Sesenta y cinco
Ese viernes se sintió distinto a la primera vez que pisó las oficinas de Chanchi un día completo, la tarjeta que colgaba de su cuello tenía un número de legajo, una computadora la esperaba en su nuevo escritorio, y ya estaba tan amalgamada con el equipo de Franco que lo sintió como un día laboral.
Que lo era, porque esas horas estaban debidamente remuneradas como cualquier colaborador de Chanchi, pero con todos estos detalles lo sintió distinto.
Era su primera experiencia en una daily: todo el equipo sentado en la mesa, compartiendo un café y los avances de cada uno, junto con los próximos pasos a seguir. Tenía su computadora nueva, porque lo primero que hizo Franco aquella mañana fue conseguir un equipo para ella y pedir una casilla de correo corporativa. Luego, acomodó el único espacio libre que había en su pecera, y colocó la computadora abierta y encendida junto a un ramo de jazmines frescos, para decorarle el escritorio.
En simples palabras: Franco fue el responsable de que Evangelina sintiera ese día como un colaborador de planta permanente.
—¿Y por qué la computadora? —le preguntó cuando la reunión había finalizado.
—Todos tenemos una, es necesaria. Ahora que estás mas involucrada con mi equipo la necesitás para comunicarte con ellos, hacer algún documento, diseño... La configuré yo, creo que tenés todo lo necesario para trabajar. Ah... Y es tuya —susurró en su oído.
—Y sí, imagino que no comparten las notebooks.
—No, Evi... Es tuya —enfatizó—. No es un equipo en comodato, es un regalo de mi parte. ¿No ves que es distinta?
Evangelina bajó la tapa, y cayó en cuenta de la manzana. Levantó la vista, y prestó atención a las computadoras de sus nuevos compañeros: equipos negros de diversas marcas.
—Estás en pedo, Franco. ¡Una MacBook! ¿Por qué tanto?
—No sé... Se me hizo bonita. A Bruno le encantan las cosas de Apple, y si te compraba una computadora como la mía después lo tengo que aguantar chillando por la imagen que damos como CEO's.
—Pero yo no soy la CEO.
—No, pero sos la mano derecha de uno de los CEO's —remarcó con un dedo en alto—. No sé si aceptaste dar la charla en Uruguay, pero mientras la compraba te imaginaba entrando a la sala de reuniones con esa computadora en el brazo.
Franco le dedicó una mirada fija, y es que, en parte, él había comprado esa computadora como excusa para incentivarla a que se decida definitivamente por trabajar en Chanchi como colaborador fijo.
—Eso quería hablar con vos. ¿Cuándo es el viaje?
—Cuando vos digas. ¿Eso es un sí entonces?
Evangelina solo asintió con la cabeza, sonriendo mientras se sentaba en su nuevo escritorio. Franco abrió exageradamente los ojos, no dudó ni un segundo en conseguir una silla para sentarse junto a ella.
—¿Daniel no te dijo nada? —preguntó en voz baja.
—Y si me decía algo, tenía dos problemas. Es mi momento de viajar por trabajo y de hacer una carrera.
Franco enmudeció, procesando las palabras de ella, que no dejaba de sonreír deslumbrada por todo lo que encontró esa mañana. Quería preguntar más cosas, pero la conversación desembocaría en un tema que quería zanjar: el amor que sentía por ella, y si Daniel estaba al tanto del tema. Se centró en el viaje.
—Entiendo entonces que tu único obstáculo es La Escondida, ¿no? —Evangelina asintió en silencio—. Debería hablar con Ken para decirle que por unos días no vas a ir a trabajar.
—No, Fran, no va a ser necesario. Voy a renunciar. Bueno, siempre y cuando tu oferta de efectivizarme siga en pie.
A Franco no le alcanzaba el rostro para mostrar la gran sonrisa que se formó cuando escuchó a Evangelina. No pudo contenerse y la abrazó, sentado como estaba. Dejó un beso en su cabeza antes de continuar.
—Obvio que la oferta sigue, tonta. Si lo que más quiero es tenerte todo el día dentro de esta oficina. ¿Y cuándo renunciás? —preguntó cuando se desenredó del abrazo.
—Tengo que hablar con Isidro. De verdad me da mucha pena dejarlo después de tantos años, pero Patricio se va el ultimo día de noviembre, y yo me voy con él. Me da pena por Ángel, que todavía no consiguió otro trabajo, pero si lo espero no sé cuánto tiempo resista sin mandar a la mierda a Claudio delante de todos los clientes.
—Mucho me temo que Ángel se va a ir antes que ustedes dos. Esta semana tiene una entrevista en el restaurante de la vuelta de casa. Si todo está bien... Cumple las dos semanas por ley de aviso de renuncia y se va como ayudante del jefe de cocina de uno de los restaurantes más exclusivos de la zona.
—¿Posta? ¡Franco!
Como no tenía palabras de agradecimiento, fue su turno de colgarse de su cuello y abrazarlo, también sentada en su silla.
—¡Pero no le digas nada, eh! Mañana voy a la apertura para hablar con él, ya veo que no quiere porque va a ser un gran salto.
