Capítulo XX (El Pentágono)
Los rayos del caluroso sol del mediodía eran absorbidos vehementemente por la capa asfáltica que parecía distorsionarse en trepidantes ondulaciones provocadas por el tórrido vaho.
Anne bien podría haberle atribuido su estado febril a aquella incandescente estrella diurna, que desplegaba sus redes luminosas sobre su cabeza, mientras esperaba su turno para entrar al edificio pentagonal que se erguía formidable frente a ella, pero sabía que el sudor que ungía su cuerpo era principalmente aplicable al temor que sentía en ese momento.
—Todo saldrá bien. No tienes de qué preocuparte. Tenemos un plan sólido, y por más que odie admitirlo, Steven es bueno en lo que hace — le había dicho Jack a la morena, antes de que el grupo se bifurcara.
Pese a sus respectivos camuflajes, aquellos que Magui había mejorado considerablemente gracias a que contaba con todo un equipo profesional a su servicio, pues era la dueña de una de las más prestigiosas cadenas de Centros de Estética Cosmética del Estado, permanecer juntos al momento del ingreso podía llegar a ser peligroso.
Ningún recaudo sobraba cuando se trataba de acceder a la sede más segura del país.
Los nuevos perfiles iban acompañados además de falsas identidades que el hacker ya había cargado en los registros de los ciudadanos del Estado de Virginia, acción necesaria para poder pasar las pruebas de seguridad del sensor dactilar.
La entrada empero, sería lo más sencillo, pues lo harían junto a un contingente de turistas en una de las muchas visitas guiadas que el establecimiento ofrecía.
La reserva para la visita debía hacerse con un mes de anticipo, pero Magui tenía "influencias" por ser hija de uno de los militares al servicio, tal como Jack inteligentemente lo había anticipado.
La situación se tornaba dificultosa una vez en el interior, pues no bastaba solo con conocer la disposición de cada sector del Pentágono, aquella que todos habían memorizado con minuciosidad gracias al mapa que Magui también les había facilitado -la chica se había arriesgado mucho al conseguirlo, y obviamente lo había hecho a espaldas de su padre, vulnerando la seguridad de la caja fuerte de su despacho, donde guardaba algunos documentos confidenciales, entre estos un "plano tosco" pero útil del inmueble- también estaba el hecho de separase del tour sin generar alarma.
Aquello implicaba burlar cámaras de seguridad, ojos humanos y manos armadas. Y para eso, antes debían infiltrar los correspondientes artefactos que facilitaran aquella misión imposible.
No fue hasta que la mujer logró pasar el "mixtificador" -un aparato que permitía adulterar dispositivos tecnológicos- que las mágicas manos de Steven habían adaptado a su reloj GPS, que se sintió un poco más aliviada.
La dificultad de abrir puertas quedaría cubierta con el ingreso de Mónic, quien llevaba su propio dispositivo "key sniffer" -que era un recolector de contraseñas- disfrazado como teléfono celular.
Anne se alegraba de que la castaña hubiera podido llegar a entenderse con el ex rubio antes de aquella hazaña. ¡Y vaya que lo habían hecho en forma! Mientras todos estaban preocupados por aquella supuesta "discordia" que había entre ambos, la pareja estaba profesándose de forma entusiasta su amor somático; licencioso episodio que la dueña de casa advirtió incidentalmente y que sería posiblemente generador de algún trauma. Para su suerte, Magui ya conocía a una psiquiatra.
Steven y Jack habían sido los últimos en entrar. El hacker llevaba un proyector holográfico inserto en su sofisticada cámara filmadora y el policía un distractor al alcance de su oreja.
Cuando el grupo se encontró en la Sala Memorial, aquella que rendía homenaje a las víctimas del atentado terrorista que había marcado uno de los momentos más lamentables de la historia estadounidense hacia cincuenta años atrás, el plan comenzó a ejecutarse.
En una zona específica del amplio recinto, los paneles holográficos revestían por completo las paredes, a fin de recrear el momento justo del impacto del vuelo 77 de American Airlines, sitio perfecto para un nuevo show.
