Capítulo 7 "Disparos al aire"

    Gordon y Selina caminaban hacia lo más profundo de la comisaría, haya donde la pequeña fortaleza escondía un pequeño cuartel cuidadosamente vigilado por soldados férreamente armados. Era como una pequeña cárcel oculta para el mundo exterior y un lugar perfecto para todos aquellos delincuentes a punto de ser juzgados por sus crímenes o condenados a pasar futuros años en prisión, tal y como me ocurriría a mí.
Las luces verdes yacían quietas en cada puerta. Esperaban cambiar de color cuando algún policía las sobrepasara para enfrentarse cara a cara al homicida que hubiera en su interior. Los barrotes grises nos rodeaban a todos y convertían aquel sitio en una lúgubre penitenciaría del terror. Aunque yo ya había estado en asedios peores, sitios como El Psiquiátrico de Arkham, el cual cambió mi forma de ver la vida y mi forma de ser para siempre.

    La Comandante Kyle y el comisario se pusieron ante la verja que los separaba de mí persona. Además, iban protegidos con tres soldados perfectamente uniformados, con chaleco antibalas y cascos para mayor protección.
Todos me miraban confusos, observando mi lamentable estampa aparentemente débil y endeble. Mi cuerpo, pegado fielmente al frío suelo de la prisión, descansaba y mantenía bajo una apariencia relajada mis ganas de marcharme.

    —La ha costado despertar, pero parece que se le ha pasado el efecto de los estupefacientes —les decía uno de ellos.

    Parecían interesados en tener contacto directo conmigo, tanto fue así que finalmente abrieron la puerta para poder pasar a la celda. Sin embargo, Gordon y Selina se quedaron fuera y dejaron a los tres soldados ante el peligro.
La luz verde de esa reserva se transformó en roja y un sonido perturbador inundó nuestros oídos para hacerle saber a todos los guardias de la comisaría que la celda en la que me encontraba estaba abierta. Sinceramente, yo no habría hecho eso.
Pero dejando a un lado la opción de que podría tener alguna oportunidad para escapar, no podía evitar mirar con desdén a James. Odiaba todo lo que había pasado entre nosotros y haber tenido que llegar a este extremo para que él mismo se diera cuenta de lo que me había hecho. Quería que viese en lo que me había convertido por su culpa, pero no gracias a él. La nueva Harleen estaba mejorada y había combinado su locura con el deseo de ser amada de una forma aplastante. Ahora, al sentirme querida por El Joker no necesitaba otra cosa que ser libre y si él no era capaz de ayudarme a huir de esta situación lo haría por mí misma. Pues, por primera vez en mi vida, el amor me daba fuerzas para intentar seguir hacia delante.

    Es por ello que me mantuve callada y paciente. La confianza era un fallo que necesitaba tener por parte de aquellos soldados. Así que esperé al momento correcto y cuando ambos soldados se distanciaron por mis laterales para cogerme de los brazos de cuclillas yo me alcé con todas mis fuerzas para arrearle una potente patada al tercer guardia de enfrente. Entonces, mientras realizaba una acrobacia en el aire para deshacerme de las manos de los soldados intentaba caer de pie sin perder de vista mi objetivo y tras pegarle un puñetazo a uno de ellos, le quitaba al otro una pistola de su cinturón para disparar a Gordon. Lastima que la comandante fuera rápida. La chica pudo percatarse de mis intenciones antes que nadie y salvarle la vida justo cuando la bala fue disparada y enviada en dirección al pecho del comisario. Quería darle en el corazón y hacerle sentir el mismo dolor que había sentido yo. Pero Selina lo empujó y el proyectil de latón acabó arañando la superficie de la piel de uno de los brazos de ella. Tras esto, el soldado que había quedado en pie consiguió tirarme al suelo y neutralizarme. Después, los otros dos se levantaban rápidamente para ayudarle.

    —¿Estás bien? —la preguntó Gordon, al ver lo que había hecho por él.

