Capítulo 37: Queriendo una mejor vida
Andrea fue llevada por dos drones a una oficina, y frunció el ceño al encontrarse con su madre sentada tras un escritorio blanco, con su traje de guardiana.
—¿Qué quieres? —gruñó.
—Tengo un Adán para ti, lo busqué especialmente, ¿y tú me hablas así?
—Mamá, no quiero un Adán por ahora. Tengo otras cosas que hacer. Quiero ayudar a mi hermano. Tu hijo, no sé si lo recuerdas.
—Necesitas un Adán, o no eres una Eva.
—Tonterías.
—¿Acaso no es lo que querías? Te recuerdo que no puedes estar aquí sin uno.
—Expúlsame del Heaven entonces, no me importa. ¡Yo me llevo a papá y a mi hermano!
—¡No te vas a llevar a nadie, malcriada!
—¡Sí, malcriada, porque tú me criaste!
—¡No me respondas! —Carmela se puso de pie—. ¡Y no te vas a llevar a Paul, es mío!
—¡Entonces qué haces acostándote con otros!
—¡No tienes por qué juzgarme, yo hago las cosas que a mí me apetecen!
—¡No si firmas para ser una Eva! —Se detuvo para dar un par de respiros rápidos, su corazón latiendo de prisa por la rabia—. ¡Un Adán es solo tuyo, y una Eva solo debe estar con su Adán! ¡¿Cómo puedes estar con otros?! ¡Me das asco! ¡Te odio!
Carmela quedó muda, aunque muy molesta, la sangre le hervía. Andrea dejó que las lágrimas de la amargura cayeran por sus mejillas. No odiaba a su mamá, pero sí estaba muy dolida. Quería que fuera una broma, que su familia sí era perfecta, que sus padres eran el uno para el otro como debía ser, como las máquinas aseguraban que debía ser...
Pero la verdad era que Carmela, al elegir, había roto el orden. Quizá su padre sí hubiera sido apreciado plenamente si hubiera estado con la Eva que iba a tocarle bajo el criterio de las máquinas.
Le dolía darse cuenta de que su mamá no calificaba para ser una Eva en realidad. No lo hubiera sido. Ni ella ni su hermano hubieran existido, pero al menos Carmela no hubiera causado todo ese daño.
Se limpió las lágrimas con rabia.
—Andrea —su madre suspiró—. Ve a casa. Tienes que relajarte y pensar con la cabeza fría. No así.
—Iré a donde mi amiga. No quiero estar ni en mi casa, sabiendo que está tan cerca de ti. —Salió, dejando a la mujer perpleja de nuevo.
—¡La casa de tu amiga también está cerca! —respondió, aunque algo tarde—. Uch. —Se apretó la frente con los dedos.
Carla, la guardiana principal, entró.
—No parece haber ido bien.
—Tanto quiere ayudar a esos hombres que solo gastan nuestros recursos —lamentó Carmela—. Es culpa de esos chicos que ahora ella piense así. Era una chica digna de admirar. Bien mujer, como debe ser. Dispuesta a imponer su autoridad. Y ahora viene a querer defender a los hombres, como si eso fuera productivo. —Se cruzó de brazos—. Es un género inútil, la verdad, el género débil de nuestra especie. Solo sirven para tener hijos. La naturaleza no los hizo útiles para nada más.
Carla apretó los labios.
—Si me permite, debo recordarle que todos somos la humanidad. Ellos nos brindan su compañía, su calor...
—¿En dónde está Adela? Ella era una de mis sub guardianas antes.
—Lo siento. Ahora soy yo la asignada. Lamento decepcionarla.
Adela era la guardiana a la que había ayudado a escoger a su Adán, y le era fácil manipularla, pero ya vería qué hacer para recuperarla. Se estaba cansando de aquella mujer que pretendía darles un lugar a los hombres.
—Como sea. ¿A qué venías? —Volvió a sentarse para revisar el escritorio de manera desinteresada.
—La chica del exterior que estaba con ellos. Debemos regresarla.
—Ah. Sí... —Lo pensó unos segundos.
Andrea se encontró con los otros en un gran hall del Edén.
—Nos vamos —dijo dolida.
Aria miró a su amiga que todavía estaba siendo vigilada por los drones.
—Vamos a regresarla a casa —dijo una guardiana—, despreocúpate.
La chica fue y abrazó a Stacy.
—Te avisaré si salimos con los chicos —le susurró muy bajo y se apartó, sonriéndole—. Déjame saber cuándo estás en casa.
Stacy sonrió.
—Sí, no te preocupes.
—Por aquí, por favor —la guardiana se la llevó.
