Capítulo 23: Genética

—Te pusieron Tomas en el Edén entonces.

—S-sí.

—Y tienes un pequeño lunar por la pierna —analizaba lo que el chico le había respondido.

—Sí... Eh. Mi Eva parecía estar en algún problema...

—¿Qué edad tienes? —inquirió Paul mirándolo detenidamente.

El chico empezaba a sentirse levemente asustado.

—Dieciocho. Ya sabe, como todos los recién salidos del Edén.

Paul le sonrió con ternura y asintió.

—Claro. Saliste compatible con la joven Aria, por lo que veo.

—Sí, bueno, tengo entendido que ella pidió por mí específicamente. No sabía que se podía hacer eso.

Paul parpadeó confundido y meditó.

—Yo tampoco...

¿Acaso quizá Christopher le había dicho a la chica que pidiera por su hijo? Eso era poco probable, pero era la única forma que se le ocurría.

O... Quizá se estaba confundiendo. Al final todo podía ser una simple coincidencia. Tocó el brazalete y su dron vino silencioso. Le tocó un comando y el aparato le quitó un cabello al chico por detrás y se fue veloz.

—¡Oye...! —Tomas vio a la máquina escapar por la puerta—. ¿Qué rayos...?

—Oh vaya, drones, a veces se enredan con uno. Son raros, ¿no? En fin. Debo irme.

—Eh... C-claro. —Tomas seguía extrañado.

Esperó a que el hombre extraño saliera y suspiró. Salió también y fue de camino por donde se había ido Aria con el rubio, pero el pasadizo estaba vacío.

Vio a la chica de cabello rosado caminando y mirando a los costados. Ella lo vio y sonrió levemente.

—¿Se ha perdido? —preguntó él.

—Eh, no. Busco a mi Adán, me pareció que lo vi subir, pero las habitaciones están cerradas. Su dron no lo ubica, todavía no tiene un brazalete.

—Puedo ayudarla a buscar. También busco a mi Eva.

—¿También vino por aquí? —la chica sintió esa mala espina.

—Fue llevada por un hombre rubio de ojos celestes, mayor que nosotros.

Eso alivió a la joven.

—Oh. Se fue con Gustav entonces. Él es muy amable, descuida.

—...Está bien.

—Vamos. Quizá ya están abajo.

—Sí.


Cuando bajaron la rampa, Mauro se acercó a Tomas con una sonrisa y lo abrazó, dándole un par de palmadas en la espalda.

—Tomas, creí que no te vería de nuevo.

—Mauro... Yo también.

—Lo siento... No hice nada para ayudar.

—E-está bien.

—¿A qué se refiere? —quiso saber Andrea.

—Ehm... —Se rascó la nuca.

Tomas decidió decirlo, total ya se lo había dicho a ese hombre extraño.

—Fui aislado en el Edén por alguna razón.

—¿Qué? ¿No te dijeron por qué?

Tomas apretó los labios. Sospechaba, pero no estaba confirmado, y de todas formas ya estaba afuera así que quizá era mejor dejarlo atrás. Lo único que no dejaría pasar era que siguieran teniendo a algunos encerrados.

Andrea escuchó algunas voces desde el segundo nivel y alzó la vista, encontrándose con su madre que escaneaba a todos los presentes con su mirada, y Gustav a su lado con Mariel.

Dio un hondo respiro sintiendo de nuevo esa molesta sensación. Aria no estaba con el hombre, significaba que seguía arriba, por ahí.

Bufó y dio media vuelta queriendo volver a buscar, pero se encontró de pecho con Christopher.

—Hey —pasó por su lado—. ¡Tomas...! —Abrazó a su amigo quien quedó pasmado.

La chica volteó confundida.

—Cuánto tiempo...

—Me alegra verte.

Se apartaron sonrientes, pero Andrea notó el leve rubor en las mejillas de Chris con las que ya había venido. Arqueó una ceja. Sin embargo, cuando el chico despeinó a su amigo, este también presentó algo de color en sus mejillas, pero conocía la diferencia entre la expresión de vergüenza y la normal de alegría que traía Christopher.

—¿Y Aria? —quiso saber.

—Ah —volteó a verla—. N-no sé. Eh, ahí está —agregó.

Andrea volteó siguiendo la dirección de la mirada del chico y vio a la joven husmeando en la mesa de bocadillos.

Chris les hizo señales a sus amigos y se fueron. Cuando Andrea volteó, ya no estaban en donde los había dejado. Abrió la boca, ofendida, se cruzó de brazos y se dirigió hacia Aria.

