Sesenta y dos
—¡Franco! ¿Estás en pedo? ¡Es mucha guita esto! Claramente hay un error del banco, me depositaron de más, no puede ser ese número.
Franco observaba el saldo en la tarjeta de débito en la pantalla del cajero, sacando cuentas mentales, mientras Evangelina lo miraba a él, tan tranquilo con sus dedos índice y mayor sosteniéndose la barbilla.
—No, al parecer está bien. Vi tu informe de horas, más el pago de tus dibujos... Sí... Números más, números menos... Está bien.
—¡Es casi un palo! ¡¿Están todos locos?!
—Gritalo más fuerte, así los chorros se enteran y nos hacen una salidera bancaria.
Evangelina giró la cabeza, y tenía la atención de la fila que aguardaba para usar el cajero. Canceló la operación, ubicó su nueva tarjeta en la billetera, y salió del pequeño recinto vidriado seguida de Franco, cruzado de brazos y bajando la cabeza porque había detectado gente que lo reconoció, y no era el día ideal para ser simpático y prestarse a selfies.
—¿Te llevo a tu casa? —preguntó Franco mientras caminaban de regreso al estacionamiento.
—No, hoy me toca ir a tu oficina, los chicos me esperan, y si no me necesitan, igual me tomo unos mates con ellos.
—Entonces vamos, yo tengo que ver a Bruno, no sabe que volví. Mala idea no avisarle, ya veo que Ismael todavía...
Y se frenó en seco, estaba a punto de revelar el gran secreto de su hermano. Lo que no sabía era que Evangelina estaba al tanto.
—No te preocupes, no viven juntos —aclaró para sorpresa de Franco—. Deciden día a día en qué casa pasan la noche.
—¿Vos sabías qué...?
Evangelina asintió con la cabeza.
—Me di cuenta, ninguno de los dos sabe fingir una pelea. Y ni hablar de cómo se miran... —agregó suspirando—. Me encantan como pareja.
—Guau... Me perdí de muchas cosas por no escribirte.
—Bruno es mi bestie tres, porque el dos es Ismael. ¿No te habló de mí?
Franco evitó mencionar por qué Bruno no le hablaba de ella, era faltar a su promesa de no volver a mencionar sus sentimientos.
—No, Bruno no es de hablar sobre sus amistades, mucho menos de sus parejas. Con Ismael no le quedó otra opción porque es cercano a los dos, si hubiera sido un desconocido para mí no me enteraba hasta que le rompiera el corazón.
—Sí, me di cuenta de eso. Pero yo le tiro la lengua tanto que termina soltando la sopa.
—Me alegra que también estés en su vida. Necesitaba una amiga como vos, conmigo no habla mucho de sus cosas, quizás lo ayudes a soltarse.
Evangelina sonrió mientras se aferraba a las tiras de su mochila y bajaba la cabeza. Una imagen que a Franco lo llenaba de ternura y lo invitaba a querer abrazarla por los hombros, como solía hacer a menudo cuando iban por la calle en plan de amigos. El problema era que no sabía cómo había quedado su relación luego de todo lo que hablaron en el banco. Con cautela, deslizó su brazo sobre sus hombros, sintiendo los músculos tensos. Pero en lugar de apartarse, Evangelina apoyó la cabeza en su pecho y correspondió el abrazo rodeando su cintura.
—Nunca dudes en marcarme la cancha si en algún momento te sentís incómoda — susurró en su oído—. Ahora sí, cambio y fuera.
—Incómodo sería que cambiaras tu actitud. Y más incómodo es que todavía no me conozcas lo suficiente como para saber que si algo me molesta de verdad, lo voy a decir a viva voz. Cambio y fuera.
Caminaron en esa posición hasta el estacionamiento, el viaje a la oficina fue mucho más distendido con todo absolutamente aclarado, aunque la realidad era que Evangelina aún no terminaba de procesar la confesión de Franco.
Ya en las oficinas de Chanchi, Franco se limitó a observar la manera en la que Evangelina se desenvolvía con total naturalidad, regalando algunos saludos a su paso. Entró a la oficina vidriada en primer lugar.
—Hola chicos, miren lo que les traje —señaló a Franco tras ella—, espero que no me odien.
Todo el equipo de desarrolladores se sorprendió al verlo, y es que ni ellos sabían acerca de la vuelta de su jefe. Dejaron su escritorio para acercarse a saludarlo, contentos de volver a tenerlo entre ellos, y ansiosos por saber cómo salió todo del otro lado del charco.
—Paren un poco... —Franco frenó la ametralladora de preguntas con las manos en alto—. Hagamos algo. Pueden irse, mañana les cuento sobre la sede uruguaya, y ustedes me ponen al día con el proyecto. Eva, mañana venite a las diez —le pidió girándose para quedar cara a cara con ella—, avisale a Ken que mañana va a tener que volver a agarrar la pala en la caja.
—Con todo gusto —dijo, mientras tomaba su teléfono y le enviaba un mensaje.
—Me voy a ver a Bruno, chicos, porque a él tampoco le avisé sobre mi vuelta. Me alegro de verlos a todos.
El equipo le correspondió el saludo, y salió de la oficina seguido de Evangelina, que como de costumbre, no dejaba de teclear mientras caminaba.
—Te vas a caer, Evangelina —le reprochó.
