Capítulo 26: Coacciones
—Bueno. Mi hija va a participar y ganar —exigía Carmela.
—Eso no está en lo que acordamos —comentó la guardiana.
—Mamá —Andrea lamentó con vergüenza, frotándose la frente—. Deja que Aria y Chris participen juntos. Yo no voy a hacerlo, ya te dije.
—No digas tonterías. Debes aparecer. Todas te van a admirar luego de eso.
—Todas tus amigas te van a admirar a ti, dirás.
—Andrea. Basta.
—No, ¡tú aprende cuándo parar! —Miró a la guardiana—. Cierre ese concurso. Yo no voy a participar.
—Pero Andrea...
—Podemos agregarla con otro chico. El Adán de Aria, que también ha quedado fuera.
Andrea gruñó, pero se cruzó de brazos, pensándolo mejor.
—Sí, puede ser...
—No. ¿Qué van a decir las demás?
—Madre. ¡Siempre en tus fiestas dices que todos se pueden divertir con quien gusten! —Carmela se puso nerviosa porque la chica estuviera soltando eso frente a una guardiana—. Déjame. Voy a participar con ese chico. ¡No tiene nada de malo!
—Pero ella gana —agregó de prisa para distraer a la guardiana por lo que había dicho su hija.
Eso hizo que ambas resoplaran.
***
—¿Estás bien? —le preguntó Mariel a Christopher, quien mantenía un perfil bajo.
—Sí. —Aunque su rostro no lo confirmaba.
—Ve quitándote la ropa, voy a conseguirte una limpia.
El chico, todavía decepcionado, solo quería buscar a Aria y abrazarla, pero no podía.
"No quiero que sigas buscándome. No así", había dicho enfadada para luego seguir de camino al salón. No quería creer que estuviera enfadada, pues ella había seguido con el beso, habían jugado un poco con sus lenguas, había podido seguir tocando su cintura suave y desnuda.
...Pero se había visto muy seria al alejarlo.
Suspiró y tocó el centro de su camisa, esta se desabrochó y se la retiró moviendo apenas los hombros, sin embargo, abrió mucho los ojos al ver a la amiga de Carmela todavía ahí.
Lo miró de arriba abajo y él se cubrió instintivamente, cerrando la camisa con sus manos.
—Disculpe, mejor me cambio en...
—No, tranquilo.
Se le acercó y llevó sus manos al pecho del joven, palpando sus formas. Él la miraba con sorpresa. Ella alzó la vista y forzó una leve sonrisa.
—Me han comentado que tienes dificultades con Andrea.
—¿C-cómo...?
—¿No sabes dejarte llevar en la cama?
—No entiendo...
La mujer le hizo separar las manos de la camisa y la abrió. Christopher nuevamente no sabía cómo reaccionar. No quería ser grosero con una Eva, sobre todo si se estaba portando amable. No quería que lo señalaran como exagerado. No sabía qué estaba pasando.
Nuevamente, luego de mucho tiempo, sintió algo de miedo por la incertidumbre. Entonces entendió a Mauro. Entendió que su amigo tampoco había sabido qué hacer.
—Puedo enseñarte —ofreció la mujer—. No tiene nada de malo.
Él frunció el ceño.
—¿Es por eso que deja que su Adán esté con Carmela? —inquirió, ya que Aria había dicho haberlos visto.
La sonrisa se le esfumó a Mariel.
—¿Cómo sabes eso?
Chris tensó los labios. Había cometido un error.
—L-lo supuse... —Aunque esa mentira era simplemente imposible de creer—. Lo encontré con una joven la vez pasada —agregó—. Y asumí.
Mariel alejó las manos del chico y resopló.
—Carmela dice que no tiene nada de malo. Somos todos amigos, aunque Gustav... ¿Era una chica más joven que yo?
Christopher asintió y ella tensó los labios.
—¿No es la primera vez que se encuentra con alguna chica?
—No. Claro que no. Desde que Carmela impuso su costumbre del "amor libre", Gustav... Tiene sexo con otras mujeres. Tiene un gusto peculiar por las chiquillas.
Christopher sintió cómo su estómago se llenaba de ácido. El hombre le había puesto el ojo a Aria, sin duda. Y estaba por ahí, no podía descuidarla. Entendía que, al decir sexo, se refería a estar en la cama con ellas, en esa intimidad en la que Andrea había querido estar, que se suponía era solo con su Eva. Aunque él solo quisiera a Aria.
