Capítulo 32: Sorpresa
—¿Que van a hacer qué? —preguntó Mauro acercándose.
Karen arqueó las cejas y los miró a todos.
—Bueno, escapar y volver —rectificó Chris—. Hay cosas que hacer aquí, ya sabes...
—Es cierto. Aunque —Tomas se encogió de hombros—, luego podemos volver a escapar... Con ellos.
—¿Y yo? —preguntó Andrea un tanto desilusionada de que su hermano no la tuviera en cuenta en esos planes.
Tomas quedó viéndola.
—Por supuesto que puedes venir.
Pero esa no era la respuesta que quería. Ella quería que él prefiriera quedarse con ella y con sus padres.
—Si encontramos esa ciudad —agregó Chris—, posiblemente pueden ir a quedarse también, aunque sea un tiempo —dijo mirando a Paul—. Visitar.
—Bueno, no se sabe si existe. Es un cuento, una historia para los niños.
—En la que se ven aves, en la que hay drones "arcoíris" —hizo las comillas con sus dedos—, que cambian de color.
Mauro se dio cuenta de que el dron que el chico tenía, extrañamente, era así. ¿Acaso entonces el cuento tenía algo de cierto? ¿Por qué el Edén nunca encontró nada? Quizá solo era coincidencia.
Paul había visto a Carmela ir con Gustav a conversar. Ahora era guardiana. No iba a decir nada de los planes de los chicos, ellos confiaban en él, aunque no los creía posibles de todas formas. ¿Escapar del Heaven? Misión imposible...
Pero tal vez no tanto, después de todo, Christopher ya lo había logrado.
—Si me disculpan, debo ir. Me avisan qué deciden —se excusó.
No quiso que Carmela lo llegara a ver con ellos e intentase sacarle información sobre lo que hablaban.
—Felicidades —se escuchó a la líder, aunque ella no estuviera—. A mi parecer, todos lo han hecho maravilloso.
Aria rodó los ojos. Ahí estaban las repetitivas palabras de consuelo para tapar sus fallas y malas decisiones.
Sacudió la cabeza. Ya no iba a estresarse por eso. Al final ninguno de sus amigos ganó. Era la realidad golpeando a su puerta. De todas formas, se llevaba buenas memorias... Y vaya que sí.
—Ahora, por favor, toquen la florecilla de sus trajes y vestidos y empecemos la fiesta.
Muchos lo empezaron a hacer y esto desplegó máscaras a juego con los colores de la ropa.
—Entonces planean escapar —murmuró Karen, cruzando los brazos, ignorando lo que pasaba al rededor.
—Puedes ir con nosotros, sin problema —la calmó Aria.
La chica de rizos volvió a mirarlos y se alejó llevando a Mauro, quien volvió a disculparse en silencio. Christopher suspiró.
—Ojalá no diga nada —se quejó Tomas en voz baja.
—Lo dudo. Pero ya saben, lo negamos todo si nos dicen algo —bromeó el pelinegro.
Empezó a sonar una música y la reconoció. Era el vals que bailó con Aria por primera vez en aquella bienvenida. Sonrió y volteó a verla, encantándola. Sus ojos azules brillaban con alegría, los hoyuelos se le marcaban en las mejillas. Ella también recordó la melodía y le emocionó ver que él, por igual, la reconoció.
Fueron de prisa hacia el centro del salón. Andrea suspiró.
—¿Sucede algo? —Tomas seguía con ella.
—¿Entonces no quieres estar con nosotros?
—No es eso...
—Papá y mamá te van a aceptar.
—No digas sin saber —interrumpió con cierta amargura—. Ellos me dieron al Edén y nunca me visitaron. Recuerdo que algunas parejas, bueno, solo muy pocas, un par de veces, fueron a ver de lejos a algunos... —Su semblante decayó recordando—. Mamá dijo que no soy su hijo. Y entiendo, se supone que le pertenezco al Edén, al igual que todos los hombres...
—Mamá probablemente estaba estresada y enojada, no es que haya querido decir eso. Ella es genial, créeme.
El chico suspiró.
—Bueno, no desde mi punto de vista. Y lo siento si eso te ofende.
—Pero es que no la conoces. No sé por qué incluso Karen anda diciendo...
—Es que es verdad. Mira... —Resopló y se sintió incómodo, pero no podía no decirlo—. Hizo que sus amigas me tocaran. Claro que sin saber todavía que soy su hijo. Pero, además también entregó a Christopher a una de ellas. —Andrea frunció el ceño y empezó a negar—. Y la mujer se lo llevó a una de las habitaciones...
—Tiene que haber una razón —intervino la chica mirando a Chris dar vueltas con Aria de forma elegante, siguiendo el vals, mientras reían entre dientes y se divertían—. Quizá le encargó que le explicara algo o...
—Sí, pues, no lo creo. —La miró de reojo. Estaba visiblemente alterada.
***
Paul se encontraba cruzado de brazos afuera de la habitación en donde estaban Carmela y Gustav. Apoyado contra el barandal, uno de tantos que daba hacia el salón principal, aunque casi nadie veía, ya que desde el primer nivel se observaban más unas nubes falsas que los balcones del pasadizo.
Mariel se le acercó, llevaba unos bocadillos en la mano.
—Entonces... Van a visitar el antiguo Edén, persiguiendo una fantasía.