Aria suspiró, todavía preocupada, pero ya habían aclarado las cosas. El Edén no castigaba por algo tan simple como ir a visitar el museo solo porque estaban "frustrados por no haber ganado el concurso". Sonaba a un capricho de Eva entendible para el Edén.
Christopher tomó su mano y ella le ofreció su sonrisa. Así, fueron siguiendo a los demás.
Magda, preocupada por la ausencia de su hija que ya iba para el segundo día, trató de llamarla, pero su dron no estaba con ella. Su brazalete estaba desactivado. Resopló frustrada y llamó a su amiga.
—Se fue con esa chica, estoy segura —dijo ni bien la otra mujer apareció en el holograma.
—Es una mujer ya mayor, no es la primera vez que se va con alguna amiga a pasar las noches —respondió.
—Es que no es cualquier amiga. Aria siempre fue su mejor amiga, y ni siquiera sé por qué. —Apretó los puños sobre el cristal del escritorio—. Estoy segura de que estaba con su Adán de visita. La mandé para que averiguara si ese muchacho no nos ha delatado y ahora ya no aparece.
Vio otra llamada entrante, una de un contacto "privado", y le pidió un segundo a su amiga para responder, ya que este no permitía el contestar estando ya en otra conversación como otras holo-llamadas normales.
Se sorprendió al ver a Carmela frente a ella. Por el traje oscuro ceñido al cuerpo y el ambiente que se apreciaba detrás, supo que era una guardiana del Edén.
—¡En dónde está mi hija! —exigió saber.
—Contigo quería hablar —respondió Carmela con calma—. Tengo grabaciones que te acusan de haber querido robarte a un Adán y usar su esperma para darle a las mujeres del exterior.
Magda sintió que su temperatura bajaba.
—No sé de dónde sacó eso.
—Una corta grabación, además se complementa con la de una calle en donde las guardianas encontraron a nuestro chico. Luego tu hija nos lo confirmó. La tenemos. Solo tuve que amenazarla con mandar drones a castigarte para que hablara.
—¡Déjala ir!
—Lo haré. Tranquila, pero más te vale que no vuelvas a intentar nada en contra del Edén, o va a haber consecuencias.
—Ustedes no son nadie para controlarnos. No son nadie para separar familias. Mi hermana no volvió a hablarme desde que se fue a ese lugar lleno de mujeres remilgadas que creen que tienen el poder sobre todos.
—Somos un grupo privilegiado. Hemos construido una vida perfecta, sin guerras, sin abusos.
—Cuando menos se lo esperen algo va a colapsar. Una sociedad así nunca va a ser perfecta.
Carmela sonrió. Para ella, era como escuchar a un perro ladrar.
—Di lo que quieras, pero ya estás advertida. —Cortó la conversación.
—¡Espera, mi hija...! —Magda quedó frustrada.
Gruñó. No iba a quedarse así. Si su hija no aparecía pronto, iba a ir al Edén, aunque los drones intentaran detenerla.
***
—Mi madre está demente —renegaba Andrea en el floter de camino a casa de Karen—. ¿Cómo es que nunca me di cuenta?
—Lo siento —dijo Aria—. Yo lo vi... —Bajó la vista con vergüenza—. No supe si decirte o no, no supe si quizá sabías y para ti era normal, o si en general era normal en el Edén, ya sabes. Yo vengo del exterior...
—Está bien —la chica aceptó con brazos cruzados—. En parte sí, no sabías. Además, entiendo que mi mamá a veces luce amenazante y no sabes si enfrentarte a ella o solo darle la razón. —Suspiró.
Karen miró de reojo a Mauro, quien mantenía la vista baja.
—Bueno, tenemos un plan —dijo Christopher—. Ese drive nos va a llevar al prometido Edén. Solo debemos probablemente conseguir a quienes podamos. Animarlos a irse con nosotros.
—Iniciar una nueva sociedad más equilibrada —completó Aria.
Andrea asintió.
El drive que DOTy mantenía resguardado era la llave para ir a aquella ciudad. El holograma de su padre lo había materializado en su mano. O impreso, no sabía. Solo debía conectarlo a un floter y este tomaría la ruta en su sistema.
La ruta se revelaría solo al insertar ese drive, sin eso, nadie podría ir y encontrar la ciudad.
Le había mostrado un holo-mapa de esta. El primer Adán le señaló las implementaciones. Los árboles que de seguro ya habían crecido, los parques, las casas. No estaba cerca, y parecía estar en un valle oculto.
Si bien sonaba como a un cuento de hadas, una leyenda, y probablemente, si es que la encontraban, no iba a estar en buenas condiciones, no tenían otra esperanza.
