Sesenta y seis
Franco maldecía a su departamento de marketing por haber pautado una publinota para presentar las nuevas terminales en el noticiero en donde Daniel era el periodista deportivo. Apenas puso un pie en el estudio, la mirada que le regaló el esposo de Evangelina fue de todo menos agradable. Y Franco, lejos de bajar la cabeza, la sostuvo. No pasó mucho tiempo para que Daniel se acercara en el corte comercial, antes de salir al aire.
El viaje a Uruguay era un hecho. Luego de que Evangelina enviara el telegrama de renuncia, acompañada de Franco para sostenerla a sabiendas de que sería un momento duro para ella, Ismael fue el encargado de coordinar las reservas para viajar la última semana de noviembre. Y Daniel no pudo objetar nada, el ya estaría en Qatar para cubrir la Copa del Mundo FIFA 2022. De hecho, esa era su última semana en el país, con fecha de regreso indefinida porque su vuelta dependía del desempeño de la selección nacional. Con la cabeza más fría comprendió que era una buena oportunidad para que Evangelina se distrajera y no sintiera su ausencia.
Aunque, en el fondo, le molestaba dejarla a merced de un hombre que estaba enamorado de ella. Y que por supuesto, tenía una fortuna incalculable para hacer y deshacer a su antojo.
—Nos volvemos a ver... —dijo el periodista, en un tono que acariciaba el sarcasmo—. Pensé que no ibas a volver, la última vez te noté incómodo, sé que odiás las cámaras.
—Sí... Y las sigo odiando —reconoció utilizando el mismo tono sarcástico de Daniel, mirando en otra dirección de manera altanera—. El problema acá es que tu mujer hizo un trabajo tan brillante con mis terminales que lo menos que merece es reconocimiento, y no la traje porque sé que odia más que yo las cámaras. Yo estoy acostumbrado, pero ella no, y no la iba a obligar a hacer algo que no quiere. —Franco le clavó la mirada a Daniel—. Supongo que Evi ya te lo dijo, ¿no? Por eso estás así —lo señaló con un dedo de manera despectiva.
—Sí, me lo dijo porque es mi esposa —siseó acercándose ligeramente a él—, y los esposos no se ocultan nada.
—Me imagino entonces que te habrá dicho que no pienso hacer nada, porque respeto su matrimonio y sus sentimientos, a pesar de que seas un sorete que solo le importa lo que pasa dentro de este estudio. Que te quede claro: yo no te respeto, la respeto a ella —enfatizó acercando más su rostro al de Daniel—. Merecés que te la robe de la manera más sucia, pero no lo voy a hacer.
»Si algún día te deja, será porque solita se enamoró de mí, porque se dio cuenta de que conmigo tiene un hombre que le festeja sus logros. Acá tenés un ejemplo —abrió sus brazos—, vine por ella, porque su trabajo merece reconocimiento. Lamentablemente, ahora las felicitaciones te las llevarás vos, porque para el público sos el esposo que la apoya en todo y la potencia, cuando la realidad es que le armaste una escena solo porque no te consultó el día que me firmó el contrato. ¿Qué pasa, papu? ¿Andamos con problemas de autoestima?
Daniel era la furia personificada, si hubiera sido en otro contexto, le rompía la cara de una trompada, pero rodeado de periodistas, técnicos y camarógrafos se tuvo que contener. Franco aprovechó la situación para continuar expulsando todo su rencor contra él.
—La que trabajó es ella, ella diseñó las terminales, las testeó, y ella dio el okey final para que salgan al mercado. Y lo hizo sola, mientras yo estaba en Uruguay. Ahora: ¿te das cuenta el mujerón que tenés encerrado en tu casa solo para que te diga «Sí mi amor» a todos tus proyectos de mierda?
Daniel estaba tieso, no tenía ningún argumento para objetar porque lo agarró desprevenido. Hasta ese momento no tenía dimensión de las cosas que Evangelina le contaba sobre su intimidad con él. Lo descolocó que supiera la discusión que tuvieron aquella noche en que volvió con el contrato firmado. Tenía que objetar algo, y rápido.
—Lo único que puedo ver es un niño rico llorando porque encontró la primera cosa que no puede comprar con todos sus millones: el amor de una mujer.
—Niño rico —se rio en su cara—. Yo sé absolutamente todo de vos, y no por boca de ella, sino por la manera en que me habla de vos. Me preocupa sobremanera que ella no te hablara de mis orígenes, de cómo y por qué levanté la empresa. ¿Querés saber por qué no lo hizo? Porque seguramente no quería que corrieras a contarle mi pasado a tu compañera de espectáculos, para vender una nota morbosa. Entonces... A mí me habla de vos, pero ella no te habla de mí, por algo será, ¿no?
Lo estaba humillando y lo sabía, tenía que mantener la compostura.
—No me habla de vos porque yo no le pregunto, me importa una mierda lo que hagas, lo que fuiste o lo que sos.
