Capítulo 7: La gran bienvenida
El local estaba decorado de forma muy elegante. Para mala suerte de Chris, no era el Edén, era un local adyacente solo para fiestas y reuniones. De todas formas, estaba seguro de que tendría alguna conexión, ya que estaba en la parte trasera de esa gran isla, mientras que el Edén y el monumento estaban mirando hacia el otro lado.
Aria vio que otras chicas venían con sus parejas y se iban felices a saludarse, ya que probablemente eran hijas del Heaven y se conocían desde antes, habían salido hasta ser compatibles con un chico, y ahora volvían a encontrarse. Incluso estaba la que había visto más temprano en el centro comercial, ordenando un corte de cabello para su Adán.
También notó que algunas la miraban raro, y era que, al ser de fuera del Heaven, nadie en realidad la conocía.
—Es de afuera —murmuraban.
—Ugh, Andrea debería estar aquí ya con su chico y no esta, no es justo.
—Vamos.
Pusieron sonrisas falsas y se acercaron a la joven.
—Hola, eres nueva por aquí —dijo la de cabello largo y perfectamente lacio.
—¿Conoces a Andrea? —preguntó una rubia—. Creo que estudió contigo, lo mencionó hace poco cuando vino de visita.
—Sí, comentó que una chica de su clase había salido compatible con un Adán y que no era hija del Heaven.
—Imaginamos que eres tú, ya que no te conocemos.
—Eh —Aria estaba confundida—, sí... —Se dio cuenta de que la de cabello lacio estaba tocando a Chris, quien estaba intentando apartarse sin parecer muy rudo—. Disculpa, no lo he presentado, es mi Adán, Christopher.
—Ya sabemos. —La apartó la rubia acercándose también—. Para que lo sepas, los chicos deben obedecer a todo lo que dicen las Evas, pero no te preocupes, entendemos que eres nueva y no sabes cómo lidiar con un hombre, pero te vamos a enseñar.
—Sí, no seas tímida. Déjanos apreciar a tu Adán, es un muy buen prospecto —agregó la otra mirando a Christopher de una forma que a Aria no le hizo ni gracia.
Sin embargo, el temor de no encajar, el temor de que los drones vieran eso como que ella no era predilecta para estar en ese círculo de mujeres privilegiadas, que estaba ahí por pura suerte, la detuvo de apartar de una vez por todas a esas chicas.
—Oh por Dios, ahí está Andrea, ¡Andrea! —exclamó la rubia y se fue corriendo a saludarla siendo seguida por las otras.
Aria vio que su excompañera llegaba con una mujer muy elegante de cabello rubio, su madre, y un hombre de cabello negro y ojos verdes, el que había enseñado en fotografías una vez a escondidas a algunas chicas en clase, su papá.
Ambos se veían jóvenes y conservados, y era que apenas rozaban los cuarenta, más una impresionante calidad de vida llevada en el Heaven.
Por un momento se le hizo conocida la mujer, era la que había visto en el Edén antes de partir con Chris, pero no fue de importancia ese hecho. Al menos no hasta que la mujer la vio, miró a Christopher luego de escuchar lo que le decían las otras chicas, y le sonrió de manera especial.
—Sean bienvenidos —sonó la grabación de la líder—, que inicie el banquete en honor a los recién llegados. Aria Montés, Estella Carter —empezó a mencionarlas.
Al final, Aria ni siquiera escuchó bien, ya que notaba que Carmela seguía mirando a Christopher.
Vinieron unas mesas translucidas con comida encima, gracias al magnetismo, y todos fueron invitados a tomar algún bocadillo.
Christopher se acercó enseguida para agarrar algo, pues eran cosas nuevas y, de paso, ver si había algún camino por donde habían venido las mesas. Estas habían aparecido desde detrás de una pared que al parecer tenía alguna entrada.
—¿Por qué se fue sin que se lo pidieras? —preguntó una de las chicas a Aria, mientras se acercaba con las demás. Aria volteó a verla con algo de sorpresa—. Solo debe hacer algo si tú así se lo pides, ¿no lo sabes acaso?
—P-pero puede valerse por sí mismo —murmuró ella, todavía confundida.
