Capítulo 24: Renuencia

—¿Qué pasó? ¿Qué te hicieron? —preguntó Tomas al ver a Aria volver de aquel ambiente.

—Na-nada —dijo ella con la voz un poco temblorosa, pero sus ojos y nariz enrojecidos la delataban—. Vamos. No pude esculpir hoy tampoco. Así nuestra presentación va a ser un desastre.

—¿Presentación?

—Oh, creo que olvidé contarte... Es un concurso. ¿Cuál es tu mejor habilidad?

—Eh... Creo que la música.

Aria tensó los labios.

—Ay... Bueno, ya veremos qué hacemos.

Se dirigieron a la salida y se cruzaron con dos guardianas. Una quedó mirándolos hasta verlos desaparecer tras la puerta hacia el floter.

—Carla, ¿qué...? —su compañera habló—. Creo que la han castigado.

—Ella era Eva del chico que trajimos.

—Sí. ¿Sigues con eso de que se te hace conocido?

—Sí, bueno. Tengo una foto antigua de un conocido de mi familia que se le parece. —E iba a cerciorarse del porqué del parecido.


***

Christopher entró a su habitación con semblante sombrío y EDy se acercó.

—¿Cómo te fue c...?

—Horrible —le interrumpió la pregunta, yendo a cambiarse de ropa para dormir.

El dron giró sobre su eje y contó "dos", por las veces en las que el chico le venía respondiendo lo mismo luego de estar con su Eva.

Una vez que se puso el pijama se dejó caer en la enorme cama. Rodó en esta y quedó boca abajo. Estiró el brazo hacia el lado que estaba vacío, sintiendo la suave textura de la manta que cubría ese colchón, y vio más allá en la base de carga del escritorio al dron dañado.

Suspiró y salió de la cama para ir a observarlo. EDy lo siguió.

—¿Pudiste consumar el acto?

—¿Qué? No. —Lo espantó como a mosquito, más concentrado en el dron que en la pregunta.

EDy se elevó y entró por una escotilla del techo que se abrió para él.

Christopher tocó al dron dañado y nuevamente se formaban colores alrededor de su tacto. Frunció el ceño con curiosidad, dejando su mano sobre el aparato para ver qué hacían los colores y, luego de unos segundos, se iluminó por completo, sorprendiendo al chico.

El dron se activó de repente, elevándose, y Christopher sonrió ampliamente.

—Hola, Chris.

Él dejó de sonreír de nuevo a causa de la sorpresa.

—Hablas.

—Hay algo para ti, está en el Edén.

—N-no. —Se abrazó a sí mismo—. No voy a ir al Edén.

—Hay algo para ti, está en el Edén —repitió.

Christopher suspiró, sintiendo que quizá el aparato seguía malogrado.


EDy cruzó datos con el dron de Andrea mientras ella estaba en cama, abrazando a una almohada.

La joven recordó cuando había ido al lado de Aria en la reunión, ya que Christopher la había dejado sola.

—Veo que tiene esa mala costumbre —le había murmurado.

—¿Qué?

—Se encontró con sus amigos y desapareció.

Aria ahogó una corta risa.

—No le veo lo malo a que se haya ido con ellos, crecieron juntos.

Andrea cruzó los brazos.

—Un Adán debe prestarle atención a su Eva como prioridad. —La pelinegra negó, restándole importancia, y tomó un camarón empanizado. Andrea entonces notó su muy leve rubor. Dio un hondo respiro de incomodidad—. ¿Se han visto? —inquirió.

—¿De qué hablas?

—¿Te has visto con él a pesar de que no es tuyo?

—No entiendo por qué dices eso.

La chica bufó impaciente.

—Me lo llevo. Él debe darme atención a mí. —Dicho eso, se dirigió hacia único lugar en donde podían estar, el salón de hombres.

—Pero, oye... —Aria fue tras ella—. Déjalos conversar, en serio, ¿cuál es el problema?

—Le preguntaré si te ha visto. Los Adanes no mienten.

Karen también se cruzó con ellas, apurada porque no encontraba a Mauro.


Había alejado a Christopher del lugar, lo hizo bailar con ella, ya que él no lo sugirió por propia iniciativa, y pudo notar a Aria mirarlo. Estaba atormentada. Él le gustaba mucho, era muy atractivo, su sonrisa era coqueta, con esos hoyuelos en las mejillas, pero no se la había dedicado a ella. A la que sí lo había visto sonreírle era a Aria.

Si tan solo el Edén no hubiera cometido esa equivocación, él sería todo para ella y no tendría que aguantar esas cosas.


