chapter seventeen. murderers!


𝐄𝐕𝐄𝐑𝐌𝐎𝐑𝐄
⌇ ☾ ❪ chapter seventeen ❫  ೋ
۫ ₊˚ murderers! ˚₊ ۫ ۫

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El viaje en el tren llegó a ser más largo de lo que espero. Me he despedido de Lucien hace unas horas y ya me siento desorientada, aún sigo sin procesar que el presidente estuvo en mi casa y que ahora la vida de mis hermanos y amigos, incluyendo la de Peeta, depende de mi.

Durante el camino intento pensar en alguna estrategia, pero simplemente no se me ocurre nada para hacer sin que se vea demasiado forzoso para los distritos. ¿Cómo lo haré? ¿Cómo voy a convencer a los demás que mi amor por Peeta es real?

La cabeza comienza a dolerme, escucho algunas puertas cerrarse y risas, veo a Sage cruzar de un vagón a otro hasta abrazar a Kenna que va entrando junto a los demás estilistas: Meridia y Raden, quienes están tan relucientes como la última vez.

—¡Amanda, mira esa ceja!— exclama Meridia, tocando mi frente con brusquedad.

—Meridia, por todos los cielos de Panem, déjala respirar— pide Raden, sonriéndome luego —Hola, querida.

—Hola a los dos— murmuro bajito antes de recibir un abrazo de ambos.

Veo que Meridia no me despega la mirada del rostro, como si estuviese analizando cada parte y cada defecto, cada cabello que he dejado crecer y, especialmente los pocos mechones que me cuelgan y tocan apenas los hombros.

—¿Qué le hiciste a tu cabello? ¡te dije que no lo cortaras!— señala Meridia, tocando mi castaño cabello —Ahora ya no tengo con que trabajar, tu cabello es hermoso, no lo cortes por favor ¡Ya no más!

—Querida, ve por un vaso de vino, ya te esta haciendo daño estar sobria— se burla Raden.

Lo cual me hizo sonreír un poco, tratando de contener la risilla. Meridia forma un puchero como una niña pequeña pero obedece, Raden le sigue los pasos para consolarla y seguramente pedirle perdón.

Sin embargo, ya he quitado la mirada de ellos cuando Kenna va hasta mi, abre ambos brazos y sin previo aviso me abraza.

—¿Cómo te encuentras?— inquiere.

Sus brazos son como una brisa de aire libre para mi, me hacen sentir tan segura que por un momento cierro mis ojos para disfrutar de su calidez.

—Estoy bien, gracias— miento, aún no decido con exactitud a quien le diré lo del presidente.

¿Debería? Sí, supongo que sí, pero si se lo digo a ella la pondré en peligro, si se lo digo a Peeta será lo mismo y posiblemente no lleguemos a ningún plan. ¿Katniss? Ni de broma, ya tiene suficiente con haber estado en los Juegos, Lucien podría hacer algo tonto que lo termina matando y Sage bueno, él me ayudaría eso es seguro, pero aún no sé como empezar una conversación.

No puedo llegar y decirle: ¡Ah, Sage! ¿Recuerdas el otro día que el presidente vino a visitarme? ¿Sí? Pues vino a decirme que mataría a todos si no hago lo que quiere, ¿no es genial?

Aunque pudiese, me siento vigilada las veinticuatro horas del día y siento que ya ha hecho demasiado por mi en la arena y fuera de ella.

—Bueno, creo que es momento de que veas todos los vestidos que preparé para ti— me toma de ambas manos.

Ambas nos dirigimos hasta el último vagón, donde Meridia y Raden llegan poco después con varias maletas y bolsos que imagino traía accesorios.

—¡Vas a amar el del distrito cuatro!— exclama Meridia, colocando cada vestido en una pared, colgados por broches.

—No nos adelantemos, aún puedes descartar algunos, te traje varias opciones— añade Kenna.

Sonrío y me siento en el gran sofá, dejando que ellos hagan su trabajo. Mientras llegan bocados y postres de todo tipo; pasteles, helado de chocolate y fresa, golosinas y pastelillos con glaseado.

Me encargo de atacar los pastelillos con glaseado, me sirvo bastante nieve de chocolate y me vuelvo a los demás cuando me dicen que esta listo.

—¿Qué opinas? ¿A qué no son lindos?— Meridia sonríe de lado a lado.

Analizó cada vestido y me doy cuenta de que Kenna se encargo de diseñarlos con un rasgo de cada distrito. El once es de color amarillo, pero no uno llamativo, si no pálido y liso a comparación del de la ceremonia, el cual es parecido solo que estaba cosido con estampados de flores del mismo color del vestido, casi invisibles.

El que más me llamó la atención fue el del cuatro, Meridia tiene razón, es tan hermoso que parece irreal, al menos para mí. Es de un color verde esmeralda, con un patrón de flores color negro ajustados al borde del pecho, la cintura y la parte baja del vestido que llega hasta los talones.

—Meridia, tenías razón— hablo —El verde es hermoso.

Meridia mira con una sonrisa a Raden —Te dije que lo amaría.

—¿Por qué no lo amaría?— frunzo el ceño, mirando a Kenna y a Raden en busca de respuestas.

—Raden creía que era un vestido muy sencillo para el distrito cuatro— responde Kenna, bebiendo un poco de vino.

—¿Qué? Claro que no, me encanta, en el distrito cuatro hace mucho calor, ¿no? Servirá para que no me fríe como una pata de pollo.

Raden y Meridia se miran entre sí, tratando de descifrar seguramente qué es freír.

Por suerte, no se quejan más y el camino restante al distrito doce se hace más rápido y sencillo. Me la paso hablando con Kenna todo el camino, ella me cuenta que desde que dejé el Capitolio parte de sus peinados se han hecho muy populares ahí, especialmente aquel que use para la ceremonia de apertura.

