Capítulo 23

Tres días:

Cuando el reloj marcó las 4:00 Clearke ya iba en camino a la parte este de las murallas. Otra casa. Unas 55 víctimas más.

La especie de tren que utilizan para desplazarse alrededor de las murallas es realmente espacioso, un cuadrado de metal con ventanas y diez asientos dobles, aun así no más de diez personas ocupan los asientos, son gente de altos mandos con diferentes puestos dentro de las torturas del gobierno. Clearke había decidido tomar un asiento del medio, iba perdida en sus cavilaciones mientras observaba todo por la ventana. El tren está por partir cuando una persona más se sube, es un hombre escuálido de rostro extraño y dedos torcidos, que termina por reír y sentarse frente a Clearke.

-Buenas tardes- la saluda, el tren comienza a moverse y Clearke sale del fondo de sus pensamientos.

-Buenas tardes- responde con voz firme, viéndolo a los ojos.

Tiene una sonrisa maliciosa, enferma, parece que un chiste increíblemente cómico se desarrolla en su interior.

-¿Necesita algo?- pregunta.

Ella no da ni una sola pista de la matanza que está a momentos de iniciar y le sonríe de la misma forma, con malas intenciones.

-Izbell- disfruta de llamarla por su nombre para sorprenderla.

-Se confunde de persona- la sonrisa no se borra de su rostro, sus emociones están muy bien controladas.

El hombre vuelve a reír.

-Te conozco- le confiesa-, vengo a pagar parte de mi deuda.

-¿Quién diablos...?

-No puedo decirte mi nombre- él la corta-, pero puedes llamarme luz o sombra.

Por un segundo, un pequeño recuerdo se cuela en su mente. Lo guarda muy bien para más tarde.

Entonces el tren para, han llegado a la siguiente casa. El hombre se levanta al mismo tiempo que Clearke, ella no puede creer lo que ve: él saca el arma que lleva escondida en el abrigo y se dirige al frente sin decir palabra, solo dispara a las cinco personas de los primeros asientos, ella no pierde tiempo y se une a lo que ella misma comenzó.

Cuando los gritos son callados y las balas dejan de volar, Clearke se gira con la pistola apuntando al frente, el hombre la observa con diversión mientras guarda su propia arma.

-Aún no termino- le dice-, te ayudaré con los otros bastardos, como hoy en la madrugada.

Y baja del tren.

‡•‡

Dos Días:

Sebastian llevaba más de cuatro horas metido en el laboratorio y aún no obtenía buenos resultados.

Había pedido que nadie lo molestara, que estaba haciendo unos estudios importantes para enviar reportes coherentes con el estado de las murallas.

-¡Gran mierda!- la frustración estaba dejándose sentir en esa habitación.

Era inevitable, Sebastian ya había probado todas las cosas que pasaban por su cabeza y no podía mantener congelado nada fuera del laboratorio.

-¿Qué está faltando?- la pregunta de hace más de una hora.

No habían resultados buenos, tenía solo dos días. Sí, dos días, el tiempo realmente pasaba volando en esa asquerosa prisión. Ya serían libres... Pero ¿Cual era el precio de esa libertad?

Era suficiente, si seguía pudiéndose más a él mismo terminaría roto mentalmente, inservible. Debía descansar un poco, por el bebé de Mikaela y Yuuichiro.

Regresó a la casa en el centro de la muralla, todos estaban preparados para almorzar.

Eso le recordó el poco tiempo.

No, se dice mentalmente mientras toma asiento junto a los demás, no queda más de un día para huir.

-Chicos- era el momento de decir la verdad-, yo...

-¡Sebastian, no seas molesto!- Ciel lo regaña-, come y luego hablas, imprudente.

No, Ciel, no puedes pedirme que calle más tiempo la verdad...

-Lo que sea que quieras decir- murmura mientras toma los cubiertos-, será mejor escucharlo después de comer. No arruines la comida con malas noticias.

Un escalofrío le recorre el cuerpo.

-¿Lo...?

-Callate.

Todos comen con la mirada baja, algunos parecen muy preocupados, otros se dedican a ocultar la verdad en sus ojos.

La comida pasa silenciosa, se alarga un poco, dejan notar lo mucho que les incómoda hablar sobre lo que viene, pero el momento llega.

-El papel no se había quemado por completo. "Cuatro días". Eso es todo lobque pude leer, y haciendo las cuentas puedo decir que faltan dos días, pero... ¿Para qué?

Todos lo ven con ansias.

Ellos no saben lo otro.

-Clearke necesita que estemos en la puerta de la muralla a las 6 de la tarde pasado mañana.

Los corazones se alteran mientras el miedo se esparce.

-Sabía que era algo así- Eren parece asustado- ¿No dijo más?

Sebastian traga saliva con dificultad.

-Armin Arlert les contó todo lo que ocurrirá en dos días.

Permanecen paralizados unos cuantos minutos, digiriendo la información.

-Dijo... Que su salvación llegó tarde- recuerda Yuuichiro.

Levi se levanta con la ansiedad pintada por todo el rostro.

-No quiero morir quemado- repite incansablemente, comenzando a rascarse el antebrazo.

De todos en esa habitación, Sebastian nunca llegó a creer que Levi Ackerman fuese quién tenía un tic nervioso.

El aislamiento cambia la mente.

-Levi, calmate- Eren se levanta para intentar calmarlo.

-No quiero morir, Eren- le responde, saliendo de apoco del trance.

Dejó unas marcas enormes y rojas en su pálida piel.

-Levi, mirame- sosteniéndolo del rostro logró su acometido-, estamos hablando de Clearke, ella no nos dejará morir.

Su expresión no da muchos detalles de los sentimientos, pero Eren lo comprende a la perfección.

Mientras Eren le da sorbos de agua a Levi para mantenerlo calmado, Yuuichiro permanece pálido y perdido, Mikaela está casi en las mismas condiciones.

Son el retrato del miedo mismo.

Estaban perdiendo contra el Miedo, ese del que Sebastian huía desde hace mucho.

Entre esos devastadores pensamientos, Sebastian terminó haciendo los cálculos.

El día en que debían huir era el mismo en que se cumplían 3 meses dentro de la muralla.

-Solo tres meses- susurra.

Ciel niega con la cabeza.

-Parece que fue hace una eternidad que estamos aquí.

Una eternidad.

‡•‡

Un día:

Clearke había conseguido a un magnífico compañero de asesinatos, Sombra era realmente bueno con disparar a distancia.

Llevaban 465 de los altos mandos por los 585 inocentes que murieron dentro de las murallas sumados sus padres y Guren Ichinose.

-No te ves nada mal cubierta de sangre- se burla Sombra al acercarse.

-No notarán esto hasta mañana en la noche- lo ignora.

Sus miradas son de completos psicópatas, ellos realmente se entienden.

-Aún son las 11:59- Sombra le dice-, falta la última casa y salvar a tus chicos.

Clearke guarda el arma mientras Sombra le acerca un abrigo.

-No, Sombra- lo para ella-, hay un lago cerca.

Él abre los ojos, expectante.

-¿Tomaremos un baño?

-¿Quieres que regrese con el pelo del mismo tono que el tuyo?

Sombra gira los ojos, divertido.

-Ve y te espero aquí.

Más y más sangre.

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