Capítulo 19 "Vida oculta"
Mientras tanto, las obras en la guarida que había creado Bruce Wayne no cesaban. Dick Grayson había comenzado a dirigir una costosa construcción secreta bajo el nombre de varias empresas que no preguntaron nada debido a la remuneración que recibieron a cambio del trabajo realizado. Pero a pesar de ello, Bruce no se distraía de sus ocupaciones. Se mantuvo al margen del proyecto que estaba preparando Dick y, en cambio, se dedicó a leer todo el diario de Pamela Lillian.
Se ocupó de leer cada página, cada párrafo escrito por las manos de la mismísima Hiedra Venenosa. Cada uno de sus secretos sacados a la luz, todas sus intimidades y miedos más profundos encontrados en las hojas de un mismo libro viejo.
Tardó tantas horas en leerlo que Bruce tuvo que ayudarse de algún que otro café para no caer rendido durante la noche. Además, la información le pareció tan interesante que sintió la necesidad de contarle a Dick todo lo que había averiguado sobre ella, sobre todo aquello que contaba Pamela al final de su libreta.
Aquella misma mañana, al amanecer, Bruce fue en busca de Dick a la entrada de la mansión, donde el camino para los autos quedaba decorado por los jardines de la parcela.
El muchacho había estado preparando un proyecto arquitectónico que mejoró las instalaciones inferiores de la estancia. Llevaba una tablet como pizarra de trabajo y se le veía concentrado en poner a prueba todas las mejoras que quería realizar en la guarida secreta que había creado Bruce
—Dick, ¿que estás haciendo? —le preguntó el Sr. Bruce nada más verlo.
El chico despertó de su letargo y volvió en sí para responder a su socio lo más rápido que pudo:
—Tenía pensado enseñártelo cuando todo estuviera acabado.
—Dice Alfred que estás haciendo un lavado de cara a todo este lugar.
Y es que esto era real. Las obras en toda la casa no cesaban y la estructura que estaba provando Grayson en aquel mismo momento era algo de otro planeta: las fuentes del jardín tornaban el agua hacia el exterior de la casa, hacia el acantilado que la abordaba. Desde allí, toda esa fuente formaba una densa cascada que ocultaba la enorme cueva que se introducía hacia la mansión. Un sensor controlaba la entrada y dejaba pasar al transporte adecuado cortando el agua de la cascada.
—Sí... Esos obreros trabajan más rápido que nosotros buscando pistas —comentó Dick aparentemente sonriente.
—Hablando de pistas, he estado leyendo esto —le dijo enseñándole el diario de Pamela Lillian.
—¿El diario de Pamela? —preguntó el chico, inseguro al no recordar bien el aspecto del cuaderno.
Bruce se lo ofreció para que el chico lo cogiera y lo viera de cerca con sus propias manos.
—Es bastante interesante —añadió Wayne—, sobre todo algunas partes en las que os nombra a ti y a Kate Kane.
Pero Dick sabía por donde iban los tiros y el comentario de Bruce estuvo fuera de lugar. Lo que hubiese hecho dentro de su vida privada solo le incumbía a algunas pocas personas en particular.
—Solo somos amigos —aclaró, refiriéndose a Kate.
—Pues ella no parece pensar lo mismo... —comentó Bruce, entrometido—. Pero dejando esto a un lado, parece que tiene montado algo más gordo que un simple laboratorio en su cuarto. Afirma hacer pruebas con humanos y aún así no tiene nada que contraste el resultado de sus esperimentos.
Por un momento, Bruce optó por robarle el libro para mostrarle el final de las páginas, allí donde un montón de fórmulas raras se daban a conocer entre incógnitas y montones de signos de interrogación.
—Eso es imposible —pensó Dick en voz alta—. Lo único que llegó a tener Pamela fue ratas y ratones de laboratorio.
—O puede que tuviera la clave perfecta para probar sus potingues sin la ayuda de nadie... —insinuó Bruce.
Grayson lo miró intrigado e increíblemente asombrado. Si ambos estaban pensando en lo mismo era porque Pamela podría haber sido extremadamente imprudente trabajando en su laboratorio ilegal.