    La muchacha se observaba la camisa rajada y manchada de sangre. Entonces se tapaba la herida con su mano para proseguir con el procedimiento.

    —Sí, no es nada —le dijo, mientras lo invitaba a levantarse con cuidado.

    Quizás me habían subestimado, pero ya no lo volverían a hacer.

    —Ponerla las esposas y encerrarla en la cámara de Gesell —continuó después, orgullosa—. Yo voy a curarme esto —refiriéndose a la herida.

    Aquella fue la primera vez que Gordon no corrigió a Kyle. Estaba asustado por lo que había visto, pues no estaba seguro si aquella mujer a la que intentaba salvar era realmente yo.

    Los soldados me encadenaron y me quitaron de la cabeza el gorro de payaso que llevaba puesto, mas yo me aferré a él con mis dos manos y no iba a soltarlo. Era un regalo de "J" y no iba a dejar que me lo arrebataran.

    —Vamos, andando —me forzaba uno de los soldados para que saliera de la celda por mi propio pie.

    Entonces, la mirada de Gordon y la mía se cruzaron fugazmente en mitad de ese oscuro pasillo. Tal vez la aversión me había creado un sentimiento de rechazo y repugnancia tal alto que me impulsó a tratar de una forma negativa e increíblemente injusta a James. Algo que no entendía él. Aún así, yo seguía pensando en que él tampoco lo pensó demasiado hace meses, cuando decidió apartarse de mí.

    Aislada en aquella sala repleta de silencio, jugaba con mi sombrero mientras esperaba la llegada de alguien. Observaba la mesa anclada al suelo y mis manos encarceladas en aquellas cadenas pegadas a la mesa. No había manera posible de salir de allí. No sin ayuda. Así que me limité a esperar mi destino.

    Mientras, desde el otro lado del vidrio de la habitación, Selina y Gordon se ponían de acuerdo para continuar con su estrategia, ya que mi mágica aparición fue un punto a favor para buscar información sobre el paradero del Joker.

    —No puedo hacerlo —le confesaba Gordon—. No puedo entrar ahí como si nada e interrogarla.

    —Es algo a lo que tendrás que enfrentarte tarde o temprano —le hacía saber Selina, con tacto y mientras le ponía una de sus manos en el hombro.

    Él me miraba a través del cristal y observaba mi cara manchada por todo aquel maquillaje corrido, mis tatuajes al aire y mi pelo rubio sucio y sudado por haber ido tapado durante tanto tiempo por dicho gorro pomposo.

    —Lo sé, pero... —la contesto realizando una pequeña pausa—, todavía no.

    Fue por esta razón por la que Selina optó por realizar ella misma la interrogación. Entendía que James no sería capaz de hacerlo, no sin recordar algo que le removiera antiguos recuerdos. Por lo que tras escuchar sus palabras y mirarle con ternura, decidió entrar sola a la habitación.

    Ahora la chica llevaba chaleco antibalas. Un gesto que me hizo saber que no confiaba mucho en mí, no desde que intenté disparar a James. Así que tampoco me creí mucho su falsa sonrisa con la que esperaba comprarme.
Kyle cerró la puerta con calma y se mantuvo con distancia mientras me hacía saber:

    —Hola... —cuidadosa—. Mi nombre es Selina Kyle —haciendo una pausa—. Soy comandante y su psicóloga personal.

    Inmediatamente, le transmití una irónica mirada de rencor, ya que conocía a la perfección aquella presentación de palabras. Yo misma había interrogado a muchos otros delincuentes antes, tal y como estaba empezando a hacer ella con Gordon.

    —Voy ha realizarte varias preguntas que podrás ir respondiendo poco a poco y sin ningún tipo de presión —me seguía contando, al mismo tiempo que se sentaba en la silla que había en el otro lado de la mesa.

    Tras esto, apoyó sobre el tablero el culo de un cuaderno para que yo no viera lo que estaba escribiendo.

    —¿Sabes por qué estás aquí? —me preguntó después.

