Noventa y cuatro

Evangelina estaba muda, experimentando un montón de sensaciones al mismo tiempo. Por un lado, disfrutaba la canción, pero también se sentía mal porque la conocía, y la melancolía era el eje principal de la letra.

Llegando al puente, cuando Chano tocaba el piano en plena avenida Nueve de Julio en el video musical, su mirada oscilaba entre el televisor, y Franco gesticulando con sus brazos como lo hacía el cantante de la banda. Realmente estaba sintiendo cada palabra que cantaba, al igual que ella, porque la canción comenzaba a encastrar en momentos puntuales de su relación con él. Se quedó estática hasta el final, y cuando Daddy Yankee volvió a sonar, hizo acto de presencia en la cocina.

—¿Qué fue eso? —preguntó incrédula.

Franco se volteó y la observó contener una sonrisa, no esperaba verla con su camiseta de Lanús, sin una gota de maquillaje, y el cabello extremadamente ondulado. Definitivamente, estaba mucho más hermosa en ese año nuevo, que en los anteriores con los vestidos de fiesta en las fotos de Daniel. Se limpió las manos con un repasador, y bajando la cabeza comenzó a explicar.

—Aquella vez, cuando dijiste que Tan Bionica era tu banda favorita, quise escucharlos para comprender por qué te gustaban tanto. Y para qué mentirte, en mi estado es insalubre escuchar esa banda —confesó con una risa—. Pero esta canción en particular me destruyó por completo, y bueno.

Franco tomó el control del televisor y la colocó nuevamente, la canción comenzó de nuevo, y sus miradas estaban clavadas. Ninguno dijo nada hasta que Franco cantó la segunda estrofa, sin quitarle la vista de encima.

Libertad, mi casa es un desastre, mi vida un poco más —cantó ella, apoyándose sobre la barra de la cocina con sus antebrazos.

Corazón, qué caros son los precios del amor —cantó él, replicando el gesto y acomodándose junto a ella, del otro lado de la barra.

—¿Tanto te duele lo que sentís por mí?

Franco solo afirmó con la cabeza, y una expresión involuntaria de dolor y melancolía se apoderó de él. Y de nuevo, Evangelina pudo ver ese cansancio de amar al vacío. Quería dejar de amagar y tirotear sin terminar las cosas, tal como Chano cantaba, y fue así como sin pensarlo demasiado, cuando volvió a sonar el piano en el puente, capturó sus labios y lo besó profundamente.

Como pudo, y mientras sostenía el rostro de Franco con sus manos, se subió a la mesada y se acomodó de rodillas para seguir profundizando ese beso. En cuestión de segundos, Franco la sentó y se acomodó entre sus piernas. Por momentos se separaba para cerciorarse de que no fuera otra de sus fantasías, pero ahí estaba Evangelina, con la respiración entrecortada, la mirada perdida, y la boca hinchada. Y volvía a capturarle la boca para seguir dándole todos esos besos que eran solo de ella, y los tenía guardados para dárselos en el momento correcto. Se separaron cuando la canción terminó, y Manuel Turizo comenzaba a cantar La Bachata.

Franco soltó una risita incrédula, mientras seguía sosteniendo su rostro, y Evangelina estaba colgada de su cuello.

—Haceme mierda, Evangelina —rogó, y se mordió el labio inferior—. No me importa si después de esta noche te arrepentís o querés volver a ser mi amiga. Pero solo por hoy, quiero que seas mía. Yo te voy esperar el tiempo que necesites.

—¿Tanto me amás? —reformuló la pregunta que había hecho anteriormente.

—Más de lo que amé a Pilar —afirmó serio.

—Estoy empezando a sentir cosas, ¿sabés?

—¿Entonces sigo por este camino?

—Por favor.

Volvieron a besarse con intensidad, y Franco se detuvo cuando la situación comenzaba a escalar. Estaban todas las garantías para poder avanzar al siguiente nivel, pero de verdad quería regalarle su año nuevo informal. Dejo un par de besos cortos en sus labios humedecidos, y la tomó por la cintura para bajarla de la mesada. Luego, le entregó el control remoto del televisor con instrucciones precisas.