Eso sorprendió al hombre.
—¿Los escuchaste?
—Lo suficiente.
Paul asintió apretando los labios.
—Por favor, no digas nada de eso a...
—Lo sé. Tranquilo. Son fantasías de niños. No van a encontrar nada y van a volver. Y ya. Ahí queda.
—Quién sabe se divierten afuera del Heaven. Además, el museo del Edén antiguo es ciertamente interesante.
Ella asintió y quedó mirando hacia la habitación luego de escuchar un bajo ruido de un gemido. Resopló, pero le restó importancia acabando con el último bocadillo.
—¿No entras con ellos? —preguntó la mujer señalando con su cabeza hacia la habitación.
Paul suspiró y la miró arqueando una ceja con incredulidad.
—Sabes lo que hacen, ¿para qué querría estar ahí?
La mujer ahogó una risa y tomó un trago de vino asintiendo.
—Bueno, se torna aburrido esperarlos luego de un tiempo.
—No creo que tarde tanto —bromeó él apenas.
Ella lo miró sonriente, pero pensó un segundo y volvió a mirar hacia la puerta doble de madera tallada.
—Tú... ¿crees que nosotros deberíamos...intentar?
—¿Eh? —Rió en silencio—. No te preocupes, no quiero incomodarte. No se me ha cruzado por la cabeza. Ella hace lo que gusta, y ya está, no significa que yo deba...
—Oye —intervino—, no me incomoda...
Ambos se vieron a los ojos unos segundos. Paul se aclaró la garganta y volvió a mirar al frente.
—Ya veo...
Mariel bebió otro trago.
—¿No te molesta que ella esté con otros hombres?
Él suspiró.
—No lo sé... pasó tiempo para que me diera cuenta de que no era algo que hicieran todas... pero hasta ese entonces ya lo había asimilado, ya sabes... que mi Eva hace las cosas diferente... y está bien si es lo que ella quiere. Siempre nos dijeron que estuviéramos a disposición de lo que nuestra Eva quisiera... Ese era el objetivo del proyecto Eva.
Mariel se apoyó en el barandal mirando con tristeza hacia abajo, a los jóvenes bailando alegremente.
—¿Nunca te compartió?
—No...
—Yo... Ojalá nunca le hubiera dejado tener a mi Gustav... Eso me lo quitó en muchos sentidos. —Tomó otro trago de vino, esta vez más prolongado.
Paul apretó los labios.
—Lo siento.
—No necesito que te disculpes por ella. Ella debería hacerlo... pero sé que nunca lo hará. De todas formas, no importa ya. Mis sentimientos también cambiaron... ¿Y los tuyos?
Él encogió los hombros un instante.
—Es lo que es.
—No debería. Merecías a una mejor Eva.
—Eso no es lo que nos enseñan. Además, por algo fui compatible con ella, ¿no crees?
—Pues está mal. —Se le acercó—. Quizá deberías pensar por ti mismo una vez, y dejarla.
—Ella se haría un caos.
Otro trago de vino hasta el fondo.
—No. —Dejó la copa vacía en el barandal—. Solo te ha hecho creer eso.
Paul sonrió levemente.
—Un Adán jamás puede dejar a su Eva.
—Bah. Qué importa. Andrea renunció al suyo.
—Porque no han tenido intimidad... Aunque...
Ella sonrió.
—¿Aunque...?
—Quizá quieras ir al antiguo Edén. No a vivir, sino a conocer, pasear, un par de días.
Eso la decepcionó un poco. Esperaba otra propuesta.
—No. Deberíamos fugarnos más bien, ¿no crees? —Tocó su pecho, luego de haber deseado hacer eso por mucho tiempo sin poder lograr nada, ya que Carmela lo rodeaba como si fuera de su auténtica propiedad—. Tú y yo. Olvida a Carmela —susurró.
Paul la miraba con algo de sorpresa. Suspiró y apretó los labios.
Siempre notó las miradas incómodas de la mujer cada vez que Carmela estaba con Gustav, a veces sentía que ellos se llevaban mejor, y que al mismo tiempo se hacían compañía en aquellos momentos en los que parecía que no tenía una Eva.
Sin darse cuenta, había dejado que la mujer se empinada, tirando de él al mismo tiempo, para darle un beso.
Reaccionó, pero no se alejó. Ella rodeó su cuello poseyendo sus labios con ansias, pero entonces, él se aclaró la garganta, separándose finalmente.
—No —susurró—. Lo siento...
—No. No... Ven conmigo. Déjala...
—Lo siento. No puedo.
Y terminó de alejarse para irse con algo de prisa, dejando a la mujer arrepintiéndose por haber hecho algo como eso, sintiendo que ahora había arruinado las cosas con él, que quizá él no iba a querer verla más. Que Carmela haría algo para botarla a ella del Heaven, y que incluso podría quedarse con Gustav...
Se tapó la boca ahogando un sollozo y respiró hondo, tratando de calmarse. Se echó algo de aire con la mano y resopló, disimulando.
Sin embargo, lo siguiente que notó, fue a Andrea andando de prisa y abriendo la puerta de la habitación. Reaccionó.
—¡No, niña...!
Pero era tarde.
Andrea estaba pasmada mirando a su mamá intentar cubrirse de forma torpe, al tiempo en el que trataba de que no viera a Gustav.
***
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