Ochenta y uno
Sentados en el pequeño sillón del balcón del departamento de Evangelina, Franco escuchó en silencio cómo fue el camino que desencadenó en la separación de la pareja, con la cabeza gacha, los brazos cruzados, y la mirada perdida en la avenida Paseo Colón.
—A pesar de todo, a mí nadie me saca de la cabeza que tiene otra —sentenció Evangelina al terminar el relato.
—No, ni ahí —afirmó Franco, con la mirada todavía perdida en la avenida—. Lo comió la envidia, el ego, y esas ganas absurdas de ser como su padre. O peor, porque ahora con esto que pasó, pienso que hasta quiere superar a su padre muerto.
Se hizo un silencio en donde Evangelina procesaba las palabras de Franco, y es que la sinceridad con la que las dijo no daba lugar a dudas. Franco continuó.
—¿Y qué pensás hacer ahora?
—Trabajar... —bufó.
Franco se cubrió la cara y comenzó a reírse.
—La concha de la lora —dijo, aún con la cara cubierta—. Basta, por favor.
—¿Basta de qué?
—De ser mi otra mitad, Evangelina —respondió descubriendo su rostro, y ante el silencio confuso de ella, continuó—. Cuando Pilar me dejó, Bruno propuso convertir la aplicación que desarrollé para los gastos del bebé en Chanchi, y me puse a trabajar en los cambios que me pidió. Hace poco, cuando supe que estabas casada, Bruno me preguntó qué iba a hacer, y mi respuesta fue trabajar en las terminales.
—No entiendo.
—Que las dos veces que me rompieron el corazón en toda mi vida, mi respuesta al dolor siempre fue trabajar. Exactamente lo mismo que pensás hacer.
—¡Y sí, Fran! Básicamente mi matrimonio se fue a la basura por aceptar este trabajo, lo que menos puedo hacer es desaprovecharlo, sino no habrá valido la pena. —Franco estaba por acotar algo, pero Evangelina lo detuvo con una mano en alto—. Y no, no te sientas culpable, al contrario. Debería agradecerte por abrirme los ojos, pero todavía no es el momento porque sigo en shock.
—No hay nada que agradecer, Evi. Y si realmente querés hacerlo, entonces estás en lo cierto. Trabajá, focalizate en otra cosa, olvidá todo lo que pasó. Cuesta, no te lo niego, pero lo vas a superar. En el camino vas a conocer a alguien que borre todos los recuerdos amargos, solo asegurate desde el minuto cero de que sea soltero, para que no te pase lo mismo que a mí.
Franco la observó de reojo con una media sonrisa, y comprobó que ella también estaba conteniendo una risita.
—Y lo peor es que nunca más voy a ser soltera, ahora soy separada, y pronto seré divorciada... Divorciada —recalcó con desdén—, ¿quién va a querer a una mujer que ya fracasó una vez? Porque nunca faltará el machista que piense «algo habrá hecho». Y yo no hice nada malo, mi pecado fue ser una esposa devota que un día quiso tener su propia carrera, porque descubrió que servía para algo más que despachar una comanda.
—Evangelina, por favor... No digas esas cosas en el momento en el que me estoy mordiendo la lengua para no pedirte una oportunidad. Porque ahora necesitas a tu bestie, y no a tu enamorado.
—A ver... —lo desafió—. Quiero hablar con mi enamorado.
Franco enmudeció, y Evangelina le sostuvo la mirada en pose desafiante. Le hizo un ademán con la cabeza y él accedió, luego de un profundo suspiro.
—Pensá esto. Te amé cuando te creí soltera. Te amé más cuando supe que estabas casada con un egoísta. ¿Qué te hace pensar que no te voy a amar mientras estés separada, o mejor aún, cuando te divorcies? Y no me malinterpretes, no me alegra tu situación porque sé que tenés el corazón partido en mil pedazos, pero quiero ser ese que te lo repare, que junte cada pieza, le dé un beso, y la coloque en su lugar.
Evangelina intentó ocultar una sonrisa con su característico puchero, y al hacerlo olvidó contener una lágrima que salió rodando por su mejilla. Se dejó caer sobre el regazo de Franco, quien comenzó a peinar su cabello mientras sentía cómo se humedecía su pantalón en la zona en donde Evangelina reposaba.
—Creo que debería quitarte la etiqueta de bestie de la frente, ¿no?
—Todavía no —aseguró con parsimonia—. Viene lo más duro, que es la etapa del duelo, y no es lo mismo el duelo de una relación fallida que el de un matrimonio consolidado de diez años. En este momento no necesitás un nuevo amor, necesitás a tu bestie. Recordá el dicho: «un clavo no saca otro clavo».
—No me refería a eso. —Evangelina giró y se acomodó sobre su espalda para quedar de cara a Franco, mientras se limpiaba las lágrimas con su palma—. Lo que digo es que yo siempre te vi como mi mejor amigo, nunca pensé en otra cosa más que en amistad. Supongo que por eso jamás noté tus intenciones conmigo, porque siempre te vi como ese amigo de fierro que te banca en las buenas y en las malas. A lo que me refiero con quitarte la etiqueta es a dejarme llevar, a dejar de ver a mi amigo y empezar a ver el hombre.
