Setenta y siete
La vista de Dae-myung era similar a la de un espectador en un partido de tenis. Desde el asiento trasero del Peugeot de Franco, su mirada bailaba entre Evangelina y Franco, quienes no paraban de comentar la última tendencia de Twitter.
Bruno Antoine.
Fue Alan quien encontró su nombre como tendencia 9 en la red social de los 280 caracteres mientras leía las reacciones post partido, y no dudó en entrar a ver el alboroto. Y aunque para todos era la sorpresa del día, no lo era para su hermano y su mejor amiga, quien comenzaron a preocuparse por Bruno, conociendo lo sensible que era a la opinión pública.
Y era lo que venían discutiendo en el auto: quién sería el primero en preguntarle cómo llevaba el asunto, siendo Evangelina su mejor amiga, y Franco su gemelo. Ella argumentaba que para algunos asuntos se abría más fácilmente con ella, y él hacía honor a su lazo sanguíneo y conexión especial de gemelos.
—¿Y por qué no lo llaman juntos? —sugirió Dae-myung desde el asiento trasero.
Enmudecieron y se miraron por un corto segundo, luego, le clavaron la mirada a Dae-myung, Franco desde el espejo retrovisor, y Evangelina girando la cabeza.
—Tiene razón —expresó Franco.
—Sí, pero lo llamanos desde mi teléfono —sentenció Evangelina—, ya veo que a vos no te atiende porque piensa que lo vas a cagar a pedos por la manera en la que lo hizo.
—¡Ay, Eva! ¡Pero cómo lo voy a cagar a pedos por algo que le vengo diciendo que haga desde hace años!
Y volvieron a discutir, Dae-myung cerró los ojos para encontrar la paciencia que estaba perdiendo. En vano.
—¡¿Quieren parar de discutir?! —gritó, y consiguió la atención de ambos—. Da igual, veo que los dos son importantes para él, desde qué teléfono lo llaman es lo de menos. Va a necesitar de su apoyo, y ustedes están discutiendo por estupideces.
—Te das cuenta por qué me lo traje de Uruguay, ¿no? —le dijo a Evangelina—. Es inteligente este pibe.
—Entonces dejá de volverlo loco, porque se va a pudrir de nosotros y se va a volver a Montevideo.
—Es el precio que tengo que pagar por quedarme, y lo hago con gusto —deslizó en un murmuro que Evangelina alcanzó a escuchar, y volvió a girar la cabeza—. Es cierto —aclaró—, me siento más cómodo viéndolos discutir en plena confianza frente a mí, que soy un desconocido para ustedes, que con la falsa camaradería que se respira en las oficinas de Uruguay.
Franco aprovechó el semáforo en rojo para girar su cuerpo y regalarle una mirada atónita.
—Sabés que yo también sentí lo mismo durante mi estadía, pero pensé que esa rigidez era porque soy yo, o sea... Se entiende, ¿no? —Dae-myung asintió—. Después hablamos de eso, me preocupa porque no es el espíritu de la compañía. Nelson ya se viene mandando algunas que no me gustan un carajo, y ya tengo un candidato a gerente local, así que tiene los días contados.
Afortunadamente, Dae-myung no preguntó quién era esa persona, y Franco no se vio obligado a revelar que se trataba de Evangelina. Mucho menos se atrevió a sugerir que, en caso de que ella rechazara la propuesta, él podría ser un buen candidato para ocupar ese puesto.
Pero no era momento de preocuparse por nimiedades, le urgía saber el estado de Bruno luego de su declaración pública.
Dejó a Dae-myung en su nuevo departamento en Montserrat, y decidió hacer una tregua luego de la pequeña discusión por ver quién estaba más capacitado para llamar a Bruno.
—¿En tu casa o en la mía? Me da cosa que lo llamemos desde el auto, y no podemos ir a ningún lugar público porque es un tema delicado para hablar. ¿O querés volver a La Escondida y le usamos la oficina a Alan?
—En la mía, te queda de camino.
Franco se lo pensó un momento, no fue buena idea haber propuesto el departamento de Evangelina, luego de la acalorada discusión que tuvieron con Daniel por haber compartido techo en Montevideo.
—Y... ¿No vas a tener ningún problema? Digo, si alguno de tus vecinos me ve entrando a tu departamento a esta hora, con Daniel en la otra punta del mundo...
—Primero, mis vecinos no son metiches. Y segundo, no estamos haciendo nada malo, ni estamos en el siglo pasado como para prohibirle la entrada a mi bestie solo porque mi esposo no está en casa.
—Sí, Evi, pero nos puede agarrar un paparazzi...
—Me chupa un huevo —lo cortó—. Llegado el caso, yo me arreglo. Una vez en mi vida que tengo un mejor amigo de verdad quiero disfrutarlo sin tapujos, ¿por qué me tengo que andar escondiendo como si fuera una criminal?
—Porque resulta que el amigo que encontraste es un Antoine, por no decir los dos. Y ni hablemos de que tu tercer amigo es la pareja de un Antoine. Así que estás bastante jodida.
—Challenge accepted —dijo en un torpe inglés, mientras se cruzaba de brazos imitando el meme—. Como dijo Demián, es el precio que tengo que pagar por ser tu amiga, y lo hago con gusto.
Aun poco convencido, manejó hasta el edificio en donde vivía Evangelina, y trató de mantener toda la distancia que le fue posible en el camino hasta su departamento. Habían pasado algunos minutos de las nueve de la noche, y cualquiera que los viera entrar juntos podía pensar lo peor. Apenas llegaron al departamento, Evangelina se disculpó para ir al baño y acomodarse, no tardó mucho en unirse a él en el living.
