Capítulo 20 - Algo del pasado
«Esto es algo que solo Connel haría.»
Exael miraba con algo de incredulidad la escena frente a él, mostrando una sonrisa cansada. Un camino de roca, en dónde había una playa, lo esperaba.
Poco tiempo después de terminar el almuerzo, una señal fue lanzada desde la isla. Esto era un aviso de que podían desembarcar en la orilla.
El mar estaba algo inquieto, pero esto no era impedimento para que el barco pudiera estar tranquilo ante las movidas olas. Todo para que el puente de descenso fuera tendido sin dificultades en ese camino.
Esto era gracias a que los magos presentes en la tripulación, usaban un hechizo para estabilizarlo. Las anclas eran usadas también, aunque no podía permitirse que su rey sufriera algún percance mientras descendía por el puente. Incluso algunos otros magos descendieron primero, todo para mantener el agua alejada del camino. No permitirían que su rey siquiera se empapara.
Su preocupación hacia él se le hacía innecesaria, no es como que estallaría en furia si se ensuciara un poco. Al final, solo le quedó seguir los consejos de Araziel. Él comenzó a mirar a los magos que se esforzaban para que llegara lo más impecable posible a la orilla.
—Agradezco su preocupación hacia mí. Sigan sirviendo con esa devoción.
La respuesta era inmediata, todos se alegraron de que su rey les dirigiera unas cuantas palabras.
«Aunque suenen como palabras vacías. A las masas les encanta sentirse conectadas con sus gobernantes. Tenga por seguro que ese tipo de halagos tendrán un gran impacto positivo en su imagen.»
Exael no pudo evitar reír un poco, al recordar esas palabras dichas por Araziel.
Cuando llegó a la orilla, Connel lo esperaba junto a otra persona y los soldados que iban con él.
Sus rasgos lo hacían parecer humano, pero sus pupilas delataron que era un demonio. Ya lucía mayor. Tenía un cabello canoso y un frondoso bigote, usando una simple vestimenta que estaba hecha de pieles de animales.
Connel se inclinó en señal de respeto, y se dirigió a él.
—Parece de buen humor, amo.
—Recordé algunas buenas experiencias del pasado.
A Connel no podía alegrarle más escuchar eso. Ver tan rebosante y alegre a su amo, era maravilloso; pues siempre se mostraba serio e inexpresivo.
—Usted... ¿Usted es el Rey Demonio? —dijo aquel hombre mayor, algo nervioso. Observó a detalle a Exael—. Usted no es un demonio. —Miró incrédulo a Connel.
—¿Hay algún problema con que no lo sea? Ser el Rey Demonio es solo un título, cualquiera con las aptitudes adecuadas puede serlo. —Su tono se mostró tranquilo, sin ninguna duda en su afirmación.
El hombre sonrió, irónicamente. Entonces se dirigió a Exael.
—Perdone mi falta de modales, su majestad. Soy Nobaro, jefe de la aldea Uniune. —Se arrodilló.
Era obvio de que estaba en alerta, era la imponente presencia de Exael la que hacía que estuviera tan cooperativo. Pero esto lo alegró en su corazón; significaba que lo hacía por la seguridad de todos en esa aldea, incluyendo a los humanos.
—Quiero conocer a todos los habitantes de tu aldea. Así que, por favor, guíame.
Nobaro mostró un rostro de preocupación. Pero qué podía hacer. No había forma alguna de eludir su situación.
—Por favor. Sígame.
***
—¡Como representante del ejército del Rey Demonio, me complace anunciar la presencia de su majestad! —Un soldado cuya armadura se distinguía de las comunes, anunciaba con ímpetu la llegada de su rey.
La aldea Uniune literalmente era algo primitiva en cuanto a las construcciones. Tal vez era a causa de no poder conseguir las herramientas adecuadas, debido a su ubicación.
En su totalidad, todos los habitantes que entraban a la vista de los soldados que poco a poco se aglomeraban, eran demonios.
Sus miradas transmitían miedo e inquietud. Madres abrazaban a sus hijos con fuerza, o trataban de ocultarlos detrás de ellas.
Ciertamente era una escena muy desalentadora.
—¡Su majestad, Exael Vladmoore IV! ¡Hace acto de presencia! —gritó el soldado una vez más.
Las caras de los habitantes presentes, mostraron asombro y shock por el joven adulto de cabello carmesí que llegó acompañado por su jefe de aldea.