Quién sabía y no existía, pero ya tenían la ruta. Eso era más que suficiente. Su padre le había puesto la misma tecnología que la hacía indetectable por el Edén y sus máquinas y drones, por lo tanto, solo les quedaba tener fe.
—Bueno, ya van a ser las cuatro de la tarde —murmuró Karen—. Si gustan servirse lo que gusten de las máquinas de la cocina. Mañana verán qué hacer.
—¿Tú no piensas ir con nosotros? —le preguntó Aria.
—Todavía no lo sé.
—Oye —interrumpió Andrea—. Me disculpo... —La miraron confundidas—. Por lo de mi madre, lo que hizo...
—No hay nada que decir. Es ella la que se debe disculpar. —Karen se retiró tomando a Mauro de la mano y haciéndole seguirla.
Los otros suspiraron.
—Bueno —dijo Tomas acercándose a la cocina—. No sé ustedes, pero sí hace hambre.
Aunque Chris quedó preocupado por su amigo, sonrió apenas y asintió.
La chica de rizos cerró la puerta y volteó a ver a Mauro con enojo y tristeza.
—¿Por qué no me dijiste lo que en verdad pasó? —preguntó corta de aliento, pues pensar en ello le volvía a revolver el estómago.
—Lo siento —respondió con un hilo de voz.
—Me fallaste.
—¿Qué? No. Jamás...
—Tú sabes bien que es tu culpa —le acusó—. Ya te lo dije antes y lo repito. Si tú sabes que un Adán solo debe dejarse tocar por su Eva y estar solo con su Eva, ¡no tenías por qué dejar que otra estuviera contigo! —Su voz se quebró y los ojos se le llenaron de lágrimas—. ¡Eres un...!
Mauro sintió un gran nudo en la garganta. El piso queriendo hundirse y tragarlo, el estómago pesándole como el plomo, y su cuerpo enfriándose. Apretó los labios conteniendo el malestar, sintiendo que temblaba.
—Lo siento —fue lo único que pudo decir de nuevo.
—¡No! ¡No lo sientes porque nunca me lo dijiste!
—No pude porque me da vergüenza, me sigue molestando, creí que el tiempo lo borraría, pero no es así...
—No te hagas la víctima porque lo disfrutaste. ¿O no? —volvió a acusarlo—. Si no, te hubieras negado.
—¿Qué? —Empezó a negar—. No, no es eso, me negué, pero...
—¿Lo disfrutaste?
El pulso del chico iba a mil. Se encogió de hombros sin saber qué decir.
—No lo sé, estaba muy confundido. Se sintió bien al final, sí, pero...
—Basta. —Cerró los ojos y respiró hondo. Las lágrimas cayeron y se las limpió—. No puedo creerlo, qué sucio eres.
—¡¿Qué?! No, Karen, por favor no pienses eso de mí. ¡Yo no tenía idea...!
—¡Pero lo disfrutaste y eso te hace completamente culpable!
—¡Pero no tenía idea! —La vio alejarse y sintió que le arrancaba el corazón. Sus lágrimas también cayeron, pero no se las limpió—. No. Karen, por favor. Mi cuerpo reaccionó, no yo. Por favor... —rogó en sollozo.
Ella lo culpaba a él, habiendo sido criada con tales ideas.
—Esa perra no debió meterse contigo, pero tú pudiste decir no.
—¡Lo hice, créeme que lo hice! —Se abrazó a sí mismo—. Pero tenía miedo de que ella dijera que yo no era un buen Adán, tuve miedo de sonar rudo, tuve miedo de que estuviera sobreactuando a algo que era normal. Yo no tenía idea...
—Calla. —Se limpió más lágrimas—. Si ellos se van, puedes irte también.
—No... Karen...
A ella le rompía el corazón. No era capaz de entender que la única culpable era quien había tomado ventaja de su situación de poder sobre el chico. No era capaz de entender que él era la víctima.
Ella solo quería que al menos le dijera que no lo disfrutó, que la odiaba, que fue horrible. No entendió que, por su naturaleza masculina, sus cuerpos a veces reaccionaban de formas diferentes.
—Eres mi Adán, pero no aguanto saber que tuviste intimidad con otra antes que yo. Debí llevarte a mi cama el primer día como las otras hicieron —sollozó.
Limpió de nuevo sus lágrimas, pero de todas formas rompió en llanto silencioso. Ahogó sus sollozos de forma no muy efectiva.
—Lo siento tanto —dijo él con la vista baja.
—Tu Adán es solo tuyo. Ahora tengo que aguantar la idea de que, en mi caso, no es así.
—Exageras —renegó Aria abriendo la puerta.
Karen se espantó.
