Capítulo 17: Perdido

Carmela recorrió el pecho del chico, que la miraba con algo de susto, sintiendo sus formas debajo de la tela.

—¿Qué hace?

—Me gustan los jóvenes —murmuró ella—, los jóvenes que salen con esa leve rebeldía del Edén, para verlos rendidos ante mí, deseando más, poniéndose a mi disposición. —Arqueó una ceja—. Tu rebeldía es algo especial, sin embargo, y es que tú eres especial, eres el perfecto hijo del Heaven...

—¿Q-qué quiere decir? ¿Tengo padres?

A su mente volvió la imagen de la mujer de cabellos negros, mientras él corría a ella, mientras ella juntaba su frente a la suya y luego le daba un beso... la misma mujer que recordaba ver en una cápsula extraña, como si durmiera.

—Quisiste herir a mi familia abriendo la boca demás, pero ya lo solucioné. Como dije, todos los hombres le pertenecen al Edén y luego a su Eva, pero ya que no quieres aceptar a mi hija, ya que crees que tienes derecho a elegir, te voy a enseñar cómo son las cosas.

—Por favor, respóndame —pidió posando la mano en el antebrazo de la mujer, mirándola con la tristeza queriendo invadirlo sin saber por qué—. ¿Conoce a mis padres?

—Todos "conocen" a tus padres... —Su mano bajó más hacia su parte íntima y él dio un leve respingo.

—¿Qué hace?

—Shh... —Pero había algo diferente ahí.

O su ropa interior era algo gruesa, o...

Vio hacia la pared y notó la falta. Tiró del cuello del pijama, haciéndolo a un lado, y descubrió el traje negro pegado al cuerpo del chico.

Él entonces logró apartarla y salió corriendo.

—¡Dron! —gritó Carmela y salió tras él.

Christopher llegó a la puerta principal y esta se abrió al detectar el traje.

Carmela empezó a hacer un escándalo llamando a Paul, a su dron, pero el traje hacía que el joven corriera el doble de rápido, ya que era especial, incluso le daba más fuerza de la que ya tenía.

Recorrió el enorme jardín de la entrada, pisando las plantas y escuchándolas crujir en la vacía noche, más su respiración agitada. Pronto vio con susto la horda de drones guardianes persiguiéndolo desde lo alto. Jadeó, pero la adrenalina viajaba por sus venas.

Los drones bajaron en picada, soltando chispas, listos para dispararle, y él, tras el susto, dio un salto de la acera alta hacia la hierba de un parque que se extendía adelante. Soltó un grito al escuchar las chispas de los aparatos ya detrás de él y apretó los puños, liberando energía.

El choque disparó a los drones lejos y él cayó y rodó en el pasto.

Quedó mirando el cielo un par de segundos, respirando agitado. Levantó la cabeza y vio a los drones en el suelo, lejos. Vio más luces rojas viniendo con prisa, más drones, así que se puso de pie veloz y continuó corriendo.

De algún modo recordaba las funciones del traje, o, mejor dicho, cómo activarlas.


"¿Ves? Así puedes botar lejos a las máquinas odiosas..." Le decía un hombre, con una dulce sonrisa, con hoyuelos marcándose en sus mejillas...


Respirar dolía, pero no iba a parar. Con ese traje, ni siquiera los límites del Heaven lo detenían. Las guardianas podían moverse por cualquier zona, todo estaba programado para darles el pase.

No sabía cómo, pero quería llegar a donde sea que estuviera Aria, quería averiguar sobre sus padres, quería muchas cosas. Estaba cansado de tener que obedecer.

Miró hacia atrás y vio que los drones no salían del límite de la ciudad, para alivio suyo, al parecer necesitaban una orden de más arriba para iniciar una búsqueda general.

Las vías magnéticas se encendían y luego se volvían invisibles una vez que el floter pasaba. Entonces vio uno en particular, que iba algo bajo. Llevaba a una persona.

Se sorprendió, era ella. Era su Aria en aquel floter, con mirada triste, probablemente luego de alguna conversación con el Edén. ¿Entonces estaba tratando de recobrarlo? ¿Había ido a buscarlo? ¿O estaba viendo su compatibilidad con otro?

Corrió siguiendo la ruta del aparato en lo alto, sin pensarlo.

