Sesenta
La cara de Claudio al ver a Franco sentado frente al escritorio era un poema, y Evangelina quería reírse, a pesar de que sabía la gravedad de la situación, conociendo la rectitud de Claudio, y la personalidad avasallante de Franco. Era evidente que esos dos iban a chocar.
—Terminemos con esto de una buena vez. ¿Me puede explicar qué está haciendo acá? —exclamó Claudio.
Franco ignoró la pregunta del joven, de hecho, ni siquiera se molestó en observarlo cuando entró en la oficina.
—¿Le mostrás al señor el contrato que firmamos con su tío?
Evangelina hizo caso a la indicación de Franco, y le extendió la carpeta a Claudio. Le tomo menos de un minuto leer el contrato y soltar una risa despectiva.
—¿Y qué se supone que es esto? ¿Esto es un contrato? Parece escrito por un infante.
—Ah, me había olvidado de la redacción —respondió en su mismo tono despectivo—. Básicamente tu tío me autorizó a que La Escondida sea mi piloto de pruebas para el desarrollo de mis nuevas terminales de cobro. Evangelina es mi focal point, y me dio rienda suelta a solicitar su ayuda cada vez que lo requiera. Y ahora la necesito, así que si no te molesta me la llevo, te quedás en la caja.
—El problema es que mi tío ya no está a cargo del restaurante y yo necesito un cajero, ¿o acaso no vio cómo está el salón?
—Por eso, Alan la cubría cuando ella iba a mis oficinas. ¿Acaso ese no es tu rol? Porque no veo a Alan por ningún lado.
—Después te cuento, Fran —susurró Evangelina, intentando calmar las aguas.
—Mi primo ya no viene más, por eso estoy acá. Y lamentablemente necesito que Evangelina se quede, ya podrá ir a la salida de su turno dentro de dos horas.
Franco resopló visiblemente molesto de manera intencional. Sin mediar palabra, se removió en su lugar para tomar su celular y discó el número de Isidro, colocando la llamada en altavoz.
—¿Cómo dice usted que le va, Isidro?
—Franco... ¿Qué es de tu vida? Me dijo Evita que estabas en Montevideo.
—Sí, fui a coordinar la apertura de operaciones en Uruguay, hoy se lanzó nuestro producto al mercado y ya estoy de vuelta. De hecho, estoy en su local, necesito a Eva conmigo esta tarde para que me ponga al día con el proyecto, ¿podrá ser? Es que no veo a Alan para que la cubra, en su lugar está... ¿Su sobrino? —ninguneó a Claudio intencionalmente—. Un muchacho rubio, fornido, bronceado.
—Sí, es mi sobrino Claudio —confirmó con un tono que escondía algo de pesar—. Luego te contará Evita, pero él va a tomar posesión del restaurante en diciembre. Alan decidió encarar otro proyecto personal, así que ahora él está supliendo sus funciones.
—¡Ay, que macana, che! Necesitaba llevarme a Evita —se lamentó con un quejido burlón.
—No te preocupes, es bueno para que Claudio vaya aprendiendo el manejo del restaurante, sino ¿qué va a hacer el día que ella no esté más con nosotros?
Las alarmas de Franco se encendieron. Silenció la llamada un segundo.
—¿Le dijiste? —le preguntó tapando el micrófono por las dudas.
—No —respondió en un susurro, y Franco asintió con la cabeza.
Quitó el silencio de la llamada y continuó.
—¿Entonces me la puedo llevar tranquilo? Quizás nos demoremos y ya no vuelva por hoy, teniendo en cuenta que son casi las dos de la tarde.
—¡Pero sí, muchacho! Vayan tranquilos, esto le servirá a Claudio para cuando el restaurante pase a sus manos.
Franco le guiñó un ojo al joven, mientras le tiraba un beso de manera burlona. Éste no pudo más que agarrarse la cabeza, entre avergonzado por la desautorización de su tío, y la incertidumbre de no tener ni la menor idea de lo que haría porque no sabía manejar la caja.