    Con superioridad me dirigí hacia ella y la realicé otra pregunta:

    —¿Cómo me habéis encontrado?

    Sinceramente, pensaba que no iba a contármelo, pero me equivoqué. Ella no tuvo ningún problema en decírmelo, ni lo que ambos estaban buscando que yo les contara.

    —El comisario Gordon obtuvo un chivatazo sobre tu localización. Aunque no sabemos de quién. Solo sabemos que gracias a él te encontramos en el parque de atracciones abandonado y que en ese momento estabas bajo los efectos de varias sustancias tóxicas —haciendo una pausa—. Era como si alguien hubiese querido drogarte lo suficiente como para que no recordaras nada.

    En ese momento tomé aire. Estaba segura de que la única persona que pudo ayudarme fue aquel chico entrometido que se coló en La Sala Iceberg del Pingüino. Pero, ¿cómo? El Joker tampoco parecía haber sido partícipe de aquello. "¿Entonces, cómo es que Oswald decidió soltarme? Aún no había cobrado la deuda de "J" o... tal vez sí", pensé decepcionada.

    —Solo queremos saber quién te hizo eso.

    Aunque yo seguía sin contestar. Me había quedado bastante sorprendida, tanto que tras mi reflexión la desilusión no me dejó responder.

    —¿Fue El Joker? —continuó hablando Kyle para intentar llamar mi atención—. ¿Por eso él está protagonizando los robos por sí solo, porque te ha hecho esto?

    Aunque con esto, la chica me devolvió la esperanza. Con sus palabras, Kyle me hizo saber que "J" no me había abandonado. Al contrario, él siguió protagonizando robos durante el tiempo que El Pingüino me tuvo cautiva para intentar saldar su deuda y rescatarme.

    —Fue El Pingüino —confesé en voz baja.

    —¿El Pingüino? —repitió ella al no entenderme bien.

    —Sí, él me mantuvo secuestrada. Por eso "J" está trabajando solo —expliqué.

    Entonces observaba como jugaba con ese gorro de payaso y llevaba mi vista hacia abajo, enojada.
Sí, aquí es donde empezó todo realmente, el lugar donde comenzó la liberación de Harley Quinn. Es decir, mi liberación.

    —Estas en la comisaría de Gotham, te encuentras bajo detención policial. Estas acusada de haber sido cómplice de la fuga de uno de los criminales del Asilo Arkham —me dijo.

    Mas yo no contesté, por lo que ella prosiguió:

    —¿Es eso cierto, Harleen?

    Sin embargo, aquella chica de la que hablaba ya no existía.

    —Mi nombre es Harley Quinn —la hice saber, con mal genio.

    —Perdón, eh... Harley —confusa a la misma vez que un poco asustada.

    Tras esto, Selina tragó saliva y se dirigió hacia el opaco cristal. Estaba claro que se estaba comunicando con Gordon y yo sabía que él se encontraba observándonos con suma atención.

    —¿Usted conocía al Sr. "J" antes de trabajar en Arkham?

    En ese momento, mis ojos se clavaron en los de la chica. Pensé en qué contestar, pues quería decir la verdad para que ella pudiera escuchar mi versión ante la presencia de James. Pero se me adelantó con otra pregunta:

    —¿Por qué empezaste a trabajar en Arkham, Harley?

    Yo era psicóloga. Sabía perfectamente que Selina me haría tantas preguntas como fuera posible para sonsacarme la información que quería. Por eso contesté de inmediato.

    —Yo no quería trabajar allí —dije.

    Entonces dirigí mi vista hacia el cristal, de tal manera que Selina intuyó que había algún dato en toda esta historia que se la estaba escapando. Y aunque ella ya sabía gracias a Bruce que Gordon y yo fuimos más que amigos, no entendía por qué razón ambos nos habíamos distanciado tanto.

    —¿Crees que por ese motivo puedas haberte acercado al Joker? —se atrevió a decir.

    Por lo que yo tampoco me contuve y confesé lo que realmente pensaba:

    —Con él soy libre —calmada.

