Capítulo 3: El renacer de un Adán - Christopher
"Lo primero que verás del mundo exterior, será tu Eva... Y será hermoso."
—¿Quiénes son esas personas? —preguntaba un niño a la mujer que cuidaba de él, de ropas blancas y holgadas igual que las otras.
Jugaban en un extenso jardín bajo techo, pero que simulaba muy bien el día.
Una pareja observaba desde los ventanales altos a otros niños.
—Solo visitan —le respondió ella—. Es que todos ustedes son muy especiales.
Sí, solían visitar, pero no a él.
En su mente, lo que más permanecía grabado era un alto monumento, dos personas agarradas de la mano mirando a la distancia. Era una imagen hermosa y le daba cierto sentimiento de seguridad. Los conocía, pero, al mismo tiempo, no recordaba haberlos visto.
El ver a una muy pequeña criatura surcar el cielo detrás de las nubes holográficas en el techo, le sorprendió.
—¿Qué es eso?
La mentora negó manteniendo su sonrisa.
—Yo no vi nada. Ahora ve a jugar.
Así obedeció.
El Edén, su hogar, era perfecto. Tenía juegos, amigos, comida que podía catalogar como deliciosa, aunque no conociera nada más fuera de aquellos muros que parecían tocar a las nubes, que, hasta entonces, no sabía que eran falsas.
Soñaba algunas noches. Él de pequeño corriendo hacia una mujer de cabellera negra.
Era fácil seguir la rutina... Despertar, comer, jugar, aprender algunas cosas con ayuda de actividades divertidas e interactivas, y seguir jugando con sus dos amigos.
Tomas, un niño de cabello castaño con ojos entre verde y caramelo oscuro, y Mauro, un niño rizado, de piel morena y ojos celestes, inseparables. Había más niños, pero no interactuaban mucho.
—Cuando sean mayores, ustedes lograrán lo que nosotras no podremos —les decían sus mentoras—, cuidar a una chica. Una Eva.
—¿Y por qué queremos cuidar a una chica? —preguntó su amigo Tomas.
Ella sonrió amablemente y se inclinó para responder.
—Una chica te va a dar felicidad plena.
—¿Una chica como usted, señorita? —quiso saber el niño de ojos azules.
Ella también le sonrió.
—Sí, pero de tu edad, cuando seas mayor.
El pequeño sonrió también. A esa edad no sabía que el tiempo corría para todos.
—Seré el mejor Adán.
Los años pasaban, iba experimentando cambios, ya casi entraba a la adolescencia. Todo había cambiado tan lentamente que apenas se había percatado. Despertar, asearse, comer, y aprender cosas nuevas.
Rara vez veía a la pequeña criatura surcar el cielo más allá de la frontera del techo translúcido que mostraba cielos falsos, y cuando pasaba, era feliz. Ya quería ser mayor, salir para ver el exterior, ver a esa criatura.
Cada vez que podía, la pintaba, al igual que sus sueños con aquella hermosa dama de cabellos negros. Aunque su rostro fuese algo borroso, lograba captar gran parte de este, sobre todo los ojos, que le transmitían dulzura, y las pecas.
Su mentora había dejado de cuidarlo, había envejecido un poco, y de eso sí había logrado percatarse. Las máquinas, grabaciones, y ellas, siempre les decían que lo mejor que les podía pasar era ser compatibles con una Eva.
Y él esperaba con ansias el momento.
Cada mes tenía extraños cuestionarios que debía responder y subir al sistema. Había empezado como juegos, pero con el tiempo, se habían vuelto más... serios, quizá. Siempre le repetían que él era sumamente especial.
Se escabulló con su amigo Tomas por una zona que se encontraba detrás de los jardines, una entrada que estaba muy bien oculta, pero que habían logrado notar con el tiempo. Ambos reían por su travesura, se indicaron el uno al otro el guardar silencio, pero siguieron riendo, tapando sus bocas.
Miraron alrededor y dejaron de sonreír para quedar sorprendidos. Apreciaban a la maquinaria que manejaba los jardines, la temperatura, el aire, la luz, y tantas cosas más. Sin embargo, ellos solo veían luces y cosas para tocar.
