Ochenta

Lejos de desplomarse a llorar en la cama, cuando Evangelina sintió que la puerta del departamento se cerró, salió de la habitación y fue directo a la cocina a buscar ese fino champagne que había comprado para recibir a Daniel, y la caja de bombones de panadería que eligió de postre para la cena fallida de esa noche.

Ni siquiera se molestó en servirse una copa, comenzó a tomar de la botella mientras se atragantaba con un chocolate y ponía a todo volumen aquella lista de canciones de desamor que siempre disfrutaba sentidamente, a pesar de estar felizmente casada. Acto seguido, comenzó a cantar parada sobre la cama, había llegado su momento de ponerse en la piel de cada canción, y disfrutarlas amargamente. El recital duró lo mismo que su botella, y al ver el fondo, todavía con mucha rabia para descargar, siguió con el vino que también era para la cena de esa noche.

Y extrañamente, comenzaba a sentirse bien con su nueva soltería. O mejor dicho, su condición de mujer separada, porque todavía no había firmado el divorcio para considerarse oficialmente divorciada.

Cuando la cabeza comenzó a darle vueltas, se desplomó en la cama, y solo bastó un segundo en el que cerró los ojos para quedarse dormida. El problema era que la fiesta mundialista ya había culminado, y luego del feriado de festejos el mundo argentino volvía a la normalidad, y debía volver a trabajar.

Pero nunca escuchó la alarma de su celular, que reposaba en el sillón desde la tarde, cuando Daniel llegó solo para marcharse de su vida.

A Franco se le hizo extraño que Evangelina no se presentara en la oficina, todavía con el recuerdo del beso del domingo, decidió esperar hasta media mañana. Cuando el reloj pasó las diez y todo su equipo estaba trabajando, decidió averiguar su paradero. Después de cinco llamadas perdidas, supo que algo andaba mal.

Se disculpó con su equipo, dejó a cargo a Dae-myung durante su ausencia, y fue a buscar el auto al estacionamiento. Manejó el corto trayecto hasta su departamento, y tocó el timbre sin respuesta. Tuvo la suerte de que el primer residente que salía del edificio lo reconoció, y le pidió permiso para pasar hasta el piso de Evangelina, alegando que no se había presentado a trabajar y que estaba preocupado.

—Debe estar cruda, alta joda se pegó anoche, yo vivo debajo de ella. La escuchaba cantar, y sentía golpes en el techo de mi habitación.

Fue en ese momento cuando confirmó sus sospechas.

—Mierda —refunfuñó—. Gracias, amigo.

—Esperá, ¿puedo pedirte una foto?

Franco accedió solo para agradecerle el gesto de dejarlo entrar, y luego subió urgido hasta su piso. Al llegar, clavó el dedo en el timbre, que sonó irritante y sin respuesta inmediata. No fue hasta que escuchó un «voy», en tono molesto, que soltó el timbre. Evangelina abrió la puerta y Franco no podía creer lo que veían sus ojos.

El maquillaje corrido, la ropa desarreglada, y apestaba a alcohol.

—Evi... ¿Qué pasó?

Y en ese instante, la mujer empoderada desapareció, y se quebró frente a Franco. Lloraba con congoja, hipando y sacudiendo el cuerpo.

—Evangelina, ¿qué mierda pasó? —preguntó asustado mientras la abrazaba.

—Daniel...

En ese instante, la soltó y entro al departamento hecho una furia. Busco su teléfono por toda la casa, hasta que lo encontró tirado en el sillón. Tomó el aparato y pudo ver todas sus llamadas perdidas, acto seguido, volvió hasta Evangelina para desbloquear el celular con su dedo índice. Abrió el chat de Daniel y envío una nota de voz.

—Escuchame, pedazo de pelotudo. ¿Qué mierda le hiciste a Evangelina? Te dejé pasar una, dos no. Te voy a recargar a trompadas. Decime ya qué hiciste, ¿la gorreaste? Más te vale que me contestes porque te voy a buscar a ese canal de mierda y te muelo a golpes.

—¡Franco! —protestó—. ¡Basta! Ya no tiene sentido...

Pero no hizo caso. Esperó a que la nota de voz se coloreara a azul, y la respuesta cuando vio que Daniel comenzó a escribir.

Siempre tuviste razón, aunque me cueste aceptarlo. Ya es libre. Solo te pido que la cuides y que la ames mejor de lo que yo la amo. ✓✓

Se quedó de piedra. No esperaba esa parsimonia en sus palabras, realmente estaba preparado para armar un escándalo en el canal de televisión, asumiendo todo lo que ese impulso acarrearía. Todavía confundido, observó a Evangelina que lo miraba triste y sin parar de llorar.

—No entendés nada, ¿no? Yo tampoco —sonrió apática—. Me dejó con la excusa más absurda del mundo: «te estoy amando mal».

Y nuevamente rompió a llorar con ganas. Franco revoleó el teléfono al sillón, y la abrazó más fuerte que nunca, acomodando su cabello revuelto y dejando besos en su cabeza.

—Escuchame, ahora te vas a pegar una ducha, yo voy a prepararte un café bien cargado, y me contás todo lo que pasó, ¿sí? No es el fin del mundo, este es tu momento de brillar y demostrarle lo pelotudo que fue al dejarte.

Evangelina asintió, y fue hasta su habitación por ropa limpia para cambiarse, todavía vestía las prendas que usaba cuando Daniel volvió y olían a alcohol derramado. Eligió algo cómodo y se internó en el baño.

