Capítulo 10 - El Rey Demonio Exael

El tiempo y la experiencia es lo que se necesita para que alguien madure como persona. El liderazgo y la confianza de las masas no se obtienen de la noche a la mañana. Y esto lo tuvo en mente el ahora conocido por todos, Exael Vladmoore IV.

En el transcurso de cuatro años, viajó por la mayor parte del continente. Su travesía dio sus frutos, llenándose de seguidores que estaban en contra de Afístole. Y poco a poco se formó la llamada resistencia, que comenzó a expandirse por el continente con la intención de liberar a los poblados en nombre de su verdadero rey.

Indara observaba lo que era una ciudad a lo lejos. Y a diferencia del pasado, en donde portaba una túnica, ahora su vestimenta era más reveladora, llevando un gran sombrero.

—Hoy será un gran día. —Lanzó una esfera de luz al cielo.

Cuando la esfera alcanzó cierta altura, estalló como si de un fuego artificial se tratase. Ella sonrió después, al escuchar los pasos de alguien.

—¿Está listo mi señor? —dijo, algo ruborizada.

Frente a ella estaba un joven de cabello carmesí, haciendo acto de presencia. Se limitó a no decir nada, y observó la ciudad que estaba a la distancia.

Su mirada era sería. No era una mirada fría. Más bien, transmitía tranquilidad a quien quiera que la viese.

***

—Estos malditos turnos nocturnos son un fastidio. ¡Cómo los odio!

—Lo sé, lo sé. Pero alguien tiene que cuidar la entrada de la ciudad.

—¡Es la capital! Solo un idiota se atrevería a atacar la ciudad que gobierna nuestro señor Afístole.

—Bueno. Eso no lo voy a negar.

Dos soldados se encontraban en su turno de vigilancia en la puerta principal de aquella ciudad. Era fácil ver que estaban algo ebrios. Cosa que se tornaba para no parar pronto, pues había varias botellas más a su alrededor.

Ellos estaban sentados a la orilla de la gran puerta, que aislaba a la ciudad del mundo exterior.

Esta era la capital. Lugar donde se encontraba el castillo de aquel que se convirtió en Rey Demonio a la fuerza, el demonio Afístole. Su nombre era la Ciudad de Kinsar; una ciudad fortaleza cuyos muros de más de veinte metros, la convertían en la ciudad mejor protegida del continente. Estos muros estaban hechos con minerales que le daban una resistencia cientos de veces superior a uno común.

El castillo perteneció a la familia Vladmoore, durante sus tres generaciones de vida. A través de la historia, los lugares donde han gobernado aquellos a quien se les dio el título de Rey Demonio, han tenido siempre distintas ubicaciones. Por eso, en el continente de los demonios, existen muchos castillos; ya sean en ruinas, u ocupadas por las familias de los antiguos reyes. En total, eran cerca de cuarenta castillos que habían sido usados como el lugar de mandato de los más de cien Reyes Demonio que han existido.

Aquellos demonios estaban en lo suyo, hasta que un repentino temblor vino de la nada. La sacudida fue tal, que uno terminó tirando su botella.

—¡¿Qué fue eso?!

Otro temblor hizo acto de presencia, pero ahora había venido acompañado por el sonido de roca agrietándose. Poco después, un pequeño guijarro golpeó el casco de uno de los soldados.

Por inercia, volteó a ver hacia la dirección de dónde pensó que vino. Ahí se dio cuenta de que la inmensa puerta que estaba hecha del mismo material que los muros, comenzó a agrietarse. La increíble y resistente puerta que solo era abierta con magia, estaba siendo destruida por alguien.

Otro temblor más llegó, y la puerta comenzó a hacerse pedazos. Increíbles rocas de distintos tamaños venían al suelo. Aquel soldado a quien el guijarro golpeó, no se movía ante lo que veía. Tal vez no procesaba que lo que pasaba frente a sus ojos era real.

—¡Cuidado!

El otro soldado tomó a su compañero antes de que las rocas cayeran. Al parecer no era un soldado común. La distancia a la que se habían alejado, era muy superior a la que hubiera hecho un soldado cualquiera.

Los escombros levantaron una densa nube de polvo. Y mientras el polvo seguía nublando la visibilidad, un fuerte gritó unísono hacía eco en la ciudad.

—¡Larga vida al rey!