—"Operación camaleón" en marcha— susurró Steven para sí mismo, cuando notó que cada integrante se había ubicado estratégicamente en el sitio pactado, donde habría menor visibilidad por parte de los guardias.
Jack llevó la mano derecha hacia su oreja, donde tenía colocado un regulador auditivo que en realidad servía para aumentar las ondas sonoras, con lo cual había incrementado considerablemente el volumen de los altoparlantes provocando una verdadera sordera en la incauta multitud.
En ese instante Steven usó el proyector para duplicar una de las simulaciones del atentado que actuaría de pantalla provisoria entre ellos y el resto de los presentes, como una falsa pared holográfica donde podrían refugiarse por algunos segundos, antes de que Mónic lograra abrir la puerta de salida.
Todo había sucedido tan rápido y de forma tan sincronizada que cuando Anne se encontró en la habitación aleatoria, precisamente en uno de los múltiples pasillos que componían la construcción, estaba azorada, pero no olvidó hacer su parte del trabajo y usar el mixtificador en las cámaras de seguridad de aquella zona para asegurar su salvaguarda.
—Bueno, ya saben lo que deben hacer ahora—anunció Steven—. Tenemos 7 minutos exactos para llegar a las dos áreas del subsuelo donde es factible que tengan prisioneros a nuestros amigos.
Mientras el joven hablaba, cada uno de los interlocutores activaba las telas inteligentes de su respectivo vestuario, para transmutarlo en un traje militar.
Mónic por su parte, se había deshecho de la panza falsa y hacía entrega a sus acompañantes de algunas de las armas que había llegado a ocultar en su vientre. Equipo que había sido acondicionado para atravesar los detectores metálicos, pues era íntegramente plástico.
De todas formas la fornitura no era letal. Se trataba de "vespulas somníferas" llamadas así porque el dispositivo contenedor del gas anestésico tenía la forma la avispa, y "hebras de electrochoque", las cuales envolvían completamente al individuo en una red eléctrica y podían lanzarse a distancia.
—Aún no entiendo por qué no puedo ir contigo— le dijo Mónic a su novio (ya era un hecho que eran pareja de nuevo) haciendo un mohín.
—Porque en algunas cosas, funcionamos mejor separados que juntos preciosa.—respondió aquel mordiendo su morro inferior, para luego sellar sus labios con un caluroso beso (posiblemente para evitar que continuara contradiciéndolo)
Jack y Anne, por su parte, también compartieron un beso, no menos casto, pero sí más discreto.
—Suerte...—susurró ella, al separarse de la boca del contrario, saboreando aún su tibio aliento.
—Lo mismo digo— musitó deslizando su pulgar por la mejilla de la chica, que lo contemplaba con ojos apagados—. Ya verás que antes que te des cuenta estaremos compartiendo una nueva sesión en tu diván doctora— añadió Jack, acercándose peligrosamente a su oído, consiguiendo que al menos Anne se olvidara de sus preocupaciones por un momento.
Atravesar aquella sección del edificio laberintico no había sido una tarea difícil para Anne y Steven. Sobre todo porque el uniforme camuflaba a la perfección al dueto de infiltrados y lo que no podía hacer el disfraz lo hacían las véspulas, aunque no antes de adulterar las cámaras.
—Debo confesar que me encanta "esto"— dijo Steven que parecía un niño en una dulcería.
—Siempre creí que tú formabas parte de "esto"— señaló Anne, a lo que el joven soltó una carcajada.
—Es comprensible, pero no. Lo máximo que me he acercado al Pentágono fue cuando hackeé sus archivos en casa de Arthur, hasta ahora que me siento más cool que Jonathan James.
—¿Quién?— Anne elevó una ceja confusa.
—Un adolescente que les hackeó las bases de datos del Pentágono hace muchos años...y sentó precedentes. Desde ahí han mejorado bastante su sistema informático. Aunque no hay sistemas perfectos ¿sabes? Hasta el software más sofisticado tiene fisuras.
Anne rememoró entonces la charla que había tenido con Jack hacia unos días, y nuevamente sintió aquel palpitar constante en sus sienes.
