Capítulo 9: Un gesto furtivo
Carmela quería a su esposo, pero siempre deseó más. Cuando lo obtuvo, solo unos días antes se había sentido atraída por el nuevo Adán de su amiga, sin embargo, el que fuera prohibido la frustró.
Cuando recogió a Paul lo hizo suyo de inmediato, así pensó que pasaría su capricho, pero no. El sentirse atraída por el Adán de su amiga empezó a ser un problema.
Decidió tener un hijo. Muchas mujeres preferían incubar a una bebé, pero eran mejor recibidas y muy halagadas las que tuvieran un útero todavía en su cuerpo, así que aprovechando esa "ventaja", decidió intentarlo.
Sin embargo, luego de dar a luz, proceso en el cual dormía mientras las máquinas le sacaban al bebé de forma segura sin dejar cicatrices, ya no estuvo dispuesta a pasar de nuevo por el suplicio de llevar un peso tan grande en el vientre, viendo cómo deformaba su cuerpo perfecto, para que al final fuese un inservible niño que solo era para entregarlo al Edén.
Su apego hacia el pequeño ser era inexistente, por eso no le afectó, solo lamentaba la mala experiencia de tener un bebé en su cuerpo, así que decidió, para la próxima vez, incubar a una bebé. Ella sería suya, su adoraba niña, y no tendría que llevarla adentro de su cuerpo ni sufrir ni un mínimo síntoma.
Andrea era una niña perfecta, con las características tales y como ella las había querido. Aunque, a pesar de la nueva etapa en la que cuidaba a su hija, o, mejor dicho, las máquinas y su esposo la ayudaban a hacerlo la mayor parte del tiempo, su deseo por otros hombres no se fue.
¿Por qué tener que estar solo con un hombre? Ella tenía mucho para dar a muchos otros chicos, era egoísta. Sus madres siempre le dijeron que ella merecía todo lo que quería. El solo hecho de existir la hacía merecedora de la gracia de todos, y así había sido por mucho tiempo, hasta que supo que el Edén solo te podía dar un Adán.
Tener uno no había sido una molestia, al contrario, ella sabía que sería aceptada, que pertenecía desde incluso antes, a ese selecto grupo de mujeres que tenían a un hombre, no como las demás simples de la ciudad.
Por lo tanto, ya que tenía muy buenas amigas, mujeres quienes en parte se preguntaban lo mismo, el por qué solo podían experimentar con un chico, aprovechó para pedirles "prestadas" a sus parejas.
Por supuesto, el primero fue el de su amiga Mariel, Gustav. Aquel chico rubio la llamaba.
—No estoy muy seguro de esto —murmuró él, e inevitablemente volteó a ver a su compañera, su Eva, quien se supone debía estar solo con él, quien se suponía era la única con la que debía estar íntimamente.
—No pasa nada —dijo ella, restándole importancia—, anda, es solo sexo, no te vas a morir.
El chico miró con algo de duda a Carmela, y como siempre les dijeron que obedecieran a lo que dijeran sus Evas, no pudo seguir diciendo que no.
La mujer era muy atractiva, fuera de todo. Él solo había estado con Mariel, así que estar con otra mujer le cambió un poco la perspectiva que tenía de su mundo.
Aunque Mariel apretó un poco las manos en sus antebrazos mientras su Adán jadeaba y penetraba a su amiga con sus suaves movimientos, que ella al verlos podía casi sentirlos, no los detuvo, ya que sentía de alguna forma que Carmela tenía más poder que ella.
Era la que organizaba fiestas, la que siempre hablaba, la que obtenía todo, y terminaba convenciéndote de estupideces, incluida esa.
El tener la libertad de poder pedirle a otras mujeres a sus hombres sin recibir respuestas negativas, le dio más confianza a Carmela. Era perfecto, era delicioso. ¿Por qué cerrar el círculo solo a un hombre? Podía tener a muchos más.
Todos lo hacían de manera diferente. Todos sabían, se movían, y sonaban diferente. Había un mundo en cada uno.
Había "estrenado", como lo llamaba ella, a muchos chicos recién salidos del Edén, cuyas incautas Evas aceptaban prestárselo para que les diera su "enseñanza". Los chicos, por supuesto, sin derecho a palabra, no sabían a qué se enfrentaban.
—Ugh, estoy agotada —se quejaba mientras soltaba su cabello y su esposo se acercaba a tocar la línea central del vestido para ayudarla a retirarlo.
Como se activaba con el toque, la prenda se desabrochaba sola.
Algo mantenía inquieto al hombre, así que no pudo evitar abrir la boca y preguntar.
—Dime una cosa... ¿Acaso pensabas... estar con él?
