Capítulo 41: Caos
Mauro le alcanzó la taza de té relajante a Mariel. Karen estaba sentada a su lado.
—Tranquila —la calmó el chico—. Va a estar bien.
—El Edén probablemente ya tomó su material genético para hacer otro —agregó Karen—. Claro que ellos nunca hacen clones exactos. Le van a meter otros genes, además de modificarlo.
—Como si tuviera un hijo —meditó Mauro—. Pero Tomas es su hijo...
—Sí, bueno, el Edén lo tiene descartado. Ya sabes...
Mariel suspiró.
—Por favor —Mauro se inclinó levemente—. Necesitamos hablar con Gustav. Estamos seguros de que sabe algo. Él siempre estaba con Carmela.
—¿De qué sirve? Nada va a regresar a Paul —dijo la mujer con un hilo de voz mirando a un punto perdido.
Karen resopló.
—Bueno. —Se puso de pie—. Parece que lo apreciabas, sin embargo, ahora no quieres que hagamos nada por limpiar su honor. Sabes bien que Carmela dijo que fue agresivo, pero sabemos que tú sabes también que eso no puede ser verdad. No solo eso. Si sabemos qué pasó, podríamos hacer que esa mujer pague. ¡Se atrevió a abusar de muchos chicos y tú lo sabes, así que haz algo para ayudarnos a que esa mujer caiga!
Mariel la miró con sorpresa.
—Lo siento. Soy tan culpable como ella por dejar que pasara.
—¡Que no importa, ya te dije! ¡Necesitamos hacer que pague!
—Pierden su tiempo —Gustav intervino.
El hombre estaba bajo el marco de la puerta, que se había abierto deslizándose hacia el costado. Tenía cara de cansancio. Parecía que no había dormido. Luego de ver lo que pasó, solo atinó por ir a esconderse como un cobarde a su casa. Ni siquiera quiso hacer acto de presencia en la mansión de Carmela.
Karen dio un par de pasos hacia él.
—Necesitamos que vayas a hablar al Edén.
—Sigan soñando. —Cruzó los brazos—. Saben bien que la palabra de un hombre no vale nada. No me van a escuchar, ni mucho menos creer. Además... No hay nada que decir. Él se lo buscó.
—Era tu amigo también. —Mauro se le acercó, luciendo amenazante por primera vez quizá en su vida. Karen arqueó las cejas—. ¡Y te acostabas con su Eva! ¡Ten un poco de conciencia y di lo que sabes!
Mariel apretó su abrazo a sí misma, volviendo a mirar a la nada.
—¿Para que el Edén me castigue también? —refutó Gustav—. No soy estúpido.
—Si tuvieras el mínimo de conciencia, el mínimo de aprecio por tu amigo, no te importaría el castigo. Es más, lo buscarías.
El hombre apretó los labios y estos temblaron.
—No... Sé lo que pueden hacerme. Sé que pueden electrocutarme o encerrarme para siempre. —La respiración le flanqueó—. Carmela debería decir la verdad, nunca serían tan duras con su igual. No tienen idea, niños tontos.
—Pero...
—Por favor, retírense —Mariel también se interpuso—. No voy a perder a mi Adán.
Karen la miró con molestia.
—Ojalá sí —soltó—. Porque Paul lo perdió todo por ustedes. —Miró a Mauro—. Nos vamos.
Mariel cayó sentada en el sofá, nuevamente.
Gustav no fue a consolarla, solo regresó a su lado de la casa, hasta su habitación, y cerró la puerta, quedando contra esta.
—Es solo sexo, no te van a castigar —le había dicho Mariel aquel día en que le hicieron estar con Carmela.
No estaba seguro. Era joven, ingenuo. Le gustaba estar con su Eva, pero Carmela lo miraba de forma descarada siempre. De arriba abajo, con una leve sonrisa, desde el primer día que lo vio.
Luego de haberse acostado con ella porque su Eva y ella le insistieron, no se sintió tan bien...
La segunda vez que Carmela se lo llevó a otra habitación, tampoco se sintió muy cómodo.
—Mariel debería saber —murmuró.
—¿Acaso ya no está sobreentendido? —había insistido ella mientras lo desvestía.
—Ella es mi Eva, y me gusta más estar con ella... —Una bofetada le giró el rostro y le hizo contener un corto quejido.
Miró con sorpresa a la mujer quien parecía ofendida.
—Eres un Adán, y vas a obedecer. Si yo quiero tener intimidad contigo, vas a tenerla. Obedece. ¿No es eso lo que les enseñan en el Edén?
—S-sí. —Bajó la vista—. Me disculpo.
Y ahí no acabó. Con el tiempo, Carmela lo atrapó mirando a otra de sus amigas. La mujer le sonrió y no tardó en decirle que debía acostarse con ella si le gustaba, que no había problema, dejando a Mariel de lado sin importarle.