—Lo siento —había dicho él cuando ella intentó besarlo para llevarlo a su cama—. No puedo...

Andrea se cubrió regresando su bata a su sitio, sintiendo como si agua helada le cayera encima.

—¿Y ahora por qué? —renegó.

—Simplemente no puedo. Lo siento. Esto no funcion...

—No —le interrumpió—. No digas que no funciona. Eres un Adán y tienes que hacerlo funcionar. No tienes otra opción. Tienes que desearme —sentenció—. Solo a mí. Tienes que hacer lo que yo diga, y si yo quiero tener intimidad contigo, la tienes.

El chico quedó con los labios entreabiertos.

—P-pero...

—¿Es por Aria? Ella no es tu Eva, nunca lo fue y nunca va a serlo. Soy yo. Acepta eso.

Él frunció el ceño levemente.

—Podría aceptarlo, pero hay cosas que no pueden borrarse. —Andrea empezó a negar, pero él continuó—. No pueden borrar las cosas que ella me ha hecho sentir.

—No tienes por qué sentir nada por ella.

—... No pueden borrar los besos que le he dado. —A la chica se le juntaron lágrimas en los ojos—. Lamento que esto haya pasado, pero ¿no sería mejor que buscaran a alguien que también sea compatible contigo? No es justo que te conformes con lo poco que yo pueda darte.

—Mamá te escogió para mí. Ella sabe que puedes darme lo que quiero. Las madres saben...

—Así no funcionan las cosas. Además... ¿Qué quieres decir con que me escogió?

Andrea resopló y se alejó.

—Vete.

—Por favor, responde.

—Ni yo misma sé. Solo vete. Obedece al menos por una vez en tu vida.

El joven frunció más el ceño, apretando los labios, y salió de la habitación. Andrea Se dirigió a su cama y se echó a llorar en silencio.


Ella no podía entender por qué el chico se había flechado de una equivocación. Sentía que, si la hubiera visto a ella primero, las cosas serían diferentes. Todo era culpa del Edén. ¡No era justo!

El holograma de su mamá apareció y ella chasqueó los dientes.

—Cariño, ¿qué pasó? —se sentó en la cama.

—Nada.

—Tu dron me ha notificado que estás llorando.

—Ugh.

—¿Acaso... no has estado con Christopher? ¿Te ha hecho algo?

—Qué no ha hecho, más bien —renegó.

—¿No han tenido sexo todavía?

—Mamá —la chica muy incómoda giró—. Es que no puede.

—¿Cómo? ¿No puede o no quiere?

—No quiere.

—¿Cómo no va a querer? ¡Si para eso sirven los hombres, para atenderte!

—Bueno, mamá, resulta que tienen voluntad.

—Es por esa actitud tuya. ¡Deberías imponer tu autoridad y recordarle cuál es su lugar como hombre...!

—¡Mamá! ¡Solo quiero que me quiera, pero por tu culpa, por escoger mal...!

—¡Yo no he escogido mal! El chico es único, tiene que ser de nuestra familia.

—No me importa qué tan especial es —sollozó—, solo quisiera que me viera especial a mí, pero no lo hace.

—Hija —suspiró—. Lo va a hacer. Con el tiempo va a tener que hacerlo.

—Quisiera ver si soy compatible con otro. Tú no escoges bien.

Todavía recordaba cuando Carmela la había llevado a las máquinas del Edén en donde las hijas del Heaven podían ver las opciones parcialmente, en donde podían pedir una tarjeta que se decantara por alguno de los chicos de aquellas opciones.

Pero no solo eso, Carmela además le había "asegurado" que él sería su Adán, como si, por ser ex guardiana, tuviera mayor facultad para escoger sin que las máquinas pudieran hacer algo.

—Deja de decir eso. Tú debes ponerlo en su lugar.

—¡No, tú deja de insistir! ¡Admite que nada está bien! ¡Deja de ser orgullosa!

—Voy a arreglar esto.

—No, mamá, déjalo. Deja de querer hacerlo todo por mí. Ya bastante daño has hecho hasta ahora. ¡Tú y el Edén y sus cosas fallidas!

Limpió sus lágrimas con amargura y tocó la esquina de su escritorio para cortar la comunicación.


Carmela quedó frustrada. Se cruzó de brazos y resopló.

—Ese chico es un problema. Solo va a conseguir que lo aíslen. Creo que eso es lo que quiere.

—¿Qué paso? —quiso saber Paul—. ¿No ha estado con Andrea?

