Capítulo 16: Revelaciones

Christopher veía a la hermosa mujer de cabellos negros en una extraña cápsula. Ella dormía... Solo dormía...

"Mami..."


Abrió los ojos, descubriendo que había sido otro ¿sueño o recuerdo? Ya ni siquiera sabía. ¿Por qué la veía como a su mamá?

—Es hora del inicio de tu rutina —le anunció su dron.

Pero él lo espantó como a mosquito. Giró y se encontró con el dibujo que había hecho antes de quedar dormido. Era Aria. Había plasmado sus grandes y expresivos ojos, sus labios carnosos y rojos, el cabello hondeado y hasta los hombros.

La tomó y volvió a quedar boca arriba mientras las yemas de sus dedos se paseaban lentamente por la mejilla de la chica en el dibujo.


Detesto despertar temprano, pero es mejor no decirlo, ya que es mal visto. Además, no es que no lo haga cuando tenga que hacerlo. Siempre soy puntual. Hoy, por ejemplo, estoy feliz de despertar. ¿Y tú?

—Tampoco es que sea tan tarde, son las nueve de la mañana. Es una hora razonable. ¿Por qué está feliz de despertar?

—Debo esculpir algo, y cuando tengo un proyecto así en mente, siento emoción al despertar, es lo más bonito de tener una pasión.

—¿Por qué le gusta esculpir, mi dulce Eva?

—Porque puedo moldear algo a mi entero gusto. Soy la dueña de una pequeña parte de mi vida. Imagino que sientes lo mismo...


Sí, pintar era casi igual, aunque a veces no era que "moldeara" su realidad en una pintura, sino sus deseos, sus sueños.

Él pintaba las cosas que sentía que no tendría materializadas.


Siguió al dron hasta la zona de Paul, que no estaba lejos de la habitación de él, y se encontró con el hombre recostado boca arriba, levantando un par de pesas.

—Oh, buenas noches —jugó, algo corto de aliento.

—B-buenos días... Lo siento, el dron me ha traído.

—Descuida, ya me habían notificado que vendrías. Es hasta que la casa de ustedes esté lista, que va a ser mañana o pasado. Las máquinas las construyen bastante rápido.

—Eh... ¿No estás molesto?

Paul se enderezó y se sentó, dejando las pesas irse flotando hasta su base.

—¿Por qué?

—Porque no he podido averiguar nada sobre...

—Hay una fiesta más tarde —interrumpió poniéndose de pie—, será mejor que te apresures para que te alistes.

Le puso la mano sobre el hombro dándole una leve mirada de advertencia, luego vio al dron, y siguió de largo.

Christopher entonces entendió que probablemente el dron estaba escuchando o monitoreando de alguna forma.

Apretó los labios y se dirigió a empezar la odiosa rutina sin tener otra opción.


***

Aria fue escoltada por dos drones dorados hasta Isidora, aunque probablemente era un holograma de ella, pero no importaba, solo quería que la escucharan.

—Oh, cariño —dijo la anciana—. Lamentamos tanto esta inconveniencia, queremos que sepas que eres importante y...

—Déjese de respuestas mecanizadas y díganme qué está pasando —cortó la chica, cruzando los brazos—. Soy una Eva ahora, no importa si son del exterior. Van a solucionar esto.

—Lamento que hayamos tenido que alejarte del chico, pero es que ya era compatible con alguien. Me preocupa más bien que hayas estado con alguien tan poco compatible contigo.

—Nada de eso. Lo quiero. Eso de la compatibilidad no puede ser lo único por lo que se rijan.

—La compatibilidad es uno de los pilares del Edén.

Aria resopló.

—Van a solucionar esto y van a acceder a mi petición, o si no...

—Lo lamen...

—O si no, voy a revelar cosas sobre el Edén que estoy segura va a horrorizar a muchas ahí afuera. —Isidora quedó en silencio—. Quizá para ustedes es normal, no lo sé, están locas todas, pero le aseguro que el Edén caerá si lo digo. Así que tiene que acceder.

Isidora suspiró. ¿Pero qué le estaba pasando a las mujeres? Primero Carmela y luego Aria.


***

Por la tarde, los drones ayudaban a mover cosas en casa de Carmela, preparando el salón principal. Christopher se paseaba con un elegante traje que cambiaba de tonalidades entre azul y negro.

Luego de haber tenido que aguantar que las máquinas lo peinaran, perfumaran e incluso retocaran su rostro, queriendo cubrir sus pecas, se encontraba mirando a las bandejas con bocadillos. Pasaban y pasaban, algunas llevadas por drones y otras en las mesas.