—Poneme la discografía de Tan Bionica, y haceme un tour por su carrera musical mientras termino de cocinar. Quiero saber con qué tengo que lastimarme en caso de que algo salga mal.

Evangelina obedeció, y comenzó por su disco preferido, que justamente era Obsesionario. Y Franco estaba realmente a gusto con las canciones que iban sonando secuencialmente. Aunque estaba contento por haber experimentado por primera vez un beso completo con Evangelina, lo que le causaba una felicidad aún mayor era verla a ella tan feliz, bailando y cantando con su remera de la adolescencia. Y entre melodías y besos robados, ya de una tonalidad mayor que los dos primeros en La Escondida y la casa de su padre, Franco quiso saber por qué usaba la casaca de Lanús.

—Es mi nueva remera de dormir —confesó bajando la cabeza—. Desde que me la regalaste es una manera de tenerte conmigo en las noches, que es mi peor momento del día. Desde que la uso, no me camina tanto la cabeza y duermo mejor, porque siento que de alguna manera estás conmigo.

Evangelina se abrazó a su cintura, y él dejó un beso sobre su cabeza hasta que recordó que, al menos por esa noche, tenía vía libre. La separó un poco y volvió a embriagarse de su boca.

—Quiero que sepas una cosa. Yo te voy a cuidar siempre, seamos amigos, pareja, o simples conocidos. Porque mi felicidad es la tuya, mi amor. Y si no sos feliz, entonces yo tampoco lo soy.

—Te confieso que eso me duele un poco. Que renuncies a tu felicidad a cambio de la mía, yo no soy la gran cosa, y... —Franco la interrumpió con un pequeño beso.

—Eso lo decido yo, Evi.

—Entonces quiero que esta noche pienses por un segundo en vos. Sé egoísta, quiero conocer a ese Franco egoísta que piensa solo en sus sentimientos.

Franco se separó con toda la parsimonia del mundo. Guardo las hamburguesas ya armadas en la heladera, se lavó las manos, volvió hasta Evangelina y la subió a horcajadas. La llevó hasta el cuarto mientras no dejaba de besarla y la arrojó a la cama.

—¿Sigo siendo egoísta?

Ella solo afirmó con la cabeza y Franco comenzó la batalla redoblando la apuesta con los besos. Evangelina se desconocía al gemir solo de ver a Franco arrodillado encima de ella, con la boca entreabierta mientras luchaba su propia batalla interna.

—¿Qué tan egoísta querés que sea?

—El peor de todos.

Franco asintió con la cabeza, se bajó de la cama, y fue hasta la habitación de Bruno por protección. Y es que luego del engaño de Pilar, descubrió que esa abstinencia se debía a que en realidad era demisexual.

Y por ese motivo, Evangelina era la primera mujer que probaba su cama.

Se sorprendió al volver a su habitación y verla con la mano en la entrepierna por debajo del minúsculo short blanco, la respiración agitada, y las pequeñas convulsiones que provocaban sus caricias. Decidió inspirarla, quitándose el pantalón y poniéndose de pie en el extremo de la cama, de brazos cruzados y en posición desafiante. Cuando la escuchó llegar al cielo, volvió a colocarse encima de ella.

—Perdón por no esperarte —dijo con la respiración entrecortada—. De verdad creí que me iba a morir incendiada. Nunca me pasó esto, ¿qué tenés? ¿Qué me estás haciendo, Franco? —chilló.

—Todavía nada, ni siquiera te toqué.

—Justamente por eso lo decía —soltó con una risita sensual.

—¿Lista para conocer mi lado egoísta?

—Por favor.

Sin perder tiempo, Franco le quitó toda la ropa y comenzó a besar su cuerpo con excesiva pasión, cuánto más se retorcía Evangelina, él reforzaba los besos. Podía ver en su cara cómo ella se contenía, dedujo que traía consigo una mala costumbre de su matrimonio; tal vez porque a Daniel no le gustaba, o simplemente porque su consorcio no lo permitía en las normas de convivencia.

—Gritá tranquila, acá nadie te va a escuchar. Estamos en la cima del cielo, debajo de Dios.

Lo que siguió fue el rugido femenino más potente que Franco escuchó en su vida, lo que lo motivó a voltearla para poder acoplarse a ella por primera vez. Pero antes de seguir, necesitaba aclarar algo. Se acercó a su oído sin despegarse de ella.

