Capítulo XVIII (Parte I)

La propiedad de la amiga de Steven relucía como una joya bajo los rayos del sol de mediodía, que reinaba imponente desde su cenit.

El edificio, realzaba la belleza arquitectónica del cubismo y era prácticamente cristalino, pues tenía amplios ventanales que destacaban sobre el granito.

El interior, contaba con tecnología de última generación; un sistema inteligente que volvía al suntuoso espacio en un lugar sumamente confortable.

Sin duda, la poseedora era una persona adinerada.

—¡Steven querido!— dijo la impactante pelirroja, desde su asiento en la cabecera de la larga mesa de vidrio Crown totalmente pulido, donde almorzaba, cuando sus preciosos ojos pardos captaron al grupo de "visitantes" que el mayordomo había conducido hasta la Sala. Acto seguido se incorporó e hizo un gesto para que el mencionado se acercara—. ¡Ven aquí! ¡Cuánto tiempo ha pasado! — el joven esbozó una amplia sonrisa y obedeció los deseos de su colega.

Una vez frente a frente, la chica le dio una acogedora bienvenida, estrechándolo en sus brazos y el muchacho correspondió de igual forma, rodeando su diminuta cintura.

Para Anne y Jack aquella era una muestra normal de dos amigos que no se veían hacía tiempo y que era obvio, se tenían afecto, pero para Mónic aquel abrazo significaba "idilio" y no pudo disimular la bilirrubina que ascendía por su rostro, ni la contracción de su mandíbula.

En ese momento deseó tener el misterioso aparato "volatizador" que el gobierno había usado para desaparecer a sus amigos y emplearlo con esa sensual pelirroja, a quien ya había bautizado como "mesalina" por esas libertades que se tomaba con Steven.

—Tienes razón, ha pasado tiempo cariño— comentó Steven, terminando el abrazo—.  Ya sabes que viajo mucho...por mi trabajo—dibujó una media sonrisa, que la mujer supo interpretar a la perfección. Era notorio que había complicidad entre ambos—. Te quiero presentar a mis amigos—añadió señalando a sus acompañantes, nombrándolos a medida que lo hacía—. Anne, Jack y Mónic, ella es Margaret.

A Jack le sorprendió que el joven empleara la palabra "amigo" para calificar su relación que estaba apenas en proceso de "mejoría", ya que la tirantez entre ambos aún afloraba de tanto en tanto, aunque seguramente aquel término solo guardaba un carácter globalizador.

A Anne le enorgulleció que el ex rubio la considerara tal, porque en realidad ella sentía lo mismo. Debía reconocer que Steven le caía fenomenal, pese a su primera mala impresión.

Mónic, en cambio, odió con toda su alma aquel apelativo.

"¡Claro, ahora somos solo amigos! El beso le valió madres" pensó.

— Díganme Magui por favor—anunció la chica—. ¡Es un placer conocerlos! Los amigos de Steven también son los míos— añadió cordialmente—. ¡Por favor, acompáñenme! Voy por el postre, pero puedo pedir que les sirvan el almuerzo. El cocinero siempre prepara comida para un regimiento.

Los interpelados saludaron a la mujer y aceptaron su propuesta, sobre todo Anne que hacía tiempo llevaba sin probar una buena comida. La que le habían servido en la Estación era insípida y la que había en casa de Jack eran los típicos alimentos "de microondas".

—Tú quizá deberías pedir servilletas extra— le susurró Jack a Mónic, al oído, mientras se acercaban a la mesa. La chica lo miró confusa—. Es para limpiarte los celos del rostro.

La castaña se incendió por dentro. ¡Aquello era una completa pesadilla!

Se adelantó unos pasos a Jack, para sentarse primera, no sin antes hincarle el taco de veinte centímetros en el empeine.

Mientras almorzaban Steven le explicó a Margaret los pormenores de su situación, pues por teléfono no le había dado demasiados datos, por precaución.

—Los ayudaré con gusto— repuso la chica gentilmente—. Sabes que te debo la vida querido.

—De seguro todos están muy interesados en oír la hermosa y épica historia en la que el gallardo Steven aparece vestido con su radiante traje de informático y sus armas digitales y te salva "querida" — aportó Mónic, quien no podía contener su mal genio.

Margaret la miró azorada unos instantes.

Steven casi se atraganta con la pata de cangrejo que estaba comiendo y Anne y Jack intercambiaron miradas furtivas entre ellos, avergonzados por el inapropiado comentario de su compañera.

—Claro, bueno...— inició Margaret, jugando con la costosa gargantilla que colgaba de su cuello, en un gesto nervioso—. La verdad es que la historia no tiene nada de bonita, forma parte de la etapa más turbia de mi vida, cuando aún era una ilusa jovencita con aires de rebeldía, que se enamoró del tipo equivocado.