Esa frase se repetía constantemente, no tenían intención alguna en detenerse. Ya cuando la nube de polvo se disipó, frente a en donde estaba la puerta de la ciudad. Una masa de demonios de mínimo miles, que estaban armados. La determinación en su mirada era absoluta.

Al frente estaba un hombre cuya vestimenta reflejaba la palabra elegancia en todo su conjunto. Consistía en un traje negro con una corbata roja y zapatos exquisitamente boleados. Su cabello estaba peinado hacia atrás, portando también unos lentes redondos. Sus ojos de un tono naranja intenso, vieron a esos soldados que hacían guardia.

—Lamento interrumpir su velada, caballeros —dijo cortésmente, mientras hacía una reverencia—. Pero mi señor ha decidido destronar a aquel que se hace llamar Rey Demonio.

Al terminar su reverencia, el soldado más capaz, tuvo una sensación que no le gustaba. Entonces aquel sujeto, chasqueo los dedos.

Sin tardar, gritos de dolor se escucharon en la cima del muro. Desde su ubicación, sería difícil ver qué pasó allá arriba. Pero no sé necesitaba ser un genio para deducir que no era nada bueno.

—¡Bastardo! ¡¿Qué hiciste?! —gritó furioso el soldado.

Desenfundó su espada para preparar su ataque, entonces la sensación de dolor invadió su pecho.

Escupió una bocanada de sangre de la nada, y notó la causa de eso. Una estaca de tierra atravesaba su pecho. El ángulo en el que lo atravesó, hizo que dedujera que se había formado desde el mismo suelo. Él miró a aquel sujeto que solo se acomodaba su corbata.

—Bueno. Precisamente lo que te acaba de pasar, es lo mismo que les ocurrió a tus compañeros allá arriba —dijo, mientras pasaba de largo ante los dos soldados atravesados.

Ya no hizo movimiento alguno, clara señal de que su vida había llegado a su fin.

—Recuerden que la prioridad son los civiles. Nuestro señor no perdonará el que dejemos morir a un inocente.

El gritó unísono de la multitud se dejó escuchar, y comenzaron a desplazarse hacia las calles de la ciudad.

—Según la información de esos dos, tu objetivo está al este de la ubicación del castillo. ¿Necesitas que te guíe? —dijo en un tono sarcástico.

—Mi señor me ha encomendado esto, fallarle no es una opción. Haré que sienta orgulloso para que me felicite.

Quien contestó era una niña, cuya apariencia aparentaba que apenas entraría en la adolescencia. Vestía un kimono del tipo ceremonial, de color blanco con detalles en violeta.

Poseía rasgos de las personas de raza bestial, precisamente los de la raza zorro. Tres grandes colas de un pelaje blanco y orejas en la parte superior de su cabeza, reafirmaban ese punto. Una cara tranquila se podía ver en ella, a la vez que sus ojos color violeta brillaban con la luz de la luna.

—Solo no te sobreesfuerces, Chisanu. Recuerda que a él no le gusta que lo hagas.

—No me lo tienes que recordar, Araziel —contestó, desapareciendo en el acto.

Araziel observó la dirección hacia donde tenía que ir aquella niña.

Una sombra pasó por encima de él, y vio a una silueta dirigiéndose a la parte oeste del castillo. Más que preocuparse, solo suspiró, mientras se encogía en hombros.

—Tan impulsiva como siempre.

Sin previo aviso, un gran proyectil cayó a una distancia pocos metros frente a él. Araziel mostró una pequeña sorpresa, la cual quedó rápidamente atrás.

—O los tienes muy grandes para atreverte a hacer esto. O eres un completo imbécil.

El proyectil resultó ser alguien. Medía casi dos metros y medio de alto con un cuerpo musculoso. Lo llamativo era su cabeza que era similar a la de un león. Portaba una armadura pesada, y tenía una gran espada recargada en sus hombros.

—¿Piensas llevar tu venganza tan lejos? —preguntó, poniéndose en posición de ataque—. Solo era una mujer, Araziel.

—¿Venganza? Creo que estás muy equivocado. Yo no busco venganza, yo solo cumplo la voluntad de mi señor —contestó sin mostrar expresión alguna—. Ella no tiene que ver con esto.

Al terminar de hablar, varias estacas salieron del suelo rodeando a aquel «hombre», si así podíamos llamarlo.

—¡Déjate de tonterías! —Hizo un potente rugido.

Moviendo su espada a gran velocidad, las estacas fueron hechas añicos. Esto dejaba en claro que él no era un simple guerrero.