—No. Dice que no quiere. Para empezar, ni siquiera tiene el derecho de expresar su voluntad así. Debería obedecer. —Volvió a resoplar—. Bueno. Esperemos que sea eso en verdad y no que es uno de esos hombres que no sirven ni para atender a una mujer.

—¿Qué quieres decir?

Carmela apretó los labios. Ella, como guardiana, había escuchado que los filtros de las máquinas podían detectar eso y dar la orden de aislar a un chico si se determinaba que no iba a poder estar en la cama con una mujer, o si no iba a poder complacerla, si iba a haber algún disturbio con otros Adanes.

Tantos años y trabajo empleados en la crianza de un joven, para que al final no les sirviera. Era un problema.

—Nada, solo lamentables desperdicios de recursos. —Suspiró—. Creo que lo que pasa es que como no tiene ni idea de lo bueno que se está perdiendo, tiene el valor de resistirse. —Sonrió de lado—. Si tuviera una mísera probada del verdadero placer, no se resistiría. No importa qué tan "enamorado" esté, como comentó Gustav. No existe hombre que se niegue al sexo luego de probarlo.

Notó que Paul estaba recostado en la cama mirando al techo con una muy leve sonrisa. No le había prestado atención a lo que decía.

—¿Crees que haya aves ahí afuera todavía?

La mujer arqueó una ceja. Sin duda, desde que hablaba con esos chicos, andaba distraído, hacía preguntas raras y su curiosidad parecía haber aumento.

—No me importan esos animales sucios. —Resopló—. Ven. Hazme un masaje.


***

A la mañana siguiente, Carmela tuvo su reunión habitual con sus amistades. Tomaban té que los drones llevaban desde la cocina, y sus hombres estaban en otro salón.

—Me alegra que te sientas mejor luego del ataque de ese chico atrevido —le comentaba una mujer—. No me imagino el estrés de soportar eso, y peor aún, que Isidora no lo castigara.

—Isidora ya está muy anciana creo yo —se burló y tomó un sorbo de la translúcida taza—. Ya se ha suavizado mucho.

—Aunque... No sé cómo has dejado que de todas formas sea el Adán de Andreita. Ese muchacho tiene una falla. Deberías hacer algo para retornarlo al Edén.

—Así es —la apoyó otra—. Yo estaría preocupada.

Carmela apretó los labios.

—Tampoco es para tanto. En ningún momento dije que él me atacó.

—Oh, bueno —la estirada mujer se puso la mano en el pecho—. Es que así lo diste a entender, querida.

—Además te robó un traje —dijo la otra—. Creo que solo eso ya es bastante de qué preocuparse.

—Eso... Estaba a la mano. Además, ya se los había mostrado.

La amiga estirada arqueó una ceja y miró a la otra.

—Ah, no me digas que has tenido algo con él...

—Está atractivo, ¿lo vas a incluir en nuestras reuniones nocturnas?

—Sí, ya que no dejas que Paul entre.

—Por supuesto que no. Es de mi hija. Ni él ni Paul están disponibles.

Las mujeres torcieron los labios y continuaron con su té. Cuando eran jóvenes les atrajo la idea de estar entre todos, aunque no entendían por qué los hombres de la mujer no estaban bajo discusión. En su momento pensaron que era porque ella había sido la de la idea, o que ellos no lo deseaban y ella, como muy pocas, respetaba eso, pero no era así en su caso.

—Tranquilas —agregó la rubia, recuperando la compostura y sonriendo—. Traeré carnita fresca pronto —se jactó.

—Sí. Hace mucho que no nos traes a un chico, sueles agarrarlos para ti sola.

—Bueno, debo cerciorarme de que es apto, ¿no creen?

Se puso de pie y se fue hacia el balcón que daba vista hacia un enorme jardín que se extendía hasta la lejana entrada a la mansión. Su amiga Mariel estaba ahí. La castaña tenía un pequeño vaporizador electrónico que olía a frutas.

—Están algo exigentes —murmuró.

Carmela resopló sonriente.

—Les voy a dar lo que piden, no te preocupes por eso. —Apoyó los antebrazos en el barandal de madera tallada—. Ahora... Necesito que me hagas un favor.

Mariel suspiró luego de calar un poco del humo con sabor a frutas.

—Dime.

—Necesito que estés con Christopher.

Eso confundió a la mujer y miró con extrañeza a su amiga, solo para cerciorarse de que quizá no estaba ebria o algo.

—¿Cómo? Hablamos del Adán de tu hija.