—Yo tampoco te menciono, pero ¿sabés que pasa? Que cada vez que ella está triste, o le pasa algo fuera de La Escondida o Chanchi, cuando empieza a contarme mágicamente aparece tu nombre. —Hizo un gesto deslumbrante con sus manos—. Así aprendí en dónde está el problema en su vida.
—Estás loco, todos ustedes siempre están mal de la cabeza por tanto trabajo, tanta plata...
—Si estuviera loco, Evangelina ya estaría en mi departamento —lo interrumpió, acercándose más a él—, más precisamente en mi cama. Pero como tengo los pies sobre la tierra, todavía la tenés de florero en tu casa.
—Hijo de puta... —siseó—. Dejá de decirle así a Evangelina. Yo la amo.
—Yo también la amo, mucho más que vos, imbécil. Por eso me duele que se marchite al lado tuyo. Pero no te preocupes, conmigo va a florecer. Te tiro un spoiler: quiero que sea gerente de la sede uruguaya, fingí sorpresa cuando te lo cuente.
—¿Así que ese es el motivo del viajecito a Uruguay?
—No, son dos cosas distintas. Lo de ahora es solo la presentación de las nuevas terminales, pero si vuelve contenta de allá, pienso ofrecerle la gerencia, sería la cabeza de todas las operaciones en Uruguay. Mucho mejor que tu idea de exponerla como una cara bonita acá en el estudio leyendo el clima que le bajan los meteorólogos, ¿no? —se burló.
—¿Cómo mierda sabes todo eso?
—Bueno... Eso sí me lo contó ella, en una de esas charlas en las que mágicamente aparece tu nombre acompañado de un semblante triste. Así que espero que no intervengas en su carrera profesional, porque me vas a dar la razón en el hecho de que lo único que hacés es cortarle las alas para no dejarla volar.
La charla fue interrumpida por uno de los productores.
—Señor Antoine, ya salimos al aire.
—Perfecto —respondió, y cuando el productor se alejó, dio por finalizada la charla con Daniel—. Ah, y una cosa más. Más te vale que en tu rol de periodista no se te ocurra hacer nada estúpido conmigo o con mi hermano. Porque si me entero de que este canal o alguno de los medios en los que trabajás saca una nota sobre algo de todo esto que hablamos, o de la vida privada de Bruno, te juro que te hago mierda, ¿entendiste? Yo levanto un teléfono y en tu vida volvés a trabajar de periodista, adiós al sueño de ser tu difunto padre. Lo mismo respecto a Evangelina. Si la veo derramar una sola lágrima por tu culpa, sea por el motivo que sea, además de hacer mierda tu carrera, te muelo a golpes, ¿entendiste?
—¿Es una amenaza esto?
—Sí —enfatizó—. Y me olvidaba. —Franco se acercó hasta su oreja—. Buen viaje, y que no se te olvide que es a mí a quien va a buscar cuando necesite algo y vos estés en el culo del mundo jugando a ser tu papito.
Dejó una palmadita suave y despectiva en su mejilla y se alejó, dejando a Daniel parado en el fondo del estudio, tan endurecido por la discusión que no le dio tiempo a regresar a su lugar antes del volver al aire. Tuvo que permanecer detrás de cámaras para no arruinar el plano.
Se había quedado sin la oportunidad de recibir las felicitaciones por el maravilloso trabajo de Evangelina, porque el pie estuvo por parte de los periodistas, pero Daniel no estaba en plano para poder decir unas palabras en nombre de ella. Tuvo que conformarse con la mención de que era la esposa de Daniel Grimaldi. Aunque ese no era el problema, recién al finalizar la nota, percibió un detalle que lo alarmó aún más que la acalorada discusión con Franco.
Él no estuvo en plano, y Evangelina ni siquiera lo notó, de otro modo le hubiera enviado un mensaje preguntando el motivo de su ausencia, como sucedió en varias ocasiones.
Sin embargo, su teléfono jamás sonó. Y ya en el corte comercial, tuvo la confirmación del paradero de su esposa.
—Hola, Evi... —Franco atendió la llamada sin poder contener la sonrisa—. ¿Lo viste? Mejor de lo que esperabas, ¿no? Preparate porque esto es lo que vas a tener que hacer en Uruguay.
Ese fue el preciso momento en que Daniel entendió que su matrimonio estaba a punto de romperse, que Franco tenía razón cuando alegaba que la hacía brillar mientras él se encargaba de que fuera su sombra.
También era el preciso momento en que debía replantearse si la amaba bien o mal. Mal para quedarse a su lado a seguir opacándola, porque la amaba pero también amaba su carrera, o bien, si se alejaba para dejarla brillar y que cada uno hiciera su camino profesional.
La respuesta no era tan difícil. Lo difícil era aceptarlo.
UCR picó... 😬🤣
Te deseo lo mejor... Y el mejor, soy yo. — Franco Antoine. 🤣
Me río mientras escribo esto, con la canción de Romeo Santos de fondo.
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