Anne comenzaba a sentirse más fuera de lugar que antes y ya estaba deseando que la tierra la tragara.

Mónic, en cambio, se mantenía atenta en lo que "esa muñequita de diseño" le estaba contando, con el firme pensamiento de que pronto comprobaría sus teorías del "romance"

—El hecho fue que ese hombre solo estaba interesado en mis bienes materiales, en mi fortuna, y solo me enamoraba para intentar robarme. Algo que, en efecto, hizo—rebeló—. Obtuvo mis claves bancarias y vació mis cuentas. ¡Fue horrible! —su rostro se comprimió en un gesto amargo, que no llegó a desfigurar su radiante belleza, algo que a Mónic le molestó aún más—. Hoy estaría en la ruina y sería una vergüenza para mi familia, que me había advertido que ese sujeto no me convenía, admonición que en mi estado de insensatez había ignorado...

—Sí, el amor a veces nos vuelve insensatos—aportó Jack, mirando de reojo a Mónic, quien prefirió no inmutarse e "ignorarlo".

—En fin, fue gracias a Steven, que por ese tiempo era amigo y colega de mi padre y confidente mío, que mi suerte fue otra. Él rastreó al estafador y jugó sus mismas cartas. Hackeó su cuenta bancaria y volvió a transferir el dinero a la mía. Pero además logró que la policía lo apresara y hasta el día de hoy continúa dentro en las celdas del pánico.

—Dudo que salga alguna vez —dijo Steven—. La inmoralidad forma parte de su naturaleza.

—Lamento lo que te ha pasado. Pero por fortuna Steven revirtió la situación— dijo Anne sinceramente y Jack la secundó.

A los dos Magui les había parecido una mujer muy agradable, encantadora y una muy buena anfitriona.

—Sí, yo igual— dijo Mónic, aunque se le oyó el falsete en su voz—. Supongo que entonces fue cuando empezaron ustedes dos una relación— puntualizó mirando alternadamente a la jóven y a Steven.

"¡Esto no puede ser!" pensó el muchacho, y en ese punto recordó lo posesiva y obstinada que era Mónic cuando se lo proponía.

Margaret pestañeó apabullada.

—No, claro que no. ¡Por Dios! Siempre estimé a Steven como el hermano que nunca tuve...

—¡Basta! No tienes por qué caer en su juego—interrumpió Steven, que ya estaba notablemente enfadado—. Mónic, entre ella y yo nunca hubo nada, ni lo habrá.

—¡Y se supone que debo creerte! —soltó ella, elevando la voz, lanzándole miradas que tenían el filo de una daga.

—¡Haz lo que quieras! Incluso puedes irte si gustas, no sería la primera vez que te marchas y me dejas cuando no te convencen mis explicaciones—dijo él, y se le notaba el semblante torturado que reflejaba un corazón dañado.

Todos los presentes estaban acongojados, aunque por motivos diferentes.

—¡Oh no!— exclamó Margaret, quien se sentía por demás culpable y había comenzado a hacer cavilaciones mentales, formulando hipótesis sobre lo que sucedía—. Mujer...— empezó, dirigiéndose a Mónic—, no te conocí hasta hoy, pero me doy cuenta que tú y Steven son los que tienen o han tenido una relación... Y no sé si el bebé que esperas es de él o no, ni quiero pecar de chismosa, pero ya te voy diciendo, para que estés tranquila, que no tienes de qué preocuparte conmigo.

—Del dicho al hecho...— soltó la mujer, suspirando y tocando, al mismo tiempo, su abultado vientre falso.

Mónic ya le había encontrado un uso práctico y había decidido sacar ventaja de su "estado".

—Te aseguro que lo que te digo es real. Y ya que andamos con dichos ¿has oído el que dice: "una vez mordido, dos veces tímido"? Pues luego de lo que pasó con John, el malnacido que me engañó, no quise tener más nada que ver con hombres.

Tres de los presentes estaban perplejos.

—¿Entonces, eres lesbiana?— arguyó Mónic, que era la única capaz de mantener el habla y la compostura.

A Anne le asombró una vez más el carácter impasible de la periodista.

—¡Por supuesto!— afirmó la otra chica—. Y para serte honesta querida, posiblemente me hubiera lanzado contigo, de no ser porque estas visiblemente encinta.

Les dedico este capítulo a sebymelano44 Jckgermany Jonfantasy emiliano7322 RubnPrezPardo marcossuarez02 JuanDeEnero
Mis lectores masculinos más activos 🤗
¡Gracias por el apoyo!

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