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—¿Nombre completo?
—¿Es en serio esto? —protestó Evangelina entre risas.
—Estoy hablando con él, usted cierra la boca, señora. ¿Nombre completo?
—Francisco Antoine.
—¿Edad?
—¡Ay, tío! ¡Si ya la sabés!
—Yo sí, pero otro médico no la sabría. ¿Y así querés ser un chico grande para irte solo a Uruguay?
—No me voy solo, voy con el tío Demián —protestó por lo bajo—. Y tengo nueve.
Ismael le firmó el alta simbólica a su sobrino, que había estado con vómitos y malestar estomacal por los nervios previos a su viaje a Montevideo. Era la primera vez que viajaba solo por unas semanas con sus tíos del corazón, Dae-myung y Julieta, para pasar las primeras semanas del verano en compañía de su prima Daniela.
El doctor Castillo le entregó el alta a su paciente preferido, Ismael se había especializado en pediatría luego de concluir sus estudios abandonados de medicina. Su vocación de servicio era tan fuerte que trabajaba en un hospital público, aunque también tenía su consultorio privado en Puerto Madero.
—¿Todo bien, Isma? —Evangelina tomó asiento en el lugar que dejó su hijo al salir corriendo a terminar de alistarse.
—Sí, Eva. Somatizó la ansiedad y los nervios por el viaje, tu hijo tiene sangre Antoine, más fuerte no puede ser.
—Me da cosa que viaje solito, no es que no confíe en Demián y Julieta, es que...
—Mami... Tu hijo está creciendo. —Ismael la tomó de los hombros y la tranquilizó como si fuera otra madre preocupada que acude a su consulta—. Además, a Franco y a vos les va a hacer bien estar unas semanitas a solas, viven para él, tomalo como una segunda luna de miel.
Evangelina sonrió y se abrazó a su bestie, que le acarició la espalda y dejó un beso en su cabeza. Se separaron cuando escucharon la puerta del departamento.
—¿Estás listo, enano?
—¡Listo, pá!
Francisco corrió hasta el encuentro con su padre en el living, que aguardaba por él junto con Dae-myung.
—¡Más vale que no sigas con el juego! ¡Esperame a mí para seguirlo! —Francisco amenazó a su padre con un dedo en alto—. Te voy a estar viendo, ¿okey?
—Tranquilo, pienso jugar a otras cosas con tu madre...
Franco levantó una ceja y le echó una mirada a Evangelina, que se agarraba la cabeza mientras Ismael contenía una risa.
—¿Qué? ¿A qué van a jugar con mamá? —quiso saber el pequeño.
—A nada, vamos yendo. —Dae-myung salió al rescate de la metida de pata de Franco—. La tía te espera en el auto con Dani.
Francisco corrió a saludar a su madre, que ya no podía contener las lágrimas, y luego se abrazó a su tío, antes de saludarse con un choque de puño que habían inventado ellos. Bruno llegó justo antes de irse a la oficina para despedir a su sobrino.
—Mocoso, vení para acá. —Lo llamó Bruno, y le entregó una tarjeta prepaga de Chanchi—. Esto es para que te compres lo que quieras, dásela a tu tío Demián cuando quieras algo.
—¡Uy! ¡Gracias, tío Bru!
—¿Podés dejar de malcriar a mi hijo, puber? —protestó Franco desde su lugar.
—No. Siguiente pregunta.
Franco bufó molesto, y se aceró a contener a su esposa que no paraba de soltar lágrimas.
—Evi, no le hagas esto a Francisco —susurró en su oído.
—Tenés razón —admitió, secándose las lágrimas—. Pero es que es difícil, entendeme.
—Te entiendo, mi amor —susurró cerca de su rostro—. Yo también estoy triste, ansioso, pero feliz porque nuestro hijo está creciendo. Además, te necesito fuerte para la sorpresa que te tengo preparada.
Evangelina frunció el ceño, y Franco solo se desenredó del abrazo para ir detrás de su hijo y ayudarlo con su maleta. Lo siguió, y juntos lo acompañaron hasta el auto para despedirlo con mil recomendaciones. Finalmente, saludaron y agradecieron a Julieta y Dae-myung, con la promesa de mantenerse en contacto a diario. Apenas el auto comenzó a alejarse, Evangelina rompió a llorar, y Franco volvió a contenerla entre sus brazos.
—Ay, Evita... —Bruno se acercó a consolarla y acarició su cabello—. ¿Qué vas a hacer día que Francis se vaya de viaje de egresados? Mirá que no falta mucho para el de séptimo grado, eh.
—Callate, puber —le respondió, hundida en el pecho de Franco.
Bruno rio como cada vez que Evangelina le decía puber. Le había robado el apodo a Franco, y lo usaba de la misma manera que su esposo: solo cuando no le gustaba lo que él le decía. Pero a ella se lo perdonaba porque le resultaba gracioso.