—Espero y hayas disfrutado ser la mano derecha de Afístole en todos estos años. Porque hoy será el fin de su falso reinado. ¿Me escuchaste? Fígaro —dijo Araziel.

Los demonios que venía con Araziel corrían en dirección a los puestos de vigilancia. Fígaro pensó en ignorar a Araziel y atacarlos, el problema fue que sintió una presencia no solo opresora. Sintió que se quedaba sin aire al solo pensar en ella.

—T-t-tu... —dijo tartamudeando de nervios.

—No pensé que sería reconocido tan rápido. Al fin de cuentas, rara vez hago acto de presencia.

Con solo escuchar esa voz, Araziel junto a varios subordinados que se habían quedado con él, se arrodillaron inmediatamente. Era la voz de su señor.

Exael estaba acompañado por Indara y otro sujeto.

Era un hombre de su misma estatura. Su cabello era oscuro y corto, el cual estaba algo desaliñado. La vestimenta que portaba la podrías considerar como el uniforme de un mayordomo. Y aun teniendo esos ojos grises, pasaría como un mayordomo de cualquier familia de nobles humanos.

Fígaro decidió ignorar a su instinto que le suplicaba que escapara, y cargó contra Exael con todas sus fuerzas. Para él fue extrañó, si alguien así intentara hacer lo mismo con Afístole, nadie fallaría a su labor de defenderlo. Entonces, ¿Por qué nadie hacía nada? Pensó.

Aún así ya no había marcha atrás. Cuando lo tuvo a escasos metros, soltó un corte vertical.

La hoja impactaría sin duda, y lo hizo, aunque no como pensó. El sonido del choque de metal con metal se escuchó a la vez que escombros volaban a alrededor por la fuerza del impacto.

—Basuras como tú no tienen el derecho de que si quiera mi amo note su existencia.

El otro sujeto que venía con Exael, detuvo la gran espada de Fígaro con el dorso de su mano. Llevaba puestos unos guantes blancos, los cuales tenían lo que parecían ser protectores.

Fígaro estaba anonadado, habían detenido su ataque sin siquiera mostrar esfuerzo. ¿Quiénes eran ellos? ¿Por qué no habían atacado antes? Ese tipo de preguntas bombardearon su cabeza, mientras tomaba impulso para hacer otro ataque.

Su espada se envolvía en energía y comenzó un frenesí de ataques a ese sujeto.

—¿Sigues insistiendo basura? —preguntó con tranquilidad.

Fígaro atacó y atacó cada vez con más velocidad. Pero ese sujeto ni si quiera mostraba reacción moviendo sus brazos para bloquear cada ataque.

—¡¿Por qué no mueres?! —gritó Fígaro.

Su velocidad era cada vez mayor al realizar cada ataque. Lo mismo para aquel sujeto, su velocidad seguía el mismo patrón. Y de la nada, Fígaro notó como en un mal movimiento, su defensa había sido rota. El tiempo estuvo congelado para él, no pudo moverse.

—Porque solo eres una basura.

Lanzó un golpe al costado de su armadura, la cual fue destrozada con tanta facilidad, que te harían pensar que era de cristal.

La onda del impacto fue severa para Fígaro, el cual solo cayó al suelo. Aquel sujeto limpió su traje del polvo, e hizo una reverencia a Exael, el cual vio todo con tranquilidad.

—Lamento que haya surgido este retraso, mi señor.

Araziel también hizo una reverencia y pidió disculpas.

—No se preocupen, no es como si nos quitara mucho tiempo. Continuemos con esto —dijo con relativo desinterés.

—Interesante, Conell. Acabar tan fácilmente con ese sujeto. Deja darme mis felicitaciones. —Araziel mostró una vez más su tono sarcástico.

—No me vengas con ese juego, Araziel. Lo pudiste haber acabado fácilmente. Qué fuera un viejo amigo, no te da el derecho de retrasar a mi amo.

El tono de Conell era hostil. Para él, no había otra cosa más importante que cumplir la palabra de su amo. Nada podía salir mal hoy.

—¡Basta! —exclamó Indara—. Tenemos cosas que hacer. Así que vayan a donde se supone que tengan que ir.

Los dos regresaron en sí. Asintieron a lo dicho por indara y se marcharon.

Dejar a su señor, así como así, no sería bien visto, pues su seguridad tendría que ser la prioridad máxima. Pero quién se había quedado era Indara; con ella, hasta los dioses pensarían dos veces antes de atacar.