Del otro lado del departamento, Franco no dejaba de sentirse miserable, se culpaba de que Evangelina estuviera rota en mil pedazos, porque había llegado demasiado lejos, y confirmaba que en ningún momento contempló cómo quedaría ella si su mayor deseo se concretaba.

Que el matrimonio perfecto mostrara la hilacha hasta el punto de quebrarse.

Preparó los dos cafés, y se sentó a esperar a que Evangelina saliera del baño. Y en ningún momento pensó en aprovecharse de la situación, todo lo contrario. Si la felicidad de ella era Daniel, estaba dispuesto a ayudarla a recomponer el matrimonio, de ser necesario, hablando con Daniel para hacerle entender que él no era una amenaza ni a su machismo, ni a su matrimonio.

Porque Franco la amaba bien, y estaba dispuesto a sacrificar su felicidad en pos de la de ella.

En vista de que Evangelina tardaría un buen rato en el baño, y deduciendo que no había comido desde el día anterior, volvió a la cocina dispuesto a prepararle algo para desayunar. Encontró una bolsa de pan integral de molde en la heladera, y visualizó la tostadora al borde de la mesada, por último, tomó el queso crema y el pote de dulce de leche. Recordó cuando Estela les hacía Chocotorta de merienda, y decidió improvisar la mezcla del famoso postre para untar en los panes tostados, aprovechando el dulzor del pan integral. Si no se lo comía porque le daba asco su invento, al menos le sacaría una sonrisa, porque realmente necesitaba hacerla reír en medio de tanta tristeza.

Con todo listo, acomodó la mesa del comedor, y se detuvo al ver la alianza de matrimonio que había dejado Daniel la noche anterior. La tomó entre sus dedos y la observó detenidamente hasta que notó el grabado en el interior del anillo: 21/09/2013 - Evangelina. El maldito le había arruinado el día de la primavera, así fuera la fecha de la boda, de compromiso, o simplemente el día en que se conocieron.

Y si tenía alguna duda de si era algún berrinche de Daniel para llamar la atención, ese anillo confirmaba que hablaba en serio cuando decidió alejarse.

Estaba colocando las tazas sobre la mesa cuando Evangelina apareció junto a él, y el brillo de la alianza sobre el individual negro llamó su atención.

—Estaba sobre la mesa —explicó Franco, con tono neutral.

Evangelina tomó la alianza y la observó como si nunca la hubiera visto, Franco pensó que se la colocaría en alguno de sus dedos, pero para su sorpresa se quitó la suya con bronca. Acto seguido las depositó en un pequeño cofre de madera que adornaba el living, volvió a la mesa y se sentó frente al desayuno que Franco había preparado.

—No tengo hambre, Franco —dijo apática, hasta que notó el invento culinario en su plato—. ¿Y qué es esta crema marrón que le pusiste a las tostadas?

—Son Chocotostadas, lo acabo de inventar en la cocina. Es la crema relleno de la Chocotorta, como no tenés Chocolinas, supuse que podía quedar bien con el dulzor del pan integral.

Evangelina frunció el ceño y la nariz, luego comenzó a reír como poseída.

—¿Al menos lo probaste?

Negó con la cabeza, todavía de pie junto a ella, tomó una tostada y le dio un mordisco.

—Zafan... —determinó—. Probá un pedacito, si no te gustan me las como yo, y te hago un par con queso crema.

Franco colocó la tostada frente a su boca y ella dio un pequeño mordisco, temerosa, pero su cara se transformó al saborear esa extraña mezcla.

—¡Están buenísimas! —sentenció con la boca llena—. No sé cómo no se me ocurrió antes.

—Lo que no está bueno es esto, Evi. Llegué y eras un mar de lágrimas, la Evangelina que está frente a mí es una pantalla para no aceptar la realidad.

La sonrisa se le borró al instante, bajó la cabeza y comenzó a llorar, mientras todavía masticaba lo que quedaba de tostada dentro de su boca. Franco se arrodilló junto a ella para quedar a su altura, y giró la silla con ella sentada para quedar cara a cara.

—No te lo dije de forro, sino porque quiero ayudarte a superarlo. A la mierda mi regla del cierre porque ya no tiene sentido, te amo con toda mi alma, y me destruye verte así porque me siento culpable...

—No es tu culpa —lo cortó—, es mía por no ver lo narcisista y egocéntrico que en realidad es Daniel. Es que estaba tan enamorada que...

Y no pudo seguir, se arrojó a los brazos de Franco a llorar desconsoladamente.

—No te olvides que antes que tu enamorado soy tu amigo, tu bestie —dijo en su oído—. Así que vamos a hacer esto. Vas a dejar de llorar, vamos a desayunar, y después me contás todo, ¿sí?

Franco se separó, limpió las lágrimas de Evangelina con su pulgar, y dejó un beso en su frente. Se acomodó en su lugar en la mesa y comenzó a desayunar con normalidad.

En nombre del amor que le tenía, debía ser el mejor amigo del mundo.

🇦🇷🇦🇷🇦🇷 Espacio cultural argento ⭐⭐⭐

Se preguntarán, ¿qué es la Chocotorta? Es un postre argentino hecho con Chocolinas (galletitas de chocolate) remojadas en café/licor/chocolatada, y una crema que es la mezcla de nuestro querido dulce de leche y queso crema.

Lo que hizo Franco fue improvisar la crema del relleno, y usarla para untar las tostadas. Por eso las Chocotostadas.

Si quieren más info de la Chocotorta, yo escribí la receta para CheArgentina, la pueden encontrar en el apartado ¡Estamos al Horno! Allí está la historia del postre, la receta, y un video mostrando cómo se hace. Pueden hacerla en cualquier parte del mundo, reemplazando las marcas que usamos acá.

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