Capítulo 45: Poner orden
—¿Qué hiciste? —reclamó Andrea—. Mi hermano es lo único que me queda. —Pero Aria solo tenía la vista baja—. Acabas de decidir por ellos y por nosotras. Eso no te competía. Karen —la miró—, ¿no vas a reclamar?
Sin embargo, la chica de rizos mantenía silencio. Ella era tóxica, y quizá Mauro iba a ser más feliz lejos.
Andrea resopló y negó.
—Ana y las chicas van a estar furiosas.
—Creo recordar bien cómo una de ellas corrió a resguardarse, diciendo que era su hombre el que debía protegerla —se defendió Aria.
—Ya, pero... —Tensó los labios y volvió a resoplar—. Vamos.
Sabiendo que probablemente muchas mujeres las odiarían por dejarles a sus hombres decidir si volver a ellas o alejarse para siempre, lejos de su yugo, regresaron con Carla y las otras guardianas.
Los drones inhabilitaban a los que estaban corruptos con el código que Carmela había activado en un inicio, pero más venían llegando, buscando a los hombres.
—Solo Isidora puede reprogramarlos —avisó Carla.
Aria asintió y fue de regreso a los aposentos de la anciana, mientras Andrea fue a buscar a su madre, y Karen a tomar un micrófono. Notó que quedaban muy pocos Adanes, la mayoría adultos, que no iban a abandonar a sus Evas, tal y como dijo Paul en su momento.
No iban a abandonar la vida para la que fueron creados. La única vida que conocían.
Aunque le era un alivio que los drones no parecían atacar a los que no habían visto los videos con escenas violentas. Los Adanes en el interior del Edén no sabían qué ocurría afuera, el sonido no entraba, así que tanto como los niños y los hombres aislados, seguían con sus rutinas.
Magda se mantenía afuera con sus amigas, reclamando que dejaran a los hombres libres.
Karen quería decir lo que había pasado, que los drones lo transmitieran, aunque el caos ya estaba en todo el país. Las mujeres empezaron a realizar directos hablando sobre el tema. Muchas pedían, al igual que Magda, que dejaran a los hombres.
—Es horrible lo que ha hecho el Edén —decía la mujer—. Deben dejarlos en paz. ¡Deben darlos a quienes queramos y podamos cuidar de ellos!
Aunque la mujer lo hacía más por sus propios intereses que por los hombres encerrados en realidad, estaba logrando que las mujeres del exterior se solidarizaran. Incluso las del interior, solo unas pocas, ya que muchas habían crecido con esas ideas y no cambiarían de opinión tan rápido.
—Magda... —Una mujer se acercó al reconocerla.
Se miraron. Magda jadeó al reconocer a su hermana. Una de las amigas de Carmela, la que había llevado a Chris a esa habitación para "iniciarlo".
Sin embargo, alejó al dron que la grababa y cruzó los brazos.
—Magnolia. No volviste a hablarme.
La mujer de cabellera negra parecía apenada y avergonzada.
—Mis amigas decían que era mejor, ya que te pusiste a hablar cuanta cosa absurda sobre el Edén desde que yo salí compatible con un Adán y tú no. Me hacías quedar en vergüenza con ellas y además parecías una amenaza... —Esperó a su respuesta, pero Magda solo tenía una ceja arqueada—. ¡Al menos di algo! ¡No fue mi culpa! Ellas...
—Oh, no. Sí es tu culpa. Sigues siendo la misma basura, ¡cobarde y tetona! —Se lanzó a perseguirla—. ¡VEN AQUÍ PERRA GORDA!
Como la mujer no podía correr tan rápido por los tacones y el vestido que mantenía sus piernas casi juntas, no tardó en ser embestida por su furiosa hermana.
Carmela, despeinada, con polvo por la mejilla y hecha un desastre, empujó a una de las mujeres que le reclamaba por haber abusado de su Adán mientras tiraba de sus cabellos. Otra usó su dron para inhabilitarle el traje, ya que le daba ventaja, mientras Mariel la sostenía. Sin embargo, logró zafarse de su agarre y correr.
Las mujeres estaban agotadas, así que ya no la siguieron. Carmela corrió jadeando de cansancio, cojeando un poco. Intentó activar la fuerza del traje, pero su control en el antebrazo chispeó. Estaba dañado.
Vio a Gustav ponerse en su camino y respiró aliviada.
—Querido —murmuró acercándose—. Mariel me ha atacado. No contenta con quitarme a Paul, imagínate. Eres lo único que me queda...
Pero el hombre solo la miraba de forma fría.
—Así que también me acusaste de agresividad.
