2. El día de la hermandad
17 de mayo, 2258
Valle Inutilia,
Spring Valley
Por todas las casas habían niños jugando en los pórticos celebrando por un año más el día de la hermandad.
Cuenta la historia que un diecisiete de mayo del 2140 dos hermanos de la nación Inutilia fueron perseguidos por la supremacía Hitachi. Habían sido acusados injustamente de hurto a la embajada, lo cual era totalmente falso. Ambos hermanos fueron ejecutados al borde del pico de gas en el valle, a mano armada, sin poderes. Desde ese entonces cada año conmemoran la tragedia haciendo valer la importancia de la fraternidad hasta el fin de la vida.
El valle se llenó de hermanos por todos lados. Menos en la pequeña casa al sur de la familia Kurasamoto.
-¿Mamá por qué no salimos? Podemos ir tú y yo.
-Eso es para hermanos, Lucrecia. Tú no tienes hermanos. -La madre de la joven le ató con fuerza un lazo morado en su cabello. -Ve y lleva los bocadillos a la avenida. Los hijos únicos siempre nos encargamos de esto.
Lucrecia a regañadientes tomó el tupper y salió de su casa. Su madre no era mala, solamente que a veces no la dejaba ser. Al ser la única hija de un matrimonio todo el peso y las exigencias caían sobre ella. No podía compartir eso con más personas.
Conforme se acercaba al centro podía oir con mejor claridad la música proveniente de los festejos. Se sumó a la multitud danzando discretamente.
Sin duda lo más llamativo eran los globos cargados de helio y las muchachas vestidas con sus largas faldas que danzaban al compás de los tambores y las gaitas. Dio un paso entre las personas para verlo más de cerca, pero un descuidado la empujó tirando todos los bocadillos que trajo de su casa.
-¡Ay! ¡En verdad lo siento! Déjame ayudarte, linda. -exclamó el hombre juntando las piezas. La ayudó a pararse. -Eres tan bajita que apenas y te noté.
Lucrecia percibió el aroma a cerveza que emanaba su cuerpo. Aquel tipo estaba ebrio.
-No soy bajita. Aún no alcance mi forma adulta. Y tu acabas de arruinar mi única oportunidad de estar aquí.
-Permíteme compensartelo. ¿Qué edad tienes?
-Catorce años. ¿Y usted?
-¡No soy tan viejo!-rió. -Diecisiete años. Bueno, ya que ambos somos mayores de edad, supongo que no te molestará dar una vuelta conmigo por el resto del festival.
Ella amagó su respuesta. Lo miró divertida.
-Okey, chico misterioso. Pero no garantizo darte mi dirección para irme a buscar.-sonrió. -Me llamo Lucrecia.
-Ethan.
Como dos jóvenes recién enamorados salieron a recorrer cada evento de aquel día especial. Fueron a las atracciones históricas, a los juegos, a la parada de fotos. Él muy amablemente le invitó un helado de mora, su favorito.
-¿Entonces tú nunca vienes a estos eventos?-preguntó Ethan intentando darle al blanco.
-No. Soy hija única. Mamá cree que si me íntegro de más podría descarrilarme de camino de la "chica perfecta".-Él rió.
-Yo soy el sexto de ocho hermanos. Quisiera por un sólo día no tener que compartir el baño o heredar y ceder mis prendas de ropa. -Al blanco. -Aunque no podría imaginarme una vida sin ellos. Molestos o no, los quiero tal cual son.
-¿Tú no eres de aquí de Spring Valley, no?
-¿Me delató mi puntería?-bromeó. -Mis padres vienen de Escocia. Son Inutilia, sí, pero crecieron allá. Después de mi segundo hermano emigraron a Canadá, y años más tarde conmigo nos instalamos en esta zona.
-Pareces tener una familia maravillosa, Ethan.-alagó con vos tenue y tierna.
-Bah. No tanto. Comparte con ellos una cena y seguro huyes.-Lanzó su último tiro.
Ethan se sentó al lado de Lucrecia. Pasó su brazo atravesando sus hombros con delicadeza. Compartieron miradas.
-¡Lucrecia Kurasamoto! ¡Sé que estás colada en algún lugar de esta feria así que ven aquí en este instante!
-Ay, diosas mías.-murmuró.
-¿Qué sucede?
-Acabo de escuchar la voz de mamá. Eh... Ella vendrá a buscarme y yo me tengo que ir a casa antes de que ella me encuentre.
-No le tengas miedo a tus padres. Algún día deberás enfrentarlos...
-¡ETHAN!-gritó un hombre parecido a él pero de más edad. -¿Dónde está tu hermanito? Se supone que lo cuidarías y aquí andas queriendo ligar con la segunda mujer del día.
-Puaj! ¿Cómo que segunda?-exclamó con repulsión la joven.
-Creo que... Creo que debo ir a buscar a mi hermano... ¡Adiós! ¡ESPÉRAME PAPÁ!
-¡Lucreciaaaaa!
Lucrecia escapó de la situación a paso rápido. ¿Era esa su primera decepción amorosa real? ¡No había tiempo para pensarlo! Si su señora madre la descubría enfrentaría severos castigos.
Logró escabullirse en el laberinto verde del fondo. Apenas y le dió tiempo de recuperar el aliento.