Los jóvenes entraron al salón de los hombres en donde algunos hablaban bajo y se servían bocadillos y demás.

—Me alegra mucho que salieras —murmuró Christopher mientras pasaban a servirse algo—. No sabía qué hacer.

—¿En serio? ¿Reclamaste en el Edén? —preguntó Tomas, incrédulo, ya que recordaba cuando le mostraron lo tranquilos que ambos chicos estaban mientras que a él lo habían encerrado.

—Por supuesto que reclamé —aclaró el ojiazul, frunciendo el ceño apenas—. Eres mi amigo. Pero ya sabes, me insistieron en que todo estaba bien con sus falsas sonrisas.

Tomas suspiró.

—Lo siento —agregó Mauro—. Chris me dijo de tratar de no quedar compatible con alguien para ver si lográbamos encontrarte, pero... Quería salir de ahí.

—Tranquilo. —Tomas le sonrió a labios cerrados de forma comprensiva—. Entiendo.

Fueron a una mesa en donde habían helados y tomaron uno cada uno para luego ir a una mesa. Paul entró y, al verlos, sonrió.

—¿Cómo es aquí? ¿Es tan grandioso como nos lo dijeron siempre? —preguntó el chico de ojos verdes.

—Sí, bueno, es debatible. —Mauro se llevó un cubito de fruta a la boca.

—¿Por qué? —Michael le dio una palmada en el hombro y se sentó con ellos—. ¿No has podido satisfacer a tu Eva?

El chico se avergonzó y ruborizó tanto, que se notaba en su piel morena.

—¿Como?

—Creo que ya deben saber —murmuró Paul acercándose—. Es posiblemente una de las cosas más importantes que debe hacer un Adán.

—¿Complacer a su Eva? —preguntó Christopher—. ¿No hacemos eso todo el tiempo?

—En un ámbito en particular —aclaró el hombre levantando el dedo índice.

Miraron a Christopher, quien se sintió rodeado. Encogió los hombros.

—Bueno, hablen, ¿qué ámbito?

—En el íntimo —dijo Mauro—. Ya sabes...

—Cuando te invita a su cama —susurró Michael—. A lo que me refería aquella vez, las noches de pasión.

—Oh... —Christopher sí sentía curiosidad por eso—. ¿Cómo la complazco? —Aunque él pensaba en Aria, olvidando que su Eva era Andrea.

Lo había olvidado por completo desde que besó a la chica.

—Pues... —Paul se aclaró la garganta—. Ya sabes, tienes que saber moverte un poco.

—Sé moverme.

—Y la lengua —agregó Michael con una sonrisa traviesa.

El pelinegro se confundió más.

—¿La lengua? Cómo...

—¿Acaso no les enseñaron el último año ahí? —inquirió Paul—. Ya saben...

—¿Cuál? Ah, ¿esto? —Lamió el helado y luego movió la lengua en un círculo lento contra este.

—¡Ooooh! —exclamó Tomas—. ¡Sí, sí!

Paul ahogó una risa.

—Sí, bueno, eso. Recuérdalo porque te va a servir.

—¿Solo eso les vas a decir? —dijo Gustav entrando también e ignorando la mirada de reproche de Christopher—. Niños ingenuos.

—Yo aprendí poco a poco —se excusó Mauro.

Paul recordó y la leve sonrisa se le esfumó. Carmela era la responsable de que el chico pareciera asustado. Si algunos jóvenes no se lo tomaban así, nunca se podía esperar a que todos reaccionaran igual.

—Cuando estés en intimidad con tu Eva, solo déjate llevar —aconsejó Michael—. Eso además va a sellar su unión. Después de todo, no puedes ser de otra, solo de tu Eva.

Gustav rodó los ojos y se sirvió algo de comer. Paul, por su parte, solo apretó los labios.

Andrea entró y los vio. Resopló y se acercó a la mesa y le tomó la mano a Christopher. Aria entró siguiendo a la joven, intentando detenerla, pero no pudo hacer nada.

—Ya vamos.

—Mauro —llamó Karen a su Adán—. ¿Dónde has estado?

El moreno suspiró y los miró.

—Nos vemos después.

Andrea tiró de Christopher y lo llevó también.

Tomas suspiró y fue hacia Aria. Ella le sonrió apenas al verlo y él le correspondió el gesto.

—Es como dijiste —murmuró con decepción.

—Se los llevaron. De hecho, estaban tardando. —Suspiró con cierta amargura—. Es que los Adanes no deben hablar mucho entre ellos.

—Lo sé. Eso nos decían a veces. No pensé que fuera tan en serio. Dijeron que tendríamos espacios en donde hablar sobre nuestras cosas si así gustábamos, pero parece que la joven estaba incómoda por alguna razón.

