Capítulo 12 "El parque de la muerte"

    Allá donde el foco iluminaba descaradamente el cielo nocturno, Gordon esperaba frente al aire ventoso la aparición de aquel hombre enmascarado. Su silueta daba a conocer a un oscuro murciélago negro y su voz, tan grave como la había recordado, le pedía explicaciones:

    —Supongo que es a mí a quien quieres —comentó Bruce, confuso.

    James mantuvo las distancias, mas ahora su estampa no le transmitía terror, sino un atisbo de sosiego en este pozo de locura que estaba viviendo actualmente.

    —No sabía cómo contactar contigo —le explicó el comisario, despacio.

    Bruce se aproximó lentamente al foco, aunque alejado de James. No quería incomodarlo, ya que en ese momento no quería dar miedo.

    —¿Qué es lo quieres, Gordon? —yendo al grano, mientras con delicadeza movía la palanca del aparato para apagar la potente luz.

    En ese momento, los ojos del comisario se ampliaron enormemente, pues tras decir su nombre James supo que ese murciélago sabía muchas más cosas de las que parecía. Así que... "¿quién podría esconderse tras esa máscara?", se preguntó pensativo.

    —Pareces saber todo lo que ocurre en la ciudad...

    —Parece —le interrumpió el murciélago—, pero no lo sé todo —aclaró.

    —Entonces quizás puedas ayudarme —le hizo saber James, sin divagar—. Hay un hombre, lo llaman El Pingüino. La policía lo está buscando, pero El Joker lo ha secuestrado —haciendo una pausa para respirar—. Ahora mismo lo estarán persiguiendo y se dirigirán hacia lo que es el antiguo parque de atracciones abandonado.

    —¿Por qué allí? —curioso.

    Entonces recordó las palabras del Espantapájaros e intentó contarle lo mismo para que entendiera que el movimiento que estaba a punto de hacer la policía era muy peligroso.

    —Creemos que El Pingüino... tiene un negocio y que Joker le debe dinero —continuó diciendo—. Tenemos sospechas de que ese payaso va a vengarse, pero... temo que El Pingüino haga daño a Harley Quinn.

    Tras esto, Bruce entendió por qué le había hecho ir hasta allí. Él sabía lo que Gordon le iba a pedir, ya que Harleen había sido su prometida meses atrás.

    —Yo no salvo a asesinos —se anticipó el murciélago, al mismo tiempo que hacía el amago de marcharse.

    —Harleen no es una asesina —proxiguió James con esperanzas de que aquel hombre enmascarado le ayudara.

    Y lo consiguió, pues después de sus palabras Bruce se detuvo y quedó pensativo. Relamemte él no conocía todo lo que había visto Gordon. Wayne aún no se había topado de cara con la nueva villana de la ciudad y todos los crimenes que me rodeaban parecían ser siempre obra de "J". Lo que no sabía Bruce era de quién pertenecía el cerebro que se escondía detrás de cada plan extratéjico del Joker.

    —¿Aún la quieres? —le preguntó el murciélago, sin dejar de dar la espalda a Gordon.

    El comisario tragó saliva y contestó sincero. Si de verdad quería ayudar a su exprometida, tenía que convencer a ese hombre de que estaba haciendo lo correcto para Gotham.

    —Solo quiero que se haga justicia, pero sin que nadie la haga ningún daño.

    Wayne lo escuchó volviéndose hacia él con lentitud. Entendía en qué situación se encontraba y lo difícil que era vivir sin poder hacer nada para salvar a la gente a la que se quiere. Por eso, optó por oír una última vez aquello que tanto le estaba pidiendo James:

    —Por favor, ayúdame.

    Era algo que no le incumbía, pero si quería sanar esta ciudad y dar con el asesino de sus padres, tenía que abrirse camino entre los demás criminales. Hacerse ver en la calle, dar a conocer al caballero oscuro que traería de vuelta la paz a la ciudad de Gotham...

    —Intentaré hacer lo que pueda —terminó diciendo el murciélago.

    Mas James, aún insatisfecho con ello, no pudo evitar preguntarle a ese hombre cual era su nombre:

    —¿Cómo te llamas?

    Bruce se volvió una vez hacia el comisario y manteniendo aquel misterio que tanta curiosidad había provocado, Wayne decidió ponerse un apelativo del que pocos iban a poder olvidarse:

    —Podéis llamarme Batman.