Poco a poco él también fue acostumbrándose a estar con otras mujeres. Se lo hicieron ver tan normal, que dejó de pensar que no era correcto.
—Carmela me da amor —le había dicho Paul—. Eso es lo que el Edén quiere que tengamos, el amor de nuestra Eva. Tu Eva, sin embargo, no tuvo reparos en prestarte.
Era verdad. Mariel era una Eva y tenía la misma potestad que Carmela, sin embargo, igual lo había entregado a ella, y a todas esas otras mujeres con las que, sí, quiso acostarse, pero no era eso lo que debía haber hecho. Las manipuló, como aprendió a hacerlo de Carmela, y logró sus objetivos.
El hombre se dejó deslizar hacia abajo contra la puerta de su habitación, lágrimas llenando sus ojos y pronto cayendo por sus mejillas.
***
—Adela —Carla habló.
El sistema le mandó el aviso a la mujer en cuestión y esta fue enseguida a la oficina de la guardiana.
—¿Me llamó?
Carla revisaba en su escritorio computadora algunas cosas. Puso las manos juntas sobre la superficie y la miró directo a los ojos.
—Tú borraste la última entrada al concurso, por lo que quedó desactualizado y la Eva Aria pudo participar con el chico que ya no era su Adán para ese entonces.
—N-no, no fui yo.
—Aquí está en el sistema. Si bien no pusiste tu código, eras la única en ese turno.
La mujer se puso nerviosa, pero estaba entrenada para no mostrarlo. De todas formas, las guardianas también estaban entrenadas para notarlo de todas formas, el más mínimo cambio en la actitud y expresiones de una persona.
—¿Por qué lo hiciste? Responde. —Tenía una ligera sospecha, después de todo, Carmela la quería como sub guardiana.
Adela suspiró.
—Me equivoqué al poner los comandos.
Carla cruzó los brazos.
—Ah. Se equivocó.
La mujer no iba a responder. Se arriesgaba a que le quitaran a su Adán. Aunque fuera poco probable, pues ya había sido suyo por varios años, no quería que quizá la sacaran de su puesto.
—Cuando lo noté, ya habían dado el anuncio y todo eso.
—Okey. Veré las grabaciones para corroborar. ¿Le parece bien?
—Sí. No hay problema con eso.
—Puede retirarse.
La guardiana se fue y Carla quedó frustrada. De todas formas, buscó las grabaciones. En estas solo se veía a la mujer entrando al sistema, aunque no se veía exactamente qué estaba haciendo.
Carla decidió buscar más temprano en ese mismo día, todas las grabaciones en donde apareciera Adela, y logró verla tener una holo llamada con Carmela. Nada fuera de lo común, si no tuviera sus sospechas.
Tomó la imagen con la punta de sus dedos y la llevó al centro del escritorio en donde tomó forma en tres dimensiones y pudo escuchar, aunque bajo, lo que hablaban.
***
Apenas salió el sol de un nuevo día, los drones de las noticias tenían su carga completa, accesorios y demás.
Las pequeñas máquinas se encendieron y se levantaron de sus bases de carga, en un salón repleto de estos. Se formaron en fila y se dirigieron a su salida.
—Drones listos. Van a solicitar acceso y, por ser nuestros, no van a ser denegados —le avisaba una mujer a Magda mediante una holo-llamada—. Nuestros floters van a entrar con el grupo.
—Excelente. Gracias, amiga. —Cortó la comunicación—. Muy bien, la barrera se va a abrir para los drones —le avisó a un grupo de mujeres. Sus amigas, todas con ropas deportivas y ligeras—. Vamos a entrar en esos floters. ¡Vamos a hacerlas pagar por amenazar a mi hija, y por quedarse a los hombres! ¡Vamos a traer a los hombres a las mujeres del exterior!
Sus drones, que acompañaban a cada una, habían sido capacitados para lanzar electricidad también y desactivar a los drones del Edén. Se sentían a salvo con eso.
Subieron a los floters, unos cuatro, y partieron junto con los drones hacia el Heaven.
Al llegar a la barrera, esta se abrió sin más y entraron sin problemas. Como era un mundo bastante seguro, las alarmas no se activaban por la entrada de drones y equipo periodístico o de la farándula.
Carmela tomaba un desayuno ligero y, por la costumbre, a veces le parecía ver de reojo a Paul, a su lado, comiendo en silencio como solía hacerlo. Ella volteó, pero volvió a encontrarse sola.
Suspiró mirando la vacía cocina y se fue. Entró a ver cómo iba su solicitud, y la leve sonrisa que tenía se le esfumó al ver las palabras "Denegada". El estómago se le hundió y, temblorosa, tocó en sus contactos para llamar enseguida al Edén.