—Muchas gracias, Isidro. Lo llamo en estos días para invitarlo a almorzar, mi proyecto ya casi termina, y yo le debo algo. Si no fuera por usted hubiera sido otro fracaso como el anterior.
—Ay, no te preocupes por eso, hijo.
—No, obvio que me voy a preocupar —enfatizó—. Ahora que se retira se merece un buen descanso, y es mi turno de ayudarlo a usted para que disfrute con su esposa. No le quito más tiempo, en la semana lo llamo.
—Gracias, nene. Que estés bien.
—Igualmente, saludos.
Colgó la llamada mientras se levantaba de su lugar como accionado por un resorte.
—¿Nos vamos, Evi?
Evangelina tomó su pequeña mochila de cuero, y saludó con una mano al aire a Claudio, quien estaba enrojecido de furia. Pero no podía quedarse así, y salió apresurado a alcanzarlos antes de que se fueran.
—No sé quién sos y mucho menos qué relación comercial tenés con mi tío, pero ¿esto va a ser siempre así? ¿Se te antoja sacarme la cajera y me tengo que quedar callado?
Franco simuló pensar, llevándose una mano a la barbilla
—Al menos hasta que este restaurante sea tuyo, el contrato llegue a su fin, o Evangelina renuncie. Lo que ocurra primero. Y respondiendo a tu pregunta, si querés saber quién soy te recomiendo usar Google. Es un buscador web —se burló—, ahí ponés Franco Antoine en la barra de búsqueda y ya te sale. No te preocupes por la manera en que se escribe mi apellido francés, Google te va a corregir.
Le guiñó un ojo y abrió la puerta del copiloto para que Evangelina pudiera subirse, rodeó el auto y se subió sin despedirse.
—Y yo que pensaba que Alan era un boludo a cuerda que no estaba preparado para sacar el restaurante adelante... La verdad, este Ken del subdesarrollo lo superó.
—Ay, ni me lo digas... —resopló Evangelina apoyando la cabeza en el asiento del auto—. Es lo que nos lamentamos todas las mañanas con los chicos, cuando podemos. Siete y media está acá, puntual como reloj suizo, incluso hubo un par de veces que llegaba y el restaurante ya estaba abierto. Es un obsesivo de mierda. Logró que extrañemos a Alan, con eso te digo todo.
—¿Me podés explicar que pasó con el?
—Básicamente, lo que suponía cuando me enteré del traspaso a Claudio. Se calentó para la mierda con Isidro, tuvieron una discusión súper fuerte en la oficina, encima con el restaurante lleno, y se fue a Estados Unidos con un amigo. Lo iba a ayudar a levantar un negocio, no me acuerdo de qué era. Desde ese día no lo vimos más, le perdimos el rastro.
—¿Y en qué momento pasó todo esto?
—Apenas te fuiste, creo que dos semanas después. Desde ese momento que estamos así, el ambiente es súper tenso, y encima no sabe gestionar como lo hacía Alan. Hubo una mañana en que no tuvimos café, porque el señor se olvidó de pedirle al proveedor. Tarde nos dimos cuenta de que no valoramos lo suficiente a Alan, era medio boludo pero sabía cómo gestionar el restaurante. Claudio tendrá mucho estudio de administración, pero es un inútil.
Evangelina hizo una pausa en su relato, y se sinceró:
—¿Ahora entendés por qué me involucré tanto en tu proyecto?
Franco aprovechó el semáforo para regalarle una mirada fija a Evangelina, que le sonrió con tristeza.
—Sí... Sin querer escuché la discusión que tuviste con el boludo éste y ahí entendí todo. Entonces... Eso quiere decir que...
Evangelina asintió.