Resopló, sus ojos se dirigieron hacia arriba a su cabello que la máquina estilista le había acomodado como un copete, y se lo desarmó con la mano mientras gruñía bajo con molestia. Se palmeó las mejillas y se las sobó sacando el polvo del color de su piel que las cubría, y quedó quieto al ver un par de bandejas con galletas en una mesa.

Sonrió ampliamente y fue con prisa. Ya cerca de la mesa, estiró la mano, pero un dron levantó la bandeja con su magnetismo y se alejó. El chico giró para tomar una de la siguiente bandeja, pero otro dron la tomó.

—Ah. ¡EDy! —Lo persiguió intentando tomar, aunque fuese una galleta, pero el aparto lo esquivó y siguió de largo.

Christopher gruñó bajo y volteó al ver que otra mesa pasaba por su lado con más bandejas. Vio camarones en una, ordenados en una redondela y con su pote de salsa en medio.

Apretó los labios al recordar a Aria. ¿En dónde estaría? Él estaba como otro adorno del lugar, esperaba que al menos ella estuviera bien, que no la hubieran castigado por su culpa, por mentir.

Alzó la vista y vio a Paul observando desde el segundo nivel, así que subió por la rampa para ir con él. Se apoyó en el barandal de madera tallada.

—Veo que eres algo travieso —murmuró el hombre—. Debes quedarte aquí.

—¿Por qué no has dicho nada? —preguntó el pelinegro en voz baja—. Me refiero a lo de tu hijo.

—No está bien lo que hice... Mi hija es primero. Él ha de estar bien.

—¿Qué? Ambos —renegó el chico—. Ambos deberían ser igual de importantes. No te entiendo.

—No tienes que entender. Así son las cosas. Créeme, no hay nada que hacer.

—El proyecto Eva no debía ser así —murmuró las palabras que se repetían a veces en su mente, con la voz de aquella mujer.

—No sé de qué hablas.

—Escuché a las chicas hablar la otra vez, y decían que el proyecto Eva era para garantizar la igualdad, no el dominio de uno sobre otro... Algo así.

—No hay nada que hacer, sea como sea. —El hombre, desanimado, se alejó.


Para la noche, la música elegante sonaba por toda la casa, muchas amigas de Carmela ya estaban ahí, danzando despacio con sus parejas.

Andrea había aprovechado la distracción de su mamá para agarrar su dron rojo y ver sus grabaciones. Buscó las fechas en las que sabía que la mujer había visto a su Adán.

En la fiesta de bienvenida en el Edén, el aparato los enfocó llegando. Lo vio ayudar a Aria a bajar del floter y luego se le había acercado a escanearlo. Ella recordaba no haber visto mucho esa noche. Saludó a Aria y le había dado de tomar esa bebida alcohólica, víctima de los celos al verla ahí en su lugar, con un Adán.

El dron los grabó momentáneamente bailando un vals mientras no dejaban de mirarse a los ojos. Era una toma rápida, pero pudo notarlo. La mala sensación se acentuó.

En la siguiente fiesta en casa de ella, a la que no había podido asistir, Christopher también estuvo con Aria. El dron andaba libre, ya que su madre no quería que grabara sus reuniones privadas, así que pudo verlos.


***

Algunos hombres se encontraban en un salón aparte durante la fiesta. Christopher buscaba las galletas y por eso había terminado por ahí.

Vio a Mauro conversando con el Adán de Ana, el tal Michael. Ambos rieron bajo mientras se servían algo de comida.

—¿Es acaso esto un salón solo para nosotros?

—Claro —dijo el rubio—, nos dejan mucha comida, supongo que para que nos entretengamos un rato.

—¿Cómo has estado? —preguntó Mauro, mirando a su amigo con cautela—. Escuché lo que habla Karen con sus amigas, ya sabes...

—Estoy bien. Voy a recuperar a mi Eva.

—Ja —se burló Michael—. Déjalo, no puedes hacer nada. La joven Andrea es una chica interesante y guapa. No me quejaría.

—Ya veo que aquí nadie se queja de nada —Christopher cruzó los brazos—. ¿Acaso les gusta esta vida?

—¿A qué te refieres?

—¿Qué? Que no tenemos libertad.

Paul, que había entrado para servirse comida, sonrió apenas al escucharlo.

—Escucha, amigo —Michael le puso una mano en el hombro—. Yo no me quejo. Solo debo preocuparme por verme bien. Puedo relajarme, tengo mi habitación, ropa elegante, fiestas en las que puedo comer, pasión en las noches con mi Eva. No sé qué más quieres, de verdad.