Carmela jadeó, quiso escapar de nuevo, pero él la agarró del cuello.
—Gustav...
—Sé que elegiste a Paul, se lo quitaste a Mariel. Le arrebataste la vida que pudo tener y también a mí. ¡La vida que pude haber tenido con Mariel, a pesar de no ser tan compatible con ella al final! —La zarandeó mientras ella ya no podía respirar—. Paul era mi amigo —dijo entre dientes—. Debí apoyarlo como esos chicos, como los Adanes de Andrea y sus amigas. Debí detenerlo con más fuerza, sabiendo que habías reprogramado a los drones. —La mujer intentaba agarrar aire, pero ya no podía—. Lo siento, querida, pero el Edén no va a salvarte esta vez. Ni a mí... —Jadeó con lágrimas en los ojos—. Me van a matar —sollozó—. ¡Tú me convertiste en esto! Mis genes quedarán en el olvido. —Su voz se quebró y tragó saliva con dificultad—. Por eso Mariel no quiso tener un hijo conmigo, pero eso ya lo sabes, ¿no? Maldita...
Carmela cerró los ojos, soltando un lastimero quejido.
—¡Gustav! —Andrea, acompañada de dos guardianas y sus drones, los observaban—. Por favor, déjala, no tiene caso. —Lo miraba con mucha tristeza—. No quiero perder a toda mi familia, por favor...
El hombre ya no ejercía presión alrededor del cuello de la mujer. Jadeaba, presa de la rabia, la impotencia, pero la dejó caer finalmente.
Carmela dio una bocanada de aire, empezando a toser y llorar.
Gustav le dio una última mirada a la mujer, la que había causado todo, ahí arrastrándose y sufriendo por un poco de aire. Era patética.
Escuchó el zumbido de los drones detrás de él y apretó los puños.
Cerró los ojos dando un respiro hondo, y giró despacio, temblando de forma casi imperceptible, para encarar a las frías máquinas que lo eliminarían en un segundo.
Le clavó la vista a los drones, esas máquinas que lo criaron en el Edén, que lo vigilaron toda su vida, a su inexistente empatía, a los detalles de sus oscuros lentes y sus luces rojas detrás de esa resina negra, que apuntaban a él...
Sin embargo, y para su sorpresa, lo apresaron.
Quedó pasmado mirando sus muñecas juntas por esos brazaletes magnéticos. No estaba muerto.
Volvió a jadear y se rompió en llanto silencioso.
Andrea se acercó a su madre que abrazaba sus rodillas.
—Se acabó, mamá.
Carmela alzó la vista.
—Tú no entiendes... Estoy sufriendo.
—¿Y crees que yo no? —Apretó los labios al recordar la sonrisa y calma de su padre—. Pudiste salvarlo, pudiste evitar que todo esto nos pasara, pero eres una caprichosa y egoísta. Si tanto querías ser libre y acostarte con otros, hubieras hablado, no era necesario que te deshicieras de él. ¡Ni siquiera te estorbaba! ¡EL MERECÍA MÁS QUE ESTO!
Carmela dejó caer más lágrimas y enterró el rostro entre sus rodillas y brazos.
—Nunca quise deshacerme de él. Solo quise que volviera a ser todo como antes, sin que pensara en dejarme, ¡sin que tú estuvieras más concentrada en salvar a esos hombres inservibles que en ser una Eva ejemplar!
Andrea le dio una bofetada que la hizo caer a un costado. La mano le quedó ardiendo demasiado, pero le dolía más el recuerdo.
—Esos hombres no son inservibles —dijo entre dientes—. Tu hijo estuvo ahí recluido solo por ser humano como nosotras.
Carmela intentaba reincorporarse, cubriendo su mejilla con una mano.
—Los hombres no pueden darse el lujo de no elegir a una mujer. ¿No lo entiendes?
Andrea estaba completamente decepcionada. Negó en silencio.
—Nunca vas a cambiar. La gente no cambia, no reflexiona. Sobre todo, mujeres tercas como tú. Espero que el ver que te quedarte sola por el resto de tu vida sea castigo suficiente. —Limpió sus lágrimas y miró a las guardianas—. Es hora.
Los drones le lanzaron brazaletes a la mujer y la inmovilizaron. Ella reclamó, renegó, insultó, pero igual terminaron arrastrándola hacia el Edén para ponerla en un cuarto de castigo.
Aria se acercó a Isidora, quien seguía en su sofá, mirando videos en tres dimensiones de los niños.
Christopher, Mauro, Tomas, otros chicos de generaciones anteriores, y también de Paul, Gustav. Todos niños pequeños y felices, a salvo de la crueldad humana, a salvo de ellas, aunque bajo su yugo desde nacidos.