Enseguida dirigió su mano hacia una de las lucecitas y esta rozó con la de su amigo Tomas, quien también iba a tocar la misma. Ambos las retiraron y rieron. Su amigo tocó otro sensor y las lucecitas cambiaban de forma entretenida.
Entonces una alarma sonó con fuerza, espantándolos.
—¡Chris! —lo llamó su amigo—. ¡Vámonos! —Tomó su mano y corrieron por esos pasillos a los que nunca habían entrado, topándose con drones, quienes les bloquearon el pase.
Las mujeres y otros drones los encontraron abrazados y asustados y, por primera vez, vieron en los rostros de ellas, cierta pizca de molestia y preocupación.
***
Christopher se encontraba sentado en el suelo, observando una réplica a escala del Edén, con un pequeño holograma de una mujer y un hombre tomados de la mano, pero sin mostrar sus rostros.
—Todo va a estar bien —le dijo su mentora, acercándose, luego de haberlo buscado cuando lo perdió de vista.
Poco a poco, los habían ido dejando más solos también, ellas ya no los vigilaban tanto, sino los drones. Se tenían entre ellos y él tenía a sus amigos, pero desde aquel incidente, los habían separado por unos días.
—Yo fui quien quiso salir.
—Está bien, no estamos molestas con ustedes, ustedes son nuestros tesoros.
Él sonrió con alivio y volvió su vista hacia el holograma.
—Los primeros Adán y Eva —comentó la mujer—. Adán cuidó de su Eva y estuvieron siempre juntos, fundando nuestra sociedad. Fueron los primeros en ser compatibles.
—Y luego ¿qué hicieron?
—Nos dieron a los niños.
—¿Y luego?
—Fundaron el proyecto Eva, el primer prototipo.
—¿... Y luego?
Ella suspiró y volvió a sonreír.
—Ustedes, cuando crezcan, cumplirán con la valiosa misión de cuidar a una chica.
—Sí, ya nos lo han repetido —murmuró él con cierta tristeza, olvidando su curiosidad hacia la historia de esas personas, ya que siempre que había preguntado, no le habían dicho qué pasaba "luego", o qué fue de ellos—. Pero ¿qué va a pasar si no hay una chica para mí?
—Por supuesto que sí. Ya lo verás, una buena chica será compatible contigo. Todos llegan a ser compatibles con alguien, hay muchas buenas chicas.
Él suspiró.
—¿Por qué no puedo ser compatible contigo? Tú eres mi mami.
Esa pregunta conmovió a la mujer. Sonriendo con ternura, posó su mano sobre su hombro.
—Será una chica de tu edad —murmuró.
El niño hizo una mueca con los labios. Sí, ya había notado que el tiempo avanzaba para todos, y aunque él no conocía lo que era tener una madre, ellas estaban ahí para ese papel. El sentimiento estaba en él de forma instintiva, así que ella era su madre, en cierta forma, y la quería.
Aunque tenía impregnada una sensación de soledad, algo le faltaba, por lo que siempre buscó amigos y a la mentora, pero, por otro lado, pensó que quizá la soledad se iría si hacía lo que le pedían.
—Sí, quiero a una niña para cuidar —así no se sentiría solo—, y además así podré ir a ver a la criaturita del cielo.
La mujer se extrañó por ese comentario, pero le pareció tierno que quisiera a una niña. La mujer en jefe del Edén sonrió también, complacida, al escuchar las palabras del niño mediante el dron que estaba cerca y lo transmitía.
Luego de un par de días su amigo volvió y las cosas volvían a ser como antes.
Los años siguieron pasando. Despertar, asearse, comer, estudiar, relajarse, comer, dormir... Pintar sus sueños.
—Hey, Chris —le decía su amigo Tomas, con su voz un tanto ya más áspera—. Adivina, al parecer mis pruebas son algo más serias que las que tú das, parece que pronto seré compatible con alguna chica.
El chico tensó los labios, pues seguía temiendo no ser para nadie y quedarse solo.
—Todavía faltan algunos años, eso dicen las mentoras —dijo Mauro.
