Prólogo
Héroe...
Un concepto que se ha usado desde la antigüedad para traer tranquilidad y esperanza a los pobladores de este mundo.
Seres que vinieron de otro mundo para proteger, para salvarlos, para convertirse en leyendas...
Pero qué pasa cuando por capricho del destino, ocurre una variable en lo inamovible.
«Deberían ser cinco. ¿Por qué son seis los héroes invocados?»
Un evento sin precedentes ocurriendo ante los ojos de todos puede provocar una cosa…
Rechazo.
«Ninguna un arma lo escogió.»
«¿Por qué tiene que estar aquí?»
«De seguro los demonios encontraron una forma de afectar el ritual.»
«¿Si quiera debería de tener los privilegios de los héroes? Deberían echarlo del castillo.»
El peso del rechazo haría que quienes lo sufrieran sucumbieran a él, y fueran mandados a un abismo de total oscuridad. En este abismo, los sentimientos negativos se acumularían hasta que uno fuera consumido por ellos o fueran asimilados en su corazón.
Aún así, el destino siempre será caprichoso, y habrá quienes encuentren un rayo de luz en una oscuridad total.
«¿Cómo puedes ignorar ese trato hacia ti?»
«No es que lo ignore, es algo que simplemente aprendí a soportar. Solo tengo que demostrar que también soy un héroe, ¿no?»
Una sonrisa que trasmite determinación y seguridad. Se puede convertir en la energía que te ayude a escalar para salir de ese abismo.
Esto da como hecho, que poco a poco se borre todo rastro de aquel oscuro abismo y de la bienvenida a una cosa…
La aceptación.
«¿Escuchaste de lo qué hablan últimamente?, el sexto héroe salvó a una aldea que era saqueada por bandidos.»
«¿No estará robándole el crédito a los verdaderos héroes?»
Como siempre, el camino a la aceptación no es fácil. Toma su tiempo, pero los resultados se verán siempre que la perseverancia no se extinga.
«No, los héroes ni siquiera se molestaron en oír la situación. Para ellos es más importante la guerra contra los demonios.»
Los actos, dicen más que mil palabras. Y de un día para otro, entre aquellos cuyas miradas transmitían hostilidad, desaparezcan sin dejar un solo rastro de ella.
«Has escuchado cómo te llama la gente. Te dicen el Héroe del pueblo.»
«Que me digan Héroe lo veo exagerado. Ni siquiera tengo un arma legendaria.»
La aceptación, fue algo que tuvieron al llegar, aquellos llamados «Héroes». La atención, la sobrecogedora forma de tratarlos y la glorificación en la que fueron puestos; ocasionó en aquellos más susceptibles, el sentimiento que era de esperarse…
Eso era la arrogancia.
Alguien sumergido en ella, experimenta sentimientos que han ocasionado incontables tragedias a través de la historia. Sentir que alguien comienza a acaparar la atención que crees merecer. Ver como alguien a quien creíste un caso perdido, poco a poco es elevado a tu estatus. Aquellos tipos de sentimientos, se han visto innumerables veces en las personas arrogantes. Un sentimiento injustificado, pero que de igual forma brota como un simple capricho más del destino.
Aquí es donde nace la envidia y el odio...
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