Me alegra saber que le va bien en donde ella vive, aunque me doy cuenta que nunca habla mucho sobre su vida personal, más bien de la de los otros como la de Meridia a Raden, quizá sea para subir los egos de estos mismos ya que ellos añaden comentarios felices tratando de sonar humildes.

Cuando el tren se detiene en el distrito doce, lo primero que hago es cubrirme con todos los suéteres que llevo encima.

—Hace más frío aquí que en el uno— menciono a Sage, quien va muy bien cubierto ya que Kenna le ha echado treinta bufandas encima. Le doy una mirada, alzando una ceja —Y yo que no tengo a nadie que me cuide.

—Vas a verlo pronto, deja de sufrir— bromea.

Sonrío, tratando de cubrir mi evidente sonrojo en mis mejillas frías y pálidas.

—Cállate ya— doy paso frente para adentrarnos al automóvil que nos llevará a la aldea —Creí que Peeta vendría a recibirnos.

Mi hermano niega, cuando el automóvil empieza a avanzar por las calles del distrito.

—No, no puedes verlo hasta que empiecen a transmitir.

Mi ceño se frunce —¿Desde cuándo me das ordenes, hermano?

—Desde hoy, no fue mi plan, ¿sí? Fue el de Effie, creo que dijo algo sobre que se vería más emocionante su reacción al verse luego de algunos meses.

Pronto le doy la razón. Mi reacción se tiene que ver tan real a las cámaras como sea posible porque el presidente estará viendo, pero eso Sage no lo sabe así que no digo nada más ya que le beneficia más a él que a mi.

Pronto me doy cuenta del viejo estado en el que está el distrito doce, es la primera vez que lo visito así que no puedo evitar asomar mi cabeza para mirar a todos lados. Los edificios están caídos, hay una vieja estación o bodega abandonada o, al menos eso creo hasta que veo personas entrar y salir con suministros a sus casas. El viento está más fuerte aquí, hay nieve por todos lados y el suelo está resbaloso, lo noto cuando estoy bajando los escalones del auto para adentrarme a la casa en la aldea de los vencedores que el Capitolio muy generosamente me ha alquilado o algo así en mis días de estadía, los cuales serán... pocos.

Meridia y Raden bajan todas mis cosas y las colocan donde Kenna les dice. Escucho la puerta abrir y cerrarse cuando ambos estilistas me tienen en una bañera llena de cosas pegajosas que limpian y succionan mi piel.

—¿Quién es?— inquiero, asomando mi cabeza esperanzada.

—¡Ah, querida! No querrás que Peeta te vea en ese estado— regaña Meridia, peinando mi cabello mientras Raden arregla mis uñas.

—¿Tan mal me veo?— murmuro.

—Tu no, pero tus uñas absolutamente lo hacen— responde Raden.

Abro la boca indignada cuando el shampoo me cubre la vista y me obliga a permanecer con los ojos cerrados hecha ovillo en la bañera.

Effie se adentra a la casa cuando me tienen sentada, así que me giró creyendo que es Peeta pero no. Recibo un regaño de Raden y me vuelve la cabeza al frente para seguir maquillando mis mejillas.

—No creo que venga— menciono a ambos, creo que es buen momento para desahogarme, de todas maneras ellos ya me han torturado bastante con sus vidas perfectas en el Capitolio.

—Yo tampoco, lo están arreglando para la presentación— responde Meridia, mientras seca mi cabello.

Suspiro, escucho una vez más la puerta pero no me giró, desearía haberlo hecho para haber visto a Katniss llegar hasta el segundo piso.

Mi sonrisa se vuelve ancha y me levanto ignorando las protestas de mi equipo para abrazarla. Ella recibe mi abrazo con mucho gusto y me sonríe.

—¡Katniss! ¿Cómo estás? ¿Cómo está tu familia?— le ataco de inmediato.

—Mi mamá y mi hermana están bien, gracias— responde —Creo que llegue en un mal momento.

Niego, —Claro que no, es buen momento.

—Bueno, mi mamá quería darte la bienvenida y Prim te quería agradecer por haberme devuelto al distrito pero al parecer están muy ocupadas— señala el piso de abajo —Traje una canasta con pastelillos, cortesía de ellas.

Sonrío —Ah, muchas gracias a las tres, siéntate y acompáñanos.

Ella obedece y se sienta a unos centímetros de mi. Aclaro mi garganta mirando a Meridia y Raden, quienes parecen entender de inmediato y se van.

De todos modos ya habían terminado, su única tarea era maquillarme y vestirme, lo demás queda en manos de Kenna.

—¿Cómo lo llevas?— le inquiero, cuando estamos a solas.

Ella se encogió de hombros, negando un poco con la cabeza.

—¿Cómo lo llevas tu?— pregunta.

En ese momento bajo la mirada con delicadeza, no he hablado mucho con Katniss pero sé que ella puede guardar secretos, que ella ha sufrido tanto como todos los que alguna vez pisamos la arena.

Cuando tomo valentía empiezo a hablar:
—Suelo caminar toda la noche, para llegar a casa cansada y dormir, al inicio funcionaba pero ahora... cada vez que lo intento me despierto a medio día porque el rostro de Marvel aparece en mis sueños, el de Rue, el de Thresh... el de todos.

—No me lo puedo imaginar— admite —También... bueno, las pesadillas nos persiguen a todos.

Suspiro —Sí, quisiera estar demasiado lejos de aquí como para recordarlo.

—¿Te refieres a huir?