—Debo irme.
—Eh —Mariel reaccionó y lo retuvo—. Espera. Debo enseñarte. Dejemos de hablar de esas cosas. Es normal, es divertido. La pasamos bien.
—¿Usted la pasa bien mirando a su Adán con otras? —cuestionó arqueando una ceja.
La mujer volvió a perder el brillo en su rostro.
—Sí —respondió, sin embargo—. Como dije, todos lo pasamos bien. Yo también puedo concederme un capricho de vez en cuando.
Dolida por traer esos recuerdos a su mente, aquel recuerdo cuando entró en una de las habitaciones y encontró a su Gustav empotrando a una de las amigas de Andrea contra la pared mientras se vio reflejada en su gozo, gozo que no tenía desde hacía mucho, se empinó y quiso besarlo, pero Christopher dio un respingo, apartando el rostro al instante.
La mujer resopló y lo tomó del cuello de su camisa. Quería volver a sentir esas chispas, esa electricidad. Quería que la hicieran gritar de placer como lo había hecho Gustav en su entonces, pero, sobre todo, quería desquitarse. Carmela le había dado la oportunidad y no iba a perderla.
***
Carmela estaba enfadada. Muy enfadada con el Edén, con el concurso, con la presentadora, aunque no tuviera la culpa. Con Aria por estar ahí, con Christopher, con Tomas, otro que no debía estar ahí.
Lo vio con Mauro y fue a él.
—Hola, querido —se acercó luego de asegurarse de que su expresión de enojo era aplacada por su falsa amabilidad—. Tengo buenas noticias, vas a participar en el concurso.
Tomas parpadeó un par de veces y sonrió.
—¿Sí? ¿Cómo?
—Con mi hija. Esa es la solución que el Edén ha dado. No te molesta, ¿verdad?
Le tocó el hombro y el chico sonrió de nuevo. La mujer era muy bonita, muy amable, muy animada. Aunque Aria le dijera que era malvada, la verdad era que no veía hasta qué punto. De todas formas, no se dejaba envolver. Mauro la miraba con recelo.
—Ya que vas a estar reuniéndote con mi hija, va a ser mejor que te presente a mis amistades —continuó la rubia—. ¿Vamos?
—Está conmigo —se atrevió a intervenir Mauro, tomándolo de brazo.
Carmela le sonrió también.
—Tranquilo, debe conocerlas. Tú sigues siendo uno de mis favoritos —le guiñó un ojo—, pero este chico va a trabajar con mi hija. Debo mimarlo un poco.
El moreno, sintiendo impotencia, quiso insistir, pero Karen, que estaba a su lado, había terminado de servirse algo. Al verlos, frunció el ceño porque no le estaba prestando atención a lo que ella le había estado comentando, y tomó su mano para alejarlo.
Mauro miró con preocupación a Tomas, pero él le sonrió apenas de forma confiada para que no tuviera esa cara.
Se dejó llevar por aquella mujer. De todas formas, quizá lograba sacar información para Aria, para que ella la delatara, como pensaba hacerlo, no se preocupó por más.
Subieron a un segundo nivel y pudo observar a las parejas pasándolo bien ahí abajo, bailando, besándose, detalles que no había visto hasta el momento por estar distraído. Por supuesto que también había notado la llegada de Aria empapada en agua y a Christopher igual. La chica había ido a cambiarse, pero no sabía en dónde estaba él.
Tal fue su sorpresa cuando una puerta se abrió y él salió. Mariel detrás, quien se sorprendió al ver a Carmela. La rubia abrió la boca, dándose cuenta enseguida de que Mariel no había logrado el cometido de acostarse con el chico.
Y era que al final, la castaña no había podido obligarlo.
—Christopher —lo detuvo Carmela. Aunque él ya lo había hecho al ver a Tomas con la mujer—. Ven conmigo. Voy a presentarte a unas amigas.
—Lo siento. Debo volver.
—Christopher. —Ella giró, ya corta de paciencia—. Es una orden. En ningún momento tienes derecho a negarte. —El chico apretó los labios frunciendo más el ceño—. Mariel, vete adelantando con Tomas.
La castaña obedeció tras un suspiro. Chris no tenía un buen presentimiento al ver que se llevaban a su amigo. Carmela se le acercó y le acomodó el cuello de la camisa.
