Capítulo 14: Sé mi Eva

Aria intentaba darle la vuelta a una tortilla cuya masa había preparado ella misma, siguiendo las instrucciones de la mujer virtual, que contaba, además, algo de historia sobre el plato.

Karen estaba a su lado, ya que se había animado a intentarlo también.

—¡Parecía muy sencillo en la demostración! —reía la chica.

Logró poner la tortilla en la espátula y, tras un movimiento torpe, le dio la vuelta, pero parte de esta quedó fuera de la sartén y el fuego la prendió. Las chicas gritaron y un dron lanzó una espuma especial para apagarlo enseguida, llegando a ellas también.

Ellas se alejaron intentando retirarse la espuma y otros dos drones vinieron y las rociaron con agua para limpiarlas, haciéndolas gritar y reír más.

—¡Karen! —Mauro la tomó de la mano e intentó apartar al dron.

Christopher también apartó al otro aparato, pero este volvió así que cubrió a Aria, recibiendo el chorro de agua en la espalda, dando un respingo. Aria gritó de nuevo y continuó riendo.

Karen se alejó corriendo y vino otro dron para echarle aire tibio, haciéndola gritar también mientras Mauro iba detrás.

La chica le tomó la mano y giraron para luego colgarse de su cuello y besarlo. Aria sonrió al ver eso, pero Christopher volvió a cubrirla por otro chorro de agua y rió entre dientes finalmente.

Aria, sintiéndose entre sus brazos, terminó rodeando su torso como cuando lo abrazó la noche anterior. Lo sentía firme y suave al mismo tiempo, muy diferente a cuando abrazaba a su amiga o a sus madres. Además, su aroma le gustaba mucho.

Christopher miró hacia abajo y se encontró con los ojos violetas de su Eva, quien le brindaba su calidez en contraste con la humedad por el agua y, además, la sensación de sus formas contra su pecho.

—Pero mírense —dijo Carmela acercándose—, estos drones a veces se sobrepasan.

Mauro se tensó enseguida, como solía hacerlo cada vez que veía a la mujer cerca. Él seguía preguntándose por qué reaccionaba así, pero no lo podía evitar.

—Vamos, cariño, para que te sequen bien —Carmela lo tomó del brazo, pero él se apartó casi de forma automática—. ¿Sucede algo?

Karen, que lo notó, se sintió avergonzada.

—Mauro —reprochó en voz baja y volvió a mirar a la mujer—. No pasa nada, está bien, gracias. Mauro, ve con ella...

—N-no —respondió.

Christopher se dio cuenta de que no era la primera vez qué él reaccionaba de manera extraña estando aquella mujer cerca. Incluso Aria lo notó, y después de lo que el mismo Mauro le había mostrado la noche anterior, supuso que tenía algo que ver.

—Mauro —Karen insistió—. Carmela está siendo amable al ofrecer su ayuda. Compórtate.

—Nos secaremos en otro sitio —intervino Aria—. Gracias —agregó en un tono que indicaba que no hacía falta que insistiera.

Carmela se cruzó de brazos, fingiendo una sonrisa. Sus amigas, en su mesa, quedaron en total silencio.

—No te estoy ofreciendo mi ayuda a ti, sino a Karen, que es una hija del Heaven.

—Pero Mauro ya dijo que no, ¿acaso su palabra no vale?

Se escucharon murmullos y la mujer dio una corta risa entre dientes.

—Es por esto que estás en prueba, querida. Un Adán debe obedecer. ¿O no? —Miró a Mauro, quien bajó la vista, sintiendo algo de impotencia—. Tu Eva dice que vengas conmigo.

—Bueno, ha de haber una razón por la que él se incomoda —soltó Aria, renuente a retirarse.

Karen entonces arqueó una ceja y miró a su chico, a pesar de que algunas murmuraban acerca de lo "vulgar" que era la chica del exterior. Christopher posó las manos en los hombros de su Eva, preocupado porque sucediera algo y la expulsaran de ahí.