—Yo me encargo de todo, tranquilo y cualquier cosa me avisás, ¿sí? —dijo Bruno por lo bajo a su hermano, y Franco asintió con la cabeza—. Disfruten.
En ese momento, Evangelina se separó de su esposo y miró a los gemelos confundida.
—¿Que disfrutemos qué? —preguntó con lentitud.
—Hablá con tu marido, yo no tengo nada que ver.
Bruno se acercó, y le dio un extraño beso en el cachete, acompañado de un cariñoso abrazo. Ismael repitió el gesto y se fueron juntos, dejándola más que confundida. Levantó la cabeza y miró a Franco buscando respuestas.
—¿Tenés algo pendiente en la oficina? —consultó, dando un apretoncito en su hombro.
—¿Qué hiciste, Franco?
—No se contesta una pregunta con otra pregunta —la recriminó con cariño—. ¿Te quedó algo pendiente o no?
—Necesito terminar la nueva versión de la app de comerciantes, tengo un error en el código y no lo encuentro. ¿Por qué?
—¿Y por qué no me pediste ayuda?
—Demasiado trabajo tenés como para molestarte con esa pelotudez, le pedí ayuda los chicos, pero tampoco lo encuentran.
—Ay, Evi... —bufó entre risas—. Vamos arriba y lo solucionamos en cinco minutos.
—¿Y no pensás decirme qué estás planeando?
—Primero saquémonos de encima tu pendiente, ya te vas a enterar.
Evangelina no discutió, luego de diez años junto a Franco sabía que cuando algo se le metía en la cabeza, era difícil de persuadir.
Ella era el mejor ejemplo de esa obstinación.
Ya en el departamento que compartían desde que iniciaron su relación, Evangelina colocó su computadora frente a Franco. Le tomó cinco minutos leer el código y señalar el error en la pantalla: faltaba una letra en una de las funciones.
—Ay, no te puedo creer —protestó Evangelina, enredado los dedos en su cabello—. ¡Lo revisé mil veces!
—Es normal, mi vida. Uno como programador está tan viciado y contaminado con su propio código que no ve el error, hasta que viene uno con la cabeza en blanco y lo encuentra a simple vista.
—¡Pero lo revisó todo el equipo! ¿Nadie lo vio?
—Estaba demasiado escondido —justificó Franco.
—No, Fran, ninguno tiene tu experiencia. Ni siquiera yo, y eso que me enseñaste vos, porque de programación vi poco y nada en la facultad.
Franco sonrió avergonzado, sabía que Evangelina era auto exigente consigo misma, y que trabajaba duro día a día por ponerse a la par suya en cuanto a experiencia y conocimiento, desde que se recibió de Ingeniera en Sistemas en la universidad. Apenas él la introdujo en el mundo de la programación, ella sola corrió a anotarse en la carrera de grado para aprender más, y así poder potenciar todo el conocimiento adquirido en Chanchi.
—¿Eso era todo? ¿Ya está? —le preguntó Franco, acariciando su cintura.
—Sí... Ahora le aviso a los chicos, ¿venís conmigo a la oficina?
—No. Y lamento informarte que vos tampoco vas a la oficina.
Se sostuvieron la mirada por un segundo. De a poco, las palabras de Ismael iban cobrando sentido en la cabeza de Evangelina: «tomalo como una segunda luna de miel».
—¿Qué tenés planeado hacer, Franco?
—Seguime.
Franco se levantó, la tomó de la mano y la llevó hasta el ascensor. Le extrañó verlo presionar el piso 51, desde que se casaron que no subían en soledad a su departamento de soltero, siempre que lo hacían era para visitar a Bruno e Ismael. Y más extraño fue ver a Franco abriendo el departamento con la llave, porque esa había dejado ser su casa desde hacía diez años, siempre que acudían era tocando el timbre.
Evangelina entró con cautela, casi sintiéndose una criminal por irrumpir en un departamento que no era suyo, sin embargo Franco comenzó a besarla como él ya sabía. Se separó, presa de la confusión.
—Franco, ¿qué estás haciendo? —preguntó entre risas—. Tu hermano nos va a matar si vuelve.
—No va a volver hasta mañana, y ya lo sabe. Nos dejó el departamento para revivir nuestra luna de miel.
—Pero... no puede ser —bufó nerviosa—. Hace diez años acepté pasar acá la noche de bodas porque todavía era tu departamento, pero ahora... Se me hace raro porque ya no es tu casa.
—Evi... Bruno es mi gemelo, y este departamento también es mío. Vení.
Franco la tomó de la mano y la guio hasta su vieja habitación. Abrió la puerta y la piel de Evangelina se erizó.
Estaba todo intacto, tal como lo dejaron la noche de bodas.