—Sí, podían estar ahí y conversar, pero tu Eva debe estar de acuerdo.

Tomas bajó la vista y tomó un bocadillo que parecía tener tocino encima. Lo probó y estaba delicioso. El queso crema sobre la galleta le daba un toque de suavidad extra.

Las luces bajaron y la música subió su volumen. Aria resopló. ¿Todo tenía que ser fiestas? Creyó que era una reunión normal.

—Y dime, ¿cómo vamos a ayudar a los hombres en el Edén?

—No sé bien todavía, pero tengo algunas ideas.

—Aria —la saludó Ana—. Vamos a que bailen, no desperdicien la música—. ¡Michael, ven! —canturreó haciéndole señas con la mano.

—Eh, pero... —La chica tiró de ella y de Tomas y los llevó hacia donde todos bailaban.

Mientras se dejaba arrastrar, la joven pudo ver a Andrea con Christopher. Ella tenía sus antebrazos sobre los hombros del chico y lo miraba a los ojos de esa forma...

Esa forma que indicaba que le gustaba mucho.

Sabía que una hija del Heaven no pasaba por la etapa de prueba, y eso significaba que podía tener intimidad con su Adán desde el primer día. El estómago le pesó como el plomo al pensar en que ella ya podría haber tocado a Chris, que ya podía haberlo besado, o llevado a su cama.

Aquel lento beso que se dieron volvió a su mente. Solo había surgido, ni siquiera sabía de dónde le salió el valor para hacerlo, después de todo, él ya tenía una Eva y ella un Adán.

Había poseído sus labios mientras el corazón le iba a mil, acostumbrándose a su aroma, su grosor, incluso a su sabor. Bastó que le dijera que quería que fuera suya para que cayera.

No había sido su intención romper esa regla que era prácticamente sagrada, el no propasarse con el Adán de otra chica. Aunque... Carmela se sobrepasaba en sobremanera al parecer.

Andrea volteó a verla y frunció apenas el ceño. Aria le retiró la vista mirando hacia abajo.

—¿Estás bien? —quiso saber Tomas.

—Sí. Solo estoy cansada.

Él, sin embargo, sabía qué pasaba. Miró de reojo a Christopher y se dio cuenta de que él se había fijado en ellos. Tomó el rostro de Aria con delicadeza y pudo ver de reojo la expresión de mala sorpresa de Chris, cosa que le causó gracia.

—Si gustas podemos irnos —le dijo a la chica de ojos violetas, que lo miraba con sorpresa.

—Es lo mejor, sí. Todo es reuniones, fiestas. No he tenido ni tiempo de practicar mi escultura con tanta tontería. Cuando no esculpo me estreso.

—Entiendo. Vamos.


Sin embargo, cuando se dirigían a la puerta, un par de drones los detuvieron.

—Por favor, venga con nosotros.

Ambos se miraron con preocupación y los siguieron. Los hicieron subir a un floter y partieron.

—¿Qué sucede?

Tomas se encogió de hombros.

Cuando llegaron al Edén, fueron hacia otra de las edificaciones que conformaban el inmenso complejo. El sector de las guardianas. Eso ya no le gustó a la chica.

Los hicieron bajar y los dos drones volvieron a acercarse.

—Solo la señorita viene. Usted puede seguir a los otros drones.

Tomas quedó perplejo y no le quedó otra opción que obedecer. Fue llevado a una sala en donde había máquinas con snacks, una pared cuya superficie era todo un televisor gigante en donde estaba cantando una pareja.

Por su parte, Aria andaba algo nerviosa por el lugar de paredes iluminadas blancas. La edificación de las guardianas no tenía decoraciones amigables en los muros. Nada, solo su propia iluminación.

Entró a una sala y la hicieron sentar frente a una superficie translucida que flotaba a modo de escritorio.

Una guardiana apareció, lo que hacía obvio que era un holograma, pero ellas solían estar en sus oficinas o casas para atender los asuntos desde ahí. La mujer tenía el traje negro pegado al cuerpo y un casco medio transparente en la cabeza.

—Señorita Aria. Recibí un reporte en el que indica que usted ha estado a solas con un chico que no es suyo. Y de paso, vimos otras cosas.

Aria se espantó. ¡¿En qué momento?!

—N-no es así...

—Es este chico. —Se desplegó la imagen de Christopher en la superficie del escritorio.

—Okey. Es un malentendido. Él era mío —aclaró nerviosa—. Estuvimos en etapa de prueba, pero por un fallo del Edén, me lo quitaron.