    Entonces Bruce ya pudo marcharse.
Sin duda, aquel anonimato le serviría como baza para parlamentar y estar en contacto con la policía a través de Gordon, aunque también había sido un nombre para dar voz a uno de los héroes más famosos de la ciudad.

    Por otro lado, había ciertos personajes con doble personalidad a los que no les apetecía aparecer como portada en los periódicos de la prensa. Y ese caso era el de Espantapájaros.
Por suerte, su nombre aún no había llegado a oídos de Selina, su comandante. Sin embargo, podía ver como esta última empezaba a olerse que no era tan buen policía como le pintaban.

    Jonathan la miraba desde el lado del copiloto mientras ella conducía rumbo al parque de atracciones junto a varios coches patrulla más. Estaba avergonzado, aunque aterrado también. Si su otra identidad salía a la luz podría perder su trabajo e inlcuso acabar en la cárcel.

    —Lo siento mucho, Kyle —quiso disculparse.

    —Comandante Kyle, Agente Crane —corrigió, aparentemente enojada.

    Selina mantenía una compostura recta e increblantable. No estaba por la labor de perdonarlo si no era por una buena razón.

    —Tenía que haberte contado que conocía al Pingüino.

    Ella tomó aire para cayar sus ganas de contestarle, pues en el fondo quería oírle, ya que la era difícil creer que hubiese policías corruptos en su equipo de espionaje.

    —El negocio de Oswald Chesterfield fue una vía de escape en mis peores momentos en la academia —siguió contando—. Supongo que eso es lo que hacen las drogas, ¿no? Te ayudan a evadirte y... olvidar.

    Tras eso, Selina se mantuvo callada durante un largo tiempo de la conversación. Si realmente eso era cierto, Crane estaba confesando que había estado moviéndose entre criminales mientras ejercía como policía.

    —Pero nunca pensé que la mente del Pingüino fuera tan retorcida. Si entras en su juego, ya no consigues salir nunca, porque él te busca —haciendo una pausa—. Intenté desaparecer, centrarme en mi trabajo, pero... vi cosas que no estaban bien, así que seguí investigando por mi cuenta, hasta ahora.

    Selina frunció el ceño, confusa. No sabía si creerse las palabras de Jonathan, aunque ella tampoco había hecho bien las cosas en el pasado y, ¿a quién íbamos a engañar? Independientemente de qué hubieran hecho, él y ella tenían las manos manchadas con la tinta de la delincuencia. Así que Kyle no era quien para decirle nada al respecto.

    —Solo quiero que sepas que si no te he dicho nada es porque tenía miedo —admitió el chico—, y espero que puedas perdonármelo algún día.

    El pestañeo indeciso de Kyle sorprendió a Crane. Parecía estar pensando una respuesta acorde a la historia que le había contado él, mas no tenía palabras para contestar.

    —No te preocupes, Jonathan —dijo ella.

    El muchacho la miró con sorpresa. No esperaba esa reacción y mucho menos viniendo de su jefa. Pero es que Selina tenía algún que otro trapo sucio escondido bajo la manga.

    —Todos cometemos errores y solo aquellos capaces de afrontarse a ellos son capaces de cambiar, a mejor creo yo —pensó Kyle en voz alta—. Será un secreto nuestro, pero espero que no me decepciones.

    Avergonzado, Crane llevó su vista hacia abajo. Parecía estar protegido por Selina, pero lo que a ella le interesaba era tenerlo como amigo y no como un enemigo dentro del cuerpo. Si Jonathan conocía los trapicheos de la ciudad, podrían reducir los casos de Gordon en pocos días.

    —Gracias —sincero.

    Pero aquel momento tierno fue interrumpido al llegar a su destino.

    —Es aquí —le hizo saber ella, mientras detenía el coche frente a la entrada del parque.

    Los demás coches patrulla hacían lo mismo y todos los policías bajaban del vehículo armados con sus pistolas además de ir protegidos con su chaleco ante balas. Varios de ellos encendían sus linternas para ver en medio de la noche y dejaban tras de sí la fronda del oscuro bosque.
Se acercaban temerosos a las enormes puertas, las cuales habían sido previamente forzadas por otra persona. Los candados estaban rotos y las cadenas quedaban tiradas en el suelo para ofrecerles el paso.