Carmela la miraba de forma retadora. No creía que hubiera hecho algo malo, eso nunca, pero se preguntaba por qué la chica parecía juzgarla y saber "algo más". ¿Acaso alguien le había dicho? ¿Aquel chico había abierto la boca?

Tenía que hablarle a solas, aunque no la estaban dejando por el momento.

—Iremos los dos a secarnos —intervino Karen.

Carmela sonrió complacida, aunque era otro gesto falso más, y los guió, no sin antes darle una mirada más a Aria. ¿Quién se creía para retarla?

Un nuevo griterío se escuchó y voltearon. Se dieron cuenta de que muchos otros drones del evento habían "enloquecido" y estaban disparando agua a todo el que se cruzara por su camino.

—Pero ¿qué sucede? —se alteró Carmela.

Unas guardianas del Edén se acercaron de prisa con sus drones para desactivar a los malogrados, pero DiDi se acercó veloz a chocar con estos, darles un chispazo, y enloquecerlos también.

Los drones del Edén se sacudieron y se giraron hacia sus dueñas, chispeando la electricidad con la que estaban equipados.

Aria se tornó angustiada.

—DiDi...

Las guardianas sacaron armas eléctricas, que muy pocas mujeres sabían que llevaban encima, ya que se suponía que la seguridad estaba garantizada, y los asistentes empezaron a correr queriendo huir de los drones locos.

La pareja cantante dejó de hacerlo al ver que ya nadie les prestaba atención. Vieron a los aparatos lanzando agua y otros lanzando electricidad y prefirieron bajarse del escenario.

DiDi seguía tocando a los drones que le faltaba y pasándoles su "virus". Christopher rodeó a Aria y la instó a ir a refugiarse a algún lado. Un dron les arrojó agua, pero eso ya era el menor de los problemas.

Carmela, al ver la escena, se tapó la boca, pero no por sorpresa, sino para disimular su sonrisa. El virus que mandó a instalar en el pequeño dron había funcionado.

Pronto las guardianas desactivaron a todos los drones con sus armas eléctricas, incluido DiDi, que fue el primer objetivo.


***

—¿Este es tu dron? —le preguntaban a Aria, a quien la habían sentado en un ambiente reservado del parque, en donde pasaban tiempo las guardianas—. Responde.

—S-sí. Pero juro que no sé qué le ha pasado.

—La máquina le ha encontrado un comando maligno.

El dron rosado caramelo estaba siendo analizado en una base de carga para drones. Brillaba en colores mientras le arreglaban el sistema.

—Deberíamos sancionarte con prohibirte venir a otros eventos.

Aria sintió un peso en el estómago.

—¡Pero no sé qué le pasó...!

—Silencio. Vamos a analizar la procedencia del comando.

—No parece haber procedencia —murmuró otra guardiana frente a la pantalla de la base—. Es como si... Como si hubiera venido directo de alguna guardiana.

—¿Qué cosas dices?

El visor del casco de la mujer se retractó y Aria pudo ver sus ojos.

—¿Has sido guardiana? ¿O quizá alguien de tu familia?

—No, ya revisé —le aclaró la otra antes de que Aria pudiera contestar.

La mujer suspiró y su visor volvió a bajar.

—Bueno, por ahora se puede retirar.

—Entonces... ¿No hay castigo?

—No, por ahora. —La joven se puso de pie y fue a activar al pequeño dron.

El aparato se iluminó y le aparecieron sus ojitos virtuales. Vio a Aria y se elevó para ir flotando hasta ella.

—Retírese.

La chica asintió y salió. Solo se le podía ocurrir una cosa acorde a lo que habían dicho las mujeres. Quizá Carmela, que era ex guardiana, había hecho algo, pero no quería pecar de mal pensada o paranoica.

—Aria... —Christopher se le acercó.

Lo habían tenido vigilado otras guardianas. Carmela murmuraba cosas con sus amistades y la chica la miró con sospecha. La mujer arqueó las cejas y, con una sonrisa burlona, se alejó con su grupo.

Aria gruñó bajo cruzada de brazos, cosa que le causó gracia y hasta ternura a Christopher.

—¿Qué fue lo que pasó?