—¿Por qué no?— por un momento miro a mi alrededor, tratando de ver alguna cámara o micrófono escondido. Pero nada. —Sé que no es posible, solo es una fantasía.

Ella asiente —Sí, también la tuve en el día de la cosecha, pero tienes a tu familia así que supongo que solo es una fantasía.

Lo es. Realmente lo es.

—¿Estas lista para la Gira?— inquiere, tratando de cambiar de tema.

La observo —Siento que me acaban de arrancar la piel— exagero y ella ríe —Algo así, he estado pensando en discursos para los distritos pero no sé cómo voy a enfrentar a todas esas familias.

Será difícil y lo entiendo, así que no me he tomado mucho tiempo en pensar en ello.

—Te ayudaría, pero soy un asco en esas cosas.

—Tal vez si juntamos nuestros cerebros se haga alguno decente, ¿qué opinas?— inquiero, levantándome para buscar algo en que escribir.

—Si quieres algo para nada emotivo está bien— acepta.

Nos pasamos el resto del tiempo que queda antes de la entrevista para escribir un discurso diferente para cada distrito.

La inspiración sale a la luz cuando tenemos que escribir el del último, osea el dos, aunque fue entre Clove y Cato, creo que está totalmente decente para alguien con quien conviví demasiado tiempo en la arena.

Me estoy de pie las proximas horas, Meridia y Raden corren de un lado a otro, colocándome aretes, unos guantes negros y mucha joyeria. Kenna es más tranquila, se encarga de peinar mi cabello suelto y planchado, hizo una maniobra extraña que hizo que en mi frente apareciera un fleco lacio y hermoso.

Por encima del sueter negro y de cuello de tortuga me coloco un cómodo saco color café, que combinaba a la perfección con las botas con tacon.

En el proceso veo que la pantalla de la sala se ilumina y aparece Caesar Flickerman hablando en silencio hasta que Sage sube el volumen.

Una foto de Peeta y de mi aparece en un holograma detrás de Caesar y explica nuestra historia otra vez.

—Los dos muchachos que prefirieron morir... antes que perderse el uno al otro— el público se cautiva unos segundos —¿Quién dijo que de ser diferente distrito sería un obstáculo?

—¡Ah, ya es tiempo!— interrumpe Effie, abriéndose paso entre Meridia y Raden —Está lista, está hermosa ¡alimentemos al monstruo!

Kenna echa un vistazo a mi fleco y me asiente con la cabeza en señal de que estoy realmente lista. Entonces Effie me toma de los hombros y me dirige hasta la puerta.

—Está bien, entonces...— toma el pomo de la puerta y se vuelve a mi —Emocionada, enamorada, sonriendo para la cámara.

En definitiva no le estoy sonriendo. Me giró a Katniss sin sonreir y le digo: —¿Siempre es así?

—No tienes idea— murmura ella.

—¡En tres... dos... uno!

Y sonrío, mi sonrisa se vuelve tan ancha como puedo antes de tomar aire y asomar mi cuerpo por la puerta. Una cámara me enfoca de inmediato la cara y yo trato de lucir emocionada.

—¡Ahí la tienen, Amanda Evermore, nuestra princesa del distrito uno!— presenta Caesar más emocionado que yo.

Levanto mi mano haciendo un ademán y río junto a Caesar. Otra cámara se enfoca en Peeta y entonces lo tengo a pasos de mi, se ve tan lindo como la última vez, ¿más rubio? No lo sé, su cabello brilla con la nieve y la poca luz que nos alumbra.

Sus ojos en definitiva me miran a mi unos segundos antes de a la cámara, me ha visto y siento que me voy a desmayar.

—¡Y ahí esta él, Peeta Mellark, nuestro panadero del distrito doce!— exclama Caesar de la misma manera.

Ambos avanzamos el uno al otro, avanzó mis pasos hasta el chico y se pronto las palabras de Snow retumban en mi cabeza tan pronto que hace que mi sonrisa se esfume unos segundos.

<<convenceme a mi>> recuerdo, todo lo que pasará, si no obedezco será culpa mía.

Así que presto mi pie al otro lado de modo que caigo y Peeta trata de sostenerme, el golpe es muy duro pero él logra hacer que caiga encima de su cuerpo. Recuerdo su pierna y me asusto unos segundos por haberle ocasionado algo malo.

Sin embargo, Peeta ríe y yo con él. Estamos tan juntos el uno al otro que siento su respiración en mi rostro, mi respiración se va unos segundos y vuelve cuando uno sus labios con los míos. No se si es parte del show o del <<convenceme a mi>> pero lo hago y me alegro de haberlo hecho porque es un modo del que me siento más relajada.

Caesar se aclara la garganta al otro lado de la cámara que nos enfoca —¡Ujum! ¿Quieren que hagamos una pausa, chicos?

Me despego del chico y niego hacia la cámara —Lo lamento, Caesar.

Ayudo a Peeta a levantarse y ambos volvemos a la cámara.

—Oh, no te preocupes, está bien— responde Caesar —Es su día, lo entiendo... ¿Cómo les va?

—Bien— responde Peeta.

Silencio.

Es lo único que escucho, cuando veo la cara de Effie sé que su idea ha salido mal porque ninguno de los dos sabe actuar que nos alegramos de ver al otro sabiendo que miles de personas nos miran.

Si estuviéramos en casa, quizá hubiera sido diferente.

—¿Bien? ¿Es todo lo que dirán? ¡Denme algunos detalles!— exclama Caesar.

Miro a Peeta unos segundos y luego a la cámara —Bueno, en el distrito uno estamos de maravilla.

—Sí, todo está muy bien.

No entiendo lo que le pasa pero decido seguir sonriendo.

—Gracias a la hermosa generosidad del Capitolio nos vemos al menos dos veces al mes— añado y él asiente feliz.