La mujer bufó y volteó a verlo con enfado.
—Ese chico es para tu hija. Por supuesto que no. ¿Qué hablas?
Paul bajó la vista.
—Me disculpo, es que pensé...
—Deberías ir a disculparte con tu hija porque no le conseguiste a su Adán —renegó la mujer mientras terminaba de desnudarse—. Claro que ella todavía no sabe que es él. —Empezó a desabotonar la camisa del hombre y entristeció—. Pobrecita, le rompería el corazón saber que se lo han dado a otra, a una vulgar chica del exterior que ni siquiera sabe cómo funcionan las cosas aquí en el Heaven.
Paul suspiró.
—Lo conseguiré, por Andrea.
Carmela sonrió complacida mientras lo hacía retroceder hasta sentarlo en la cama.
—Ese es mi hombre.
Descendió hasta su parte íntima, dispuesta a premiarlo y motivarlo a que la ayudara.
***
—¿Ya te sientes mejor? —le preguntaba Aria a Mauro, quien la miraba con algo de sorpresa.
Karen suspiró con molestia.
—Él está bien —habló por él—. Yo soy la afectada aquí, me ha hecho pasar vergüenza. No lo he visto beber, no entiendo qué pasa.
Su dron se acercó para querer escanearlo, pero el chico lo alejó de un empujón, además Christopher le dio un segundo empujón, alejándolo más.
—Debemos irnos —meditó Karen.
La joven lo hizo ponerse de pie y se lo llevó.
—Deberíamos limpiarnos el líquido —le sugirió Chris a Aria, quien asintió.
Le dio una última mirada a Mauro, quien a su vez veía a Aria, y DiDi los guió por una rampa automática hacia otro nivel.
Karen se encontró con sus amigas quienes hacían alboroto por el mal momento que Mauro la había hecho pasar.
—Deberías pasar la noche con él, así quizá se rectifica —le sugirió una en susurro—. Así luego lo puedes controlar mejor diciéndole que no lo invitarás a la cama si se porta mal como hoy.
La chica suspiró con tristeza.
—Sí —dijo la otra—, las abuelas siempre han dicho que hay que mantenerlo tranquilo dándole un poco de pasión. Así dejan de hacer travesuras.
Rieron entre dientes. Mientras que Mauro no dejó de mirar a su amigo dirigirse con Aria hasta entrar en una habitación.
***
Aria había terminado de ducharse para sacarse el dulce del jugo. Suspiró frustrada. DiDi ya le había dado algo para que se le pasara el malestar del alcohol. EDy solo vigilaba al joven.
¿Qué había sido todo eso?
Volteó a ver a Christopher y recordó cómo esa mujer no había dejado de mirarlo de esa forma tan... Que no le causaba una buena sensación. No le importaba que las otras chicas le hubieran dicho que Carmela enseñaba a los jóvenes ciertas cosas.
Su Christopher estaba bien así... Aunque, por otro lado, sí quería sentir su atención. Si había mentido en una cosa, como lo de esculpir, ¿en qué más podría estar mintiendo? Aunque tampoco era que ella estuviera libre de pecado.
Él salía del otro baño y le sonrió levemente al verla con un pijama temporal y a una máquina similar a un dron, secándole en cabello. El chico también ya se había deshecho de todo el jugo.
No le había gustado cómo Mauro había sido llevado tras tirones por parte de su Eva, mientras le recriminaba su comportamiento.
Mauro, luego de echarles el líquido, siguió actuando mareado y se aventó contra Christopher, quien los sostuvo casi abrazándolo y manteniéndolo de pie.
—Quédate lejos de ella —le había susurrado muy, muy bajo, para luego ser apartado por Karen quien reclamaba por la vergüenza que le estaba haciendo pasar.
Christopher suspiró y reaccionó ante algo que le había preguntado Aria.
—¿Eh...?
La chica resopló e hizo a un lado la máquina que ya había acabado de secar su cabello.
—Pregunté si sabes esculpir.
A ella no le gustaba para nada que esa mujer supiera más sobre él y pareciera especialmente interesada.
Christopher apretó los labios en una línea. Sí recordaba haber puesto eso, aunque no fuera cierto. Negó en silencio.
—Esas chicas han estado diciendo con orgullo lo perfectos que son sus chicos, sin embargo, tú... Te alejas... Me dijiste que no nos conocemos, y ahora además has mentido.
Ahora había otra prueba más de que en realidad no era para que ella estuviera ahí.
—Tranquila. Tú no sabes, puede que ellas solo fingieran. —Él sabía eso, ya que le habían fingido sonrisas toda su vida—. Tú eres la única que no ha fingido...
Aria lo miró atenta y sus labios formaron una leve sonrisa, alejando esas ganas de llorar.
