Capítulo 15 - Porque quiero
Justo como lo prometió, Akoni se encontraba en la plaza de los comerciantes extranjeros.
«¿Por qué me pongo tan nerviosa? Digo. Él no es nadie importante. Solo lo hago para que los niños tengan ese mineral. Aunque...»
Ella ya le había informado a Nadzeya sobre la aparición de este extraño individuo. Este tipo era demasiado extraño, al punto que ni siquiera se tenía una pista de su procedencia. Era como si hubiera aparecido de la nada.
«Niña, mantenlo vigilado por si las dudas. Pero ten por seguro que no representa una amenaza para el reino.»
«¿Por qué?»
«Porqué si es lo que mi corazonada dicta. Nosotros somos irrelevantes para él. Ante sus ojos, no somos nada.»
—Veo que cumpliste tu palabra.
Olirius llegó al lugar como habían acordado. No venía con sus bizones, por lo que debió dejarlos en donde se estaba quedando actualmente. Lo único que llevaba era un morral de cuero.
Akoni no respondió, pues seguía hundida en sus pensamientos.
«¿De dónde habrá conseguido ese mineral?...»
—Oye.
«Es demasiado sospechoso. En primer lugar, ¿por qué lo regalaría, así como si nada?»
—Oye.
«¿Y si la señora Nadzeya se equivocó y si tiene algún plan?»
—¡Oye!
Ese grito por parte de Olirius por fin trajo a la heroína de vuelta a la realidad, siendo la cara confusa de este lo primero que vio.
Ella no pudo evitar sonrojarse un poco.
—Esto es curioso —Olirius miró a su alrededor—. No había tenido la oportunidad de preguntarte, pero... ¿Cómo es que siendo una de los héroes, puedes estar en público sin preocupaciones?
Akoni se sorprendió por tan repentina pregunta, aunque no estaba fuera de lógica. Ella era una de los legendarios héroes, aquellos invocados por los humanos para protegerlos de las garras del mal, o eso era lo que los libros antiguos dictaban.
—Ya tenemos varios años viviendo aquí, y siempre hemos hecho acto de presencia en la ciudad como cualquier otro habitante. Al parecer, la gente ya se acostumbró a nosotros.
Un vago recuerdo llegó a su mente. Recordó cómo fueron sus primeras semanas después de ser invocados. La desesperación que fue el cambio radical en su vida; el cómo no volvería a ver a su familia, amigos y conocidos.
«No llores. Siempre hay que intentar ver el lado positivo...»
—Hiro...
—¿Dijiste algo?
Sin darse cuenta, Akoni había pensado en voz alta. Solo rio casualmente.
—No es nada. Solo recordé algo del pasado.
—¿Recordaste a ese al que llamaban el héroe del pueblo? Me estuve informando un poco, y me sorprende que sea tan recordado.
Akoni decidió no contestar a esa pregunta, evitando hacer contacto visual con él. Olirius entendió que era un tema difícil para ella.
—A veces, recordar el pasado duele. Y más cuando es alguien importante para ti... —mencionó con una sonrisa melancólica—. El pasado no se puede cambiar, lamentablemente, uno tiene que aprender a sobrellevarlo.
—Lo se... —contestó con un tono seco.
Olirius ya no mencionó nada al respecto y comenzó a caminar diciendo que lo siguiera, con una actitud más animada. Y aunque Akoni mencionó que la gente se había acostumbrado a ellos, varias personas la saludaban sorprendidos cuando hacían contacto visual.
Seguían caminando por las calles sin decir nada. En teoría esto era un paseo, pero que no entablaran comunicación hizo que la heroína se sintiera incómoda. Ella veía la actitud alegre en este misterioso comerciante y las dudas salían a flote.
Preguntas como de dónde provenía, qué hacía aquí, entre otras, la carcomían por dentro. Si tuviera la oportunidad de obtener esa información, lo haría.
—Bien, llegamos. He recibido buenas recomendaciones de este lugar —dijo Olirius, mientras veía el local frente a él.
Akoni mostró una cara de impresión, pues ella conocía este lugar. Esa cara no pasó por alto ante Olirius, el cual se mostró confuso.
«Mira Akoni. Este es el lugar del que tanto me han hablado...»
El recuerdo de Hiro llevándola de la mano a este lugar la invadió, aunque Olirius la trajo de vuelta a la realidad, diciendo que lo esperara en lo que entraba al local. Al salir, venía comiendo unos pastelillos.
—No sé cuáles sean de tu agrado, solo escogí los que me llamaron la atención. —Él tomó uno y se lo dio.
—Como...
—¿Eh?...
—¿Cómo sabes que son mis favoritos?
Akoni lo miró seriamente, sus ojos estaban a punto de soltar lágrimas. Los pensamientos en su cabeza estaban vueltos locos. Por su parte, Olirius volvió a mostrar confusión en su rostro.
—¿En serio son tus favoritos? —Inclinó su cabeza en duda.
Akoni reaccionó a tiempo para darse cuenta de la escena que estaba haciendo. Se limpió sus ojos y miró con algo de enojo a Olirius. Tal vez era coincidencia, tal vez solo estaba exagerando, pensó.