    Todo estaba en silencio e iluminado únicamente por la luz de la luna. Las taquillas, sucias y llenas de polvo debido al paso del tiempo estaban cerradas y uno de los tornos por los que se facturaba se encontraba completamente destrozado, como si algo lo hubiera arrollado.
Sin embargo, había algo de lo que los agentes no se habían percatado y es que las cámaras de seguridad habían recobrado vida después de tantos años, pues "J" y yo las estábamos utilizando para vigilarlos. Entonces, yo apretaba el botón que resucitó al antiguo parque desde cero. Cada una de las farolas que iluminaban el camino se encendieron, al igual que todas las atracciones y puestos que había dentro del parque. La música volvió a retumbar por esos lares y la voz de Joker comenzó a sonar por todos los altavoces del lugar.

    —Bienvenidos, queridos amigos —decía graciosamente aterrador—. Sean todos invitados a la gran inauguración del nuevo y mejorado parque de atracciones...

    Los agentes se miraban entre sí y escuchaban atentos a la par que asustados las palabras del payaso:

    —Sí, están oyendo bien. Sigan hacia delante para ver la sorpresa que tenemos preparado para el padrino de la atracción más antigua del parque.

    Entonces, Selina y Crane llevaban su vista al frente. A lo lejos, un hombre grande, amordazado y atado al asiento de un carro esperaba con horror su fatídica muerte. Era El Pingüino y realmente se le veía bastante alarmado, pues aquella montaña rusa en la que estaba subido tenía cortes de vías infranqueables.

    —¡Ey! —les llamaba Joker divertido desde los mandos de la atracción, mientras realizaba movimientos pavorosos para llamar su atención.

    Tras esto, Selina lo vio. Su traje morado y su cara pintada lo delataban.

    —Pero no se alarmen, créanme cuando les digo que esto va a ser terroríficamente divertido —al mismo tiempo que agarraba una de las palancas de los mandos—, sobre todo para mí —finalizando con una enorme sonrisa de oreja a oreja.

    Pero Selina no lo dudó dos veces, pues en cuanto lo tuvo a tiro ella alzó su pistola para apuntarle desde lejos. Entonces sus hombres la copiaron.

    —¡Pon las manos en alto Joker! —le ordenó furiosa.

    En ese momento, Joker pareció rendirse, como si hubiese perdido la partida. Aunque, segundos más tarde de levantar sus brazos ante la policía no pudo evitar reírse de ellos. Algo estaba pasando por su cabeza, como un chiste, una idea aterradora que le hizo volver a ponerse en contra de los agentes.

    —¿Por qué te ríes? —comentó Selina preocupada, mientras frenaba su avance.

    Ni siquiera podía controlar su carcajada. Estaba desatado y su horrorosa imagen comenzó a inquietar a los agentes, incluido a Crane. Así que le dejaron un tiempo para que pudiese tomar aire y contestar, aunque sin bajar las armas para tenerle a tiro. Hasta que se calmó de golpe y Joker les ofreció una de mis mejores apariciones:

    —Bueno... —les confesó divertido—, puede que a mí sí, pero tal vez a ella no le guste vuestro plan... —llevando su mirada hacia el final de la estación.

    En ese momento, yo aparecía por detrás del vagón para aproximarme tranquila a lo que era el botón de arranque. Me apoyaba en la columna, al final del carro y observaba fijamente los ojos furiosos de Selina.

    —¿Estáis preparados para divertiros? —dije con una piadosa sonrisa—. Yo voto que sí.

    —¡No aprietes ese botón, Harley! —me gritaba la comandante desde lejos—. O disparo —amenazante.

    Irónica, miré al Joker con cejas despreocupadas y me mantuve firme en mi intención de lanzar al Pingüino por aquella atracción de la muerte. Lo cierto es que estaba deseosa por vengarme.

    —¿Cuál? —continué vacilándola—. ¿Este botón? —mientras apoyaba mi dedo índice sobre él.

    El ceño fruncido de Selina me hacia saber que iba por buen camino. Sin duda, los estaba sacando de quicio. Entonces, aproveché para alzar mi dedo pulgar de la otra mano y "J" y yo nos pusimos de acuerdo para apretar dos botones al mismo tiempo. Tras esto, el carro comenzó a moverse y empezó a subir la alta rampa de la atracción. Después, Selina no esperó más y abrió fuego contra nosotros. Pero "J" y yo teníamos un plan para escapar, pues nos mantuvimos juntos durante el tiroteo para salir corriendo hacia el interior de la estancia de la montaña rusa y escondernos.