—Esa mujer me dijo que no sabes esculpir, y parecía saber más sobre ti que yo, que se supone soy compatible contigo.
—Lo siento... Cambié de opinión al final. De todas formas, puedo aprender. No toda la vida uno va a hacer lo mismo, ¿no crees? —Ella merecía algo más de sinceridad, así que continuó—. Cambié eso porque pensé que era algo más común... —Ella alzó la vista con algo de enfado y dolor a lo que él negó de nuevo con prisa—. No lo es. Lo siento. —Encogió los hombros.
—¿Pensaste en algo más "común", según tú, para tener más opciones...?
—De salir... Sí.
—Entonces... Nunca saliste del Edén —meditó más para sí misma, sintiéndose perturbada porque sus sospechas fueron ciertas, incapaz de imaginarse dieciocho años viniendo en un solo lugar.
Se sintió culpable por pensar solo en ella. Podía entender ahora por qué todo le resultaba nuevo a él, por qué a veces miraba bastante al cielo, o por las ventanas del floter. Podía entender por qué salió corriendo.
—No es tan malo como piensas —murmuró él—. Es decir, no conocer el mundo al nacer evita que lo extrañes... no extrañas lo que no conoces, aunque sí deseaba verlo.
—Entonces... Si no esculpes, ¿qué es lo que te gusta hacer?
Él se le acercó y, con algo de duda, le acomodó el cabello, cosa que había querido hacer desde que la vio con el vestido.
—Me gusta pintar, dibujar. No he visto que alguien más lo haga.
Ella pensó un segundo. Era verdad. ¿Quién pintaba en esos días? Muy pocas.
—Bueno, no muchas esculpen tampoco —se defendió.
Él le brindó una caricia recordando lo que dijo Mauro de nuevo, que Aria se veía dulce, y era verdad, lo aceptaba. Le sonrió apenas, marcando levemente los hoyuelos en sus mejillas.
—Lo siento —susurró Aria—. Creía que los chicos estaban libres en el Heaven.
—No sabías, no es tu culpa. —Continuó con sus caricias—. Salgamos. Si gustas mostrarme ese restaurante del que hablabas, vamos...
Aria volvió a alzar la vista, plantándose en esos ojos celeste azul cristalino y profundo. Siempre le habían dicho que era probable que otras mujeres quisieran a su Adán, mujeres del exterior, pero no pensó que tal vez mujeres del interior del Heaven también, a pesar de que todas tenían al suyo propio.
Miró de reojo y asumió que EDy estaba detrás, no a la vista de ella, por lo tanto, no podía ver todo.
Recordó cómo la mujer muy sensual le había susurrado algo al oído. Frunció el ceño y se empinó, dándole un furtivo beso en el mentón al chico.
Bajó la vista manteniendo sus manos aferradas a su camisa.
El rápido, pero asertivo beso le había dejado a él una sensación de calidez en el mentón, su corazón dando un bote, y el latir de los suaves labios de la joven en su piel. Quería más, mucho más.
—Aria...
—Ella te tocó ahí —susurró—, frente a mí. Eso no me agradó.
Él sonrió de lado, sintiendo algo de ternura por su repentina actitud "posesiva". Arqueó una ceja.
—¿Sabes? Otra chica me tocó por aquí —dijo señalando su pecho y abriendo parcialmente el cuello de su camisa.
Aria frunció más el ceño, pero terminó riendo entre dientes.
—Si fueras mi Adán, lo haría —murmuró de forma tentadora.
—¿No lo soy?
—Sí —deslizó sus manos por su pecho—, pero...
—¿Entonces? —casi que ronroneó mientras se inclinaba, acortando la distancia.
Sin embargo, Aria vio a EDy asomarse muy despacio y se apartó para alejarse de la tentación, disimulando, a lo que él rió en silencio.
La chica caminó sintiendo su pulso a mil. Sonrió sintiéndose algo poderosa después de todo. Aunque, había algo más.
—¿Conoces a ese chico? —giró para verlo—. El que nos vació el jugo.
Él parpadeó un par de veces.
—S-sí. Era mi amigo en el Edén.
—Oh, ya veo. —Le gustó saber de su amigo—. Bueno, supongo que podemos quedar para vernos.
Notó la leve esperanza en su mirada.
—¿Crees que se pueda?
Ella encogió los hombros.
—Sssí, ¿por qué no? Quizá en grupo...
EDy se acercó.
—Mensaje del Edén. La señorita Aria debe hacerse presente para tener una charla en quince minutos.
Entonces la chica corrió al vestidor en donde la esperaba su ropa ya limpia y seca.