—Lo estaba provando en su propio cuerpo —creyó Dick—. ¿Se lo estaba inyectando ella misma?
—Eso parece... —confirmó finalmente mientras cerraba el cuaderno y se lo entregaba al muchacho—. Durante sus estudios ha desarrollado tratamientos contra el cáncer y que retrasan el envejecimiento de la piel gracias al conjunto de plantas sanadoras que ella misma ha creado. Tratamientos que ha puesto a prueba con su cuerpo.
Impresionado, Dick se aterrorizó al pensar por un instante que Kate y él habían estado compartiendo casa con esa mujer, la cual se había transformado en la invencible e increíblemente poderosa Hiedra Venenosa.
—Ella misma se ha convertido en un monstruo —añadió Grayson, miedoso.
Aunque esto último no era del todo cierto, pues lo que no sabían Bruce ni Dick era que Pamela había caído dentro de los tanques de Ace Chemicals. Esto habría desencadenado una serie de factores que transformaron las células de Hiedra en otras completamente nuevas gracias a los tratamientos que Pamela se había estado dando previamente a escondidas.
Pero la peor cara de cada uno de los personajes no se daba a conocer de una forma tan sincera como lo había hecho Hiedra Venenosa.
Aquella misma noche, Selina Kyle vería a Bruce Wayne bajo el manto oscuro del egocentrismo y poder absoluto, el cual solía provocar mediante su patrimonio.
El Sr. Bruce había decidido seguir los consejos de su mayordomo Alfred. Wayne se escondería bajo su mismo nombre, asegurando a la ciudad que se trataba de un nombre inmaduro y maleducado incapaz de ser quien se escondía bajo la máscara del murciélago.
La aparición de Bruce Wayne en uno de los hoteles más lujosos de Gotham movilizó a las masas y a muchos de los medios de comunicación... Las cámaras lo seguían incansables porque el multimillonario rara vez se dejaba ver en público. Y La Agente Kyle utilizaría aquella oportunidad para abordarlo. Al fin y al cabo, la policía podía entrar en cualquier lado, por muchos peces gordos que hubiera...
Así que Selina se coló entre el público y transpasó las puertas del hotel utilizando su identificación. Su sorpresa fue cuando llegó a la sala en la que le habían dicho que se encontraba el hombre al que estaba buscando. Se trababa de una fiesta privada e increíblemente bien montada. La piscina interior explicaba por qué había tantas mujeres en bañador y los camareros que se paseaban de lado a lado de la enorme habitación ofrecían copteles para una correcta bienvenida a aquel templo lleno de vileza. Era una subordinación de imperturbabilidad. La alta música y las potentes luces de colores hacían de aquella discoteca una inmadura fiesta ahogada entre jovenes imprudentemente alcoholizados. Y entre ellos se encontraba Bruce Wayne.
Sentado en una mesa algo concurrida, el millonario observó a Selina entre todas esas chicas. Sin duda, la comandante daba el cante dentro de aquella farra. Ambos eran los únicos bien vestidos entre toda aquella mamarrachada.
—Sr. Bruce Wayne —lo llamó la agente al acercarse al círculo de personas en el que se encontraba el multimillonario.
Bruce se incorporó acomodado entre los brazos de las chicas que lo rodeaban inquietas y bajaba sus piernas de encima de la mesa. Su mirada acababa de curzarse con la de Selina y fue tan especial como la primera vez. Aún que, teniendo en cuenta el personaje arrogante al que tenía que dar vida para no levantar sospechas sobre la identidad de Batman, Wayne acabo sometiéndose a ser maleducado con la policía:
—Selina Kyle —aparentemente sorprendido—. No recuerdo haberla invitado a la fiesta.
—No necesito el permiso de nadie para entrar aquí, soy policía —añadió para defenderse sin a pesar mover un dedo.
Entonces Bruce quedó pensativo, pero se mantuvo sentado. Evitaba la mirada felina de la chica por encima de todo intentando responder con palabras sumarias.
—Entiendo —haciendo una breve pausa—. ¿Y en qué puedo ayudarla, Agente Kyle? —algo prepotente.
—Teniendo en cuenta que no quisiste hablar con mi compañero, el Comisario James Gordon, me he visto en la obligación de venir a buscarte... —le explicó ella, seria—, cuando aún te dejas ver, de repente.
