Setenta y seis
No fue fácil, pero cuando el viernes hábil estaba llegando a su fin, Evangelina encontró un departamento ideal para Dae-myung. Alan los había ayudado, un amigo de la secundaria se iba a vivir al exterior, y además de ayudarlo con el traspaso del alquiler, le hizo un buen precio por todos los muebles que dejaba en el departamento. Eso sí, debía esperar una semana para poder tomar posesión del inmueble.
Una semana más en la que Franco debía dejar las zapatillas antes de entrar y andar descalzo por su casa, para respetar la cultura de su huésped.
El sábado visitaron La Escondida, para que Alan pudiera conocer a quien había ayudado, con la excusa de mirar el partido de Argentina, ya en octavos de final contra Australia. Evangelina aprovechó la oportunidad para presentarle virtualmente a su esposo, quien estaba con la cobertura previa al partido, en un momento en que Franco estaba distraído con Alan.
De a poco, Dae-myung iba tomando confianza con Evangelina y Franco, quienes no eran ni la sombra de lo que fue Nelson en Uruguay.
Tanto fue así, que no pudo resistirse cuando Evangelina se ofreció a pintarle dos banderas argentinas en sus pómulos.
—Si me vieran mis padres —rezongó con gracia, mientras Evangelina daba los últimos retoques—. No solo estoy traicionando a mi patria natal, también a la que me adoptó.
—Bueno, Uruguay quedó afuera, Corea del Sur juega el lunes... Y tu nueva patria adoptiva es esta, así que...
Evangelina sonreía al observar las banderitas terminadas en los pómulos de Dae-myung, mientras este mantenía su mirada fija en sus ojos. Cuando ella alzó la vista y se encontró con sus ojos rasgados, algo se sintió extraño.
Una extrañeza reconfortante.
—Espero que estés lista para el partido del lunes, porque esta me la voy a cobrar, Evangelina —la amenazó con un dedo en alto, y acto seguido, se señaló las banderitas de las mejillas.
—Hecho, el lunes te dejo que me pintes banderitas coreanas.
Evangelina levantó los hombros con una sonrisa ladeada, minimizando el asunto, y fue en busca de Franco para seguir pintando banderitas en sus pómulos. Minutos más tarde, luego de conseguir la aprobación de Franco para dejarse pintar la cara, el partido comenzó, Argentina ganó, pasó a cuartos de final, y todo era felicidad dentro de La Escondida.
La siguiente cita mundialista sería el viernes 9 de diciembre frente a Países Bajos, y como la cábala ya estaba establecida, Alan se encargó de armar un grupo de WhatsApp para organizarse en cada fecha que le quedara a la Scaloneta en Qatar.
Y como buenos argentinos de ley, respetaron absolutamente todo el entorno del último encuentro. Las mismas mesas, el mismo orden de asientos, los mismos pómulos pintados... Hasta Dae-myung tuvo que someterse al estricto control de Evangelina y Alan, replicando cada detalle del último partido.
Sufrieron en demasía en tiempo regular, el alargue, y los penales. Sintieron cómo el alma les volvía al cuerpo con la clasificación agónica a semifinales. Rieron felices cuando a Messi le salió del alma aquel mítico «Andá pa' allá, bobo», en una entrevista post partido de otro periodista que no era Daniel.
Y hablando de él, en medio de ese clima de festejos, Franco desconocía lo que sucedía en la inmediaciones del estadio Lusail.
Justamente, Daniel estaba enfurecido porque no pudo obtener una entrevista post partido con Messi, y se perdió la posibilidad de que fuera él quien quedara inmortalizado en los videos cuando el diez de la selección lanzó esa frase. Tuvo que conformarse con entrevistar a a los hinchas argentinos que salían del estadio eufóricos por la victoria. Y fue en uno de esos malones de gente que pensó que la vista le estaba jugando una mala pasada. A simple vista era Franco, pero luego de observarlo detenidamente pudo notar que en realidad era Bruno, vestido sin su traje y el flequillo algo suelto como su hermano. Sin embargo, lo que más le llamó la atención fue quien lo acompañaba.
Un hombre robusto, que no paraba de reírse casi pegado a él, y cuando prestó más atención, notó que al caminar, sus dedos meñique se chocaban intencionalmente pero simulando una casualidad.
—Seguime —le indicó a su camarógrafo.
Apuró el paso hasta quedar unos metros más adelante, y apenas pasó frente a él no dudó en increparlo con su micrófono. No estaban en vivo, pero pretendía grabar la nota para enviarla directamente a producción.
—Señor Antoine, que placer verlo por acá. ¿Qué le pareció el partido?
Bruno frenó la caminata en seco, e Ismael, que ya sabía quién era el periodista, adivinó las intenciones de Daniel, y se interpuso entre el micrófono y su novio.
—El señor está de vacaciones y no da notas a la prensa, respeten la privacidad.
—Tranquilo, solo queríamos hacerle unas preguntas sobre el partido —expresó Daniel, intuyendo que algo escondían.
Cuando el camarógrafo los alcanzó y apuntó para comenzar a filmar, Ismael puso su mano en la lente para evitarlo, y antes de que la situación escalara y sufrieran las consecuencias de ser detenidos en un país extranjero y sumamente riguroso, Bruno tomó el control de la situación.