—Es muy poco a decir verdad.

Caesar ríe y se que el público también —¡Maravilloso! Bueno, los estaremos viendo a lo largo de su gira, mucha suerte Amanda Evermore y Peeta Mellark.

Las cámaras se apagar y retroceden.

—¡Maravilloso, todo el mundo dese prisa, nos iremos de aquí en diez!— exclama Effie —¡Vamos, niños, tenemos un horario!

Todos se alistan pero yo no me muevo de mi lugar, no hasta saber que Peeta este bien.

—¿Estás bien?— inquiero.

Él me sonríe, analizando mi peinado y rostro —Sí. Luces hermosa.

Mis mejillas se sonrojan y me alegro traer medio kilo de rubor ya que no se nota.

—Gracias— suelto una risilla tonta —Creo que deberíamos darnos prisa o Effie nos ahorcara.

Acepta y yo me hago a un lado para que pase al otro lado, sin antes tomar su mano y dejar un cálido beso en su mejilla.

—Es bueno volver a verte— le digo y me doy vuelta para volver con Meridia y Raden.


Me mantengo el resto del viaje al distrito once observando el techo oscuro en mi habitación, no tengo idea de qué hora es pero sé que dormir no será una opción hoy tampoco. Es triste, mañana posiblemente llene todo mi cuerpo de café y logre estar con al menos un poco de energía.

Los pensamientos abundan mi cabeza con más ansiedad que otras veces, específicamente el tema con el presidente, y es que necesito decírselo a alguien o me volveré un mapache por las ojeras que me saldrán mañana.

¿A quién? Pensándolo bien, decírselo a Sage podría ser una mala idea, sólo me diría que él se encargará y no, ya no quiero que él se haga cargo de mis problemas, yo saque esas estúpidas bayas y ahora debo pagar por mi delito. Sé quien me ayudaría si quizá le hubiese hablando más: Haymitch, tan siempre alcoholizado pero sabe pensar en planes y sé que me ayudará si se lo pido por Peeta así que, me pongo las zapatillas que han dejado para mi y doy paso por todo el tren en silencio, que se ha detenido para tomar un descanso.

Me alegro tanto no cruzarme con Peeta o Sage, porque así es más fácil llegar hasta la puerta de la habitación de Haymitch y dar un par de toques a la madera.

Un Haymitch despierto y con olor a vino me abre la puerta, malhumorado me mira y se sorprende cuando se da cuenta que soy yo.

—¿Qué?— ataca de inmediato, como un cuchillo.

—¿Podemos hablar?— suelto nada más.

—¿Conmigo? ¿Por qué?

No digo nada más, porque siento que alguien nos observa aunque todos estén dormidos.

—No lo sé— murmuro, tratando de comunicarle todo lo que puedo con tan solo mirarlo.

Él asiente, entendiendo por alguna razón mi desesperación.

—Vamos, creo que necesitas aire fresco— alza la mano al camino y lo sigo.

Recorremos el vestíbulo hasta la puerta, cuando consigue abrirla la ráfaga de nieve nos cubre de golpe y Haymitch tropieza por la nieve. El ayudante del Capitolio se acerca a él pero lo aparta con un leve gesto amable.

—Sólo quiero un poco de aire fresco, será un minuto— le dice.

Me veo obligada a intervenir cuando entiendo su plan así que me acerco a ayudarle.

—Disculpelo, está borracho— hablo y Haymitch me da una mala mirada. Seguro se esperaba de todo menos eso —Yo lo cuidaré.

El ayudante acepta y nos deja solos en la nieve, avanzó detrás de él por el andén hasta que se detiene y sé que es mi turno de hablar.

—Escucha... bueno, no de ese modo grosero— niego —Solo...

—Dime— pide, tratando de tranquilizar mi nerviosismo

Y mi lengua se suelta con un palabrería larga. Le cuento absolutamente todo lo que el presidente Snow me dijo, el miedo que siento, por qué le digo esto y por qué nadie más debe enterarse.

—No sabía a quien más decírselo— termino, respirando un poco alterada.

Haymitch me observa unos segundos, esperando su reacción, me imagino que espera a que esté por terminado mi cuento ya que luego toma un poco de aire y asiente mirando a nuestro alrededor.

—Entonces no puedes fallar— dice.

¿Eso es todo? Sí, supongo que lo es, pero en mi cabeza tenía una idea de que diría algún fantástico plan. No es su culpa, si no mía, todo... absolutamente todo es mi culpa.

—No, no puedo— niego —Necesito que me ayudes a sobrevivir aunque sea este viaje, sé que no nos conocemos tanto pero no lo hagas por mi, hazlo por Peeta.

—No, no es sólo el viaje, Amanda.

Mi ceño se frunce al no entender —¿Qué?

—Aunque lo logres, volverán dentro de unos cuantos meses para llevarnos a todos a los juegos. Ahora Peeta y tú son mentores, lo serán de sus respectivos distritos todos los años a partir de este momento. Y todos los años volverán a revivir el romance y a televisar todos los detalles de su vida privada, así que nunca jamás podrás hacer otra cosa que no sea vivir feliz para siempre con ese chico.

No encuentro lo malo en aquello último, estoy muy feliz con Peeta a mi lado pero ¿compartiendo mi vida con él frente a millones de personas? Creo que eso es lo que más me asusta, el hecho de que nuestras vidas se vuelvan las de ellos, que nos controlen por años como ahora.

No quiero eso, quiero ser libre de esas miradas que me acechan, de todas esas personas que deseaban mi muerte en los Juegos. Pero, ¿cómo hacerlo? No hay manera, puedo escapar junto a Peeta y empezar de nuevo pero dejaríamos a nuestras familias a morir así que tampoco es una opción.

