10. Zorra
Will se despertó sintiéndose particularmente feliz aquel día. Podía ser un pensamiento estúpido, pero le emocionaba mucho tener aquella exposición del profesor Valero junto a Nico. Se sentía tan preparado y confiado al respecto, que cuando Valero pidió voluntarios para exponer de primero, su mano se levantó por sí misma tan rápido, que los demás estudiantes habían soltado risitas. Nico se había limitado a levantar su cabeza, que hasta el momento había estado enterrada entre sus brazos y el pupitre, y mirar a Will con el rastro de una sonrisa detrás de sus ojos soñolientos.
Ese mínimo espectáculo había hecho su día tres veces más genial.
Como fuera Valero se había negado, y había puesto a otros estudiantes a exponer primero, pasaron tres grupos, y parecía que no iba a alcanzar el tiempo para que ellos pudieran exponer, hasta que, finalmente les correspondió hacerlo. Will jamás se había sentido más poderoso en toda su vida, que en ese momento cuando parecía que ambos compartían la misma mente.
Diapositiva tras diapositiva, ambos habían intervenido en la exposición del otro, no como si se estuvieran interrumpiendo, o corrigiéndose, sino como un verdadero equipo, y eso calentaba el corazón de Will, más de lo que ninguna otra cosa en el mundo podía hacerlo. Estar enamorado solía sentirse de maravilla, pero, ¿tener química con tu crush? Eso era en absoluto alucinante, casi orgásmico.
Entonces, había llegado ese extraño momento, en el cual Nico había titubeado en medio de sus propias palabras. Su mirada se había concentrado en la ventana al lado de la puerta, todo su cuerpo se había tensado por completo, había sido tan evidente que no solo Will se había girado para mirar el motivo de su cambio de expresión, sino también todos los espectadores, incluyendo al profesor.
Darel había sido el motivo. Por un momento parecía haber dicho algo a Nico, o al menos gesticulado algo, pero cuando el resto lo miraron, ya no quedaba más que un rastro de movimiento en sus labios. Sin embargo, su mirada era lo más espeluznante, toda dominante y llena de alguna especie de rencor indescriptible; y, lo que hizo a continuación, realmente se ganó la reacción de todo el mundo: Él solo había arrastrado un billete por el vidrio de la ventana, velozmente, mientras se iba, como si lo utilizara para limpiar la suciedad de las personas dentro del salón ya que él estaba, ¡oh! tan por encima de ellos.
Si había sido una amenaza o una promesa, posiblemente solo Nico lo sabía.
Hubo un momento de silencio, y luego, de pronto, todo el mundo empezó a murmurar como si supieran de lo que estaban hablando. Valero tuvo que levantarse y callarlos, y Will tuvo que terminar de decir lo que Nico estaba diciendo, porque él no se recuperó lo suficientemente rápido. El resto de diapositivas, salieron de forma tensa de sus labios.
Eso había pasado hacía más de media hora, pero incluso ahora, cuando Will y él caminaban lentamente por los pasillos de la universidad, con rumbo, al parecer, desconocido, Nico mostraba el ceño más fruncido que de costumbre, y a decir verdad, no parecía darse cuenta de que Will avanzaba a su lado, y llevaba un buen rato hablándole.
—Pero, por suerte, todo salió bien al final, ¿no? —Will estaba terminando su monólogo, y aún no había obtenido ni una sola respuesta de di Angelo. No sabía si preguntar o no, sobre lo de Darel. No sabía siquiera si ahí recaía el problema, o Nico no estaba contestándole por alguna otra razón—. Ya tenemos los puntos de Valero, al menos. ¿Necesitas mejorar alguna otra materia?
—No... —Nico más bien pareció balbucear en lugar de hablar—. No creo... No sé, la verdad...
—Entonces... ¿Qué vas a hacer en la noche? —Will se aventuró a preguntar, como el otro día habían hablado de seguir estudiando juntos... Tal vez se había ilusionado un poquito al respecto, ¿ok? Quería empezar a hacerlo de inmediato— Quizá puedes venir a mi casa y compararemos notas o algo... ¿No te gusta la idea?