—Necesita que alguien le muestre cuál es su lugar. Yo lo haría con gusto, pero... Bueno. No quisiera que Andrea se enterara.

—¿No te importa si llega a enterarse de que yo le hice algo? —Se sintió como si estuviera sacrificándola a ella para salvarse.

—Si me haces ese inmenso favor, mi hija va a estar feliz. Si ella está feliz, yo también. Podremos pasar tardes juntos y demás.

Por un momento Mariel sintió que le estaba diciendo que no tocaría a Gustav al menos por un tiempo, y la idea le agradó.

Ella había estado con otro hombre solo una vez, luego de que sus amigas, sobre todo Carmela, la animaran. Lo hizo solo por despecho luego de darse cuenta de que Gustav no tenía problemas en estar con otras mujeres, no después de haber descubierto ese mundo.

Sin embargo, luego de eso, solo lloró en silencio en su habitación hasta dormirse.

Suspiró tras el amargo recuerdo.

—No te ofrezco nada, pero voy a tratar.

—Mariel. Debes admitir que te hace falta, y el chico es guapo —insistió—. Deberías darte un capricho de vez en cuando, eres una Eva adulta. Total, para eso sirve un Adán y él debe aprender.

La castaña suspiró.

—Solo luego no te vayas a poner rara.

—¿Qué? Eres como mi hermana, en serio no me molesta. No puedo confiarlo a nadie más que a ti.

Su dron vino para notificarle y ella dio media vuelta.

Paul salía al balcón para hablarle. Miró de reojo a Mariel, saludándola con una leve inclinación de la cabeza y se dirigió a Carmela.

—Solo tengo una pregunta. A la fiesta del anuncio del concurso... ¿Van a invitar a la joven Aria y su Adán?

La mujer resopló.

—¿Por qué tanto interés?

—Bueno. Le quitaste a su Adán, quizá se siente afectada.

—A quién le importa.

—Todas las nuevas Evas tienen que ir —le hizo recordar Mariel—. Incluida tu hija y su Adán. Ya sabes...

Carmela reaccionó.

—Sí... —Sonrió de lado—. Sí. Es verdad.

El anuncio de las parejas participantes iba a ser dicho en televisión, y se solía organizar una reunión para felicitar a las nuevas Evas, sobre todo.

Estaba ansiosa por ver la cara de Aria cuando su nombre no fuera dicho. Además, se aseguraría de que viera a Christopher con su hija, aparte de poder ponerlo en su lugar como debía.


***

Aria estaba esculpiendo una figura, pasando despacio la pequeña herramienta de tallado sobre la arcilla rosada. Tomas la miraba atento.

—¿Qué va a ser?

—Cuando iba a concursar con Chris, pensamos en un ave, así que, por ahora, practico a hacerla. Salvo que quizá tengas alguna otra alternativa —le dijo mirándolo con curiosidad.

El chico sonrió a labios cerrados y negó.

—Me parece bien. —Bajó la vista mientras ella seguía moldeando—. Chris... él tiene ese don de agradarle a todos, ¿no es así?

—¿Por qué lo dices? —Ella estaba algo distraída, sacando la punta de la lengua sobre su labio superior mientras fruncía en ceño, cuidando de un detalle muy fino del ala.

Tenía una imagen antigua de un ave como referencia que DiDi mostraba.

—Nada, solo digo... Porque, bueno, he podido notar que lo aprecias mucho.

La chica quedó quieta con la herramienta en la mano un segundo y continuó.

—También te aprecio. Eres su amigo, creciste con él. También aprecio a Mauro. Ambos son parte de él. Yo sé lo que es eso, extraño a mi mejor amiga, pero pienso visitarla pronto. En cambio, ustedes no se veían. —Se enderezó y resopló limpiando su frente con el antebrazo—. Bueno, creo que no está tan mal. ¿Qué opinas?

Él volvió a sonreír.

—Muy bonito.

Ella suspiró.

—Sí. No había podido esculpir hasta ahora. Imagínate, con tanta fiesta. Fiesta para esto, fiesta para lo otro —renegó y él rió en silencio—. No tienen nada que hacer. En serio, necesitan relajar las tetas. —Se tapó la boca con vergüenza de pronto y Tomas lanzó una carcajada—. Lo siento, no suelo expresarme así. Es que me tienen estresada.

—Entiendo.

—No he crecido en el Heaven, así que soy algo... tosca a veces. Pero sí trato de vestirme bien —agregó enfatizando con el dedo índice.

Su brazalete vibró con una notificación y ella tocó para ver qué era. Al leerlo, tensó los labios.

