Capítulo 5: Extrañas sensaciones
Stacy se acercó a despedirse de su mamá, Magda, quien veía algunas noticias en la pantalla de la pared en la sala.
—Voy a la casa de Aria, te veo más tarde.
—Es increíble —renegaba sin embargo ella—, dicen que los Adanes ahora están siendo más. Hubieran hecho eso desde antes. Nada les costaba clonar más. Quizá estaría en el Heaven con tu tía.
Stacy suspiró.
—Mamá, es que no es tan sencillo. Pero mira, al menos va mejorando.
—Te quedaste fuera —le recordó, y la chica bajó la vista—. Quizá si fueras como Aria, tan femenina y perfecta, hubieras entrado.
—Bueno. Debo irme.
—Recuerda lo que te encargué. Cuídate, cariño.
Stacy asintió de mala gana y salió. Siempre buscó su aprobación, después de todo, amaba a su madre y quería verla feliz, pero era una mujer difícil de complacer. No entendía que, a pesar de ser su hija, de sus genes, eran diferentes.
Magda había quedado sola, no calificó para tener un Adán, pero su hermana sí, y esta poco a poco había cortado el habla con ella, ya que, con el pasar del tiempo, el ver el éxito de otras chicas en ser compatibles y que consideraba no mejores que ella, la fue amargando más y más.
Antes era más sencillo entrar, pero en los últimos años empezaron a preferir mujeres que habían nacido en el Heaven. Cuando su hija no pasó de las primeras etapas, luego de haber estado halagando el proceso, empezó a repudiarlo por su "injusticia", por su falta de buen criterio. Pero iba a ir contra ellas.
***
—Yo sé por qué el Edén me dio una negativa —murmuró Stacy. Estaba conversando con las madres de Aria, Francia y Claudia, ya en su casa—. Creo que de algún modo supieron que me gustan las chicas.
Ese era un detalle que su madre, que había admitido ser heterosexual y que por lo tanto su hija clon también debía serlo, no sabía. Estaba segura de que si la mujer se enteraba se iba a enfadar con ella.
—Ay cariño —dijo Francia, la de cabello corto—, tranquila.
Ella sacudió la cabeza y sonrió.
—No, está bien, no estoy triste —se apresuró a responder—. Estoy feliz de que Aria sí lo haya conseguido. Hay muchas otras chicas afuera para mí, pero casi ningún chico.
—Se me hace raro que no quieran eso en el Edén. Es decir, es algo con lo que crecemos. Todas somos mujeres.
—Sí...
—Quizá debí presentarme más femenina —meditó la joven, recordando lo que dijo su mamá.
—Señora Claudia —entró una mujer por el patio enorme que tenían en donde exhibían algunas esculturas—, ¿me vende una estatua?
—Lo siento, estamos cerradas —la escoltó con prisa Francia.
—Oh, pero están contactando con el Edén —insistió intentando mirar de nuevo a la pantalla que estaba en espera—, ¿van a hablar con su hija? ¿Van a ver a su Adán?
—¡Buenas nochesss...! —La mujer la empujó fuera y aseguró la puerta deslizable para que nadie más entrara así sin más.
Últimamente iban muchas mujeres buscando piezas de arte, aunque, por otro lado, aprovechaban en preguntar qué era lo que había respondido Aria en sus pruebas para saber qué era lo mejor para que dijeran sus hijas o por simple gusto de cotorrear.
—Muchas chicas también se me acercan —dijo Stacy—, sobre todo para saber si Aria me dijo sus respuestas o si he visto a su Adán. —Se encogió de hombros—. Ya quisiera yo que me pidieran que arregle los interiores de sus casas.
—Ya casi es hora de su llamada —avisó su otra mamá de cabello rizado apurando a su esposa a regresar.
El dron del Edén pronto desplegó el holograma. En este se vio a Aria mirando confundida a una esquina, se dio cuenta de la imagen de su familia y sonrió.
—Ah. Hola...
—¡Ah! ¡¿Y cómo es todo ahí?! —se apresuró a preguntar Stacy.