—¡Aria! —Pero el floter iba veloz y se alejó sin que pudiera hacer nada para que ella lo notara—. ¡ARIA!

Y tropezó.

Rodó sin control cuesta abajo, golpeándose contra raíces, algunas rocas, levantando las hojas secas del suelo del bosque que rodeaba el Heaven. Intentó cubrirse de forma inútil, todo giraba a velocidad, hasta que chocó con fuerza contra algo y quedó inconsciente.


La chica reaccionó y miró a través de la ventana, encontrando la noche oscura, el bosque ralo, y su propio reflejo parcial a causa de la luz interior.

Negó en silencio, creyó haber escuchado algo muy, muy bajo, pero era imposible que él estuviera en medio del bosque y a esa hora. Christopher estaba con Andrea, sin duda. Ya lo sabía.


Cuando llegó a casa encontró a sus mamás tallando una gran figura que alguien había pedido para su jardín. Un cactus, en un material verde del cual luego brotaría pasto.

—¡Queridaaa! —la llamó Francia mientras pasaba una máquina que lijaba la superficie para que luciera suave.

Aria fue hacia ellas. Tenían unos visores de protección y DiDi jugaba en la lluvia de material verde ecológico que salía disparado. La chica sonrió y no pudo evitar pensar en cómo sería si el Edén fuese menos estricto y dejara que los hombres salieran también a ver la vida de las mujeres ahí a fuera, lo libres que eran.

Y, sobre todo, vivieran con sus padres o unos de encargo en el caso de que fueran clones, con el cariño de un hogar.

—¿Cómo te fue?

—Bueno, ya me van a dar al chico —comentó sin mucho entusiasmo.

—¿Ya ves? —dijo Claudia levantando su visor y viniendo a abrazar a su hija—. Te dije que no era para tanto drama.

—Sí, bueno, no me lo han dejado fácil.

—Pero al menos ya está. Ven, Pasemos a cenar. ¡Francia, deja al cactus!


***

Carmela era encuestada por un par de drones del Edén. Les dijo que el chico había entrado sin permiso a su armario y había robado uno de los trajes de guardiana. Ese material se hacía al cuerpo de cualquiera, así que no tuvo problemas con tallas o demás.

Los drones se retiraron y la mujer suspiró con cansancio. Dejó la copa de vino en el gran counter de su cocina principal

Paul, al ver que las máquinas se retiraban, se acercó a la mujer.

—¿Qué pasó exactamente?

Carmela resopló.

—¿Tú también vas a cuestionarme?

—Bueno, ¿puedes culparme por no creer lo que le has dicho a los drones? —Ella resopló otra vez y volvió a tomar otro trago de vino—. Y deberías dejar eso, no sé desde qué hora llevas bebiéndolo.

—El muchacho malcriado se metió a mi habitación —renegó en susurro—. Obviamente quería seducirme.

Paul frunció el ceño.

—Pero si ni siquiera sabe de esas cosas...

—¿Y tú qué sabes? —intervino más ofendida que molesta.

—Estaba en etapa de prueba, ¿no? Además, he escuchado sus conversaciones y Andrea no ha llegado a hacerle nada.

—Tú no sabes nada. Sabes bien que besó a esa chica. Quizá están coludidos.

—¿Te estás escuchando? —La vio levantar la copa, pero la detuvo—. Okey, deja eso. Vamos, debes descansar.


***

Un trueno despertó al chico. Estaba contra un árbol. ¿Qué había sido eso? Quizá el rezago de un sueño.

Se removió, intentando sentarse, algo adolorido. El traje se había endurado y lo había protegido, pero no lo suficiente.

Se encontró solo en el bosque. Respiró hondo y resopló. Levantó su antebrazo y el traje le mostró la hora, temperatura, su estado físico y demás.

—Tres de la mañana... Vaya.

Miró hacia el frente y se dio cuenta de la oscuridad. Solo había un halo de luz en la distancia, el Heaven. Algunos pocos insectos cantaban, eso era lo único.

Intentó ponerse de pie con dificultad.

—¿Cuánto tiempo hay caminando de aquí a la ciudad?

—Cuatro horas.

Cubrió su rostro con las manos y se lo frotó, tratando de quitarse el sueño.

