Capítulo 4: Replanteando algunas cosas

Aria vio a Christopher correr veloz, corría quizá más rápido que cualquiera que ella hubiera visto en su vida. Entonces los hombres sí eran veloces.

Él le dio una fugaz mirada sin detenerse y ella extendió la mano apenas, todavía preguntándose el por qué. Vio un par de drones surcar el cielo con rapidez, dirigirse hacia el muchacho y mandarle descargas eléctricas, haciéndolo caer.

Aria se horrorizó y corrió para llegar hasta él, siendo seguida por el dron del chico, que se había activado al detectarlo lejos.

No podía ser. ¡Apenas lo tenía y ya estaba por perderlo!


—Pero ¡qué hacen! —exigió saber mientras los drones del Edén aprisionaban los brazos del joven con brazaletes magnéticos que ellos podían manipular.

El chico reaccionó, soltando un lastimero quejido y abrió los ojos de golpe para enseguida empezar a forcejear y renegar por no poder moverse.

—¡Suéltenme, máquinas!

—¿Por qué quería huir? —preguntó un dron.

El chico le gruñó como niño y se retorció en el suelo tratando de liberarse.

—Yo le dije que corriera, suéltenlo —pidió Aria.

Christopher quedó quieto al escucharla decir eso.

—¿Por qué? —volteó a preguntar el dron, girando en su mismo eje.

—Quise ver qué tan rápido corría, si era verdad que pueden ser veloces...

El chico respiraba hondo, mirándola con sorpresa.

Los drones, objetos ovalados que tenían una cámara enfrente para captar todo, y que además estaban armados, por lo que la chica pudo apreciar, giraron en sus ejes y se dispusieron a quitarle el magnetismo a los brazaletes. Estos se soltaron de golpe y el chico se quejó bajo, sobando sus muñecas y mirando con molestia a las máquinas.

Se puso de pie despacio al tiempo en el que los drones se elevaban para seguir con su rutina de vigilancia.

—Gracias —murmuró viendo a Aria.

Ella, sin embargo, le plantó una mirada triste, algo que le hizo mirar hacia otro lado un par de segundos.

—¿Qué pasó? —preguntó temerosa.

El chico tragó saliva con dificultad. No sabía si podía confiar en que ella no tomaría sus quejas como algo malo, después de todo, quizá él era el que estaba equivocado al ver todo eso de distinto modo, cuando para el mundo en el que estaba, era normal.

—Perdón. Las ansias... —fue lo único que pudo decir.

Ella respiró hondo, sintiendo cierto alivio. Por un momento creyó que el chico había descubierto de algún modo los planes de la amiga de su mamá. Era improbable, pero ya estaba paranoica.

—Ven, nuestro nuevo hogar temporal nos espera.

Él hizo una sola línea con los labios y asintió. Aria sonrió con ilusión y le tomó la mano, cosa que volvió a sorprenderle y causarle una extraña sensación.

Caminando de regreso, la chica balanceaba su mano aferrada a la de él de adelante para atrás, con el rubor en sus mejillas. Mientras que, por su lado, Chris se fijaba en el campo que rodeaba la zona residencial en la que estaban.

¿Las barreras no tenían fin o qué?

—¿Qué hay más afuera? —quiso saber.

—El mundo en donde solo están las mujeres. ¿Por qué?

—Solo curiosidad. —Ya que había recordado a la "criatura" del cielo, pensó que la vería al salir del Edén, pero no—. Había algo que quería... comprobar. ¿Me ayudaría?

Ella se encogió de hombros.

—Oh, trátame de "tú", no te preocupes. Y, bueno, por ahora no puedes salir, creo.

—¿Por qué?

Ella pensó unos segundos.

—La verdad, ellos dicen que lo tienes prohibido por ahora porque puede ser que te me quieran robar, ya sabes, no todas llegan a conocer a un chico en su vida. Yo he tenido mucha suerte...

Eso sorprendió a Christopher. Él creía que las chicas todas también tendrían una oportunidad. Entonces ahí afuera había muchas más mujeres.

Él, como "Adán", le habían dicho que su labor más honorable y hermosa era cuidar de una "Eva", siempre, y que todos lo harían. A cambio, una chica iba a brindarle dulzura, calor, compañía y muchas otras cosas.

Ahora resultaba ser que no todas iban a tener a un hombre que las cuidara. ¿No era entonces algo primordial y absolutamente necesario? ¿Podían vivir sin el cuidado de un hombre?

¿Entonces por qué todos ellos no podían vivir sin tener que cuidar a una chica? Si era así, no había motivos para no dejar salir a Tomas, si la excusa del Edén era que no iba a poder "cumplir" con su Eva.

Llegaron a la casa y esta abrió la puerta al reconocer a Aria, entraron y fueron recibidos por un dron doméstico. Era el de ella, que había sido enviado ahí para esperarlos.

—Bienvenidos —dijo este y los escaneó rápidamente—, por favor siéntanse en casa.