—Eh...
—¿Es verdad que hay tiendas de ropa solo para hombres?
—Bueno, no he tenido oportunidad de ir a explorar, pero según el folleto virtual, sí, creo que hay.
—¡Ay! ¡Qué suerte tienes! ¡Me da tanta curiosidad!
En eso, las mujeres vieron asomándose por una de las esquinas a lo lejos al muchacho, con mirada de intriga. Las tres hicieron exclamaciones de sorpresa y lo señalaron, cosa que espantó a Christopher, haciéndole regresar a su posición en la barra de la cocina y seguir con lo suyo.
Aria lo miró de reojo y sonrió con complicidad a su familia.
—¿Es ese? —susurró Stacy—. ¡Pero si está bello! —exclamó en silencio haciendo reír a Aria, luego pensó un segundo y continuó—. ¿Cuándo lo traes a visitar?
—Quisiera llevarlo, pero me han dicho que me lo pueden querer robar o hacerle algo.
—Ay hija —se burló Francia—. Créeme que en lo último que piensan estas mujeres aquí, es en un hombre.
—¿Dices? —se burló la otra—. ¿No acabas de botar, literalmente, a una de la casa hace un minuto?
Rieron.
—Bueno, voy a ver qué tan pronto puedo llevarlo de visita.
—¡Eso sería genial!
—Además, ya sabes... —su mamá Claudia la miró de forma que le hizo recordar lo que habían quedado con Magda.
Aria apretó los labios.
—Eh, veré cuándo se puede, pero no creo que sea pronto —se excusó.
Mientras Christopher, ignorante de lo que decían, solo suspiró apoyando su rostro en su mano. Ya estaba con ropa seca, que parecía pijama, luego de haber hecho la travesura de caer en el agua en el baño.
Vio que parecían muy unidas, y entendía que era porque había crecido con ellas y eso estaba bien, pero él añoraba esa clase de sensación. Sabía que no se podía extrañar lo que no se había tenido, aunque sí desearlo.
En su caso, estaba consciente de que lo que sentía era nostalgia. Extrañaba el calor de familia, como si en algún momento lo hubiera tenido. Era raro, porque él no recordaba ni siquiera ya mucho de su infancia en el Edén. La mente enterraba todo.
El dron caramelo rosado se le acercó.
—La comida ya está lista.
La máquina dejó salir los platos ya servidos y estos se fueron a sus sitios en la barra. El chico vio a Aria todavía conversando, así que solo sonrió de forma leve y decidió probar la comida.
Al sentir el agrio en su boca, se le escarapelaron todos los bellos de su piel y el cabello.
—Listo —dijo Aria volviendo y sentándose a su lado—. No hay problema si mis madres y mi amiga te ven —comentó—, según sé. —Lo notó raro—. ¿Estás bien?
Miró su plato de comida y también decidió probar. Grave error.
Corrió a escupir en el lavado.
—Pero ¿qué le pusiste?
—No lo sé —dijo él—. Ya sabes que toqué botones al azar.
—Voy a poner algo diferente —avisó ella volviendo a la máquina—. ¿Quieres ver cómo lo hago?
—Eh, sí —reaccionó él—. Lo siento, es que nos enseñaron a hacer algunas cosas, pero no esto.
—Está bien. Y, dime... —Tocó la pantalla de la máquina y se fue a la selección de platillos—. ¿Por qué dijiste "mundo exterior"? ¿Nunca saliste del Edén?
Volteó a verlo y se encontró con su vista baja. Miró de reojo al dron del Edén que lo acompañaba.
—Las cosas del Edén son privadas —dijo este.
Aria suspiró.
—Okey. DiDi —llamó a su dron, el que parecía un caramelo grande flotante. Era "DD" por "dron doméstico". Este llegó y mostró su holograma de un signo de admiración—. A ver si le enseñas a este dron tu modo "tierno" para que sea menos amargado. —La chica miró a Chris de nuevo y le sonrió—. ¿Le has puesto nombre a tu dron? —Él solo la vio a sus curiosos ojos entre violeta y gris y negó con una triste sonrisa—. Bueno, podemos ponerle uno.