—Como digas. —Le arrojó una almohada—. Por cierto, Chris... Dijiste que soñabas a veces con tu mamá.
—No dije que fuera mi madre... —dijo él, confundido.
—Pues a mí me suena como si lo fuera. Además, he visto tus dibujos y creo que se parece a ti. Escuché que algunas Evas tienen madres. No sé, quizá nosotros también. ¿No lo has pensado?
El ojiazul se quedó meditando sobre eso un buen rato. No lo había pensado. Pensar en tener una mamá... Era doloroso, ya que eso significaba que lo habían dejado ahí.
—Es probable que yo no tenga —murmuró Mauro con cierto aire de tristeza—. No tengo sueños con ella.
—Yo tampoco —confirmó Tomas.
Giró y quedó mirando al techo.
—Quizá eso es mejor —susurró Christopher.
Asearse, comer, estudiar, relajarse...
Él de pequeño corriendo hacia aquella mujer de cabello tan negro como el suyo... Y despertar.
Los chicos se duchaban, Chris había notado que mientras más crecían, empezaba a existir más privacidad en todos los aspectos, les había anunciado que pronto tendrían sus propias habitaciones.
Ya no había vuelto a ver los jardines en donde jugaban cuando eran muy pequeños, y apenas se había percatado de ello. Rara vez recordaba a la "criatura" que parecía estar más allá del cielo falso. Toda su concentración iba a su objetivo de ser un excelente Adán.
—Hey eh... —Tomas irrumpió abriendo la cortina de su ducha—, lo siento. —Se fue, cerrando la cortina de nuevo.
El castaño fue hacia su casillero pensando mientras se vestía. Había querido preguntarle algo a Christopher como excusa para verlo, pero en el momento, su mente se había quedado en blanco. Sabía que todos ellos le iban a pertenecer a una chica tarde o temprano, pero él sentía que había ciertas cosas en su interior que eran distintas a todas esas reglas y pensamientos.
Miró de reojo hacia la ducha de su amigo Chris. Tensó los labios y bajó la vista, con un muy leve rubor en sus mejillas.
¿Qué era lo que tenía mal? Algo tenía mal, y la preocupación le atormentaba. Preocupación sobre el qué dirían sus mentoras, ¿qué pasaría si no cumplía con su chica? No quería decepcionar a nadie, sentía que era un problema. Todos esperaban perfección de él, la perfección que sus amigos tenían, pero él no.
Despertar, asearse, comer, estudiar, relajarse, comer de nuevo, dormir... Soñar... Y tratar de pintarlo.
Las pruebas se habían vuelto más físicas, buscaban hacerles gastar su energía a como diera lugar, les prohibieron tocarse más de lo necesario para ducharse, nuevos cambios habían llegado y los drones parecían cada vez más estrictos. Ya no veían a sus mentoras hacía mucho tiempo.
Eran vigilados constantemente, además, y un dron los acompañaba a la hora de dormir, ya cada uno en su habitación. Chris se preparaba, pues iban a tener una prueba importante sorpresa al día siguiente.
Se había encontrado encerrado en su baño con algo extraño en su cuerpo. Observaba absorto a su parte baja y privada.
—Es normal —dijo el dron con su voz fría.
—Ya, pero ¿por qué pasa a veces? Ni siquiera puedo controlarlo.
—Es normal, ya va a pasar —insistió la máquina—. Toma esto y bajará —agregó dejando una pastilla en una bandeja del costado. Últimamente también les daban medicinas extrañas—. Cuando tengas una Eva, descubrirás la función, y procura ser un buen Adán para que te invite a su cama.
Él resopló.
—Si tú lo dices.
Se lavó la cara con agua fría y se observó en el espejo. Su cuerpo había cambiado bastante desde que recordaba haber despertado ahí. Estaba alto, había crecido casi de un momento a otro. Recordaba tener pecas cuando era niño, y ahora seguían ahí, pero muy, muy tenues.