—¿Y desde cuándo me llamás por mi nombre completo? —reclamó levantando la vista de su celular.
—Porque te estoy cagando a pedos, siempre hacés lo mismo y un día voy a tener que pagarte por buena.
—Estaba leyendo la respuesta de Claudio: «Okey, saludos al señor Antoine» —leyó en voz alta—. Súper, le moviste el cerebro.
Rieron con malicia en el último tramo hasta el entrepiso, Franco la detuvo antes de quedar frente a la puerta de la oficina de su hermano.
—Che, me gustó ese jueguito que hiciste con los chicos, repetilo con Bruno, quiero ver su cara.
Evangelina asintió, y golpeó la puerta de la oficina una vez. La persiana del ventanal de vidrio estaba cerrada, por lo que intuía que Bruno e Ismael estaban juntos, y no quería ser inoportuna irrumpiendo en una escena privada.
—Bruni, soy Eva —se anunció contra la puerta.
—Pasá —se escuchó.
Apenas entró corroboró que estaba en lo cierto. Ambos reían de algo en la computadora de Bruno, Evangelina corrió a saludarlos efusivamente como hacía siempre. Franco solo admiraba la escena desde una de las rendijas del ventanal, sonriendo cada vez más enamorado. Bruno apenas se llevaba con Pilar, siempre la encontró pedante y por ese motivo minimizaba en contacto con la chica a un trato cordial de cuñados, por respeto a él. Pero con Evangelina todo era distinto, era evidente que se había ganado su cariño, y eso reforzaba el deseo de tenerla. Se limitó a tratar de escuchar la conversación.
—Chicos, les traje algo que creo que les va a encantar.
Tanto Bruno como Ismael la observaron de arriba abajo, buscando algún paquete, bolsa, o el momento en que sacara algo de su pequeña mochila. Sin embargo, Evangelina se dirigió a la puerta y la abrió de par en par, dando paso a que Franco haga su aparición.
Las mandíbulas de Bruno e Ismael se abrieron por la sorpresa al ver a Franco entrar a paso lento, intentando contener la risa. Sin mediar palabra, Bruno sonrió y corrió hacia su gemelo. Se abrazaron firmemente durante un largo rato, mientras Ismael y Evangelina no podían evitar mostrar sus propias sonrisas.
—¿Por qué mierda no me avisaste y te íbamos a buscar al aeropuerto?
—Porque así como decidí irme sin pensarlo, volví sin mucha vuelta. Terminó la ceremonia de inauguración y salí disparado al aeropuerto. Pasé por casa, dejé la valija, y me fui a La Escondida a ver a Eva.
—¿Cómo te fue allá? No, mejor... Vamos a comer, ¿qué les parece? —propuso entusiasmado, con un brillo en los ojos—. Me imagino que no almorzaste, los caterings de esos eventos siempre son una basura.
—Creo que ya no nos necesitan —acotó Evangelina a Ismael, con algo de gracia.
—No, vamos todos —aclaró Bruno—. Si no tienen hambre al menos vamos a tomar algo.
Todos asintieron, excepto Evangelina, que se lo pensó un momento. Franco sabía a qué se debía esa indecisión.
—¿Tenés algo que hacer, Eva? ¿Te espera tu marido en casa?
—Justamente eso me quedé pensando, pero no... Es que todavía no me acostumbro a que ahora vuelve tarde, casi de medianoche. Después le preparo algo rápido para que cene —sonrió.
—Además... Tenemos que celebrar que alguien pasó los tres meses de prueba... —agregó Bruno.
—Ay, puber... Pero Eva nunca estuvo bajo esa cláusula —protestó Franco.
—No me refería a ella.
Bruno le regaló una mirada seria a Ismael, que no pudo más que bajar la cabeza para ocultar su sonrisa.
—¿Ya pasé los tres meses? —comentó levantando la cabeza, pero sin mirar a Bruno.
—La semana pasada, pero esperaba que vos te acordaras de la fecha. Después recordé que sos un desastre para eso, y esperaba el momento ideal para decírtelo. Creo yo, que es este.
Como sabía que Ismael jamás se acercaría a realizarle una muestra de cariño frente a otras personas, a pesar de tratarse de Evangelina y Franco, Bruno acortó la distancia y dejo un pequeño beso en sus labios.
—¿Vas a hacerlo? —quiso saber Ismael.
Asintió con la cabeza mientras Evangelina y Franco no dejaban de sonreír, presos de la ternura.
—No se diga más —sentenció Bruno separándose de Ismael y tomando su mano—. Vamos, en el camino decidimos dónde ir.
Y no tardaron mucho en tomar la decisión. Al ver que estaban con los dos autos, y teniendo en cuenta que tenían que volver a su departamento para dejar al menos un vehículo, decidieron quedarse en su casa y pedir delivery, además allí tendrían completa privacidad para hablar sin tapujos de cualquier tema, sin estar pendientes de los paparazzis.
Y Franco estaba más que feliz. Era la primera vez que Evangelina pisaría su departamento, esperando que no sea la única vez.
Y que la siguiente fuera para estar a solas. Como pareja.
Sí, amigos... Por ser el libro que escribí en 2023, año de la vuelta de Tan Bionica, van a ver muchas cancioncitas de ellos en los capítulos. Y todavía faltan algunas más. 💖
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