Franco tragó saliva, mientras Evangelina lo observaba fijamente. Corrió apenas su flequillo y se debatió entre besarla con ese nuevo aval, o seguir firme en su posición de bestie. Eligió la segunda opción.
—No hagas algo que después puedas arrepentirte. No soportaría perderte por un impulso en un momento de debilidad. Tengo miedo de que intentes olvidar a Daniel conmigo, que no funcione, y te alejes de mi vida. Ya te lo dije, me conformo con amarte mientras soy tu amigo. No me quites lo único que tengo.
Evangelina asintió con la cabeza, y luego se abrazó a su cintura.
—Igual me voy a dejar llevar a dónde me lleves —sentenció con la cara hundida en su estómago.
Franco no pudo más que reírse, y siguió peinando su cabello hasta que su teléfono sonó. Se removió para sacarlo del bolsillo delantero de su pantalón, y aunque el mensaje era de un número que no tenía entre sus contactos, al leer el contenido desde la notificación supo de quién se trataba.
Evangelina no contesta mis llamadas y mensajes. Y lo entiendo, es lógico. Estoy algo preocupado, sabes algo de ella? ✓✓
Estaba por mandarle una foto de Evangelina recostada en su regazo mirando la avenida, pero se contuvo. No quería echar más leña al fuego.
Está conmigo y está bien, solo no tiene el teléfono encima. Despreocupate, yo me encargo de cuidarla. ✓✓
Estaba cerrando WhatsApp cuando Daniel envió el último mensaje.
Te pido disculpas si fui impertinente al escribirte, le pedí tu número a mi productor. Quedamos en contacto, me escribís si pasa algo con Evi. ✓✓
Respiró profundo para no alertar a Evangelina sobre la charla que estaba sosteniendo. Contestó con toda la tranquilidad que fue posible.
En serio pensás que voy a escribirte? Evi dejó de ser un problema para vos cuando dejaste la alianza de matrimonio sobre la mesa del comedor. Ocupate de tu carrera que de repararle el corazón me encargo yo. ✓✓
—Si tenés mucho trabajo podés irte, eh.
—Mi único trabajo en este momento sos vos. Y ni siquiera es trabajo, estoy acá porque quiero y porque puedo. Además, esto le sirve a Demián para que se integre al equipo como una figura de autoridad.
—¡Demián! —exclamó Evangelina mientras se reincorporaba—. Me olvidé que hoy quería hablar conmigo para planificar los kits de edición limitada con los Orson.
—Tranquila. —Franco tiró de sus hombros para que vuelva a acomodarse en su regazo—. Ya le avisé que te sentías mal, también estaba preocupado porque no fuiste a la oficina. Hoy no te preocupes por el trabajo, mañana será otro día, y si mañana tampoco tenés ánimos, también está bien. Eso sí, no te abuses, eh. Y no lo digo por el trabajo, lo digo por vos. No te dejes caer.
—Eso nunca.
Evangelina volvió a acomodarse, y con una seña le pidió a Franco que siga acariciando su cabeza. Le siguió peinando el cabello con sus dedos con la mente completamente en blanco, disfrutando el momento, y perdió la noción del tiempo hasta que escuchó un leve ronquido. Evangelina se había quedado dormida en su regazo.
Con sumo cuidado la tomó en sus brazos y se levantó del sillón, Evangelina se volvió a acomodar en su pecho mientras la llevaba a la habitación. La recostó en la cama, y luego de dejar un beso en su frente, volvió al living y comenzó a pensar cómo seguir luego de todo lo que sucedió. Las palabras de Evangelina retumbaban en su cabeza:
«Creo que debería quitarte la etiqueta de bestie de la frente, ¿no?».
«A lo que me refiero con quitarte la etiqueta es a dejarme llevar, a dejar de ver a mi amigo y empezar a ver el hombre».
—Mierda, Evangelina. ¿Qué me hiciste? —maldijo por lo bajo mientras enredaba ambas manos en su flequillo, y recargaba los codos sobre sus muslos—. Tanto te amo que ni siquiera puedo aprovecharme de la situación, porque necesito que estés bien. Yo no puedo ser feliz si vos no lo sos, Evi.
Y Evangelina, que se había despertado apenas su cuerpo tocó el colchón, lloraba en silencio, recargada en el marco de la puerta de su habitación escuchando las palabras de Franco. Verlo abatido, cansado de amarla unidireccionalmemte, la hacía replantearse la posibilidad de abrir su corazón.
Quería correr a abrazarlo y decirle que todo estaría bien. Pero como su bestie.
Quería quitarle la etiqueta porque era el hombre perfecto para curarle el corazón.
El problema era que lo había encasillado tanto en la friendzone, que iba a ser difícil sacarlo de ahí.
Pero lo intentaría.
Mención especial a la canción de este capítulo, que me olvidé que existía hasta que sonó en una vieja playlist. Es tan, pero tan linda y dulce, que encaja PERFECTO con este capítulo.
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