Les hacían hacer ejercicio constante y cuidar su aspecto. Asearse siempre, hasta dos veces al día en algunas ocasiones. Les enseñaron a danzar el vals con maniquíes interactivos, a ser caballerosos y atentos, les estaban enseñando cómo dirigirse a una dama, qué hacer bajo ciertas circunstancias y demás.
La ilusión, todavía presente, de tener a una Eva y salir de ahí, lo hacía ciego hacia otros aspectos, pero solía divertirse haciendo algunas de esas actividades, sobre todo al bailar con los muñecos virtuales. La música era una de las pocas cosas que disfrutaba aparte de dibujar.
La vida, y todo lo que conocía, se veía reducido a lo que podía experimentar en el Edén y en la promesa de tener a alguien que ya no le haría sentir solo.
Sin embargo, el pasar del tiempo le haría empezar a abrir los ojos.
***
Debía correr lo más rápido posible y estaba agotado. Sus dos amigos iban a su costado, aunque Tomás tomaba la delantera. Ante los ojos de Christopher, él estaba mejor preparado, le ponía más empeño y se preocupaba por ser perfecto en todos los aspectos.
Aunque estaba casi seguro de que el lugar era falso, ya que les habían mostrado escenarios falsos antes, siempre era emocionante ver qué otra nueva cosa existía en el exterior, y que ellos podían ver sin salir de aquel lugar. Pero a veces había llegado a sentir que el Edén era como una hermosa prisión.
Era una jaula de oro.
Derraparon en el suelo cuando un enorme animal apareció frente a ellos. Ya estaban exhaustos y querían terminar la prueba. Les habían dado armas y no sabían para qué, pues ahí estaba la respuesta.
Una especie de tigre muy enorme, solo habían visto fotos de ellos. Se suponía que habían desaparecido hacía milenios, así que no era posible que hubiera uno ahí, sin embargo, el animal corrió hacia ellos y, por instinto, huyeron de él.
—¡Tiene que ser falso, no lo entiendo! —gritó Tomas.
—¡Cuál es el punto de todo esto! —agregó Mauro.
Chris empuñó con más fuerza la extraña arma que llevaba consigo y se detuvo.
—¡No, Chris! —lo llamó Tomas.
El animal no se detuvo y se paró en dos patas, dando un zarpazo. Christopher empalideció esperando recibir el corte, pero fue embestido. Otro grito se hizo presente.
El pelinegro se espantó al ver que su amigo lo había protegido y ahora tenía las cuatro garras marcadas en su espalda, la sangre empezaba a extenderse. El chico, estupefacto, se enderezó enseguida y fue hacia él.
—¡Tonto! ¡No es falso! —le recriminó mientras le ayudaba a ponerse de pie.
Mauro mantenía al animal al margen, con un bastón que soltaba chispas de electricidad, asustándolo.
—¡Muévanse, chicos! —les pidió, ya que el animal caminaba de un lado a otro furioso, queriendo lanzarse.
—¡¿Pero qué rayos les pasa?! —gritó Christopher mirando hacia arriba.
En algún lado tenían que estar las mujeres con los drones vigilándolos, no podía ser que les hubieran dejado solos justo en ese momento de peligro, habiéndoles dicho miles de veces que eran muy especiales, y que no podían perder ni a uno.
—¡Vamos! —insistió Mauro.
Trataron de correr, pero iban más lentos ya que la herida en la espalda de Tomas dolía de forma atroz. Mauro corría con el bastón botando chispas de electricidad hacia atrás, para que el animal no les saltara encima.
En el corazón de Chris surgió cierta cólera hacia las personas que les hacían eso.
—No pueden estarnos haciendo esto —dijo corto de aliento.
—¡Debemos encontrar la salida, esa era la meta, no dijeron que pasaría esto! —se quejó Mauro.
—Déjenme —pidió Tomas—, de todas formas, yo no soy mejor que ustedes.
—¡¿Qué rayos dices?! —exclamó Christopher—. ¡Eres el mejor de los tres! ¡Y eres mi amigo, nunca voy a dejarte!
Para sorpresa suya, vieron a una mujer a lo lejos, quien empezó a correr hacia ellos. El chico dio un vistazo hacia atrás y se dio cuenta de que el animal se había desviado, ya no estaba persiguiéndoles.