—Tenemos estas grabaciones.

La chica vio las imágenes y abrió mucho los ojos. Se vio a ella misma llorando y tratando de disimularlo, cuando el dron se encendió aquella vez luego del restaurante. Había creído aparentar bien, pero no lo había logrado ni un poco.

También las veces en las que EDy los captó muy cerca. Cuando Chris le tapó la cámara mientras la tenía sentada en sus piernas y la miraba directo a los ojos, haciendo obvia la situación. Y luego ellos saliendo de esa habitación juntos, aunque ella se adelantó, la máquina había detectado lo que necesitaba.

El dron luego se fue hacia donde Carmela y la grabación terminó. Aria entonces confirmó que la mujer los había mandado a buscar, y al hacer eso, las guardianas habían descubierto todo lo demás.

—No habíamos examinado al dron antes porque confiamos en el buen juicio de las mujeres. Pero cometimos un error.

—Se equivocan. Y si tanto cuidan esas cosas, ¿por qué no revisan también el dron de Carmela? Estoy segura de que van a encontrar cosas interesantes.

—Lo hicimos. No hay nada fuera de lo normal.

Aria resopló.

—Pero claro —refunfuñó.

—Lo sentimos, pero deberá estar aquí un momento y reflexionar sobre lo que ha pasado. ¿Por qué lloró? ¿Es el sujeto Christopher un problema del que tengamos que preocuparnos?

—¡Por supuesto que no!

—Señorita, no tema en decirlo.

—Que no, que ya dije que no es un problema. A él déjenlo.

—Bueno. Espero piense en lo que ha hecho. No vuelva a hablarle, le pertenece a otra. —Dejó en una esquina de la pantalla la transmisión del dron EDy. Iba siguiendo a Christopher, a quien Andrea llevaba de la mano a su casa.

La guardiana desapareció y apareció un conteo indicando a qué hora iba a poder salir de ahí. El conteo se fue a otra esquina y se desplegaron las reglas de conducta del Edén como un "recordatorio" para que lo leyera.

Pero sus ojos estaban en la esquina de la transmisión de EDy. Estos pronto se llenaron de lágrimas y se las limpió con amargura.


***

Carmela se dirigió a su oficina e inició la comunicación en su escritorio. El holograma de una guardiana se hizo presente.

—¿Hicieron su trabajo?

—Sí, señora. Gracias por el aviso.

—Sí, bueno, parece que desde que salí bajaron su rendimiento.

—Lo sentimos.

Muchas guardianas jóvenes respetaban a las que ya habían salido y culminado su misión como Carmela.

—Y dime, ¿la joven Aria se ha inscrito con su nuevo Adán al concurso?

—Eh... —vio en el sistema—. Me parece que sí.

—Creí que las inscripciones ya habían cerrado para cuando ella tuviera un nuevo Adán.

—Las inscripciones cierran en unas horas.

—Sácala del concurso.

—Pero es una nueva Eva, debe participar de todas formas...

—No quiero que esa chica participe. No es necesario, su situación da mucho de qué hablar. No quieren esa clase de problemas en el Heaven, ¿o sí? O quizá debo hacerte recordar el incidente con su dron.

—Como dije, por ser una nueva Eva, se le da el favor de estar.

—Puede hacer lo que quiera, vestirse bien, ir a las fiestas, pero no es una de nosotras. Es una chica corriente del exterior. —Apretó los labios ante la expresión de negatividad de la guardiana—. No querrán que les diga a todos que perdieron la primera tarjeta que era para mi hija.

—Eso fue algo que pasó fuera del Edén.

—¿Cómo quieren entonces que confiemos en alguien que viene del exterior? No solo eso. —La mujer sonrió sabiendo de antemano que tenía las de ganar—. Gracias a mí y mis enseñanzas, pudiste escoger a tu Adán. No querrás que eso se sepa...

La joven suspiró.

—Retiraré a la joven con su nuevo Adán —murmuró sin mucho ánimo.

—Excelente. Y mantengan a esa chica irrespetuosa y vulgar un buen par de horas ahí en el castigo para que piense en lo que hace. El chico le pertenece a mi hija. No tiene por qué estarse metiendo a habitaciones con él ni tentándolo de ninguna forma. Asegúrense de que vea lo que el dron transmite.

—Sí, señora.


Paul salió de la ducha, respiró hondo y se puso la bata. Sentía nervios pues estaba esperando a que la máquina le diera el resultado de compatibilidad genética. Aunque la respuesta ya se la estaba dando su corazón. Tomas tenía que ser su pequeño, estaba seguro.

