Capítulo 26 - Por un amigo
—¡Ja, ja, ja, ja, ja! —Reía alguien sentado en un gran sofá.
La ubicación era un gran balcón, en donde podías observar, en gran medida, la amplia vista que daba de la ciudad.
Pasaba la media noche, siendo los rayos de la luna, junto a varios artefactos de iluminación por magia, quienes brindaban la visión a las dos personas en el lugar.
—¿Debería agradecerte de que te deshicieras de esas sanguijuelas? —Sonrió cínicamente.
Portaba una ostentosa ropa con detalles en negro y oro. Sus ojos eran de un tono ámbar, y su cabeza estaba rapado. Está persona era Rayngaa "El inalcanzable". El líder de las Sombras de Deima.
El otro sujeto qse encontraba al otro extremo del balcón, en la entrada del mismo, sin mostrar expresión alguna. Con un cabello blanco y una piel bronceada, era conocido por los locales como el mercader misterioso.
Olirius tenía sus manos llenas de sangre, así como partes de su ropa llenas de lo mismo.
Está noche había sido algo sin precedentes. Distintos puntos de la ciudad ardían en llamas, pero no eran lugares al azar. Cada punto que estaba destruido y yacía en llamas, era una de la ramas de la organización que controlaba todo en el reino, "Las sombras de Deima".
Cada puño, los pilares de la organización, terminaron cayendo y siendo destruidos por las manos del joven de cabello blanco.
Cada uno destrozado fácilmente.
Tamah, la tentación. Encargada de la prostitución y trata de esclavas en la ciudad. Una especialista en venenos, intentó atacar a Olirius desprevenidamente con ellos, pero todo terminó rápidamente con una decapitación. El veneno, aunque en su sistema, no surtió efecto en él.
Croen, el piadoso. Era quien silenciaba a aquellas amenazas para la organización. Conocido por torturar a sus víctimas hasta saciarse. Él había sido uno de los implicados en la muerte de Aliert. Una increíble velocidad y maniobra de sus dagas, fueron abrumados por la velocidad de reacción del peliblanco. Olirius no pudo evitar tomarse su tiempo despellejandolo vivo, escuchando sus gritos de dolor y sufrimiento, mientras lentamente hacia su cometido.
«Espero y estos gritos sean igual de fuertes que los de mi amigo, cuando vio lo que le hacían a su esposa», pensó, sin pizca de emoción.
Poco después de ello, rápidamente atrapó al llamado «Mimetista», Buglon. Olirius ni siquiera mostró piedad, y lo terminó de forma rápida, atravesando su corazón con su mano, viendo como su vida se desvanecía a medida que el corazón en su mano aún latía. Aquél que podía hacerse pasar por quién fuera de quién tuviera lo necesario para suplirle, había dejado este mundo.
Los grandes temores y preocupaciones del reino, dejaban este mundo en manos de un solo hombre...
Olirius miro fijamente a la persona frente a él.
—Debo admitir una cosa… Tu estás en una escala diferente a cualquiera en este reino.
Una explosión siguió al término de esas palabras.
El peliblanco intentó acabar rápidamente con la persona frente a él. Pero para su sopresa, Rayngaa se cubría con su antebrazo de la tajada de Olirius.
Rápidamente se apartó.
Rayngaa, por su parte, seguía sentado en el sillón manteniendo su sonrisa cínica.
Aunque algo con su brazo estaba diferente, lejos de seguir pareciendo un brazo humano, ahora era más grande, lleno de escamas rojas y grandes garras en su mano.
La vista de Olirius se puso más aguda.
—¿Eres un híbrido? —mencionó, mientras estaba en guardia.
—Increible deducción, chico. Tu conocimiento me hace pensar que ya te has encontrado con otros.
La gran variedad de razas viviendo en este mundo, por lógica daba como resultado la existencia de híbridos, quienes heredaban las mejores cualidades de la especie de sus padres. Pero solo había un tipo de híbrido que sobresalía sobre todos los demás:
Los híbridos con la raza dragón.
Rayngaa se puso de pie, y poco a poco su cuerpo comenzó a cambiar de una forma similar a como lucía su brazo.
—He conocido a muchos híbridos a lo largo de mi vida, pero es la primera vez que conozco a un híbrido de dragón. —Olirius sonrió—. Más que nada, porque no suelen vivir más de quince años debido a que sus cuerpos no pueden soportar su inmensa cantidad de poder. Aunque mírate, ¿cuántos tienes? ¿Cincuenta? ¿Sesenta?
