y, aunque pensó que ya era imposible, su corazón inició a bombear aún más fuerte que antes. "Bum, Bum, Bum", como si quisiera salir a sambar por las paredes de la habitación de Nico.

Se giró lentamente, con la mirada agachada, y de inmediato, se encontró con los zapatos de Nico en su campo de visión. Alzó la mirada. Sus ojos barriendo la mancha en su entrepierna, la mancha en su camisa, el contorno de su cuello alto, hasta detenerse sobre los ojos negros e insondables de su compañero de clases.

—Bueno... — inició Nico, un momento después de un largo silencio en el cual solo se habían contemplado mutuamente—. Como verás, mi ropa ha acabado manchada... Así que, supongo que debería cambiarla, ¿no?

Will tragó saliva, su pecho subía y bajaba, a la vez que Nico daba otro paso más cerca de él. "Está sucediendo, está sucediendo". De pronto, la habitación pareció haberse achicado, y todo lo que podía ver era a él, a Nico.

—Sí— susurró Will, sin poder mover un músculo—. Deberías... deberías hacer eso...

Nico sonrió lentamente, y con el rostro inclinándose un poco, se acercó hacia el suyo; tanto, que su respiración hizo cosquillas sobre los labios de Will: cálida y sugerente.

—De acuerdo— respondió, y enseguida, sus manos se levantaron hasta los primeros botones de su camisa; sin embargo, allí se quedaron, quietos, mientras aún seguía mirándolo—. Espera, acabo de recordar que fuiste tú el que arruinó mi ropa, Will — su voz era satinada—. Por lo que, creo que deberías ser tú quien me la quite. Es lo justo, ¿verdad?

Will soltó un pequeño bufido mezclado con una risita nerviosa. "Dios", pensó volviendo a mirar a Nico, "¿esto realmente está sucediendo?" Una parte de Will le gritaba que: "No lo queremos así", la otra parte decía: "Bésalo, hoy nos pertenece". Y luego estaba Nico, esperando expectante, con cierto brillo impaciente empezando a aparecer en sus ojos. Guapo, preparado, dispuesto; exclusivo para él, al menos, por esta noche.

Y entonces, Will levantó las manos, y las colocó sobre los botones de la camisa de Nico para proceder a desabotonarla. Lo hizo con el primero, luego con el segundo, a pesar de que sus dedos le estaban temblando tanto como los de un virgen a punto de echar su primer polvo. Pero, paso a pasito, Will logró finalmente abrir la camisa de Nico. Y ahí, viéndolo por primera vez semidesnudo frente a él, Will sintió abruptamente, un mareo desestabilizador que le hizo creer que estaba en un bote sobre olas furiosas.

Era hermoso, lo más hermoso que Will había visto nunca, tanto que le hizo doler el corazón; tanto que su respiración se entrecortó mientras Nico terminaba de deslizarse las mangas de la camisa por los brazos y la dejaba caer en el suelo cerca de sus pies. El corazón de Will ya no se aceleraba, solo porque ya no podía dar más de sí mismo, y ahora, lo estaba rodeando una extraña calma procedente del shock de tener a Nico a su alcance.

No sabía qué hacer, no sabía qué decir, estaba tan asustado como excitado. Quería alargar la mano y sostenerlo del cuello para inclinar su rostro y besarlo, también quería salir huyendo y posponerlo para otro día. Pero los pectorales, abdomen y bíceps de Nico al descubierto, lo mantenían rígido en su lugar. Hermoso, Will no podía dejar de embeberse de su belleza, y pensó: "¿Quién demonios no derrocharía todo su dinero por él?, hombres o mujeres, ¿quién podría resistirse a lanzar una fortuna sólo para tenerlo por una, mísera y maravillosa hora?"

—¿Y bien? — inquirió Nico, de pronto, tan cerca que su nariz rozaba la de él. Will volvió a tragar saliva—. ¿No olvidas algo más?

Will negó lentamente, un pequeño fruncimiento de cejas que delataba su desconcierto. Nico sonrió, tranquilo.

—El pantalón, Will— contestó por él, dejando caer sus pestañas seductoramente. Había algo en la pronunciación de su nombre por aquellos labios, que le provocaba un escalofrío—. Eso también lo has ensuciado, ¿lo ves?

Will, por inercia, descendió la mirada hasta la prenda mencionada, y, entonces, se quedó contemplando el pantalón como si fuera un peligroso puma atentando contra su vida.

—Sí, es cierto— dijo, y de la misma forma que con la camisa (con dedos temblorosos), Will acercó la mano hasta el botón; lo tocó, pero esta vez, sólo dejó la mano allí, mientras un montón de pensamientos empezaban a girar dentro de su cabeza tan rápido como un remolino— Nico, yo... — empezó— hay algo que...

—¿Sí? — Nico alzó una mano, y la apoyó sobre su pecho, justo sobre su corazón que había retomado su galope. Y sonrió, esta vez de una forma complacida, puesto que estaba sintiendo el golpeteo desesperado y nervioso dentro de su tórax, quedando implícito, que era un efecto que él estaba causando.