—Adivino. Otra fiesta.

La chica gruñó lanzando la cabeza hacia atrás.

—Bueno —respiró hondo—, es para ver cuando anuncien a los participantes. Es obligatorio ir porque ahí se va a celebrar el concurso por lo que dicen. Probablemente Christopher y Mauro estén ahí.

Tomas asintió.


***

Cuando fueron recibidos, se dieron cuenta de que era en un lugar bastante diferente. Estaban en una especie de mansión, pero con una terraza enorme con vista al agua azul, con suave arena blanca. Una playa artificial, pero que no lo parecía.

Si bien la arena y el agua podían ser reales, el horizonte conformado por el mar perdiéndose y un cielo extenso y sin límites, podía ser "realidad virtual" puesta.

De todas formas, solo eran detalles. La barrera protectora del Heaven no dejaba que el sol quemara mucho o fuera dañino, así que la temperatura era perfecta.

—Wow —susurró Christopher al ver.

Entraba con Andrea, quien al ver a Aria cerca, lo tomó del brazo.

Carmela los vio y sonrió. Le dedicó una mirada cómplice a su amiga Mariel, quien apretó los labios en una leve sonrisa.

Las amigas de la joven no tardaron en verla e ir hacia ella. Ana, Paula, Pamela, Patricia y otras. Se distrajeron hablando, sobre todo Andrea, que quería dejar pasar el trago amargo de toda su situación.


Aria fue con Tomas a la mesa de las comidas.

—Imagino que vamos a esperar al anuncio de los participantes —comentó él.

—Sí, pero he traído mi pequeña pieza para practicar. —DiDi abrió su compartimento y la mostró con orgullo—. Así que imagino que podemos ir hacia esa arena...

—Buenas tardes —interrumpió alguien.

Aria le sonrió a Paul.

—Ho-hola.

El hombre les sonrió, pero miró a Tomas con cierto brillo en los ojos.

—¿Ya saben lo que van a hacer para el concurso?

—Casi. Yo... No sé esculpir, pero —el joven se encogió de hombros.

—Voy a enseñarle —agregó la chica.

—También puedo observar y aprender, pero ¿qué te gusta? —quiso saber Paul con curiosidad.

—La música, creo —el chico volvió a encoger los hombros.

—Aria, querida —Carmela apareció y abrazó a la joven para darle dos besos en las mejillas, poniéndole los pelos de punta—. Qué bueno que viniste. Vamos a escuchar el anuncio, estoy segura de que al mencionarte van a poner una bonita foto tuya. Lo mejor es que todo el Heaven se va a enterar.

—Eh —sintió los escalofríos recorrerla—. Sí, supongo.

—Vamos, les muestro sus lugares en el gran salón.

—Luego será, no pensaba verlo de todas formas...

—No te vas a perder un gran momento. Insisto.

La pelinegra suspiró y asintió. La mujer los guió, completamente satisfecha, hasta el lugar. Los drones habían acomodado sillones elegantes, grandes y de apariencia suave en donde todos iban a sentarse. Aria se preguntó si en serio era necesario tanto para escuchar un anuncio en donde ya todos sabían que estarían.

Sin embargo, el corazón le dio un vuelco al ver a Christopher con Andrea, la chica aferrada a su brazo mientras conversaba con sus amigas.

—Mi niña está muy feliz —comentó Carmela al notar hacia donde había ido la vista de la joven—. Anoche estuvieron juntos.

Aria pasó saliva con dificultad y sintió que su cuerpo se enfriaba a causa del recuerdo, de haber visto cómo Andrea se desvestía para el joven, cómo él pareció quedar sin habla. El dron retrocediendo para dejarles intimidad y la puerta cerrándose.

Se aclaró la garganta volviendo a pasar saliva y suspiró.

—¿Estás bien? —preguntó Tomas.

—Voy por algo. Ya vi los asientos. Gracias —dijo apresurada y se alejó.

Carmela sonrió de lado, satisfecha. Tomas quiso ir detrás de ella, pero Paul lo detuvo, insinuando que era mejor que la dejara sola un momento.


Luego de un tiempo de estar ahí, Carmela avisó que ya faltaba poco para el anuncio, y buscó a Aria con la vista. No le importó mucho no encontrarla, sin embargo, luego de notar que Andrea estaba sola hablando con sus amigas, un mal sentimiento se le instaló. Tampoco estaba Christopher. Mariel estaba con Gustav, así que el chico no estaba ya en la cama con ella.

Apretó los labios y siguió buscando.


***

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