—¿Por qué?
—Ha estado contigo desde siempre, ¿verdad?
Él se encogió de hombros,
—Creo...
—¿Qué tal... EDy?
El chico soltó una muy corta risa en silencio, removiendo el corazón de ella.
—¿Por qué EDy?
—Dron del Edén. "Edén Dron" —hizo las comillas con sus dedos.
Christopher solo la miraba con una ceja arqueada y una leve sonrisa. Volvió a encoger los hombros.
—Claro, será como gustes.
Eso alegró a la chica, haciéndola ruborizar. Qué guapo era, con esa sonrisa, los hoyuelos en las mejillas, esos ojos azul celeste profundos, las cejas y el cabello negro como la noche.
Entonces la máquina sonó, anunciando que estaba lista la comida, además el budín de pan.
—Prueba conmigo —pidió él.
Ella, feliz, se sentó hombro con hombro a su lado, e incluso se dio la libertad de ponerse cómoda, poniendo su pierna sobre la rodilla de él, para estar incluso más cerca, como lo hacía cuando era niña e iba a probar algo rico con su mamá o su amiga.
Se sonrieron y él preparó el cubierto. Cuando probó el postre, sonrió ampliamente, ya que le recordaba a su infancia. Luego ya no los habían consentido en el Edén, así que habían dejado de darles postres para que mantuvieran una buena forma.
Claro que él no estaba enterado de eso, para él simplemente le habían prohibido otro poco de felicidad más.
—Puedes comer todo el budín que gustes —le dijo Aria, mirándolo con el rostro apoyado en su mano, a lo que él le respondió con otra sonrisa.
Cuando terminaron con lo que ella mandó a preparar aparte, que fue una porción de carne vegetal con puré de papa, fueron a las habitaciones.
—Edén dice que deben dormir en habitaciones separadas —avisó el dron del chico.
Aria supo a qué se refería. Las mujeres en el Edén no querían que durmieran en la misma cama para que no tuvieran tanta intimidad hasta que todo fuera oficial, significaba que él todavía no era suyo al cien por ciento, y eso le preocupó.
Todavía debía pasar esa etapa de prueba y sentía que la estaban apurando para llevarlo con Magda. No quería que algo se supiera y se lo quitaran.
De todas formas, la curiosidad, las ganas de sentirlo, explorarlo y saber cómo era él, le ganaban. Creció viendo el Heaven a lo lejos, escuchando historias de cómo era adentro, el Edén, el gran monumento. Vio llorar a chicas mayores en su escuela al saber que no eran compatibles, preguntándose si ella tendría la suerte.
Había esperado tanto ese momento... Al ver al chico sintió que había valido la pena, pero no quería arruinarlo. Ahora sentía que, por la impaciencia, podía fallar.
Quizá se había ilusionado de más. El Edén todavía podía quitárselo.
—Buenas noches —le dijo ella, a lo que él solo asintió con una leve sonrisa y desapareció tras cerrar su puerta.
Aria tragó saliva con dificultad y volteó a ver a su dron quien solo mantenía sus ojos virtuales fingiendo parpadeo. El otro dron, EDy, había entrado con el chico, y estaba segura de que las mujeres en Edén los controlaban mediante el aparato.
Forzó una sonrisa de tranquilidad y entró a su habitación.
Él no le había dedicado alguna bonita frase antes de dormir y parecía triste o molesto. Se preguntó si estaba haciendo bien. Si había hecho bien desde un principio cuando actuó haciendo trampa, usando esa tarjeta que no era destinada a ella.
Tensó los labios, sintiendo una enorme decepción de pronto. Desilusión al sentirse fuera de lugar. Si la descubrían no solo se lo quitarían, sino que además podían castigarla a ella y a sus madres, que nada tenían que ver.
Se percató de las lágrimas que se le habían formado en los ojos y respiró hondo, limpiándoselas.
