Capítulo 14 - Los héroes, el mercader, y el rey

El libertinaje es un sentimiento humano que, sin importar el mundo, siempre existirá. Y la capital del Reino de Deima, no estaba absorta, con su variedad de tabernas y burdeles ubicadas en los distintos distritos sociales. Pero en todos estos años, una resaltó del resto. «La taberna del Martillo».

Era un establecimiento cuyo dueño era Dike, el héroe del arma que da nombre a la taberna. La popularidad del lugar no solo era causada por su dueño, sino por los extraños juegos de apuestas.

Dike, en su mundo, era un apasionado de los juegos y las apuestas. Y trabajar construyendo juegos para casinos, solo afianzó su gusto por el juego. Los conocimientos de su mundo los volvieron un éxito en poco tiempo.

Ya era la mejor hora para que el lugar estuviera a reventar, la madrugada.

—Mañana saldré a una misión. Espero que todo esté en orden cuando regrese.

Dike en esta ocasión no portaba su imponente armadura, su vestimenta eran las prendas que usaría cualquier civil. Él era el mayor, en edad y estatura, de todos los héroes. Su cabello aún era corto y de color rubio, lo único que cambió en él en estos años, era la barba de unos días que poseía.

Con los dos sujetos que hablaba, eran miembros de la Sombras de Deima. No tenían una posición tan importante, eran subordinados de rango mayor al de uno cualquiera.

—¿Se puede saber cuál es esa misión, gran héroe? —preguntó uno de los sujetos.

Dike le dio un gran trago a su tarro de cerveza antes de hablar.

—Tengo que ir a las Tierras Uniune, para eliminar a un grupo de demonios. Hubiera preferido ir con Held, pero Gessiga y él se encuentran atendiendo otro asunto en el Reino Addini.

—¿Qué hacen en ese reino lleno de fanáticos religiosos?

—Hasta dónde me informé, el príncipe envío una carta solicitando una audiencia con el rey. Y se tomó la decisión de que ellos fueran como guardaespaldas de los representantes que acordarán el cuándo y cómo se efectuará. —Dike hizo una gran sonrisa —. Esto es una oportunidad para saber más de ese reino hermético.

Estando los otros de acuerdo con sus palabras, él observó su alrededor. El ambiente que se sentía era el perfecto para sus gustos. El humo de la gente fumando, el olor a cerveza tirada en los alrededores, mujeres hermosas atendiendo; y lo mejor para él, los juegos. Si pudiera, podría estar todo el día en este lugar. Era una lástima para él tener que atender sus labores de héroe.

—Tengo que retirarme —dijo, al terminar su tarro de cerveza—. En unas horas tengo que partir. Cuando Murdisto termine su trabajo, pónganse en contacto con la nación de los gigantes y enanos. Veamos quien de los dos bandos ofrece más por los minerales.

Los dos sujetos asintieron a sus palabras y Dike se retiró.

La razón por la que mostraron interés en Olirius, eran los minerales que vendía. Estos eran esenciales y sumamente buscados para multitud de cosas.

Minerales como el cobre, hierro, bronce y la plata, eran comunes. Pero otros como el oro, el mitrhil, el oricalco y el adamantio, eran escasos, en especial los últimos dos. Obtenerlos y venderlos sería un gran negocio, era una lástima que todo lo que tenía planeado hacer no podría realizarse.

Y ahora una nueva oportunidad de hacer negocios apareció a su puerta. A diferencia de Heros, él sabía la verdad referente a esta misión. Irían a aniquilar a civiles inocentes solo para beneficio propio del reino. A ojos del reino, el hecho de que convivieran con demonios, tenía que ser algo que se castigara. Sin embargo, cuando pensaron en los beneficios que podía tener esto, su aniquilación por cualquier medio cobró mayor importancia.

A él no le molestaba, siempre fue una persona que trabajaba para su propio beneficio. Incluso era la oportunidad de conseguir mujeres y niñas para vender como esclavas.

En este mundo tenía la fuerza y el poder para hacer lo que más le convenía. Si eso trajera beneficios para él, entonces no dudaría en hacerlo.