Selina parecía sorprendida por todo lo que estaba viendo allí, pero sobre todo le decepcionó ver a Bruce así, entre aquel ámbito de personas.
—Sí, eso me han dicho —afirmando que todo aquello era cierto —. ¿Y bien? Soy todo oídos.
—La Fábrica Ace Chemicals —terminó diciendo Kyle, para ir al grano—. Allí hay un montón de tanques de ácido sin usar. Necesito saber que contienen.
—No lo sé —frunciendo el ceño—, esa fábrica se cerró hace años. Ni siquiera yo he llegado a conocerla en funcionamiento.
—Pues la policía quiere que tú y tu empresa cerréis de inmediato toda esa instalación —le hizo saber—. Te tienes que deshacer de esos tanques, Bruce.
En ese momento, a Wayne le entró la curiosidad.
—¿Por qué? —preguntó él, intrigado.
—No son legales y El Joker ya ha conseguido colarse dentro de la instalación una vez. La fábrica no es segura, necesitamos que la clausures para siempre, para que nadie más pueda pasar a su interior.
Pero Wayne no estaba de acuerdo en eso. Si El Joker había elegido ese lugar para realizar uno de sus crímenes debía ser por alguna razón que necesitaba averiguar para descubrir la verdad.
—Eso no lo puedo hacer —comentó.
—¿Por qué no? —continuó ahora ella, confusa.
Si la policía quería cerrarla era por una buena razón y Bruce quería saber el por qué. Mas Selina no se lo iba a decir.
—Esa fábrica lleva en mi familia desde hace años y, aunque no tenga ganancias, cerrarla a cal y canto me supondría una perdida de dinero importante.
—Me lo dice el hombre millonario de Gotham... —irónica.
Pero Bruce estaba hablando completamente en serio y esta vez sus ojos miraban fijamente a la chica mientras llevaba de un lado a otro levemente su cabeza.
—Lo siento, Selina.
Indignada, Kyle apretó sus labios con rabia para no dejar que ningún insulto saliera de su boca. Tragó saliva y continuó con firmeza:
—Si no cierras pronto esa fábrica, tendrás noticias de la policía.
Tras esto, Kyle se dispuso a marcharse al girarse en dirección a la puerta de salida. Mas Bruce optó por detenerla con otra de sus absurdas respuestas.
—Entonces esperaré —desafiante.
Selina se volteó amenazante. Dudó incluso si lo que sus oídos habían captado lo había escuchado realmente. Lo cierto es que no se habría esperado encontrar a un Bruce tan arrogante y no hacía nada más que preguntarse qué es lo que le habría ocurrido en este pequeño tramo de tiempo para que se hubiera transformado en otra persona completamente distinta a la que conoció inicialmente. Aún así, Kyle no contestó y se mantuvo firme ante su amistoso aviso. Por lo que cedió ante la burla marchándose del lugar sin conseguir nada.
Y aunque a Bruce Wayne le hubiera sentado mal tratar de aquella manera a la persona que más le ha llamado la atención en toda la ciudad, no trató de arreglar nada. Para salvaguardar la identidad de Batman debía mantener sus emociones a raya, aún sabiendo que podría perder a la mujer de su vida por ello. Para él era como un sacrificio a cambio de conseguir lo que quería lograr: conocer la identidad del asesino de sus padres.
La finalización de la fiesta desencadenó en Bruce una leve frustración. Como un incómodo dolor que no dejó de atosigarlo desde que empezó a tratar mal a la Comandante Kyle. Sabía que aquello había sido el comienzo del fin entre él y Selina, como si la aparición de Batman hubiera supuesto la muerte del antiguo Bruce Wayne. Ahora él era alguien frío para el mundo, un intruso para muchos y un desconocido para todos.
El alcohol se convirtió en su aliado aquella misma noche. Un error que Alfred detectó en cuanto Bruce entró por la puerta principal de la mansión. El millonario se tambaleaba de un lado a otro, aún sin perder el conocimiento de lo que hacía, pero con buena curda.
—Parece que lo de la fiesta no ha sido buena idea... —lo sorprendió el mayordomo.
