Capítulo 33: Una aventura
La sangre se le enfrió a Andrea, el estómago le pesó y se hundió en un abismo.
Su mamá...
¿Su madre en intimidad con otro?
—¡Tú...!
—¡Te dije que te quedaras con tus amigas! —se apresuró Carmela a reprochar.
—¡¿Para que vinieras a hacer cosas?!
—¡No estoy haciendo nada! —Terminó de cerrar su vestido de forma torpe.
A ella le daba más rabia que la hubiera encontrado, que vergüenza por lo que hacía.
—¡¿Y qué hay de papá en todo esto?!
—¡Gustav insistió!
—¡¿Qué?! —reclamó él mientras se vestía de prisa.
—¡Cómo puedes...! —El asco que sintió la chica no la dejó hablar, y mucho menos el nudo en la garganta.
Empezó a negar y retrocedió.
Tomas, que había ido detrás de ella quedó boquiabierto, y Paul, que regresó al escuchar, también quedó sin saber qué hacer o qué decir. Andrea salió corriendo y Paul fue tras ella. Christopher y Aria vieron cuando se fueron corriendo y se les metió ese mal presentimiento a la cabeza.
Carmela se frotó la frente y respiró hondo. Gustav se acercó a Mariel y la rubia los miró con enojo.
—Te dije que vigilaras —la culpó.
—Estaba aquí en la puerta. ¡Cualquiera la bloquea para que nadie entre!
—¡Lo olvidé, nunca lo necesité!
—¿No tienes ni un poco de vergüenza? —intervino Tomas, que se había quedado.
Sabía un poco de lo de Mauro, vio cómo entregó a su amigo a otra mujer, y él mismo fue víctima de los toques indebidos de otras porque Carmela lo permitió, pero no pensó que además tuviera esa clase de intimidad con hombres que no fueran su Adán. ¿Era siquiera permitido?
—Tú no te metas —le respondió la estilizada rubia—. No sé qué haces aquí. No es tu asunto.
—¿Que no? Ustedes son mi sangre.
La mujer terminó de arreglarse el cabello.
—No te entusiasmes tanto. Tú eres un fallo. Deberías seguir aislado por ser defectuoso, pero esa chica vulgar del exterior cree que puede hacer lo que quiera.
Tomas sintió de nuevo esa daga clavarse en su pecho, esa que sintió cuando la mujer dijo que no era su hijo, la que sintió cuando lo aislaron, cuando no sabía por qué lo habían tenido si iban a desecharlo. El nudo en su garganta fue tan fuerte, que solo se fue.
—¿Cómo le dices eso? —preguntó Mariel—. Es tu niño.
—No es un niño, Mariel. Ninguno lo es, ya son Adanes hechos y derechos. Ya son hombres. Su única función es ser un buen Adán y complacer a su Eva.
La mujer castaña negó en silencio y, por primera vez, dejó a su amiga sin darle la razón, dejó a Gustav con ella luego de que terminaran de estar juntos, y también se retiró.
Carmela resopló.
—Con que yo insistí —reclamó Gustav en voz baja con molestia, mirándola de reojo con el ceño fruncido.
La mujer volvió a soltar aire.
—Déjame sola. Tú también ya cumpliste tu función. Vete.
El hombre apretó los labios y obedeció.
***
Paul alcanzó a Andrea. La joven lo notó y se detuvo, abrazándose a sí misma.
—¿Lo sabías? Porque no te veo sorprendido —murmuró con la voz quebrada.
Estaban en la playa falsa, lejos de la música del gran salón, en la oscuridad y el sonido del mar.
—Sí, desde hace mucho.
—¿Cómo pudiste no hacer nada? —Volteó a mirarlo incrédula y ofendida.
Él solo apretó los labios.
—Un Adán obedece y hace lo que a su Eva complazca.
Andrea negó.
—Hay límites.
—No en realidad. Quizá algunas cosas se sobreentienden, pero no es que esté fielmente estipulado. Las amigas de tu mamá aceptaron, así que...
Ella volvió a negar y resopló.
—Estoy harta. Estoy asqueada. Eso quiere decir que mamá probablemente sí tocó al Adán de Karen.
—... Y a muchos otros.
Andrea lo volvió a mirar con sorpresa, pero no de la buena.
—¿Le hizo... eso? —No iba a ser capaz ni de mencionarlo.
—Sí... —respondió luego de pensarlo.
La chica respiró hondo y apretó los dientes.
—Qué vergüenza. Cómo han de hablar de nosotros en secreto...
—Dudo que digan algo. Es mejor si guardamos silencio. Ya sabes lo que dicen. El Adán callado es el más guapo. —Sonrió, pero no de felicidad. Una sonrisa resignada.