Entre aquellas paredes de ligustro no había mas nadie que su sola presencia. Por lo menos no tuvo que sufrir la vergüenza de entrar y que todos la estén señalando... Aunque habían algunas trampas especiales. Luego de tropezar con una roca quedó atrapada en un pequeño cuarto subterráneo.
-¡Identifícate!-le gritó un muchacho apuntándole con una rama
-¡Baja eso, niño!-Le arrojó la rama. -¡Toma esta rama e insértatela por el...!-Él rio a carcajadas.
-Le tienes miedo a la naturaleza, niña.-Golpeó sus manos sin dejar de reír. -Seguro no te gustan los vegetales.
Lo ignoró.
-¿Tú también caiste aquí?
-¿Ah? No. De hecho si sigues el pasadizo hasta el final sales al palco dónde están los bailarines. Estoy escondiéndome. -declaró.
-Pues te deseo suerte en tu escondite.
-¡Espera! No te vayas. Necesito a un compañero para mi broma.-Lucrecia siguió paso sacándole el dedo del medio al chico. -¡Te delataré con tu madre si sigues ignorándome!-Bastó decir para que ella se detuviera.
-¿Cómo sabes lo de mamá? ¡Válgame diosa tú seguro no eres un Inutila!
-¡Ey! ¿Por qué lo piensas?-Corrió el cuello de su camiseta para mostrarle la marca en la clavícula. -Solamente que yo sí sé usar mis poderes. -Lu le prestó atención.
-¿Tú... tú crees que podrías manipular a mi madre para que yo me quede en esta fiesta?-preguntó coqueta mientras se acomodaba el cabello.
-Sí...-suspiró él enamorado.
Los chicos a rastras, siguieron por el túnel hasta el palco. Bajo la madera se podía sentir los pasos de los bailarines alemanes.
Él chistó a Lucrecia para que no hiciera ruido. Se coló detrás del telón para tomar la caja completa de fuegos artificiales.
-Hey. Luego de esto cumple con tu promesa.-aclaró Lucrecia tomando la mecha del cohete más grande. -Poder adaptado meridinam, control de la naturaleza, ¡fuego!
Una micro chispa fue suficiente para calentar el hilo y encenderlo. Quedaron mirándolo asombrados hasta que se dieron cuenta de la situación.
-¡CORRE NIÑA!
¡Pum! Primer cohete al cielo. Poco a poco toda la pirotecnia terminó iluminando la noche de aquel festival del Día de la hermandad. Lo mejor de todos que ambos jóvenes consiguieron un nuevo amigo. Lucrecia se olvidó por completo de aquel gigantesco hombre llamado Ethan que al principio del día robó su corazón... Alguien más se lo estaba encendiendo. Bueno, no era su culpa ser tan enamoradiza.
-¡QUIÉN FUE EL CAUSANTE DE TODO ESTE LÍO!-gritó el mismo señor que reprochó a Ethan por la mañana. En su saco tenía la insignia de anfitrión... Semejante lío en el que acababa de meterse.
-Ay Dios... Oye, niña. Creo que lo de tu mamá queda pendiente para otro día. ¡Es que mi pa-!
-¡GEORGE VANCOUVER VEN AQUÍ AHORA!-exclamó el señor.
-¡Por todos los ángeles! Eres hermano de Ethan. ¡De ti eran que estaban hablando!
-Deberás explícamelo todo más tarde. Ahora hermosa, tengo que correr. ¡Vivo sobre la novena y french, en North Valley!-avisó mientras su voz se desvanecía.
George escapó de los enormes brazos de su padre quien por su mirada parecía que quería asesinarlo. Su pequeño desliz de atención le causó problemas.
-Jovencita... Tú y yo tenemos que hablar...-dijo su madre apoyándole la mano sobre la cabeza.
Madre e hija arribaron rumbo a su casa antes de que alguien se percatara de que ella tenía parte de la culpa. Entonces, mientras su madre le apretaba con fuerza la mano, pensó en el hermoso día que le hizo pasar la familia Vancouver y lo mucho que le gustaría ser parte de un entorno familiar como ese.
-Él día que tenga hijos, seguro que tendrán hermanos.-murmuró feliz por lo bajo.
Aquel fue un diecisiete de mayo que jamás olvidaría. Sobre todo porque allí conoció al amor de su vida.
03 de marzo, 2271
Residencia Vancouver
-¿Entonces casi casi que el tío Ethan se vuelve mi papá?-preguntó Azul confundida.
-Sí mi amor. Y si así fuera tendrías catorce hermanos en este momento.-bromeó su madre contando con sus dedos.
-¡Quiero un hermanito! ¡Quiero un hermanito!-rió la niña saltando de aquí para allá. Salió al patio a gritarlo.
-Oh, Luna... Nuestra hija quiere un hermanito. ¿Por qué no le damos uno?-preguntó pícaro George.
-Okey, galán... Pero luego de llevarla al prescolar.
La familia jugó toda junta gritando y bailando sin importar la mirada vecinal. Allí cruzando las puertas habían más de mil hermanos inutilia que sabían valorar el sentido de la fraternidad, y era de vital importancia compartirlo entre todas las generaciones que vinieron y que vendrán.
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Y por si alguna vez te lo habías preguntado, este es el inicio de la historia de amor de George y Lucrecia ♡
Si te gusto, deja tu estrellita.
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