Christopher apretó los labios y resopló.

—¿Pasión en las noches?

—¿Tu Eva no te ha invitado a su cama?

—Yo solo quiero a la que escogí.

Michael parpadeó confundido.

—Entonces ¿sí puedes escoger?

—No es eso, es que yo...

Escuchó la corta risa de Paul y volteó a verlo.

—¿Cómo es que no te marcaron como problemático? —cuestionó mirándolo.

Tomó un cucharón para servirse algo de sopa.

—No soy problemático —insistió el joven volviendo a cruzar los brazos—. Además, acabas de admitir que sí nos marcan si decimos algo que no les gusta.

—No es eso, aunque —movió la cabeza, pensativo—, sí, quizá. En mi generación marcaron a uno.

Christopher se sorprendió.

—En la mía también. No sé qué fue de él...

—Uhm, interesante —Michael meditó.

—¿Ven a lo que me refiero? Eso está mal.

—Es mejor ver el lado bueno de todo —le aconsejó Paul—. Vivimos cómodos.

—Paul —Carmela entró buscándolo y se le notó inquieta al ver que hablaba con los chicos—. Ven a la fiesta. Tú también, Christopher.

El chico suspiró y los siguió.


Carmela se presentó en el segundo nivel, observando a los invitados desde ahí.

—Gracias por haber venido. Vamos a divertirnos, pero primero, quiero presentar a mi hija que está de regreso en el Heaven, y con un hermoso Adán digno de ella.

Un dron enfocó a Christopher, sorprendiéndolo. Andrea bajaba por la rampa, otro dron le dio un leve empujón al chico y lo instó a ir a darle alcance a la joven. Se acercó de prisa con algo de torpeza, le extendió la mano para recibirla y quedaron en el centro.

Los invitados aplaudieron y empezó un vals. Christopher asumió que les estaban pidiendo bailar, así que le ofreció su mano a la chica, quien la tomó sin cambiar su expresión.

Andrea alzó la vista y se dio cuenta de que él miraba a los costados, no a ella. Aunque al notar que lo miraba, él bajó la vista, pero no era la misma mirada que le había visto poner con Aria.

—¿Todo bien?

Ella asintió.

Luego de que la fiesta continuara, Carmela, sintiéndose de buen humor al ver que había logrado hacer feliz a su hija, quiso ir a una de sus habitaciones privadas.

—Mariel —volteó a ver a su amiga y le sonrió—, me vas a tener que prestar a Gustav. —La mujer, sin embargo, no lo había llevado, así evitar que Carmela le pusiera las manos encima—. ¿Dónde está?

—No se sentía muy bien —murmuró la excusa con su falsa sonrisa—, creo que comió algo. Ya sabes, a veces no les hacen caso a los drones que les advierten sobre la comida.

Carmela no estaba complacida. Frunció el ceño y cruzó los brazos.

—Vaya, qué descuidada Eva que eres. Ya tienes tu edad, amiga, deberías estar más alerta —se alejó burlándose.

Mariel se cruzó de brazos y bufó en silencio.

—¿Y Paul?

—Él no hizo nada en este caso, yo hice todo el trabajo, pero no importa, voy a buscar a Grace...


—Eh, creo que se fue por ahí —le dijo su otra amiga.

—¿No puedes llamarlo?

—Ya lo hice, pero ha de estar distraído...

Carmela empezaba a impacientarse. Sus hombres lo pasaban bien con ella, solo era un préstamo sencillo. Beneficioso. ¿Por qué ahora ninguno estaba disponible?


—Paul —la mujer entró al estudio y él alzó la vista, dejando la tableta en el escritorio.

—¿Qué sucede? —quiso saber al verla fastidiada.

Ella respiró hondo, lista para darle las quejas.

—No lo sé, de pronto mis amigas parecen estar alejadas de mí.

—Tranquila —se le acercó a abrazarla.

—Y para colmo todas saben que tú no me has ayudado en conseguirle el chico a nuestra hija. Yo tuve que hacer todo.

—Lo siento. Sabes que hice lo que pude.

La mujer cerró los ojos y quedó en silencio un momento. Alzó la vista y se empinó para besar a su Adán. Le mordió el labio y lo hizo retroceder. Paul la conocía, sabía lo insaciable que era. Una mujer muy activa que siempre obtenía lo que quería. Estaba seguro de que el rechazo de sus amigas la había llevado a él, prendida como el fuego.

