Capítulo 13 - Sombras de Deima
En los jardines del castillo de Exael, alguien se encontraba cortando algunas flores que crecían ahí.
—Con estas serán suficientes.
Eran distintos tipos de flores las cuales estaba atando para formar un ramo.
—¿Qué haces, Chisanu?
—¿Eh?... ¿Eh?... ¡¿Eh?!...
La joven chica de raza bestial casi suelta las flores, al oír tan repentinamente esa voz.
—Bu-bu-buenos días mi señor —dijo nerviosa.
Exael quien la observó fijamente, hizo que la chica se ruborizara.
—¿Piensas regalarle esas flores a alguien?
Chisanu ya estaba en la edad en que era normal que se interesará por el sexo opuesto. No sería inusual que ese ramo fuera un regalo para algún interés suyo.
—Las juntaba para ponerlas en el florero que hay en su habitación —contestó, mientras intentaba no hacer tanto contacto visual.
Exael sonrió y la acarició. Ella solo se puso roja como un tomate.
—Entonces. Las aceptaré con mucho gusto —Siguió acariciándola—. Por cierto. Mañana partiré rumbo a las Tierras Uniune, así que quiero hacerlo esta noche. Por favor. Ve a mi habitación cuando el sol se oculte.
La pequeña chica se puso más roja al escuchar eso. Se sintió nerviosa, por lo que solo pudo contestar con un simple pero titubeante «S-si».
Exael se despidió de ella, y Chisanu observó cómo se alejaba. Su corazón solo se aceleraba, mientras pensaba lo que pasaría está noche.
***
—¡Pase, pase! ¡Pieles! ¡Hierbas! ¡Minerales! ¡Lo que busque es muy probable que lo tenga!
—¡Busco pieles de salamandra pantanosa!
—¡Te daré todos mis ahorros por esa piedra de mitrhil!
Olirius había dicho la verdad, actualmente estaba regateando con un grupo de personas que se interesó en las cosas que vendía. El lugar en concreto, era una plaza que se encontraba en el centro de la ciudad. Aquí podían venir mercaderes extranjeros a vender sus productos, el único precio era una cuota de cien monedas de plata al día para estar vendiendo.
Había cinco vendedores más en los alrededores. Estos observaban a Olirius con celos, por ver cómo se llenaban sus bolsillos con dinero.
—Okay, señores. Es hora de mostrar una de mis cartas pesadas —dijo. Después se metió en una de las chozas que tenía sobre sus bizones.
Al salir, lo que mostró hizo que casi al instante alguien ofreciera.
—¡Siete mil monedas de plata!
Los comerciantes que estaban en los alrededores, pusieron una cara de incredulidad al escuchar esa cantidad alucinante.
Al estar Olirius rodeado por el montón de gente, no podían observar que era lo que estaba ofreciendo.
—¡Quinientas, pero de oro!
—Una moneda de platino —dijo alguien, apenas levantando la voz.
Todo el mundo quedó en absoluto silencio. Ninguno de los presentes podría ofrecer esa cantidad.
Una sola moneda de platino equivalía a mil monedas de oro. Por lo que ese sujeto ofrecía el doble que la oferta más alta.
Olirius preguntó si había alguien que pudiera ofrecer más, cosa que no pasó.
—Si no hay nadie. Entonces. Vendido al hombre que me ofreció una moneda de platino.
La vestimenta de aquel hombre distaba de la de algún noble académico. Ni siquiera la de un hechicero, quienes acostumbraban a comprar materiales para sus investigaciones. Su vestimenta era las prendas de un mercenario, tal vez era uno contratado para venir a negociar. Su cabeza estaba rapada, y en su cara, había varias cicatrices que delataban su tal vez experiencia en situaciones peligrosas.
El objeto que vendió Olirius en concreto era un huevo. Pero no un huevo de algún tipo de bestia común, ni siquiera el de una criatura rara. Era el huevo de un dragón, los seres vivos que salían de todo bestiario por considerarlos una raza pensante más. Su tamaño era de unos cuarenta centímetros de alto.
—Pienso que fue algo exagerado ofrecer una moneda de platino —dijo Olirius, mostrando una sonrisa—. ¿Hay alguna razón para haber ofrecido eso por un simple dragón de tierra?
Los dragones de tierra eran dragones en sí. Aunque de todas las especies, eran de los más débiles. Su única cualidad destacable eran sus absurdas defensas.
—Lo que haga con él, no debería importarle mi estimado vendedor.
Olirius comprendió sin esfuerzo, lo que le habían dicho amablemente que no metiera sus narices donde no debía.
Aquel sujeto ya no dijo nada y se retiró. No sin antes, darle un vistazo rápido a todo lo que tenía las chozas del comerciante frente a él.
—Bueno señores, sería todo por hoy.
Olirius había acumulado 700 monedas de bronce, 450 de plata, 1272 de oro, y la moneda de platino. Esto era suficiente para vivir sin complicaciones por años.