¿Acaso alguna vez he tenido opción?

—¿Entiendes lo que te digo? —insiste Haymitch.

Asiento, porque no se qué más decir, estoy tratando de procesar la idea de que cualquier plan que tenía para mi se desvaneció desde el momento en el que salí de esa arena.

Mis sueños se fueron y se convirtieron en algún muto que el Capitolio controlará por el resto de mi vida.


Tenía razón al pensar que no dormiría hoy, pues cuando Effie llama a la puerta me veo obligada a ponerme de pie siendo que mis ganas de salir a la cámara hoy no estan muy altas y no entiendo por qué me obliga hasta que recuerdo que ella no sabe que en poco tiempo podría estar bajo tierra si no obedezco al presidente que tanto admira.

Cuando paso por la cocina solo me cruzó con ella y mis estilistas bebiendo todo el café que queda, lo cual me hace fruncir el ceño.

—¿Dónde están los demás?— inquiero.

—Hoy te toca sesión completa, querida— responde Effie.

—Pero hace mucho frío en el distrito once.

—No, ahí hace más calor.

Claro, olvide que cada distrito puede tener un clima diferente por la distancia en la que se encuentran. En el distrito uno creí que nos congelariamos pero después de llegar al doce creo que ya no.

Miro a mi alrededor, sintiendo que algo me hace falta.

—¿Y Peeta?— vuelvo a hablar cuando tomo un par de panecillos para el desayuno.

—Él no necesita alistarse tanto como tu.

Estoy apunto de lanzar un comentario sarcástico pero me lo guardo para mi, no creo que empezar el día siendo violenta me ayude demasiado.

El equipo me sienta en mi habitación y comienzan a hacer lo suyo cuando termino de desayunar; depilan mis piernas y cejas, pintan mis uñas de un color rojo vino, así como peinan mi cabello cuando salgo de la ducha. Mi cabeza recae un par de veces llena de sueño pero Raden logra darme una pequeña abofetada cada vez que lo hago.

—¿No dormiste bien, cariño?— inquiere Raden y niego.

—¡Ugh! Yo tampoco, estoy tan acostumbrada a dormir hasta las doce que hoy parece un infierno— se queja Meridia —Además, ¿para qué levantarse temprano? El día dura lo mismo estés o no madrugando a altas horas de la mañana.

—¿No acostumbran a levantarse temprano?— me pregunto.

Ambos niegan, pero es Raden quien responde: —No, a menos que sea una urgencia, claro.

Como quisiera tener esos privilegios.

Cuando termino peor que un gato con mucha rabia me dirigo hasta el comedor, donde todos charlan muy alegres sin mi. Me siento peor que un perrito con un mal corte de cabello, tengo picazón por todo el cuerpo y nada lo quita, ni siquiera la mugrosa crema color púrpura que me colocaron mis estilistas en todo el cuerpo durante cinco minutos.

De hecho, creo que eso fue lo que lo empeoró, pero no puedo pensar en eso porque estoy muy ocupada rascándome la barbilla en mi lugar. Kenna habla con Sage y Effie, Peeta trata de ponerme al corriente con la conversación pero no le presto atención porque todo me empieza a dar vueltas.

Las voces se vuelven ecos y apenas escucho cuando el tren se detiene a medio camino. Aquello me estresa, la comezón, las ganas de dormir, todo se me junta que exploto sin pensar cuando el tren se detiene.

—¡A nadie le importan los estúpidos horarios!— exclamó tan alto que el comedor se queda en silencio.

Me doy cuenta de lo que he dicho y a quien, pues Effie apenas unos segundos se estaba quejando de los horarios y mi respuesta la ha dejado atónita, incluso a mi. No puedo decir nada, ahora es como si se me hubiera caído la lengua así que no lo hago, simplemente me levanto de la mesa y salgo del tren a caminar a quién sabe dónde.

Mis piernas se mueven rápido que en cuestión de segundos he dejado el tren demasiado lejos para regresar. Cuando estoy agotada y sedienta me dejo caer entre las vías con la esperanza de que llegue otro tren y me arrolle. Pero no pasa, me quedo ahí varios minutos cuando escucho algunos pasos detrás de mi y sé de quien de trata.

—No puedo hablar, Sage, problemas femeninos— me limito a decir.

Aunque no es la cara de Sage con la que cruzó, si no la de Peeta.

—Intentaré ser breve entonces— dice él.

Se sienta junto a mi —Creí que eras mi hermano— confieso.

—No, está ayudando a arreglar el tren —contesta, y frunzo el ceño, ni siquiera sé por qué se detuvo el tren —Se ha estropeado una pieza del tren, tardarán en arreglarlo.

Asiento y vuelvo la mirada a las vías, suspirando.

—Mal día, ¿eh?

—No, no es nada.

—¿Estás segura? Puedes hablar conmigo, lo sabes.

—¿De verdad?— lo observo —Creí que estábamos jugando a la ley del hielo.

—¿Por qué lo dices?— se pregunta, frunciendo el ceño.

—¿Por qué? Porque me has estado ignorando desde que llegue al distrito doce, creí que estarías más feliz de verme luego de algunas semanas— encogí mis hombros —No se tu, pero yo sí te extrañé.

Aquello lo hace sonreír —Sí, tienes razón, no debí haberme alejado así pero... aveces tengo mis problemas en mi cabeza, sé que tu tienes los tuyos y quiero darte tu espacio.

Niego —Bueno, no lo necesito, Peeta— admito —Yo te necesito a ti, tu me haces sentir bien, más tranquila.

Toma mi mano para entrelazar sus dedos con los míos, besando delicadamente mi frente.

