Capítulo XII. (Parte II)
Era entrada la madrugada cuando Jack llegó a su apartamento y se recostó en su cama con la vista fija en el techo, que simulaba ser un cielo nocturno. Siempre había sentido fascinación por aquellos cuerpos celestes que brillaban en su lejanía, totalmente indiferentes de los pesares del mundo.
Algún día él mismo tendría su propio sitio de privilegio en las alturas, ajeno de problemas, libre en la vastedad del universo donde podría descansar eternamente, pero ahora no era el momento. No podía permitirse esas licencias más que en sus efímeras divagaciones.
Lo cierto es que debía estar más atento y despierto que nunca si quería tener éxito en la captura de las prófugas.
Gracias a la escasa información que había obtenido, después de largas horas de interrogación a "ese fastidioso hacker", había determinado que aquel trío era altamente peligroso y por ende podían atentar contra la seguridad de los ciudadanos, además de que podrían constituir una amenaza para el Gobierno.
Aquella teoría había derivado de lo que a su juicio eran disparatados testimonios sobre "Conspiraciones" "Encubrimiento de información" y "Secuestro de personas por parte de Organizaciones Estatales", personas que dicho sea de paso, no existían realmente.
Lo más relevante, para él, era que tanto ese loco, como aquella hermosa y engañosa "psiquiatra" y la otra fémina, parecían creerse sus propias fantasías y estaban dispuestos a todo, y eso implicaba infraccionar la ley, con tal de lograr su objetivo, que implicaba un claro ataque al sistema de Gobierno.
La preocupación principal de Jack radicaba en que quizá esas personas no obraban solas, sino que podrían existir más individuos como ellos operando en las sombras.
"¿Y si se trata de un grupo terrorista?" pensó.
Aquello era poco factible, pues los atentados de ese tipo habían menguado hacía ya algunos años, lo mismo que los crímenes de lesa humanidad. Lo cierto era que tanto el sistema de seguridad, como la misma sociedad habían evolucionado bastante y aquellos delitos atroces ya no formaban parte de la cotidianidad.
Sin embargo, "Uno nunca sabe... a veces el hombre tiene a involucionar y abraza sus viejas prácticas de neandertal" meditó, mientras bostezaba.
Se había prometido no dormir hasta dar con alguna pista que le indicara el paradero de las reas que sus inútiles colegas habían dejado huir, antes de que las cosas pasaran a mayores, pero el cansancio lo estaba venciendo. No por nada su compañero lo había obligado a irse de la Estación, alegando que él mismo se encargaría de la custodia del hacker. Era un pendiente que tenía y Jack sabía que cumpliría muy bien esa tarea y no escatimaría de volver a colocar al delincuente dentro de la habitación de pánico si fuera necesario.
Con esas evocaciones en mente los ojos del policía estaban cerrándose de a poco, aunque en ese aleteo de párpados, cuando apenas alcanzaba a observar imágenes fragmentadas, borrosas, de los falsos astros, captó la silueta de "algo más". Un rostro, que iba acompañado de una fragancia tan familiar, embriagadora, hechizante, que lo tentaba a sumergirse en su subconsciente, pero en compañía de la dueña del perfume.
Empero, una cosa eran sus deseos y emociones, y otra su sentido de razonamiento. Aquel rostro no podía formar parte del imaginario, pese a que su mente ya lo había detallado "involuntariamente" muchas veces. Esa faz era más nítida, era real, lo que significaba que ella, "Anne", estaba en su cuarto.
Intentó levantarse rápidamente mientras buscaba tomar el arma que había dejado en la mesita de junto, al tiempo que se cuestionaba cómo esa joven había logrado entrar en su propiedad sin ser detectada, aunque la respuesta no era tan difícil de determinar. Si trabajaba con el tal Steven, era obvio que sabía vulnerar sistemas de seguridad y el suyo no era tan sofisticado como el de la Estación.
Entonces, oyó una voz femenina, que no pertenecía precisamente al objeto de sus anhelos.
—No tan rápido "sexy"—dijo la rea que él identificó rápidamente como Mónic Hale—. Sé muy bien lo apegados que son los hombres a sus miembros, así que me consta que no querrás perder el tuyo— Jack notó que la fémina lo estaba apuntando con un arma láser en "sus partes nobles" y no atinó a hacer ningún movimiento —. Así me gusta —la mujer sonrió ampliamente, manteniendo su pulso firme en el arma, mientras se dirigía a su compañera de crimen —. Anne, deja de verme como si fuera una psicópata y ponle las esposas a este poli —ordenó con aquella melindrosa vocecita en tono autoritario —. Recuerda que él ha interferido con "nuestros asuntos", no yo—se quejó, al tiempo que la otra se mantenía aún indecisa.