Exael miró a su alrededor. Pequeños incendios eran visibles a la lejanía. Esto hizo que un pequeño recuerdo viniera a su mente.

—Indara.

—¡Si! —contestó enérgicamente.

—Hazles saber que no quiero que el fuego se propague.

Indara avisó a algunos de los subordinados en los alrededores para que informaran lo anterior dicho por Exael.

—Listo. Ahora sí, mi señor. Visitemos a ese tal Afístole.

Con la ciudad siendo tomada por sus subordinados como fondo, Exael e Indara se dirigieron al castillo.

***

En el trono del castillo, Afístole se encontraba sentado con suma tranquilidad. Había varias esferas de cristal flotando a su alrededor, y una de ellas estalló convirtiéndose en polvo.

«Fígaro... ¿cayó?»

—¡Padre! —gritó angustiada una joven, quien entraba en la sala.

Su cabello era largo con una coleta suelta, y era de un color gris con un degradado en distintos tonos. Su piel era algo pálida y sus ojos eran de color amarillo. Su vestimenta era algo casual para ser la hija del Rey Demonio.

—¿Qué haces aquí Malerei?

Aquella joven no contestó, pues dio unos pasos y cayó al suelo. En su espalda tenía un corte profundo.

La cara de Afístole era de consternación. Ya no le importaba la muerte de Fígaro. Corrió para tratar la herida en su hija, sin prestar atención en como esas burbujas comenzaban a desaparecer rápidamente.

La sorpresa vino al llegar. Justo cuando estaba por agarrarla, su cuerpo se desvaneció como humo.

—No pensé que caerías así de rápido. —dijo una voz.

Aunque no se veía nada en los alrededores, Afístole puso su antebrazo intentando detener algo. Un fuerte impacto se generó ahí, fue tal que lo movió algunos metros.

Poco a poco aparecía un chico frente a él. Ya lo había deducido en el instante en que aquella joven desapareció. Y en el instante en que escuchó su voz, lo confirmó.

—¡¿Qué significa esto Ceol?! —gritó furioso.

El chico frente a él, era de la misma estatura que la joven. Tanto el color de sus ojos, piel y cabello eran los mismos, solo que su cabello si era totalmente gris. Otra diferencia en su cabello, era que el de él era más corto.

—Tranquilo viejo, es una broma —dijo sin preocupación, mientras afinaba el laúd que cargaba—. Ahora va en serio.

Al tocar un acorde, hizo que el campo de visión de Afístole se distorsionara. El chico había desaparecido una vez más. Su visión volvió a la normalidad en unos instantes, aunque ese joven ya se encontraba frente a él, con la intención de atacarlo.

Reaccionó a tiempo y bloqueó el golpe.

—Vaya. Así que este es el poder del Rey Demonio —dijo con una gran sonrisa.

Afístole solo mostró una cara de cólera.

El chico siguió lanzando golpe tras golpe. ¿Porque su hijo lo estaba atacando? ¿Estaba bajo un hechizo de control mental? Estas eran las razones que hacían dudar a Afístole de eliminarlo rápido. Estaba esperando una apertura para poder golpearlo sin matarlo.

Y no tardó en hacerlo. Afístole no dudo ni un instante, y se dispuso a atacarlo. Aquel chico, al ver el puño de su padre dirigiéndose hacia él, solo mostró una sonrisa confiada.

—¿Qué pasa? —dijo un sorprendido Afístole.

Por más que quería, le era imposible moverse. Unas ataduras hechas de pintura eran las que limitaban sus movimientos

—Estuvo cerca. —Aquel chico resopló—. Creí que me iba a matar... ¿Por qué tardaste Malerei?

—Usé casi toda mi magia para crear esas ataduras. No pienses que me costó un abrir y cerrar de ojos hacerlas.

La joven que apareció como una ilusión, salía de uno de los cuadros de pintura que había en la sala del trono.

Los dos estaban frente a su padre.

—¿Ya terminaron de jugar?

La única emoción que mostraba Afístole era seriedad. Era como si esto no significara nada para él.

—Debes perdonarlos. Yo fui quién les pidió que te retuvieran un poco.

Unos ojos inyectados en ira por parte de Afístole, miraron a Exael, quien entraba tranquilamente en la sala. La ira venía al ver a sus hijos arrodillados ante su presencia.

—¡¿Por qué traicionan a su padre?!

Los dos mostraron una fría mirada al verlo.