Ya le habían descargado los datos para pasar a ser el dron de una mujer con un hombre en el hogar. Este se conectó con el dron de Christopher y se reconocieron, agregándose a sus bases de datos mutuamente, brillando en colores mientras la joven pareja entraba a casa.

Su hogar temporal, ubicado en una colina, una zona bonita rodeando el Heaven, pero no tan bonita como se decía que era este, la zona exclusiva en donde las mujeres con esposos eran reubicadas para vivir.

—¡Mira! —señaló Aria a la gran pantalla en la pared de la sala que decía "Bienvenidos Christopher y Aria"—. ¡Oh, qué bonito! —Tomó al chico de ambas manos, cosa que volvió a sorprenderle—. Vamos a estar juntos aquí y vamos a esculpir una primera figura para mandarla a mis madres...

Él sentía extraño el tener las finas y pequeñas manos de la chica entre las suyas. Se dio cuenta de que ella era ligera, delicada y tenía un suave aroma. Sonreía de forma real, lo sabía por el brillo en sus ojos, un brillo que no vio en las guardianas del Edén.

Era muy diferente al tacto con sus amigos, a lo macizos que eran los chicos en comparación con aquella joven que parecía que se elevaría en el aire de lo poco pesada que era.

Recordó lo mucho que le dijeron que debía cuidar de ella, pero claro, si incluso parecía que el aire la rompería. Algo en el comportamiento genuino de la chica le hizo sentir que no tenía que pretender ser tan recatado.

Ella se apartó y se acercó a la pantalla para volver a leer sus nombres, muy emocionada.

El muchacho miró alrededor y sonrió apenas, acercándose con mucha curiosidad hacia algunas máquinas en la cocina. Aria sonrió, era extraño ver tanto entusiasmo por aparatos domésticos.

La sala amoblada daba hacia la cocina, tenían ventanas grandes hacia un jardín y más. El joven había visto solo imágenes de eso, ya que en donde había vivido siempre, durante dieciocho años, no había nada similar.

Sacó un paquete de galletas y lo abrió con prisa. Lo olfateó y tomó una para comerla. Abrió un poco más los ojos y comió otra. Empezó a ver las instrucciones de los aparatos, tocar las superficies también, ¿por qué no? Botones y todo.

Aria lo miró con una leve sonrisa en los labios y rubor en las mejillas. El chico era bastante atractivo a su parecer, y sí que eran diferentes a ellas. Era alto, de hombros anchos, caderas estrechas, y no tenía senos.

Incluso su mirada era diferente, no tenía la suavidad de las mujeres. Todo en él tenía cierta tosquedad que lo diferenciaba de la delicadeza de una chica, de sus amigas y de sus madres.

Se preguntaba cómo sería desnudo. Aunque ya le habían advertido, para su decepción, que no podría tener intimidad con él durante esos primeros días. Las hijas del Heaven sí podían, pero como ella era del exterior, debía esperar. No le importó.

Sentía mariposas revolotear en el estómago.

—¿Y? —murmuró Aria con una sonrisa—. ¿Qué piensas?

Él la miró un segundo y volvió su atención a la máquina que preparaba las comidas, según las instrucciones que estaba leyendo.

—Pues, genial, es decir —tocó algunos botones—, de verdad el mundo exterior es raro...

Eso la hizo pensar finalmente. ¿Mundo exterior? Ya había escuchado cosas similares y su actitud lo insinuaba... ¿Era que acaso nunca había salido del Edén?

Entonces otra máquina le lanzó un chorro de agua cuando él le presionó una válvula destinada a enjuagar vasos, y Aria quedó perpleja. La otra máquina empezó a sonar de pronto, preparando alguna cosa con los ingredientes de los botones que había tocado, y Chris se apartó con algo de temor.

Aria rió de forma leve y él volvió a verla tras sentir un leve brinco en su corazón. Se dio cuenta entonces de que esa risa tenía cierta similitud con una que recordaba con mucho cariño, la de su mamá.

Esa risa, solo esa, era genuina, no vacía como las demás que había escuchado durante toda su vida.

Aunque no era la de su mamá mentora del Edén, sino una memoria tan lejana y borrosa de quien fuera su madre real. Sin embargo, siempre tuvo esa duda. ¿No era solo un sueño de su infancia? ¿Había tenido una mamá real? En su momento no le había importado saber.

—Bueno, eres algo travieso —murmuró Aria con cariño.

Mostró una sonrisa, pero de vergüenza, al haber activado la máquina sin querer. Volvió a ver al frente frunciendo las cejas y tensando los labios.

¿En dónde estaría Mauro? La última vez que había sabido de él fue cuando resultó compatible con una chica y esta se lo llevó. ¿Estaría por ahí? Quizá ya estaba en el Heaven.

Sintió el roce en su mano y dio un respingo, volteando a ver a la chica que lo había tocado. Aria contrajo sus brazos también en sorpresa.

—Lo siento —susurró.

—Está bien —dijo él.

Parpadeó varias veces al verla tan cerca, cada vez más, mientras estudiaba su rostro. La chica era bonita y de facciones curiosas, sí le había llamado la atención, sobre todo con su confeti loco, algo que él no había esperado que pasara.