Karen logró escuchar, su respiración flanqueaba. Miró a los costados sin saber qué hacer o cómo reaccionar. Si ir a tirar de los pelos a la mujer que se atrevió a tocar a su Adán, o ir a reclamarle a él por haber dejado que pasara, por haberle fallado.
Para ella, ambos eran culpables. Carmela por no tener en cuenta que era el Adán de alguien más, y Mauro, no solo por dejar que pasara, sino por no decirle. Sus celos no la dejaban ver la situación de otra forma.
Tomas, que también fue a la playa, los vio de lejos, pero no quiso acercarse, total, era cierto que era una falla, y eso le había causado problemas a Paul, quien estuvo tratando de buscarlo, ganándose castigos por parte de Carmela. Se dirigió hacia unas rocas, siendo seguido por su dron, en donde Aria había estado aquel día, practicando su escultura, y se sentó abrazando sus rodillas.
Miró el horizonte, el mar oscuro, pero iluminado de forma tenue por la luna. A veces sentía que su vida era solo eso. Un vacío apenas iluminado, no se podía ver más, porque nada era certero.
Un par de lágrimas cayeron por sus mejillas.
—Los Adanes no lloran —le dijo su dron.
Se las limpió de prisa y suspiró.
—Lo siento.
"Los Adanes no lloran" le había dicho su mentora en el Edén, desde que era niño. Y en verdad ya no lo había hecho desde hacía mucho, pero no pudo contenerlo al recordar su realidad, lo que Carmela dijo.
Era mejor no saber quiénes eran sus padres, al final se ahorraba tanta decepción.
Frunció el ceño tratando de enfocar algo con la vista, como una especie de distorsión frente a él, que apenas se veía si uno estaba atento. La cosa cambió de colores de pronto, revelando ser el otro dron de Christopher.
Tomas parpadeó confundido. El dron se inclinó apenas y le mostró su panza. En su superficie pudo ver algo como un ave aleteando, entre azul y verde oscuro. Eso lo sorprendió. Era como lo que Christopher siempre dijo que vio en el Edén, afuera, más allá del cielo falso y los cristales del techo.
El dron desplegó varias aves y mariposas alrededor del chico. Volaban y jugaban, acercándose y alejándose. Muy coloridas y vistosas. Él intentó tocar una, pero se deshizo en pequeñas chispas de luz. Sonrió apenas, olvidando su tristeza momentáneamente.
—¡Tomas! —Mauro lo llamó.
Se asomó. Venía con Chris. Aria estaba más atrás con Andrea y Paul.
—¿Todo bien? —quiso saber Christopher—. Oh, veo que encontraste a DOTy.
—¿DOTy? —cuestionó Mauro.
—Dijo que así se llama. Dron óptimo táctil o algo así —dijo Chris con extrañeza—. Quizá tiene sentido porque solo mis huellas dactilares lo activan. —Se encogió de hombros y vio a su amigo—. ¿Estás bien?
Tomas miraba el oscuro horizonte de nuevo.
—Lo que se puede de bien, supongo.
—Vamos —lo tomó del brazo—, arriba. Tenemos que planear nuestro escape.
Lo obligó a ponerse de pie y él lo hizo tras un quejido.
Se acercaron hacia las chicas.
—Bueno, este es mi plan —se apresuró a decir Aria—. Hay que aprovechar la distracción por el concurso. Nos vamos en un floter hasta la frontera, y luego... —Pensó un par de segundos—. Eh...
—Quizá podemos salir con la excusa de que vamos a visitar —intervino Mauro—. Entonces salimos, aunque... Debe ser con nuestras Evas. —Se rascó la nuca.
—Mi dron puede hacerlas en holograma —dijo Chris, señalándolo.
Pero Aria llevó sus dedos índice y pulgar al mentón, tensando los labios.
—Hay que hacer todo un trámite para que les den permiso. Además, solo yo tengo familia afuera del Heaven.
—Y no puedo dejar a Karen sin explicarle —agregó Mauro.
Paul rió de forma leve y voltearon a verlo.
—Escuchen, Carmela es guardiana del Edén de nuevo. —Eso los frustró—. No creo que les den permiso de salir, pero... —levantó el dedo índice—. Vengan conmigo. Ahora está enojada, así que no es necesario que la vaya a ver para regresar a casa. Vamos a mi oficina, a mi centro de distracción, rápido, así pueden salir esta misma noche.
Los hizo seguirlo, pero Mauro se quedó.
—N-no puedo...
Christopher iba a decir algo, pero Karen salió de entre las plantas. La quedaron viendo con espanto, sobre todo Mauro, ya que estaba seguro de que iba a molestarse con él por querer irse así.
—Yo también voy con ustedes —dijo, sin embargo.
Algunos se miraron de reojo, preguntándose si no estaba bromeando y luego iba a enojarse, pero al ver que no decía nada más, aceptaron y la hicieron unirse al grupo.