Se acercó aún más, su otra mano se colocó sobre su cuello y su muslo chocó contra el suyo. Will casi ya no podía pensar. Pero lo intentaba, con todas sus fuerzas, de una manera sobrehumana. Necesitaba, primero, intentar formar una conexión con Nico; quería hablar más con él, deseaba conocerlo, hacerlo sonreír más. ¿Realmente solo iban a coger, ahora? Luego de una corta cena que casi resultó catastrófica, ¿en verdad, solo iba a desnudarlo y...?

Entonces Nico lamió el labio superior de Will, de forma lasciva y provocativa, con los ojos oscuros y llenos de promesas candentes; luego volvió a hacerlo, esta vez con su labio inferior, y le regaló antes de retirarse, un pequeño mordisco que envió una descarga eléctrica directo a su entrepierna. ¡Brum! Nico suspiró a propósito sobre sus labios húmedos, y acto seguido, le envió una sonrisa juguetona, mientras entrecerraba sus ojos en desafío.

Will cerró sus ojos un segundo.

"Perdóname, por favor, porque voy ceder ante el pecado de la lujuria, padre".

Abrió los ojos al siguiente, en el tercer segundo agarró el rostro de Nico entre sus manos, en el cuarto, estampó su boca contra la suya, y en el quinto... Will lo empujó con rapidez hasta que tuvo a Nico pegado contra la puerta y su cuerpo, totalmente inmovilizado para que él pudiera disfrutar con plenitud de todo lo que podía dar su boca incitadora. ¡Y vaya que tenía tanto que dar! Después de soltar un pequeño gruñido de su garganta, por frustración o por excitación al encontrarse acorralado (quién sabe), Nico no perdió el tiempo en quejas innecesarias y colaboró con el beso que Will se estaba empeñando en dar.

Nico lo besó como si hubiera estado esperando el beso desde hace mucho tiempo, luego sus manos habían subido hasta sus rizos y ahora tenía sus dedos férreamente enredados en ellos como un mono sujetándose de lianas. Will devoró su boca, en tanto sus manos apretaban las caderas de Nico contra las suyas para que fuera consciente de su excitación. Y es que, de pronto Will había perdido total timidez e inhibición delante de él a causa de la lujuria, y solo podía pensar en desnudarlo en su totalidad para deleitarse del dulce elixir que escondía entre sus piernas.

Pareció que Nico había leído sus pensamientos, porque inmediatamente, él estaba quitándose el pantalón pero dejándose puestos los bóxers mientras trasladaba su atención hacia la propia camisa de Will, la cual desapareció en un santiamén de dedos veloces de Nico sobre sus botones. Y entonces, la parte trasera de sus rodillas estaba tocando el colchón, luego, Nico lo empujaba contra la cama. Will cayó, y de inmediato se enderezó sobre sus codos sólo para recibir a medio camino, la boca de Nico que volvía a buscar la suya con hambre.

El italiano colocó las rodillas a ambos lados de su cadera y luego llevó sus manos hacia los abdominales de Will, para acariciarlos como si estuviera elogiando su musculatura con cada roce de sus dedos. Will sentía como todo su cuerpo temblaba visiblemente con anticipación y, a pesar de que había disfrutado como nunca, escuchar el gruñido que su dominio había causado en Nico, estar completamente a su disposición lo encendía quizá incluso más.

Y entonces, en un momento dado, mientras Will pensaba que todo estaba fluyendo maravillosa y naturalmente, como si ambos hubieran nacido para pertenecerse el uno al otro... Will lo miró. A esos hermosos ojos negros. Y en ese instante, lo descubrió. Y la revelación se desembocó en un recuerdo: sobre Nico, estando en la morgue; lo vio delante de una mesa tocando un cadáver con manos enguantadas, palpando la piel del muerto, con una mirada; fría, displicente y desganada... Recordó eso, porque era exactamente, la misma mirada que Nico estaba poniendo ahora mismo mientras lo estaba tocando.

Exactamente. La misma. Mirada. Fría, displicente, y desganada.

Como si Will fuese un cadáver más de la morgue que él estaba palpando.

Como si Will fuera sólo una labor más, porque después de todo, eso era lo que esto era para Nico, ¿no? No era nada especial. Solo un trabajo más. Como una molesta tarea que el profesor de biología le había mandado completar. Lo que estaba haciendo con Will, era una orden impuesta por él mismo. Entonces, Will rememoró las palabras que le había dicho en la cafetería de la universidad, al tiempo que le daba su dinero: "Quiero la cita, quiero la noche, quiero los besos", como si fuese la compra de un montón de suministros médicos de la farmacia.

Y aquello, funcionó como un balde de agua fría para Will. Sintió un nudo en la garganta que le impidió besar los pulcros labios de Nico de nuevo. Sus brazos se dejaron caer sobre el colchón, ahora completamente inertes. ¿En qué clase de rata despreciable lo había convertido la desesperación? ¿Cómo podría siquiera intentar hacer esto, sabiendo que Nico no lo quería en verdad? Nico quería el dinero... No a él.