Una vez pensó que todo eso pasaba porque él quizá no le prestaba la suficiente atención a pesar de estar con ella todo el tiempo, de hacerle el amor como ella quería y cuantas veces quisiera, pero luego se dio cuenta de que no era eso, ella simplemente era así, y había aprendido a aceptarla. Después de todo, eso era lo que un Adán debía hacer.

Le tocó el centro de la camisa y esta se desabrochó al tiempo en el que él hacía que su vestido callera. Carmela recorrió sus manos en su esculpido pecho y se mordió el labio inferior.

—Tú te has vuelto un poco contestón desde que hablas con esos chicos.

—Para nada. —Sonrió al ver que la mujer no tenía ropa interior alguna, la tomó y la recostó en el escritorio para poseerla.


Andrea iba de la mano con Christopher por el segundo nivel, buscando a su mamá, pero no la encontraba.

—Nunca quiso que entrara a sus reuniones privadas, pero ya soy una Eva, no creo que tenga problema.

Christopher, sin embargo, recordó que Aria le había mencionado haber visto algo justamente en el mismo lugar.

—Quizá no es buena idea...

—Ven... —Lo miró con picardía y tiró de su mano.

Lo llevó fuera de la zona de fiesta e invitados para ir a la parte privada de la casa. Llegaron a una intersección y Christopher supo que la zona de Carmela estaba hacia la derecha, pero Andrea lo llevó hacia la izquierda, hacia la suya.

Entraron a su habitación y ella, algo nerviosa, se acercó al dron del chico para poner el comando. Así, el aparato se alejó, revisó a Christopher y mostró una luz verde.

—Está limpio. —Y se fue.

—¿Limpio?

—Es que cuando pongo el comando de que vas a estar conmigo en mi cama, debe hacer que te limpien y demás cosas, pero ya lo has hecho para estar en la fiesta, así que estás listo.

—¿Para qué?

—Para ser mío... —Con el rubor en sus mejillas, tocó el centro de su blusa y esta se desabrochó.

Christopher abrió un poco más los ojos.


El dron rojo carmesí iba por los pasillos iluminándose con luces entre rojas y rosadas. Entró de golpe en el estudio de Paul y se puso al lado de los dos.

—¡Ay por todos los árboles! —reclamó Carmela, dando un respingo al verlo ahí.

—La joven Andrea ha invitado a su Adán a su habitación —avisó la máquina.

—Ugh, esa niña desobediente —renegó corta de aliento.

Paul respiraba hondo, se apartó de la mujer y se arregló la ropa.

—¿Qué tiene de malo?

—Que no quiero que ensucie mi casa haciéndolo con ese chico aquí.

Paul asintió con desdén, viendo a la mujer vestirse con prisa.

—Vaya, creí que era porque de algún modo sentías culpa porque él ya era de otra Eva...

—¿Qué hablas?

—Después de todo, tú también ensucias, y peor, esta casa.

—¡¿Ves cómo andas de contestón?! —Negó y levantó una mano, alejándose—. No tengo tiempo para tus cosas, hombre —renegó y salió del lugar.

De todas formas, Paul la siguió, ya que quería estar con su hija en caso de que Carmela le llamara la atención y la avergonzara.

Fueron siguiendo al dron y Carmela ni siquiera tocó, de frente hizo que la puerta se deslizara al costado.

Encontraron a Andrea frente a Christopher, y la chica dio un brinco, soltando un corto grito.

—¡Mamá!

—Te dije que nada de esas cosas en mi casa —reclamó cruzando los brazos.

—¡No estoy haciendo nada! Iba a hacerlo, es mi derecho de Eva, pero me acaba de decir que tú llegaste a ver cómo besó a esa chica, ¿y no me has dicho nada? ¡¿Por qué nadie me dice nada aquí?!

—Un beso no es problema.

—Sí para el Edén —intervino Christopher—. Debo regresar, debo volver con Aria, es mi Eva.

—Silencio. Tú solo hablas cuando se te da permiso. ¿Entendiste?

El chico quedó mudo, pero frunció más el ceño.

—Eres de mi hija ahora —le dijo Paul—, debes aceptarlo.

Pero Christopher no iba a dejar de insistir.

—A ti más que a nadie le conviene que yo regrese con Aria.

Carmela lo miró y el hombre negó.

—No sé de qué hablas.

—Así puedo volver al Edén y hablar con la líder, es eso lo que querías, ¿no? Soy el único que puede.

—¿De qué habla? —exigió saber la mujer.

—¿Por qué no le dices? —retó Chris.

—Basta. No hay nada que decir.

—¿Por qué? Dile. Dile que te preocupa tu hijo. No tiene nada de malo.