***
Al bajar al salón principal, los drones se acercaron y los escoltaron. Caminaron por unos pasillos mientras Christopher solo veía al gran jardín del lado de la pared con los arcos. Llegaron a la entrada de otro salón, al parecer, y esperaron.
—Solo puede pasar la señorita —dijo uno de los drones.
Ella volteó a mirar a Chris y él asintió, tratando de calmarla con su expresión.
—Estaré aquí afuera, descuida.
Los portones se abrieron y una gran mesa blanca semi translúcida con sillas le daba la bienvenida.
A la cabeza estaba la mujer de la tercera edad, aunque muy bien conservada, cabello claro y ojos que podían pasar como plateados. La líder había sido modificada antes de nacer, algo que pocas podían pagar. Llevaba casi toda una vida siendo la matriarca.
Isidora sonrió amablemente.
—Buenas noches. Por favor toma asiento. —La joven obedeció y la mujer juntó las manos sobre el tablero—. Según los resultados, ustedes tenían un porcentaje de noventa y ocho en compatibilidad. Sé que una cifra tan alta debe tenerlos ansiosos por estar cerca. Lamentablemente el protocolo, por ser tú una joven del exterior, es que pasen estos días de prueba. Aun así, te aseguro que no van a tener que esperar mucho tiempo para pasar al Heaven. Lo único si... Confío en que llevas las cosas con calma y no ha habido contacto físico entre ustedes.
Eso la preocupó, recordando el beso que le dio. No quería perder al chico.
—Er... sí, claro... —murmuró.
—De todas formas, como dije, solo un par de días más. —Sonrió de forma comprensiva—. Entiendo que es el hombre de tu vida. Paciencia.
—Sí...
—Ahora me retiro, te dejo con los drones para que hagas una última cosa para el protocolo por ser una chica del exterior.
La mujer se puso de pie y su imagen se desvaneció. Aria se sorprendió al ver que ella no había estado ahí de verdad.
—Por favor, leer este apartado y marcar que aceptas —dijo el dron del Edén.
En la superficie se desplegó el documento.
"Felicidades.
Ahora que ya pasó una primera noche con el sujeto 788 Christopher, deberá aceptar lo siguiente.
Hacer un reporte al Edén en cualquiera de los siguientes casos:
-Si el sujeto en cuestión no parece cómodo con usted.
-Si el sujeto se ha portado de una forma en la que usted no se siente satisfecha.
-Si el sujeto le ha hecho dudar de su compatibilidad.
-Si el sujeto se ha portado tosco con usted.
-Si el sujeto le ha faltado el respeto en cualquier mínimo aspecto..."
Oh, pero ¿qué era todo eso? La joven estaba en una encrucijada. Él sí le había hecho dudar un poco, pero sabía las razones. No solo eso, ella tampoco había sido del todo honesta. ¿Debía reportarlo? Pero ¿y si se lo quitaban? Tanto que le había costado llegar hasta ahí. No...
De todas formas, ahora lo conocía más. Él había aceptado su beso e incluso había jugado un poco con ella después. Le había dicho "dulce Eva" la noche anterior, y otros pequeños detalles.
Ahora además sabía que nunca salió del Edén, ¿y encima pretendían seguir controlándolo?
No más, ella iba a evitarlo.
Si se quedaba con ella todo iba a estar bien. Ella no lo iba a tratar como a un accesorio más.
Suspiró y firmó.
Al salir, fue escoltada por los drones hasta el salón principal, en donde algunas parejas bailaban. Los miró y sonrió, juntando las manos hacia adelante. Se fijó en Christopher observando también.
Tenía leve tristeza en el rostro, esa que al inicio ella había confundido con molestia, ahora sabía lo que era y lo que sucedía. Él estaba perdido en realidad. Tal vez al final, sí había sido bueno que usara esa tarjeta después de todo. Aunque ahora tenía que evitar que la descubrieran, y eso significaba...
Christopher volteó a mirarla y sonrió. De algún modo se había olvidado por un corto tiempo el hecho de que se sentía solo. Ahora que ella sabía cómo se sentía, que nunca salió del Edén y no lo había juzgado o restado importancia, se sentía mejor.
Recordó su dulce beso y bajó la vista sintiendo el calor en sus mejillas.
De algún modo, quiso ir a ella, así que lo hizo. Le ofreció su mano y ella lo miró a los ojos, embelesada.
Fueron hacia donde todos bailaban, algunos pegados, otros separados. La tomó de la cintura, ella levantó los brazos y le rodeó el cuello.
No tuvieron que decirse nada, solo mirarse lo poco que quedaba de la lenta canción, para darse cuenta de que estaban fascinados el uno por el otro.
***
https://youtu.be/-WiK3Hsqvdg
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