—Okey. Debo seguir.

Volvió a escuchar el trueno y alzó la vista mientras andaba, sorteando raíces. Podía ver las nubes iluminándose de rato en rato. No se veían las estrellas.

—¿Qué es lo que sucede? —¿Era que acaso la barrera estaba teniendo fallas?

—Noventa por ciento de probabilidades de lluvia.

Lluvia. Él sabía que llovía. Le habían explicado con dibujos bonitos y felices el proceso de la lluvia, pero no sabía todavía por qué del ruido.

Entonces se percató de que la barrera protectora del Heaven no se extendía hacia el bosque, lo que significaba que la lluvia iba a caer, sí o sí. El viento soplaba con fuerza de vez en cuando, levantando hojas y haciendo que las copas de los árboles sonaran de manera siniestra.

Miraba a su alrededor tras algún ruido. Se suponía que los animales estaban mucho más allá de los límites de la ciudad externa, pero ya no sabía en qué creer.

Al sentirse mejor, decidió correr para tardar menos.

Hacía frío y le era difícil correr bajo esas condiciones. El aire de bajas temperaturas entraba así por su nariz, el viento le golpeaba con hojas, y las copas de los árboles se sacudían con fuerza.

Un fuerte estruendo le hizo dar un respingo.

—¡¿Qué sucede?! —Miró al cielo y lo vio iluminarse de repente, para luego volver a escuchar ese estruendoso ruido—. ¡Se va a caer la barrera!

Empezó a correr de nuevo, aunque el viento le dificultaba. La lluvia empezó a caer y él se quejó e intentó cubrirse de forma inútil con el antebrazo. Quedó empapado enseguida, haciendo que su pijama maltrecho pesara más.

—Los truenos son causados por la electricidad —decía el traje—. Las nubes chocan y producen estática.

—¡Cómo es eso posible! —Se tapó los oídos ante otro estruendo.

El cielo volvió a iluminarse un par de veces y los estruendos asustaron más al chico. Nunca en su vida supo que eso pasaba ahí afuera. Era aterrador, era imposible. Estaba seguro de que sonaba como si rocas gigantes fueran a caer del cielo.

El mundo ahí afuera era completamente hostil. Sintió que el planeta no lo quería caminando libre. La naturaleza quería verlo desaparecer de nuevo.

Pensó en la mujer de sus sueños, su mamá, que al parecer había sido la primera Eva, y su padre, el primer Adán. Si era así, ¿por qué lo dejaron solo?

Estaba solo, abandonado, en un mundo que no lo quería.

—¡Descarga próxima! —el traje avisó y, de algún modo, le dio el impulso necesario para correr en dirección contraria antes de que el rayo tocara tierra cerca, y dio un brinco para evitar la electricidad, cayendo y rodando.

Vio con horror cómo un árbol había sido partido por este tras un estruendoso ruido, y gritó arrastrándose hacia atrás.

Algo había caído de la copa del árbol, cerca de él. Tenía ramas atoradas, así que se acercó a gatas y lo observó. Era un dron. Su luz parpadeaba e intentaba seguir volando, así que rápidamente le sacó las ramas y hojas de entre sus alas triangulares.

El aparato cambiaba de colores de forma arbitraria, como masas de bajos neones entre verde, azul y rosado, como un pulpo, aunque apenas se notaba en la oscuridad de la noche y el caos de la tormenta. Quizá era uno de los que detectaban el clima. Este, al verse libre, se elevó nuevamente.

Christopher lo dejó, temiendo que le mandara su imagen al Edén. Escuchó otro trueno lejano así que buscó refugio en una zona baja, en un pequeño peñasco cubierto de plantas y arbustos.

El cielo se iluminó tras el destello de otro rayo tocando en algún punto en la tierra. Cerró los ojos con fuerza, quejándose del susto. Incluso la tierra temblaba, y la lluvia no dejaba de golpear con ayuda del fuerte viento.

—Aria... —murmuró tratando de cubrirse más.

—Tranquilo —dijo el traje. A él no le apreció extraño, pues no sabía que el traje podía saber si era hombre o mujer—, va a estar bien.

De pronto sintió que la voz de la máquina le era algo familiar. Al menos el tono en el que lo intentó reconfortar.