—Ay, no... Yo no digo nada. —Hizo un gesto de cierre en sus labios—. Sí me gustaría decirle a Isidro, quiero explicarle por qué nos vamos los tres. Quizás reconsidere la decisión de dejarle el restaurante a Alan, tiene que saber que en su afán de proteger la tradición de su padre, está destruyendo el corazón de La Escondida, que somos nosotros. Ya se fueron dos camareros, ahora nosotros... Si sigue así va a terminar quebrando.
—Estoy de acuerdo, de todos modos, para cuando hables con él, Ángel ya lo sabrá. Entonces, ¿cuándo pensás irte?
—El mismo día que Patito: treinta de noviembre. Parece una eternidad, pero es un mes y monedas.
—¿Qué te parece si entonces programo el viaje para la última semana de noviembre? Y hasta que llegue la fecha vamos preparando la charla.
—Perfecto.
—¿Lista entonces para la foto corporativa de la credencial? No sé cuánto pueda persuadir a recursos humanos, mucho me temo que me van a pedir la foto oficial...
—Más que lista —lo cortó—. Para ser sincera, me dio vergüenza cuando no estuviste y todos se quedaban mirando la credencial.
—Entonces, señora, tiene que estar alerta al correo de su nueva computadora, porque pronto la van a contactar de recursos humanos para oficializar su puesto. Vas a depender de presidencia como Ismael, pero esta vez no puedo llevarte el contrato a La Escondida.
Los ojos de Evangelina no paraban de brillar, era consciente del puesto que ocuparía, de las responsabilidades que tendría, y de todo lo que iba a aprender siendo la mano derecha de Franco. Había visto el cambio radical en Ismael, porque lo conoció cuando él había entrado a trabajar, y sabía cuánto había cambiado su vida como la mano derecha de Bruno.
Lo siguiente era lo más difícil: la charla con Isidro.
Ángel había aceptado la propuesta de Franco, deshecho en agradecimientos y con lágrimas en los ojos, en parte porque dejaría La Escondida luego de trabajar hasta con su fundador, y porque era una oportunidad que solo no podría haber alcanzado nunca.
Para Evangelina fue la charla más difícil de su vida. Fue clara y explicó los motivos de la renuncia de los tres, intentando no quebrarse en su discurso al ver las lágrimas que contenía Isidro.
—Diría que paren todo, que no se vayan. Lo sospechaba por las reseñas del restaurante, pero con tu confirmación ya tengo completamente decidido que esto, el legado de mi padre, será para Alan. Me equivoqué con Claudio, obnubilado por su título pensé que iba a tratar este lugar como un museo, y lo hace. Pero como dijiste, está destruyendo el corazón de este lugar, que son ustedes.
»Lo bueno de todo esto es que los tres consiguieron mejores trabajos. Patricio va a ejercer la profesión que con tanto sacrificio estudió, Ángel estará a un paso de hacerlo porque esos restaurantes no son como el mío, y allí puede llegar a chef como él tanto quiere en cuestión de tiempo. Y vos... ¡Evita, vas a trabajar al lado de un magnate! ¿Y querés que te confiese algo? Yo sabía que esto iba a terminar así, juntos pueden hacer cosas maravillosas, tienen una química innegable.
Evangelina se mordió el labio para ocultar una sonrisa. ¿Se lo contaba?
—Me dijo que está enamorado de mí.
Isidro se tomó su tiempo para responder.
—Lo sabía.
—Ay, no. ¿Usted también? ¿Tan ciega pude haber sido?
—¡Vamos, Evita! ¿Me vas a decir que no notaste la manera en cómo te mira ese hombre? Se derrite cada vez que está a tu lado, y me da pena que sea un amor no correspondido. Porque es no correspondido, ¿no es cierto?
Evangelina afirmó con pesar, para luego bajar la cabeza, algo avergonzada.
—Créame cuando le digo que quise alejarme para no romperle más el corazón, pero es terco como una mula. Se conforma con mi amistad, no está dispuesto a perderme y yo...
Evangelina no sabía cómo explicar ese extraño sentimiento que tenía por Franco, estaba segura de que no era amor, pero era algo más allá de una amistad. Isidro acarició sus manos entrelazadas sobre la mesa y dejó una suave palmada antes de emitir su sentencia.
—No te encierres en la rutina, hija. Nada garantiza que lo seguro es bueno, y que lo desconocido es malo.
Había entendido perfectamente las palabras de Isidro, y no pudo contener la lágrima que se escapó involuntariamente. Franco era el responsable de que la solidez de su matrimonio con Daniel estuviera en duda, y el hombre, que era como un padre para ella, lo había comprendido tan solo con una respuesta incompleta.
Se despidió deshecha en agradecimientos por los años compartidos, y a pesar de que todavía restaban algunas semanas antes de su renuncia, sabía que era era la última vez que vería al hombre.
Ya no había vuelta atrás, una nueva vida le esperaba en Chanchi.
Les dije que este libro está lleno de canciones de Tan Bionica. ⚡
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