Los demás comerciantes estaban verdes de la envidia al estar escuchando los precios a los que vendía sus artículos. No es que no tuvieran los mismos artículos que él, tenían también cosas exóticas para vender. El problema radicaba en que a ellos les costó casi su vida conseguirlos, por eso sus precios eran altos. Y ahora venía este individuo, vendiendo lo mismo, y también cosas aún más difíciles de conseguir, por precios estúpidamente bajos.
—Hoy sí que fue un buen día —Olirius observó cómo sus clientes se marchaban.
Uno de ellos se acercó. Tenía una cara de preocupación.
—Debería seguir mi consejo. Váyase lo antes posible de la ciudad —dijo en voz baja.
Olirius puso una cara algo seria al escuchar eso, y le preguntó el porqué de hacerlo.
—No estoy del todo seguro, pero ese tipo entra en las descripciones que he oído de Murdisto. Un miembro de las Sombras de Deima.
—¿Las Sombras de Deima?
Aquel sujeto le pidió a Olirius que no dijera ese nombre tan alto. Podía verse como los comerciantes a su alrededor prefirieron ignorar lo escuchado. Ellos no querían problemas.
—Es una organización que, según rumores, están controladas por los ministros del reino. Ellos controlan todo lo que pasa, no solo en la ciudad, sino en todo el reino. Los rumores incluso cuentan que el Héroe del Martillo forma parte de ellos.
Olirius levantó una ceja en muestra de interés. Vio a aquel sujeto el cual estaba algo nervioso, y río casualmente mientras palmeó su hombro.
—Una simple organización criminal no significa nada para mí. Agradezco la preocupación, pero estaré bien.
El sujeto estaba incrédulo ante lo dicho Olirius. No mostró preocupación alguna, era como si para él, las Sombras de Deima no significaran nada. Pensó en que tal vez era su manera de enfrentar el miedo.
—Mañana me verás aquí de nuevo, tenlo por seguro —dijo tranquilo—. Ayer el destino me reunió con una hermosa chica, hoy parece hacerlo con un futuro amigo. Mi nombre es Olirius.
Aquel sujeto no pudo evitar reír por el positivismo que mostró Olirius.
—Si mañana sigues aquí, puedes ir a visitarme en la academia de caballeros. Ahí trabajo como profesor. Y, por cierto, yo me llamo Aliert.
Aquel sujeto se despidió y se retiró del lugar.
Olirius observaba sus alrededores, y una pequeña sonrisa se formó en él al mirar fijamente a unos edificios en la zona.
***
Algunas horas pasaron, y Olirius regresó a la posada donde se hospedó.
—¡Largo de aquí! —Gritó el dueño del lugar—. ¡No sé qué hiciste para que ellos vinieran! ¡Pero lárgate de aquí!
La hostilidad en aquel hombre hacia Olirius era exagerada, no lo había ofendido se ninguna manera. Aunque al ver como el lugar estaba destrozado, le hizo pensar que esas Sombras de Deima tenían que ver con esta situación.
Olirius estaba caminando por las calles. A los alrededores, la gente comenzó a encerrarse en sus casas. Él suspiró.
—No me hagan las cosas difíciles, sombras... —No mostró emoción alguna al hablar. Después su cara se volvió más sombría—. No me hagan tener que desaparecerlos.
Su cara volvió a la normalidad en un santiamén y pensó que lo mejor sería dormir en la intemperie.
«Lástima que no la pude ver una vez más, y eso que dijo que no me quitaría la vista de encima. Bueno. Es la Heroína Sagrada, de seguro tiene cosas más importantes que hacer», pensó, mientras se alejaba con sus bizones.
Faltaban un par de horas para que el sol comenzara a ocultarse, así que se apresuró para poder encontrar un buen lugar donde dormir.
—¿Ese es el sujeto?
—Si. Esas bestias y el contenido de esas chozas, valen una fortuna.
Dos sujetos estaban sobre el techo de la posada en donde se hospedaba Olirius. Uno de ellos era el sujeto que le había comprado el huevo.
—Al jefe le encantará ese botín. En marcha.
Varias sombras salieron en distintas direcciones sin hacer ruido alguno.
***
La luna ya era la dueña del cielo, y era acompañada por un hermoso paisaje estrellado. Y en el castillo de Exael, una pequeña chica de raza bestial caminaba rumbo a la habitación de su señor.
Jugaba con sus dedos, mientras se notaba lo nerviosa que estaba. Ya había llegado, y Exael la esperaba justo en la entrada.
—¿Estás lista? —preguntó con tranquilidad.
Ella solo asintió sin decir palabra alguna. Ambos entraron, y Exael cerró la puerta.
—Ve a la cama y desnúdate.
Chisanu se puso roja, pero no podía desobedecer a su señor. Ella obedeció sin oposición y se subió a la cama, acto seguido se quitó su kimono.
Ella estaba ruborizada a más no poder, aunque no se sentía incómoda mostrándose así ante su señor. Al contrario, que él pudiera verla, le hacía feliz.
Exael se acercó y los dos se vieron de frente. Él notó lo bella que era su piel, Chisanu sin dudas sería una mujer hermosa en el futuro.