—Lo lamento— dice con sinceridad.

—Yo también lo siento.

Ni siquiera se por qué pero me disculpo también, me siento ya bastante mal haber huido así y de alguna manera el disculparme con él me hace sentir mejor. Quizá esto es lo que necesito, acercarme a él lo más que pueda para poder ser feliz, porque Peeta me hace feliz.

—¿Puedo preguntarte algo?— inquiere, luego de un silencio. Asiento —. ¿No te parece raro que sepa que eres capaz de arriesgar la vida por salvarme... pero no tenga ni idea de cuál es tu color favorito?

Rió —¿Qué? ¿De verdad quieres saberlo?

—¡Sí! Es un modo de acercarnos más, ¿no quieres eso?

—Sí, sí que lo quiero— sonrió, a decir verdad tiene razón, apenas hemos hablado de nuestras cosas personales —Azul, mi color favorito es el azul. ¿Y el tuyo?

—Naranja.

—¿Naranja? ¿Como el pelo de Effie?— alzó una ceja.

—Un poco más apagado. Más como... una puesta de sol.

Una puesta de sol.

—Que hermoso— halago, dándole una leve sonrisa —Peeta, ¿aún tienes esos cuadros que hiciste? Tienes que mostrarmelos en persona, solamente has hablado de ellos por teléfono.

—Bueno, tengo un vagón lleno —me explica, ofreciéndome una mano para caminar de regreso —.Vamos.

—¿De verdad?— él asiente como respuesta y sin dudar tomó su mano —Aún debo pensar en una disculpa para Effie.

—Solo exagera todo lo que puedas— dice con simpleza.

—¿Crees que la acepte? Ni si quiera sé lo que me pasó, me volví salvaje por un segundo— suspiro —Debería darme una abofetada.

—No le propongas eso— dice de inmediato —Quizá sea capaz.

Rió junto a él. Durante el camino se mantiene silencioso, el cálido sol es lo único que nos cubre junto al sonido de los pájaros.

De pronto me agobia una necesidad de decirle a Peeta todo sobre el presidente Snow, por alguna razón, ahora que hemos vuelto a hablar siento que me serviría de algo... pero no, si quiero protegerlo de una muerte segura debo mantenerme callada.

—¿Estás bien?— inquiere él, atento cuando me quedo observando a un punto fijo entre el cielo.

Bajo la mirada y asiento —Sí, estaba pensando en una disculpa para Effie.

—Entiendo, pero no creo que eso sea lo único que te agobie— dice —Recuerda que íbamos a conocernos más.

—Es la crema púrpura que me pusieron está mañana, supongo que hizo otro efecto además de desatar una comezón— finjo incomodidad, tratando de rascarme la espalda.

Peeta dirige su mano a mi espalda y comienza a ayudarme a calmar la comezón, la cual empieza a existir cuando recuerdo la crema púrpura. Me relaja y hace que el camino sea más tranquilo, me doy cuenta que sí caminé bastante así que cuando llegamos me sirvo un gran vaso de agua, y le pido una y mil disculpas a Effie.

Las acepta sin más pero me da un gran sermón diciendo: —No te preocupes, Amanda, entiendo el estrés de ser un vencedor ¡Pero si este tren no avanza ahora me va a dar algo!

—¿Quieres un poco de té?— ofrezco y ella finje estar resentida.

Le sonrió de la mejor forma y ella asiente —Está bien, Está bien.

Me dirigo hasta la mesa y le sirvo una gran taza de té que la calma, me agradece y después voy con Peeta hasta el vagón para ver los cuadros que prometió mostrarme.

Tomo su mano y me dirige hasta el último de estos, abre la puerta y me doy unos segundos antes de procesar lo que está frente a mi.

Los Juegos. Peeta ha pintado cada detalle de los Juegos del Hambre, me parece tan extraño ver todo de nuevo que busco entre mis recuerdos si es que vi algo de ello y sí, he visto la mitad de los cuadros.

El agua que caía de la cueva a través de las grietas cuando volví del banquete, nuestras manos unidas, la Cornucopia, Clove. Pero los últimos cuadros son los que me llaman la atención.

—¿Esa soy yo?— inquiero, señalando el cuadro a mi izquierda.

Me acerco para mirarlos mejor, soy yo con el traje que lleve en la ceremonia de apertura, hay otro par a lado: uno mío con el uniforme del entrenamiento y el fondo azul que lo decoran un par de flores gigantescas, de todos los colores y totalmente hermosas. Hay una última en la que estoy de frente, las dos trenzas que Kenna me hizo para la arena rodean mis mejillas rojizas y la gran sonrisa que tengo dibujada en el rostro.

Recuerdo ese momento, cuando estaba curando las heridas de Peeta y él hizo ese comentario sobre besarnos que me hizo sonrojar.

—¿Qué te parece? —me pregunta.

Titubeo, —No tengo idea, creo que... son hermosas pero me traen... ya sabes, recuerdos.

Él asiente —Veo la arena todas las noches.

—Pesadillas, sí, también las tengo— me vuelvo a él —Cada noche veo a Rue, a Marvel o hasta a Cato, Clove... Marina, todos ellos tenían planes para cuando salieran de la arena.

—Y nosotros estaríamos muertos ahora— aclara y tiene razón.

—¿Hay alguna diferencia?

—No, pero una segunda oportunidad de vivir siempre es mejor que no tener ninguna.

Aquello cambia algunas perspectivas de mi mente que decido ignorar, no estoy lista para enfrentarlas todas de golpe.

—¿Te ayuda pintar tus pesadillas?— inquiero.

Él asiente —Sí, aunque no han desaparecido del todo. No lo sé, creo que me quitan un poco el miedo de dormir por la noche, o eso me digo, aunque no se van.