Su cara les transmitió lamento. Todos los que vieron su rostro entendieron que no podían verlo como un traidor. No había forma de oponerse a aquel hombre de cabello carmesí.
Exael dio un vistazo rápido y notó algo que no pudo pasar por alto.
—¿Dónde están?
—¿De qué habla, su majestad? —Nobaro comenzó a ponerse nervioso.
—¡Sé perfectamente que aquí habitan humanos! —exclamó el Rey Demonio a todos—. Esa es la razón por la que personalmente decidí atender este asunto. —Miró a Nobaro.
Viendo su rostro inexpresivo y tono serio, Nobaro comenzó a sentir miedo. Y por consecuencia, los habitantes también.
Aunque seguía inexpresivo, por dentro, Exael estaba contento. Sabía que ellos estaban ocultando a los humanos.
El aprender a detectar a otros no era algo tan difícil. Y al nivel en que estaba Exael, sería muy improbable que alguien se escapara de él, a menos que supieran controlar su presencia.
Ya los tenía detectados, solo intentaba hacer que salieran voluntariamente.
Una sonrisa se formó en su rostro, al entender que su relación era más estrecha de lo que había imaginado. Actualmente los demonios y humanos que habitaban está isla, estaban en punto en que se sacrificarían por el bien de los otros.
Connel pareció entender la razón de su sonrisa, cosa que lo alegró profundamente. Los sueños heredados de su amo, no eran tan disparatados después de todo.
Los habitantes no entendieron esa sonrisa. En ellos solo ocasionó más terror en sus corazones. Comenzaron a imaginar que esto se convertiría en una masacre. Y se prepararon para su amargo final, intentando lo único que podían implorar.
—¡Por favor! ¡Por lo menos deje vivir a los niños! —gritó una joven demonio, quien cargaba a un bebé.
Los comentarios estallaron después de eso, y comenzó a generarse poco a poco un alboroto.
La seguridad de su rey era lo primordial, y los soldados de Exael lo supieron en ese instante, rápidamente aseguraron un perímetro alrededor de él.
—Tranquilos, tranquilos. —Connel comenzó a caminar hacia ellos—. Mi amo jamás lastimará a alguien que no lo amerite.
—Es justo como él dice.
Exael pidió a los soldados que lo dejarán pasar y llegó al lado de Connel. Su tranquilidad era de admirar ante esta situación alterada.
Supo que esto terminaría mal si no calmaba la inquietud de todos aquí.
—¡Esto es para todos los presentes! ¡Incluidos los humanos ocultos! —Todos los demonios habitantes de la isla se tensaron—. ¡Yo también soy un humano! ¡Fui adoptado por el anterior y real Rey Demonio, Exael Vladmoore III! ¡No sé si habrá alguno que sepa de esto, pero soy el llamado sexto héroe! —Todos los presentes, salvo Connel, prestaron atención a las palabras que mencionó después—. ¡El nombre con el que me conocieron en el pasado, fue Hiro!
No tenía idea de si esto funcionaría, pero era la única manera de hacerlos salir voluntariamente. No quería usar la fuerza, no debería de haber razones para hacerlo.
El silencio inundó el lugar, nadie sabía qué hacer. Y el Rey Demonio solo sonrió amargamente por no haber logrado su cometido. Esto era triste de cierta forma, pero siguió admirando su tenacidad a no sucumbir en revelar su coexistencia.
—¡¿En serio eres tú?!...
La puerta de una de las casas se abrió abruptamente. De ella salió un hombre de unos treinta años. Tenía el cabello corto, de color marrón, y una barba de unos días. Lo más destacable, era el bastón que usaba para poder caminar, todo indicaba que tenía una pierna inutilizada.
Él comenzó a caminar en dirección a Exael lo más rápido posible, su cara se llenó de lágrimas.
Los habitantes por su parte, estaban petrificados, con el miedo tallado en sus rostros.
Los soldados de Exael rápidamente entraron en guardia, pero un gesto de Connel los detuvo en el acto.
Aquél hombre tropezó en su último paso, aferrándose a la vestimenta del Rey Demonio. Esto fue un acto que no pudo ser pasado por alto, la furia en los rostros de los soldados de Exael apareció.
—¡Qué crees que haces, plebeyo! —exclamó el soldado de mayor rango. El de armadura que se diferenciaba de las demás.