    —¡Ir tras ellos! —ordenó Selina a sus hombres.

    Crane fue el primero en disponerse a correr, mas Kyle lo detuvo:

    —Crane, tú conmigo.

    El muchacho dejó de avanzar para esperar a su jefa, aunque se notaba que él habría preferido ir en busca de los fugitivos. Sin embargo, no cuestionó la palabra de la comandante y ambos continuaron unidos hasta los mandos de la atracción.
Subieron a la instalación, desde donde había salido el vagón. Entonces, los dos se quedaban mirando con nerviosismo cada uno de los botones con los que estaba compuesto la base de mandos.

    —Tenemos que parar la atracción —decía Selina, pues se había amontonado tras darse cuenta de que el carro subía más rápido de lo que pensaba y la vía se acababa nada más terminar la subida.

    Pero ninguno de los botones hacía nada y al Pingüino se le acababa el tiempo.

    —Aprieta el botón rojo —propuso Jonathan, desesperado.

    Sin embargo, no conseguían hacer nada, salvo perder segundos cruciales para ayudar a Oswald. Así que, ágil, Jonathan saltó las vías igual que hice yo para juntarme con "J", pero al contrario, pues quería apretar el mismo botón que pulsé minutos antes desde atrás de la estación. Mientras, Selina tiraba de la única palanca que había en los mandos, aunque con pésimos resultados ya que esta se partió. En ese momento, Crane apretó el botón y la atracción se paró.
Ambos se miraron sorprendidos entre sí, como si hubieran conseguido lo que andaban buscando. Aun así, poco les duró la calma, pues al instante la cadena comenzó a tirar del carro más rápido que antes. Abrumado, El Pingüino intentó gritar, pero la mordaza le impedía decir nada.
Agobiada, Kyle observó la cadena de la vía, aquella que se movía con rapidez. Entonces Jonathan volvía con ella y la preguntaba:

    —¿Qué vas a hacer?

    La chica, concentrada, apuntó con la palanca que había arrancado de los mandos y clavó la pienza entre los engranajes que movían la cadena. Tras esto, el carro se detuvo en seco.

    —¡Vamos! —exclamaba Kyle mientras salía corriendo escaleras arriba, por la cuesta de la atracción.

    Crane la siguió de cerca, aunque con falsas esperanzas de que pudieran llegar a tiempo hasta Oswald. La subida era muy alta y el carro se encontraba en lo mas alto de la atracción.

    Sin embargo, un nuevo héroe había llegado justo a tiempo para ayudar a la policía. Desde uno de los tejados de los edificios del parque, se alzó hacia la punta de la montaña rusa con ayuda de sus claves especiales y desató al Pingüino con astucia.
Asustado, Oswald temblaba de miedo mientras dejaba que Batman lo atara con otro clave y lo mirara con vigor.

    —No es nada personal —le hacía saber con voz grave justo antes de tirar de él con fuerza y sacarlo del carro.

    Batman dejó que El Pingüino quedase colgado boca abajo de las barras que delimitaban el borde de las escaleras y se apoyó contra ellas, pues cuando la palanca cedió el vagón volvió a tomar su camino y la cuesta de la atracción vibró fuertemente. Por lo que Jonathan se abalanzó hacia su compañera para mantenerla dentro de las altas escaleras mientras el carro llegaba finalmente al último tramo del trayecto y caía contra uno de los edificios que se encontraban bajo la montaña rusa.
Hubo una explosión con la que comenzó a incendiarse la construcción. Batman y El Pingüino pudieron observar las llamas con temor. El calor inundaba sus cuerpos y ambos descansaban desde las alturas mientras admiraban la muerte desde la lejanía. Entonces Batman tragó saliva y respiró profundamente. Al fin y al cabo, había conseguido echar una mano a los agentes. Aunque, estos no parecían pensar lo mismo.

    Cuando Batman se recompuso y se volteó escaleras abajo tenía a Jonathan Crane enfrente de él y a Selina Kyle justo detrás de este último. Ambos lo apuntaban con sus pistolas, tal y como si se tratase de un criminal. Lo cierto es que la comandante no consiguió distinguirlo. En ese momento no sabía si se trataba de alguien bueno o alguien malo y el miedo inundó su mente por completo. La verdad es que no podía creerse que hubiese aparecido otro enmascarado más en la ciudad.