Por su lado, Christopher observaba por la ventana. Como estaban en una especie de colina, se podía ver a lo lejos un poco de la ciudad, lo que estaba más allá de ese lugar. Era un mundo enorme ahí afuera y daba un poco de miedo.
Todo estaba tan silencioso, al contrario del Edén. Claro que la privacidad de su habitación se asemejaba a la que tenía en aquel lugar, así que fue lo más parecido a su hogar que tenía por el momento.
Apoyó los antebrazos en el umbral de la ventana y su rostro en ellos. Contempló al cielo nocturno inmenso, libre de muros altos, estaba ensimismado, era hermoso.
Bajó la vista, pensativo, pues le pareció haberse percatado de la mirada triste de la chica.
La bonita chica de risa genuina...
Entonces recordó que tal vez era porque no le había prestado la atención debida. Siempre le había repetido hasta el hartazgo que debía estar atento, siempre atento a su Eva, preguntarle si necesitaba algo, si había hecho algo que la hiciera infeliz.
"Si tu Eva es feliz, tú también lo serás." Era el consejo de sus mentoras.
Suspiró con cansancio. Sí, tal vez eso era lo que necesitaba.
Miró hacia la puerta, pero pensó que quizá la molestaría más si iba con esas preguntas ya a esa hora. Debía cuidarla o volvería a ser encerrado.
La chica era bastante agradable a su vista, a decir verdad, y por supuesto que tenía mucha curiosidad hacia ella, hacia su naturaleza, hacia su fino y curvilíneo cuerpo. Ella lo apreciaba, ya que les mintió a los drones por él, así que no podría ser tan difícil de llevar.
—Meh, como sea —murmuró y se puso de pie para ir a verla.
No podía arruinarlo, debía asegurarse de que la muchacha estaba bien. No era que se estuviera preocupando, al menos eso se repetía en la mente para convencerse, pues sí sentía algo.
Quizá de verdad ella podía ayudarle a olvidar la sensación de soledad. Había sentido calidez en el pecho al tenerla tan cerca. Quería más de eso.
Al tocar despacio en su puerta, ella abrió, apenas asomándose, y él enseguida notó el rojo en su nariz.
Aunque nunca vio a una mujer llorar, sintió que al final sí, que alguna vez lo hizo, y no le agradaba.
—¿Estás bien?
Aria vio al dron detrás de él, así que asintió.
—Eh, sí, es solo que creo que me ha hecho daño la comida que estaba fea.
—Pero si lo escupiste.
—Solo debo recostarme, eso es todo.
Él suspiró y entró, poniendo la mano en la espalda de la chica para guiarla a su cama. Ella se apretó el estómago, sintiendo que no merecía esa atención ni el estar ahí, provocando un extraño malestar.
No sabía que tan solo luego de verlo iba a recapacitar sobre lo que había ofrecido. Sentía cosas por él que podían manifestarse físicamente también.
Pero así era la tristeza, la decepción, y muchos otros sentimientos. Se manifestaban dispuestos a acabar contigo. De pronto sintió que había soñado demás.
—¿Qué sucede? —quiso saber él con preocupación.
DiDi la escaneó, pero él no esperó a que acabara y la alzó en brazos tomándola por sorpresa. Ella soltó una leve exclamación y lo miró con algo de susto.
Él notó las lágrimas en los bordes de sus grandes y expresivos ojos y la miró con cierta dulzura. La recostó en la cama y se arrodilló al lado para estar a su altura luego de cubrirla con la manta.
—Lo siento —murmuró—, no debimos probar lo que hice, sabiendo que no estaba bien.
—Descuida. —Aria miró al techo.
—¿Hay alguna medicina que pueda darte?
Ella negó en silencio y sonrió levemente.
—Estaré bien, es solo temporal.
Él bajó la vista. De algún modo sintió que ella lo estaba rechazando, estaba cortante y eso no era bueno. Quizá no estaba siendo un buen Adán, quizá no llenaba las expectativas.