Andrea se sorprendió y se preocupó.

—¿Mamá? —volteó a ver a la mujer—. ¿Qué está diciendo?

Carmela, que se había quedado fría, solo la miró de reojo y fingió una sonrisa.

—Nada, querida. —Se dirigió a su esposo—. No sé qué has ido a ventilarle a la gente —reprochó.

—Mamá —insistió Andrea, ya empezando a molestarse—. Por una vez en tu vida no me digas que no pasa nada. No me dijiste que estabas buscando quitarle su Adán a otra chica para dármelo, así que ahora no quieras pasar por alto el hecho de que acaban de decir que tengo un hermano. ¡Un hermano!

—Andrea...

—¡Un hermano! ¡Mi hermano! ¡Sangre de mi sangre, no un clon, mi sangre! ¡Tu sangre!

—¡Suficiente! ¡No vas a venir a alzarme la voz! —amenazó con el dedo índice.

La chica se mantenía mirándola con la misma incredulidad, tristeza y cólera al mismo tiempo.

—Pero, mamá...

—¡No te metas en asuntos de tus padres! De nada sirve que sepas sobre eso porque todos los hombres son del Edén. ¡Cuando aceptas ser una Eva firmas un contrato en donde especifica eso! Punto.

La chica apretó los puños. Era verdad, no lo había leído bien por la prisa y la ilusión, pero recordaba haberlo repasado.

—Christopher, ve a tu habitación.

El chico, obligado a obedecer, ya que no podía quedarse ahí, resopló y salió, sin dejar de juzgar a la mujer con sus ojos.

—Quiero saber por qué vi en tu dron que al parecer Aria fue invitada a una de tus reuniones privadas y yo no... —la escuchó empezar a cuestionar.

Él quería saber, pero el dron que lo escoltaba lo instó a apresurarse, así que no tuvo opción.

Entró a su habitación y se acercó a su dron. EDy.

—¿Cómo te fue en tu primera vez de intimidad?

—Horrible —murmuró él sin saber todavía a qué clase de intimidad se refería la máquina.

Se había salvado a sí mismo de un momento "incómodo" cuando la chica parecía querer empezar a desnudarse frente a él por alguna razón. Había abierto la boca y soltando lo que había hecho: que había visto a Aria en ropa interior también y los besos.


Luego de un par de horas de estar recostado en su habitación, pensando en muchas cosas, probó asomarse por la puerta, comprobando que parecía ya no haber fiesta, así que volvió a entrar.

—EDy —vio al dron—, quiero que vigiles...

Pero la máquina se mantenía inerte en su base. El chico suspiró y volvió a asomarse por la puerta.

Salió y anduvo en silencio. Las paredes se iluminaban tenuemente antes y tras su pasar, y luego volvían a apagarse detrás de él. Volteó, y ver el pasillo oscuro no le ayudó a relajarse. Respiró hondo y regresó su vista al frente.

Se asomó por una puerta que se deslizó y, al no ver a nadie, entró.

Las paredes se iluminaron y vio la gran cantidad de ropa y vestidos, los zapatos, y más allá, los trajes del Edén.


Carmela, que estaba en la cocina privada del segundo nivel, vio la notificación de movimiento en su brazalete, la perla que era la de su armario, así que arqueó una ceja, terminó de un trago el vino y fue.

Entró y encontró a Christopher tocando el material de uno de los trajes. Él volteó con sorpresa.

La mujer lo miró de arriba abajo, estaba con un pijama.

—¿Qué haces aquí?

—S-solo... Quería hablarle.

—¿Hablar? —¿Qué chico entraba a la habitación de una mujer solo para hablar? Esa excusa le causó gracia—. ¿Estás seguro?

—Usted mencionó saber sobre mi amigo...

Arqueó una ceja y recordó. Sin embargo, seguía sin creer esa excusa. El chico estaba en su habitación, así que sin duda estaba pidiendo algo más.

—Has hecho mucho daño en solo dos días —le increpó—. Los hombres siempre fueron problemáticos.

Él retrocedió y quedó contra un mueble grande tipo mesa, con cajones en donde estaban las joyas.

—Por favor, solo quiero saber...

—Ya que al parecer no te han enseñado bien en el Edén, a obedecer a una mujer, me veo obligada. —Paseó sus dedos por los labios del joven—. Hablas demasiado y crees que puedes venir a hacer lo que quieras. Voy a enseñarte a comportarte.

Ya que él no quería estar con su hija, nada le impedía doblegarlo a su manera. Después de todo, él mismo se le estaba entregando al haber ido ahí.


***

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