Nico se detuvo a mitad del camino, su cuerpo nuevamente tan tenso, que Will tuvo que mirar en todas direcciones, para ver en donde estaba Darel. No lo vio. ¿Se había puesto así de tenso por él? ¿Por qué? ¿Desde cuándo? ¿Qué le pasaba y qué podía hacer Will para ayudar?
—Oye... Si no quieres está bien... — Will habló tan bajito que su voz sonó ligeramente ronca. Le pareció que Nico se sacudía un poco, como si hubiese tenido un escalofrío, pero fue tan discreto, que no supo si había sido real o solo un efecto de su imaginación—, solo se me ocurrió que podría ser... entretenido, o así.
—No... yo... — Nico volvió a titubear, luego tomó una larga inhalación, como si la necesitara para seguir existiendo, y al hablar de nuevo ya se escuchaba un poco mejor— Lo siento, creo que solo estoy distraído, o... cansado.
—Han sido unos días locos— Will sonrió, y sin notarlo, inclinó su cabeza hacia un lado lo cual hacía que su sonrisa se viera más adorable. Nico desvió la mirada— Un masaje no te vendría mal, ¿verdad?
La respuesta inmediata de Nico fue llevar su mano derecha hacia su hombro izquierdo, cruzando el pecho en diagonal, como si le doliera demasiado la espalda y necesitara hacer algo para aliviarla. Will volvió a reír y extendió su mano para posarla sobre el mismo hombro. Quitó la mano de él, y con su dedo pulgar ejerció presión sobre el punto donde se sentía la contracción muscular. El dolor se mostró en el rostro de Nico, y luego, casi de inmediato, el alivio. Ni un solo sonido salió de sus labios.
—En Texas aprendí un poco de quiropráctica —dijo, quería que sonara normal, pero le había salido una unión entre presumir y coquetear—. ¿Qué tal si te hago un masaje corporal? En... en casa... ya sabes...
Nico abrió los labios para contestar, pero ni una sola palabra salió de sus labios, porque, a lo lejos, Darel finalmente apareció, y su actual mirada no tenía nada que envidiar a la de hacía un rato. Si de Will dependiera, habría tomado a Nico contra sí mismo, y lo habría apretado tanto que le dejaría a Darel bien claro que le pertenecía única y exclusivamente a él. Pero, eso no era cierto, así que las cosas no dependían de lo que él quería o no.
—No creo que pueda hoy— Nico le contestó a Will, finalmente, sin mirarlo—. Te veo después, ¿sí?
Por un segundo, Will sintió la necesidad de ofrecer, otra vez, el doble, o triple o diez veces más de lo que fuera que Darel le pagara a Nico, pero, algo en la forma en la cual él se alejó, le hizo saber que incluso si le ofrecía las escrituras de la Casa Blanca, no aceptaría el negocio. Y eso, muy posiblemente, tenía que ver con Darel. Nico estaba caminando directamente hacia el lugar en el que él se encontraba de pie, esperando, como si Nico fuera su empleado, él el jefe, y la universidad su enorme empresa bañada en oro líquido.
Will quería irse, de verdad. Si iba a ocurrir un beso, o un toqueteo entre ellos en ese preciso momento, él no quería verlo, pero era como si sus pies se hubieran fundido en el suelo y no pudiera marcharse nunca más de ese lugar. Él no era el único, hasta el momento, habían habido muchas personas transitando por ese pasillo, mas, ahora, la mayor parte de ellos parecían estarse entreteniendo con cosas sin lugar, solo para averiguar el chisme completo que estaba a punto de suceder.
Como si fuera un mocoso malcriado, Darel ni siquiera se preocupó por mantener un tono de voz normal. Habló lo suficientemente fuerte para que todo aquel que quisiera escucharlo lo hiciera. Y definitivamente lo hicieron. No había alma en ese pasillo que no estuviese poniendo atención, Will entre ellos.