—¡No! ¡Corre! —le exigió Chris a la muchacha.
Otras dos chicas aparecieron detrás de ella y quedó espantado. ¿Eran reales o no? Se parecían mucho a sus mentoras de cuando eran pequeños, y eso le llegó. Quizás ellas también recibían alguna clase de preparación para cuidar de nuevos niños, ya que con el tiempo se había enterado de que debajo de ellos había más.
—¡Debemos advertirles!
—¡Olvídalas, tienen que ser falsas! —contradijo Tomas.
—¡El tigre es real!
Se detuvo al ver al animal acechando entre las plantas a las chicas y ellas se detuvieron al notarlo también. El chico le apuntó con el arma al tigre.
—¡No, dámela! —pidió Tomas—. Yo podré disparar. ¡Vayan ustedes dos!
El pelinegro accedió y volteó a ver a las mujeres. Echó a correr hacia ellas junto con Mauro, cuando vio al animal agazaparse más y lanzarse, su preocupación aumentó.
—¡Huyan! —gritó.
Las empujó, cayendo, Mauro también, y quedó sobre ellos y el bastón eléctrico encarando al animal, pero cuando reaccionaron, este yacía en el suelo.
Tomas sentía que le temblaban las manos luego de haberle disparado ese láser a la criatura. Para mala sorpresa de ellos, todo desapareció.
***
—¿En dónde está Tomas? —preguntaba Christopher.
Lo tenían sentado, la mujer a cargo del lugar hablaba con él. Había pasado la prueba, pero su amigo no, al parecer, y no entendía por qué.
—La verdadera meta era proteger a las mujeres, con sus vidas, si era necesario. Él no hizo eso.
—Por supuesto que sí —dijo con molestia—. Esto es ridículo, le disparó a su animal falso, que por cierto podía herirnos de verdad. ¿Por qué no me dicen qué ocurre? ¿Por qué sus pruebas empezaron a ser diferentes?
La mujer mantenía una sonrisa falsamente amable.
—Tranquilo, él va a estar bien, simplemente al fallar la prueba hemos finalizado con nuestros estudios y determinado que él no va a poder ser compatible con ninguna chica.
Christopher empezó a negar.
—Imposible, ustedes siempre nos han dicho que siempre, siempre, iba a haber una chica para cada uno.
Pero también les habían dicho miles de cosas más, como que nunca iban a dejar que nada malo les pasara, y ahí estaba, con raspones en el cuerpo, y su amigo herido en alguna parte del lugar.
La mujer parecía sonreír más amablemente que antes, luciendo comprensiva, y hasta sintiendo ternura por él.
—Nuestros estudios de años lo han determinado así. Nos sentimos muy apenadas —aunque su rostro no lo demostraba—, pero descuida, él va a estar aquí, a salvo, siempre.
Y así, el tiempo volvió a correr. Lo mismo de antes, despertar, asearse, comer, estudiar... Pero ya no soñaba, ya no pintaba.
—Felicidades, Mauro, una chica ha resultado ser compatible contigo. Hoy empiezan tus conversaciones con tu futura compañera eterna —le felicitaron al joven mediante un aviso.
Christopher, intranquilo, esperó a que los demás dejaran de felicitarlo para tirar de él y llevarlo al pasillo.
—Creí que quedamos en tratar de no ser compatibles con ninguna chica para ir al lugar en donde tienen a nuestro amigo —susurró con molestia.
El moreno suspiró y se rascó la nuca, avergonzado.
—Perdón, es que... yo también quiero saber cómo se siente tener a una chica. Siempre nos han dicho lo genial y especial que es. Nuestros otros compañeros ya se han ido y estoy seguro de que son felices. Más felices que aquí.
—Uch, cállate. —El pelinegro dio unos cuantos pasos llevando sus manos a su cabeza y resoplando, ya que sabía que probablemente era cierto.
—¿No te das cuenta? La única forma de salir de aquí, en realidad, es ser compatible con una chica.
El tiempo no dejaba de correr. Despertaba, se aseaba, comía en soledad, estudiaba en soledad, se relajaba, o casi, en soledad.