—Patito renuncia en noviembre, a fin de año se recibe de profesor de educación física, y ya consiguió trabajo en una escuela privada. Va a arrancar en la colonia de vacaciones hasta que empiecen las clases, y después sigue como profesor de educación física. Ángel está buscando trabajo también, solo que a él se le está complicando, todo lo que encuentra es explotador, más horas y menos sueldo, y aunque le falta poco para terminar su curso de chef ejecutivo, nadie lo toma sin experiencia.
—De él me encargo yo. Y en cuanto a vos, si es por mí hoy mismo te cambio el contrato a colaborador permanente, así que cuando quieras irte me decís y lo gestiono.
—En noviembre, me voy con Patricio. No quiero dejar solos a los chicos, aunque me apena Ángel.
—Ya te dije, yo me encargo. Solo necesito hacer una visita al restaurante de la esquina de mi casa, conozco al dueño y estoy seguro de que no me va a negar el favor. No suelo abusar de mi poder, pero en algunos casos no me queda otra alternativa.
Evangelina suspiró, mucho más tranquila luego de la charla con Franco. En ese momento comprendió cuánto había cambiado todo desde su regreso, y le costaba aceptar que su vida sin él estaba destinada a la monotonía.
—¿Por qué hacés esto? —escupió sin pensarlo demasiado.
—¿Qué cosa, Evi? ¿Qué hice ahora? —repreguntó entre risas.
—Salvarme. Siempre que me pasa algo estás ahí para ayudarme, como si fueras mi superhéroe personal.
Las pulsaciones de Franco se elevaron, no esperaba semejante confesión. Decidió mantener la calma.
—Solo hago lo que es correcto, Evi. ¿Te molesta?
—Sí... No... Digo... —Atropelló las palabras—. Es solo que no somos nada, y sin embargo... A veces sos más compañero de lo que es Daniel. Ay, no debería decir esto, soy una hija de puta. —Evangelina se cubrió el rostro avergonzada—. Pero es la verdad, me siento mal por sentir esto. Quiero decir, a Daniel lo amo con todo mi ser, pero hoy tengo que aceptar que esta es mi realidad.
Nada había cambiado, quedaba a la vista que Daniel seguía descuidando a su esposa, y de nuevo, le tocaba contenerla. Lo más irónico era que él no tenía que hacer nada para sabotear su matrimonio, su sola presencia servía para marcar la diferencia entre él y su esposo. Y sin mover un dedo o hablar mal de Daniel, Evangelina sola se encargaba de resaltar esas diferencias que Franco se había propuesto a marcar.
—Evi... No digas que no somos nada. Sos mi mejor amiga, no te das una idea lo difícil que se me hicieron estos meses sin verte ni hablarte.
—No fuiste capaz de llamarme ni una sola vez —le reprochó con pesar en su tono—, ni siquiera me mandaste un mensaje para ver cómo iba el proyecto... Nada, silencio absoluto.
—Tuve mis razones... —reconoció en un susurro atropellado.
—¡Ay, vamos! —rezongó agitando los brazos—. ¿Me vas a decir que no tuviste un solo minuto para mandarme un miserable «hola»? ¿A ver? ¿Qué eran esas razones tan importantes que te impedían siquiera preguntarme cómo estaba poniéndome al hombro tu proyecto?
—¡¿Querés saber mis razones?! ¡Estoy enamorado de vos, Eva! —gritó fuera de sí—. Y no soporto que estés al lado de un egoísta de mierda que no te valora, te descuida, y te trata como un puto trofeo.
El tiempo se detuvo dentro del auto, a excepción del semáforo que cambió a verde y se desató un concierto de bocinas.
Lo había dicho. Eso que todos sabían o deducían a excepción de Evangelina. Ya no tenía sentido ocultarlo.
Y un día se lo dijo... (╯°□°)╯︵ ┻━┻ ヘ(。□°)ヘ
Primer quiebre de esta historia. Falta uno más... 👀
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