—Tranquila. Es por eso que estás en etapa de prueba, porque debes aprender todavía un poco más, pero descuida, sé que la señora Carmela le puede enseñar algunas reglas, ya sabes, a ser obediente y todo eso.
—Sí —agregó otra—, ella le enseñó a mi Adán y ahora no se niega a nada. Le gusta llevarme a tiendas y preguntarme si quiero comer algo rico.
Aria no entendía. Observó al chico de la joven, y este solo mantenía silencio.
—Gracias, pero ya le enseñaré yo.
—No seas rara.
—Hola, Aria —saludó Andrea, luego de dejar que su mamá se fuera con sus amigas también—, veo que te está yendo bien.
—Eh... Sí, creo. Solo va un día, así que...
—Prueba esto —le alcanzó una copa—, está algo fuerte, pero te va a hacer bien. Te veo estresada.
Christopher se había colado por una rendija de la pared por la que salieron las mesas, y había terminado por unos pasadizos. EDy lo seguía. Muchos volteaban a mirarlo ya que, para ser un dron del Edén, era raro que tuviera ojitos virtuales.
—Camino equivocado, regresa —repetía.
—¡Sh! —lo empujó haciéndolo a un lado.
Sacó de su bolsillo una galleta de las varias que se había guardado ahí de la mesa, y la comió de un bocado. Le habían gustado mucho desde que las probó en su casa temporal.
Para su pesar, el pasadizo por el que iba daba a los baños, al parecer, así que quiso dar la vuelta para ver a dónde llevaban los otros, pero vio a Mauro salir de uno, y quedó con los ojos muy abiertos.
—Mauro. —Sonrió.
El chico apretó los labios y asintió.
—Chris, cuánto tiempo.
—¿Ha sucedido algo? ¿Por qué pareces diferente? —quiso saber con algo de preocupación.
—No, nada, todo está muy bien. —Volvió a tensar los labios y se le acercó—. Tu Eva se ve dulce, deberías ir con ella.
Christopher parpadeó confundido.
—¿Qué quieres decir?
—Mauro, ahí estás —su chica venía por él—. No te tardes tanto —le reprochó con falso cariño y lo tomó del brazo.
—Lo siento.
La chica miró a Christopher de arriba abajo.
—Un Adán solitario, ¿en dónde está tu Eva?
—Eh... —Miró el baño—, debo ir. Hasta luego.
La chica arqueó una ceja, pero le dejó de importar pronto, y se fue con Mauro. Luego de avanzar, dejó de tomarlo del brazo y fue a seguir hablando con sus amigas que estaban cerca.
Carmela, por su lado, observaba los alrededores mientras muchas mujeres con sus hombres detrás, conversaban, reían y comían. No veía a Christopher, pero estaba segura de que estaba cerca. Veía a la distraída de Aria intentando encajar con el grupo de chicas que se le habían acercado.
—Paul —le habló a su esposo y este se acercó—. Ya sabes qué hacer —paseó sus manos por la abertura de su elegante traje y le acomodó la corbata—. Ve.
Él asintió y se fue, acomodando su saco.
Christopher había esperado en el baño un momento, incluso intentó saludar y hablarles a otros hombres que entraban, pero ellos solo le dedicaban saludos rápidos y seguían a lo suyo, ya que sus chicas tenían la costumbre de esperar afuera o cerca.
El tocador de las mujeres estaba para otro lado y muchas entraban en grupos grandes, aunque no tuvieran nada que hacer. Los hombres esperaban afuera, así que ellas hacían lo mismo en su caso.
El chico ojiazul salió al darse cuenta de que en realidad nadie estaba atento a su presencia, solo al hecho de que su Eva no estuviera cerca esperando, por lo que se dio prisa en ir por otro pasillo por el que no había gente.
Una puerta se abrió, deslizándose a un costado, y pudo ver otro pasillo con aberturas en arco que daban hacia un jardín inmenso. Lo que creyó que era una pequeña colina o algo así, era un árbol cuya copa se extendía como un hongo muy cerca del suelo.
Reinaba el silencio, la calma... El lugar lo llamaba.
Al acercarse, se dio cuenta de que daba el espacio suficiente para que una persona caminara debajo. Le era extraño sentir que pisaba el pasto, el que había en su jardín del Edén había sido artificial, este en cambio, era real.