La mente sagaz de Jack le permitió determinar que la hermosa psiquiatra podría no estar en completo acuerdo con las prácticas de su compañera, y que tal vez, parte de su comportamiento apacible era sincero. Intentó entonces valerse de esa hipótesis para dialogar con ella y que entrara en razones.
—Señorita Jones, es consciente de que con cada crimen que comete su situación se agrava cada vez más y...
—¿Te dije que podías hablar sexy? ¡Yo creo que no!—dijo Mónic y a continuación disparó, muy cerca de su muslo, provocando un considerable agujero en la cama.
—¡Carajo! ¡No puedo creerlo! — gritó Anne y era notorio su estado de alteración. Jack podía reconocer cuando una persona estaba entrando en shock.
Él también estaba conmocionado, obviamente. ¡Había estado a punto de perder medio cuerpo! Pero podía controlarse mejor, debido a su formación profesional y eso implicaba además evitar soltar un cúmulo de improperios hacia Mónic.
Sin embargo, las manos de Anne temblaban y su efigie angulosa estaba perlada de sudor, además de alarmantemente pálida. ¡Se encontraba aterrada!
"Entonces es cierto. Esta mujer no es de temperamento violento. Pero entonces, ¿cómo es posible que haga lo que hace?" se recriminó. "¿Será factible que aquellos dos individuos, Steven y Mónic, lograran persuadirla de alguna forma para cometer los crímenes, valiéndose de su indefensión y agravando así su estado de locura?"
"Tal vez...tal vez solo sea una mujer confundida, vulnerable y demasiado influenciable" pensó Jack volviendo a sus conjeturas originales, en un intento de defenderla, aunque no sabía muy bien por qué, o cuándo había pasado de intentar persuadirla, a buscar un justificativo que explicara sus acciones.
—Ponle las esposas de una vez— volvió a ordenar Mónic y en esta ocasión Anne obedeció.
El oficial guardó silencio mientras lo hacía, pues estaba analizándola y comprobando sus teorías.
El contacto de su piel con la suya, en ese roce de dedos, provocado por la colocación de las esposas magnéticas, le permitió corroborar que ella estaba completamente helada. El terror no era fingido.
Por un momento sus ojos caramelo se encontraron con los suyos y fue en ese instante de conexión cuando terminó de convencerse plenamente de que ella era solo un instrumento.
—Lo siento— oyó que ella murmuraba suavemente.
Estaba tan cerca suyo que el murmullo fue acompañado por su aliento, que pese a todo aún conservaba su calidez, y que acarició sus labios, provocándole aquel maldito sentimiento que se rehusaba a mantenerse aletargado.
Valiéndose de esa intimidad Jack pudo haberla tomado por sorpresa y usarla como escudo humano contra su compañera. Podría haberla reducido fácilmente, pues era hábil; tomarla por el cuello, hasta alcanzar su otra arma, la que guardaba debajo de la cama, y luego dar aviso a las autoridades y acabar así con todo, pero no lo hizo. Dejó que terminara su trabajo y se retirara.
Trató de convencerse entonces de que lo hacía con fines investigativos.
Si era rehén de esas mujeres podría determinar el estado de culpabilidad de Anne, y si se convencía de que era una víctima más, entonces la rescataría también a ella. Claro que debería cumplir una condena. Los crímenes no se iban a borrar de su historial por la magia de su encanto, ya quisiera, pero al menos, aquella sería minimizada.
Además estar cerca de ambas también podría proporcionarle otro tipo de información más valiosa que la obtenida en la Sala de Interrogatorios, que últimamente no estaba sirviendo para nada, como lo de la teoría del ataque terrorista.
—Debemos irnos ahora— interrumpió Mónic sus pensamientos—. Tú prepárate para moverte de esa cama, porque es obvio que no te cargaremos, y te advierto que si intentas algo estúpido, la próxima vez que te dispare tendré mejor pulso — amenazó.
Lejos de toda lógica, Jack preguntó a dónde lo llevaban, y lejos de toda posibilidad Anne se lo informó.
—Iremos a la Estación. Necesitamos rescatar a Steven y tú...bueno tú...
—Tú serás nuestra llave de acceso poli— terminó Mónic exasperada por el absurdo comportamiento de su colega.
"¿Qué diantres le pasa que se comporta como una quinceañera?" pensó, y al momento su subconsciente le dio la respuesta. "¡NO puedo creer que esta corderita se enamorara del león! Esto va a ser peor de lo que pensaba."
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