—Me dejaste plantado, de nuevo —fue como inició la conversación. Nico notó el tono de voz alto, contestó bajo, así que nadie más que Darel lo escuchó. Continuó—: ¿Para qué quieres que baje la voz? No es como si fuera un secreto.
—No digo que lo sea, pero a ellos no les interesa —contestó Nico, esta vez sí de modo audible y huraño—. Ven, hablemos a solas.
—No quiero hablar a solas, quiero mi puta cita que me debes desde hace casi un mes.
—¿Acaso la quieres ahora? —Fue como si las palabras a la defensiva salieran de la boca de Nico sin su consentimiento, porque a continuación trató de dulcificar su tono un poco más—. ¿Esta noche te parece bien? Te llevaré a cenar.
—No quiero cenar —devolvió Darel.
—De acuerdo, sin cena— Nico se encogió de hombros, luego se atrevió a mostrarle su falsa sonrisa de negocios—. Tranquilo... Será todo lo que tú quieras.
No era cierto. Will sabía que no era cierto. O al menos quería creer que no lo era. Nico siempre mantenía el control de sus propios actos, y "todo lo que quieras" poseía condiciones en letras muy, pero muy chiquititas. Will intentó desviar la mirada, después de tener ese pensamiento, o terminaría por volverse loco de celos. Aún así, no pudo evitar escuchar lo que Darel dijo al momento siguiente:
—¿Crees que por cobrar tan caro tienes un pene de oro?—lo pronunció con una risa burlona atascada en su garganta — Eres una perra sarnosa atada con una cadena cubierta de óxido —lo miró de arriba abajo—. Una muy sexy, sí, pero perra al final.
Nico se acercó más a él, no parecía molesto, lo cual quería decir que posiblemente sí lo estaba. Su intención, creyó Will, era obligarlo a bajar la voz. Sin embargo, no funcionó. A continuación, Darel habló tres veces más alto que antes:
—¿Para qué te cuidas tanto? ¿Acaso te avergüenzas? ¿Te da un ataque de pudor? ¿Crees que no le he descrito una y mil veces a tú sabes quien, todo lo que hemos hecho juntos? ¿Crees que no se la ha jalado mientras me escucha? —soltó una carcajada que al parecer le había salido del alma, para él, esto era lo más gracioso del universo.
Su mano subió hasta la parte trasera de su pantalón, buscando su billetera. Nico, intentaba por todos los medios llevárselo de ahí, lo tenía sujeto de la muñeca, instándole a caminar. El número de personas en el pasillo, parecía estar aumentando segundo a segundo, como miles de gotas agua uniéndose en un solo charco, del cual Nico no podría salir limpio y seco. Con un fajo de billetes en la mano, Darel habló una vez más:
—Bien podría haberte grabado miles de veces ya, y postearlo en Internet, pero eso no haría ninguna diferencia, todo el mundo ya sabe que eres una puta. ¿Te crees exclusivo? ¡Ja! ¿Qué tanto crees que cuestas? —entonces, le lanzó el dinero directo a la cara y Nico y él y un montón de estudiantes quedaron en shock—. ¿Un boleto al cine? ¿Una noche en un motel? ¿Una cena barata en un restaurante francés? ¿Un horrible auto viejo al que te atreves a llamar "clásico", cuando no es más que basura? — por cada pregunta le lanzaba un billete como si fuera una bofetada, sin compasión.
Todo estaba pasando tan rápido que el mundo parecía haberse paralizado. Al final, Darel empujó a Nico tan fuerte, con tanta rabia que lo hizo trastabillar hacia atrás. Will sentía un vacío en el estómago que estaba empezando a carcomérselo por dentro. Quería correr, quería ayudar a Nico, quería pegarle un puñetazo en la cara a Darel, pero sus pies no se movían. Tal y como sucedía en las pesadillas, en ese momento era mudo y paraplégico. Su cuerpo no le respondía.