    Sin embargo, Selina parecía no entender mis palabras.

    —No —continuó diciéndome, confundida—. Te recuerdo que estás bajo detención policial.

    Pasota, murmuré una corta carcajada.

    —Él vendrá a por mí —la hice saber—, lo sé.

    Tras esto, observé su rostro aterrorizado. Después no pude contener mis ganas de reír.
Sinceramente, ¿creían que podrían mantenerme allí dentro durante mucho tiempo? Apostaría lo que fuera a que ya estaba en boca de toda la prensa y que El Joker daría con mi paradero antes que la policía con el suyo, pues no iba a ofrecerles mi ayuda para conseguirlo.
Aún así, tras aquel ataque de risa me percaté de que hasta que "J" encontrara una manera de sacarme de allí yo seguiría encerrada entre las cuatro paredes de una celda. Es por ello que dichas carcajadas se convirtieron en llantos. Entonces sollocé.

    Hasta yo misma reconocía que estaba psicológicamente loca. Pero la locura era la única opción más sensata para no recaer en una depresión por culpa de la ansiedad y mi apoyo particular era el amor que había forjado con El Joker.

    Con esto, Selina concluyó con su interrogatorio y salió de la sala. No habían sacado nada en clave, salvo que estaba increíblemente desquiciada y obsesionada con serle fiel al payaso que había conocido en Arkham.

    —No la reconozco —le dijo Gordon en cuanto ella cerró la puerta que daba a la habitación—. Ese hombre la ha traumatizado.

    Incluso parecía darle pena. Pues la mirada que transmitía James era de tristeza.

    —Él... y todo lo que tuvo que vivir en Arkham durante los meses que estuvo trabajando con los sicópatas de ese lugar —le corrigió Selina—. Eso te cambia.

    Entonces Gordon supo que Kyle había entendido lo que había ocurrido entre él y Harleen hace unos meses atrás. Yo misma se lo había dicho durante el tiempo que estuvimos hablando. Por lo que Selina ya no vio a Gordon con los mismos ojos. Mas el comisario intentó desviar la conversación para no discutir:

    —Ni siquiera la reconozco al hablar —aparentemente absorto—, es como si la hubieran transformado en otra persona completamente distinta, ajena a quien era de verdad.

    Sin embargo, Selina siguió intentando entenderlo todo.

    —Tal vez es porque tu tampoco la conocías al cien por cien —le dijo ella desafiante, justo después de escucharle.

    Molesto, Gordon la miró con incertidumbre, aunque también con un atisbo de amenaza. Entonces Selina recordó que ella acababa de llegar a la comisaría y que era una de las incorporaciones más jóvenes de la academia. No la convenía llevarle la contraria a James. No por el bien de los casos y concretamente por este mismo que llevaban los dos entre manos.

    —Perdona, no quería decir eso —finalmente avergonzada.

    El comisario tomó aire y respiró hondo para comprender que ella solo quería ayudar y que en sí ese era su trabajo. Encontrar las respuestas correctas para dar con la verdad de todas las historias que se encontraban relativamente incompletas.

    —Esta bien —la dijo para tranquiizarla—, solo es que se me hace difícil verla así —la explicó al volverse a referir a Harleen.

    Tras unos segundos, Gordon se quedó pensativo y le pidió a Selina una cosa que de haber sido otro preso nunca se lo habría ofrecido.

    —Búscala un abogado y mantenerla encerrada hasta que nos cuente algo que nos sirva para hayar el paradero del Joker, pero quitarla los grilletes.

    Realmente Selina pudo entender que yo fuera la debilidad de James, pero no tanto como para comprender por qué debía ordenar a sus hombres que me mantuvieran apresada de una forma más cómoda que al resto de presos. En teoría, la justicia debía de ser igual para todos.

    —Buen trabajo, Kyle —terminó diciéndola.