—Mi DiDi tenía un fallo. No quiero decir mis sospechas, pero... —Sacudió la cabeza—. Mejor vámonos. Quisiera practicar mi escultura, no he podido hacerlo hasta ahora.

Él asintió.

—Gracias —le dijo, y ella lo miró confundida—, por abogar por mi amigo —explicó.

Ella suspiró y tomó su mano para llevarlo. Las parejas estaban retirándose también para ir a secarse. Los drones que las guardianas iban reactivando empezaban a levantar algunas pocas cosas que se habían caído o volado en el caos.

Quedaron detrás de un puesto que no era muy visitado, sobre cómo se hacían las antiguas construcciones, y ella resopló cerrando los ojos un momento.

—Creo que pasan cosas no muy normales —susurró.

—¿Es sobre anoche? —Christopher se tornó serio por un momento—. ¿Ese hombre te dijo algo o hizo algo...?

Aria negó y plantó sus ojos violetas en los de él, mostrando preocupación. Se alejó apenas y se abrazó a sí misma, ya que corrió algo de aire, logrando que Christopher se diera cuenta de que no parecía tener ninguna clase de sujetador protegiendo sus senos y, por supuesto, la blusa estaba mojada.

Ella se dio cuenta de que él miraba más abajo de sus ojos, manteniendo los labios entreabiertos. Bajó la vista y volvió a alzarla.

—¿Qué?

Él reaccionó y se ruborizó apenas.

—Perdón. ¿Qué ibas a decirme?

Y entonces Aria abrió mucho los ojos, volvió a mirar hacia su pecho y se abrazó a sí misma, esta vez cubriendo sus senos.

—¡Chris!

—¡¿Qué?!

Ella suspiró y puso las manos en su cintura.

—Bueno, entiendo que nunca has visto esto, pero no son muy diferentes de los que tú tienes. —Él se cubrió los pectorales de manera inconsciente, apretando los labios, y ella rió entre dientes—. Está bien. Si te acostumbras, no lo verás como una rareza. Para nosotras es normal andar así.

—N-no lo veo como una rareza —murmuró él, todavía manteniendo el molesto rubor en las mejillas—. Me fascina... —susurró y retiró la vista.

Aria sintió que sus mejillas empezaban a calentarse también. ¿Por qué le pasaba eso? De pronto, luego de no haberle dado importancia al aspecto de su cuerpo, a que su amiga lo viera a veces cuando se cambiaban de ropa o bañaban, pensar en que ese mismo cuerpo, el que no era visto de manera especial por nadie, le fascinaba a él, movió algo en su interior.

Ella también se había preguntado cómo sería él desnudo y recién venía a darse cuenta de cómo, inconscientemente, a ella también le fascinaba él. También quería descubrirlo más de lo que ya lo había hecho, explorarlo.

Se le vino a la mente lo que había visto la noche anterior, y se preguntó si pronto tendrían esa intimidad.

Sonrió sintiendo calidez y un hormigueo en el estómago.

—Tú también me fascinas —confesó.

Christopher sonrió ampliamente, pero luego recordó algo más.

—Bueno, no solo me fascinas físicamente, también tengo curiosidad por conocerte —aclaró.

Ella rio entre dientes y asintió.

—Entiendo. Yo igual.

Sin darse cuenta, había puesto sus manos y antebrazos contra su pecho. Sus palmas sentían esos músculos debajo de la camisa mojada y pegada a su piel. Se le había esfumado la sonrisa y solo observaba lo que tocaba.

Subió muy despacio hasta llegar a palpar sus clavículas. Luego se dirigió a cada lado hasta donde empezaban los músculos de los hombros, anchos en comparación con los de ella, fuertes.

Una gota de agua le cayó por el antebrazo y alzó la vista, pasando por su cuello y aquella leve protuberancia en este, hasta encontrar sus ojos que miraban hacia abajo, a ella. Su cabello negro como el carbón tenía agua y otra gota más le cayó por la mejilla.

Estaba atrapada en esos ojos azules que a veces parecían variar de tonalidades entre azul claro y gris. Las manos del chico en sus caderas, manteniéndola junto a su cuerpo. Su tacto se sentía tibio sobre la ropa mojada.