Olía diferente, crujía un poco, y se sentía debajo del zapato como algo suave. Se inclinó para tocarlo y se sintió raro. Era algo frío y terso.
—No van a llevarse a mi hijo... —recordó de pronto y de forma extraña, que había sentido el césped antes, alguna vez, sintió como si tocarlo y jugar con él le estaba ayudando a pasar un momento amargo, mientras escuchaba a una mujer muy querida para él—. No voy a dejar a mi pequeño, ellos deben estar con sus madres...
¿De quién era esa voz y por qué la recordaba?
Siguió al ver que había una tenue luz más adelante, sintiendo que lo llamaba a curiosear, hasta que se topó con una pieza con inscripciones en el suelo.
"Adán y Eva. Eternos por siempre."
Quedó con los ojos muy abiertos, pero los labios muy tensos, dándose cuenta de que parecía ser una tumba. Le habían hablado de eso en una de sus clases, cuando todos llegaron a la conclusión de que morirían un día, fue un momento molesto para los niños.
Esas personas... ¿Esas personas eran los del monumento?
Su mente le trajo ese sueño en el que corría a los brazos de una mujer de cabello negro como el suyo. Le hizo pensar en lo que dijo Aria, que ellos eran los padres de los hombres, que habían sido, sin duda, los padres de alguien, y ese alguien se había quedado sin el calor de sus abrazos...
En sus sueños extraños que no había tenido desde hacía muchísimo tiempo, un hombre también lo levantaba en brazos y reía...
"No van a llevarse a mi hijo..."
Sin saber por qué, sintió algo muy extraño y, por alguna razón que no entendía, de sus ojos brotaron un par de lágrimas.
Reaccionó y pasó saliva con dificultad mientras se las limpiaba. Observó la gota correr por su dedo y volvió a limpiarse con la manga de su saco de vestir.
Negó más tranquilo, insistiendo en que eran sueños, y se dispuso a voltear para irse, pero al hacerlo, vio a Paul observándolo.
—Hola.
—H-hola —murmuró sorprendido, ya que ningún hombre le había hablado.
—Eres nuevo.
—Sí.
—Tu Eva te espera, ven conmigo.
—S-sí... —Lo siguió, pero no pudo evitar darle una última mirada al misterioso lugar—. Dime, ¿todos aquí son tan callados? Es decir, ni siquiera saludan bien.
—Es mejor el silencio.
—¿Esas son tumbas?
Paul solo lo miró de reojo y siguió.
—No creo. No aquí.
—¿Has salido alguna vez? Es que, no sé si recuerdas, pero en el Edén están los jardines, y pues, a veces veía una muy pequeña criatura pasar como detrás de las nubes falsas o algo así...
—Hablas mucho. ¿Te lo han dicho?
Christopher apretó los labios.
—N-no en verdad...
—Bueno, tu Eva te lo va a decir tarde o temprano, así que aprende a guardar silencio.
Eso hizo que el chico bajara la vista.
Aria lo buscaba con la mirada, pero no lo encontraba.
—No puedo creer que lo haya perdido de vista —escuchó que se burlaban en voz baja las chicas con las que estaba.
—Ese chico es defectuoso —se mofó la rubia—, el chico de Pam se mantiene en un solo lugar siempre. Él quiso llevarla al mejor restaurante apenas el día en el que salió del Edén. Y el tuyo se escapa de ti.
Rieron entre dientes.
—Así que... Aria —le dijo Carmela.
La mujer la miraba como si fuera inferior. Cómo era posible que una simple chica de afuera consiguiera ser compatible con un chico así de fácil. Por supuesto ella sabía que esa compatibilidad debía ser mejor analizada.
—Sí. —Aria se sentía algo mareada y acalorada a causa de las tres copas de alcohol que había tomado.
—Soy ex guardiana y sé unas cosas. Por cierto ¿en dónde está tu chico?
—Eh... Por ahí.
—Dime, ¿qué vas a hacer en el Heaven?
—B-bueno, sé esculpir y espero poder brindarle mi arte... Quizá pueda participar en ese concurso en donde eligen al mejor dúo.
—Oh vaya, qué interesante, pero ¿sabías que Christopher no sabe esculpir en realidad?
—¿Q-qué?
—No. ¿No te lo dijo?