    —¡Quieto! —le dijo sin pensar—. ¡Manos arriba!

    Batman acató la orden, mas por poco tiempo. No iba a dejar que en su primera aparición fuese arrestado y mucho menos por internar ayudar. Así que reaccionó tomando el arma de Crane, arrebatándosela con destreza y Selina, asustada, apretó el gatillo para disparar al desconocido. Dolorido, Batman se dejó caer contra la barra de la atracción y esta cedió un poco, lo justo y necesario para que se precipitara al vacío. Crane intentó agarrarlo, pero no pudo. Así que los tres vieron como el murciélago acababa reventando el tejado de madera que había justo debajo. Sin embargo, no conseguían verlo, el enmascarado había desaparecido entre las sombras del edificio.
Paralizada, Selina se percataba de las llamas y horrorizada intentaba hacerse a la idea de aquella nueva e inoportuna aparición. Una inédita incógnita que debía añadir a los insólitos casos de Gotham.

    —Llama a los bomberos —le pedía a Crane, mientras este la ayudaba a bajar de la cuesta.

    Y al ver que Selina no se encontraba bien, Jonathan decidió tomar cartas en el asunto y llamar a los demás agentes para hacerse con el control de la situación:

    —Crane para todos los agentes —dijo a través del pinganillo—. Tenemos un código tres, que todos vuelvan al punto de encuentro.

    Al mismo tiempo, con abatimiento, Batman se levantaba del suelo y llevaba su mano derecha a la herida de su brazo izquierdo.

    —¡Ah! —exclamaba con dolor tras notar en sus dedos la sangre que brotaba de su hombro.

    La bala había profundizado demasiado, tanto que incluso le era insoportable mantener el hombro en alto. Aunque, no sabía qué le dolía más, si la herida o que hubiese sido Selina Kyle la mujer que le había disparado.
Sin embargo, debía de encontrar una salida y largarse de allí antes de que la policía diera con él y descubriera su identidad.

    Aquel lúgubre lugar en el que había aterrizado parecía ser parte de una de las atracciones del parque. Quieto, ante un solitario y oscuro pasillo, quedaba ante él el transcurso de un camino iluminado débilmente por focos multicolores. El sonido de una gigantesta rueda giratoria se interponía en la senda, como una prueba a pasar, tal y como si se tratase de un juego de supervivencia. Pero Batmam no iba atravesar el pasillo oscuro de su espalda. Antes que eso, prefería seguir viendo por donde iba y buscar una salida, aunque fuera introduciéndose en la atracción.

    Así que Bruce caminó por dentro de la rueda para pasar a la siguiente sala, apoyándose a cada cierto tiempo contra la pared de la misma, pues intentaba mantenerse despierto, pero comenzó a notar que de vez en cuando su cuerpo le pedía tumbarse. Mas no debía hacerlo, no quería desmallarse allí dentro y mucho menos sabiendo que el fuego del incendio podría propagarse en cualquier momento. Además, la decoración con estatuas y monumentos de payasos no le eran de ayuda. Las siluetas con ilusión óptica lo engañaban y le hacían percibir la realidad de forma distorsionada.

    —Mira quien ha venido a visitarnos, Joker —escuchó Bruce, medianamente atontado.

    Entonces, abatido, intentó enfocar con sus ojos la imagen de uno de los payasos, el cual se movía con facilidad. Sin embargo, este último no era un muñeco y tampoco se trataba de ningún pasatiempo de la atracción. El indiscreto sombrero de pompones que llevaba en la cabeza le dio una pista y mi inquietante voz de niña perversa le hizo saber que estaba ante la famosa villana Harley Quinn.

    —Parece que necesita nuestra ayuda para salir de aquí, Harley —decía otra voz masculina.

    Yo lo observaba desde lo alto de unas cajas apiladas y mientras arrancaba un mazo enorme de uno de los muñecos de mi alrededor, me percataba de su extraño traje. Aquel hombre enmascarado tapaba su rostro con una máscara con orejas de murciélago y su capa negra lo abrazaba mientras se intentaba mantener en pie ante mí.