Cargó con el objetivo de quitarle esa molestia de encima a su rey. Los habitantes temieron lo peor.
—Detente —dijo Exael, con un tono serio—. Es un viejo amigo.
Ni siquiera Connel, quien normalmente muestra un porte serio, pudo evitar la sorpresa en su rostro.
—Eres tú... —siguió llorando—. Realmente eres tú.
—Ha pasado mucho tiempo, Ilios.
Exael le ayudó a levantarse. Él temblaba debido a la emoción y la alegría.
—Amo, ¿en serio conoce a esta persona?
Exael asintió, mostrándole una sonrisa junto a unos ojos medio llorosos. La felicidad que mostró lo tranquilizó.
Ese acto del Rey Demonio no pasó desapercibido. Todos estaban sin saber qué hacer ante esta situación.
Cuando lo vio, no pudo reconocerlo en ese instante. Pero le transmitió inmediatamente un aura de nostalgia, la nostalgia de ver a otro humano.
Era cierto que había demonios que fácilmente podrían pasar por ellos; pero este sentimiento de su pasado lo diferenció, le transmitió la familiaridad de cuando estaba con ellos.
—¡No le hagas nada a mi papá!
Un pequeño niño salió corriendo también de la casa de dónde salió el sujeto.
Su piel era algo rojiza, con un cabello parecido al del sujeto, solo que con dos pequeños cuernos en su cabeza.
—Descuida, hijo. Él no me hará daño —dijo para tranquilizarlo. Luego exclamó a todos—. ¡Él no nos hará daño!
***
Las condiciones de esta aldea no eran las idóneas para alguien de tan alto estatus como un Rey Demonio; pero esto solo trajo recuerdos a Exael.
Él miró la mesa que tenía Ilios en su casa. Una simple piedra de buen tamaño que había sido cortada y alisada para cumplir esa función.
«Mira esto, chico. Esto es una obra de arte.»
—Querido. Este lugar es impropio para él. Deberían mejor hablar afuera —dijo la esposa de Ilios. Una demonio de cabello negro, con una piel de tono rojiza y dos cuernos enrollados.
—No hace falta. Estoy más cómodo en un sitio como este —mencionó Exael.
Esto era tan agradable para él. No recordaba cuando fue la última vez que estuvo tan tranquilo.
Un suelo de tierra, un hogar acogedor. Desde que se convirtió en rey, todo esto había desaparecido, y los lujos solo lo rodeaban. Pero esa tranquilidad tenía que ser rota.
Con una mirada sería, le habló a Ilios.
—Y bien Ilios. ¿Cómo terminaste aquí?
El pobre hombre se tensó de solo escuchar la pregunta.
—Fue hace tanto tiempo...
«¡No dejen a ninguno vivo!»
«¡Ya oyeron al señor Held! ¡Masacren a todos!»
El rostro de Ilios mostró una expresión que era difícil de ver para su esposa e hijo. Transmitía el mártir de lo que vivido.
—Ese día.... —Miró a Exael—. Todos aquellos que lo siguieron, o eso creo, fueron asesinados por el héroe de la espada y sus seguidores...
El día en que Hiro «murió», se ordenó a las tropas que se retiraran de la zona para no quedar envueltos en el ataque.
Se les había informado que el sexto héroe, mantendría a los demonios ocupados.
—Nuestro grupo ya había escapado de la zona de impacto. Todos tenían una moral baja, debido a que entendimos que usted se estaba sacrificando por el bien de esa victoria. Y cuando menos lo esperábamos, fuimos atacados por ellos, poco después de que el ataque tuviera éxito. —Ilios comenzó a llorar desconsoladamente—. No pudimos hacer nada... todos caían tan fácilmente ante la superioridad de sus habilidades... —Comenzó a hiperventilarse—. Yo, yo... yo... solo puede sobrevivir... debido a que me oculté bajo los cadáveres de mis compañeros...
Ilios recordó ese momento. El cómo la sangre y vísceras de los cuerpos caían sobre él. Había tenido que mantenerse en esa posición por horas, sin hacer movimiento alguno. Tan solo estuvo ahí, escuchando los gritos que lanzaban aquellos a los que llamó amigos, sin poder hacer algo.
El miedo lo invadió, el shock por saber quién los estaba atacando no le dejaba pensar, el escuchar sobre la verdad del sexto héroe, lo comenzó a romper.
«¿Estos son los héroes? ¿Ellos son los que se suponen nos deben proteger?»