—¿Te pasa algo?— preguntó el chico preocupado, deteniendo su paso, pues estaban frente a una nueva puerta que debía vulnerarse.
—Nada... es una migraña que me aqueja hace unos días—respondió Anne, dándose un masaje con sus yemas.
—A mí me pasa, sobre todo cuando pienso en el futuro —indicó Steven—. Me refiero al futuro relacionado con el fin del mundo. Ese en el que morimos todos calcinados— se estremeció.
—¿Sigues con eso?— dijo la doctora, mientras la lista de códigos numéricos se graficaba en la pantalla del "key sniffer"
—¿Tú no?—preguntó retóricamente—. Si salimos de aquí bien librados, ese será el mayor de nuestro universo de problemas.
—Pues yo no me preocuparía tanto— anunció la morena con soltura—. Tengo de amigo al mejor técnico informático del planeta. De seguro te la ingenias y construyes un "ARCA" para salvarnos a todos. —repuso al atravesar la puerta, que se abría frente a ellos, dándoles paso al subsuelo.
Steven hubiera querido responder al comentario, pero el destello de un recuerdo, que se manifestó como un fogonazo, obnubiló sus pensamientos dejándolo imposibilitado unos instantes.
Quizá había sido por eso que no logró detectar al guardia que había aparecido por detrás y los había pescado infringiendo el sistema de seguridad de la puerta. Y quizá también fuese por ese desconcierto momentáneo que su cerebro no procesó bien las alternativas que tenían para salir bien librados.
Actuó por impulso, por acto reflejo e intentó sacar su arma, pero el uniformado fue más rápido y viendo su vida en riesgo, hizo acopie de su entrenamiento y disparó a quema ropa.
Los gritos de Anne llenaron la atmósfera, mientras su amigo se desplomaba en el suelo, por la fuerza del impacto del arma láser que había abierto un agujero en el centro de su pecho.
Rápidamente corrió hacia él y se postró a su lado.
El guardia no se lo impidió pero seguía apuntándole mientras daba la señal de alarma.
Las lágrimas cubrían los ojos encendidos de la psiquiatra y se derramaban por el rostro de Steven, cuyas pupilas estaban dilatas y el brillo verde de sus orbes poco a poco se apagaba. Estaba muriendo, era un hecho.
La rabia inundó a la chica, y por unos segundos fue más fuerte que la pena que la embargaba, lo que le permitió armarse de coraje y accionar la última vaspula que llevaba, la cual voló hacia el guardia e inyectó su falso aguijón en su cuello, llenándolo de narcóticos.
El sonido de otro cuerpo desplomándose en el pavimento pobló el cuarto. Y aunque Anne supiese que el hombre que había dado muerte a su compañero pronto recuperaría la conciencia y el aliento, al menos podía sentir una ínfima de regocijo por su acción.
Volvió sus mirada vacía hacia el muchacho, y observó su cauterizara herida, los tejidos ennegrecidos, completamente chamuscados. Más lágrimas se derramaron de sus ojos.
Su vista se tornó nubosa pero alcanzó a divisar algunas siluetas armadas moviéndose a la distancia. El deceso de su compañero también significaba el suyo. Aquel era el trágico fin que tanto había temido.
Se preparó para ser apresada, pero no se preparó para lo que vio a continuación.
Steven la sujetaba del brazo con vehemencia, mientras poco a poco se incorporaba. La herida de su pecho estaba desapareciendo, como si el joven tuviese alguna especie de poder antinatural de auto sanación oculto.
—Por fin lo entiendo Anne...—dijo él, mirándola fijamente. Dentro de sus cuencas oculares la mujer observó dos pequeños soles encendidos, que iban incrementando su tamaño y comenzaban a devorar sus orbes poco a poco, desintegrándolas—. No podemos morir en ARCA.DIS— sentenció el chico antes de volatizarse frente a sus ojos.
Este capítulo va dedicado a marielizabeth111 MssKindness eyesmoonbooks Kiss_The_Book y maygomez1513 edith0teresa💟
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