En su zona de la casa tenía un pequeño laboratorio que Carmela le había dejado tener para pasar el rato a veces, para experimentar e incluso divertirse. Sin embargo, hacía mucho que no lo usaba. Esta vez había logrado colar una función decodificadora para analizar el cabello.

—Paul —lo llamó Carmela desde el pasadizo.

El hombre cerró la pantalla que seguía estudiando los genes, pero ya cerca del cien por ciento, y volteó a verla. Ella lo miró de arriba abajo.

—Ven. Quiero que me dejes agotada para dormir —ronroneó.

Estaba contenta, eso últimamente rara vez pasaba. Paul sabía lo que significaba, pero le dio un vistazo al escritorio y luego a ella de nuevo.

—Eh, claro, pero si me das un segundo...

La mujer suspiró.

—No tardes. Estaré en mi cama.

—Sí. —La vio ingresar a su habitación y volvió a abrir la pantalla.

Dio un respiro hondo y sonrió apenas. Una mezcla entre alivio y ternura al ver los resultados.


***

—Te alistas —susurró Andrea una vez que entraron a su mansión.

Su propia casa aparte, aunque cerca de la de su madre.

—¿Para qué? —Lo que tenía en mente el chico era más bien lo contrario. "Desalistarse" para dormir.

—Lo que quedó pendiente. —Se fue con su dron al segundo nivel.

Christopher suspiró y miró a sus costados. Las luces estaban bajas, la casa era enorme, pero se sentía vacía. Aunque hubieran entrado por otra puerta menos ostentosa, el salón principal se veía desde esa sala más pequeña y privada.

Apretó los labios pensando en que no vio más a Aria. ¿En dónde estaría? ¿A dónde iría?

Sonrió al recordar el beso que le dio, en cómo sus labios acariciaron los suyos y luego los reclamó como si fueran el uno para el otro. Cómo las manos de la chica enredaron un poco su cabello por atrás. Su suave aroma, la calidez y humedad de su boca.

Debía hablar con Andrea. Debía intentar, aunque sea, convencerla de que no estaba funcionando. Solo se olvidaba de un detalle, que el ser Adán era para siempre.

Subió a su habitación y fue a ver a su dron extraño que seguía apagado a pesar de haberlo dejado en una base de carga para ver si volvía a encender. Resopló.

—Tu Eva te espera —dijo EDy detrás de él.

—Ugh. Sí, ya voy —se quejó.

—Debes darte una ducha.

—Sí, sí, como sea... —Tocó al aparato dañado, mirando con tristeza.

Quizá eso que vio iba a ser lo primero y lo último que tendría de sus padres. Tenía muchas preguntas y ninguna respuesta. ¿Qué había pasado con ellos?

Cuando estuvo en eso que parecía ser la tumba, lloró. Lo peor era saber que era parte de él, pero no los conocía, no los recordaba bien. No sabía cómo hubiera sido de seguir sintiendo el cariño que le daban.

—Ojalá le hubiera dicho a Aria, quizá ella me diría algo más... —Entonces miró con sorpresa al notar el cambio de colores en la superficie del dron.

Movió sus dedos y el color se movía con él, como si de una pantalla se tratara y él estuviera haciendo presión en la superficie, ocasionando que los colores se movieran alrededor de las yemas de sus dedos.

Aunque no estaba presionando ni mucho menos. La movió un poco hacia la izquierda y los colores siguieron sus dedos dejando una estela. Cuando los dejaba en un lugar, las manchas de colores parecían crecer lento en diámetro, pero cuando movía la mano, estos disminuían y lo seguían.

—Interesante.

—¿Chris...? —escuchó a Andrea—. ¿Ya te estás alistando?

El chico bufó en silencio. Se encogió de hombros y decidió ir a donde la chica así sin más.


Cuando entró a la habitación de ella, guiado por su dron, la vio en la cama con un pijama translúcido. Parpadeó un par de veces y miró al costado.

—¿Sí?

—Vas a pasar la noche conmigo.

—¿E-estás segura? Es decir... ¿No es más cómodo tener la cama para ti sola? —Él, más que ella, apreciaba que la cama fuera tan espaciosa que podía rodar en el colchón, no como en las camas del Edén.

La chica se puso de pie y se le acercó.

—Eres un Adán. Mi Adán —apoyó las manos sobre su pecho y tocó la línea central para que la prenda de desabrochara—. Supongo que tengo que enseñarte lo que eso significa.

El chico quedó con los labios entreabiertos al verla deshacerse del pijama, y sus ojos recorrieron su cuerpo.

El dron retrocedió, saliendo de la habitación, y la puerta se cerró automáticamente. 


***

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