—Estoy pronto a cumplir setenta. —Rayngaa dio un suspiro amargo—. Pero no hay necesidad de contarle mi vida a un cadáver.
El líder de las Sombras de Deima se lanzó contra Olirius, dando inicio una pelea fuera de lo que una ciudad, tan tranquila como Deima, hubiera experimentado en el pasado.
Explosión tras explosión hizo eco en cada rincón de la ciudad.
Lo que antes fue una lujosa y hermosa mansión, se encontraba actualmente destrozada y siendo consumida por las llamas.
Los soldados del reino estaban hechos un caos. Los múltiples ataques realizados en distintos puntos de la ciudad por parte de Olirius, tenían confundidas a todas las unidades; por lo que su tiempo de reacción ante lo que ocurría en la mansión de Rayngaa, aún no era tomada en sus manos para actuar.
Los héroes incluso actuaban ayudando en lo que podían, aunque más que nada lo hacían para mejorar su imagen, en el caso de Held y Gessiga.
Akoni también se encontraba en escena, junto a Heros.
«Oliruis»…
Ella había sido informada de la muerte de Aliert, y cuando fue informada de este hecho, sabía perfectamente quien estaba detrás de todo este disturbio...
El tiempo que duró la batalla de Olirius contra el líder de las sombras de Deima, se extendió por alrededor de una hora.
—¿Cuánto tiempo pasó antes de recibir daño por parte de alguien? —Se preguntó Olirius a si mismo, mientras sostenía el cuerpo de Rayngaa por la parte de su cuello—. «Me habías contado que querías que este fuera un lugar donde tu hijo, y las siguientes generaciones, pudieran vivir sin preocupaciones y en paz…»
Olirius arrojó el cuerpo sin vida e
De Rayngaa, como si algo trivial fuera. Él se tocó la mejilla, para poder apreciar con su tacto, el pequeño corte que Rayngaa logró hacerle.
Echó una última mirada al castillo, que podía verse a lo lejos. Sonrió, y se alejó con una actitud tranquila.
***
Ya a las afueras de la ciudad. Olirius iba junto a sus bisones, rumbo a su siguiente objetivo.
—Que bella noche—. Mencionó el peliblanco, actuando como si nunca hubiera ocurrido nada de lo realizado—. ¿No lo crees?
Miró en dirección al techo de una de las pequeñas chozas que cargaban sus bisones.
Sobre el techo, una persona se encontraba mirándolo fijamente.
De un bello rostro y cabello rubio, ella saltó, poniéndose frente al mercader.
La belleza que transmitía su rostro era innegable, así como lucir familiar.
Quien estaba frente a Olirius, era Indara.
—¿Hay algo en lo que te pueda ayudar, señorita?
Ella se quedó unos segundos en total silencio. Después habló:
—¿Por qué?— Ella agudizó su mirada—. ¿Por qué te sientes como mi señor?
Olirius quedó perplejo por unos instantes ante tal pregunta. Solo para luego reírse de manera burlona. Y siguió su camino, ignorando a la chica frente a él.
—¡Responde!
Indara, ya a metros de distancia, preparó una lanza hecha de relámpagos, y mostró toda su hostilidad con esa simple palabra.
Sin siquiera voltear a verla, Olirius contestó.
—Ya deberías conocer ese pequeño dicho, señorita. Así que solo te preguntaré una cosa: ¿Sabes quiénes son los que dominan las estrellas?
Al escuchar esa pregunta, Indara rápidamente desapareció su lanza, y no hizo un solo movimiento.
Su cuerpo comenzó a temblar, y poco a poco su rostros mostraba miedo, algo que ni siquiera con Exael, logró mostrar.
Tal vez, en este preciso instante, podíamos ser testigos de como era que lucía una ninfa del origen asustada.
Olirius no mostró interés en ella, y siguió su rumbo hasta salir de la vista de Indara. Justo en ese instante, ella se desplomó de rodillas.
«¿Por qué está aquí?, ¿por qué está aquí?, ¿por qué está aquí?, ¿por qué está aquí?, ¿por qué está aquí?, ¿por qué está aquí?, ¿por qué está aquí?…»
Repetidamente, y con una cara de pavor, al punto de querer llorar, mencionaba una y otra vez esa frase en su cabeza.
El dicho del que hablaba Olirius llegó a su memoria, mientras la desesperación la seguía consumiendo.
«Sosteniendo al mundo, siendo sus pilares, se encuentran los elementales. Ocupando la tierra, dominan los mortales. Los cielos, son dominados por los dioses. Pero sobre todos ellos, dominando las estrellas… se encuentran los emperadores».
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