    —¿Después de haber ayudado al Pingüino? No —le respondí a "J", al mismo tiempo que miraba al enmascarado con desdén—. Parece que este murciélago ha metido las narices donde no debía.

    Ambos habíamos visto como ese murciélago había liberado a nuestro archienemigo y eso le convirtió automáticamente en nuestro enemigo.
Me sentaba en las cajas y esperaba a que "J" apareciera para rodear a aquel caballero oscuro.

    —Quizás tengas razón, señorita —me contestaba Joker, mientras sonreía al extraño descaradamente—. ¿Pero tú no tienes ganas de saber quién se esconde tras la máscara?

    Batman lo obsevaba con desprecio, aunque inofensivo mantenía la distancia para no entrar en pelea debido a su mal estado.

    —¿Y saber la identidad del intruso? —me pregunté a mí misma en voz alta.

    Entonces bajaba de la pila de cajas sin soltar el mazo y lo amenazaba con él al mantenerlo entre mis manos.

    —Me gusta la idea —insinué, perturbadora.

    Pero valentía no le faltaba y tras esto, el enmascarado osó retar nuestra palabra lanzando uno de sus cables hacia la pila de cajas y tiró de esta para que venciera y la montaña de adornos cayó sobre nosotros. Por suerte, no había nada duro o lo suficiente pesado como para aplastarnos, pero esto le dio unos minutos para escapar y pasar a otra sala distinta, una con un montón de espejos dispuestos entre sí para alterar la mente de los más locos.

    —¿Estás bien, pastelito? —me preguntó "J" al ayudarme a salir de entre las cajas.

    Después, me levanté rápidamente y sujetando el mazo con fuerza le decía al Joker:

    —Vamos a acabar con ese murciélago —furiosa.

    Así que ambos lo seguimos hasta la nueva sala y los cristales nos multiplicaron al instante. Las manchas rojas que iba dejando el enmascarado como rastro nos mostraban por donde había pasado y el olor a sangre fresca se iba impregnando en cada rincón de la habitación. Desde varias ventanas que daban al exterior, la luz de la luna conseguía atravesar los vidrios con varios rayos celestes y la iluminación se centró en nuestros impredecibles reflejos volubles. El murciélago, alertado por las sombras que se movían alrededor suya, intentaba mantener su espalda cubierta. Mas no podía. El engaño que hacían los espejos al contraponerse unos con otros hacían del esconderse algo imposible. Además, nuestra risa acabó tomando la mente de Bruce y el nerviosismo comenzó a apoderarse de él.

    —Solo queremos saber quién eres murciélago —comentó "J", divertido.

    Una de esas veces, El Joker aparecía frente a él. Llevaba un bate que habría cogido de la habitación anterior y se manifestaba dispuesto a rematarle. Pero Bruce no iba a dejar que lo hiciera, no mientras aún le quedara una pizca de aliento. Y en cuanto el payaso pareció estar lo suficiente cerca de él, el murciélago utilizó sus últimas fuerzas para clavarle un puñetazo limpio. Sin embargo, solo consiguió dañar uno de los cristales, pues realmente "J" se encontraba justo detrás de él. Entonces, el enmascarado se volteó con rapidez hacia su enemigo y agarró con astucia el arma del asesino. Sin dudarlo, le arrancó el bate de cuajo y le pegó una patada con la que dejó a "J" tendido en el suelo. Tras esto, se deshizo del bate para mover débilmente los dedos de su mano derecha, pues con ella había pegado el puñetazo inútil.

    —Mi nombre es Batman —le hizo saber el murciélago, con rencor.

    Tenía ante sus ojos al hombre que había manchado el descanso de sus padres, el payaso al que Gotham había estado buscando desde su liberación en Arkham, la única persona de la que Bruce sospechaba... Desde luego, tenía ganas de partirle la cara y más aún cuando volvió a empezar a reirse. Era como si estuviera enfermo o como si simplemente se quisiera reir de él.
Lo que estaba claro es que Batman no sabía en qué guarida había caído y es que mientras yo estuviera entre aquellas paredes El Joker seguiría protegido.

    —¿De qué te ries? —le preguntó Bruce curioso a la par que confuso.

    Sin dejar de carcajear fuertemente, "J" dejó que yo contestase, pues me encontraba tras Batman.