—Isma... Tranquilo. Ahora le doy la nota a Daniel, si tanto la quiere. Solo, ¿me das un segundo?
Daniel asintió, Bruno colocó la cámara de su celular y le pidió a Ismael que se colocara junto a él para una selfie. Confundido por la actitud de su novio, accedió a sonreír junto a él, con el estadio y los hinchas de fondo. Acto seguido, abrió Instagram, subió la foto y tipeó lo siguiente:
bruno.antoine.ok Ser quién soy no es fácil. Los favoritismos, las conveniencias, los oportunistas de siempre están a la orden del día, y en muchas ocasiones, se disfrazan de amor. Hace seis meses encontré la primera persona que se acercó a mí sin disfraz, al natural, un diamante en bruto que hoy brilla a mi lado, y me ama tanto o más de lo que yo lo amo a él. El hombre que se enoja cuando soy yo quien quiere usar las conveniencias de ser quién soy, quien me baja a la realidad cuando estoy en la nube más alta. Ese es @ismabmx. Sí, están leyendo bien. Mi secretario presidencial, el amor de mi vida.
Al instante, el celular de Ismael sonó con la notificación de la etiqueta, y sus ojos se abrieron exageradamente al leer lo que había escrito. Miró a Bruno, incrédulo, y pudo notar el alivio en su rostro al quitarse de encima su gran secreto.
—Ahora sí. ¿A qué venías? Ah, sí, cierto... Te querías llevar la primicia de mi sexualidad a tu canal de mierda, ¿no? Lamento informarte que te gané de mano.
Bruno colocó el teléfono frente al rostro de Daniel, quien estaba enfurecido porque ya era la segunda noticia viral que se le escapaba de las manos en el día.
—¿Te creés que soy pelotudo? —continuó—. ¿Que no sé que hacés todo esto porque no soportás que mi hermano está enamorado de Evita?
—¿Y esto en qué le afecta a Franco? ¿O él tampoco lo sabe? —sugirió con malicia.
—¡Por favor! Es mi gemelo, fue la primera persona que lo supo hace como quince años. De hecho, fue él quien me sugirió que me cuidara de vos y de los colegas de tu canal, porque presentía que podías usarme solo para darle un golpe bajo a él. ¿Pero querés que te diga algo? Eva también es mi mejor amiga, y si me tocás a mí también la vas a lastimar a ella. Entonces... ¿Hacemos la nota o ya no te interesa?
Daniel ardía de rabia, realmente quería cobrarse todas las discusiones que Franco le había ganado en buena ley y con argumentos sólidos. Pero era evidente que, o siempre estaba un paso delante de él, o realmente estaba enceguecido de celos, al punto de comportarse como un adolescente inmaduro. Decidió enfocarse y continuar con la nota, las cosas con Evangelina no estaban bien, y quería ahorrarse el disgusto de que Ismael o Bruno le contaran una versión distorsionada de los hechos.
Y mientras Daniel le realizaba una entrevista meramente deportiva a Bruno, Ismael no podía dejar de leer los comentarios en la publicación de Instagram, los cuales se dividían entre la felicitación, la homofobia y el odio a su persona en menor medida. Él ya estaba acostumbrado, ¿pero Bruno? Temía por su reacción cuando viera la catarata de reacciones que generó su impulso, porque jamás habían conversado sobre cómo haría pública su sexualidad. De haberlo hecho, lo hubiese aconsejado para que el golpe contra la realidad no fuera tan duro.
—Ya se fue. —Bruno lo sorprendió cuando todavía estaba perdido en los comentarios del post—. ¿Te molestó lo que hice?
—Para nada, solo me da miedo de que te arrepientas de lo que acabás de hacer.
Ismael le entregó su teléfono, y Bruno empezó a leer los comentarios. Su expresión oscilaba entre sonrisas bobas y ceño fruncido. Suspiró y le devolvió el aparato.
—No te niego que algunas cosas me duelen, pero todavía falta un montón para volver a Buenos Aires, y cuando lo hagamos, todo el mundo va a estar de vacaciones y el asunto estará olvidado.
—Boludo, yo lo admiraba a este chabón, nunca pensé que fuera tan miserable como para exponerte así solo para joder a tu hermano. Ni que fuera periodista de espectáculos... —rezongó—. ¿Seguro estás bien?
—Tanto, que te daría un beso ahora mismo acá, delante de todo el mundo. Pero estamos en Qatar, y vamos a terminar en cana.
Ambos rieron y siguieron de camino al hotel, de a poco iban dimensionando las consecuencias del arranque de Bruno. No solo era la salida del clóset, sino todo lo que vendría después. Enfrentar los cuchicheos en el ámbito laboral, la intromisión de la prensa rosa, y lo más importante de todo.
Esa simple declaración era la formalización de su relación. Y toda la responsabilidad que eso conlleva.
Y un día, Bruno salió del closet...
Solo por esta vez, les dejo la versión original de la canción en multimedia, subtitulada al español.
https://youtu.be/kwPjIkusdcE
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