Darel no se detuvo ahí, lo empujó otra vez, y otra, demasiado rápido para conseguir estabilizarse hasta que perdió tanto el balance que lo hizo caer hacia atrás, sobre el suelo. Nico tenía los ojos muy abiertos, el semblante de un color verde azulado. Todo el mundo observaba, nadie intervino. Will aún estaba paralizado en su sitio, la ira le quemaba cada trozo de su alma.
—Eres una zorra y eso es todo lo que siempre vas a ser. Así que, ¿vas a hacer tu puto trabajo de zorra o no? —sentenció Darel, mirándolo desde arriba. Parecía que iba a hacer algo más, como patearle el rostro o una acción por el estilo. Todo estaba pasando tan veloz que Nico ni siquiera había tenido tiempo de asimilar que estaba en el suelo, antes de que una nueva lluvia de billetes le cayera en la cara—. Agradece que no te haga mamarme el culo aquí y ahora —añadió finalmente, al tiempo que se alejaba, dejándolo ahí, en el piso, como si no fuera otra cosa más que basura—. Ya sabes dónde te quiero, y a qué hora. Trae lo necesario.
Will no se dio cuenta del momento exacto en que comenzó a moverse, tampoco supo cuando comenzó a correr, solo fue consciente del momento en que estuvo arrodillado junto a Nico, recogiendo billete tras billete con una mano, e intentando levantarlo con la otra. Estaba hablando, tal vez le estaba preguntando si estaba bien, quizá estaba soltando insultos en contra de Darel, no lo sabía. No se escuchaba a sí mismo en medio del bullicio y las burlas de los demás.
Nico se levantó por su cuenta, y de pronto Will tenía todos los billetes en sus manos. Nico no tomó ni uno solo. Él simplemente comenzó a caminar, con las manos cerradas en puños, la mirada hacia el suelo, y los hombros tan tensos que parecían estar hechos del más fuerte metal en el universo.
"Lo trató como a una puta" —era el pensamiento que estaba en la mente de Will, y parecía atarse alrededor de su garganta, formando una especie de unión entre náuseas y asfixia— "lo trató como si fuera basura... A él. A Nico. A mi Nico" — Nada más parecía tener lógica en su mente.
Guardó los billetes de Darel en su bolsillo y los sintió quemar contra sus muslos. Luego persiguió a Nico, utilizando largas zancadas para alcanzarlo. Las personas de su alrededor le abrían el paso al italiano, como si fuera la muerte en persona que con el más mínimo roce, los enviaría al más allá. Pronto ambos ingresaron a un pasillo vacío que le pertenecía a los estudiantes de enfermería, que no tendrían clases hasta dentro de tres horas. Will supo que esta era, probablemente, su única y última oportunidad, así que tomando coraje por primera vez en su vida, estiró el brazo y afianzó una mano férrea sobre el antebrazo de Nico.
Él se resistió, e intentó deshacerse de su agarre zarandeándose como un animal acorralado.
—¡Déjame en paz! —gritó Nico enfurecido y luego, para su sorpresa, le propinó un puñetazo en el pecho. Lo suficientemente fuerte para hacerlo tambalear, pero no para soltarlo. Los ojos de Nico echaban chispas cuando lo miró—. ¡Te dije que me dejes solo!
Will no sabía de dónde estaba sacando la voluntad para hacer esto. Normalmente, si Nico lo miraba solo con una pizca de indiferencia, eso bastaría para que él huyera como alma que lleva el diablo y no le hablaría por los próximos miles de años hasta que consiguiera algo de valentía otra vez. Pero, ahora las cosas eran diferentes, y Will podía sentir el dolor palpable que transmitían sus ojos negros. Le rompía el corazón de una forma brutal. Tenía que hacer algo.
Llevó a Nico a rastras hasta un salón vacío y lo metió dentro de un empujón. Apenas cerró la puerta luego de vigilar el perímetro, finalmente enfrentó a Nico, quien lo miraba con una mezcla de furia e incredulidad. Tenía sus hermosos labios boquiabiertos a punto de desollarlo vivo. Si eso lo hacía sentirse mejor, Will con gusto sería su saco de boxeo.