—¿Puedo...? —preguntó ella, y él asintió despacio.

Aria tomó su mentón con delicadeza. Quería examinar sus detalles. Las manchitas en sus pómulos que eran unos pocos puntos tenues que los decoraban y solo se notaban si se le miraba de cerca. Las cejas gruesas y de forma más recta y pronunciada que las de ellas, haciendo su mirada un tanto intensa. Los labios carnosos, que pronto volvieron a formar una línea al tiempo en el que se alejaban unos centímetros.

—¿Ya tienes hambre? —Aria preguntó volviendo a verlo a los ojos celeste azul profundo con entusiasmo.

Él, apenas ruborizado, asintió.

—Sí, un poco. Quiero probar a ver qué es lo que prepara esta máquina —se excusó apartándose con una sonrisa, a lo que ella asintió.

—Entonces luego de eso puedo hacer que te prepare un budín de pan.

El dron, que parecía un caramelo, se acercó.

—Un mensaje. Pronto será su fiesta de bienvenida en el Edén.

Y Chris sintió que era la oportunidad perfecta para inmiscuirse en las instalaciones y buscar a su amigo Tomas. Miró de reojo a la chica que no parecía sospechar de nada, y decidió que debía seguir con eso de ser compatibles y ser un buen Adán para poder estar más cerca del Heaven.

—Mira, hay un taller para esculpir —dijo ella con entusiasmo mirando el plano de la casa en la pantalla de la pared.

—¿Quieres ir a practicar?

Ella lo miró con su leve sonrisa.

—No hoy, estoy agotada. Pero sí tengo que. Es decir, ya sabes que los rostros no se me dan muy bien.

Chris asintió y encogió los hombros.

—Puedo ayudarte, creo. Quizá si lo haces de cabeza, para que no pienses que es un rostro, sino algo más. —Eso le había funcionado al pintar. Poner la imagen de referencia de cabeza para "copiarla" así en otra lámina.

—Es que poner de cabeza a alguien...

—Oh, es verdad. —Sonrió con vergüenza de nuevo y reaccionó—. Me ofrezco a hacerlo, si gustas —soltó—. Puedo recostarme y...

Ella negó con una risa silenciosa. Notó que la camisa del joven estaba mojada gracias al chorro de agua, así que lo guió a un baño.


—Debe haber camisetas o algo para ti por aquí.

—Todo está en su habitación —intervino el dron de él.

—Ya vuelvo —le dijo a Christopher y se fue siguiendo al aparato.

El chico suspiró y miró al rededor.

El baño era bastante grande, más de lo que creyó que podría ser. Recorrió algunas superficies. Todo blanco con colores pastel. El inodoro estaba en otro ambiente separado por una puerta.

Vio un gran espacio cerrado por cristal. La puerta estaba deslizada hacia un costado. Se parecía solo un poco a las duchas del Edén, así que metió la mano y esta activó el agua.

La apartó, sin embargo, el agua no dejó de correr. Intentó detenerla moviendo la mano como lo hacía en su antigua ducha, pero nada. Miró a los costados con preocupación, ya que se empezaba a levantar un borde para crear una tina, mientras el agua empezaba a juntarse en vez de irse por el drenaje.

Apretó los labios y quiso salir, pero el espejo se iluminó y resaltó su contorno.

—Nuevo usuario registrado. Permíteme revisar tu rostro —desplegando un brazo robótico fino de un costado.

Eso lo espantó, retrocedió y terminó tropezando con el borde de la tina que ahora estaba llena de agua.

—¡Chris...! —Aria entró con una camiseta en las manos junto con el dron, y quedó mirando al chico.

El muchacho estaba casi por completo en el agua, en la tina y con una pierna afuera.

Los ojos de la joven lo recorrieron sin poder evitarlo, pues la camisa mojada le estaba revelando levemente su cuerpo, sus formas debajo. El cabello negro como el carbón goteaba agua sobre su piel y ropa.

No pudo evitar sonreírle, cosa que el correspondió arqueando una ceja y mostrando su sonrisa de culpa, pero que a la vez era muy atractiva. Se le marcaba un hoyuelo en cada mejilla cuando sonreía, y a ella le pareció un bonito detalle.

Era tan bello, que todo su ser le empezó a pedir que tallara ese rostro.


***

—No puedo creer que le dieran la preferencia a una del exterior, cuando siempre nos han dicho que nosotras somos la prioridad del Edén. —Carmela caminó altiva hasta su enorme vestidor y se dirigió a contemplar su antiguo uniforme de las guardianas del Edén.

Un traje negro pegado al cuerpo que podía servir como arma, pero ninguna mejor que la que ella ya tenía para llegar a Christopher. Estaba muy segura de poder encontrarlo para su hija. Un joven que había salido del Edén no hacía mucho, le había mencionado un par de cosas sobre él.

Ella, como mínimo por su buen estatus, quería a gente muy especial y única en su familia, y él lo era.

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