—¿Quién eres? —Su tono contenía enojo.
Olirius estaba a punto de contestar, pero su mirada se desvió a otro punto.
—¡Vamos! ¡Muévete anciana! —gritó alguien.
Akoni volteó también hacía la fuente de esa voz. Lo que vio fue como dos soldados llevaban a una anciana custodiada. Siendo otro más, quien alzaba la voz.
La anciana a penas duras podía avanzar, ya se notaba su cansancio, pues el paso que le exigían ya era mucho para su frágil cuerpo. La gente en los alrededores solo se hacía de la vista gorda ante tal escena frente a ellos, algo muy común en estos casos.
—¡Dejen a mi abuela en paz!
Un niño vino corriendo.
Por sus vestimentas desgastadas, con parches con telas de distintos colores, era fácil deducir que venían de una familia humilde.
—A un lado mocoso —dijo uno de los soldados que custodiaba a la anciana.
Tomó al niño de uno de sus brazos y lo alejó haciendo que cayera sentado.
—Su familia debe dieciséis semanas de impuestos. Así que alguien tiene que pagar el precio.
—¡Eso es porque mi papá se lastimó trabajando y aún no ha sanado! —gritó el niño, mientras lloraba.
La anciana fue la que terminó hablándole para que se tranquilizara.
—Descuida cariño. Regresa a casa, y hazle un té a tu padre con las hierbas que compramos.
El soldado que parecía estar por encima en rango a los otros dos, mostró su enojo al escuchar eso.
—¿Tienes para comprar hierbas medicinales, pero no para pagar sus impuestos? —Su tono era de desprecio—. ¡Malditas escorias!
El soldado iba a golpear a la anciana con su espada enfundada. Esto era demasiado para Akoni, y estaba a punto de intervenir...
—¡Qué! —exclamó el soldado.
Olirius detenía la espada enfundada del soldado sin mostrar dificultad alguna. Akoni volteó solo para confirmar que, efectivamente, él se había movido hasta ese sitio.
Para aquel soldado era imposible intentar moverla. No importaba cuanta fuerza aplicara, ni siquiera mostraba indicios de hacerlo. Pero lo que más lo impacto era el chico frente a él. ¿De dónde salió? Se preguntó internamente.
Olirius miró seriamente al soldado, el cual comenzó a ponerse rojo, por la fuerza que seguía aplicando intentando mover su espada. El hizo un pequeño movimiento con su mano, y el soldado perdió el equilibrio, cayendo al suelo de una manera similar a como lo había hecho el niño anteriormente.
Había sido tratado como si nada por un desconocido. Esto no podía quedarse así.
—¡Dime tú nombre! ¡Intervenir con la ley es un delito grave! —gritó con furia.
—¿Ley? Lo único que vi aquí era como un hombre en plena salud física estaba por golpear a una anciana —contestó, con indiferencia.
La gente en los alrededores eran espectadores y comenzaron a murmurar cosas entre ellos.
El soldado no podía ser humillado de esta manera, su reputación estaba en juego si dejaba que civiles hicieran lo que quisieran con él. Aunque cuando hizo contacto visual con Olirius, algo en su interior le dijo que huyera en ese instante. Era como si frente a él, estuviera una bestia con todo el deseó de matar, de eliminar toda existencia a su alrededor.
Vio como aquel joven dio un paso hacia él. En ese instante, quería retroceder todo lo que pudiera.
—Joven... —La anciana habló—. Esto es algo que mi familia tiene que pagar... Al menos es mejor que esté yo encerrada, a que sea mi hijo o mis nietos. ¿Por qué te meterías en problemas por unos pobres desconocidos?
No solo la anciana, sino también Akoni entendían las consecuencias de lo que estaba haciendo Olirius. Hacerse el «héroe» ante la ley, era algo inusual. Nadie quisiera tener a un reino en su contra, ni siquiera aquellos que poseían el título de héroe.
Olirius la miró y lo que contestó hizo que Akoni casi rompiera en llanto.
—Porqué quiero.
Esas palabras significaban demasiado para ella, pues era la misma respuesta que daba Hiro cuando le preguntaba por qué se preocupaba y hacía tanto por los demás.
Incluso viendo la sonrisa que mostró Olirius, era como si viera a Hiro reflejado en él.
—Si tanto quieres ayudarla. Entonces, ¿pagarás su deuda? ¿O quieres estar encerrado por ella? —dijo el soldado, a quien Olirius le había hecho perder el equilibrio.
Con esas palabras, la anciana entró en razón. No importaba las nobles intenciones de este joven frente a ella. No habría manera de que hiciera lo que el soldado le pidió.
—¿De cuánto es su deuda? —preguntó con tranquilidad.
El soldado comenzó a reír al escuchar esa pregunta. Al parecer este chico no comprendía la situación en la que estaba. Sacó una libreta, y comenzó a buscar entre sus páginas.
—Si agrego su deuda actual. Más lo que acabas de ocasionar... Listo, su deuda es de ochocientas monedas de oro. —Mostro una sonrisa desagradable, en total burla.