Bruce llevó una de sus manos a la frente y escuchó como pudo lo que Alfred quiso decirle con voz tenue:
—Su pupilo, el Sr. Grayson, ha conseguido recrear un estupendo escondite para que usted pueda ser usted sin tener que... esconderse tras el alcohol —con pena.
Entonces, Alfred lo guiaba inconscientemente hacia la pequeña biblioteca de la casa, haya donde Dick lo esperaba sentado en uno de los dos sillones, junto a la calida chimenea. Este último leía el diario de Pamela con atención. Parecía haber encontrado un entretenimiento clave para olvidarse del dolor que sentía al tener lejos a Kate Kane, pero solo estaba consiguiendo almacenar incertidumbre y culpa hacia Lillian. Leer los secretos de Pamela, todas sus inseguridades y dudas sobre la enemistad que tenía con él era frustrante e increíblemente doloroso.
La sombra de Bruce lo incómodo por un segundo y Dick cerró el cuaderno para dirigirse al millonario.
—Bruce —dijo el joven asombrado de ver a su anfitrión en ese estado—. Alfred me dijo que estaba con tema de negocios... ¿Estás bien?
—Sí, sí —intentando quitar importancia al asusto—. Solo estoy un poco estresado.
El muchacho se levantó hacia Wayne mientras observaba como este mantenía una de sus manos sobre la frente.
—Sabes que puedes hablar conmigo si lo necesitas, ¿verdad? —quiso hacerle saber.
Realmente Wayne estaba agradecido de saber esto, pero ahora mismo tenía otras cosas más importantes en la cabeza.
—Me ha comentado Alfred que ya tienes todo listo —yendo al grano.
Levemente desilusionado al conocer el verdadero interés de Bruce hacia él, Dick le explicó sin ambages lo que había hecho con aquel lugar.
—La Batcueva ya está lista para funcionar.
—¿La Batcueva? —algo confundido.
—He pensado que sería un buen nombre para nuestro escondite —decía el chico mientras lo guiaba inconscientemente hacia la estantería donde accionar el libro que abría el pasadizo secreto.
—¿Qué has hecho, Dick?
—Tranquilo, jefe —le seguía comentando mientras observaban moverse la puerta secreta—. Si a Alfred le ha gustado a usted también le gustará.
Entonces ambos bajaron a oscuras por la escalera de caracol, hasta que Grayson se dispuso a tirar de la palanca que daba luz a toda la instalación. Tras esto, la cueva se iluminó de un color azul potente que daba a conocer el enorme escondite de última generación que había creado Dick durante la ausencia del Sr, Bruce.
Todo lo antiguo seguía en su sitio, aunque colocado de una manera más sofisticada e intelectual. Las pantallas del super ordenador que había instalado en el centro de toda aquella ingeniería tenían un almacenamiento ilimitado de datos y la imaginación de Grayson dio pie a la creación de una increíble base de operaciones. Aquella cueva escueta y sin ningún encanto, se había convertido en un cálido alojamiento para superhéroes. Ambos se podrían preparar tanto física como mentalmente con el diverso gimnasio que contenía el montaje. Había aparcamientos para automóviles y una pista enorme daba lugar a la inmensa, pero arcana salida de la Batcueva. Está misma daba directamente al exterior a través de la cascada, la cual cortaba su agua cuando algún tipo de auto autorizado llegaba al lugar.
—Bueno, espero que todo esto no sea una broma —comentó Bruce al no saber que decir. Realmente estaba asombrado.
—Créeme que es totalmente real.
Entonces ambos caminaban por la instalación, en dirección a la exposición de trajes: un nuevo uniforme para el antiguo Batman, mucho más fuerte y mejorado; tanto como el de su compañero.
—Ahora la máscara es un casco con radio integrada y la capa es a prueba de fuego —le explicaba Grayson—. Aunque tengo alguna que otra idea para mejorar aún más la capa.
Tras esto, Bruce observaba el otro traje negro y azul. El águila que adornaba el pecho de la armadura daba color al nuevo héroe que acompañaría a Batman durante sus misiones.
—¿Cuál es su nombre? —preguntó Wayne refiriéndose al que sería su compañero.