—Que estés en esta posición sucia no significa que no te ame. Te amo con toda mi alma, Evi.

—A veces una mujer necesita que la amen así —aseguró entre jadeos mientras se movía frenéticamente, con la respiración entrecortada—. El problema es que nadie lo hacía.

—Entonces te dejo elegir la manera en la que querés que termine de amarte.

Franco se separó de ella, y Evangelina se arrodilló en la cama para besarlo, luego, lo empujó y se montó sobre él. Aumentó el ritmo mientras acariciaba frenéticamente cada centímetro de su pecho endurecido, hasta que pudo sentir el final del baile de Franco, y se dejó llevar por él, cubriéndose la cara con ambas manos.

Cuando Franco notó que Evangelina estaba llorando con la cara cubierta temió lo peor, con cuidado se desacopló y le descubrió la cara.

—Evi, mi amor, no llores. Está bien si te arrepentiste y es normal.

—No lloro por eso, lloro de felicidad porque ni yo sabía cuánto necesitaba de esto. Es un llanto de alivio, de felicidad, y hasta de empoderamiento. Hacía mucho tiempo que no me sentía mujer.

—Evi... ¿Quién te melló la autoestima así? —quiso saber Franco, acomodando su cabello mientras dejaba una caricia y le limpiaba las lágrimas.

—¿Hace falta que lo diga? —dijo sardónica, mientras contenía un sollozo—. Me empoderaste en el trabajo, en la relación con mi familia, y ahora como mujer. ¿Qué más te falta por hacer conmigo, Fran?

—Que me ames un centímetro de todo lo que te amo, eso me falta.

—Si te basta con un centímetro, ya lo lograste en esta noche. Un hombre que luce todo el día cansado de amarme, merece el mismo amor a cambio. Me diste tanto amor desde que nos conocimos, que ya me sobra suficiente para comenzar a devolvértelo.

—Veo que te tomaste literal lo de hacerme mierda, ¿eh?

Franco tomó su rostro y la besó con dulzura, enterrando esa versión egoísta que Evangelina suplicó por conocer.

—¿Ya estamos en 2023? —preguntó ella, tratando de cambiar su ánimo.

—¿A usted le parece que ese cielo apagado es de 2023?

Evangelina se levantó de la cama y se acercó lentamente al gran ventanal, todavía desnuda, pero consciente de que a esa altura el único que veía su cuerpo desnudo era el mismo que se había dedicado a besarlo momentos atrás. La ciudad se abría delante de sus ojos, el agua del dique reflejaba la luna por encima de ellos, y unos brazos fuertes la abrazaban por la espalda.

—Deben ser las ocho y pico, conozco las luces de la ciudad. ¿Te parece si arrancamos con la cena de año nuevo? Tenemos todo el fin de semana para seguir desbordándote de amor para darme.

Se dieron un corto beso, y luego de buscar sus prendas volvieron a la cocina a seguir en donde se quedaron antes de dejarse llevar.

Sin embargo, Evangelina tenía el presentimiento de que algo se escondía entre tanta felicidad. Porque todo lo bueno tiene algo malo.

Y ella seguía legalmente casada con Daniel.

Y se le dio, gentesss!!!! Esto era lo que querían todos, no? 🤣

Tan Bionica me acompañó tanto durante la escritura, que Obsesionario en La Mayor se metió solita en la escena. Y se me hizo súper dulce ver a Franco sufriendo con este himno del Piberío Bionico. Y más mágico aún, que su primer beso de verdad sea con esta canción, y Franco moviéndose como Chano en el video.

Y la parte que le canta mirándola a los ojos, no es otra que esta:

¿Pueden decirle que no a un hombre que te canta eso mirándote a los ojos? 🤣

Les cuento que, gracias a este capítulo, entré en una espiral que me llevó a marcar la historia como madura. No era la idea, no me siento cómoda escribiendo estas escenas, pero son necesarias para el desarrollo de Evangelina. Ya lo van a entender un poco más adelante.

Aviso: falta mucho todavía. La última oración de este capítulo les dice todo. Meanwhile, disfruten. 😘

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