—¿Qué estás haciendo? —inquirió Nico entre dientes, luego estiró una mano para alcanzar el picaporte de la puerta. Will le cortó el paso—. ¡Quítate!
—No.
—¡No quiero verte a ti ni a nadie! ¡Todos solo déjenme en paz! —gritó, y el corazón de Will se hizo trizas cuando oyó el quiebre en su voz al pronunciar la última palabra.
Nico intentó nuevamente abrir la puerta. Pero, Will volvió a obstaculizar su camino y esta vez, él agarró su mano. Nico se enfureció aún más con eso y le dio un puñetazo en el bíceps con fuerza, haciéndole chocar contra el marco de madera. Will entonces soltó su mano, pero colocó las suyas sobre los temblorosos hombros de Nico.
—Puedes golpearme tanto como quieras si eso te hace sentir mejor —le dijo. Y Nico no esperó que cambiara de opinión, al instante, alzó sus manos envueltas en puños y empezó a propinarle fuertes y repetidos golpes a lo largo de sus pectorales, bíceps y abdominales.
Will se quedó completamente quieto mientras se descargaba. Dejándose pegar, aún con las manos firmes sobre los hombros de Nico. De vez en cuando se tambaleaba por un golpe especialmente fuerte, pero volvía a su lugar sin mostrar ningún indicio de dolor o sonido. El italiano parecía inmerso en su arranque y cuando acabó, la respiración le salía en fuertes jadeos de los labios y los bordes de sus párpados se veían rojizos, y húmedos. Aunque no había soltado ninguna lágrima, aún.
Will movió sus manos hasta rodear la espalda de Nico y lo trajo hacia sí, en un fuerte y poderoso abrazo, que esperó pudiera transmitirle todo el amor y el apoyo que tenía para ofrecerle. Nico se estremeció entre sus brazos. Intentó apartarse, pero se rindió cuando sintió los labios de Will en su sien, su respiración moviendo los mechones de su pelo crespo.
Will depositó un pequeño beso, justo en el hueco entre el ojo y su pómulo. Nico volvió a estremecerse, hizo un sonido que era en parte placer y queja, y luego se aferró de la tela de la parte delantera de su camisa. Todo su cuerpo temblaba, y Will lo apretó con más ahínco contra su pecho.
—No mereces ser tratado así —comenzó Will con voz suave, al mismo tiempo que acariciaba la espalda de Nico con lentos círculos tranquilizadores—. Tú de entre todas las personas, no lo mereces.
—Tal vez sí —susurró él, con la nariz pegada en su cuello. Su respiración agitada estaba haciéndole estragos en el cuerpo, pero se obligó a controlarse. Este no era el momento para pensar en la lujuria—. No es como si lo que hiciera me diera créditos para ser tratado de una forma respetable...
—No. Nico, no. Quita ese pensamiento de tu cabeza —ordenó. No había querido sonar brusco, pero no iba a permitir que nadie pensara así de él, ni siquiera el propio Nico—. No mereces eso. No mereces esa vida. Nico... debes dejarlo... ese trabajo...
—No puedo... —Nico negó con la cabeza—. Yo... desearía pero... es imposible, ya lo he pensado todo pero no es posible...
Will se apartó solo lo suficiente para mirarle el rostro. Nico tenía los ojos cerrados y una mueca de sufrimiento adornaba cada uno de sus perfectos rasgos. Su manzana de Adán no dejaba de zarandearse. Will alzó una mano para acariciarle la mejilla con la punta de sus nudillos, lo hizo gentilmente, con tanta suavidad de la que era capaz.
Nico apretó los labios y los ojos con más fuerza. Parecía querer dejarse llevar por su toque, incluso se había inclinado ligeramente hacia sus dedos. Sin embargo, un segundo después, él dijo:
—Tienes que dejarme marchar. Por favor.