    —Se ríe por esto —dije justo antes de utilizar mi mazo para golpear con fuerza al hombre murciélago.

    Batman salió despedido contra uno de los espejos y los fragmentos de cristal cayeron sobre él tras desplomarse en el suelo.

    —¡No toques a mi novio, follamurciélagos! —le insulté, orgullosa.

    Había reventado al enmascarado y como resultado este último ni siquiera pudo levantarse tras el trauma de haber sido fuertemente golpeado. Tosiendo, Bruce escupió algunas gotas de sangre que se limpió con su guante negro y mirándonos fijamente se quedó apoyado sobre su brazo bueno. Aunque ya estaba tan cascado que no sabía ni en que postura ponerse para que no le doliese nada.

    —Haz tú los honores, Harley —comentaba Joker mientras se levantaba apoyando sus manos en las curvas de mi cuerpo.

    Por un segundo, observé los ojos de Batman. Aquella mirada no era la de un asesino... la de un criminal tampoco. Realmente estábamos ante uno de los nuevos héroes de Gotham, un justiciero. Y yo estaba a punto de descubrir su identidad tras derrotarlo.
Pero Bruce seguía vivo y su afán de constancia y superación le convertían en un ser invencible o, al menos, alguien que no se dejaba vencer tan fácilmente.
Batman cogió con cuidado uno de los inventos de su cinturón y lanzó la bola contra nosotros. Momento en la que esta última explotó, creando una manta de humo opaca con la que no pudimos ver nada. Entonces, el murciélago desapareció como por arte de magia. Seguro que había utilizado alguna de las movidas que llevaba en ese cinturón para poder escabullirse, pero si volvíamos a encontrarnos con él no iba a dejar que se escapara otra vez.

    —¿Dónde estás? —exclamó "J", enojado.

    Ninguno de los espejos que nos rodeaba daba a conocer al enmascarado, así que la única salida que pudo tomar fue trepando a las vigas de madera que había en el tejado, junto a las ventanas. Sin embargo, no conseguía verlo, estaba demasiado oscuro como para ver si realmente había conseguido esconderse ahí arriba.

    —Puto murciélago —farrucamente decepcionada.

    Aunque, efectivamente, Batman había decidido subir a las vigas con la ayuda de sus ganchos y camuflarse en las sombras con la ayuda del traje. Pero al menos ya se encontraba a salvo, pues "J" y yo lo dimos por perdido.
Bruce se arrastró por las maderas hacia una de las ventanas y utilizando la armadura de su brazo para romperla consiguió encontrar una salida. Aquel poyete daba al tejado del edificio, desde donde Batman admiró de lejos el incendio. La caminata que había hecho entre aquellas habitaciones le había proporcionado cobertura y un poco de tiempo, ya que las llamas aún se encontraban lejos. Así que, moribundo, se tumbó contra la pared del tejado y llamó a Alfred con uno de sus aparatos.

    —Señor...

    —Alfred, ven a buscarme. Necesito ayuda —le pedía Bruce entre estertores—. Te envío ubicación.

    Por lo que, mientras Alfred iba en busca de Wayne, los bomberos llegaban al parque de atracciones para apagar las llamas del incendio y rescatar al Pingüino.

    —¿Estáis todos bien? —les preguntaba Kyle a sus hombres cuando estos llegaban al pie de la estación de donde había salido el vagón de la atracción.

    Viendo que no faltaba nadie, Selina y Crane hablaron con los bomberos y ella les señaló al hombre que aún seguía colgado de la montaña rusa. Sin embargo, aunque los bomberos consiguieran salvar a Oswald, aún les quedaba trabajo a los agentes en aquel parque.

    Varios de los policías que habían ido hasta allí acompañaron a Jonathan y Selina al interior de una de las atracciones, concretamente en la que había caído ese hombre enmascarado. Encontrar el cuadro eléctrico de esta les permitió encender todas y cada una de las luces de la instalación y caminaron armados hasta la rueda giratoria, donde hallaron un rastro de sangre que se introducía en las diferentes salas. Todo esto les llevó hasta la habitación con espejos, donde observaron la escena de una bárbara pelea de la que no quedó nadie.

    —El rastro termina aquí —le decía Crane a Selina mientras esta observaba desde abajo las vigas del techo.

    —Eso parece —le contestó pensativa—. Lo que está claro es que ese enmascarado no estaba solo.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top