—Piensa retirarse, señor Dike.

Una hermosa y seductora voz detuvo los pasos del héroe. Pertenecía a una mujer con un cuerpo que invitaba a la tentación. Su cabello era largo y castaño, y usaba un vestido demasiado revelador.

Al ver cómo le hizo una seña con su mano invitándolo a entrar, causó que sonriera.

—Veamos tu suerte —dijo, mientras metió su mano en la bolsa derecha de su pantalón.

Sacó una moneda de platino y la lanzó al aire. Cuando la agarró en pleno aire, miró a la chica.

—Cara, me voy. Cruz, me quedó. —El reveló el lado en que calló la moneda.

Una sonrisa se dibujó en él, y le dijo a aquella mujer que la suerte le había sonreído. Él se acercó y comenzó a besarla mientras se metieron a la habitación.

***

Heros, por su parte, se encontraba en su residencia durmiendo, o eso podría parecer

«Mucho gusto. Mi nombre es Hiro...»

«Él nunca nos vio mal.»

Estaba inquieto, moviéndose de un lado a otro, mientras su cara se empapaba en sudor.

«Ese idiota al fin servirá de algo. Esto es lo que tengo pensado...»

«¿Por qué no hice nada para impedirlo?»

La cara de Heros mostraba como sufría. Lo que estuviera soñando no era nada bueno.

«Gessiga, Hiro y yo. Iremos al frente. Dike y tú esperarán aquí...»

«Todo el tiempo pude evitarlo y no lo hice.»

Apretó fuertemente las sábanas de su cama, sin despertar.

«Hiro... ¿murió?...»

«Pude haberle dicho la verdad.»

«Pero no lo hiciste...»

Heros abrió los ojos abruptamente, cuando escuchó esa voz. Era una que sonaba como la de Hiro, y que lo torturaba desde hace ya años.

Estaba agotado, sentado en su cama. Él miró a su alrededor, percatándose de que aún era de noche. Había una jarra llena de agua con un vaso sobre un mueble a lado de la cama.

Agarró el vaso para servirse, y la bebió rápido. Terminando, solo suspiró.

—Tenía casi dos años que no soñaba eso —dijo, mientras vio hacia la ventana de su cuarto.

Lo que soñó fue todo lo que vivió antes y después de haber usado a Hiro de carnada. De todos lo que sabían, era al único que, hasta el día de hoy, la culpa seguía robándole el sueño.

—¿Qué tenga que ir a esas tierras significará algo?

Heros no era idiota. Sabía perfectamente que algo no estaba bien con esta misión. Todo lo que involucrara a los ministros, siempre era para beneficio económico, no importaba quien tuviera que ser eliminado.

Pudo negarse, pero prefirió no hacerlo. Él tenía sus razones.

Pensando en que mañana tenía que partir, intentó dormirse una vez más.

***

Era cerca del mediodía de día siguiente. Y en la plaza central, donde se reunían los comerciantes extranjeros, un aura de malas vibras intentaba ser mandada al chico de cabello blanco.

—¡Te daré seiscientas cincuenta monedas de oro por esa piedra de oricalco!

—Vendida al caballero de la túnica roja. Bien señores. Sería todo por hoy. Los veo mañana a la misma hora.

Olirius hizo otro día satisfactorio para su economía. Había acumulado un total similar a lo obtenido ayer.

«Por lo que veo, aún no hacen movimiento alguno. Pero puedo sentir que me observan desde distintos sitios», pensó.

Hizo una pequeña sonrisa. Y sacó una pequeña libreta para poder apuntar las ganancias de hoy, así como restar lo vendido en su inventario.

—Miren. Es el señor que venció al Oso Gubat el otro día.

Una repentina voz infantil llegó a los oídos de Olirius. Al voltear a ver hacia la dirección de donde provino. Pudo ver a varios de los niños que había conocido el otro día.

Por su parte, los comerciantes que alcanzaron a escuchar al niño, fueron invadidos por el miedo. Comenzaron a rezar que aquellas malas vibras no cayera en él.