Evangelina entró con pasos cautelosos y volvió a caminar por aquella habitación en donde se había entregado a Franco tantas veces, miles de recuerdos empujaban por aflorar mientras levantaba la cortina con el control remoto, y la ciudad se mostraba a sus pies.
—Puede que todavía haya polvo en algún lado —advirtió Franco—, yo limpié todo, pero pude haberme comido algún recoveco.
—No sabía que conservaban tu habitación, pensé que la habían hecho estudio, consultorio para Isma...
—Te dije que el lazo de gemelos es muy fuerte. Bruno jamás podría profanar mi habitación.
Franco abrió el guardarropa, y sacó los tres vestidos de novia que había utilizado Evangelina en la boda, perfectamente conservados en sus fundas. Evangelina se acercó a la cama en donde reposaban los tres, y los observó con lágrimas de nostalgia en sus ojos.
—Ay, Fran... —chilló al borde del llanto—. Es como si hubiera sido ayer, no puedo creer que pasó hace diez años.
—Bueno, elegí el que quieras que vuelva a quitarte. Aunque hay uno que no pude disfrutar.
Franco levantó el vestido que Evangelina utilizó en el Planetario, aquel con el que no tuvo la oportunidad de juguetear por los preparativos para la gran fiesta de la noche.
—No sé si me entre —dijo entre risas—. No te olvides que tu hijo vivió en este cuerpo durante nueve meses, y las caderas no vuelven a ser las mismas.
—Estoy seguro de que sí. Estás espléndida, mi amor.
Franco la incitó a tomar el vestido, y ella aceptó ansiosa de darle el gusto a su marido, luego de diez años. Fue hasta el guardarropas y allí estaban aquellos zapatos italianos que había vestido en la boda civil. Tomó todo y se internó en el baño. Al salir, grande fue su sorpresa al ver a Franco con el mismo traje que también había utilizado para acompañarla en ese momento.
Y no hubo espacio para las palabras.
Comenzaron con un beso que fue el preludio de un mediodía mágico, en donde volvieron a ser uno solo en la misma cama en la que Evangelina se despojó de todos sus viejos prejuicios, con la ciudad de testigo y el tiempo en sus manos. Por un día volvieron a ser aquellos amantes fogosos de la noche de año nuevo, y al amanecer del otro día, cuando el tiempo de gracia de Bruno volvía a acabarse, la pregunta de Evangelina fue inevitable.
—¿Y ahora?
—Nos quedó algo pendiente. —Franco sacó de su bolsillo las llaves de su auto.
—¿Qué cosa?
—La Costa Atlántica. Nos casamos en invierno, ahora es verano, hora de completar el viaje de nuestra luna de miel. Eso sí, ya no tenemos todo el tiempo en nuestras manos porque nos espera Francisco. Pero por quince días seremos solo vos y yo en el auto. Sin planes, y sin reservas. Lo que pinte.
Franco tiró de su brazo y la llevó hasta el estacionamiento de la torre Alvear, sin siquiera pisar su departamento. Abrió el baúl, y allí estaban las maletas ya listas. Le hizo una seña con su mano y Evangelina no tuvo otra opción más que subirse y acomodarse.
—Hora de ser perfectos con el tiempo en nuestra manos. Al menos, por quince días.
¡Y un día se terminó! ¡No lo puedo creer! Ahora sí, ya no queda más de Franco y Evangelina. Todo completamente cerrado, resuelto, y todos felices. 🥰
Para los que se preguntan sobre el nombre extraño de este capítulo, de nuevo, es una función de JavaScript utilizada para sumar más tiempo a una fecha. Es mi manera de decir: al capitulo anterior, sumen diez años. Es para seguir el juego de ese capítulo extra en donde leyeron el mail de despedida de Evangelina, que también se tituló con una función de JavaScript.
De nuevo, quiero agradecerles a todos los que me acompañaron por estos nueve meses (casi un parto 🤣), fue la historia más linda y dulce que hice desde que empecé a escribir, y estoy SÚPER conforme y feliz con el resultado. 🙈
¡Pero no se vayan! Les dejé algo más.
¿Vieron que me la pasé hablando en los comentarios con ustedes que la historia en realidad no era así? ¿Que esto no debió pasar pero sucedió? Bueno... Les armé un apartado en donde les cuento cómo hubiera sido esta historia si los personajes no se me iban de las manos. Pueden leerlo a continuación, y los escucho.
Y tampoco se me vayan lejos después de leer ese apartado. Este viernes comenzamos con Marroc, el cuarto libro de esta serie. Van a tener los tres primeros capítulos, como siempre, y después, actualizaciones en los mismos días y horarios de Eva. Es una historia completamente distinta a la que acaban de terminar, pero que no abandona la temática de la serie.
Ya está publicada la sinopsis, así que pueden ir guardándola en sus bibliotecas.
Entonces, no es un adiós. Es un hasta pronto, mis cielas. 👋🏻💖
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