La guardiana apareció y ella no tardó en reclamar.
—¿Por qué me han denegado el tener otro Adán?
—Lo sentimos, pero parece que esa orden vino de parte de una guardiana superior.
—¿Isidora sabe?
—No lo sabemos todavía.
—Conéctame con ella.
—No puedo hacer eso.
—¡Bien! —la mujer gruñó—. Iré ahora mismo a hablarle. No puede ser que me hagan esto. ¡¿Saben todo lo que estoy sufriendo?!
No esperó a que la guardiana respondiera y solo cortó la llamada. Se puso de pie y se abrazó a sí misma.
"Debes descansar, estás estresada..." La dulce voz de Paul resonó en su cabeza.
Los recuerdos con él, cómo siempre, siempre estaba atento a decirle algo reconfortante.
Ahogó un sollozo y se tapó los oídos.
El Edén no entendía, eran unas perras insensibles, eso era lo que eran. La estaban dejando sufrir más de la cuenta y no sentía que se lo mereciera.
Fue de prisa a vestirse para ir. Iba a tomar a un chico les gustara o no, o haría público el abuso del Edén para con ella.
Aria, por su parte, también se dirigía en el floter veloz hacia el Edén. Casi no había podido dormir pensando en Christopher allá encerrado. Temerosa porque quizá no lo dejaran salir, sin embargo, recibió el aviso de que el chico ya se estaba alistando para irse con ella. Así que pudo liberar aire con algo de alivio.
Los demás iban con ella, después de todo seguían quedándose en donde Karen, y estaban enterados.
Apenas llegaron al Edén, por otra de las entradas que era para Evas, no para las recién llegadas que pasaban por el monumento, bajaron en un ambiente ya del interior, y la chica corrió.
Carla la esperaba. Apenas al verla dio la orden a los drones de traer a Christopher.
El chico apareció por uno de los pasillos, escoltado por dos de esas máquinas, y Aria fue hacia él. Lo abrazó fuerte. Olía a fresco, pero su rostro no lo reflejaba. Tenía leve oscuridad en sus párpados inferiores.
Llevó sus manos a su rostro y él cerró los ojos suspirando y dejándola acariciarlo. Estaba agotado, y logró verle la piel enrojecida por el cuello.
—¿Qué te hicieron? —preguntó con la voz quebrada.
Uno de los choques eléctricos le había caído ahí. Él negó.
—Estoy bien...
Aria volvió a abrazarlo, respirando su aroma. Apretó los labios cerrando los ojos con fuerza, segura al estar ocultando su expresión contra el pecho del chico. Quería llorar, pero no lo haría.
Sin que se dieran cuenta, algunos drones del noticiero de Hive, la ciudad exterior, se había colado hasta el exterior del Edén, al tener un programa que evitaba que fueran fácilmente detectables, además por su misma naturaleza de ser para las noticias, el sistema los dejaba pasar.
Karen se acercó a Carla.
—Tengo una corta grabación —Le dio su brazalete—. Es de Mariel y Gustav. Ellos no hablaron mucho, pero tampoco negaron, así que yo creo que es suficiente para saber que es cierto lo que voy a decir.
—¿Qué es?
Los drones, a través de los grandes ventanales, apuntaron al grupo y sus lentes giraron para ampliar la imagen y empezar a transmitir para Hive.
Las mujeres chismosas del noticiero del Heaven detectaron la solicitud de transmitir también, así que aceptaron sin pensarlo ni un segundo.
Karen suspiró.
—Carmela ha estado abusando de los Adanes de otras Evas. Bueno, no sé hasta qué punto es abuso, al menos en el caso de sus amigas, ¡pero sí que estuvo con chicos de Evas que no tenían idea de a qué los estaban sometiendo!
—Esas son acusaciones muy graves.
—¡Ya sé!
Las mujeres del noticiero del Heaven quedaron con los ojos muy abiertos y enseguida decidieron pasarlo a toda la ciudad.
Magda y su grupo quedaron sorprendidas al escucharlo en las grandes pantallas. La mujer sonrió y empezó a reír y a aplaudir.
—¡Yo sabía que estas perras ocultaban un desastre en su tan perfecta sociedad!
Su amiga la miraba entre sorprendida y asustada. Si bien era algo muy grave, no sabía si el Edén hacía lo correcto en soltarlo así a que todos se enteraran. Era poner a esos chicos en un estado de vulnerabilidad. Ponerlos en problemas con sus Evas quienes quizá no sabían.
Muchas mujeres en sus casas se miraban a las caras y a sus Adanes. Algunos sin saber de qué hablaban, y otros contados, completamente pasmados.
***
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