—Hey. Pero si son ustedes —dijo, mientras los saludó a lo lejos con su mano—. Oh, y también la señorita «No te voy a quitar los ojos de encima» apareció.

Olirius vio que Akoni estaba con ellos. Al escuchar su comentario, solo infló sus mejillas en señal de protesta.

—Creo que sigues tomándote demasiada confianza para a penas conocernos —dijo, volteando su cara—. Iba venir ayer, pero mi esposo realizó una fiesta en dónde invitó a varias familias amigas de otros reinos.

Akoni mencionó eso último con una cara que transmitía algo de desánimo. Nuestro joven pudo preguntar si algo le pasaba, pero decidió no hacerlo. Quiso que esta tensión que se comenzó a generarse, se olvidara rápido.

—¿Y qué los trae por aquí? —preguntó, mientras comenzó a guardar sus cosas.

—Oímos que vendes minerales —contestó uno de los niños.

—Si. Y queremos comprarte algunos para hacer nuestras armas —dijo otro.

Todos los niños transmitían la emoción en sus rostros por el hecho de comprar los minerales, y crear sus preciadas armas.

Akoni se acercó a Olirius y le habló en voz baja.

—Les dije eso, pero se perfectamente lo caro que puede ser. ¿Podrías venderles algunos?, aunque no tengan mucho.

Olirius hizo una risa tranquila, no podía negarse.

—De acuerdo. ¿Cuánto tienen para ofrecer? —Hizo una gran sonrisa.

Los niños se acercaron entre ellos y comenzaron a sacar el dinero que tenían. Todos eran hijos de familias de clase media y alta. Pero sería muy difícil que tuvieran mucho dinero para ellos, solo eran niños al fin de cuentas.

—Esto es lo que tenemos, señor.

Observó que apenas y juntaron cuarenta monedas de bronce, y cinco de plata.

Akoni estaba decepcionada, pensó que tal vez tendrían más.

Cualquier comerciante los correría a patadas por tan vergonzosa oferta, aunque Olirius era distinto.

—Con eso les alcanza. Puedo venderles algo por esa cantidad. Aunque... Si convencen a ella de que salga a un paseo conmigo. Les venderé un mineral genial, por el mismo precio —dijo, señalando a Akoni con su dedo.

—¡Oye! ¡Yo que hice para estar en esta situación! —exclamó en defensa.

Los niños se abalanzaron sobre ella, insistiéndole que aceptara. Por más que insistiera en decir que era una mujer casada, los niños siguieron insistiendo, sin mostrar señal de detenerse. Así duraron, hasta que Akoni explotó.

—¡Basta! Está bien. Aceptaré su trato. —Estaba algo ruborizada.

Olirius sonrió y les dijo que esperaran. Entró a una de las chozas sobre sus bizones, y salió con algo cubierto por un pedazo de tela.

Cuando lo descubrió, ni siquiera Akoni pudo evitar tener sus ojos totalmente abiertos de la impresión.

Estaba mostrando un cubo de metal de unos treinta y cinco centímetros por lado. Su color tenía un tono grisáceo oscuro, y su brillo al ser impactado por los rayos del sol, hacía que en ocasiones mostrara los colores del arcoíris.

—Bien. Aquí tienen. Un bloque de adamantio puro —dijo, sin mucha importancia.

Frente a ellos no estaba una piedra mineral que eran las encontradas en minas y las que vendían los comerciantes. Lo que tenían era lo que quedaba después de limpiarla, el mineral puro. Un bloque de este tamaño valdría la riqueza de una ciudad pequeña.

—No podemos aceptarlo. —Akoni estaba estupefacta.

No es que no lo quisiera. El problema era que si lo aceptaba, estaría obligada a cumplir la promesa.

—Qué tal si lo hacemos por mayoría de votos —le comentó a Akoni, con una cara despreocupada— Entonces que niños. ¿Es un trato? ¿Hay alguno que no quiere este cubo?

No hubo nadie que levantara la mano salvo Akoni, ya habían tomado su decisión. Ella fue aplastada en votos por los niños, y ahora que ellos aceptaron ese bloque, tendría que salir con él.