Suspiró y apoyó su rostro en una mano para mirarla, le acomodó el cabello como le habían indicado que podía hacer, y la chica cerró los ojos.
—La computadora en el Edén solía arrullarme con una melodía... que no recuerdo muy bien, pero... Bueno, era instrumental, pero por alguna razón, sé que tiene algo de letra.
—¿Y qué dice la letra? Quizá la he escuchado en mi escuela.
Él se atrevió a acariciar su frente apenas.
—Algo sobre tu amigo el dron que te trae chocolates.
Ella sonrió y negó despacio.
—No recuerdo bien, pero creo que es una canción almacenada en la nube de Tesi. Hazme acordar de mostrártela. —Suspiró, sintiendo el sueño doblegarla, al sentirse más relajada teniéndolo a él cerca.
—Duerme, dulce Eva...
***
Carmela revisaba los test hechos por Christopher y se dio cuenta de que no coincidían. Algunas respuestas de cuando tenía diez, dieciséis y diecisiete años, no eran congruentes con las más recientes.
—Siento que cambió sus respuestas para ver si así salía compatible con alguien más pronto, ya que al parecer tenía prisa.
—Puede ser —comentó su amiga. Su hombre le daba masajes en los hombros mientras ella disfrutaba recostada boca abajo en su mueble—, pueden ser compatibles con alguien desde los diecisiete más o menos, y de ahí a veces tardan. Claro que todos terminan yéndose tarde o temprano.
—Es por eso que mi hija antes sí era compatible con él y luego no, porque él cambió muchas cosas.
—Yo creo que estás pensando demasiado. Las personas cambian.
—No, los hombres no tienen por qué cambiar. Quizá fue esa otra chica la que hizo algo. Ugh. El Edén ha bajado mucho su rendimiento.
—Pues un poco, si incluso perdieron la tarjeta al inicio.
—Indignante.
***
—No voy a entregar a mi hijo a que lo duerman. Ese no era el objetivo del proyecto Eva...
Christopher abrió los ojos y buscó a su chica. La claridad del día se colaba por las ventanas.
Había ido a su habitación dejando ambas puertas abiertas y así estar atento a Aria en caso de que se sintiera peor.
Recordó que tuvo un sueño. Era pequeño y corría a los brazos de una mujer de cabello negro como el suyo. Frunció el ceño. Otra vez con eso. Muy rara vez lo tenía, cuando algo como la risa de Aria le hacía recordar vivencias que no tenía en sus memorias, y sentir nostalgia.
Además, aquella voz que se le hacía conocida, diciendo una frase que no entendía. La mujer triste, y él sintiendo la impotencia de no poder consolarla.
Luego, solo risas, las suyas, las de sus amigos, mientras caían por un tobogán en el jardín del Edén. Ellos eran sus hermanos, no solo las mujeres tenían hermanas, él también, ¿por qué el Edén no entendía eso?
Entonces sus pensamientos volaron cuando vio a la chica andando en ropa interior. Era una tela de apariencia suave y semitransparente. La joven dio un par de vueltas feliz tarareando la melodía del piano que su dron caramelo había puesto en los altavoces de la casa, aunque en bajo volumen.
Sus ojos recorrieron las curvas de la chica, su piel de apariencia tan suave, un pequeño lunar por ahí y por allá. El leve cambio de color en las puntas de sus senos detrás de esa tela que no le dejaba mucho a la imaginación. Solo lamentaba estar algo lejos como para ver mejor a detalle.
Apenas la vio mirar hacia su dirección, cerró los ojos, fingiendo estar dormido. Aria sonrió recordando cómo la había llamado "dulce Eva" y se había quedado a cuidarla. Suspiró y siguió con lo suyo.
El chico abrió un ojo, luego el otro al notar que ella ya no lo veía. Sonrió de lado y giró para quedar de costado y verla mejor, apoyando su rostro en una mano.
Sin embargo, EDy irrumpió en su campo de visión, descendiendo de sorpresa y chispeando de forma sospechosa.
Aria dio un respingo a causa del grito que dio el muchacho desde la otra habitación.
***
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