El italiano no notó ningún cambio de inmediato, por el contrario, continuó sobre él, besándole el cuello, pero ya no se sentía bien. Por cada vez que Nico deslizaba la lengua sobre su clavícula, no podía concentrarse en la tibieza de la caricia, sino que más bien pensaba en el asco que debía estar sintiendo di Angelo; en las náuseas que probablemente estaba reteniendo.

Se levantó de golpe, apartando a Nico en el acto, quien cayó sentado sobre la cama con los ojos muy abiertos como platos, desmesurados por la estupefacción. Will se alejó de la cama, sintiéndose tremendamente incómodo. Cerró los ojos, no quería verlo, pero tenía que; así que, abrió los ojos antes de girarse hacia Nico otra vez, para enfrentarlo con lo que deseaba era una expresión firme y no una que delataba su completo dolor.

—Yo... ah, recordé algo. Muy importante. Mi tía... es el cumpleaños de mi tía, su... cumple noventa años, sí —inventó, mientras evitaba con todas sus fuerzas mirar hacia la parte inferior de Nico—. Es importante. Debo irme.

Nico no contestó, seguía rígido en la misma posición donde había sido lanzado, ligeramente boquiabierto y con los ojos desorbitados.

—Sí... sí... eso— asintió Will varias veces, y entonces, se dio la vuelta, se dirigió hacia la puerta y cuando tuvo el pomo en sus manos, se detuvo, para volver a mirar a Nico— Quisiera otra cita contigo... Igual a ésta. O... algo así, ya sabes... — dijo, y luego mediante un murmullo bajísimo, agregó—: El lunes te daré más dinero.

Acto seguido, abrió la puerta y la cerró detrás de él sin más miramientos hacia di Angelo. Se encontró de pronto, de pie en medio del semi oscuro pasillo de la casa, tratando de alejar el picor de sus ojos y el temblor de sus piernas. Tomó una honda inhalación, rozó con la yema de los dedos la madera de la puerta como una despedida silenciosa llena de arrepentimiento y... No tenía su camisa puesta.

Estaba con el pecho al aire.

Conteniendo las ganas de golpearse la frente contra el yeso de la pared, Will volvió a abrir la puerta de la habitación, con las mejillas encendidas de vergüenza. Encontró a Nico aún sentado en el mismo lugar donde lo dejó, rígido, confundido, y con sólo bóxers cubriendo una parte muy importante de su anatomía intacta.

—O-olvidéé m-mi camis-sa — tartamudeó. Nico no respondió, siquiera pestañeó. Nervioso, Will entró, agarró la camisa del suelo y se la puso rápidamente con dedos torpes, cuando acabó, movió la cabeza hacia Nico pero no lo miró despidiéndose—: Okay, hasta luego.

Y salió rápido como alma que lleva el diablo. De nuevo en el pasillo, Will retuvo un chillido de frustración y a continuación, empezó a caminar hacia delante con largas zancadas. Un minuto después, Will ya había llegado a la puerta de salida, la abrió con un rápido tirón de la manija y entonces por alguna razón, sintió el reflejo de mirar a sus espaldas, y eso hizo.

Y los vio. A Percy, sentado sobre la mesa de la cocina y a Jason, sentado sobre una silla al lado de Percy. Ambos miraban fijamente a Will luciendo expresiones impasibles, mientras sostenían un pepino cada uno en sus respectivas manos. Aunque el pepino que sostenía Percy, tenía un condón puesto, en realidad, notó Will.

Ninguno de los dos dijo nada, tampoco Will preguntó por qué ellos tenían pepinos entre sus manos... lo único que pudo hacer, fue asentir vagamente en forma de despedida, y luego salir de inmediato cerrando la puerta detrás de sí.

Ya afuera, con el aire frío chocando contra sus mejillas calientes, dándole algo de serenidad. Will sacó su celular de su bolsillo y mientras caminaba hacia la calle con pasos desganados cual zombie sin comer durante seis días, llamó al chófer de la familia:

—Hola, Maximus, te enviaré la dirección por mensaje. Recógeme lo más pronto posible, por favor.

—Por supuesto, señor — le respondió, antes de colgar.

Will llegó hasta la esquina de la cuadra, observó una parada de autobús vacía a un lado de la calle, con una farola vieja con luz titilando sobre ella, y decidió sentarse ahí. Se dejó caer sobre un banco hecho de madera con hongos y tuercas oxidadas, maltrecha por la lluvia y la humedad. Entonces, se distrajo leyendo los mensajes que los vándalos habían dejado en las paredes de metal, tales como: "Lupe y Fulgencio, juntos por siempre" en un corazón, o, "Vendo droga, contáctame" y a su lado, un número telefónico.

Colocó la mirada al frente y cerró sus ojos.

—La próxima vez— se dijo con determinación, en la soledad de la noche—. La próxima vez resultará mejor.

¿Logrará el Willcito acostarse con el Nikki pero con pasión de su parte? Quédate con nosotros y lo sabrás en los próximos capítulos. Oh yeah. 

Att. Tu amerkinn

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