Capítulo especial: Amor familiar

Venía música infantil de un salón, y del otro, música más movida, pero atenuada. Era una grabación que DOTy mostraba. Los primeros Adán y Eva bailaban juntos, reían y estaban felices. Él la hacía girar y terminaba pegándola a su cuerpo para intentar besarla, pero ella se alejaba e iba a recoger a un bebé Chris que se había caído sentado.

—El Chris molestando por atención desde tiempos inmemoriales —se burló Tomas.

El chico rió.

—Sí, bueno, lo tengo en los genes.

Mariel regresó del salón de donde salía la música infantil, con un bebé en brazos.

—Ya despertó —les avisó.

Andrea se acercó feliz.

—Ya era hora, este dormiloncito. —Lo cargó y lo hizo para arriba y para abajo para alegrarlo.

Habían ido a su celebración de unos meses, pero él no había salido a saludar a los invitados todavía por estar en la cama.

—Está bien que duerma —dijo Tomas.

El bebé lo vio y le estiró los bracitos para que lo cargara, así que lo hizo. Una vez en sus brazos, lo miró con sus grandes ojos verdes y sonrió, abrazándolo y soltando un sonido de bebé feliz.

—Awww —se derritió Aria mientras Tomas reía entre dientes.

Le correspondió el abrazo como pudo y lo acarició.

—Yo también te amo —le susurró.

Los chicos se fueron a sentar al sofá con el bebé y Aria volvió su atención a Chris, quien dejaba que el dron se alejara, yendo por unas galletas de la mesa.

—Y, dime... ¿No has pensado en bebés? —murmuró él.

Ella se ruborizó.

—Creo que visitar tanto al Toñito me está haciendo pensarlo dos o tres veces.

—¿Eh? Nooo —rió él y se inclinó—. ¿No quieres dejar esa pastilla y así hacemos lo nuestro? —le ronroneó cerca de la oreja, causándole estragos.

—Tal vez en un par de años.

—Antonio tiene que jugar con alguien.

—Ahí hay más bebés para que juegue.

Él le dio dos besos en la mejilla antes de que la chica se pudiera apartar entre risas. Quedó con sus manos contra su pecho y bajó la vista.

—Tendremos un bebé cuando esté cien por ciento segura de que nadie va a pensar en que debería estar en el Edén, o lejos de mí.

—Hey. —La rodeó en brazos para hacerla sentir protegida—. Todo va a estar bien. Antonio está aquí con su mamá, sus hermanos, no en el Edén, y nadie va a dejar que se lo lleven, lo sabes bien. Si tenemos un bebé, va a ser tan amado y protegido como él.

Aria respiró hondo, relajándose.

—Sí... —le dio un par de palmaditas en el pecho—, pero igual vamos a esperar.

Christopher rió y la liberó.

—Sí, mi dulce Eva.

Claro que esperaría, de todas formas, se sentía optimista en cuanto al futuro. Amaba a Aria y se lo había repetido la primera noche después de que regresó con sus amigos de aquella ciudad.

Hicieron que las máquinas prepararan la cena, ya que les dijeron que fue un viaje de ocho horas, y conversaron hasta casi las doce. Luego de alistarse para dormir e ir cada uno a una habitación de la enorme, pero acogedora casa, la chica lo miró con esa picardía y complicidad que él ya conocía.

—Esta es mi habitación —murmuró al tiempo en que lo hacía entrar.

Se besaron con necesidad, ardor y pasión, y ella no tardó empezar a desnudarse.

—No, no, no. Me gusta observarte —reclamó él de forma tierna entre besos, haciéndola reír.

—Quítate esto —continuó ella, intentando sacarle los pantalones.

Él reía y eso a ella le encantaba. Pronto quedaron piel con piel, recorriéndose, disfrutándose, diciéndose lo mucho que se habían extrañado, y fue cuando sus labios volvieron a soltar un "te amo", que, para su felicidad, esta vez ella repitió.

—Sí, te amo...


Solo recordar, había enrojecido el rostro de la chica.

—Aria —la llamó Karen y la hizo reaccionar.

—Eh. Sí...

Fue a recibir a sus mamás que muy emocionadas entraron a ver al bebé. Saludaron con sus entusiastas abrazos a todos, incluida a Mariel. Karen se estaba acostumbrando a las excesivas muestras de cariño también y ahora no temía mostrarlo.

A veces se la sorprendía de la mano con Mauro o dándole besos. Él sonreía ampliamente, como casi nunca lo hizo antes, y eso le bastaba para saber que estaba haciendo bien, que su amado Adán estaba volviendo a ser él mismo poco a poco.

Algunos otros jóvenes, que fueron con ellos a la ciudad secreta, también habían vuelto. Sus Evas los querían y estaban dispuestas a cambiar algunas actitudes, sobre todo las tóxicas y posesivas, dándose cuenta de que a ellas no les gustaría que las trataran de esa forma.

Todo era cuestión de educar la empatía de las personas para mejorar la situación.

Tomas había conocido a alguien en aquella ciudad, pero no lo pensó dos veces cuando decidieron volver. Para él, esas cosas podían esperar, sus hermanos eran muy importantes. No había ido a visitar a Carmela, no solo porque no quería recordar, sino también porque en realidad no sentía apego a ella. Le dolía todavía no poder, sin embargo, pero el tiempo le ayudaría.

Aria y Christopher solían acompañar a Isidora a visitar a los hombres, y les alegraba ver que iban bien, que estaban conociendo nuevas cosas, como el poder ir a un centro comercial y escoger si ver una película, o algo tan simple como una prenda de vestir.

Andrea tenía especial apego por uno de los ex Adanes jóvenes, de los que ya hubieran salido compatibles con una Eva, que estaba con la familia de Karen. De hecho, uno de los que Carmela estuvo por escoger para ella. Como se reunían seguido con los chicos en fiestas sanas, pero divertidas, lo veía. Aun así, no iba a apresurar las cosas.

Ella y Karen se habían hecho amigas de Stacy también, y a veces intentaban emparejarla con alguien. Sin embargo, se daban cuenta de que usualmente se sonreía con Tomas y conversaban amenamente. Ambos se sintieron iguales en cierto momento, por lo que había una atracción no dicha.


—Ábrelo —canturreó Andrea, dándole una caja pequeña a Mariel.

Estaban sentados alrededor, con ella a la cabeza, mientras el bebé jugaba en el centro. Abrió la caja y de esta salió un dron verde translúcido como caramelo. Lanzó confeti virtual y se acercó al bebé para brillar en colores, llamando su atención y haciendo que se emocionara.

—Lo mandamos a hacer especialmente para él —aclaró Chris—, va a cuidarlo siempre.

—Muchas gracias. —La mujer estaba encantada.

Les dedicó su dulce sonrisa a Tomas y Andrea, y suspiró con nostalgia al ver a Paul reflejado en ellos. Él seguía vivo en ellos y en Antonio, el bebé. Iba a cuidar de su tesoro. Era muy, muy amado, por ella y por todos, y eso la llenaba de alivio y felicidad.

Celebraban, comían, reían sin que nadie les dijera que estaban haciendo escándalo, jugaban y se divertían. Todo sin dejar de lado el cuidado de las nuevas reglas, de todos los otros hombres y de los bebés.

Ahora tenían una gran familia, y un amor tan grande era algo que fortalecía el corazón. El amor creaba una humanidad mejor.


***

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