—¿Qué necesita de mí?
—Eso ya lo decidiré yo. No quieres estar con mi Andrea.
—No.
—¿Has estado con mi amiga?
—No.
—Bueno. Debiste. Te crees muy importante, te crees muy listo. No quería hacer esto, pero no me dejas opción.
—¿Qué piensa hacer? Si lo digo...
—No vas a decir nada. Vas a participar en el concurso con Aria, ¿no es así? Un simple mensaje de mi parte y te puedes olvidar de eso. Como también, si finalmente te enderezas y te portas bien, un simple mensaje mío los puede hacer ganar. ¿No quieres eso? ¿No quieres saber sobre tus padres? —Christopher entreabrió los labios y bajó la vista. Cerró los puños—. Vamos, solo te las presento.
Se dejó arrastrar, renuente. Empezó a sentir que le faltaba el aire al entrar por la puerta. De algún modo sabía que era un chantaje, pero no estaba en posición de negociar. No tenía voz ni voto.
Cuatro mujeres, amigas de Carmela, voltearon, luego de haber estado tocando a Tomas por el pecho, y sonrieron más, recorriendo a Christopher de arriba abajo.
—Creímos que él no —murmuró una de cabello negro, largo y lacio.
Estaba con un vestido de tela negra translúcida con partes opacas que solo cubrían lo suficiente. Joyería fina que sonaba con cada movimiento de sus brazos y un deslumbrante lápiz labial rojo como la sangre. Carmela se cruzó de brazos.
—Nunca te quejas de mi generosidad, Magnolia.
—No. —Se acercó y tocó el rostro del chico, algo a lo que él reaccionó alejándose apenas—. A este me lo llevo yo.
—Confío en que sabes lo que haces —advirtió Carmela.
Había querido que Mariel iniciara al joven, pero en vista de que iba a estar difícil, no le quedaba más que confiarlo a otra de sus amigas.
A Christopher le tembló la respiración cuando la mujer tomó su mano con firmeza y tiró de él para llevarlo a una habitación de las que estaban alrededor de esa sala privada.
Tomas pudo ver el temor y la incertidumbre en el rostro de su amigo.
—E-espere, ¿qué va a hacerle? —preguntó en voz baja.
Carmela le sonrió.
—Tranquilo. Va a gustarle. —Caminó a él—. En cuanto a ti —posó la mano en su pecho—. También tengo muchas cosas.
***
Paul rondaba el nivel inferior. Buscó por el salón de comida, el salón de los hombres, la playa. Quedó mirando el mar falso, el viento le sopló apenas, y logró ver a Aria. Fue a ella de prisa.
—Hola. Disculpa...
La chica lo vio y sonrió, poniéndose de pie. Tenía una figurilla en las manos.
—¿Sí?
—¿La has hecho ahora mismo? —preguntó curioso por la pieza.
—Oh —la miró—. Sí. Es para practicar, la puedo moldear una y otra vez.
—Interesante. ¿Puedes hacer un ave? Como las que busca Christopher.
—Eso es lo que he estado practicando a hacer. —Le mostró.
—Sí, parece un ave... —Reaccionó—. ¿Has visto a Tomas?
—Estaba por la comida.
—Lo he buscado por todas partes.
—¿Y Mauro? Estaba con él... Vamos.
Quiso buscarlo con él, ya que se había percatado de que Christopher tampoco había aparecido desde que se fue detrás de Andrea. Había jurado que lo alejaría, pero en realidad no podía. No solo porque todo su ser lo pedía, sino porque Carmela estaba muy cerca de él.
No creía que le hiciera algo, siendo el Adán de su hija, pero tenía amigas, las que vio aquella noche con hombres en esa habitación.
Vio a Mauro con Karen. Bailaban lento, pero el chico miraba con angustia hacia el segundo nivel. Aria lo notó y un peso cayó en su estómago.
—¿Y Tomas? ¿Y Chris? —se apresuró a preguntarle con temor.
—No los he visto —renegó Karen.
—¡Le hablo a él! —enfrentó Aria, por primera vez mostrando su enojo y dejando las formalidades de lado.
Algunas personas voltearon a verla y murmuraron cosas mientras seguían con lo suyo.