Will sintió que la desesperación lo inundaba. Su corazón empezó a latir tan rápido que estaba seguro de que Nico lo escucharía por la cercanía que compartían.
—No me alejes de ti —dijo, y en un arranque de impulsividad sincera, se encontró a sí mismo confesando al fin—: Yo te amo.
Nico dio una inhalación temblorosa. Todo su cuerpo sufrió de una sacudida y abrió los ojos espantado. No era la reacción que Will esperaba, para nada. Su corazón gritó de agonía en su pecho cuando vio a Nico alejarse de él y alzar las manos a la altura de su pecho, como si de esa forma, pudiera detener los sentimientos de Will.
—No... no... —musitó Nico con expresión desamparada—. ¿Por qué ahora? ¿Justo ahora? Will... ¿Por qué me haces esto?
Él no podía detenerse ya. Todo se resumía en este momento. Will volvió a acortar la distancia entre ambos, hasta que las caderas de Nico chocaron contra un escritorio y ya no encontró escapatoria. En solo unos microsegundos, él estaba de vuelta completamente pegado a Nico, rodeándolo con los brazos y en medio de sus piernas abiertas.
Sabía que Nico podía apartarlo violentamente si así lo quería, pero halló esperanza al notar que simplemente se estaba dejando abrazar por él. Sus manos habían ido a parar sobre sus pectorales y sus ojos, adoloridos pero con un innegable brillo hambriento, estaban fijos sobre su boca, como si quisiera devorar sus labios, en ese mismo instante y olvidarse de todo.
Will abrió las puertas de su corazón allí mismo, a más no poder, lo dejó al desnudo frente a Nico, mientras las palabras salían a borbotones de su boca.
—Desde aquel día en la biblioteca... —Lo apretó más contra él.
—¿En la biblioteca? —Estaban tan cerca que sus labios chocaban con los de Will al hablar. Los mantuvo abiertos como si no valiera la pena cerrarlos cuando los de Will estaban tan próximos. Nico parecía simplemente haber reaccionado a la insinuación del lugar, como si no hubiera podido evitar repetir sus palabras. Pero escuchaba, ahora Will estaba seguro de que lo escuchaba.
Eso solo hacía que para él fuera más difícil pensar. Pero de todos modos, sabría lo que tenía que decir aunque hubiese estado borracho. Lo había ensayado y fantaseado por demasiado tiempo.
—Cuando me miraste por primera vez —continuó— mi corazón saltó tan fuerte en ese entonces que, tuve que huir, porque sentía que iba a morir si me quedaba allí por más tiempo.
Las manos de Nico hicieron un descenso hasta su cinturón y luego volvieron a ascender hasta quedar apoyadas sobre sus abdominales. El cuerpo de Will se estremeció de placer con el gesto, y sin pensarlo demasiado, apegó más sus caderas con las de Nico, hasta que su erección hizo contacto con la de él.
Los labios de Nico soltaron un suave suspiro de gozo. Cerró los ojos, y cuando los abrió, había un rastro de lascivia convirtiendo sus ojos en dos ardientes bolas de carbón encendido.
—Creo que te amo desde entonces —murmuró Will, indefenso. Mirándolo directamente a los ojos para que viera su anhelo en carne viva—. Pero, con seguridad sé, que ya te amaba desde el primer beso que me diste en la cafetería.
Nico soltó un sonido lastimero. Su rostro se llenó de puro dolor, como si lo hubiera quemado con un hierro ardiente. Así que no se esperó lo que hizo a continuación. Él se sentó sobre el escritorio e, inmediatamente, colocó sus tobillos contra la parte trasera de las rodillas de Will, eliminó la lejanía entre sus bocas, y lo besó. Lo besó con hambre, en los labios, con un tinte de pura desesperación y sufrimiento, mientras sus manos se metían debajo de su cinturón para sacar la camisa del interior de sus pantalones y meter los dedos debajo de ésta, para acariciar la piel de su vientre y sus abdominales.