Fueron en un floter y este los dejó en la otra entrada de la mansión, la entrada para Paul. Fueron por los elegantes y amplios pasadizos de las habitaciones hasta llegar a la oficina, en donde estaba también la entrada a su laboratorio de "juguete", que al final se había hecho algo más serio.
—Los ganadores van a ser anunciados y el evento va a seguir de largo —hablaba el hombre mientras preparaba algunas cosas—. Así que tenemos tiempo.
—Vaya, tenemos suerte de no haber ganado entonces —se burló Tomas.
El hombre lo miró y le sonrió levemente, así que le retiró la vista, ya que seguía dolido después de todo. Paul lo sabía y lo entendía, así que no se tomó a pecho el gesto de su hijo.
—Ustedes, jovencitas —se dirigió a las chicas—, pueden quedarse con esos vestidos mientras tanto.
Andrea asintió y les hizo señas a las chicas para ir a otro lugar.
Paul puso material en las impresoras de tres dimensiones. Christopher seguía mirando con curiosidad el lugar, a pesar de haberlo visto de forma rápida ya antes, cuando vivió ahí unos días. Había sobre todo impresoras, para hacer lo que quisiera. Vio la máquina extraña y, por sus inscripciones, supo que era para analizar el ADN. El dron del hombre estaba en su base, cargando.
—Entonces... ¿Qué vamos a hacer? —cuestionó Mauro.
—Oh, ya lo verán.
Andrea guió a las chicas hacia la zona de su mamá.
—¿Y si nos ve?
—Desactivé las cámaras —respondió—. Me enseñó a hacerlo en caso de que me lo pidiera alguna vez. Y ahora ya creo saber por qué lo hacía tan seguido.
Karen frunció el ceño. No quería creer que Andrea no supiera nada, pero, aun así, tenía curiosidad por ver qué iban a hacer, y por ver el lugar de aquella mujer loca.
El cuarto de sus trajes de guardiana ya tenía otra clave, sin embargo, y no pudieron acceder.
—Quizá es porque ya es guardiana de nuevo, o porque Christopher se robó uno la última vez —agregó mirando a Aria.
—Ella seguramente intentó hacerle algo —se defendió la pelinegra.
—¿No han hablado de lo que le pasó?
—Eh...
—Falta de comunicación —se burló Karen.
Aunque se sintió más como un reproche. También para alejar esa verdad de ella misma, ya que Mauro tampoco le había dicho nada.
—No es necesario que me lo diga. Esas cosas se saben. —Miró a Karen regresando la espina, ya que sabía lo de Mauro.
Andrea encontró una foto antigua en movimiento de sus padres, de cuando estaban más jóvenes. También estaba Gustav y Mariel. La mujer siempre fue su amiga, y le sorprendía que hubiera tenido esa cara dura de pedirle a su Adán.
No solo eso, también su Adán había fallado. Todos eran cómplices.
—Ese hombre —dijo Aria—, el Adán de la amiga de tu mamá, creo que quería algo conmigo. —Le dio escalofrío.
—No me extrañaría. Una de mis tantas amigas le lanzaba miraditas. Ya sabes. No me sorprendería si pasó algo entre ellos. También a veces sentía que me miraba más de la cuenta. Pero todo esto es culpa de mi madre. Papá dice que así es ella, que todas sus amigas aceptaron, que blah blah, pero él es muy bueno y sonso como para darse cuenta.
Aria quedó con los labios entreabiertos y Karen lo pensó.
—¿No es culpa también de esos chicos que aceptaron estar con ella? —increpó la rizada.
—Un Adán debe obedecer, ¿no? —Andrea volteó a mirarla—. ¿No crees que más bien los manipuló?
Karen cruzó los brazos.
—Un Adán es solo de su Eva, no tiene por qué aceptar nada de otra —refutó—. También es culpa de ellos, por no saber pensar.
Andrea resopló.
—Como gustes. —Sacó algo de un cajón y sonrió—. Listo, esto es lo que necesito. Es solo por si acaso, pero siempre hay que estar preparados. —Mostró unos brazaletes—. Un par son de mis amigas, y este en nuevo.
Aria lo reconoció.
—Es el mío. O el que era mío... —reaccionó—. Gustav quizá me lo quitó. Lo sabía. ¿Por qué lo querría tu mamá?
—Mi mamá solo quiere molestar, no le hagas caso. —Cerró bien el cajón, asqueada al recordar que su mamá y Gustav siempre se reunían. ¿Cómo era tan ciega?—. Vámonos.
Al regresar al laboratorio escucharon risas. Entraron y Aria y Karen quedaron sorprendidas, Andrea no, pues su papá le había dicho la razón del por qué necesitaba esos brazaletes.