—Piensas que matar a nuestra madre por tu obsesión de poder y tomarnos como tus hijos, ¿enmendaría eso? —dijo Ceol, con furia—. Cada día me levantaba pensando en la manera de asesinarte.

Ceol había detenido sus palabras por orden de Exael, quien le hacía un gesto con su mano.

Afístole solo sonrió y comenzó a reír desmesuradamente.

—¿Y cómo piensan asesinarme? Yo... —Su mirada era desquiciada—. Ahora mismo soy un dios. Ja, ja, ja.

—¿Un dios? —peguntó Exael, con indiferencia—. Indara, ¿ha llegado a ese nivel?

—Esa pequeña escoria no es para tanto —contestó con una pequeña risa.

Afístole detuvo su risa al escuchar las palabras de Indara. Lo había llamado escoria. Generaciones de una familia habían sido aniquiladas por ofensas menores a esa.

—Les mostraré a que me refiero.

Afístole deshizo las ataduras que restringían sus movimientos. Nunca habían representado amenaza alguna, solo quería saber que era lo que planeaban los ahora traidores de sus hijos.

Al dar un paso, notó como su imponente armadura negra había sufrido un corte en diagonal en su pecho. No solo la armadura, el cuerpo de Afístole había sido cortado también.

—Si esta es la velocidad de un dios. Entonces no entiendo el por qué se les teme —mencionó Exael, sin mucha importancia.

La sangre escurría de Afístole, y este cayó de rodillas. No pudo ver nada. Si lo atacó, lo hizo a una velocidad que ni siquiera podía percibir.

El más poderoso demonio estaba de rodillas, y bastó con un solo movimiento.

Exael no tenía el más mínimo interés en Afístole. Un pequeño círculo mágico apareció cerca de su oreja izquierda.

—¿Terminaste con tu objetivo? —peguntó Exael.

De aquel círculo mágico se escuchó una voz contestándole.

—Los prisioneros han sido rescatados.

Esa voz pertenecía a Chisanu.

Ella había sido mandada a liberar a los prisioneros que se encontraban en los calabozos del castillo.

Todo a su alrededor estaba congelado, y se veía como los prisioneros en buena forma, ayudaban a otros a salir.

Chisanu tenía pequeñas partes de su cuerpo llenas de escarcha.

—Espero y el señor esté feliz con mi trab...

Detuvo lo que estaba diciendo, pues comenzó a toser violentamente.

Exael frunció un poco el ceño al escucharlo.

—¿Te sobreesforzaste?

—Estoy bien. Solo usé un poco más de magia de lo normal.

—Eres muy valiosa para mí, Chisanu. No quiero que nada te pase.

Exael no podía verla, pero ella estaba roja de la vergüenza, y su cara tenía una gran sonrisa. Al final, Exael le ordenó que se reuniera con el resto.

Luego llamó a alguien más.

—He terminado de poner a los civiles a salvo, mi amado señor. —Una voz femenina que sonó más madura, se escuchó—. Pero sabe. Hay muchos civiles que se ven apetitosos.

En la zona donde se encontraban la dueña de esta voz. Una multitud de habitantes de la ciudad estaban algo asustados de la mujer frente a ellos.

Su piel era blanca, con un cabello blanco que no le llegaba ni a los hombros, que cubre la mitad de su rostro. Usaba un vestido ajustado que resaltaba su hermosa figura, en especial sus pechos. Pensarías que es la hija de un noble hasta que veías su rostro. Poseía unas facciones hermosas, el defecto para muchos eran sus ojos. Era totalmente rojos como un rubí, pero en su frente había dos pares más.

Eso era lo que los tenía asustados, ya que daba a entender que pertenecía a la raza de las Aracnes. Una raza temida en el continente por su increíble sed de asesinar y comer a otras razas.

Cuando mencionó que algunos se veían apetitosos, no pidieron evitar sentir el miedo que los invadía.

—Cada civil que asesines, serán diez huesos tuyos que romperé uno a uno con mis propias manos —dijo Exael, a través del círculo mágico que también apareció junto a ella.

—Entonces mataré a diez. —contestó con alegría—. Así tendrá que romperme cien huesos. —Se estremeció de placer—. Sentir sus manos tocando mi piel mientras destroza cada uno de ellos, sería un premio justo.

Aquella mujer pasó sus manos por su cuerpo, mientras hablaba.

Exael no contestó a lo dicho por ella.