Will tembló bajo su exploración. Correspondió el beso con la misma fuerza y pasión, al tiempo que sus manos bajaban hasta su espalda baja, para empujarlo un poco más hacia él y tener su trasero justo contra su entrepierna palpitante. Nico abrió un poco más las piernas y aunque resultó algo doloroso por la dura tela del pantalón, Will rozó deliberadamente su miembro donde debería estar la entrada de Nico, y luego apretó hacia arriba, sintiendo su larga longitud a través de la ropa.
Nico simplemente se dejó dominar. Por primera vez, parecía estar cediéndole el total control a Will para que hiciera lo que quisiese con él. Aquello hizo que su excitación volara hasta dimensiones estratosféricas, su mente se llenó de pensamientos donde él lo tomaba aquí mismo y conocía finalmente, la estrechez de su interior. Gimió por la posibilidad de ello. Tomar a Nico sería como abrir un nuevo agujero en el universo, algo inverosímil, maravilloso, incalculable.
—Te amo. Te amo. Te amo —repitió Will con solemnidad—. Por favor quédate conmigo. Sé solo mío, Nico.
Lo vio formar una sonrisa triste, solo un segundo, antes de apretar su boca en una dura línea. Sus manos dejaron de tocar sus abdominales y subieron hasta sujetar el rostro de Will con fuerza, casi como si quisiera fundir sus dedos entre la piel de sus mejillas para nunca alejarse.
—Will... maldito... —murmuró Nico, con un hilo de distancia entre sus bocas, gozando del rítmico movimiento de caderas que Will hacía.
Y Will sintió esperanza. Reconoció el deseo saliendo de cada poro de su ser. Sintió su excitación contra la suya.
—Sé exclusivo para mí, Nico —susurró— Sé mi novio.
De pronto, todo se detuvo. Los besos. Los movimientos de caderas. La exploración de manos. Toda su vida dependía de estos segundos de expectación. Esperó. Nico seguía con los ojos cerrados. Sus largas y pobladas pestañas negras estaban aplastadas por la fuerza que ejercía en apretar sus párpados.
Tragó saliva visiblemente, y su boca se abrió, su hermosa y seductora boca, dijo:
—No —con la voz temblando—. Y... Mientras... Mientras sigas sintiéndote así, quizá sea mejor que ya no me busques.
Toda la excitación que Will había sentido, se esfumó. En ese preciso instante, sus venas se llenaron de hielo y rodearon su corazón hasta convertirlo en un pequeño trozo de iceberg cubierto por escarcha, atorado en su pecho.
Pasó un largo momento hasta que Nico volvió a abrir los ojos, pero no lo miró, su mirada estaba cabizbaja mientras sus dedos temblaban sobre sus mejillas.
"Él no me quiere. Todas esas citas, no fueron suficientes para tocar su corazón".
De golpe, Will se apartó lejos de él. De repente ya no soportaba tocarlo o estar cerca de él. Porque Nico no sentía lo mismo, todo este tiempo, había sido solo un cliente más, obligándose a fingir que lo deseaba, que era especial, porque después de todo, era su trabajo, hacer sentir especiales a sus clientes. No porque lo quisiera de verdad.
Nunca se sintió más patético y avergonzado.
Delante de él, Nico se había quedado con las manos suspendidas en el aire, donde había estado tocando sus mejillas en un falso gesto de cariño, ahora la veía. Pero, entonces, no entendía porque su bonito rostro parecía estar arrugándose de un lacerante dolor y a punto de quebrarse en llanto. O tal vez era su propio reflejo el que veía, no era Nico, era solo su imaginación de vuelta, su estúpido corazón haciéndole ver cosas que no eran.
Will contempló a Nico en silencio. Lo vio apretar los dedos sobre el regazo, como si estuviera conteniéndose a sí mismo. Luego llevó las palmas de sus manos contra su rostro, al mismo tiempo que sus hombros se agitaban... Entonces, se bajó de la mesa con torpeza. Y cuando dejó al descubierto su faz, Will casi corrió de vuelta a abrazarlo, por el sufrimiento que su semblante gritaba. Pero se quedó quieto.