Ya no era divertido, ya no era agradable, ya no era una jaula de oro, era solo una jaula, fría y oscura.
Debía salir de ahí. Las máquinas no le anunciaban compatibilidad con nadie, así que decidió que no esperaría, sino que haría algo al respecto.
***
"Lo primero que verás del mundo exterior, será tu Eva, y será hermoso..."
La puerta se abrió, después de un periodo de conversaciones en las que quiso apresurar las cosas, conversaciones en las que incluso fingió que eran cien por ciento compatibles, en las que solo le decía lo que ella quería leer, que pasearían, que la acompañaría a ver las ropas que ella quería comprar, que comerían algo rico, y que no podía esperar para conocerla.
La puerta se abría a la libertad.
Frente a él, una muchacha algo pequeña, de rostro dulce, cabello hasta los hombros y blusa rosa con un moño, le esperaba. Bastante sorprendida, algo sonrojada y con la vista fija en él.
En ese momento, algo que no estaba en sus planes, pasó. El verla removió algo en su pecho. Quedaron mirándose unos segundos que parecieron eternos. Era una criatura preciosa. Sus ojos eran violetas, y sus labios rojos.
¿Ella era su Eva?
Su corazón se había acelerado apenas. Algo extraño, porque no había hecho ejercicio como para que eso pasara.
Un aparato lanzó confeti virtual, asustándola, algo que, a él, para su sorpresa, le causó gracia. Trató de no reír, pero se le escapó una muy leve mueca. Esa era su Eva, su chica a la que cuidaría.
Le sonrió con la falsa amabilidad y dulzura vacía con la que siempre le había sonreído sus mentoras toda su vida, y ella pareció caer en un encanto.
—Buenas tardes, dulce Eva.
Ella sonreía y respiraba hondo.
—¿Tu nombre? —quiso saber la chica, con algo de nerviosismo todavía.
—Christopher. Sólo para usted.
A ella le encantó esa voz masculina, profunda, diferente, que recorrió cada fibra suya. Solo había escuchado historias sobre ellos y nada más, y ahora ya tenía uno.
El floter ovalado y traslúcido los llevó a través de los tres enormes portones y un largo puente. Su dron lo acompañaba, pero estaba apagado y cargando en su estación especial.
El muchacho vio por primera vez todos los encantos del exterior, también dándose cuenta de que Edén en realidad estaba en medio de un lago y solo ese puente los conectaba al resto del mundo.
Vio el monumento de los primeros Adán y Eva, y aquello le produjo algo. Recordó sus sueños, la bella dama de cabellos negros, la criaturita del cielo, las ganas de ver el "afuera", las historias...
Miró al frente y se encontró con la mirada violeta de aquella fina criatura llamada "mujer". Su Eva, alguien muy diferente a ellos y por lo que también había sentido curiosidad, incertidumbre, e incluso miedo en alguna oportunidad.
Le habían enseñado a actuar con devoción por ella.
Apenas se dio cuenta, se encontró bajando del floter, luego de salir del ensueño del exterior, de ver un cielo más amplio e infinito, sin muros a los costados en su visión, aire que soplaba de forma natural y ruidos de todo tipo. Parecían haber llegado a su hogar. Un hogar que ya le habían dicho que era temporal.
Y en ese instante en el que recobró la noción de quién era y qué era lo que hacía ahí, salió corriendo lo más rápido que pudo. No sabía a dónde, no sabía cómo, pero corrió lo más rápido que sus piernas le permitieron.
No quería dejar a su Eva, pero el golpe de verse lejos de los muros, de las mentoras, ¡de los drones y de las rutinas...! Sintió que debía correr, ¡debía correr y correr, libre!
***
Nota: ¡Gracias por acompañarme en esta novela! Como saben, voy a subir todos los días para alcanzar a terminar antes de los Wattys. PERO al algoritmo no le agrada mucho eso xD así que si pueden compartir la novela lo agradecería mucho *-* comentar y dejar votitos también ayuda :3 muchísimas gracias por venir a leerme una vez más.
Y bueno... Ahora leeré sus teorías xD
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