—¿Qué haces? No es tu asunto.
—No pretendía meterme, pero estás equivocada.
—Que no te metas...
—Mauro no es culpable. Estúpida. —Apretó los puños—. Carmela ha abusado de más chicos. Eso lo dijo Andrea bien claro, su papá se lo confirmó. Él tampoco puede hacer mucho, ya sabes que los hombres están bajo el yugo de sus mujeres. No pensó que fuera algo así de grave, la forma en la que los crían es para que apoyen y honren a sus Evas sin importar qué. ¡No culpes a Mauro por esto!
—No —el chico intervino—. Karen tiene razón, debí negarme a algo que iba contra las reglas con las que me criaron.
—No, Mauro, no es tu culpa. No vuelvas a pensar eso. Y tú, Karen —la miró—. Si aprecias a tu Adán, deberías dejar esas ideas de mujer radical y abrir tu mente. Sí sé que te causa celos pensarlo con otra mujer, lo sé bien. —Cerró los ojos unos segundos para respirar—. Pero debes también pensar en que él disfruta en verdad el estar contigo, que no quiere dejarte. Siempre está pensando en ti, lo he notado. Se ha sentido mal y todo esto lo ha estado carcomiendo desde que ocurrió. ¡¿Acaso no lo ves?!
—¿Qué sucede? —Christopher apareció detrás de ella. Había subido al escucharla hablar con enojo. Vio a su amigo muy afectado y entró para ir a él y abrazarlo—. Está bien —susurró—. Está bien...
Mauro se aferró a él y cerró los ojos.
—Karen —Aria insistió—. No vamos a interferir más, pero piensa bien en lo que haces. Si no llegas a entender la situación, entonces sí, quizá es mejor si Mauro viene con nosotros y te deja. —Karen respiró hondo, sintiéndose muy ofendida. Ella no quería eso en verdad—. Él te ama tanto como un Adán puede amar a su Eva. A pesar de todos los desaires que tú le haces.
—Vamos a estar juntos, ¿sí? —lo calmaba Christopher—. Aunque no encontremos nada, será otra aventura. Y vas a estar bien...
Mauro asintió.
La pareja finalmente salió, Aria dándole una mirada de advertencia a Karen, y Chris otra mirada de seguridad a Mauro.
Karen resopló. Se mantuvieron en silencio un rato, hasta que finalmente habló.
—Metiches. No los boto de mi casa solo porque...
—Porque también disfrutas de su compañía —agregó Mauro—. Porque somos amigos, porque también defendiste la causa cuando las guardianas nos acusaron...
La chica respiró hondo y apretó los labios. Había estado muy enojada, guardando su rabia para cuando explotara. Se dio cuenta de que incluso quiso lograr que él se sintiera mal por lo que pasó, había querido que sufriera, así como a ella los celos le desintegraban las entrañas.
Quizá no era buena para él después de todo. Quizá Aria tenía razón, era mejor si el chico se iba y la dejaba. Ella era una tóxica.
Ahogó un sollozo y limpió las nuevas lágrimas que brotaron de sus ojos.
Mauro se acercó y, aunque dudando un segundo, le acarició el cabello. Ella sintió el peso de su conciencia recriminarle por haber querido hacer que su Adán sufriera, cuando era verdad, él, al ser recién salido del Edén, no tenía ni idea de las cosas.
Al igual que los otros de los que Carmela abusó, tomando ventaja del poder que tenía como Eva, sabiendo que los Adanes eran educados para obedecer a una Eva, fuera lo que fuera.
Esa mujer era la culpable, pero en sus celos, se dejó llevar por las ideas implantadas en su familia, de que los hombres eran así, que los hombres buscaban que los llevaras a tu cama, que los hombres hacían lo que fuera por sexo. Que los hombres esto, que los hombres lo otro...
Estaba mal. Ellos no eran solo acompañantes, máquinas de sexo y nada más. Ellos eran mucho más.
Volteó y abrazó al chico. Su aroma, que tanto le gustaba, la envolvió. Su calor, que la hizo pensar en su piel contra la suya en las tantas veces que le hizo el amor, aunque chantajeándolo para que se portara bien, sin ser consciente de que sus reacciones se debían al malestar que sentía cuando veía a Carmela cerca.
—Soy una mala Eva —susurró contra el pecho del joven.
—No. No digas eso. —Continuó acariciando sus rizos—. Yo soy solo tuyo. Perdóname por dejar que eso pasara...
Karen negó en silencio.
—Es esa bruja la que va a tener que sufrir —murmuró más decidida. Se apartó y lo miró con determinación—. Lo siento por Andrea, pero su mami va a sufrir.
***
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