—Pero, aunque sea tentador, solo por usted me contendré. Aunque ya lo sabe mi amado señor. Solo tiene que decir la palabra muerte junto a un nombre, y yo, Aranya, lo ejecutaré.

La mujer volteó a sus espaldas, y una gran cantidad de soldados estaban desmembrados por todas partes.

Exael ya había terminado de hablar y volvió a enfocarse en Afístole.

—Por eso tardaste tanto, ¿verdad? —peguntó—. Tardaste en atacarme todo este tiempo para obtener poder suficiente.

—No. —La respuesta de Exael fue inmediata—. Desde el momento en que aparecí, ya era mucho más fuerte que tú.

—Si es así. Entonces, ¿por qué hasta ahora? ¿Qué te hizo hacer que te tardaras tanto en venir por mí?

—Tenía que enfrentar a la verdadera amenaza... —Exael hizo una pequeña pausa, y miró una pintura que representaba al continente de los demonios—. Ganarme a la gente.

Afístole no lo entendió. Para qué ganarse la gente si podías obligarlas, se preguntó. Eso era algo que siempre había hecho. Los pensamientos del tipo frente a él, eran simplemente ridículos.

Sus fuerzas se agotaban por el corte que recibió, así que esta era su última carta.

Estiró su brazo, y un extraño círculo mágico apareció en su palma la cual apuntaba a Exael.

Recitó un canto que no pudo ser entendido por nadie, salvo Indara.

—¡Tenga cuidado mi señor! —gritó.

Tanto Ceol, como Malerei, recordaron ese círculo mágico. Ellos aún eran prácticamente bebés cuando Afístole mató a su madre. Sin embargo, la imagen de ver a su madre siendo asesinada, no se borraría con nada.

El círculo mágico salió disparado y se colocó en Exael.

Afístole mostró una sonrisa sádica al ver que había funcionado.

El cuerpo de Exael poco a poco se convirtió en piedra. Nadie pudo hacer nada. Hacerlo llegar a este punto superó sus expectativas. Aquel que tantos problemas le dio, ahora era una estatua para no dar problemas.

Indara reconoció ese hechizo, y con eso había confirmado el por qué este demonio se había hecho tan fuerte.

Ese era un hechizo que robaba el alma a sus víctimas, y las convertía en poder para uno. No podía imaginar la cantidad de gente que habría tenido que sacrificar para obtener ese poder.

—Ahora. Tú alma será mía —Siguió con su mano extendida, pero nada pasó. Eso hizo que frunciera el ceño.

Un crujido vino de aquella recién formada estatua. Poco a poco fue rompiéndose, saliendo Exael ileso.

—¿Esa fue tu mejor carta?

Afístole estaba impactado. El hechizo que tanto poder le otorgó, no tuvo efecto en él. No podía dejar que esto terminará así. Tanto tiempo llevaba en el poder, haciéndose más y más fuerte, hasta el punto de que cuando volviera a ver a los héroes, sin duda les robaría su poder.

Él era imponente, él era la ley, él era un dios. Esto no estaba pasando.

—¡No sé qué hiciste, bastardo! ¡Pero esto aún no acaba!

Arremetió contra Exael. La increíble presión en el ambiente afectó a Ceol y a Malerei que no podían ni siquiera reaccionar.

Afístole pensó que su velocidad fue brutal, nadie podía rivalizar actualmente con él. Apretó fuertemente su puño, y lo impactó en la cara de Exael.

Sin embargo, Afístole comenzó a temblar.

Su puño en efecto dio en el blanco. El problema fue que Exael no mostró lesión alguna.

Sintió algo en ese instante, y se apartó; pero fue inútil. Su velocidad comparada con la suya, estaba a años luz de distancia.

—Hasta aquí llega tu reinado.

Exael golpeó la cara de Afístole, estrellándola en el suelo.

Su cabeza quedó hundida, quedando su cuerpo inerte. Tanto Ceol, como Malerei, estaban estupefactos por lo que vieron. Aquel demonio que tanto terror causó, había caído tan fácilmente.

Exael no mostraba daño alguno, y ni siquiera tenía señales de haber tuvo dificultades en su ataque.

Él caminó hacia el trono sin tomarle mayor importancia a lo que había hecho, y se sentó en él. Se tomó su tiempo, admirando lo que un día fue lo que el viejo demonio vio. Una pequeña sonrisa se formó en él, mientras miró a los presentes.

—Después de tanto tiempo puedo preguntarles. ¿Me queda el porte de rey?

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top