Efectuaron la llamada desde el teléfono de ella, en vano. Recordaron las seis horas de diferencia, eran alrededor de las tres de la mañana en Qatar, por lo que decidieron pedir comida y cenar. Quizás llegando a la medianoche argentina, cuando en el país asiático comenzaba a amanecer, Bruno los atendería y podrían conversar de lo ocurrido.
—Nada, che... —expresó Franco, cuando la llamada no era atendida—. Y me parece raro porque mi hermano es de levantarse temprano cuando está de vacaciones.
—Quizás se acostaron tarde... ¿Y si probamos con Isma?
Franco asintió, le devolvió el teléfono a Evangelina y efectuó la llamada, segundos después, Ismael atendió desde la habitación del hotel.
—¿Cómo está mi mejor amiguita?
—Holi —dijo en un tono infantil, alargando exageradamente la letra «I»—. ¿Cómo los trata Qatar?
—Excelente, la verdad ni parece Qatar, somos locales acá, es una locura lo que estoy viviendo, todavía no sé cómo agradecerle a Bruno haberme regalado la posibilidad de vivir un mundial. Me imagino que llaman por él, ¿no?
—Sí —confirmó Franco, acomodándose en su lugar para poder quedar mejor en el cuadro—, si bien estoy feliz por él, porque hace rato que le vengo diciendo que lo blanquee para que dejara de ocultarse, no sé si fue la mejor manera de hacerlo. ¿Dónde está ahora? Porque no nos atiende el teléfono y nos preocupamos.
—Apagó el celular porque no paraban de contactarlo de todos lados, todavía está durmiendo porque nos acostamos a cualquier hora.
—Y por lo que veo, vos no dormiste —lo retó Evangelina con un dedo en alto.
—No pude pegar un ojo en toda la noche. Me quedé leyendo toda la mierda que dejaron en Instagram y Twitter. Hasta mis ex compañeros de la policía aparecieron en mi DM —sonrió con sorna—, los mismos que se cansaron de discriminarme ahora me felicitan por mi cambio de vida. El resto, directamente me trató de trepador en los comentarios del post. Pero me chupa un huevo, lo único que me importa es Bruno, yo ya estoy acostumbrado a esto.
—No te preocupes, no estás solo en esto, nosotros también lo vamos a ayudar desde acá —dijo Evangelina—. Ustedes disfruten este momento, que todavía les queda Miami, falta como un mes para que vuelvan, y para ese momento la situación ya se habrá enfriado.
—Igual... no me voy a quedar tranquilo hasta hablar con él —agregó Franco.
—Dame un segundo que lo despierto.
Se vio en pantalla cómo Ismael dejaba el teléfono sobre una superficie apuntando al techo, acto seguido, se escuchó un «Amor... Franco quiere hablar con vos... Amor... Tu hermano al teléfono desde Argentina».
Evangelina no pudo con la ternura que le dio la escena, y suspiró mientras apoyaba la cabeza en el hombro de Franco. Él solo pudo hacer lo mismo, recostándose sobre la cabeza de ella. Bruno los sorprendió casi abrazados, lo que provocó que se despertara de golpe.
—¿Perdón? ¿Me perdí de algo mientras no estamos en Buenos Aires?
—¿Qué? —Bruno gesticuló señalándolos—. ¡No, ni ahí! —se apresuró a aclarar Franco—. Somos besties.
Adicionalmente, abrió exageradamente los ojos para callar a su gemelo, quien entendió perfectamente. Y para ayudar a su hermano en la causa para ganarse a Evangelina, aprovechó el pie para contar lo que no se vio en televisión ni se contó en Twitter.
—Perdón, pensé cualquier cosa —rio nervioso por la confusión—. Es que eso hubiera explicado la reacción de Daniel al verme acá a la salida del estadio.
Afortunadamente, esa confusión había dado pie a charlar sobre lo sucedido con Daniel, en presencia de Evangelina.
—¿Qué tiene que ver Dani en esto? —preguntó reincorporándose, y cambiando el semblante.
—Daniel fue el que nos descubrió agarrados del meñique. Intentó filmarnos in fraganti para su canal, por eso hice el posteo a las apuradas, para que la primicia sea mía y de nadie más, como corresponde. Discutimos... Y nada... —suspiró—. Al final le di la nota, no sé si habrá salido al aire porque no estaba en vivo, pero no le di el gusto de que me ridiculice con su compañera de espectáculos. Tenías razón, Fran —le habló a su hermano—. Está ardido y me iba a usar para atacarte. Y bajó un cambio porque le dije que Eva es mi amiga, y si me lastimaba a a mí, también la lastimaba a ella.
Efectivamente, Evangelina estaba avergonzada por las actitudes infantiles de Daniel. Desconocía al hombre que tanto amaba, y se sintió culpable por poner a los hermanos Antoine en esa guerra fría que les declaró Daniel, solo por el hecho de que Franco estaba enamorado de ella, y eso era un golpe bajo a su autoestima.
—Me niego a creer que Daniel sea así, pero en base a sus actitudes recientes conmigo... ¡Perdón, Bruni! —soltó conteniendo una lágrima—. Te prometo, te juro que apenas vuelva voy a tener una larga charla con él, esto no puede seguir así.
—No te preocupes, Eva. Era algo que quería hacer, es solo que no estaba preparado para el momento y me tocó improvisar. De todos modos, el hate y la homofobia era algo con lo que tendría que lidiar, eso ya lo sabía.
La conversación fue derivando en otros temas porque Bruno estaba mental y sentimentalmente bien, y cuando Evangelina sintió que sobraba aprovechó la distracción para internarse en el baño y derramar las lágrimas que venía conteniendo.
Definitivamente, si ese era el verdadero Daniel, no era el hombre que ella necesitaba para compartir el resto de su vida.
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