Él podía sentir bastante bien las suaves formas de la chica contra su pecho, que también se calentaba con su temperatura corporal a pesar del agua en las prendas que se interponían.

Pasaron un par de drones llevando cosas y ella reaccionó, apartándose de golpe. Volvió a correr aire y se frotó los brazos.

—¿Vamos? Tienes que abrigarte —dijo él con preocupación.


***

Carmela había llevado a Karen y a Mauro a un lugar temporal del evento, con habitaciones en donde podían descansar, limpiarse y más. El cuarto de la ducha terminó de secar a la chica y salió de prisa a entrar en donde Mauro, quien estaba terminando de secar su cabello.

Él se sorprendió al verla, pero ella fue más rápida y se colgó de su cuello.

—¿Vas a decirme por qué te portas raro?

—Eh... —Tener el cuerpo desnudo de la chica contra el suyo le provocó toda una contradicción—. N-no es nada.

No sabía cómo reaccionaría ella. Tenía miedo de que se molestara y lo dejara.

—Si no me dices —paseó su mano por el pecho del joven—, no te invitaré a mi habitación nuevamente.

Otra nueva contradicción.

—Esa vez... —resopló y bajó la vista—, ella... Solo me dijo cómo hacer ciertas cosas.

—¿Qué cosas?

Dudó unos segundos.

—Como... tocarte —confesó, pero no quería decir que además lo hicieron.

Le daba vergüenza, esa era la verdad, y le daba más vergüenza no haber hablado antes. Mientras más pasaba el tiempo, más difícil le era pensar en decir algo. Sentía que tal vez con el tiempo quedaría muy, muy en el pasado.

Karen frunció el ceño y se separó un poco.

—¿Por qué te dijo cómo tocarme? Eso te lo tengo que indicar yo.

Mauro tensó los labios sabiendo que había hecho lo correcto en ocultar información.

—Lo siento...

Ella se cruzó de brazos.

—Bueno, tampoco es que sea nada grave, seguramente quería ayudarme. —Hizo una mueca y sonrió levemente—. De todas formas, no te portes como un raro o va a creer que no me tienes satisfecha —agregó tomando su mano y guiándolo a la cama.

Él sonrió, aunque no podía prometer nada. Karen se empinó rodeando su cuello de nuevo y lo besó, devorando sus labios.

Si bien a ella al principio le daba un poco de miedo e inseguridad, luego de descubrir el placer, la sensación tan invasiva de tenerlo adentro, le había empezado a gustar sin duda, y aunque lo amenazaba con no volverlo a hacer, ni ella misma se lo creía.

Cayó a la cama con su Adán encima y sonrió llevando la cabeza hacia atrás, curvándose y entregándose a él mientras le devoraba y apretaba sus suaves formas.


***

Christopher cubrió a Aria con una manta que proporcionaba el floter, y ella suspiró y sonrió recostándose contra su pecho. Él parpadeó un par de veces, pero decidió dejar sus brazos alrededor de ella.

—Nos inscribí al concurso —murmuró la chica—. No importa si estamos en etapa de prueba, yo creo que ya eres mío y es mejor si empezamos a practicar desde ahora.

Él rió en silencio.

—Está bien, puedes enseñarme. Podemos dejarlos con la boca abierta con un camarón gigante.

Ella se puso de pie cruzando los brazos.

—¡No te burles! —reclamó mientras él reía—. Tenemos que esculpir algo en verdad excepcional si queremos destacarnos. Chico pez.

—Lo haremos —aseguró—. ¿Qué te gustaría hacer?

Le tomó la mano y ella sonrió pensando en algunas ideas y, de paso, se sentó en sus piernas, siendo acogida por sus brazos.

—Dices que querías saber sobre unas criaturas voladoras. Podemos hacer una. ¿Recuerdas cómo era? Aparte de los colores que has mencionado... —preguntó con ilusión.

—En realidad no. Solo recuerdo como un aleteo, como el mover de dos alas que cambiaban de color bajo el sol o algo, no es muy claro.