Pensando en cual eran sus intenciones, Akoni volteó a ver a Olirius solo para ver la cara de satisfacción que tenía. Se había salido con la suya, al parecer.

—¡Con esto podremos hacer armas geniales! —gritó de felicidad uno de los niños—. Ahora sí podremos alcanzar a Hori y ser más fuertes.

—¿Hori? —preguntó Olirius.

—Hori es la hija de Held y Gessiga, los héroes de la espada y la lanza.

Olirius mostró algo de interés al escuchar lo dicho por Akoni. Aunque lo ignoró rápidamente.

—¿Por qué quieren ser más fuertes?

Las respuestas de todos fueron algo variadas, pero todas concordaron en algo. Y eso era el ser más fuerte que los héroes.

—¿Más fuertes que los héroes? Entonces, por lo que veo, son unos chicos que no tienen mucha ambición. —Comenzó a reír.

Akoni no pudo evitar sentirse un poco insultado.

—Entonces, ¿usted es más fuerte que los héroes para que diga eso? —La cara del niño mostró algo de enojo.

—Por supuesto que no. Compararme con ellos, es como si yo fuera un pequeño ratón, y ellos un gran dragón —contestó, mientras siguió riendo.

Para Akoni era extraño como Olirius no parecía estar interesado en los héroes. Al punto de sentir que para él no fueran la gran cosa. Ella también identificó desde hace algún tiempo a las presencias que observaban a Olirius.

«¿Que habrá hecho?», pensó.

—Bien, señorita. ¿Qué tal si nos vemos en este sitio en tres horas? Con eso tienes tiempo para dejar el mineral para que preparen sus armas.

—Solo lo hago porque los niños me obligaron. No pienses nada indebido, será un paseo nada más. Sólo eso y nada más. —Ella se cruzó de brazos, y lo miró enojada.

—Yo no pensaba en nada más. Vaya mente te cargas Heroína Sagrada.

Lo dicho por Olirius consiguió hacer que Akoni se pusiera roja de la vergüenza. Ella solo comentó que esperaba verlo aquí en tres horas y se marchó con los niños.

«Es tan divertido molestarla. Bien. Hora de marcharme. Si esas sombras me siguen hasta donde me estoy quedando, tendré que eliminarlos», pensó, a la vez que siguió guardando todo.

***

Dos carrozas con impecables detalles que denotaban su cálida, se movían por un camino a través de una llanura.

Eran tiradas por dos bestias, una en cada una, de casi dos metros de alto, parecidas a lobos. Quienes estaban de chóferes, observaban los alrededores en busca de alguna criatura que ofreciera peligro.

Aun así, no hacía mucha falta, ya que un grupo de soldados protegía los alrededores de las carrozas.

En el interior de una de ellas, un joven adulto con un cabello carmesí, observaba el exterior a través de la ventana que había.

—Está seguro de que solo debemos ir nosotros, amo.

—No hay que ser alarmistas, Connel. Solo es una visita y ya. Pero debo llegar como el rey que soy.

Exael miró a Connel el cual preparaba una taza de té. A pesar de la formación irregular del terreno, en el interior a penas y se sentía, era como ir por un camino bien construido. Tal vez a la carroza tenía aplicado algún hechizo.

—Por cierto. ¿Les entregaste la carta a Malerei y a Ceol? preguntó a Connel.

—En efecto. En estos momentos deben estar haciendo lo que les pidió. Una vez realizado eso, estarán en camino hacia el territorio de los orcos.

Exael solo asintió y siguió observando el paisaje. El saber que, en esas tierras, la convivencia entre humanos y demonios se había dado, le daba la esperanza de que el sueño de su padre adoptivo no era una simple fantasía para tontos.

Aun así, aunque no lo mostrara, se sentía algo nervioso. Después de tantos años volvería a ver humanos. Esto generó algo de inquietud en el rey demonio.

«¿Cómo aceptarán mi llegada? —Recordó sus mejores momentos antes de ser rescatado por su padre. En especial los que vivió con aquella chica insegura que recordaba con cariño—. ¿Qué habrás hecho en estos años?»

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