—A Tomas se lo llevó Carmela —respondió Mauro con un tono de voz que insinuaba que todos los temores de Aria estaban sucediendo.
Dio la vuelta y fue a paso ligero por la escalera seguida de Paul, quien no se podía creer el descuido de haberse distraído. Conociendo a su Eva...
Christopher miraba al techo, queriendo escapar de su cuerpo, queriendo volar lejos, mientras aquella despampanante mujer le abría la camisa.
Dio un hondo respiro y ella dio una risilla.
—Tranquilo. Muchos jóvenes como tú tienen su primera vez con Carmela y salen extasiados. Se atreven a más con sus Evas, las tienen felices. Es eso lo que quieres. No te va a pasar nada, es solo sexo, no te vas a morir —bromeó.
—Es-es que... En el Edén no nos dijeron nada sobre esto...
—Las del Edén son unas aburridas. Quieren controlar todo, pero es imposible. —Le desabrochó el pantalón y suspiró—. Eres hermoso, no te acomplejes. Vas a disfrutar, no es como estar con una chiquilla tonta que todavía quiere dársela de puritana. Yo soy una mujer de verdad.
Se puso a horcajadas sobre él y se sacó el vestido revelando ese cuerpo que él no trató de ver. Ella, sin embargo, le tomó el rostro, obligándolo, y se inclinó para besarlo. Él dio un respingo, apretando los labios, al sentir los calientes senos de la mujer contra su pecho, pero no eran los que él quería...
¿Cómo era posible que solo quisiera los de Aria? Si aquella mujer le había dicho que no le iba a hacer falta, que iba a dejar de pensar en la joven una vez que estuviera con una mujer de verdad.
Escuchó un alboroto afuera y ella resopló, ya que Christopher volteó a mirar hacia la puerta.
—Déjalos —le restó importancia.
Empezó a bajar besando su pecho, él sintió que ella bajaba ya demasiado. Sintió vergüenza, su desnudez era suya, se había acostumbrado a eso. Pensó en Aria, que le había dicho que no la buscara, que no lo quería cerca. Pensó en Carmela y sus tajantes palabras.
"Solo sirves para esto y punto. Este es tu lugar. No tienes padres siquiera. Eres del Edén y mío."
La visión de aquella mujer con pecas en los pómulos y dulce sonrisa. Aria mirándole los labios para darle otro beso exquisito y dulce a la vez. Todo era una fantasía. El Edén les había mentido. No había el cariño de las Evas para el resto de sus vidas, no había un lugar fijo para ellos.
Sus ojos quemaron levemente juntando un par de lágrimas, su nariz también ardió y un nudo en la garganta lo ahogó, pero jadeó entrecortadamente frunciendo el ceño y cerró los ojos.
Otro ruido...
Paul y Aria habían entrado de golpe.
—¡Carmela...! —El hombre reprendió con los ojos muy abiertos al ver cómo ella dejaba que sus amigas tocaran al chico.
—¿Qué haces...? —Vio a Aria correr a abrir las puertas de las habitaciones de alrededor y se alteró—. ¡Sal de aquí...!
Pero Aria, veloz, abrió la tercera puerta y quedó en piedra al ver a la mujer semidesnuda sobre Christopher, quien jadeaba y la miraba con horror, vergüenza, angustia, y todos los sentimientos detestables posibles al mismo tiempo.
—¡Deja a mi chico! —chilló y la mujer se alejó saliendo de la cama.
Levantó las manos, pero mostró una sonrisa despreocupada.
—Oye, solo quiero pasarla bien...
—¡Calla!
Christopher se terminó de cerrar la camisa y acomodar la ropa de prisa. Tenía las mejillas completamente rojas, sentía que se le iba a caer la cara de la sola vergüenza, del solo asco. Pero, por otro lado, escuchar a Aria gritar "mi chico", le había hecho sentir un leve hormigueo.
Afuera, el caos se armaba.
—¡No te metas en esto, Paul! ¡No tienes derecho a...!
—¡Es nuestro hijo, Carmela!
Las mujeres dieron un respiro de sorpresa silenciosa. Aria, que iba de salida con Christopher, también quedó con la boca abierta. Christopher, que ya lo había sospechado, miró a su amigo, quien estaba estupefacto.
Estaba pasmado.
Los miró, primero a Paul, luego a Carmela. Sus cejas se juntaron en un gesto de angustia y bajó la vista.
***
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