Niños riendo, jugando, que poco a poco, conforme crecían, iban perdiendo ese brillo. Se les observaba mirando más hacia las paredes o hacia el techo de cristal, añorando ver el exterior.
Se abrazaban a sí mismos al dormir, o a alguna almohada, añorando el cariño de un hogar.
Ellas estaban equivocadas, no era que desearan una Eva en particular, lo que deseaban era sentirse amados, sentir que tenían una familia. Eso era lo que les hacía falta.
—¿Ya lo ves? —murmuró Aria acercándose—. Quizá el hombre hace milenios fue cruel, pero es porque la misma sociedad lo hizo así. Si llevamos el proyecto Eva a cabo, lo que originalmente fue, como lo pensaron los primeros Adán y Eva, podemos crear una sociedad sana, llena de amor, de calor familiar. Que a ningún niño o niña le falte el amor. —Pensó un segundo y titubeó—. Solo hay que cuidar de que no caigan con mujeres de malas intenciones, como las que quisieron robarse a Chris.
Isidora dirigió sus ojos a la chica.
—Pero las mujeres van a querer...
—No. Basta. Aunque muchas quieran tener a un hombre, hay que aprender a decirles que no. No siempre va a ser posible, pero se puede escoger a las mejores para que cuiden a esos niños que ahora mismo juegan en ese jardín. Para que acojan a esos hombres que creen que no tienen propósito y que creen que morirán ahí encerrados. No es necesario mantenerlos bajo extrema vigilancia, merecen decidir qué hacer al día siguiente, merecen tener una familia y decidir si se enamoran de una chica o de un chico. Y si no piensan hacer eso, al menos déjenlos irse.
—Esos hombres han de odiarnos.
—No. Hicieron un buen trabajo, en parte, educándolos. Todos son muy dulces, pero están solos. Y creo que es peor si creen que les dimos la espalda. Todos merecemos amor.
Isidora pensó unos segundos y se puso de pie, dirigiéndose hacia su escritorio.
—Voy a borrar e inhabilitar el código rojo de los drones para siempre.
Aria sintió alivio y se acercó a ella. La anciana tocaba algunos comandos en el escritorio táctil.
—¿Va a liberar a los que están aislados?
—Primero tendremos que hacer que las máquinas comprueben que no nos guardan rencor.
—Bueno, no creo que eso sea motivo para castigarlos dejándolos ahí. Después de todo, ustedes mismas les hicieron ese daño.
La anciana suspiró.
—Sí, bueno, usaremos drones psicólogos para ayudarlos en caso de que tengan esos sentimientos.
—También podemos ayudarles dándoles nuevas esperanzas, hacerles saber que les buscamos un hogar, o simplemente una casa para estar, si prefieren estar solos un tiempo.
La mujer asintió.
—Sí. Tal vez esto es posible, aunque parte de mí todavía siente que nos estamos arriesgando.
—Vamos a estar bien. Esto es lo que querían los primeros Adán y Eva. El Edén debe honrar eso.
—No podemos decirles a las Evas que recién han llevado a su Adán, que deben regresarlo. Las va a desalentar.
—Poco a poco. Podemos trabajar en mandarles nuevas reglas para su trato. Que dejen de verlos como accesorios.
Isidora suspiró y terminó de dar la orden. Los drones, aunque todavía buscaban atacar, empezaron a actualizar sus sistemas, mientras que los que estaban en el suelo desactivados, tuvieron que ser trasladados a sus bases de carga y reparación.
La anciana se encaminó hacia uno de los ventanales y pudo ver que el caos se despejaba. Algunas mujeres todavía estaban ahí, exigiendo que liberen a los hombres, pero Karen, mediante el micrófono, les dijo que ya lo harían, pero que no sería pronto.
Ningún cambio se daba de la noche a la mañana, y eso todos lo sabían.
—Tesi —habló Isidora—. Implementa al sistema para buscar buenas madres. Busca en el código antiguo y del proyecto Eva y aplícalo a nuestros servidores.
—Entendido.
Aria miraba con una leve sonrisa a la anciana.
—Gracias...
—Pronto empezaremos la búsqueda de hogares, pero, de todas formas, quiero mantenerlas vigiladas, al menos los primeros años.
—Es entendible. —Resopló—. Después de todo, no faltó quien engañara al sistema como lo hizo Carmela.
—Me disculpo por ella.
—No es necesario... Ella es la que debería disculparse. Disculparse con Andrea... Con Paul. —Volteó a ver los hologramas de él de niño, deslizándose por una resbaladera, riendo feliz.