Incluso después de que se marcharan, Ilios se quedó sin moverse por varias horas más.
Aún después de todo lo que escuchó, Exael y Connel no mostraron reacción alguna. Estaban serios, sin decir nada.
La esposa de Ilios, usó sus manos para hacer que su pequeño no escuchara nada. Pero su rostro mostraba el dolor de escuchar otra vez lo que tuvo que sufrir su esposo.
El jefe de aldea también estaba presente, y tenía un rostro triste al saber que tan cruel puede ser la naturaleza de alguien.
Como incluso entre su misma gente, pueden llegar a esos extremos.
—Tiempo después de eso. Vagué sin rumbo, hasta que un día conocí a Khanya en una playa.
Al principio quería matarla. Era una demonio, los asquerosos seres que hicieron que terminara en su situación.
El problema fue lo débil que estaba, y como su pierna había quedado lastimada en su travesía. Al final, su fatiga hizo que se desplomara frente a ella.
—En el instante en que lo vi, supe que era un humano. Tuve miedo, pensé que me atacaría. Pero al ver como cayó al suelo y lo maltratado que estaba, entendí que había sufrido, que estaba cansado, que necesitaba ayuda.
Ilios no entendió por qué lo ayudó. Eran enemigos, ella debió matarlo en el instante en que lo vio.
«¿Enemigos? Pero si apenas y te conozco. Ja, ja.»
Su aura alegre, hizo que, por primera vez en mucho tiempo, estuviera tranquilo.
—Luego conocimos al jefe, y no trajo a vivir aquí —dijo Ilios. Ya estaba algo calmado después de contar su experiencia.
Exael miró a Nobaro.
—A veces suelo viajar al continente para conseguir medicinas o herramientas. Es un trabajo difícil, pero alguien tiene que hacerlo. —Ya no estaba en alerta, y tenía un aura de confianza a su alrededor—. Pero es increíble pensar que usted es un héroe, su majestad.
Exael suspiró.
—Yo no soy un héroe. Ese fue algo que la gente comenzó a crear.
—Hiro... —Ilios hizo una pequeña pausa—. No, su majestad Exael. —Una vez más, las lágrimas brotaron—. Destruya el Reino de Deima, vengue a todos los que murieron ese día...
—Cariño... —Su esposa se acercó a consolarlo.
Hubo un silencio en la habitación, nadie dijo nada por unos segundos.
—No... —Exael fue quien rompió el silencio—. Jamás me ha interesado la venganza. Eso es algo irrelevante para mí, su mero pensamiento ni siquiera pasa por mi cabeza.
El tono de Exael fue seco y directo. Ilios no lo soporto, y aún en lágrimas, explotó.
—¡¿Por qué?! ¡Después de todo lo que pasamos! ¡Después de todo nuestro sufrir! ¡Aún sabiendo que tantos murieron por seguirte! ¡¿Crees qué puedes hacerte a un lado cuando esto fue tu culpa?!
Ilios estaba vuelto loco. Su esposa lo quiso tranquilizar, pero sin éxito. En todos estos años, jamás lo había visto de esa manera.
Su hijo miró con preocupación el descontrol de su padre.
—¡Eres un cobarde! ¡No mereces tener ese título de r...
Ilios paró en breve, el ambiente había cambiado. En estos instantes, un solo sentimiento hacía él era transmitido:
Muerte.
—Suficiente, Connel.
Todo había vuelto a la normalidad. Tal sensación desapareció, como si solo hubiera sido una ilusión. Ilios vio la cara de aquel hombre elegante que acompañaba a Exael. Su desprecio era notable.
¿Él fue quien ocasionó esto?
—Parece que mal entiendes algo Ilios. La venganza no es algo que me interese... —Una vez más, el ambiente cambio. Pero ahora no había forma de entender lo que pasaba. Era como si de pronto ya no pudiera respirar, se estaba sofocando—. Pero tampoco estoy diciendo que no haré que paguen lo que han hecho. —Su seria mirada, era diferente a la mostrada hasta ahora.
Esto era obra de aquel hombre que en su tiempo conoció como un héroe; pero ahora, después de tantos años, se reencontraba con él, siendo un Rey Demonio.
Noterminaba de comprender que ya no era aquel que conoció como Hiro. Tenía que entender que ahora estaba ante ExaelVladmoore IV, el Rey Demonio cuya meta era la coexistencia de todas las razas.
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