EDy flotó cerca y lo apartó tras chasquear los dientes.

—Sí. Sin duda me parece que es un ave. Existieron una variedad inmensa de esos animales. Ahora creo que no existen muchos, pero no estoy segura. Te mostraré imágenes.

EDy volvió y se chocó con la palma de la mano del chico. Aria rió.

—¿Por qué lo apartas? ¿Qué quiere?

—Meh, probablemente evitar que te dé un beso.

Ella se ruborizó apenas.

—¿Quieres darme un beso?

Pero él evadió la pregunta, bajando la vista.

—Si ganamos... Escuché que se puede pedir lo que uno quiera, aunque luego me aclararon que es lo que la Eva quiera...

—Descuida, si ganamos te voy a dejar dar opciones. ¿Hay algo que quieras?

Dudó un par de segundos, pero decidió contarle, total, debían confiar el uno en el otro.

—Varias cosas, creo... —Bajó la vista un segundo—. Saber si tengo o tuve padres, o si soy creado.

—Entiendo. Yo también querría saber.

—Hay... algo que debo decirte... —El dron retrocedió y él bajó el brazo, volviendo a rodear a Aria—. Tengo otro amigo más en el Edén. Tomas. Quiero poder ganar ese concurso así también pedir que lo dejen salir.

Ella estaba sorprendida.

—¿Que lo dejen salir? ¿Acaso no ha salido compatible con ninguna chica todavía?

—Me dijeron que nunca iba a poder serlo. No sé por qué.

Aria pensó unos segundos. No sabía que también los escogían, ella creía que todos eran emparejados.

—Hay muchas razones por las que una chica no puede ser una Eva, pero solo conozco algunas. Quizá aplica lo mismo en ustedes.

—¿Cuáles razones?

—Eh... Bueno, por ejemplo, si no ha cuidado su aspecto. Si ha tenido novia, o sea, si le gustan las chicas.

Christopher tensó los labios intentando relacionar esas cosas.

—No tiene sentido. Siempre nos hicieron cuidar nuestro aspecto y, hasta donde yo sé, él era de los más entusiasmados por tener a una chica y cumplir con ella.

Aria suspiró.

—Tranquilo. Entiendo que te pone triste saber que ha de estar ahí sin posibilidad de salir. Vamos a intentarlo, esculpiremos a una criatura hermosa y tú puedes pintarla para darle el toque final. Hay que hacer lo mejor que podamos, ¿sí?

Él sonrió con alivio.

—Aria... ¿Serías mi Eva?

Ella rió entre dientes.

—¿Qué dices? Ya lo soy.

—Bueno, pero no quiero que sea porque una máquina lo dice, sino porque yo te escojo. —Después de todo, al cambiar sus respuestas, él prácticamente ya la había escogido.

El rubor llenó las mejillas de la chica, más el hormigueo en su estómago. Asintió sin contener la sonrisa y él sonrió también. El dron se acercó, pero él lo detuvo al tiempo en el que tomaba el mentón de la chica con su otra mano y sellaba su acuerdo con un beso.

Ella se estremeció toda ante la dulce sensación y se aclaró la garganta, apartándose.

—Ehm, me preocupa que el dron vea —susurró.

—Bah, no ha visto nada —retiró la mano del frente del aparato, que contenía la cámara, y lo palmeó—. ¿Verdad, EDiberto?

Aria rió por el nombre raro.

—Oye —murmuró acariciando su cabello por detrás, ya que sus antebrazos estaban sobre los hombros del chico—. ¿Y tú no estabas muy entusiasmado por una Eva?

Él soltó una corta risa.

—Bueno, sí, o no. No sé. Ahora sí, pero solo porque eres tú.

Aria se mordió el labio inferior. Chris quería sentir esos labios rojos otra vez, pero ella habló.

—¿Sabes? Al ser mi Adán... —Sus manos se pasearon por sus hombros, sintiéndolos, cálidos y fuertes—. Puedo invitarte a mi cama.

El chico sonrió, marcando los coquetos hoyuelos en sus mejillas.

—Sí.