Entristeció y bajó la vista. Isidora lo notó.
—¿Y tu Adán?
Aria sonrió, pero seguía siendo una expresión triste.
—A salvo... —Sus cejas se juntaron, denotando su dolor, pero se soltaron y sonrió de nuevo, levemente—. Libre...
Andrea iba triste, detrás de su mamá y Gustav, pensando en Tomas y en su papá. Sabía que el chico había cuidado de sí mismo todos esos años en el Edén, y también cuando fue aislado. Ahora estaba con sus amigos, ya no estaría solo.
Karen, por su parte, respondía las preguntas de las mujeres y, al ver a una irse de la mano con su Adán, no pudo evitar entristecer al recordar a Mauro, en que así debió actuar ella y no como una posesiva empedernida.
Los chicos estaban libres, eso era verdad, pero ya los extrañaban, ya dolía, y mucho...
—Hija —su madre venía seguida de su papá—. Nos preocupó verte en las noticias.
La chica de rizos jadeó y fue directo a abrazar al hombre, cosa que sorprendió a ambos. Él le acarició el cabello y Karen sonrió manteniendo los ojos cerrados, aferrada a su torso.
***
Entró una holollamada, e Isidora respondió sin que le importara que Aria estuviera ahí. De todas formas, no tenía nada que ocultar.
—Mariel...
La mujer tenía los parpados inferiores de los ojos hinchados. Se roció la sustancia que los arreglaba, pero no iba a servir si seguía llorando.
—Solo quisiera pedirte algo...
—¿Sí?
—¿Ya han tomado el material genético de Paul?
—Sí...
—Quisiera que tomen mi material genético y lo hagan uno con él. Como un hijo de ambos. —Respiró hondo limpiando las lágrimas que brotaron en sus ojos—. Yo misma voy a cuidar de ese bebé, no quiero que esté en el Edén. Yo voy a darle todo el amor y el calor que necesita.
Aria tensó los labios y la anciana le sonrió de forma amable a la mujer.
—Querida, no llores.
—Ya sé que no es posible, pero puedo quedarme en el Edén y cuidarlo, no me importa...
—Tranquila —la interrumpió. Miró a Aria un segundo y volvió a la mujer—. Nuestras máquinas van a evaluarte tan pronto como se pueda, y si en verdad estás capacitada emocionalmente para ser una mamá, vas a poder tener al bebé, ¿sí?
Mariel ahogó un sollozo y asintió, agradeciendo con la voz rota.
—Nunca tuve hijos porque no quería que Carmela le pusiera las manos encima, si era un niño, o que, si fuera una niña, viera que yo era una basura —continuó llorando.
Isidora estaba conmovida.
***
Luego de un tiempo, se dio la noticia de que el Edén aceptaría postulantes para madres, pero que solo si pasaban la evaluación, además de ser monitoreadas y tener que pasar reportes. Los drones se encargarían.
Empezaron a capacitar al Edén para recibir más personas. El Heaven pronto se llenaría de familias con niños varones y ya no solo Adanes y Evas.
Andrea visitaba a veces a su mamá. Por haber escogido a su Adán, quitándoselo a su amiga, por haber causado la muerte de este, por haber intentado hacer mal uso de su poder para deshacerse de los hombres aislados, y por haber abusado de jóvenes Adanes y de los de sus amigas, dejando que ellas también rompieran las reglas, la mujer había sido castigada, sentenciada a estar en un lugar a parte, con terapia y ayuda.
A veces no quería cooperar. Prefería quedarse en cama, mirando el techo que simulaba ser un cielo, a veces creyendo que veía a Paul a su lado. Le sonreía al vacío, y cuando quería enfocarlo con su vista, solo se encontraba con la nada.
Había sido parte de su vida por tanto tiempo, que su cerebro solo se dedicaba a traerlo para no sentirse tan solo, pero la realidad siempre regresaba a recordarle que solo era una ilusión. Ella estaba sola. Muy sola.
Volteó y vio a su hija. La miraba con enojo y tristeza al mismo tiempo, desde el otro lado del cristal.
—A-Andrea... Mi Andreita.
—Silencio. Me dicen que no quieres llevar la terapia.
—Yo no necesito esas cosas. —Volvió a mirar al techo y cruzó los brazos—. Estoy bien, solo sigo esperando por tus disculpas. —Suspiró y un par de lágrimas se formaron en sus ojos—. Estoy muy sola... ¿Tu hermano no va a venir?