Vio a Nico caminar hasta que estuvo fuera de su campo de visión. Quizá fue su imaginación, pero juró ver una lágrima caer por su mandíbula. Luego oyó la puerta abrirse detrás de él, y cerrarse con estrépito. Se había ido. Y Will estaba solo. Con el corazón que ya no le funcionaba, porque ya no lo escuchaba latir siquiera. Todo era aplastante y frío silencio, como debía ser en el vacío del universo.
Ahora mismo, él se sentía exactamente vacío, varado en el punto más oscuro de la galaxia, sin ninguna estrella, cometa o planeta. Solo era, la nada, demasiada nada, que lo asfixiaba dolorosamente. Nico lo había llevado mucho más allá de la estratosfera, sólo para dejarlo ahí, abandonado a su suerte. Will jamás se había sentido más miserable en toda su vida, que en ese momento, cuando supo que no compartían el mismo corazón
Más tarde ese día, Will llegó a su casa y entraba por la sala en dirección a su habitación, cuando encontró a su padre sentado sobre el sofá, con los pies apoyados sobre la mesita de madera importada que su madre amaba y por la que siempre regañaba a su papá por hacer por hacer exactamente lo que estaba haciendo ahora.
—Hola, hijo —lo saludó sin mirar, al tiempo que pasaba la página de su periódico—. ¿Qué tal te fue en la universidad?
Will había querido ir directamente a su habitación, para echarse en la cama a regodearse en autocompasión. Sin embargo, se descubrió a sí mismo tan débil, que caminó hasta llegar al sofá, donde se dejó caer aparatosamente y recostó su cabeza sobre el regazo de su padre, así como lo hacía de niño, cuando algo muy feo le había destrozado el corazón.
De inmediato, se echó a llorar. Con pequeños hipos e inhalaciones entrecortadas, mientras las lágrimas caían de forma horizontal por sus ojos y empezaban a mojar rápidamente los pantalones de vestir de su padre. Sus manos se escondieron detrás de su cuello y abrió los labios para soltar los sollozos que había aguantado desde que salió de ese salón de enfermería, hasta llegar aquí.
Sintió la sorpresa de su padre. Dejó el periódico al otro lado del sofá y, tentativamente, apoyó una mano sobre su hombro, para darle pequeños golpecitos tranquilizadores.
—Ya, ya —le dijo, y Will lloró más fuerte y se hizo un ovillo sobre los almohadones—. Dime, ¿qué sucedió? ¿Reprobaste alguna materia?
Will negó con la cabeza. No podía hablar por el nudo en su garganta, pero aunque pudiera, solamente quería llorar hasta quedarse más vacío de lo que se sentía. Su padre intentó varias veces animarlo, le frotaba la espalda, lo mimaba como si tuviera cinco años; al final, soltó un sonido exasperado. Se le habían acabado las opciones, así que optó por tratar de hacerlo reír, diciendo:
—No importa cuánto cueste, Will. Yo te lo compro.
Pero él ya había probado con comprarlo. Para acercarse a él y ganarse su corazón. Al final no lo había conseguido. No era importante para él. Nada de lo que habían pasado había significado algo. Solo era otro cliente desechable, fácilmente descartable, el maldito millonario imbécil que fue lo suficientemente estúpido para enamorarse de Nico.
—No... —Will se apretó el pecho con las manos—. No lo puedes comprar.
Kinn: Yyyyyyy Fin del Cap, se levanta el telón, los lectores lloran, nosotras reímos.
Amer: MUAJAJAJAJA.
Kinn: Ya, no se pongan tristes :( les tenemos memes.
Amer: y un dibujo bien hermoso de Shay, ya vieron arriba?
Kinn: nos leemos pronto, muak muak
Amer: ¡Nos vemos pronto en otra historia!
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