    Pero ellos dos no eran los únicos que buscaban respuestas dentro de toda esta historia.
Encerrado en su sótano secreto, Bruce buscaba información sobre El Joker en el ordenador. El grito de los murciélagos lo mantenía concentrado mientras tecleaba las teclas para escribir el nombre del criminal en internet.

    No paraban de salirle anuncios del nuevo villano que campaba a sus ancha por la ciudad. "El payaso del crimen", lo llamaba la prensa sin más. Sus fechorías se reducían a un número de delitos increíblemente parecidos, casi todos con víctimas que lamentar.
Pero lo que más le llamó la atención fue la aparición del nombre de Harleen Quinzel en uno de los artículos. "Ex-estudiante de la Universidad de Ciudad Gótica y expsiquiatra de El Manicomio Arkham, posible compañera del criminal conocido como Joker", ponía en el título de la noticia. Gracias a ello, Wayne pudo concocer la estraña desaparición de Harleen, una curiosa coincidencia al verse reflejada con la famosa aparición de la villana Harley Quinn. Entonces dejó de buscar información sobre El Joker, ya que no encontró nada más importante de lo que ya había leído y optó por leer las pocas noticias que había sobre Quinn. Aunque tampoco encontró nada importante, salvo una foto de Harley junto con una de Harleen. En verdad, al compararlas eran relativamente parecidas, salvo por los tatuajes y el estilo propio que llevaba cada una de ellas.
Por esa razón, Bruce decidió imprimir varios folios con las fotos de Harleen, Harley y El Comisario Gordon. Lo cierto es que la conversación que tuvo con él en la comisaria no le sacó de muchas dudas y tampoco lo tranquilizó. De hecho, empezó a desconfiar de él, pues sabía que tuvo contaco con Quinzel y por ello Gordon se convirtió en una incógnita más en su tablón de sospechosos.

    Sin embargo, todos perderían aquella baza que habían encontrado por el camino, pues yo estaba segura de que tarde o temprano "J" acabaría dando conmigo.

    Entonces me tumbé en la dura cama que tenía en mi celda y me eché la manta que los guardias nos habían dejado para no pasar frío durante la noche.
Aquella fue la primera vez que vi la comisaría al anochecer, a pesar de las muchas veces que había ido a trabajar. Todo estaba en silencio y nuestra tutela recaía sobre dos policías que se quedaban vigilando en la garita de la prisión, sin contar los otros muchos que se encontraban descansando por si ocurría alguna emergencia...

    —Niña pija... —se atrevía a decirme el preso que se encontraba a mi izquierda.

    Sus manos quedaban pegadas en los barrotes y esperaba con ansia a que lo contestase. Yo sin embargo, decidí seguir descansando, arropada bajo aquellas sábanas que me daban tanto calor mientras abrazaban mis extravagantes curvas de mujer. Lo miraba pasota, observando sus duras facciones y decrepitosas pintas.

    —¿Quién eres tú para tener más miramientos que un delincuente normal? —se quejó.

    A diferencia de ellos, mis muñecas no estaban contenidas y aún mantenía conmigo aquel sombrero del que prefería no despegarme. A parte de eso, todos éramos iguales. Pero no fue con esto por lo que consiguió enfurecerme, sino con lo siguiente que tenía pensado decirme:

    —Solamente eres una payasa —para insultarme.

    Con rencor, clavé mi mirada en sus dientes podridos, aquellos con los que quiso dedicarme una escalofriante sonrisa de burla. Fue en ese momento cuando me incorporé y me deshice de la manta que me había estado tapando hasta entonces.

    —Uh... —se seguía riendo—. ¿Qué vas a hacerme? —al observar el gorro sujeto por una de mis manos—. ¿Darme con ese sombrerito pocho hasta que se te rompa alguna de tus uñas?