—Él está lejos de todo este infierno ahora. Solo quisiera que papá también lo estuviera, pero sé que... —Bajó la vista y respiró hondo para no llorar—. Sé que evitó que cometieras una barbaridad. Es mi héroe, es el héroe de todos, y se fue sabiendo que Tomas y yo lo amamos, sin importar qué... En cambio, tú. —Volvió a verla con enojo—. Espero un día recapacites, pero hasta que eso pase, no voy a perdonarte.
La mujer giró y le dio la espalda, así que la chica solo apretó los labios y se fue.
A la chica de cabello rosado le pareció un castigo muy suave que Carmela estuviera ahí, pero Isidora le explicó que ningún castigo que no pretendiera ayudar a la persona, era un castigo bueno. Si el castigo más bien anulaba la humanidad de alguien, iba a ser peor cuando saliera.
A ella le pareció hipócrita, pues para los hombres sí habían tenido castigos duros, pero como los habían borrado y prometido nunca volver a usarlos o siquiera idearlos, no le quedó otra opción que quedar tranquila.
Gustav también estaba encerrado y tenía ayuda. Ambos estaban siendo cuidados por drones y por la misma Isidora, para que pudieran cambiar su perspectiva algún día, o al menos vivir dignamente ahí hasta el final.
Aria, por su parte, a veces recordaba a su chico, sus ojos de ese color difícil de definir, los hoyuelos en sus mejillas, sus pecas que apenas se notaban, la picardía en su mirada y en su sonrisa. La fuerza con la que la agarraba...
Se dio cuenta de que, si no fuera por las pocas grabaciones de su dron, ya casi estaría olvidando sus detalles más hermosos.
¿Por qué la memoria humana era tan frágil?
Miraba al horizonte a veces, con la pequeña y absurda idea de que quizá le vería volver un día... A veces se sorprendía a sí misma imaginando que lo hacía, y que iniciaban una vida...
Finalmente pudo hacer un rostro, el de Paul, y este estaba en el jardín exterior principal del Edén, con su historia, siendo reconocido como un héroe.
Sin embargo, también había llenado su jardín exterior de esculturas de aves. Aves de todo tipo, de todos los colores. Translúcidas u opacas, volando o descansando. Aves en el Edén, aves en la zona de Carmela, de Gustav. Aves en el Heaven, en su calle, en la fuente de la casa de Carmela, de Andrea, de Karen.
Aves que simulaban la libertad de la que gozaban muchos de los chicos que se fueron. Miraban al cielo con sus ojos grandes y llenos de sueños, con sus alas levantadas para el vuelo. Libres de hacer e ir a donde quisieran.
Andrea llegó, entrando por otra puerta en donde la dejaba su floter, en el interior de la mansión, y fue al salón en donde estaban las chicas.
—Mariel calificó para ser mamá, ¿pueden creerlo? —avisó ni bien las vio.
—Oh vaya —dijo Stacy.
Aria logró hacer que Isidora dejara a su amiga estar ahí con ellas. De hecho, muchas mujeres del Heaven habían pedido tener a sus madres o hermanas, ya que sus Adanes se habían ido.
Magda había sido vetada del Heaven. Su hermana Magnolia y las amigas de Carmela fueron recluidas un tiempo, luego de que las tuvieran con un dron ayudante y psicólogo. Sus Adanes las acompañaban, pues ya eran adultos y no las dejarían.
—Me alegra por ella —agregó Karen—. Estaba muy afectada. Imagino que luego de la terapia y eso, ha mejorado. Además, ya saben que todo lo que pasó no fue tanto su culpa. Su pecado fue dejarse manipular por su amiga de toda la vida.
Andrea suspiró.
—Seh. Bueno. No la he perdonado todavía. Y no me vengan con esas chorradas de que hay que perdonar siempre, o que es mi madre o no sé qué.
A ella le llenaba de impotencia el pensar que tampoco llegó a salvar a su papá. Hacía un tiempo que había dejado de culparse, pero no era un sentimiento fácil de dejar de lado. Era a veces imposible no dejarse arrastrar a la oscuridad de nuevo.
Sin embargo, el que Mariel fuera a cuidar del bebé que tenía los genes de ambos, le ponía una pizca de brillo al futuro. Una pizca de esperanza de que poco a poco, todo mejoraría.
Aria sonrió apenas. Su dron le mostró el holograma de un corazoncito sobre su cabeza y ella suspiró.
Y así, luego de meses de pruebas, terapias, ayuda y reeducación, la puerta se abrió...
Muchos chicos jóvenes de entre dieciocho y cinco años, y bebés en brazos de mentoras, veían la luz del exterior, algo que antes nunca se hubiera adivinado que pasaría.
Luego de meses, las puertas se abrían a la libertad...
...Pero esta vez era para todos...
***
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