Tenía mucho frío, por lo que decidió sacarse su pijama, ya que estaba llena de agua, pesaba, y estaba toda rota. La dejó caer con un golpe sordo sobre la tierra también llena de agua. El bosque era como un pantano, y se llenaría de lodo en cuestión de un par de horas.

Felizmente, la lluvia embravecida estaba bajando su intensidad. Las nubes tormentosas se alejaban, aunque seguía nublado.

Una vez que se hubo tranquilizado un poco el clima, siguió caminando.

Estaba seguro de que una tormenta era una de las tantas cosas del exterior que sin duda no quería volver a ver, o vivir.


***

Durante la madrugada, más que agotado, logró ver luces y, feliz, creyendo que era la ciudad de Aria, volvió a correr.

Sin embargo, al irse acercando, las luces dejaron de parecer floters, y se encontró con máquinas extrañas trabajando las plantaciones con largos brazos doblados asemejándose a insectos gigantes, mandando a volar hojas y algo de polvo en su ardua labor.

Tropezó y rodó, aboyando las plantas de trigo y empapándose más con el agua acumulada del sembrío.

Se cubrió y ahogó un grito al ver a la máquina moviendo sus enormes cortadoras y se arrastró como pudo hacia un costado.

Respiraba agitado y miró a la máquina que, al detectar una forma de vida, se había detenido de inmediato para no herirlo.

Quedó mirando con los ojos bien abiertos, respirando hondo, pero el haber corrido y caminado toda la noche ya le estaba cobrando factura. Se puso de pie con dificultad y continuó andando.


Anduvo despacio, mirando sus pies dar un paso a la vez. Aunque el traje ayudara, ya le dolían mucho. Jadeó y volteó.

—Aléjate —renegó viendo a la máquina de las cosechas.

Lo estaba siguiendo y él no sabía por qué, solo no quería que quizá transmitiera su ubicación al Heaven, al Edén.

Lo miró y se dio cuenta de que el aparato no flotaba con magnetismo, sino que era más adecuado para su zona de trabajo, por lo que tenía llantas. Eso le daba ventaja a él, ya que este no podía ser tan veloz teniendo tantos obstáculos.

Christopher decidió intentar perderlo corriendo, así que lo hizo, pero como estaba agotado, aunque el traje ayudara, nuevamente, ya no era lo mismo. No tenía la energía y le dolían las piernas.

Volvió a caer. Vio hacia atrás solo para ver a la máquina tractor venir hacia él, así que intentó ponerse de pie, terco, y seguir.

Pero sus rodillas le fallaron.

—Tienes fiebre —le avisó el traje desplegando su temperatura.

—¿Qué? No, déjame —renegó intentando una vez más.

Y cayó.


Abrió los ojos, escuchando su respiración, sintiendo mucho frío, a pesar de que la temperatura ya no estaba tan baja. Se sentía caliente, además, así que era una mezcla rara.

Una mujer con pecas adornando sus pómulos lo miraba con dulzura, él reaccionó. Ella le acarició el cabello y él sonrió apenas.

—Mamá...

Sin embargo, el aire sopló, y se dio cuenta de que no había nadie con él.

Abrió los ojos de nuevo, sin saber que los había cerrado. El cielo entre azul claro y negro, la efímera aparición de un dron con alas triangulares, las nubes en lo alto moviéndose...

O era él el que era movido...

Escuchó la risa baja y tímida de Aria.

—Que no vea el dron —decía ella, sentada en su regazo.

Él sonrió tomando su mentón y le dio otro beso, y otro. Ella volvió a reír, apartándose un poco. El muy suave ruido del floter llevándolos a casa, el silencio de la noche.


Abrió los ojos, otra vez, encontrándose con el sonido del viento y el de las hojas siendo aplastadas sobre la tierra.

Algo lo llevaba.

La máquina lo había recogido con sus brazos metálicos y lo estaba trasladando.

Entonces, sintiéndose perdido porque de seguro iba a despertar en el Heaven, atrapado de nuevo, no pudo evitar volver a cerrar los ojos para volver a ver a su mamá, y así dejar de sentir ese malestar en todo el cuerpo, dejar de sentir la soledad de su corazón.


***

Lo 100to :v pero descuiden xD ¿Será que encuentra a Aria? 7u7

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