—Saluda al increíble y poderoso Nightwing —orgulloso de sí mismo.
—¿Nightwing? —curioso.
—Bueno, tú me pediste un nombre y yo te lo he dado —aclaró sincero—. Ahora tenemos que ver si realmente Batman y Nightwing pueden trabajar juntos.
Entonces Bruce tomó aire mientras observaba un lugar concreto de la Batcueva. Era algo parecido a una mini cárcel. Los barrotes de hierro separaban varias celdas de acero y se fijaba especialmente en el mecanismo de cierre, el cual iba mediante reconocimiento, como casi todo lo demás.
—¿Para qué es eso? —preguntó el millonario.
—Vamos a ir tras los villanos de Gotham, ¿no? —le explicaba Dick, ansioso por ponerse a trabajar—. Estas celdas están pensadas para villanos como El Joker.
Pero Wayne no estaba de acuerdo en eso.
—El Joker no es un villano —añadió—. Es un criminal y debemos tratarlo como tal.
Sin embargo, había algo en lo que Bruce se seguía equivocando. En Gotham ya no solo había criminales. Una nueva clase de villanos estaba sitiando la ciudad bajo un manto de oscuridad, tal y como Hiedra Venenosa había oscurecido Ace Chemicals con la ayuda de sus poderes.
Las raíces verdes se habían hecho con toda la fábrica y una niebla espesa desvanecía el fondo del lugar mientras los policías enviados por Selina Kyle se disponían a reexaminar el sitio del crimen. Jonathan Crane los guiaba despacio a través de la bruma, llevando a los cadetes hasta la entrada obstaculizada por finas y espeluznantes enredaderas. Allí, los agentes pasaron a la tenebrosa fábrica con pistolas en mano y apuntando a cada uno de dus flancos. Las linternas en medio de la noche iluminaban las instalaciones con sumo temor, hasta que los policías dieron con la enorme sección de los tanques de ácido. El color verde volvía a ser el protagonista de la escena y los agentes pudieron apagar las linternas para mantener sus manos ocupadas exclusivamente por las armas de fuego.
—Quietos —ordenó Jonathan, de repente.
Todos quedaron callados durante unos segundos y prestaron atención. Fue entonces cuando pudieron oír la voz de una chica, en concreto la de Kate Kane. Pedía ayuda y parecía exhausta. Es por ello que dieron con dicha mujer atrapada en lo alto de la instalación. Esta quedaba atada por unas lianas colgadas del techo, justo por encima de uno de los tanques.
—¿Kate Kane? —preguntó Crane para asegurarse de que habían encontrado a la chica desaparecida.
Ella lo miró desde lo lejos y le suplicó cansada:
—Ayudarme, por favor.
—Tranquila —la dijo convencido—. Vamos a sacarte de ahí.
Tras esto, Jonathan observó que uno de los pisos de la instalación estaba cerca de Kate. Así que tal vez podrían llegar a ella a través de allí.
—Que varios agentes se distribuyan hasta la segunda planta...
Mas no pudo acabar su orden, pues una fuerza sobrehumana había comenzado a atacarles. Las plantas se volvieron en su contra y un montón de brotes se abalanzaron sobre todos y cada uno de los policías para capturarles, al igual que Kate Kane. Las enreraderas los abordaron por completo y aunque algunos dispararon al aire de nada sirvió, las propias raszas les arrebataron las armas al apretar sus muñecas y los agentes quedaron colgados boca abajo, por encima de los tanques. Fue en ese momento cuando apareció ella, la famosa e inimaginable Hiedra Venenosa en persona.
—Dejarme adivinar... —comentó la villana con una seductora voz tras ver de cerca los uniformes de los policías—. Estáis buscando a Kate Kane.
—No les hagas daño —pidió Kate desde atrás.
Pero Hiedra no quería que hablase. Había encontrado una oportunidad para dar con el paradero de Dick Grayson y tener una opción de encontrar el valioso diario que la habían robado. Así que hizo que varias raíces brotaran alrededor de la cara de Kane para cerrarle la boca.
—Hagamos un trato —continuó diciendo Hiedra—. La vida de Kate Kane a cambio de Dick Grayson —aclaró—. Traerme al chico y ella será libre.
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