    Me dispuse a ponerme el gorro con suma paciencia para que se adheriera bien a mi cabeza. Estaba intentado no oír sus sucias cantaletas, cuando el sonido de una fuerte alarma taponó nuestros oídos. Todos y cada uno de lo que nos encontrábamos encerrados nos pusimos en pie para ver que pasaba, momento en el que vimos a los soldados corriendo hacia el inicio de la sala.
Todo estaba inundado por aquella luz roja que nos asustó en un primer momento. Estaba pasando algo en la zona con menos protección que tenía la comisaría. Y es que parecía que alguien hostil había tomado el control de esta.
Sin embargo, los dos soldados no consiguieron salir de la sala. De repente, una explosión hizo reventar la puerta de contención que nos mantenía separados del resto de la comisaría y en pocos segundos el aire se contaminó de polvo.

    —Vamos, encontrarla —pude escuchar entre la niebla.

    Aquella voz me era tan familiar que incluso me alegró percibirla en aquel mismo momento. Sin duda no había nadie que pudiera haberme hecho más ilusión que ver a mi Joker. Pero a pesar de todo allí estaba, intentando rescatarme de ser enviada al lugar del que conseguí escapar con su ayuda.

    —¿Sr. "J"? —grité para estar segura.

    —¿Dónde estás, Harley? —continuó.

    Sí, era él. Y había venido acompañado por nuevos secuaces a los que yo mandaría también.
Así que, impaciente, saqué los brazos por los barrotes para que pudiera encontrarme lo antes posible. Tras esto, nuestras manos se volvieron a juntar al instante.
Se había puesto un traje para estar lo más guapo para la ocasión y es que se trataba de un acontecimiento importante, ya que aquello sería mi liberación.

    —Tienes que darle a ese botón —le dije mirando los mandos que había junto a mi prisión.

    Por lo que, mientras que los hombres del Joker tomaban como rehenes a los policías de la comisaría, él me abría la puerta de la celda al apretar el botón. Fue entonces cuando torné a tomar aire y entendí que había recuperado mi libertad, otra vez... Después, pude volver a sonreír y me abalancé sobre El Joker para abrazarlo entre mis brazos y él a mí. Me sentí tan bien al hacer eso que incluso el olor de la batalla no me sabió amargo.

    —Ya te tengo, pastelito —me dijo con cariño.

    —Bichito, te había echado tanto de menos... —tocando su colorido pelo.

    No pudimos evitar besarnos y él me dijo:

    —El Pingüino pagará por todo lo que te ha hecho —mientras alzaba por encima de nuestras cabezas una pistola tuneada y en la cual ponía "LOVE".

    Fue en ese momento cuando volví en sí y recordé lo que estaba haciendo antes de que "J" apareciera en escena.

    —Sé cuidar de mí misma —le hice saber al ver aquella arma de fuego.

    Tras esto, se la quité con cuidado para tomarla prestada durante unos minutos y me dirigí hacia la celda de al lado. Aquel criminal que osó mofarse de mí ya no era tan valiente tras ver lo que mi novio y yo éramos capaces de hacer.
Se escondió en una de las esquinas, asustado. Mas yo abrí la puerta y pasé a dentro.

    —Por favor, no me mates —me imploraba, arrodillado ante mí—. No era verdad todo lo que te he dicho, ¡sólo era una broma!

    Pero al escuchar sus palabras me detuve y me mantuve de cuclillas ante él. Mi tranquilidad lo dejó respirar y escuchó con suma atención mi pregunta:

    —¿A caso quieres jugar conmigo? —mientras apoyaba la boca de la pistola en su mentón.

    Pude notar como tragó saliva de una forma forzada e increíblemente incómoda justo antes de contestarme:

    —No, jamás haría eso —mirando a "J" aterrorizado—. Nunca retaría a El Joker.

    Pero yo quería que me mirase a mí, no ha "J", por eso lo redirigí con la pistola hacia mis ojos azules, a los cuales quería que mirase cuando aquella arma acabase con su estúpida existencia.

    —Con Harley Quinn no se juega —le avisé.

    Entonces apreté el gatillo del arma y un chorretón de sangre impactó en mi cara. Me mantuve durante unos segundos quieta, hasta que opté por levantarme para mirar de lejos a "J". Él me transmitió una sonrisa y yo no pude evitar sonreír.

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