Aria frunció el ceño, tratando de enfocar su vista, ya que le vino otro mareo.
—Oh... Buennno —murmuró tratando de arreglar sus pensamientos.
—Es extraño que, siendo tú del exterior, hayas conseguido una tarjeta que casi te asegurara el tener un Adán. Sin embargo, mi pequeña Andrea está teniendo dificultades.
El estómago se le contrajo a la chica, ya que eso indicaba que la razón de tenerlo era porque la tarjeta que encontró era para una hija del Heaven. Quizá estaba ocupando el lugar injustamente, y aquella mujer podía darse cuenta.
—Mira, te propongo algo...
—N-no, debo irme... —Dio un par de pasos hacia atrás con algo de dificultad—. No me siento bien...
—Aria, no puedes irte —dijo una de las amigas de Andrea tirando de su brazo y haciéndola tropezar.
Como la chica se sorprendió, no la sostuvo y la dejó caer. Algo que llamó la atención de todas, quienes empezaron a murmurar y reír entre dientes, en silencio, mientras seguían con lo suyo.
Christopher pasó siguiendo a Paul en dirección hacia otro pasillo, cuando escuchó el alboroto y vio a Aria en el suelo. Se sorprendió y fue a ella a paso ligero. Paul se percató de eso y fue tras él.
—Aria... —La ayudó a ponerse de pie, o, mejor dicho, la levantó en peso hasta dejarla de pie, ya que ella apenas podía.
—Chris —murmuró aliviada.
—Vamos...
—Christopher —dijo Carmela, miró de reojo a su Adán con algo de severidad porque no pudo llevarlo a otro sitio, y regresó su vista a los chicos—. Es un gusto. Despreocúpate por tu Eva, ella está bien. Vamos a dejarla en una de las habitaciones.
—Bueno...
—Estoy bien —intervino Aria sobando su frente—. Ya estoy bien, descuiden, solo fue un mareo.
—¿Quién te hizo eso? —le preguntó Christopher con evidente desconcierto.
Él no sabía que el alcohol podía tener esos efectos en algunas personas.
—Nada, solo se le ha subido a la cabeza, pero ya que se le está pasando, debería igual ir a descansar. ¿No es así, Aria?
La joven apretó los labios.
—Sí, supongo.
—Genial. Bueno, mi amiga te puede escoltar, mientras tanto, me voy a llevar a Christopher.
—¿Por qué?
—Te ha dejado sola. Un buen hombre no hace eso. Un buen hombre se queda con su Eva. Préstamelo un momento y le explicaré algunas reglas. —Llevó su mano al mentón del joven y él se apartó tras reaccionar a su tacto desprevenido, cosa que la hizo reír entre dientes—. Necesita sin duda un par de lecciones.
—Pero... —Aria había dejado del lado el mareo al ponerse un poco alerta.
—Insisto. Mira cómo se niega a mi tacto, un hombre no debería comportarse así. Debe obedecer a lo que las Evas digan. Eso te lo han enseñado —agregó mirándolo a él de nuevo—. ¿O no?
Él solo bajó la vista. Sí, siempre le habían dicho eso, aunque lo había entendido como que se referían solo a su Eva, mas no a otras.
—Vamos. —Se le acercó al oído posando su mano en su hombro—. Si quieres saber sobre tu amigo...
Eso hizo que él se sorprendiera. La miró y ella le respondía afirmativamente con la mirada.
Ya que no había podido averiguar, quizá la extraña mujer sí sabía sobre Tomas. Dio un paso para ir con ella.
—No. —Aria lo tomó del brazo para detenerlo y se aferró a él.
Ella sabía que estaba actuando mal, que era egoísta. Ella no tenía derecho sobre él al haberlo conseguido de forma injusta, pero tampoco le agradaba que otras quisieran disponer de su voluntad, por más que lo "merecieran" por su estatus de residentes del Heaven.
—Aria —reclamó él en voz baja, intentando hacer que lo soltara.
Carmela estaba por insistir, pero otro chico apareció de pronto, en aparente estado de ebriedad, y vació el jugo de cereza sobre Christopher y, de paso, en Aria, que lo retenía, espantando a todas.
Christopher quedó con los ojos bien abiertos al ver que había sido Mauro.
***
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