Christopher se acomodaba una peluca de cabello negro exactamente como el suyo, que no saltaba a la vista al compararlo con sus cejas, de igual forma Tomas jugaba con los largos rizos de Mauro mientras él intentaba apartarle la mano con una expresión entre risa y fastidio.
La ropa elegante que tenían antes había sido reemplazada por vestidos con brillantes colores que variaban, pero tenían unos abrigos cortos, distintos y a juego encima. Todavía usaban tenis, y era que en realidad no necesitaban lucir más altos de lo que ya lo eran o llamarían más la atención.
—Bueno, lo de los abrigos es la única forma de disimular la forma de su cuerpo —se excusó Paul al ver a Aria ir y tocar el abrigo de Chris.
—No me toques —dijo él—, soy una Eva, y no puedes mirarme. —Retiró la vista fingiendo altivez.
—Karen —dijo Mauro—, me traes una bebida.
—Y a mí otro dron. Este no me sirve —agregó Tomas poniendo una mano en la cintura y la otra haciendo un ademán para apurar.
Aria abrió la boca ofendida, pero la mirada le brilló con diversión. Karen arqueó una ceja.
—Les falta maquillaje —le dijo a Andrea—, ¿no crees?
Las chicas los miraron de arriba abajo y sonrieron con malicia, cosa que los asustó.
Los hicieron sentar uno por uno frente al tocador maquillador de Andrea. Ella le dio específicas instrucciones para que el maquillaje diera la ilusión de que sus facciones eran más delicadas, que no se notara la piel levemente oscura en donde crecía barba, ni la mandíbula y detalles similares.
La máquina hizo sombras, luces y distintas cosas para lograr el efecto esperado, y era que una de esas máquinas podía convertir a cualquier chica en una diosa en cuestión de minutos. Cubrir hasta la más grave imperfección, aunque no las hubiera en un mundo en donde todo podía ser arreglado.
Cuando terminó, ellos pasaban como chicas a la vista de cualquiera. Un tanto altas, pero chicas, al fin y al cabo. Con largas pestañas, un maquillaje que parecía natural, sin mucho rojo en los labios que saltara a la vista, facciones finas, imponentes.
Incluso, gracias al sombreado y el trabajo en los ojos, estos parecían más grandes. Christopher era una guapa pelinegra con algunas pecas y destellantes ojos azules, Tomas era una chica castaña con resaltantes ojos verdes como esmeraldas, y Mauro era una dulce joven con rizos y grandes ojos celestes.
—Awww —dijo Aria al ver a Christopher.
Él intentó cubrirse la cara entre risas.
—Pero, de preferencia, no hablen —les dijo Paul con una sonrisa. Tomas recibió su sonrisa y le correspondió el gesto apenas—. Ahora vayan.
Andrea fue y lo abrazó.
—Deberías venir con nosotros.
Él le acarició el cabello.
—Tranquila. Este es mi lugar, con mi Eva, tú busca el tuyo. Si encuentran algo, me avisan. Puedo ir a visitar.
—Me mantendré en contacto —susurró—. "Nos" —rectificó mirando a Tomas, a lo que este aceptó volviendo a sonreír apenas—. Que mamá no se entere de que nos ayudaste.
—Descuida. Todo va a estar bien.
—No tardaré. —Se apartó sonriente.
Luego de hacer que se pusieran los brazaletes de Eva y dejaran los de Adán en casa de Karen, fueron en un floter siguiendo a otros. El vehículo detectaba solo a mujeres en su interior, y como nada de lo que habían hecho era esperado por el sistema, no le alertó que su destino estuviera afuera del Heaven.
Christopher respiraba con algo de nerviosismo al irse acercando a la frontera, a la barrera protectora.
—Tranquilo —le susurró Aria recostándose en él—. No voy a dejar que Magda te toque. No tienen por qué enterarse de que estás ahí conmigo.
—Pero es mamá de tu amiga.
Aria formó una línea con los labios.
—Si se da cuenta, le pediré que no diga nada.
Se acercaban a la frontera y Christopher volteó a mirar.
—Bueno, primero hay que preocuparnos por pasar esa barrera.
Los otros chicos también vieron la leve distorsión.
—¿Crees que nos detecte?
—¿Tu dron no puede hacernos invisibles?
Christopher pensó.
—No sé si eso funcione con la barrera. Cuando yo la crucé, pude hacerlo porque tenía el traje de guardiana, pero...
Vieron la barrera que brillaba dorada a bajo algunas luces y la cruzaron de forma veloz.
Abrieron los ojos y se dieron cuenta de que no había pasado nada.
—Han salido del Heaven —dijo el floter—, siguiente destino, centro comercial El Aura.
Se sonrieron felices, aunque todavía nerviosos. Iban a buscarlos, probablemente, no tenían mucho tiempo.
***
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top