—No tengas miedo —dijo, mientras puso su mano en su cara—. Solo relájate.
No tenía que decírselo, se sentía segura teniéndolo con ella. No le importaba lo que quisiera hacerle, mientras fuera su señor, no existía duda o temor.
Sentir el calor de su mano la relajó, y cerró los ojos esperando lo que venía.
Exael comenzó a acercar su cara a la de ella. Comenzó a mover sus dedos por su piel en dirección a sus pechos.
Chisanu aún era una adolescente, y sus pechos no estaban tan desarrollados, eran pequeños.
Él se acercó a su oído y le susurró.
—Lo siento.
Sin previo aviso, Chisanu comenzó a gritar. Símbolos extraños comenzaron a formarse sobre su piel, y se movían siguiendo un patrón.
La mano de Exael emanaba una gran cantidad de maná, el cual se concentró en el pecho de Chisanu. Lo que fuera que estuviera haciendo, era demasiado doloroso para la joven chica.
Esto se extendió por casi dos horas. Y al terminar, Chisanu estaba acostada en la cama, empapada en sudor y jadeando de cansancio.
Por su parte, Exael miraba una pequeña esfera de cristal de unos cuantos centímetros de diámetro. Su color era blanco con tonos en azul y celeste.
—Tengo que encontrar la manera de ya solucionar esto. No me gusta causarte tanto dolor —dijo, a la vez que desintegró la pequeña esfera.
Al ver a Chisanu, ella ya estaba dormida. Lo que sea que hizo Exael debió ser agotador para ella. El actual Rey Demonio no quiso molestarla, y solo le puso una sábana para que pudiera descansar.
***
Los árboles iluminados por la luz de la luna eran el escenario.
—¡Sal de dónde quiera que estés!
Y alguien quién estaba gritando a la nada era uno de los protagonistas. Era ese mismo sujeto que le compró el huevo a Olirius.
—¡¿Piensas que te tengo miedo?! ¡Soy Murdisto! ¡Uno de los siete puños de las Sombras de Deima!
En los alrededores, solo gritos agonizantes se escucharon acompañados por el viento de la noche. Y poco a poco, se detuvieron hasta que el viento era lo único que se escuchaba. Murdisto solo chasqueó la lengua y se puso en posición de batalla sacando las dos cimitarras que portaba.
—Tranquilo. ¿Para qué alterarnos? —Alguien salió de entre las sombras—. Lamento lo que pasó con tus compañeros.
Olirius, quien era el que hablaba, le mostró la cabeza de un sujeto quien aún mantenía su espina dorsal. La sangre aún goteaba, mientras que la cabeza conservó una expresión de terror. Él la miró sin remordimiento, y la aventó en donde no estorbara.
La ropa de Olirius estaba llena de sangre por varias partes.
—¿Acabaste con todos? —preguntó Murdisto, algo asombrado.
—No todos. Aun faltas tú —contestó con una pequeña sonrisa.
Un grupo de alrededor de treinta personas estuvo siguiéndolo. No porque representara una amenaza para ellos, solo era que no se quería que esto demorara demasiado.
Todo pareció indicar que sería algo fácil, nadie pudo siquiera imaginó que esto terminaría en la situación actual.
Murdisto no sentía temor, él sentía que aún estaba por encima de Olirius. Al fin de cuentas, aunque los otros eran un número grande, eran simples subordinados.
—Tenerme de oponente es lo peor que te pudo pasar.
Murdisto comenzó a aumentar su fuerza dando un grito de batalla. La magia se podía usar para dos cosas, convertirla en maná para el uso de hechizos, o convertirla en praná para fortalecer el cuerpo y mejorar las habilidades físicas. Murdisto era de los del segundo grupo.
—Soy un teka, alguien que rivaliza con el poder los héroes.
Dio cortes al aire, pero eran tan potentes que los árboles a la distancia eran cortados con mucha facilidad. Estaba orgulloso de su poder, por algo estaba en su puesto como puño de las Sombras de Deima.
Para él, este mocoso no era nada.
—¿Rivalizar con los héroes?...
En un parpadeo, la sensación de dolor comenzó a invadir a Murdisto. Su visión comenzó a verse borrosa, y escupió una bocanada de sangre. A instantes de que perdiera la conciencia, escuchó como le hablaban al oído.
—Entonces. Ante mis ojos solo luciste como un pequeño ratón que intentó matar a un dragón.
Murdisto sintió como algo salía de su pecho antes de al fin perder su conciencia para siempre.
Y ante la luz de la luna, Olirius la miró, mientras sostenía un corazón aún latiendo en su mano izquierda.
—Vaya, esto será un problema cuando lo descubran —Su actitud de siempre volvió—. Pero por su bien, sombras. Espero y no tomen represalias.
Olirius se alejó del lugar con una tranquilidad excesiva. Era como si para él, nada de lo ocurrido hubiera pasado.
«Espero y mañana pueda verla. Siento que podríamos llevarnos bien». Una alegre sonrisa se mostró en su rostro.
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