Ella paseó sus dedos por detrás del cuello de él, acariciando de forma leve.

—¿Quisieras...?

—Sí. ¿Por qué no?

Aria soltó una corta risa en silencio, sus mejillas bastante rojas.

—Bueno. ¿Sabes en qué consiste al menos? Porque veo que... —El floter se detuvo y se dio cuenta de que ya habían llegado a esa casa temporal—. Eh, te explico adentro.

Las puertas se abrieron rotando hacia arriba y bajaron, sin embargo, se dieron con la sorpresa de que un dron del Edén esperaba al lado de otro floter.

—¿Se les ofrece algo?

Dos mujeres guardianas del Edén salieron de la casa acompañadas de cuatro drones más. Christopher sintió cómo se le enfriaba la sangre.

—El sujeto siete ocho ocho, Christopher ha sido acusado de haber mentido en sus pruebas.

Aria abrió mucho los ojos y lo miró.

—¿Qué está diciendo?

—De acuerdo con pruebas anteriores, su compatibilidad con la Eva Aria Montés, baja a un sesenta por ciento, siendo esto insuficiente.

Aria empezó a respirar de forma agitada. Su dron DiDi se le acercó para ver en qué podía ayudar al recibir las lecturas de su brazalete.

—No —intervino Chris—. No, Aria...

—¿Tanto mentiste? —ella retrocedió un par de pasos—. Somos tan poco compatibles...

—¿Y eso qué importa? —reclamó—. ¡Yo te he elegido, qué importa lo demás...!

—El sujeto debe venir con nosotras —dijo la guardiana.

—No, no —Chris tomó las manos de Aria—. No dejes que me lleven. Aria... —Ella se aferró a sus manos, asustada, sintiendo que su ilusión se rompía de forma abrupta—. No me dejes, no me dejes volver ahí...

—No, no lo haré... —negó con lágrimas asomándose en sus ojos.

—Tú eres mi Eva, no importa lo que las máquinas digan, no importa en dónde esté, tú eres mi Eva...

—Chris, mantente alejado de Carmela. —Él negaba con angustia—. Escúchame. Mantente alejado...

Pero él tomó su rostro y la besó nuevamente.

—¡No se toquen! ¡Drones! —insistieron las guardianas, tratando de evitarlo.

Los drones se le acercaron y empezaron a chispear electricidad.

—¡¿Qué hacen?! —reclamó la chica, pero, para su horror, un par de brazaletes apresaron las muñecas del chico y lo apartaron de golpe.

—¡No, Aria!

—¡Christopher! —Los otros dos drones se le pusieron en frente—. ¡No pueden hacer esto! —reclamó mirando a las guardianas—. ¡Él ya es mío!

—El proyecto Eva no puede dejar que un error así vuelva a pasar.

—¡Así no se solucionan los errores!

—Él ya es compatible con otra joven. —Y eso le cayó como agua fría a ella, haciendo que se detuviera.

El chico forcejaba, pero tropezó y los drones aprovecharon para arrastrarlo hacia el floter mientras él pataleaba.

—Chris... —El nudo en su garganta no le dejó reclamar más fuerte. Había hecho mal en pensar que ya lo tenía asegurado.

Uno de los drones le dio una tarjeta.

—Podrás dar otra prueba para que se te asigne otro Adán. Lamentamos la confusión.

Pero la chica estaba impotente y furiosa.

—Yo ya soy compatible con él, sea como sea, ¡tengo el correo! —Buscó en su pantalla virtual, sin embargo, el correo ya no estaba.

Solo había uno que, al leerlo, hizo que sus lágrimas cayeran por sus mejillas.

"Querida Aria, gracias por tu interés en el programa, pero lamentamos informarle que no ha sido compatible con ningún Adán por el momento, sin embargo, le animamos a seguir intentando. Tiene dos oportunidades más para dar otras pruebas..."

Cayó de rodillas, sin poder leer bien a causa de las lágrimas acumuladas en sus ojos. No era justo. ¿Entonces por qué el destino la hizo toparse con esa tarjeta en primer lugar? Si no iba a quedarse con él de todas formas.

No era justo.


***

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