Niego —No se irán, Sage tiene años que gano y sigue teniéndolos.

—No, ni las de Haymitch... aunque yo prefiero despertarme con un pincel en la mano en vez de con un cuchillo —dice Peeta y río —. ¿Así que crees que son lindas?

—Sí, les tengo un amor y odio al mismo tiempo— sonrío —Pero eso no quita el hecho de que seas muy talentoso.

Noto como sus mejillas se tornan rojas en cuanto termino de hablar, lo cual me hace sonreír aún más.

—Gracias— sonríe —Jamás me mencionaste tu talento, ¿Cuál es?

Niego —Uh, no quieres saber.

—Sí, sí quiero— toma mi brazo —Por favor, aún tenemos tiempo antes de llegar al distrito once.

Tiene razón, aún queda bastante tiempo. Así que acepto, rendida tomo su mano y lo guió hasta el vagón donde me hospedó, se queda bastante confundido cuando saco un montón de cosas de una de mis maletas y se queda aún más confundió cuando le muestro una bata de pijama bastante larga tejida a mano de color azul.

Alza ambas cejas —Sí tienes una obsesión con el color azul.

Abro la boca con indignación —Es que es el mejor color del mundo, olvida eso y dime qué opinas de mi talento.

—Es lindo... y artístico— admite, aunque algo me dice que miente —Deberías hacerme un suéter.

Niego —No, sé que no quieres, no tienes que mentir para convivir.

Ríe —¿Qué? No, hablo de verdad, son muy lindos, me pregunto cómo me vería con un suéter naranja.

Alzó ambas cejas —¿Y la obsesionada soy yo?

—Fue el único color que se me ocurrió— levanta ambas manos —Por favor, me gustaría tener algo que hagas con tus propias manos.

Dejo la bata sobre la cama para tomar sus manos cuando avanza unos pasos hacia mi. Intenta mostrarme una sonrisa sincera y sé que lo dice de verdad.

—Bueno, puedo cocinar a menos que quieras que lleguemos fritos al distrito once— menciono y él ríe aún más.

De pronto me doy cuenta que me encanta hacerlo reír demasiado con mis comentarios absurdos. A él realmente le hacen gracia mis chistes, que raro.

—Me inclino más al sueter, por favor— dice y asiento.

—De acuerdo, tu ganas.

Nos pasamos el resto del camino en el último vagon, me llevo mis cosas para tejer y le hago muchas medidas entre chistes, risas y sí, besos también. Hacemos una sesión de preguntas y respuestas para conocer mejor el uno al otro, como un juego que realmente funciona porque descubro que Peeta tiene más hermanos y padres que viven en su propia panadería. Dice que quiere presentarme a su papá en mi próxima visita al distrito así que acepto encantada.

También descubro que tiene una mejor amiga llamada Delly, asegura que me encantará conocerla y que seguro seremos mejores amigas así que también estoy dispuesta a conocerla. Me mantengo con una sonrisa todo el tiempo cuando habla de ellos, cuando me cuenta algunas experiencias divertidas en su vida. Pasa por alto el tema de su demás familia y entiendo lo complicado que puede ser así que lo dejo pasar.

Poco a poco empezamos a ver los cultivos. Hombres, mujeres y niños que usan sombreros de paja para cubrirse del sol se toman un momento para mirar el tren que se extiende por el centro.

Veo muchos huertos a la distancia. Me imagino a Thresh andando por ahí con su sombrero de paja o a Rue, entre los árboles con su canción de cuatro notas en una jornada de trabajo.

—¿Cuánta gente crees que vive aquí? —me pregunta Peeta.

—No lo se, en el colegio dicen que es uno de los distritos más grandes pero nunca dicen nada de su población— respondo sin quitar la mirada de la ventana.

Effie viene al poco tiempo a pedirnos que nos vistamos para salir así que obedezco a sus órdenes.

Kenna me prepara el cabello entre rizos y me coloca el lindo vestido amarillo junto a unos tacones color negro. Comienzo a creer que no es buena idea aparecer así en una ocasión como esta, con una sonrisa y pareciendo un sol, pero Kenna me asegura que no tiene nada de malo.

El evento se llevará a cabo solo en la plaza, en comparación con otros distritos donde se acostumbra a pasear al vencedor en un carro clase desfile. Supongo que no será así.

Nos presentarán a Peeta y a mí, el alcalde del distrito leerá un discurso en nuestro honor y nosotros responderemos con un agradecimiento escrito por el Capitolio, supongo que será fácil o al menos eso espero, a mi mala suerte este fue el único discurso que no pudimos escribir ya que fue demasiado duro tanto para Katniss como para mi volver a pensar en Rue y Thresh.

En el andén no hay comité de bienvenida o algo así, sino una patrulla de ocho agentes de la paz que nos dirigen a la parte de atrás de un camión armado. Effie bufa un poco al cerrarse las puertas y se mira bastante molesta e indignada.

—Ni que fuésemos todos delincuentes —dice y supongo que no todos lo son.

El camión nos deja en la parte de atrás del Edificio de Justicia y nos meten dentro con rapidez.

Ni siquiera nos dan tiempo de echar un vistazo, si no que nos ponen en fila en la entrada principal cuando suena el himno en la plaza.

Tomo todo el aire posible y me enderezco sobre mi lugar, lista para salir y actuar frente al público.

—Sonrían— dice Effie y nos da un leve empujón al escenario.

Sonrío mientras tomo mis tarjetas entre mis manos temblorosas. Sé que no podré hacerlo cuando veo las fotos de Thresh y Rue frente a mis ojos.