¿Y como no? Era una cantidad exorbitante. No podía haber manera en que este chico pagara eso.
Olirius no dijo nada, metió la mano en uno de los bolsillos de su pantalón y le lanzó una moneda al soldado. En cuanto la agarró y observó, sus ojos casi salen de sus cuencas por la impresión.
—Quédate con el cambio.
Olirius le quitó las sogas de las muñecas a la anciana. La moneda que el soldado tenía en su mano, era una de platino.
—Largo.
Sin entender el por qué. Sintieron la necesidad de hacerlo, su conciencia les estaba advirtiendo que salieran de ese lugar lo antes posible.
—¡Abuela! —gritó el niño, mientras se aferraba a ella llorando.
No pudo evitar también soltar algunas lágrimas al sentirse aliviada de ser salvada de esta manera. Ante sus ojos, Olirius ya se había convertido en un ser misericordioso.
—¿Cómo podemos pagarle esto que acaba de hacer? —Ella comenzó a llorar.
—No me deben nada. —Negó con su cabeza—. Como dije, lo hice porque quise, no porque quisiera algo a cambio. por cierto...
Comenzó a buscar entre las cosas que tenía en su morral. Y sacó un objeto extraño para los ojos de aquel niño.
—¿Una pluma?
—Si pequeño, una pluma. Ponla a hervir junto con las hierbas, y ayudará en gran medida en la recuperación de tu padre.
La pluma que mostró, era de un hermoso color rojo, con algunos tonos en amarillo y verde. No se parecía a la de ninguna ave de la región.
—¡¿Abuela qué haces?! —Exclamó el niño al ver a su abuela en el piso.
Estaba en una posición como si estuviera pidiendo clemencia.
Incluso Akoni quien solo quedó como una espectadora más, le sorprendió esa reacción en la anciana. Ella tampoco sabía lo que era esa pluma.
—Usted ya hizo demasiado por nosotros. No podemos aceptar tan valioso objeto.
Olirius se acercó y le ayudó a levantarse. Después hizo que tuviera la pluma en sus manos
Con solo sentirla, fue como si años de juventud regresaran una vez más. Ella comenzó a ser un mar de lágrimas, mientras veía al joven que la había ayudado.
—Lo sabía. Sabía que era ese objeto. No pensé que volvería a verla una vez más en mi vida.
—Vayan y hagan lo que les dije.
—Eres como él, ayudando sin esperar nada a cambio. Que los cielos te bendigan, hijo —dijo, mientras acarició la mejilla de Olirius.
Ella y aquel niño se despidieron y Olirius solo los vio alejarse.
—¿Qué fue lo que les diste? —preguntó Akoni.
No tenía ni idea de lo que acababa de pasar.
—Les di una pluma de un fénix. —Su tono fue neutro, como si eso fuera algo de poco valor.
La legendaria ave fénix. Un ave inmortal que, al morir, volvía a nacer de sus cenizas. El ave legendaria la cual solo había sido vista por algunos privilegiados. Sus plumas contenían un asombroso efecto curativo con tan solo tocarlas. No existía hechizo sanador que igualara tal efecto. Y a lo largo de la historia, se han encontrado plumas ocasionalmente.
Dar un objeto tan valioso sin cambio alguno. Ella ya no lo soportó.
—Dime la verdad... —Su voz se entre cortó, por su llanto—. Tú eres Hiro, ¿verdad?
La gente a su alrededor, no pudo evitar voltear a ver y prestar atención. El nombre de Hiro, incluso hoy en día, tenía gran relevancia.
Olirius no pudo evitar mostrar una sonrisa melancólica, mientras acariciaba la cabeza de Akoni.
—Lo siento, pero yo no soy ese Hiro del que he oído. Yo solo soy un mercader errante que viaja por todo el mundo. Alguien quien no tiene sus ojos cerrados al mundo.
¿Esa frase otra vez? Akoni apartó la mano de Olirius, y molesta, volvió a preguntar sobre que significaba lo de vivir cerrado al mundo.
Olirius dio un gran suspiro y habló.
—Este mundo creo una moral que dicta que, si alguien mata a una cucaracha, es un héroe. Pero en cambio, si matamos a una mariposa, somos monstruos. Si no puedes ver la realidad como es, y la sigues viendo a cómo quieren que la veas, siempre serás alguien cerrada al mundo. No existe la moral, solo existen ideales.
Akoni no entendió eso. ¿En serio era tan difícil hacerlo? ¿Por qué, aunque comprendiera algo, no podía ver más allá de lo que quería enseñarle con esa frase?
—Oy...
—Bueno. Me agradó este pequeño paseo, pero creo que fue todo por hoy —dijo, mientras miró a los alrededores—. Tengo que retirarme para arreglar un pequeño asunto.
Olirius no dejó que Akoni hablara y la dejó sin decir nada más. Ella vio como se alejaba.
—Ver las cosas como son... —dijo en voz baja, para sí misma.
Dando una mirada breve al cielo, se puso en marcha a su casa. Sin embargo, pasó todo el día intentando entender lo que aquellas palabras dichas por Olirius querían decir.
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