Mi sonrisa se borra casi de inmediato, la mente se me pone en blanco que me he olvidado de dónde estoy, siento que es una de mis pesadillas pero logro calmarme. Tengo que hacerlo.

<<concéntrate en otra cosa>> pienso, veo los edificios, la gente a mi alrededor... y a las familias.

—Gracias— dice Peeta cuando los aplausos se detienen y al ver que ni siquiera miro el micrófono —Es un honor estar aquí hoy y estar con las familias de sus tributos muertos.

Bajo la fotografía de Thresh esta una anciana encorvada y una joven muchacha alta y musculosa. Bajo la de Rue está llena de sus cinco hermanos pequeños que son idénticos a ella, tanto así que por un momento creo que ella podría estar entre los niños que me miran.

El público de mantiene en silencio, así que las dos niñas nos ofrecen unos grandes ramos de flores.

—Gracias— susurro a la pequeña, quien me sonríe con sus trenzas.

El silencio otra vez, Peeta guarda sus tarjetas y dice: —Gracias, aunque lucharon, murieron con honor y dignidad hasta el final, tanto Thresh como Rue eran muy jóvenes, pero nuestras vidas no sólo se miden con años, se miden con las vidas de aquellos que impactamos. Tanto yo, como Amanda.

Peeta me observa, así que tomo su mano y entrelazo sus dedos con los míos en forma de apoyo.

—... sabemos que sin Rue y sin Thresh no estaríamos aquí hoy, y como agradecimiento y sabiendo que no compensará sus perdidas queremos donar un mes de nuestras ganancias a las familias de los tributos cada año, hasta nuestra muerte.

El público se nota asombrado, nadie se esperaba aquello y ni siquiera yo, pero soy buena disimulandolo así que asiento con la cabeza y sonrío al publico, estando totalmente de acuerdo.

Las familias, por otro lado, reaccionan de una manera muy diferente. Ambas mujeres del lado de Thresh se quedan boquiabiertas. Estoy segura de que un mes de ganancias es menos y que no les devolverá a sus familiares, pero nada lo hará y matarme las neuronas por ello tampoco lo haría.

Ahora solo puedo estar agradecida.

Peeta se aparta del micrófono antes de agradecer por la atención, me toma de la mano para que lo siga adentro pero no me puedo mover. Miro las tarjetas de Effie en mis manos pero no me molesto en leerlas, solo sé que doy un paso al frente y hablo después de tener la cabeza en blanco todo el rato.

—Solo quería agradecer por el recibimiento— comienzo —No tengo palabras para agradecer a los tributos de este distrito. Conocí a Thresh, él se ganó mi respeto cuando se negó a aceptar nuestra propuesta de alianza entre los profesionales, me mostró piedad cuando le pedí que me matará... y estoy segura de que tenía un corazón maravilloso. No conocí a Rue, pero siempre estará conmigo, en todos lados yo... la veo en las aves, la oigo cantar entre los árboles.

Me mantengo en silencio, tengo tanto que decir pero las palabras que salen de mi boca son pocas.

—Gracias, gracias por ayudarnos a seguir con vida— intento sonreír pero estoy segura que es más una mueca —Gracias por el pan, sin ustedes no estaría aquí. Gracias.

Puedo ver como su madre asiente con la cabeza en forma de agradecimiento, sonríe entre lágrimas así que le devuelvo la sonrisa y me apachurro el nudo que se forma en mi garganta y ruega por salir en un sollozo.

Alguien silba las cuatro notas de Rue, un anciano con camisa de cuadros que se lleva los tres dedos del dentro a los labios y los levanta al aire. Todo parece coordinado porque el público repite su acción y recuerdo, la señal de Katniss, cuando despedimos a Rue en la arena.

Todo pasa tan rápido, todo se altera y el miedo incrementa porque, los agentes de la paz se han vuelto violentos y han sacado sus armas. Caminan hasta la gente y yo sin pensar los sigo.

—Esperen, esperen— pido, cuando dos de ellos me toman de los brazos —No, no.

Todos tratan de defenderlo pero es inútil, toman al anciano y lo encaminan frente a mi, lo arrastran como si de un animal se tratase.

—¡Esperen, no le hagan daño, por favor!— grito, mis pies han caído y ahora me arrastran a mi tambien —¡Esperen, Esperen! ¡No!

Mis pasos viajan por los escalones con rapidez cuando dos agentes de la paz me toman al mismo tiempo que aquel hombre es arrastrado por el suelo hasta el centro. Lo arrodillan y sé lo que harán.

El miedo crece en mi y no puedo evitarlo, algo en mi se enciende y empuja, araña y grita a más no poder.

—¡No, déjenlo!— mis finos tacones se ensucian pero no me importa —¡Déjenlo, no, no! ¡Es inocente, no, es inocente!

Hay gritos, la puerta se está cerrando cuando caigo de un senton al suelo. Entonces el disparo se impacta en la cabeza de aquel hombre y el fuego se enciende más.

—¡Es inocente, no! ¡Son unos asesinos! ¡Asesinos!

No son solo los gritos, lo que digo ocasiona un gran impacto no solo en mi hermano, los agentes de la paz y Peeta, si no también en mi.

Lo que he dicho y hecho ha empeorado las cosas de lo que ya, acabo de despertar algo, de echarle más leña al fuego que el presidente Snow me pidió que apagara.

Estoy condenandonos a todos a muerte.

















━━━━ ⋆ AUTHOR'S NOTE: ¿soy la única que ama a Delly aunque solo haya salido dos veces en sinsajo?

Aprecien mis poderisisimas 7k palabras o lloro. redes sociales donde tiro spoilers a lo menso:

ig: same.izzie | tiktok: shycedrc | canal de WhatsApp: haters de Izzie

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